Autor: Carlos Enrique Sierra Mejía Fotógrafa: Gabriela Ducuara Moreno
AL ALIMÓN
Felicitaciones. Solo lo intolerable de la situación me podría llevar a la desesperada acción de escribir estas líneas. Teníamos una idea. Era una idea. Ni siquiera una historia en sí. Prometía, claro, pero no era nada. Como todo al principio: nada. Después fue lo de la mañana en la casa de tus papás, pasados varios meses y con la mente en otro tema: el apunte tonto de la niña y la indulgente interpretación de la abuela que parecieron una iluminación. ¿¡Cómo no se te había ocurrido!? E X- L IB R I S E R O S
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Un ego desmesurado, lo admito, junto a un sobrevaloradísimo conocimiento incipiente de la literatura local en general y de la historia bogotana de fin de siglo pasado en particular, ayudaron a hacer parecer novedosa la idea. La ilusión narrativa nos envolvió de inmediato.
Horas de copas y letras, infinitos segundos de borrado y maledicencia tuvieron su efecto innegable. Imposible cuantificar el tiempo dedicado. Una historia sensual sin lubricidad innecesaria, narrada en la invisible línea que separa lo políticamente correcto de lo polémico. El tipo de la escalera quedó impecable, y mientras tu exsuegro no lo lea, nadie tiene por qué sentirse insultado; las imprudencias de la señora Márquez quedaron perfectamente sincronizadas con las convulsiones de la muchachita del dos cero dos; la descripción de la baranda del balcón acabó validada perfectamente por el forense; la ridícula limpieza de la sala y la rutina de maquillaje de la vieja se fueron a la papelera. ¡Fantástico!