Revista Digital Yoga y Cristianismo vigésima edición

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Mensaje

Lo efímero de nuestra existencia stamos comenzando un nuevo año, el año de 1982. Cuando termina un año, muchos reflexionan así: en éste año me ha sucedido esto, este otro; he tenido tales y tales dificultades y he tenido estos problemas, estas estrecheces; en fin se hace un listado de todo lo malo que hemos tenido -según nuestro juicio- durante el año. Pero en cambio, generalmente no se hace el listado de lo bueno que nos ha ocurrido durante el año, cuando lo aceptable y lo lógico es que nosotros realicemos un verdadero balance en nuestra vida, balance que tiene que ser fundamentado naturalmente en la estricta realidad. Y este balance, es preciso que lo hagamos nosotros sobre todo en los principios de un año ¿qué de bueno hemos hecho, y qué de malo también? para que cuando comience el nuevo año, entonces sepamos adoptar las medidas conducentes a mejorar aquello de malo que hemos podido nosotros realizar durante el año que pasó. Entonces, es preciso que nosotros pues, hagamos ésta reflexión, teniendo en cuenta eso sí, lo que significa nuestra vida; eso debemos tener muy presente.

E

Yo me pongo a reflexionar muchas veces, y me digo esto en mis reflexiones: yo he realizado muchas obras, obras de carácter material, también he trabajado con la mente y he trabajado con el espíritu. Las obras que he realizado, que corresponden al plano material, esas obras cuando yo me haya despedido del escenario de esta tierra, esas obras de orden ma-

terial quedan también en este mismo plano material en que me encuentro. Así, sí yo he edificado una casa, sí yo he plantado unos árboles, sí yo he podido comprar alguna propiedad, algún objeto u objetos, estos objetos, esta casa, estos árboles, esa propiedad se quedan en este mismo plano material. ¡Y qué raro mis queridos estudiantes! ¡Qué raro es esto! que mientras las obras que he realizado en este plano permanecen visibles, yo no; yo prácticamente desaparezco de este escenario de la vida. Me viene en este momento, lo que le sucedió al indiecito Juan Diego durante o antes más bien, de la segunda aparición de la Virgencita de Guadalupe, cuando fue por segunda vez donde el obispo a comunicarle que había visto a la Virgen. El obispo llamó a dos criados suyos y les dijo: síganle a éste indio, a donde dice que se le ha aparecido la Virgen. Síganle pero en silencio, de lejos, y vean qué está sucediendo: sí éste me engaña o sí es verdad lo que dice. Entonces, ellos bien mandados, le siguieron al indiecito cuando salía del Palacio del obispo y cuando ya llegó al monte del Tepeyac. Cuando iba atravesar un puente y los enviados del obispo le seguían de cerca, en el momento de atravesar un puente, desapareció; sí desapareció, y no le volvieron a ver más. Entonces éstos creyeron que ese indio era un hechicero. Y no había tal, había pues un favor más de la Virgen Bendita.

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