SER PLANTA Sonia Cabanillas
Un árbol y yo somos amigos.
Él me da su aliento y yo le doy el mío…
Consuelo Lee Tapia A Mara, mi más hermoso fruto, y a sus semillas
Es un lugar común decir, como lo afirmó Saint-Exúpery, que “lo esencial es invisible a los ojos”. En realidad, no somos como el incrédulo Tomás, que tenía que “ver para creer”; más bien tenemos primero que creer para poder ver. Vivimos en un mundo en el que sufrimos de una ceguera congénita. En nuestro universo conceptual y, por lo tanto, sensorial, prácticamente todo lo que nos rodea está muerto. Debo aclarar aquí la diferencia entre teoría y vivencia. Científicamente sabemos que el universo está clasificado entre biota y abiota: lo que tiene o no tiene vida. Las plantas, los hongos (son otro “reino”) y los animales (recordemos que somos animales) pertenecen al primero; las piedras o el mundo mineral, al segundo. El virus está en una tierra de nadie, entre la vida y la muerte; entre animal y mineral. Pero ese conocimiento sobre los componentes del cosmos no se percola en la forma como operamos en nuestra cultura. Vemos el mundo a través de un prisma
calentamiento global… para nosotros el mundo es un espacio del que podemos servirnos, porque su única razón de ser es estar en reserva (Gestell), como advierte Heidegger; esto es, a nuestra disposición. Para entender de dónde viene esto, hay que remontarse a épocas pasadas. Las culturas indígenas, aborígenes, seres a quienes miramos desde la arrogancia, han sabido desde siempre lo que a los occidentales nos ha tomado siglos en descubrir. A diferencia de las culturas antiguas, que practicaban el animismo: la creencia —que yo comparto—de que TODO está vivo. La “superioridad humana” sobre la de los animales es algo reciente en nuestra historia y no tiene nada que ver con la diferencia entre una cultura “civilizada” en contraposición a una “primitiva”. Las tradiciones orientales, por miles de años más sofisticadas que la nuestra, asumen una realidad mucho más integrada con el medioambiente.
jerárquico, con los humanos en la cúspide. Lo que queremos es el control, la manipulación y la apropiación del planeta. La consecuencia es que tratamos a los seres vivos como si estuvieran muertos. Pensemos en la deforestación, en la desaparición de especies enteras debido a la degradación ambiental, en el
La India, país que nos dio los números que usamos1, el cero2 y las raíces más profundas de nues-
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1 Falsamente llamados “arábigos” por quienes los diseminaron. 2 Viene del sánscrito “sunya” o “vacío” (un vacío que está lleno) y es un descubrimiento de la religión jainista. Carta de la Tierra