Revista Poetómanos| Año 2 No. 1

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Año 2 No. 2 Oct-Nov 2020

R E V I S T A

P OETÓMANOS

Dossier Escritores de la muerte MMXX Música Campo Santo: El horizonte agónico de Huizapoles Eudora Santiago

Enrique Sequeyro - Aldo Barucq - Valentín Eduardo - Luis Oseguera - Sergio H. García - César Bringas Óscar Páez - Ita B - Salvador Montediablo - Kharloz Akosta - Gustavo Gutiérrez - Mariana Lebrija Clavel


Revista Poetómanos Revista Bimensual de Difusión Literaria

Dirección Sergio H. García Salvador Montediablo Consejo Editorial Enrique Sequeyro Diana Hernández Gustavo Gutiérrez Salvador Montediablo Sergio H. García

Corrección Diana Hernández

Diseño de Arte Fernanda López

/Poetómanos

@Revista Poetomanos

Todos los textos en este número son propiedad de sus respectivos autores. Queda, por lo tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación. Por otro lado, esta publicación no se responsabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los autores en sus obras.


Contenido Cine Don´t F**k With Cats: Persiguiendo a un asesino de Internet, Gustavo Gutiérrez....................... 5 Música Camposanto: el horizonte agónico de Los Huizapoles, Eudora Santiago....................................3 Dossier Aurora 7 P.M., L.E. Sequeyro................................................................................. 17 Testamento, Aldo Barucq........................................................................................... 19 Mi Última hora, Óscar Páez........................................................................................ 22 Ravel Macabro, Valentín Eduardo..................................................................................25 Whitney Houston, César Bringas.................................................................................. 27 Los Desesperanzados, Sergio H García........................................................................... 29 El polvo permanece, Luis Oseguera...............................................................................31 Morí Ergo sum, Salvador Montediablo............................................................................33 Luciernagas, Gustavo Gutiérrez....................................................................................35 Rodamundos, Karloz Akosta........................................................................................40 El Secreto del Rosal, Ita B...........................................................................................44 Galería Fernanda López....................................................................................................... 48 Reseña Fóllame, de Virginie Despentes, Mariana Lebrija Clavel.......................................................51



Cine:

Don´t F

k With Cats: Persiguiendo a un asesino de Internet Gustavo Gutiérrez

El

clickbait puede de nirse como el uso de factores tendenciosos que son exagerados, malinterpretados o inventados para llamar la atención de un contenido y que el espectador termine viéndolo. Si se le suma que la serie es un mini documental se podría considerar amarillismo o morbo mediático su mera existencia; cosa de la que, inútilmente, intenta hacer re exión en su último capítulo. Pero antes de llegar a ese punto hay que de nir de qué se trata, en teoría, Don´t F**k With Cats. Según Net ix, es la historia de un asesino de gatos que será investigado por un grupo de personas en internet que buscan justicia. En realidad, es un asesino de gatos entregando todo en bandeja de plata para los supuestos investigadores. La serie hace todo el esfuerzo posible en hacer parecer inteligentes a los protagonistas y al grupo de investigadores, pero logran todo lo contrario cuando explican paso a paso cómo lograron encontrar cada minúsculo detalle que los llevó a un punto muerto. Y la investigación está llena de puntos muertos. El asesino es un Deus Ex Machina andante, lo que es curioso ya que es un documental, la vida real aplicando pésimas decisiones narrativas. Cuando a los investigadores se les acaban las ideas, alguien publica un nombre; si el nombre es incorrecto, alguien publica otro. El mismo asesino le da las pistas, que más que pistas son soluciones concretas. Es en el punto en el que el nombre del verdadero asesino no lo dan los investigadores, sino el propio asesino, cuando la serie pasa de persiguiendo a un asesino de internet a cómo seguir paso a paso las pistas de un asesino de internet.

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A la mitad de la serie, que al menos es de pocos capítulos, se toca una de las temáticas principales que hacen que todo el contexto de la serie se arruine. Gente de internet persiguiendo a un asesino de gatos, en tan solo tres capítulos lograron hacer una serie completamente diferente cambiando gente de internet por policía y persiguiendo a un asesino de gatos por investigando a un presunto asesino real. La situación escala a tal grado que los investigadores originales pierden todo tipo de relevancia para la trama. Hay un punto donde se quiere culpabilizar a la policía por no actuar rápido y no creerles cuando hicieron la denuncia, lo que hubiera terminado con la serie y, no del todo ya que no hicieron nada, darle un poco de justicia al nombre. Pero no. Y si creían que la policía sería más competente que el grupo de pseudo investigadores de internet, pues están en un error. Son peores. En esta serie ninguna pista importante es entregada ni por las personas de internet ni por la policía. Todo lo hace el asesino. Claro, la serie le da un par de descubrimientos aquí y allá a las personas de internet, pero son de lo más irrelevante y siempre tienen la misma estructura, o siguen la pista del asesino o llegan a punto muerto hasta que el asesino les regala la respuesta. El nombre, la ubicación, el video del asesinato, incluso donde se va a encontrar para que puedan arrestarlo es entregado por el asesino. No hubo ningún tipo de persecución, no hubo ningún tipo de heroísmo. No hay nada por lo que esta serie deba ser recordada más allá de su mediocridad, no solo contiene fallas que, de alguna manera, son justi cables porque así paso en la vida real y su único pecado fue creer que sería una historia digna de relatar. Sino que a nivel estructural falla en todo en lo que podía fallar. El último capítulo es apresurado a más no poder, en los últimos 30 minutos meten un giro de tuerca que podría indicar que hay un segundo asesino o cómplice, pero no tardan ni cinco minutos en descartarlo, bien pudieron no mencionarlo, algo tan impactante como la posibilidad

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de un segundo asesino queda completamente intrascendente porque no hay la mínima construcción de suspenso en este acontecimiento que es descartado con un apresuramiento muy notable. Las entrevistas a la madre del asesino lo pintan como una víctima o alguien que ha caído en una trampa pero no hay absolutamente nada que lo demuestre. Todas las apariciones de esta mujer se reducen a “mi hijo no es mala persona”, para que segundos después nos muestren todo lo contrario, sin ninguna intención de hacer del asesino un personaje más complejo.


Lo peor de todo es que dan una moraleja al nal de una manera tan hipócrita que hace sentir al espectador como un tonto al mismo nivel que los tipos de internet. De hecho, todo el capítulo nal está diseñado para hacer sentir al espectador como tonto. Con el asesino entregándose cuando las personas de internet, y la misma policía, llegan a punto muerto. Con los dos investigadores principales en una reunión emotiva como si hubieran hecho algo importante, con dos giros de tuerca pésimos; ya que uno se descarta, no se resuelve, a los cinco minutos y el otro directamente olvidan su existencia. Todo para al nal decir que es culpa de los investigadores por darle más atención y que ahora es nuestra culpa por ver el documental y darle más fama. Una moraleja que intenta decir que debemos dejar de consumir el morbo de la vida real. Lo cual podría ser una buena moraleja si la serie hubiera tenido el enfoque correcto, pero no lo tiene. La serie se vende como un grupo de personas inteligentes de internet que utilizan cada parte del video incriminatorio como pistas para dar con el paradero de un asesino de gatos antes de que escale a algo más grave. Pero termina siendo tres capítulos de un asesino dejando en ridículo a un grupo de Facebook para después tomarse otros tres capítulos dejando en ridículo a la policía. Si el espectador estuviera viendo un espectáculo de justicia la moraleja quedaría como anillo al dedo, dejar de consumir videos morbosos y, si lo haces, tomar cartas en el asunto y dar con el paradero del culpable. Pero la serie es en sí puro morbo que no tiene ningún tipo de valor. Si este documental estuviera enfocado a como un asesino crea un juego del gato y el ratón con quienes lo persiguen, pero sin tratar de mostrar a los investigadores como los héroes más que como simples peones, daría una lección sobre cómo no hacer crecer a personas como el asesino y los peligros de internet. Termina siendo un intento fallido de documental que deja a todos los involucrados como tontos y al asesino como la mente maestra que solo pudo ser capturado cuando él mismo se entregó. Y se supone que el propósito de la serie era no glori car a los asesinos.

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Música:

Camposanto:

el horizonte agónico de Los Huizapoles Eudora Santiago

«Habría que tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.» Jaime Sabines

En algún postulado de algún libro de Elisabeth Kuble-Ross, que debí haber olvidado en alguna caja de mudanza, se menciona que cuando llegan los menesteres de la muerte, el cerebro humano, por lo regular, es bañado por una cantidad gigantesca de neurotransmisores. El rol de estas sustancias es desviarnos un poco de la pena de lo que puede ser morir: calmar los dolores y luchar contra el miedo. Es por esta razón que algunas personas (sin olvidar el respectivo contexto religioso) ven ángeles o familiares muertos junto a ellos al momento de agonizar y se van juntos cuando su conciencia se diluye. En parte, de esto hablan Los Huizapoles en su sencillo Camposanto, estrenado hace poco más de un año en todas las plataformas digitales. Pero para analizar correctamente esta canción, es necesario dividirla en 3 partes: El ritmo, el arreglo musical del resto de instrumentos y la lírica.

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Para empezar con el ritmo de esta canción, podemos decir que la encargada de llevar la maquinaria de pulsaciones en la baterista Livier Olvera, misma que en la actualidad toca en Rosa Polar. Para Camposanto, Livier construye un arreglo que podría atender a la simplicidad, sin embargo, es eso, la aparente simplicidad, la que hace más compleja la ejecución y le da un carácter de frescura y dinamismo. La canción se encuentra en un tempo de 110 PPM (Pulsaciones Por Minuto) y comienza en un compás de 4/4 que mutará en un 4/8 durante gran parte de la canción, siendo esto, solo uno de los rasgos que proporcionan, el ya mencionado, dinamismo. Adentrándonos en el arreglo musical, la canción inicia con un arpegio con graves y medios de una guitarra con una Reverd amplia. La guitarra toca el arpegio de unos cuantos acordes por 4 compases y entra la voz dulce y rasposa en garganta de Shey Aldrete, quien canta las dos primeras estrofas, compuestas cada una por 3 versos pequeños y uno largo o doble. A este punto, en ausencia de percusiones, la guitarra con sus bajos propios del arpegio, nos indica el tempo y el compás de 4/4. Para cuando sucede esto, la guitarra y la voz ya no están solas, o mejor dicho, nunca lo estuvieron; mientras la guitarra ejecutaba su arpegio y la voz nos transmitía la letra de la canción, un órgano sirvió como soporte armónico y ambiental tocando los acordes correspondientes. La voz calla y la guitarra queda muda, solo permanece el teclado en un acorde mantenido por dos compases y es cuando entra la batería marcando a negras el bombo y corcheas en los contratiempos y, mi segundo favorito en esta canción, un bajo rme y perfectamente a tiempo, tocando a púa las mismas guras rítmicas que el bombo dibujan y alguna oritura o nota de paso entre los cambios de acordes. Este pequeño puente se ve interrumpidos por un pequeñísimo remate de no más de dos golpes de caja en

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semicorchea y que nos comunica el cambio de compás a 4/8 y el inicio del estribillo. Las dinámicas cambiarán: El órgano que permanecía en un bucle armónico brinca al juego de la melodía y la guitarra, que nos brindaba la melodía a través del arpegio, ahora rasguea la armonía en turno. A su vez, la batería continúa con su tempo de 110 PPM, pero ahora con la variante del compás 4/8, que la hace más dinámica, más rockera, más brillante y más bailable. Y el bajo, envuelto en estos brillos percusionistas también adquieren un carácter más apegado a la oritura y al ritmo; uno mucho más gustoso. En este juego de rítmicas y cambios de roles, la vos no se podía queda atrás: ella adquiere una forma de fuerza y la letra de la canción también se llena de más sílabas y, con esto, más acentos, lo que se traduce al idioma del sonido como más tiempos y dinámicas rítmicas.


siguientes compases a la par de una guitarra que repite sus mismas 3 notas en una especie de bucle o motivo, y el teclado y bajo, insistiendo en la misma nota tocada a púa, pero ahora con más ereza y dejando sonar la cuerda, haciendo su sonido un poco más sucio. Inicia el último estribillo, cambia el tempo, ahora es más ágil y preciso, se somete al rock y a las estupendas habilidades de los músicos. En cuanto a la lírica, podemos a rmar que esta canción se conforma por 3 estrofas distintas cuyos versos van desde 4 o 5 sílabas en los primeros 3 y el cuarto con un promedio de 8; y un estribillo de 8 versos de 8 o 9 sílabas. Lo cual hace que cuando se cante, la cantante se esfuerce en extender un poco los primeros 3 versos de las estrofas y en el cuarto verso de las estrofas y el coro, se cante con una rítmica un tanto más apresurada y marcada.

Dos golpes en la caja anuncian el regreso a los nuevos versos de la estrofa, ahora en este compás de 4/8, acompañada con una batería con el bombo a negras y el contratiempo a corcheas y rematando en la caja, el bajo unas guras que pareciera que son triadas extendidas en tiempos y el órgano, dando de nuevo, una base armónica. Después del estribillo que aparece sucediendo de inmediato de la estrofa, entra la parte instrumental más larga de la canción. En ella la batería calla y vuelve a aparecer hasta que la guitarra realiza una pequeña introducción recurriendo al Tapin y, una vez entrado el órgano, entra la batería junto al bajo. La Batería cambia a tocar el primer y tercer tiempo con el bombo y la segunda y cuarto con la caja y con el Hit-Hat, en cada uno de los tiempos. Al mismo tiempos el bajo y la guitarra con golpes marcados y precisos. Después de 4 compases un remate en caja que permanece durante los

La letra nos habla de un del duelo que se sufre cuando una persona muere. La pena de una procesión de entierro y los recuerdos tras la muerte que se desdibujan para el que se sumergirá en la tierra fría pero no para los que lloran el océano sobre sus manos. Las dos primeras estrofas nos dicen lo siguiente: Dibujar, la soledad del frío que da acompañarte al camposanto Presagiar lo que vendrá, la humedad lánguida y reseca en llanto La primera es transparente, nos habla del sentimiento de llegar a un cementerio para dejar los restos de una persona. En pocas sílabas nos dice una cantidad inmensa de cosas: El Dibujar la soledad, se re ere no al acto único de estar a solas, sino al sentimiento de unidad aun estando rodeados de decenas de personas.

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Esta sensación la han vivido los que nos hemos visto en este acto de privacidad robada que es el funeral de una persona cercana. El frío es un refuerzo a esta alegoría de la soledad. Es raro sentir frío en compañía. El presagio de lo que vendrá se re ere a la ansiedad y la rme condena del cambio. Hay dolores de los que nunca se vuelve atrás y uno de ellos es la muerte, lánguida y húmeda y, contradictoriamente, reseca en años, dolores y llanto. La tercera estrofa, que viene después del primer estribillo dice: Imaginar que aquí estas Me sostendrás para saber que aun así te vas La tercera estrofa es un bastón para el corazón del protagonista lírico. La fantasía es un sostén ante los peores dolores del humano y este ser se refugia en que la persona muerta lo sostendrá, pero como hemos han estado acostumbrando hasta este punto, esta parte de la letra también es una alegoría. El protagonista lírico no se sostiene de la presencia de la persona muerta, se sostiene de lo que fue, de las experiencias y con mayor fuerza de lo aprendido. Para analizar el estribillo debemos dividir los 8 versos en dos partes: la primera que habla de la consciencia y cómo se va perdiendo y la segunda del acto mismo de morir. La voluntad se me destruye Reconstruye se diluye Y la conciencia se hace fuerte Doliente y se va En esta parte de habla de la consciencia, del ser, del Dasein (dijera Heidegger), y el cómo se va perdiendo en esta marejada de neurotransmisores, dolores, alucinaciones y aceptación que conlleva la muerte, según Kuble-Ross.

Esta historia lentamente Se libera de aquel muladar Te desvaneces y te mudas A la eternidad Todo termina, se acaba esta masa de estiércol, ores y dolores que fue la vida. Una se desvanece de su cuerpo y se muda a la única eternidad comprobable y aun así limitada, que es el recuerdo. Estás últimas líneas, nos paran cronológicamente, en el inicio de la canción donde la persona ya murió y es necesario irse a despedir a un panteón. Camposanto, de Los Huizapoles, es una grandiosa canción con una lírica llena de signi cado e interpretaciones y un arreglo musical que, además de contraponerse a la dolora temática de la muerte, es disfrutable e incluso bailable. Un arreglo musical a primer oído simple, pero lleno de orituras y pequeños gestos de genialidad que lo hacen brillante y tremendamente disfrutable, un arreglo que, parafraseando a Jaime Sabines, hace que una se quiera levantar a vivir.

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Dossier:

Escritores de la Muerte MMXX


La gente se preocupa mucho por la muerte, por cómo evitarla, por supuesto, pero también por cómo pensar en ella... poco a poco reconocemos que la muerte es universal, inevitable e irreversible. Muchas veces, como parte de un berreante desasosiego, construimos narrativas funcionales e imágenes simbólicas dentro de las cuales le imaginamos un sentido y un lugar en el mundo a nuestros deseos frente a la muerte. Así, los escritores modernos presentan con frecuencia la muerte como el último dilema existencial, que despierta una ansiedad terrible ya que ofrece una vía hacia el auténtico autodescubrimiento al teñir el alma de solipsismo, escape y alienación —desconcertantes fuerzas creadoras— partes de un contexto más amplio: el ciclo natural de la decadencia y renovación. Más allá del cuerpo, lo efímero y sus entresijos, el espíritu persiste más allá de la muerte, va a otro lugar y se transforma, a veces disminuida y a veces puri cada, exaltada.

Enrique Siqueyro

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A urora 7 P.M. L.E. S equeyro

En la mañana al despertar, sentí una brisa sobre mi rostro; acercándose, húmeda. Un hilo de maguey sacado por mis manos, de ese lugar vacío entre mis huesos, que llama por algo desconocido. Concha que sopla hacia dentro en dos idiomas O suspiro perdido entre los ojos de la lluvia. Porque al nal, todos los caminos del aire y sal se tientan Y pude leerte, —por n— en versos, de aloe y salitre.

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T estamento A B ldo arucq

Mi madre me heredó una casa un cuerpo entero solo para mí me heredó estos muros de carne de su carne que crujen con el frío que tiritan por el presagio del temblor me heredó el acné y el don de soportar el hambre comiéndome las uñas mi padre me heredó las goteras de la casa las grietas que se bifurcan por el techo como fuegos de arti cio como ramas en donde yacen los nidos para los pájaros de cal que revolotean cuando la casa estornuda me heredaron una casa enferma reumática, onicófaga, hipocondriaca me heredaron un incendio y yo soy la ceniza soy un árbol con cuerpo de viento soy las maldiciones entramadas en la espiral del adn debacle sin n: leña y ama mordiéndose la cola que el río me conteste yo quiero que me cuente

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qué don sirvió al antepasado y qué maldición legó al descendiente soy un ángel de mármol postrado al borde del precipicio destinado a nunca saltar pero siempre a estar al borde del precipicio y así quise santi car tu cuerpo en mi cuerpo levantando un templo sobre el escombro que llevo por nombre aquel que levanta una casa sobre leños quemados es quien [ nunca supo la calidez del hogar no quemado hay escaleras que conducen al derrumbe no te quede duda hay maneras de ascender que no llevan sino a la semilla de vuelta a las piernas abiertas de una madre esperando como una catedral

a que entren los peregrinos blancos que ofrendan el secreto de la vida y erigen un hombre de madera y hueso como mi padre, le enseñaré a mi hijo a defenderse de los bravucones de la escuela pero no de la sombra heredada no pudo, no podré

soy el hombre que es la casa de sus manías un cuerpo una casa rea de los fantasmas de quienes estuvieron antes heredé un árbol torcido de ramas torcidas un esqueleto a la vez jaula y prisionero

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Mi última hora Óscar Páez

Mi carne pesa como una piedra fragmentando el mar, como una bacteria entrando en la quietud de un cuerpo sólido perdiendo toda capacidad motriz. Se cierran mis cajas de luz mitigando todo rastro de humanidad, se abren los conductos de aire, poro, por poro, los años se van de mí. Veo pasar el horrendo hedor de la juventud en instantes de repulsivos recuerdos. El yo es sólo un pretexto para ser un poco algo entonces no soy más que la deformada idea de un mal sueño. Me consumo como cirio hirviendo en su propio sitio, mi ama perece,

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el peso de otros huesos anidan en mi camino germinando imágenes de futuros triturados, mi frágil templo sirve de guarida para los tábanos, sus larvas entran por los túneles de mi sangre, por los caminos secos de glóbulos negros. En la crisálida dureza de mis costillas, brota la oscuridad de mi persona. La vida se parte como acuarela vieja desde las vísceras, desde los calcios, desde las arterias donde gritan mis infancias. Desde adentro, el agua de la creación abandonando mi fósil, brotando desde mi quebrantada garganta la lengua de Dios lamiendo la última sombra, la sombra de mi última hora.

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Ravel macabro Valentín Eduardo

Tumba de tiempo en taza al pronto pecho, tiembla de mí el puesto en plan de atraso, tino tétrico emplaza opuesto al lecho tanto tambor de palma paso a paso. Trampa a la tropa en punto de repecho, teme mortal al fúnebre traspaso, tenue la perla en pluma, trecho a trecho, traste a la tinta púrpura que baso. Matriz de Palas en pira gris de peltre torna nenúfar primo que acompaso, en tanto Parca en pose hacia Feltre, presta al ritmo y en toga de Parnaso, bolero tañe al tuétano sin gueltre, tan tuyo como nuestro en pie de ocaso.

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Whitney Houston César Bringas

era un edi cio de 1000 habitaciones llamado Whitney Houston, siempre con las luces prendidas. Sobre todo, en la marquesina. En el edi cio de 1000 habitaciones llamado Whitney Houston lloraba Whitney Houston. En un piso estaba toda la droga del mundo y Whitney Houston se preguntaba de dónde venía la droga y por qué las drogas se sienten como las drogas. En otra de las 1000 habitaciones colocó los 411 premios que ganó y debajo de ellos la voz de su representante Una voz que le dice no cantes como negra no como tu madre negra no como tu tía negra no cantes como una negras las caras de los siete discos que grabó Porque es así la fugitiva oscura como la selva. Dividiendo los cuerpos del amor entre las 1000 habitaciones alguna se llamaba rehabilitación fallida. Oscura. Una noche. Alguien. Quizo apagar la luz. De las 1000 habitaciones. Un montón de eras que pedían caricias en los colmillos. El 11 de febrero de 2012 Whitney Houston tomó un baño a las 15:55 de la tarde. Alguien trató 20 minutos. Boca a Boca. 20 minutos. Lo intentó alguien. Después de ese baño Whitney Houston cerró las puertas del edi cio de 1000 habitaciones llamado Whitney Houston Y sólo las abrió una última vez en 2015 para que entrara su hija.

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Los Desesperanzados Sergio H. García Hoy no me llevas, muerte, calavera Hoy no

EDUARDO LANGAGNE Tengo la sangre rota de lágrimas, salada de sudores y caída, exiliada de sórdidas soledades sufridas en grupos de miradas. Muerte, tengo el gesto de la ternura guardado; metido y cocido sin anestesia en los fríos dolores hepáticos. Los amaneceres se negaron a ver mis ojos y lloré más eclipses que soledades Magdalena. Hoy, Muerte, no me llevas. Los desesperanzados tenemos derecho de vivir. A nosotros también se nos curte el cuero a besos y nos galopan primaveras, veranos en el pecho.

Muerte, los desesperanzados necesitamos aire: Las costras de nuestros muertos nos quitan el su ciente para no sofocarse, para no morir en el olvido, para que no nos dejen de llorar; sangrar La sangre, muerte, nos recorre el cuerpo con el pesado tonelaje de los adioses y el hambre, con la tierra bajo nuestras uñas y el frío nombre de lajas y tumbas.

Bajo las costillas, un aire de sueños locos e imposibles nos pasa. Aire que no nos llena Pero nos alimenta.

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El polvo permanece Luis Oseguera I

El día que te fuiste un familiar tuyo dejó caer el líquido de su vaso. Dijo “no es desperdicio, él está bailando como nosotros”. Ahora sudas entre el polvo, das sorbos lentos a la bebida y agradeces desde la tumba. Supe entonces que hay un rio de tequila en las calles del barrio.

III Tocan la puerta y al abrir no hay nadie. El miedo es un trueno lento que ilumina lo desconocido. A ti, a ti te conocemos muy bien.

II Los perros te conocen por eso no ladran cuando regresas a casa entre la noche. No abres ninguna puerta. Ves a mi hermano dormir. Siempre te gustó su cuarto.

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Mori ergo sum Salvador Montediablo

Dentro del ataúd tuve un sueño en el que me veía a mí mismo dormido en la cama teniendo una pesadilla. Debajo de la cama asomaba un rostro igual al mío, el cuál jaló el pie de quién arriba gesticulaba terror y pánico, quien con el jalón despertó solo para darse cuenta que su Yo muerto le observaba desde el más allá, desde un sueño dentro del sueño eterno.

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LG uciérnaga G ustavo

utiérrez

Pasó cuando yo era niño. Mis hermanas habían salido de la caravana en la que íbamos rumbo al rio Tucson. La noche era cálida, pues toda la tarde había hecho un calor endemoniado, mi madre se encontraba en la cocina haciendo unos emparedados de mermelada; mi padre, descansando después de la pesca, había atrapado un pez enorme que devolvió al mar, para mejorar la raza, dijo él.

El canto de las cigarras empezaba a cansar a mi madre, decidió regresar a la caravana y mi padre le siguió, le encargó a Iliana que nos cuidara, ya que estábamos tan activos que intentar meternos a dormir sería una tarea rigurosa y no querían arruinar una noche tan paci ca con los berridos de un par de mocosos encerrados en una lata, los gritos de alegría y las risas fuera de la lata sí podían ser soportados.

Iliana era la mayor, su cara estaba llena de pecas, sus ojos verdes y su cabello tan rubio que parecía blanco; Annette era la adoptada, con cabello negro azabache y unos ojos cafés, unos dientes perfectos y la tierna edad de 12 años. Yo, por otro lado, era el menor, con tan solo 10 años.

Durante la noche las pecas de Iliana y la dentadura perfecta de Annette se desvanecían, sustituidas por un intento de luz que parecía emanar de sus rostros, como si re ejaran la luz de las estrellas, pero era inútil, apenas y veía sus rostros, y de no ser por su evidente diferencia de estatura la tendría muy complicada para saber quién era quién.

La noche era extremadamente oscura, se juntaron las nubes sobre la luna, alrededor de ellas se amontonaban las estrellas parecían estar tratando de sustituirla, brillando con más fuerza que nunca para calmar un poco la oscuridad de la noche, tristemente fallaron en su intento. Cuando mamá nos llamó a comer los emparedados le insistimos en hacer una fogata, por lo que despertó a mi padre de mala gana y lo contentamos después con unos malvaviscos y cantándole canciones, más adelante me confesaría que era muy molesto para él, pero que hoy daría todo por escucharnos cantar de nuevo.

En algún punto de la noche no muy alejado a cuando mis padres se fueron a dormir empezaron a salir luciérnagas de los árboles. No eran muchas, un par, las podía contar con una mano, algo que de hecho intenté, sin mucho resultado ya que no dejaban de moverse. Annette intentó capturar una con un frasco en el que antes estaba la mermelada de los emparedados, Iliana le dijo que era mala idea ya que estaba pegajoso y las alas de las luciérnagas se quedarían pegadas; además de que la tapa aún no tenía agujeros y no tenían con que hacérselos, por lo que encerrar a una luciérnaga en un

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frasco no sería más que una barbarie. Annette le respondió metiendo el dedo al frasco y raspando las paredes. La caravana estaba aparcada en un claro, era un terreno que papá ya había limpiado, ya que nuestro viaje contemplaba varias acampadas, era nuestra tercer noche ahí, nos íbamos cada que nos faltaba comida, abastecíamos y después buscábamos otro lugar para quedarnos hasta llegar al rio, donde esparciríamos las cenizas de la abuela. Su última voluntad era que hiciéramos de su despedida tan larga como pudiéramos hacerla, en honor a lo longeva que fue su vida, 102 años es demasiado para cualquier ser vivo con consciencia. Cuando Annette intentó atrapar las luciérnagas Iliana intentaba detenerla, sin hacer mucho ruido para no despertar a mis padres, entonces entré a la caravana y fui a la cocina por una lámpara de gas. No sabía encenderlas, pero sabía apagarlas por accidente, papá ya me había dado varias reprimendas por eso. Cuando salí de la caravana con la lámpara de aceite en mi mano bajé la llama al mínimo, como ya estaba encendida no tenía que pedirle ayuda a Iliana, salí corriendo hacia el bosque sin entrar en él y grité sin importarme si mis papás despertaban, en ese punto sentí que había tenido una idea tan brillante que si mis papás despertaban se unirían al juego. —Annette, soy una luciérnaga. ¡Atrápame! La risilla de Annette fue su ciente respuesta para indicar que tenía que seguir corriendo porque ella iba detrás de mí, la noche había oscurecido tanto que solo se veía la pequeña luz de la lámpara y un diminuto pedazo de sombra detrás de ella. —¡No corran! –Iliana activó sus sentidos de hermana mayor, su tono de voz era más parecido al de una madre que al de una niña cuando se ponía en ese plan–. ¡Se van a caer! —No hay piedras, –pensé, ya que en mi juego pensaba que Annette la tendría más fácil para atraparme si hacía ruido– papá las quitó cuando llegamos” Cuando empezaba a cansarme reduje el paso, me movía solo cuando escuchaba los pasos de Annette detrás de mí. Hasta que dejaron de escucharse. Pasó un largo rato,

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ella no se veía de ninguna manera, la noche había caído nalmente al punto donde solo se puede ver menos si cierras los ojos, y aun así no sería mucha diferencia. —¿Annette? –mi hermana fue la primera en darse cuenta de que no se escuchaban ni los pasos ni la risilla de Annette. Mi corazón empezó a latir rápidamente, más que cuando estaba corriendo. Supe diferenciarlos por el ritmo, cuando el corazón late rápido por estar corriendo la percusión es fuerte GOLPEGOLPE GOLPEGOLPE GOLPEGOLPE GOLPE. Esa noche solo sentí golpegolpegolpegolpegolpegolpe.


—¿Ani…? –un ruido muy fuerte me sobresaltó, caí de sentón al piso y unas manos me tomaron de los hombros, teniendo tan de cerca lo que me había asustado pude ver quién era: Annette. Había gritado para asustarme. Tomó la lámpara y me dijo:

—Levántate—Iliana me ayudo a pararme, caminamos lentamente hacía donde estaba la lámpara, desde el momento en que la luz había crecido sin que nadie hubiera hecho nada nos dimos cuenta de que no era Annette jugándonos una broma.

—Te atrapé, ¡ahora yo soy luciérnaga! Mientras ella reía yo empecé a llorar, llorar a gritos, en serio me había asustado demasiado, no solo por el miedo a que Annette hubiera terminado en una pequeña caja negra como lo había hecho la abuela (solo que 90 años antes de tiempo), sino que el susto fue realmente fuerte, ¡pude sentir algo cálido recorriendo mi pierna y mojando dentro de mi zapato! También había algo cálido recorriendo mis mejillas, y algo frio en el labio superior. Estaba llorando a moco tendido. Iliana vino corriendo mientras Annette me abrazaba pidiéndome perdón en un tono de sincero arrepentimiento. —¡Hermanito, perdón! Iliana la apartó de mi lado, el abrazo estaba funcionando y en cuanto dejé de sentir sus brazos rodeándome tuve esa sensación de abandono que jamás podría olvidar, una parte de mí sabía que jamás volvería a ser abrazado por mi hermana con tanto miedo a que dejara de quererla, un abrazo de amor fraternal que seguiría extrañando por siempre. —¡Toby! ¡Ya cálmate! Annie está bien y es una tonta. —¡No soy una tonta! –por el sonido que había hecho su nariz parecía que también estaba llorando. —¡Claro que lo eres! ¡Eres una tonta, tonta, ton…! La lámpara de gas había retrocedido varios metros atrás. Dejé de llorar. Iliana tomó mi brazo mientras mirábamos ensimismados como la lámpara se había quedado parada frente a nosotros, empequeñecida por la distancia. Y por sí sola empezó a brillar con más fuerza, las luciérnagas empezaron a salir de sus troncos y se conglomeraron alrededor de la lámpara, como polillas.

Cuando estuvimos un poco más cerca de la lámpara oímos un golpe sordo, algo cayendo. Ambos nos sobresaltamos, las luciérnagas se alejaron de la lámpara y volaron hacía la dirección donde se había escuchado el golpe, no se movieron cuando lo quesea que haya caído golpeó el suelo. Me pareció raro que los bichos se hayan mostrado tan desinteresados a una posible criatura voladora que quisiera comérselas. Pensaba en un búho, cuando empecé a escuchar aleteos. Fuertes aleteos. —¿Annette? –dije su nombre con la increíble seguridad infantil de que al hacerlo ella tomaría mi mano y regresaríamos a la caravana, pero no fue así; en cambio, la luz aumentó más, hasta el punto de que podía ver el rostro de Iliana, con una expresión de profundo miedo. Miedo a ser castigada por perder a Annette, o miedo a perder a Annette. Empezó a llorar, probablemente pensó que lo último que le dijo fue que era una tonta, y había sido mi culpa; yo lloré, yo saqué la lámpara, yo era la luciérnaga. Mientras miraba como una lágrima humedecía sus mejillas dejando un rastro de luz tenue del re ejo de la lámpara, su rostro se tornó rojo, pero no era su rostro, era la luz de la lámpara. Seguía emitiendo una luz amarilla, pero una parte del cristal se había empañado de rojo, haciendo que la mitad de mi cabeza y todo el rostro de Iliana se tiñera de ese color. Más manchas rojas comenzaron a caer sobre la lámpara hasta nalmente cubrirla todo de rojo, Iliana me jaló del brazo rumbo a la caravana.

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—¡Annette! –grité, esta vez sin la esperanza infantil, sin esperanza alguna. Corrimos y pasó lo que no había pasado mientras me estaba divirtiendo: algo malo. Me tropecé, solté la mano de Iliana que se detuvo para levantarme de nuevo, pero yo lo tomé como una oportunidad para ir corriendo hacia la lámpara para recoger a Annette, levantarla ya que me había quedado claro que ella se había caído, quizá ella lanzó la lámpara y corrió para esconderse de Iliana y darle un susto, entonces se golpeó con la rama de un árbol y eso sacó a las luciérnagas, la rama estaba encima de la lámpara y Annette se cortó con ella, la cual se manchó con la sangre y ésta cayó sobre la lámpara. Los aleteos eran alas de un ave cualquiera y el golpe era la rama. Tenía que despertar a Annette, si dormía afuera se iba a resfriar. Iliana corría detrás de mí, tenía la lámpara enfrente de mis narices, la luz me cegaba. Entonces algo me tomó de la pierna y me levantó. Grité, logré ver el claro, la caravana, la lámpara y el cadáver de mi hermana que se iluminó cuando la luz de la lámpara brilló aún más. Pero lo que más temor me dio fue ver a Iliana dar media vuelta y correr hacia la caravana, estaba solo. Completamente solo, dejé de preocuparme por lo que me había levantado y solo pude enojarme con Iliana, aunque todo había sido mi culpa. Sentí como algo se clavaba en la carne de mi pierna y me hacía gritar de dolor, cuando la bestia alada me llevó por encima de las nubes pude ver la luna, y la luz me

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indicó la apariencia de la bestia, solo vi dos ojos amarillos y un pico negro cuando bajó rápidamente a la oscuridad de la noche inferior y me soltó por encima de la lámpara. Cerré los ojos para que no me doliera tanto. Al amanecer vi a Annette junto a mí, y desde lejos vimos cómo mis padres e Iliana salían a buscarnos, todos llorando menos papá, parecía que si él lloraba todas las esperanzas se habían perdido. A la distancia vimos la lámpara, apagada, no cumplió bien su función esa noche y no lo haría esa mañana. Las luciérnagas nos dijeron que ya era hora de dormir, y a decir verdad teníamos bastante sueño. Así que me acurruqué al lado de Annette y esperamos a la noche, al despertar la caravana seguía ahí, y mi padre estaba sentado afuera con un cigarro en la boca y un cuchillo en la mano. Salimos del tronco donde pasamos el día con las luciérnagas y volamos hacia la caravana, nos escondimos debajo de los asientos, Annette después de un rato empezó a molestar a Iliana, que intentaba dormir entre sollozos. Le dije que la dejara en paz, pero Annette también quería llorar, así que nos pusimos cada uno al costado de su cama e iluminamos un poco. Seguiríamos el trayecto con nuestra familia a Tucson. Nosotros volando, ellos en la caravana y mi abuela en una pequeña caja negra.



Rodamundos Kharloz Akosta

En el otoño surcan los cielos del altiplano grandes nubes que parecen coli ores. El viento las estrella contra la cordillera y les extrae del vientre un rugido de tempestad. Es entonces, cuando los relámpagos se entierran en las cumbres buscando las vetas minerales, y largos torbellinos de polvo recorren las planicies arrastrando rodamundos. -Parece que venimos bajando del cielo.-Le dije a mi padre. -Esta parte de la sierra es muy alta.- Me contestó, mientras maniobraba con destreza el Jeep por el estrecho camino de terracería. Goterones comenzaron a golpear el parabrisas y el techo de lona. Nos embocamos en la tormenta y mi padre detuvo el vehículo. -Vamos a esperarnos hasta que pase; no veo nada, puede haber algún derrumbe. Un rayo cayó en unos pinares cercanos. Nos estremecimos. Aquel resplandor me mostró el rostro aterrado de un hombre de carne y hueso. Arroyos de lodo escurrían por las laderas del cerro, descubriendo los cuerpos petri cados de amonites que habitaron en el fondo del mar hace cuatrocientos millones de años. Poco a poco, las nubes abrieron un claro allá abajo, por donde pude volver a ver los diminutos recuadros de tierra labrada en la llanura. La borrasca fue amainando. Luego de varios intentos, mi padre logró encender el motor del Jeep.

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Vámonos. Tenemos que bajar antes de que oscurezca.Me dijo. -¿Por qué? - Le pregunté. -Es peligroso. -¿Por qué?- Insistí. Hizo una mueca grotesca. -¡Porque en esta sierra hay muchas brujas! Abrí los ojos desmesuradamente y guardé silencio. Arrancamos. Durante el trayecto me dediqué a contemplar los bosques. Cruzamos varios riachuelos de agua cristalina y helada. -¡Mira! -Dijo mi padre señalando el camino. Un enorme puma cruzó de un salto la brecha. Era poderoso, dueño absoluto de aquellos parajes. Libre como el viento. Pasamos por un caserío al atardecer. Mi padre me indicó hacia una choza de láminas oxidadas. -¿Ves esa casa? -Sí. -Ahí se juntan las brujas. -¿Para qué, papá? -No lo sé. Detrás de nosotros, la luna comenzó a asomarse sobre la cresta de la sierra. Abrí una de las ventanillas y aspiré aquel aire puro con aroma a gobernadora. Se escuchó el canto lejano de una lechuza que navegaba entre las estrellas. El camino era una culebra fosforescente que


partía el páramo hasta la lejanía, donde se vislumbraban las luces de Wadley: nuestro destino. De pronto, varias bolas de fuego atravesaron velozmente la ruta apenas iluminada por los faros del vehículo. -¡¿Qué fue eso, papá?! Mi padre pisó el acelerador. Sus manos se aferraban al volante. Sudaba copiosamente. -Son fuegos fatuos. -Me contestó con acento nervioso. -¿¡Fuegos qué?! -¡Fuegos fatuos; bolas de gas que se incendian! -¡Ah! Llegamos al pueblo. Mi padre tocó el claxon y nos abrieron el portón. La colonia de la compañía minera era una típica villa norteamericana copiada hasta el menor detalle. Nuestra casa parecía sacada de una postal country. Cuando entramos, vi a mi madre que nos estaba esperando con la cena caliente. Esa noche dormí de espaldas a la ventana, por donde se veía el muro que separaba a la colonia del tenebroso páramo. Al día siguiente le ayudé a mi hermano a matar palomas con la resortera. Luego, nos subimos a la casita del árbol y tumbamos nueces de castilla. Después fuimos a comer uvas de las parras de la señora Archibald. Terminaría aquella jornada de travesuras con una suculenta rebanada de pastel que nos regaló Vicenta, la cocinera de los empleados. En el estante del comedor vi diversos libros en inglés. En la portada de uno, había un robot jugando a las canicas con un niño; en otro se veía a unastronauta explorando el suelo lunar mientras un ser espantoso lo acechaba detrás de unas rocas apuntándole con un fusil de rayos. Regresamos al caer la tarde. Encontramos a nuestro vecino, don Pepe Cossío, montando su telescopio en el jardín. Mi hermano se fue a bañar; yo permanecí observando atentamente las maniobras del astrónomo, quien, con in nita paciencia, respondía a mis preguntas: -¿Don pepe, hay habitantes en la Luna? -No, Carlitos, la Luna es un mundo sin vida. -¿Cómo es la Luna? -Al rato que salga la vas a ver con el telescopio. -¡¿De veras?! -Sí ¿Te gustaría conocer el espacio?

-¡Sí! Pero me da mucho miedo. -¿Por qué, Carlitos? -Porque en el espacio viven monstruos. -Don Pepe soltó una carcajada. -¿Quién te dijo eso? -Yo los he visto en el cine. -Eso es ciencia cción, Carlitos. Todo lo que ves en el cine es mentira. -¿Entonces los marcianos no vienen en platillos voladores? -No, Carlitos, los marcianos no existen. Hacía frío, pero estaba entusiasmado viendo los cráteres de la Luna; luego, don Pepe enfocó a Júpiter; todo iba bien, hasta que la voz de mi madre rompió el encanto de aquel viaje espacial. -¡Carlos, vente a cenar! -¡Ya voy 'amá! -Hazle caso a tu mamá. Después continuamos –Dijo don Pepe con una sonrisa en su cara fascinada por el espacio. Entré a la casa refunfuñando. Mi padre estaba sentado en la sala oyendo la radio de onda corta. No había televisión. Las tertulias familiares después de cenar me aburrían. Opté por irme a la cama a fabricar mis propios sueños. «Niebla azul. Caminaba por un campo cubierto de niebla azul, cuando encontré a un águila. Es un regalo para ti, me dijo alguien.»

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Desperté angustiado. La casa estaba en silencio. «La luz de la Luna envenena los sueños». Dijo la voz dentro de mí. Cerré las cortinas. Me cubrí la cabeza con la frazada. Quería escapar, pero el terror tocaba a mi ventana. «Nada tienes que temer de nosotros, hermano» -Dijo la voz. Aquellas palabras actuaron como un bálsamo en mi espíritu y recobré el sueño. Así, hasta que empezaron a cantar los gallos. Por la mañana oí cuando mi padre se fue a la mina. Estaba haciendo mucho frío. «Pobrecito» -pensé, y me engarruñé bajo las cobijas. No supe de mí hasta que escuché la voz de mi madre: -¡Levántense, ojos, ya es muy tarde! Antes del mediodía, nos encontrábamos en el campo. El plan era atrapar ardillas. Colocamos dos trampas cerca de unos hoyos. Les pusimos como cebo trozos de pan, y esperamos. El sol subió hasta el cenit. Las ardillas no querían salir. Mi hermano se sentó bajo un huizache y siguió atisbando pacientemente. Decidí explorar el terreno. Comenzó a soplar el viento. Vi pasar varios rodamundos. Saqué los cerillos y le prendí fuego a uno que se había atorado entre las matas de gobernadora. El rodamundos se volvió una voluta ardiente. Me fascinó verlo consumirse; era como un sol en miniatura. Tuve una extraña intuición; un deseo inconsciente de caminarhacia el norte. Seguí por una vereda donde abundaban los botones de peyote y llegué hasta un claro. Ahí estaba el águila disecada: el regalo que alguien me ofreció en un sueño de otoño. Desde entonces, todas las noches viajo con mis hermanos; juntos cuidamos este páramo sagrado. Somos bolas de fuego llevadas por el viento.

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El secreto del rosal

Ita B

Candelaria Martínez sentía que aire le faltaba, nerviosa intentaba tapar el hoyo del jardín de su casa mientras la luz de la luna atestiguaba cada movimiento de la pala, la memoria la invadía logrando un escalofrío por todo su cuerpo. Candelaria se esforzaba por no dejar ninguna marca que desatara sospechas, en el segundo piso de su casa, Macaria observaba inerte desde la ventana de su cuarto, en su rostro se dibujaban dos grandes ojos sin brillo y con la mirada perdida rodeados de la obscura huella que deja el llanto y el dolor, sus labios heridos y sangrantes y su piel pálida contaban la mala salud que la aquejaba. Dos o tres lágrimas mojaron sus mejillas. En el jardín, Candelaria se hincaba y daba una plegaria frente a un gran rosal que serviría para excusar la tierra removida. Macaria vio su rostro re ejado en el cristal que la separaba de su hermana, un rostro que ya no parecía el de una niña de catorce años, más bien, parecía una pequeña anciana que exhalaba sus últimos suspiros, no pudo evitar sentir un vuelco en el estómago le habían robado su inocencia y no era de su agrado recordarlo. El padre Ignacio era el párroco del pueblo, un hombre que rebasaba los setenta años. Desde su llegada se caracterizó por ser sumamente estricto con los

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feligreses, la intimidación que emitía le servía para en soledad dar pleitesía a los demonios que acogía en su corazón. Macaria de apenas trece años servía de mucama a la iglesia, una labor que su hermana describía como un servicio a Dios. Aquel día mientras limpiaba los aposentos del sacerdote, este dio rienda suelta a la tentación de tener el cuerpo de la niña a su alcance. Lentamente entro a la habitación, cerro con llave y se abalanzo sobre ella cual depredador en caza, la tumbó en la cama boca abajo y gimiendo como un animal viejo la despojo de sus ropas mientras le hundía la cara en el duro colchón para evitar el volumen de sus gritos. Macaria sintió como el oxígeno se le escapaba. Sin respirar reprimió el grito ahogado de dolor cuando la fechoría se corono, enseguida, la tomo del cabello levantando su cabeza y le dejo tomar una bocanada de aire, la mano arrugada tapo la boca de su presa; el exaltado anciano vestido en túnica la poseía con la lujuria de un animal mientras la sensación de las lágrimas mojando sus dedos lo remitía a un éxtasis siniestro donde el objetivo del clímax se vivía con el dolor de la víctima; el ritmo del acto era cada vez más violento, los movimientos bruscos comenzaron a llevarlo a la cima y entonces encontró la gloria del pecado terminando su balance en las entrañas de una


niña, sus dedos trabados de la sensación enterraban sus garras en la espalda virgen hasta arrancar la piel. Macaria sollozaba escondida entre las sabanas de su cama, aquella mañana había visto de frente a la maldad y desgraciadamente seguía viva para recordarlo, un sentimiento de odio se apodero de ella y de pronto un golpe a su ventana la hizo salir de sus pensamientos, dejó el sollozo y reconoció que lo que escuchaba semejaba a una mano tocando una puerta. Temerosa asomo su cabeza, como su cuarto se encontraba en el segundo piso tal vez su mente trastornada por el acto aun la atormentaba. Después de un par de horas de horror, del ruido incesante, al n se consumió en un sueño del cual ella no quería despertar. Los días pasaron y Macaria seguía siendo la portadora de la lujuria desmedida del párroco, la vergüenza de ser señalada y el miedo a ser acusada de provocar a un hombre santo sellaron sus labios, mientras el habilidoso demonio seguía abriendo sus entrañas, el sacerdote hacía con su cuerpo guras escandalosas que le permitían el goce de la sodomía. Macaria aprendió a no gritar, ahogaba su voz con cada embestida, solo una vez más su garganta revivió y el miedo volvió cuando el hombre decidió mancillar cada rincón del pequeño cuerpo cuya estreches daría mayor placer al acto de lujuria, la joven sintió como su piel se desgarraba, el dolor fue peor que el primer día y la voz volvió a ser cegada. Mientras el sacerdote saciaba sus deseos a voluntad, Macaria experimentaba los horrores nocturnos de una mente atormentada, comenzó a desmejorar y pronto una vida crecía en ella. Candelaria lloraba en silencio al ver las condiciones de su pequeña hermana, se sentía impotente y arrepentida de la tunda que le había propiciado al notar que su estómago crecía. Macaria enferma en un lecho que se sentía de muerte, confeso todo a su hermana, desde ese

día Candelaria la encerró en su habitación, nadie entraba y nadie salía, solo ella, estas limitantes se intensi carían después que Macaria comenzó a delirar. Macaria hablaba y gritaba incoherencias su voz cambiaba repentinamente y tenía múltiples heridas que ella misma se ocasionaba, su vientre se veía oscuro, podrido, la peste que desprendía hacía creer que el producto había muerto y la madre se podría en vida junto con él, sin embrago, aquello que se encontraba en las entrañas de la niña se movía intempestivamente cada vez que Candelaria intentaba acercarse, logrando que la madre reaccionara violentamente. Cansada de las demencias de su hermana y sabiendo que el sacerdote era el causante de los malestares de la niña, recurrió al curandero del pueblo, este llego a casa de las Martínez y pudieron someter a la efusiva madre, el hombre con la cara desencajada al ver lo que acontecía desistió de sus dones y sugirió llamar al sacerdote, Candelaria no permitió ni terminar la sugerencia, prohibió al hombre decir palabra alguna, pero el miedo que el hombre sintió al ver aquella escena le quito la paz y fue a contarle al párroco lo acontecido. Una noche el cura tocaba la puerta de la casa de las Martínez, en su cara se vislumbraba el odio y en su mirada la determinación de evitar ser difamado; dentro de la casa el tiempo se había detenido, la obscuridad, el frio, la peste y la locura ahora reinaban en cada rincón. El golpeteo en la puerta no cesaba, Macaria miro a su hermana y por primera vez en meses sus palabras tuvieron sentido – déjalo entrar – pidió y Candelaria dio el pase al sacerdote sin decir palabra alguna. Mientras las dos guras subían las escaleras en medio de la obscuridad, Macaria comenzó labor de parto, en el momento en que el sacerdote entro a la habitación, el niño nació, sus miradas se encontraron y una risa siniestra se dibujó en el rostro de aquel bebe, el cura salió de ahí y a paso veloz se dirigió a su parroquia;

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mientras andaba las calles empedradas de aquel pueblo, el oxígeno le faltaba y al llegar a las puertas de la iglesia cayó. Al día siguiente, Macaria despertó, vio a su lado a un ser que no parecía tener vida, respiraba lento, con di cultad, su piel estaba marchita y con una mirada del color del abismo la miro jamente, el hedor de su cuerpo era el de un cuerpo en descomposición, lentamente elevo su brazo izquierdo y en su mano faltaba un dedo; no hubo aviso, no hubo tiempo, un machetazo certero separó la pequeña extremidad superior del resto del cuerpo y un grito de terror ahogado se escuchó en toda la casa. Macaria y Candelaria se veían jamente ninguna dijo nada, al mismo tiempo, el sacristán encontraba el cuerpo sin vida del párroco, se veía como si hubiera muerto hacía meses, un enjambre de moscas habían anidado en su boca, la notica infundo miedo en los pobladores, en la garganta del cura un pequeño dedo le había robado el oxígeno hasta matarlo. Dos entierros se llevaron a cabo en el pueblo, uno adornado con ores que se marchitarán, otro por un rosal que orecerá año con año adornado el jardín de la casa de las Martínez.

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Convocatoria Se aceptará todo texto escrito en español ya sea inédito o no Envía un texto escrito en Word y puede ser: Poesía Cuento Ensayo Reseña crítica de libros Películas Series Música Artículo de opinión

Máximo 3 hojas por colaboración Los texto se tienen que enviar a revistapoetomanos@gmail.com con el asunto Convocatoria 1

Fecha Límite 5 de diciembre 2020


Galería:

Fernanda López Dibujar es sinónimo de libertad, de hacer lo que quieras y como quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la dibujación sea el alimento del amor. El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas.

Fernanda López Titulo: Rainy day Tamaño: 21.5 cm ×24 cm Tecnica: pintura en acuarela

Titulo: Restos de amor perenne Tamaño: 40 cm×40 cm Tecnica: puntillismo sobre acuarela

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Titulo: Meow Tamaño: 11 cm x 12 cm Tecnica: dibujo con boligrafo

Titulo: Autumm Tamaño: 21cmx 25 cm Tecnica: pintura en acuarela

Titulo: Unicorn skull Tamaño: 14 cmx 21cm Tecnica: dibujo en boligrafo

Fernanda López

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Reseña:

Fóllame, de Virginie Despentes Mariana Lebrija Clavel

Amo y he amado a muchas mujeres, tanto en la distancia espacio-temporal, a través de sus palabras y sus obras, como en la cercanía, a or de piel, en relación afectivo-sexual y en el trabajo colectivo. Todo ello con sus aciertos y desaciertos, me han enriquecido enormemente, forma parte de mi existencia cotidiana, y de la manera de situarme en el mundo. Amparo Bella

Baisei-moi o Fóllame (1994), en su traducción al castellano, es un libro escrito por y para la mujer, la autora, Virgine Despentes (Nancy, Francia. 1969) es a su vez participe del feminismo cultural, al preservar a través de su obra, tanto escrita como cinematográ ca y performática, el desarrollo de una contracultura de la femineidad. El texto se divide en tres partes. La primera de ellas consta de 13 capítulos que introducen en intermitencias, a Nadine y Manu, los personajes en torno a los cuales girará la historia. Los números impares corresponden a Nadine, trabajadora sexual, sometida a las exigencias de sus prostituyentes, cumple con cuanta fantasía sadomasoquista le sea demandada, hecho que no discute, le agrada. Asidua a la pornografía y melómana, carga siempre consigo un “walkman” y unos audífonos que nunca duran lo su ciente; “retuerce de un lado a otro el cable hasta que el sonido le llega a ambos oídos”. Lleva también una variedad de cintas que, resuenan en sus oídos con canciones que representan los sentimientos que el hermetismo le obliga a callar.

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Los capítulos pares narran la vida de Manu, actriz de cintas pornográ cas, de “sed insaciable” e inclinación por el chocolate, el cual hurta del aparador de una tienda a cualquier oportunidad y engulle una barra tras otra, como si la vida no le alcanzara para degustar todo cuanto desea. Se refugia en la práctica bulímica para saciar hasta el tedio, su capacidad catadora: piensa que “hay que hacer lo que haga falta para prolongar el placer”. Con clara jación en el uso de esmalte, dista de la habilidad de su aplicación, su personalidad desentendida, la descompromete de todo y de todos, por considerarse parte de la población que está condenada, de la categoría de los oprimidos, “no está obligada a ser éticamente correcta”, ni en las formas ni en apariencia. 13 son los ori cios que posee la mujer y la autora lo proyecta en la parte inicial de su obra: ojos (2); orejas (2); fosas nasales (2); boca (1); los conductos galactóforos de los pezones (2); ombligo (1); uretra (1); ano (1); y ori cio vaginal (1). La segunda parte de Fóllame, se divide en 28 capítulos, en los que Nadine y Manu se encuentran, después de cometer su primer crimen, respectivamente, y se desenvuelven en una serie de acontecimientos que entrelazan sus vidas a lo largo de una semana, en la que, pese a las visibles diferencias en que se erige la personalidad de cada una de ellas, construyen una “amistad que roza el amor”. Mi aproximación al texto de Despentes, en un primer intento se tornó nubosa, al encontrarme desprovista del sentido de la lengua castellana. El uso de términos como “gilipollas”, “guarra”, “pitillo”, “chorradas”, “jodienda”, “pingajo”, “guaperas”, “capullos”, “coñazo”, “pipa”, entre otros más, utilizados por Isabelle Bordallo, traductora de la primera edición en español de la obra, publicada en septiembre de 2019 por la editorial Literatura Random House. Sin embargo, al transitar de un capítulo a otro, comprendí el postulado de

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Umberto Eco, en el cual sugiere que las circunstancias contextuales son necesarias para una interpretación efectiva, y que a pesar de que la compresión de un mensaje depende de la “enciclopedia particular del lector”, existe un signi cado literal en los enunciados, que otorga al destinatario la adecuación de un signo. Despentes originaría de Nancy, la ciudad más próxima a la aglomeración parisina, divisó la etapa temprana de su existencia a través de un paisaje monótono y aburrido, a consecuencia del advenimiento de la periurbanización y por consiguiente, la democracia arquitectónica durante la década de los noventa, como el escenario que no podría describir mejor a la cultura grunge, que preponderó, mientras que el siglo XX perecía.


Las actuantes de Despentes no son fáciles de descifrar, se ahogan en lo ambiguo de su subjetividad, la escritora es una y es la otra, simultáneamente. Cuando se enfrentan a la clase burguesa, que las observa con displicencia, Manu “se aplica en representar su papel de elefanta degenerada en una casa de muñecas”, y Nadine, “en ese entorno y con esa gente, se siente despreciada, rechazada. Se ve a través de esa gente y se da pena”.

lesbiano asentó sus bases, como parte de una de las vertientes de la Tercer Ola de este movimiento, al criticar la heterosexualidad como una institución.

Entre tanto, ambas prescinden de la contracepción y resisten a la ideología de la vergüenza y el castigo, actúan deliberadamente y abusan del comportamiento ilícito a través de un viaje por la región francesa de Bretaña, cobrándose la vida de quien, por infortunio se pasee frente a sus ojos.

Esta ideología fundó la práctica lesbiana como la insatisfacción del vínculo entre mujeres y hombres. Por consiguiente, el hábito literario de esta obra se coloca en el eje de la vanguardia, inspirada en autoras como Monique Wittig, quien otorgó la importancia a la identidad femenina en textos como El cuerpo lesbiano (1973), donde re eja el vínculo que existe entre dos mujeres, distante a la sentimentalidad y el romanticismo, en cambio, reconoce la relación como un estado del ser, “que le pasa a cualquiera y no está destinado a durar”.

Dos mujeres que practican la copula, a través de la sexualidad instrumental, que responde al silogismo “tengo sexo contigo porque quiero conseguir algo”, como parte de las faenas que subsidian el día a día; como también, ejecutan la sexualidad expresiva: “tengo sexo contigo porque me gustas”, respuesta a los requerimientos y fantasías sexuales, inherentes al ser humano.

Virgine Despentes es una clara representante de la trasgresión pragmática, lesbianiza el discurso de la mujer contemporánea, en el sentido de que esta, se instaura mucho más allá que, en la búsqueda de consumir un deseo, sino que se percibe como sujeto deseante y no como objeto del deseo, constituye su existencia como un acto político de resistencia.

A nales de los setenta y durante la década de los ochenta, mientras la autora crecía, el feminismo

Entre sus antecesoras cineastas se encuentra Delphine Seyrig, video-realizadora que capturó parte de la lucha

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de los colectivos feministas durante los setenta y ochenta, quién aprovechó el desarrollo tecnológico del video portátil para documentar las acciones del movimiento, que cuestionaban el contexto lingüístico, social, cultural y político que hasta el momento había sido impuesto a la mujer. Desde la publicación de Fóllame en 1994, paso más de un lustro para que Despentes se encargara de la elaboración de una película basada en el argumento de esta, la cual fue prohibida en Australia, Canadá, Reino Unido y Nueva Zelanda, mientras que en otros países fue censurada por lo explícito de las escenas cruentas y del vasto contenido sexual. Aborda también, la violación mediante el sentido más crudo de la sexualidad, cuando Manu dialoga con Karla respecto a su postura, después de haber sido agredidas. “Seguimos vivas y eso me encanta. No es nada comparado con lo que te pueden hacer (…) me la sudan sus pollas de mierda, porque antes que esta ha habido muchas más. Es como cuando aparcas el coche, no dejas cosas de valor adentro porque no puedes impedir que lo abran. Yo no puedo evitar que esos gilipollas entren en mi coño y no dejo nada de valor”.

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Situación que años más tarde volverá a abordar en su Teoría King Kong (2006), donde explica que las leyes sobre la violación fueron, en un principio instadas como una protección moral hacia los hombres de clase alta, en caso de que sus esposas e hijas fueran afectadas y en su defecto, repercutieran en el prestigio de la estirpe. La violación en el relato de Despentes es interpretada como autobiográ ca, tanto en su opera prima como en ensayos posteriores, describe el abuso con la presencia de tres sujetos que aventajan su condición viril ante dos mujeres, pertenecientes al “sexo del miedo”, en una especie de pacto implícito, en el que el hombre es el sexo adversario y dominante, en el cual, los agresores nunca habrán de asumir la conjugación del verbo violar: “lo que practican es siempre otra cosa”. Apunta que el argumento de que el cine, clasi cado como pornográ co, es el gran culpable de la recurrencia de violaciones en Francia es “hipócrita y absurdo”, en cambio, está vinculada a la ausencia de “les bleus”, en los enfrentamientos bélicos y la necesidad de efectuar violaciones civiles. “La vida militar era una ocasión regular para practicar la violación colectiva, «por una buena causa». Antes que nada es una estrategia guerrera, que es parte de la virilización del grupo que la comete mientras debilita al grupo adverso al proceder a su hibridación, y ello desde que las guerras de conquista existen. Que dejen de querer hacernos creer que la violencia sexual en contra de las mujeres es un fenómeno reciente, o propio de cualquier grupo”. La escritura de Despentes, recuerda a la premisa de Enrique Lynch, quien considera que “la lectura se volvió lugar para la disidencia”; deconstruye la imagen de la mujer por medio del cruce constante entre teoría-vida y la inevitable inherencia entre lo personal y político. Fóllame, 25 años después de su publicación, concita y desconcierta aún hoy, a quien tiene el texto a su alcance y provoca irritabilidad ante todo aquel pensamiento hegemónico.



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