TERCERA ÉPOCA | Número. 1

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Martes 16 de noviembre a miércoles 15 de diciembre de 2021 202 Editor: Rael Salvador | raelart@hotmail.com | palabra@elvigia.net TERCERA ÉPOCA | Número. 1 La sociedad de la desolación >>> PÁGINA 6 POR SERGIO GÓMEZ MONTERO Ensenada: la educación en el Distrito Norte de Baja California >>> PÁGINA 13 POR GABRIEL TRUJILLO Aforismos de la epidemia >>> PÁGINA 11 POR LEOBARDO SARABIA ENTREVISTA POR ARTURO LÓPEZ JUAN / PÁGINAS 4 Y 5

REVISTA CULTURAL

Editorial | Rael Salvador pág. 3

Entrevista a Alma Delia Ábrego Ceballos, titular de la Secretaría de Cultura de Baja California | Arturo López Juan págs. 4 y 5

La sociedad de la desolación | Sergio Gómez Montero pág. 6

Director de Planeación y Negocios: Arturo López Juan

Gerente Administrativo: Alfredo Tapia Burgoin

Director Editorial: Gerardo Sánchez García

Coordinadora de Publicidad: Ma. del Socorro Encarnación Osuna

Coordinadora de El Vigía Digital: Sandra Ibarra Anaya

Editor: Rael Salvador

Correctores: José Barbosa Manuel Quintero

Diseño Editorial: Anna Rivera León

Reglas para un nuevo mundo | Iliana Hernández pág. 9

Literatura de mente | Columna de Fernando Reyes Trinid pág. 8 Aforismos de la epidemia | Leobardo Sarabia pág. 11

Sobre las traducciones | Cony Sigüenza pág. 12

Ensenada: la educación en el Distrito Norte de Baja California | Gabriel Trujillo pág. 13

La Bolera: ícono del Parque Revolución | Columna de Arnulfo Estrada pág. 15

Huesito de chabacano | Olga Aragón pág. 16

¡Oh sorpresa!, ¡se terminó el gas! | Jazmín Félix pág. 17

Pídele a un escritor que te escriba | Benjamín Pacheco pág. 19

De la imagen primitiva a la obra de arte | Francisco Moreno pág. 20

Extranjero en puerto | Eduardo Urías pág. 21

Palabras desde Ensenada | Óscar Ángeles Reyes pág. 22 Diez años de Pluma Joven | Columna de Joatam de Basabe

Mi hermano, mi hermana: un drama italiano | Fernando Mancillas pág. 23 Caso Enrique Servín | Antonio Flores Schroeder

Zweig y el Señor de la Montaña | Daniel Salinas Basave pág. 24

Fotografía: Enrique Botello

Colaboradores / Críticos: Carlos Mongar, Sergio Gómez Montero, Eduardo Cruz Vázquez, Gabriel Trujillo Muñoz, Arturo López Juan, Federico Campbell (†), Daniel Salinas Basave, Leobardo Sarabia Quiroz, Santiago M. Zarria, Arnulfo Estrada Ramírez, Jorge Ortega, Manuel Quintero, Enrique Botello A., Héctor García Mejía, José Barbosa, Fernando Mancillas Treviño, Benjamín Pacheco López, Magdalena Calderón Guillén, Iliana Hernández Partida, Olga Aragón, Cony Mollet-Sigüenza, Ruth Gámez, Vanessa Rodríguez Magaña, Marcela Danemann, Jazmín Félix, Herandy Rojas, Antonio Flores Schroeder, Francisco Moreno, Fernando Reyes Trinid, Joatam de Basabe, Eduardo Urías, Enrique A. Velasco S.

Corresponsal en Italia: Fernando Scianna

Corresponsal en Francia: Cony Mollet-Sigüenza

Corresponsal en Chile: Ramón Ángel Acevedo ‘‘Rakar’’

Corresponsal en Argentina: Patrick Liotta

Corresponsal en Los Ángeles: Héctor García Mejía

Corresponsal en Tijuana: Enrique A. Velasco Santana

Dirección: Av. López Mateos, No. 1875. Ensenada, Baja California. México. Teléfonos para publicidad: 120.55.55 ext. 1023

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Lo que no está en Palabra se lo lleva el viento

ESTAMOS DE NUEVO con Palabra, ahora en su versión de revista literaria: 24 páginas, tiraje amplio y periodicidad mensual. Los contenidos, como en sus épocas anteriores, permanecen en su carácter de no pasar inadvertidos.

Porque el crítico literario –quien toca con su precisión poética el espectro de las artes–es el único que, sin necesidad, se atreve a perder amigos y a generar enemigos.

“Con frecuencia quien se dedica a comentar libros ajenos preferiría crearlos y encuentra una curiosa compensación en discutirlos. En este sentido, la crítica es la forma más fecunda de la impotencia. También es la más generosa”, sentencia Juan Villoro.

Estamos en Palabra, precisamente porque la Cultura –en todas sus manifestaciones– no puede ni debe vivir de espaldas a la sociedad que la genera.

La Cultura se encuentra en la reconstrucción del gran eje de la Historia, la cual observamos como un rescate donde pende el sonido de nuestras pasiones artísticas, literarias y políticas. Esa relevancia conjunta que se ofrece cuando la agudeza equilibra el ojo y la diana.

Las empresas culturales, como son los suplementos literarios, han reunido en su momento a los mejores críticos, poetas, escritores, artistas e intelectuales del país y del extranjero. En ellos Neruda dio a conocer sus poemas de Canto general; Alfonso Reyes su traducción de la Ilíada; Borges, ficciones de su libro El Aleph.

Recordemos que Juan José Arreola publicó “El guardagujas” un domingo de suplemento y Rulfo algunos textos que luego aparecieron en El llano en llamas

La característica principal de esta noble tarea es que el ejercicio de la crítica está al servicio de los lectores —fomentada y recibida a través del intercambio de la reflexión— y no sujeta al gusto de directivos, editores o autores.

Cuando se dice que se hace crítica, casi siempre se pagan favores, se ajustan cuentas o se hace negocio sin ningún recato. Palabra ha mantenido inamovible su carta moral al respecto y responde al principal criterio editorial de El Vigía: “Periodismo con la gente”.

Un suplemento cultural exige imaginación, tiempo y reflexión: imaginación, para abrir párrafos de luz; tiempo para madurar el silencio que hay en toda oscuridad, de tal manera que el recogimiento de la reflexión florezca en sueños… Porque mediante los sueños nos hacemos contemporáneos de todas las culturas.

Cada página de Palabra es una voz rebosante, un creador vuelto halo aromático de tinta, ideas, papel, trazos, senderos...

La mano del editor no es otra que una exquisita transparencia de seda zurcida en su propia seda, o como diría, con justicia reconocida, la editora Andrea Palet: “El trabajo conjunto con un autor –el corte, pulido, escarmenado y musicalización de un original, la paternidad de las ideas, la organización de un conocimiento para transmitirlo por escrito– es de una intensidad y una intimidad tales que, como los secretos de familia, se resiente al ser expuesto a la luz del día”.

Agradezco al equipo de trabajo de Palabra –colaboradores, críticos, diseñadores, correctores, fotógrafos, impresores, repartidores, lectores, tú, Usted, ella…–, sobre todo porque no hay más familia que el gusto de aceptar la paternidad de los borradores, estos mapas generosos –auténticas cartografías del alma– que se han convertido en el motivo primordial de nuestras palabras.

Palabra no responde a colaboraciones no solicitadas ni asume como propias las opiniones de sus columnistas y comentaristas. La opinión de la revista literaria se encuentra reflejada en su editorial.

*Todas las imágenes y fotografías que aparecen en la presente edición son utilizadas con fines informativos. El equipo editorial se ha dado a la tarea de indagar los derechos de autor correspondientes o su procedencia, consciente de su obligada autoría. En caso de omitir algún crédito, ofrecemos una disculpa y agradeceremos la información brindada para incluirla en una posterior edición.

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Foto: Ruth Gámez

Ser muy creativos y encontrar formas para acceder a las comunidades donde la cultura jamás ha llegado antes y atender así el rezago cultural y el sentir de artistas y creadores; todo esto de la mano de las distintas instituciones artísticas, es ésa la instrucción de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, explica Alma Delia Ábrego Ceballos, titular de la Secretaría de Cultura (SC).

No hay dinero que alcance, reconoce, y enfatiza: “Pero tenemos un gran reto enfrente, una gran encomienda y una convicción profunda de servicio a la comunidad, de encontrar en las artes y la cultura una dimensión de utilidad social. No simplemente de difusión o de promoción artística, sino que, juntos, de la mano con

artistas e ilustradores estemos en las colonias más desfavorecidas de Baja California”.

Se trata, subraya, de incidir en la realidad para cambiar la cosmovisión de la vida en niños, niñas, adolescentes, y adultos mayores que en este momento necesitan de manera urgente tener una esperanza ante la situación del país.

“Estamos muy conscientes, no solamente del rezago social, sino cultural y artístico, y de cómo todas estas expresiones no han tenido un canal para poder llegar a todas esas comunidades”, establece.

Con el arte y la cultura se construye o se reconstruye el espíritu, afirma Ábrego Ceballos. “Vamos a trabajar con la parte más delicada y sutil que son las artes; Baja California tiene un talento tremendo. Conozco amigos de veinte años atrás, escultores, poetas, pintores, artistas plásticos; de lo visual, digital –ahora con las nuevas tecnologías–. Han surgido muchos artistas emergentes, jóvenes con un gran impulso y talento, pero que no

tienen canales para que su producción artística se dé a conocer, que no logran llegar a la comunidad”.

Para la funcionaria allí estará el gran reto, para el que busca contar con medios de comunicación como El Vigía, que durante años ha aportado tanto y ha hecho una tradición en Ensenada en este sentido. Se trata sin lugar a dudas de un medio ampliamente participativo en la esfera del arte y la cultura y en el impulso a grandes activos como la música, donde destaca la orquesta de Baja California que nació en Ensenada hace 30 años; a la cultura del vino, a pintores, artistas y creadores.

“Nuestro foco van a ser los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores, a través de una estrategia intersecretarial; trabajar en equipo, que no sólo son las instrucciones sino el espíritu del nuevo gobierno”

Adelanta que lo primero será elaborar un inventario para contar con registros y tener una visualización de quiénes son –artistas, creadores, promotores–, saber qué están haciendo en todo el estado.

“El primer paso es ese diagnóstico, un catálogo, para identificarnos unos con otros. Pasa que un grupo

de coreógrafos y bailarines ya están trabajando en una colonia, pero el de enfrente no lo sabía y también estaban en una escuela pública. Entonces se pulverizan mucho las ayudas y apoyos, cuando quizá debimos trabajar en conjunto desde una visión institucional, de una forma más estratégica”.

De ese catálogo de artistas, creadores, va a salir una numerosa cantidad de agrupaciones independientes importantísimas, que son valores con los que la Secretaría de Cultura se va a poner a trabajar muy de cerca, adelanta Ábrego Ceballos.

Asimismo, señala que se piensa establecer un vínculo más allá de las llamadas de teléfono y las felicitaciones. Anuncia que hará convenios de colaboración para incidir en todos los rincones de la entidad, aprovechando que los municipios tienen un fuero y una capacidad de gestión donde el estado no llega. Y viceversa, tomará de la participación de las comunida-

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Encontrar en las artes y la cultura una dimensión de utilidad social, no simplemente de difusión o promoción artística
Fotos: Archivo Palabra

des las propuestas mejores.

De este modo, haciendo equipo con los directores de cultura de cada municipio se podrán tejer alianzas estratégicas que permitirán una cobertura geográfica mayor a la que se tiene solamente con la estructura del Estado, considera Ábrego Ceballos.

RESTRUCTURA DE LA SECRETARÍA

A la secretaría, anuncia, se hará una restructura orgánica y administrativa y al Instituto de Cultura una modernización organizacional y administrativa urgente, lo que va a permitir afianzar lazos con los municipios.

La titular de la Secretaría reconoce la diversidad cultural de la entidad, las variadas expresiones artísticas de cada municipio y sus características, como San Quintín; todos esos jornaleros agrícolas, cuya comunidad posee una fuerte carga cultural que proviene de los pueblos tradicionales a los que pertenece.

En Ensenada, toda la cultura del vino y la música; Mexicali que está por convertirse en la capital de la música y ser designada como una ciudad creativa.

ta, tanto, que ninguna institución estatal, municipal ni federal ha dado batería a la cantidad de iniciativas independientes de la comunidad artística y cultural de Baja California, reconoce la nueva responsable de la política cultural del gobierno estatal.

Con 27 años de relación con el sector cultural y artístico, Ábrego Ceballos se declara lista para trabajar de la mano con la comunidad en el rescate de los espacios públicos y la cultura urbana y dar así respuesta a sus necesidades de cara a las nuevas tecnologías de la producción digital de contenidos que es una parte notoriamente relevante.

“Haciendo equipo con los directores de cultura de cada municipio se podrán tejer alianzas estratégicas que permitirán una cobertura geográfica mayor a la que se tiene solamente con la estructura del Estado”

Tijuana ofrece las artes plásticas, destaca en la música, es la sede de la Orquesta de Baja California, subraya, y añade: “Tenemos grandes activos que vamos a poner a trabajar en conjunto. Ha hecho mucha falta este trabajo articulado y organizado con la presencia de la secretaría en cada uno de los municipios”.

Entre las líneas de acción, indica, está el rescate de espacios públicos. Atender todas las expresiones artísticas, desde la práctica de patineta y las manifestaciones del arte urbano como el hip hop, hasta hacer que los chicos empiecen a rapear a través de la literatura; que aprendan a hacer décimas. Hay toda una metodología en la forma de hacer artistas emergentes de talla internacional que se tiene en Baja California, y que están en los primeros lugares de esas propuestas urbanas.

Se tiene que rescatar la pintura muralista, que de alguna manera es un catalizador de expresión de la propia comunidad y a la que no se ha dado la atención que le corresponde, dice.

La comunidad artística es muy robus-

Considera que la cultura se debe llevar al siguiente nivel para que, además del reconocimiento, los artistas puedan trabajar en todos estos nuevos productos.

Luego de los últimos once años viendo día con día cómo el arte cambia la vida de las personas, las construye, instruye, las troquela de una manera diferente, se crece distinto, por eso, precisa: “Nuestro foco van a ser los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores, a través de una estrategia intersecretarial; trabajar en equipo, que no sólo son las instrucciones sino el espíritu del nuevo gobierno”.

Durante la entrevista la titular de la Secretaría de Cultura y El Vigía hicieron el compromiso de difundir todas estas actividades artísticas y culturales a través de un espacio permanente de difusión. Esto habrá de ser para los que ya se realizan y para los que puedan construirse juntos, y los nuevos proyectos en el terreno digital; el acuerdo se extiende a la pretensión conjunta de construir una agenda para el beneficio de Baja California.

arturolj1@gmail.com

*Es periodista con 45 años de trayectoria en medios escritos, radio, televisión e internet. Nació en el estado de Veracruz en 1959, ha sido subdirector del Diario del Papaloapan de Tuxtepec, Oaxaca; jefe de redacción del Presente de Villahermosa, Tabasco; corresponsal de El Universal de México, jefe de información de La Voz de la Frontera, fundador y director general de El Vigía

Octavio Gutiérrez, director del CEART en Ensenada

El nombramiento de Octavio Gutiérrez García como director del CEART en Ensenada abre la posibilidad de que el aletargado centro reviva con nuevas propuestas. He trabajado con él en algunos proyectos institucionales y personales –cuando fue director general del Instituto Municipal de Cultura (Imcudhe) en el periodo de Marco Antonio Novelo–, y puedo decir que donde quiera que ha estado mostró siempre profundo interés y pasión desmesurada; es decir, se lo ha tomado en serio. Tengo la certeza de que se abrirá un debate al respecto, pero al hombre lo respalda su intensa capacidad de trabajo y una continua profesionalización en el ámbito de la cultura; por éstas y otras razones la aceptación pública de Octavio para ocupar el puesto ha sido generalizada pues se lo reconoce por su actitud de trabajo en labores de gestión. Aun así, como es natural en estos casos, han aparecido algunos detractores, no obstante Gutiérrez está preparado y por algo ha participado en asuntos de política cultural.

la falta de recursos en la institución para rehabilitar las arcas vacías que dejó la anterior administración. Así, el trabajo por hacer es mucho y las estrategias para resolverlo deben atender las prioridades del centro y las necesidades de la comunidad de artistas, pues un tema urgente es la creación de público, aspecto que deben atender todas las instituciones involucradas en la cultura.

“Lo importante es esperar a ver cómo resolverá la falta de recursos en la institución para rehabilitar las arcas vacías que dejó la anterior administración”

Debe entenderse que la profesionalización del gremio artístico es también importante, pues a pesar de que la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) tiene la carrera de artes en cuatro campus del estado, no ha podido consolidar las condiciones para que su egresados consigan insertarse en el mercado del arte o en actividades relacionadas; por un lado, porque no hay las condiciones y, por otro, porque el perfil de los egresados tiene deficiencias en los cuestiones de promoción, administración y gestión de recursos. Es un buen momento para vincular y cambiar el rumbo de las artes en Ensenada.

*Nació en Ensenada, Baja California. Fotógrafo del semanario Zeta y otros medios nacionales e internacionales.

Ahora, lo importante es esperar a ver cómo resolverá

Es docente de la Escuela de Artes, UABC. Publicó en 2010 Vitis Terrae, poesía & fotografía

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La vida cargada de adicciones arrastra con ella al cúmulo de tristezas que caracteriza al capitalismo: un presente que agobia y destruye, así como una falsa plataforma hacia un futuro que nunca va a existir y por ello es siempre una ilusión

La utopía perdida

Inicio hoy estas nuevas colaboraciones en Palabra con el inmenso júbilo que me causa hacerlo, pues el renacer del suplemento significa no sólo volver e tener un escaparate para comunicarme con mis lectores, sino retomar una tradición que en el puerto se remonta a fines del siglo xix y principios del siglo xx, cuando esta Atenas del Pacífico ya se significaba por la intensa vida cultural que en ella existía como parte de una sociedad que le otorgaba a esta actividad en su conjunto un lugar preponderante en la cotidianidad de aquel entonces. Así pues, hoy que renace Palabra, uno como

colaborador siente que su tarea es altamente significativa ya que da continuidad a la tarea intelectual que siempre ha acompañado a esta ciudad.

Así pues, felicidades a quienes impulsan la tarea –los buenos amigos Rael Salvador y Arturo López Juan–, deseando que dure mucho tiempo el renacimiento de Palabra.

Hoy reinicio mis colaboraciones con un término teatral. Pues, las mías, mis notas aquí, andarán entretelones para mostrarse y –como si precisamente anduvieran entretelones– no para sorprender a veces o para eludir el juicio de quienes, sorprendidos, no logran ubicarnos en el escenario. Para que, al aparecer, se sientan sorprendidos al vernos de pronto e improviso.

Todo parte de lo que permite el escenario.

Así, hoy quiero decir que hasta antes de la pandemia –febrero de 2020– podía uno, con certeza relativa, plantearse un conjunto de utopías –quizá todas irrealizables, pero ello no importaba– porque el ambiente en que uno vivía no se encontraba tan contaminado, como hoy, por la desolación. Es decir, uno podía entonces –hasta antes de la fecha mencionada– dejarse llevar por el optimismo, yéndose con la expectativa de que el futuro seguramente iba a ser mejor, si no en lo social, al menos en lo individual. Pues el pensamiento jugaba sin restricciones con la idea de que, a la vuelta de la esquina, en el futuro inmediato, podía existir otro mundo mucho más alentador que el presente. Hoy, la desolación ha cancelado esa expectativa.

Frente a esa desolación, ¿qué hacer hoy? Hablar con el pesimismo de los filósofos de la contemporaneidad –Chul Han, Zizek, Castoriadis, Bauman, entre otros varios–sólo nos conduce a reconocer que, en efecto, lo que hoy sucede nos ilustra sobre el proceso de cómo la sociedad individualista y basada en el consumo desenfrenado descrita por Lipovetsky, a lo único que condujo fue a la sociedad de la desgracia y esa desolación que hoy predomina y de la cual, aparentemente, aún no sabemos cómo escapar ni en lo individual, mucho menos en lo colectivo.

“El pensamiento jugaba sin restricciones con la idea de que, a la vuelta de la esquina, en el futuro inmediato, podía existir otro mundo mucho más alentador que el presente”

años atrás estamos tramontando con dificultad. En él las pesadumbres de la vida diaria parecen ser el nuevo paradigma que afecta tanto desde lo individual a lo colectivo y donde la única visualización de esperanza radica en el hecho de la capacidad de pensar en la pesadumbre, el cansancio existencial, y que para salir de ello se requiere de un conjunto de transformaciones políticas profundas que conmuevan y cambien tanto la esfera social como la individual, para que ambas esferas, una vez transformadas, se dediquen a construir en conjunto las nuevas utopías.

Dar ese paso, de lo individual a lo colectivo, que es profundamente político y complejo puede ser, sin duda, una de las características destacadas del Antropoceno, este nuevo ciclo vital que desde

Así, las tesis aquí propuestas en estas notas tienen esas características. Parten, sí, de un pesimismo profundo, herencia única y deleznable del sistema social –económico, político, ideológico–

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Ilustración: Teoría Crítica

hegemónico desde la Edad Media a nuestros días –el capitalismo– que nada digno de mencionarse le ha redituado a un género humano cada vez más cansado y agüitado y, mucho menos, a un planeta que tenemos al borde del término final, por la manera desmedida, irracional y salvaje con que hemos explotado sus recursos y lo seguimos haciendo, sin que nadie –o demasiado pocos– tomemos conciencia, aparentemente, de ese ecocidio; de sobra está mencionar el informe preparado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático: IPCC Climate Change 2021.

Vivir al borde del precipicio, insisto, pareciera ser la característica central del Antropoceno –“El término Antropoceno se ha creado para designar las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad tanto la rápida acumulación de gases de efecto de invernadero como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales”, subraya la ONU al definir el término–, etapa en la cual su característica central, en términos filosóficos, es que la utopía ha sido vencida

por el pesimismo, toda vez que el género humano terminará su existencia…antes de que él termine con el planeta Tierra.

Un mundo de tristezas

La tristeza de nuestros días que se acumula no sólo ante las puertas cerradas de los hospitales, sino en calles y casas también.

Puede decirse que es uno de los rasgos más característicos de nuestra organización social capitalista. Es cierto, es la que nace un poco después de la Edad Media, caracterizada precisamente por esa enfermedad y esa cauda de tristeza que desde entonces arrastra y que, por ejemplo a Dante, en Florencia, lo lleva a escribir su famosa aún Divina comedia, un verdadero himno a la tristeza y a la desesperanza, y que quizá, si Dante hubiera vivido en la época

contemporánea, ante tanta desolación quién sabe qué canto al dolor y a la desesperación hubiera pergeñado.

Por eso, en este mundo de tristezas en que vivimos, uno no sabe en dónde se encuentran la alegría y la felicidad, y si ellas existen, si son entidades concretas y sensibles o si son inventos de nuestra fantasía desbordada, pues lo que en un momento se nos presenta como tales, no tarda, en el siguiente instante, en mostrar su verdadero rostro repudiable, como sucede a veces –aunque no siempre, es cierto– en las relaciones con la otra o lo que es hoy más común: las adicciones que comienzan, siempre, mostrando una cara llena de sonrisas, pero que, después de un tiempo, muestran su rostro verdadero terrorífico y voraz; sea el juego, las drogas o el alcohol. Ninguna adicción tiene un verdadero rostro amable y condescendiente; todas, en verdad, no perdonan y cobran

altos intereses a quienes llegan a caer en sus garras. De ellas, pues, no hay ninguna que se salve: todas son igualmente destructivas y salvajes, ya que su satisfacción plena no se alcanza hasta ver destruido al ser humano en desgracia.

Para nosotros, hoy, lo más común de esas adicciones son las drogas, y por los daños que vemos que causan a seres cercanos a nosotros, muchos de ellos resultan consumidos por la ingesta, o muertos por un ajuste de cuentas aquí, en la puerta de nuestra misma cuadra. Pero las adicciones no se quedan allí. Hay quienes están hoy destruidos por su adicción al juego –los casinos– o al alcohol –México, tiene un muy poco honorable primer lugar en el consumo de cerveza– o las sodas, o a los alimentos altamente condimentados o al sexo o a lo que sea. Como si lo importante fuera ser adictos, que ya luego vendrán las otras cosas; lo demás, lo deleznable y triste de la serie coreana El juego del calamar

Esa vida cargada de adicciones arrastra con ella al cúmulo de tristezas que caracteriza al capitalismo, el que, por esencia, pareciera estar negado a la felicidad, pues una de sus raíces primordiales es una adicción más, el dinero –triste y dolorosa como todas; habría que preguntárselo a Bill Gates si no, por ejemplo–, pues ella, como cualquier otra adicción no es, en realidad, sino un cúmulo de tristezas.

La adicción, así, se entiende como un refugio fugaz frente a un presente que agobia y destruye, así como una falsa plataforma hacia un futuro que nunca va existir y por ello es siempre una ilusión.

No, no es que la felicidad no exista. Es sólo que ella debe ser inmune a cualquier tipo de adicción.

El tufo de la violencia

Termino, con ésta, la serie de notas que escribí acerca de lo que denominé sociedad de la desolación. No porque los temas sobre ella –la sociedad de la desolación–

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Fotos: Cortesía Lectura de Byung-Chul Han

se hayan agotado –el mundo de tristezas que acumula esa sociedad es, casi, infinito y, por tanto, los temas sobran–. Es sólo que me tocó mencionar algunos de los que consideré relevantes, como el de hoy, que, en efecto, no es exclusivo de la contemporaneidad, sino que, en el pasado también, se ha manifestado con brutalidad en diversas épocas y lugares, y puede que en el futuro –si hay género humano para entonces y planeta Tierra– se manifieste asimismo de maneras diferentes.

Es decir, la violencia entre humanos nos ha acompañado desde tiempos remotos –el patrón del macho alfa–y ha marcado nuestra existencia de una forma determinante, quizá por-

que nuestra sobrevivencia implica una lucha tanto con el medio en el que hemos vivido –la caza y la agricultura– y eso conduce a la pugna incluso entre los de la misma especie –grupo, manada, gens– para preservar el dominio territorial, como, poco después, para mantener la vigencia del orden en el manejo de la ciudad. Por una u otra razón, ya en la ciudad

el monopolio de la violencia fue una facultad propia del Estado, aunque, los enemigos de éste, también con violencia revolucionaria han querido, siempre, imponer un orden diferente al que subsiste en la ciudad y es ése el origen de diferentes ordenamientos.

Pero, sea como sea, lo que aquí interesa tocar es algo muy concreto: ¿puede olerse la violencia –particularmente la violencia humana– cuando ella se manifiesta?

“La violencia entre humanos nos ha acompañado desde tiempos remotos –el patrón del macho alfa– y ha marcado nuestra existencia de una forma determinante”

Es decir, por ejemplo, ¿había algún olor característico en los bosques de Japón cuando los ejércitos de samuráis se enfrentaban entre ellos?, ¿a qué olían los burgos fortificados de la Edad Media cuando eran asediados por grupos hostiles enemigos?, ¿qué olor se percibía en las trincheras de la Primera Guerra Mundial antes de un ataque con cañones ametralladoras y morteros?, ¿Hiroshima y Nagasaki percibieron algo en el ambiente antes de la explosión de la bomba atómica? Por lo común, en su inicio la violencia implica silencio para concretar el factor sorpresa, aunque los aullidos y alaridos posteriores la hacen muy sensible. Pero entre la quietud del ambiente y el silencio con que se inicia, ¿la violencia podrá olerse? ¿La olieron acaso los pobladores de Aguililla, Reynosa o Valparaíso –en nuestros días, en nuestros poblados–antes de que las hordas de narcotrafi-

LITERATURA DE MENTE

cantes –ante la ausencia de autoridad en esos lugares– arrasaran indistintamente con habitantes civiles y con otros narcotraficantes del lugar? ¿Aquí, en Ensenada, en la ciudad, cómo olemos la violencia extendida de hoy y que antes no existía, hasta que los comandos negros de la policía o la lucha entre cárteles se hizo presente? ¿A qué olía Apatzingán cuando las hordas de la autollamada Familia michoacana la atosigaban?

Desde luego, es difícil saber a qué huele la violencia porque la respuesta, finalmente, sólo los muertos quizá en esos días de violencia podrían darla. A los sobrevivientes sólo nos queda, como respuesta, decir que el olor de la violencia en las calles de poblados y ciudades de nuestro México de hoy, se identifica a plenitud con la ausencia de autoridad –los policías o militares que allí existen es como si no existieran, pues ellos están refundidos en sus cuarteles como si la violencia no fuera cosa de ellos y allí, la violencia no oliera. O será que ellos también están coludidos con los maleantes– en esos lugares, en esos lares en donde ella establece su presencia y su ley.

*Sólo estructurador de historias cotidianas. Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

EN ESTA NUEVA columna relacionaré aspectos de las teorías psicológicas y los procesos psicoterapéuticos de las emociones con las distintas manifestaciones del quehacer literario. La literatura y la psicología estuvieron relacionadas por varios siglos. Hasta el siglo xx aún se tenían integrados los estudios de psicología en las escuelas superiores de filosofía y letras.

Los dramaturgos griegos, luego Shakespeare o Molière, crearon personajes

para encarnar la envidia, los celos, la avaricia o la pasión desbordada. Los Evangelios están plagados de parábolas para ejemplificar la buena y la mala conducta. Baruch Spinoza comparó una esponja con el equilibrio homeostático de nuestras emociones.

William James hablaba, como si se tratara de dos señores, de las emociones “pulcras” –“virtud, sabiduría, caballerosidad”– y las emociones “groseras” –“el amor, la ira, el miedo”–. El absurdismo –que resulta el mismo sentido de la vida– de Camus recurrió al mito de Sísifo, y

el existencialista Sartre a las moscas como metáfora de las Erinias, que son nuestros remordimientos, culpas y deseos de venganza. Freud y sus complejos, Jung y sus arquetipos. Ambos se inspiraron en la mitología griega de la cual vienen también algunos preceptos –basados en su etimología–de la psicología. De la psique, que ha sido traducida como mente o alma, hay una primera acepción que significaba mariposa, aludiendo a su belleza y fugacidad. Terapeuta era el encargado de sanar las heridas de los guerreros

para que regresaran a la batalla. Protagonista significa el primero que lucha. Otros síndromes o complejos de origen griego son el de Procusto –como nadie encajaba en su

cama les cortaba las extremidades–, el de Cronos –miedo a ser desplazado jerárquicamente–, el de Ulises –angustia por el desplazamiento, la migración o exilio–, de Creso –patología de superioridad y derroche–, y muchos más basados en la historia de los héroes o dioses.

Psicólogos más modernos se han inspirado en otros héroes y antihéroes de la Literatura Universal, de Lolita a la Cenicienta, de Otelo a Peter Pan, o qué decir del bovarismo o la tripofagia en el síndrome de Rapunzel.

ferreyes2004@yahoo.com.mx

*Estudió la Maestría en Letras Hispánicas y el Doctorado en Psicología. Es antologador, docente y psicoterapeuta narrativo

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Por Fernando Reyes Trinid* Slavoj Zizek Foto: Cortesía

Reglas para un mundo nuevo: el deseo en El juego del calamar

Escribo estas palabras con alegría manifiesta: Palabra vuelve. Va esta reflexión por todos los meses en que seguimos aumentándole párrafos al silencio. A decir verdad, uno nunca deja de escribir aunque el soporte desaparezca. Se escribe de madrugada: cuando un perro le ladra a las sombras que hemos sido, escribimos obligados por ese otro –que somos siempre– que miente tener mucho tiempo –¡todo el posible!– robándole reposo a la espalda. Así escribo yo, sin tiempo para hacerlo, mortificada porque se me van los hilos del descanso.

En las mejores y pésimas condiciones escribimos, nos cuadramos ante la hoja, la adoramos y finalmente algo confiesa; a duras penas nos confiesa.

En estas tardes extrañas seguí capítulo a capítulo El juego del calamar, serie surcoreana con argumento de esquema simple: cientos de personas endeudadas son convocadas por un consejo siniestro para ser parte de varios juegos en los que se gana una cantidad increíble o se pierde la vida. Sencilla propuesta, aberrante pero atractiva para quienes aceptan el trato y le apuestan con su sangre a engordar un puerco de cristal que cada vez co-

lecta más y más billetes a costa de los caídos en cada juego.

En el primer capítulo la cámara re corre lentamente un librero en el que nos dan algunas pautas e influencias por descubrir: el periodo azul y rosa de Picasso, la obra luces (1954) de René Magritte, Van Gogh, y la teoría del deseo de Jacques Lacan.

De lo anterior anoto algu nas ideas para entretener el insomnio en pandemia: es fácil distinguir el colori do rosa y azul de Picasso en los uniformes que soldados y jugadores portan. Pense mos también en la alegoría de la alegría y la tristeza; todos los jugadores están en un estado límite de estrés y ansiedad por las deudas y los problemas familiares y personales que los torturan. Se encuentra la confusión y arrojo de Van Gogh en cada decisión tomada donde la muerte cada vez está más cerca. Magritte permea en los rostros ocultos de quienes tienen el poder sobre los jugadores, incluso el título como la obra en sí. El imperio de las luces hace el equivalente de la fortaleza escondida en medio del mar en la que nunca se sabe si es de día o de noche; los juegos inician en cualquier momento porque “la muerte tiene permiso”, nos

dejó claro Edmundo Valadés en 1953 y no lo hemos olvidado.

La alienación significante, por lo tanto, actúa como una máscara (Lacan, 1957- 1958) que presenta al deseo de una forma ambigua y que lo mantiene como un enigma para el sujeto. Como se presenta en El juego del calamar, los enmascarados representan poder y perversión; se vuelven enigma para los jugadores que pese a su desesperación por obtener el premio monetario están en un nivel moral menos putrefacto que el de quienes los observan tras el cristal, los dueños de sus vidas.

Lacan encuentra resonancia en las ideas de Hegel sobre el deseo. Ya que estarán de acuerdo en que la cúspide de éste es el reconocimiento del otro. Es decir, que la manera más profunda en la que un ser humano se explica a sí mismo como tal es a través de los ojos de otro y lo que los une es ese deseo de reconocimiento.

Los jugadores están al borde de la muerte en cada reto porque necesitan justificar ante los otros su vida: una muchacha espera ganar porque dejó a su hermanito en un orfanatorio y le ha jurado que lo sacará de allí.

“Los enmascarados representan poder y perversión; se vuelven enigma para los jugadores que pese a su desesperación por obtener el premio monetario están en un nivel moral menos putrefacto que el de quienes los observan tras el cristal, los dueños de sus vidas”

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Fotos: Cortesía

“Los jugadores están al borde de la muerte en cada reto porque necesitan justificar ante los otros su vida”

Un malogrado profesionista ha propiciado el embargo del modesto negocio de la madre. Seong Gi-hun, el jugador 456, es un apostador sin remedio, su ludopatía lo llevará a perder su dignidad y a depender del trabajo de su madre diabética.

En palabras de Kojève encontramos en su Introducción a la lectura de Hegel: «El deseo es humano solamente si uno desea, no el cuerpo, sino el deseo del otro (…) es decir, si quiere ser “deseado” o “amado”, o más bien “reconocido” en su valor humano (…) En otras palabras, todo deseo humano (…) es como en última instancia una función del deseo de reconocimiento» (1947, p.66). Al final, percibimos en la serie coreana que todos los personajes, más que el dinero del premio, necesitan recuperar el reconocimiento de los otros. El jugador 456, ganador del juego, pierde toda razón de ser porque ya no puede ser reconocido por nadie. Cuando regresa a casa su madre yace en el piso, muerta; a su hija se la han llevado al extranjero y no hay nadie que dé fe de su existencia, ya no como

ganador sino como de un ser humano que busca en quien verse de nuevo, dignificado.

Hegel, llevando más allá esta necesidad de reconocimiento de los otros, reflexiona sobre el poder del uno sobre el otro. Es vital saber que el jugador número 1 tiene por nombre “일” o “Il”. Puede significar día, trabajo o primero, y el carácter “남자” o “nam” se puede traducir como niño u hombre, es decir, Il-nam significaría “primer hombre”, este primer hombre es el uno sobre el otro de Hegel, el que detenta el poder y va a echar a andar la rueda del juego; esa lucha de contrarios que es contradicción, vida y muerte.

El amo consume lo que el esclavo le brinda: entretenimiento, risas, lágrimas, pasión, generosidad y violencia. Los más poderosos están representados en El juego del calamar como extranjeros pervertidos, huecos, y aburridos de la propia existencia. Con Hegel reflexionamos que el sometido luchará por su propio prestigio aun a costa de su vida, afanándose en la dialéctica del amo y el esclavo. Este es El juego del calamar en pocas palabras. Pero es el juego al que también apostamos los que jugamos en la rutina de los días de trabajo: pago de servicios, endeudados como los coreanos, faltos de reconocimiento, faltos de un espejo que refleje un poco de curiosa humanidad.

En el juego entramos todos, con diferentes números, habilidades y posiciones. Ningún puesto es mejor que otro cuando se trata de vencerse a sí mismo. La lucha constante es por la transformación, tal vez en aguerrida causa podamos mutar, entrar al nuevo juego con otras máscaras más acordes a un mundo sediento de apostadores.

*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía. Su inclinación natural es la observación de los otros y sus razones para elegir caminos. Escribe y pinta para entender mejor los contextos de su tiempo

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Al escribir crónicas sobre el COVID-19 en Tijuana, emergían frases o líneas aisladas, casi autónomas, que se separaban del registro urbano propio de mi proyecto de escritura. Estos textos tenían los atributos de aforismos, a los que pronto vi como un reto de síntesis, de registro seco, minimalista, con una deriva impredecible. Me agradó la idea de buscar fogonazos verbales, reflexiones lacónicas o insinuantes desde el sarcasmo, la sorpresa o la provocación. Transcribo algunos textos.

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Los días de cuarentena nunca fueron iguales; los recuerdo como un sucesivo incendio de preguntas.

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A la geografía de la pobreza la atraviesan arterialmente las rutas del contagio.

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El COVID-19 hizo posible la aspiración letal de todo un siglo: la muerte sin fronteras.

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Las redes sociales se han vuelto un vasto cementerio erizado de lápidas virtuales.

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La crónica de los días de epidemia es la legítima escritura de un testamento.

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En el momento eléctrico del contagio –roce, beso, aliento– crees reconocer la bala de plata que lleva tu nombre.

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En el sueño veía cruces blancas en las puertas de las casas de futuros infectados.

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En la búsqueda de alivio nos internamos en el bosque móvil de las noticias falsas.

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La memoria se torna una vaga, pródiga en mentiras, nerviosa terminal de flashbacks.

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Para ventear a los perseguidores, el oído en tierra, me traía isócronos ecos de estampida.

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De persistir la cuarentena, corre peligro la taciturna tribu de los nómadas.

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En estos días sobrevuela como un aura la frase fetiche, el amuleto fascista de las grandes ocasiones, el toque de queda.

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La ciudad se repliega, elige otros lenguajes y revela una zona de saberes clandestinos.

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Del recuento funeral queda un aviso, casi una sentencia: estos días volverán.

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En la cuarentena el día se alarga en los ojos abiertos del insomne.

*

La ciudad es distinta cada día: habrá que apresurar la arqueología urbana.

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Para no arraigar en la tragedia, mi elección de siempre, ser forastero.

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Presumir la hipocondría supone exhibir los síntomas con vanidad fetichista.

* En aquellos días las ventiscas ocultaban las rutas del escape.

* Esclavo de la memoria y sus fogonazos retro,

ahora acudo a las drogas de la amnesia.

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Por las noches oía, desde lejos, tenues, pequeñas melodías para dilatados funerales.

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De regreso a casa, los grafitis en los muros son un mensaje que nadie será capaz de descifrar.

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De las vanas pretensiones a la cruda realidad: ofrezco mi reino por un tanque de oxígeno.

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Si no te contagiaste, sobrellevas una perplejidad culpable de excluido.

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La ciudad se torna acertijo, trampa, veneno lento para sus más adictos.

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De las identidades que voy perdiendo, sólo extraño el pecado sin culpa de mi extranjería.

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Halcyon days. Queremos regresar al pasado, pero ya no lo reconocemos.

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La soledad nunca fue tal, sino un acechamiento simultáneo de presencias.

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Fotos: Cortesía

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No era optimista, pero guardaba para sí la modesta utopía de seguir con vida.

*

La ventaja de una doble vida es que alterno la mentira con la desolación.

*

Leemos obituarios en los diarios para acostumbrarnos a las baladas funerarias.

*

Temí una rebelión de las masas, pero éstas se hallaban anestesiadas por el miedo.

*

Sales a la fiesta y en su agitado reino, entras al carnaval de los contagios.

*

Ante la embestida del miedo las historias de los otros eran mi droga favorita.

*

Para eludir la realidad me refugié en los sueños, como un territorio nocturno de respuestas.

*

A la variación del virus debe corresponder una nueva y excéntrica raza de mutantes.

*

De mi tiempo en campamentos, ferias y casinos, aprendí el arte de perderlo todo.

*

La memoria de lo vivido es imprecisa, pero me queda el recuerdo intacto del momento del peligro.

*

Voces del ayer me alertaron sobre el regreso de los heraldos negros.

* La enfermedad fue síntoma, voz de alerta; ahora es un epitafio compartido.

* Se nos ofrece “la nueva normalidad”, como un contrato alevoso que debemos firmar con una pistola en la cabeza.

* Cegados por un viento de ceniza no supimos reconocer la primavera.

*

Ocultaba a los demás el vicio necrófilo de leer esquelas funerarias.

*

Crucé los sucesivos días del contagio como si atravesara un espejismo.

*

En la ciudad todo ha cambiado, pero nunca vimos los veloces mecanismos de su transfiguración.

sarabialeobardo@gmail.com

*Escritor, editor y promotor cultural. Reside en Tijuana, Baja California. Ha sido director de las revistas Esquina baja, Escenarios y Tijuana Metro. Autor de los libros de crónica Zona de turbulencia, Manual de sobrevivencia en la ciudad T y Halloween en la Calle Mayor. Su libro más reciente es Carlos Monsiváis en la frontera norte (SCICBC, 2020). Es editor responsable en Tijuana Metro Editores. Director del Festival Tijuana Interzona

Una vez estaba viendo una comedia romántica estadunidense cuyo nombre no recuerdo –como me ocurre con frecuencia con las comedias románticas–, en una escena los protagonistas entran al apartamento de ella, que está limpio y ordenado. El muchacho hace un comentario al respecto y ella contesta que es porque es anal. Ella se refiere, desde luego, a una de las supuestas fases del desarrollo psicosexual infantil propuestas por Freud, que consiste en ser controlador de todos los detalles: organizado, que raya en lo obsesivo-compulsivo; es un término de uso corriente, al menos en el ambiente universitario de Estados Unidos, pero, la frase “soy anal” la tradujeron al francés como: “es que me gusta el sexo anal”. ¿Quién hizo esta traducción? ¿Un muchacho de secundaria?

Hace años, Jan, un amigo checo, me decía que la última obra de Kundera no la había podido leer

en checo porque no estaba disponible –había sido escrita originalmente en francés– y el autor no quería que alguien más la tradujera, quería hacerlo él mismo, pero no había tenido tiempo. Y es que ya le pasó una vez, pero con una traducción del checo al francés de su libro La broma. En la versión francesa hay una nota del autor en que explica esto: dice que en una entrevista para Corriere della Sera, Alain Finkielkraut le comentó que “su estilo florido y barroco” en su novela La broma se había vuelto límpido en sus obras siguientes y le preguntó a qué se debía el cambio. El sorprendido Kundera no daba crédito a lo que escuchaba, “¿mi estilo florido y barroco?”. Fue así como leyó por primera vez la traducción de su novela; hasta entonces no controlaba sus traducciones, y comentaba que el traductor introdujo un montón de metáforas, y que no tradujo la novela, sino que la rescribió. Por

“Ella se refiere, desde luego, a una de las supuestas fases del desarrollo psicosexual infantil propuestas por Freud…”

ejemplo, donde él expresó “el cielo estaba azul”, el traductor compuso: “bajo un cielo de malva, octubre, fastuoso nos ponía por las nubes” –o algo así–. Donde él escribió “los árboles coloridos”, el otro tradujo: “En los árboles proliferaba una polifonía de tonos”. Donde Kundera había escrito “comenzó a manotear furiosamente alrededor de ella”, el traductor parafraseó: “Sus puños se desencadenaron como un molino de viento frenético”.

Dice Kundera que le seguía haciendo infeliz pensar que, durante doce años, en numerosas reimpresiones, La broma se exhibía en Francia disfrazada de tal manera.

siguenza2@yahoo.com

*Corresponsal de Palabra en Francia y traductora de Michel Onfray al castellano. Nació en Veracruz, donde estudió Biología en la Universidad Veracruzana, así como una maestría en el manejo de zonas áridas en la UABC, Ensenada

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Para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Baja California era una entidad de poblados precarios, de campamentos mineros, de rancherías aisladas. La única población que podía dar la imagen de una ciudad con calles, plazas y edificios era Ensenada, la capital entonces del Distrito Norte de la Baja California y su único puerto de altura por donde llegaban las comunicaciones y mer-

cancías de otras partes de México y el mundo. Por eso mismo, era también el centro de las labores educativas en esta lejana región del país. Desde Ensenada, en plena época del porfiriato, se dictaban las agendas educativas y se establecían los cimientos de la escolaridad básica para todo el distrito.

El puerto de Ensenada era, a fines del siglo xix, un enclave cosmopolita donde los chinos, estadunidenses e ingleses, formaban el núcleo mayor de su comunidad. Los mexicanos eran, en su mayor parte, funcionarios públicos y militares de la Compañía fija que

tenía a su cargo la defensa territorial y marítima de la entidad. Pero Ensenada era también, a partir de 1882, como capital del Distrito Norte, el centro de la educación en esta zona del país y no ya un centro rural de población escasa, sino una ciudad pequeña que crecía en ganas de aprender; una urbe porfiriana que deseaba cantar la canción del progreso. Por eso fue en este puerto que da al océano Pacífico, que en 1896 se estableció el Colegio Superior de Comercio que, como su nombre lo indica, tenía como propósito educar a sus alumnos en las ciencias del comercio, la industria y la administración.

A fines del siglo xix, Ensenada adquiere una gran intensidad y desarrollo de la educación, en comparación con otros núcleos poblacionales del estado. En 1882 Jorge Ryerson, el jefe político del Partido Norte, instru-

ye para la construcción de la primera Escuela Pública Elemental de Tijuana, la cual fue erigida en las cercanías de la aduana, en una improvisada construcción. El gobierno federal expide en 1908 la ley de educación que modifica las reglas y normas educativas de ese entonces. En diciembre de 1911 se efectuó la primera división del distrito en tres zonas escolares –sur, centro y norte–. Según el estudio del profesor Hermenegildo Pérez: “De 1912 a 1916 hubo 15 escuelas primarias elementales; una menos en 1913; aumentan a 24 en 1914 y descienden a 20 hasta 1916”. En las primeras dos décadas del siglo xx el reto era establecer el sistema educativo en toda la entidad, establecer las normas de funcionamiento y garantizar aspectos presupuestales y de retribución a los maestros. Los testimonios de los bajacalifornianos que vivieron la época lo dice todo.

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A fines del siglo XlX, el puerto de Ensenada era un enclave cosmopolita donde la educación y la cultura florecieron en beneficio de su población
Fotos: Archivo Histórico de Ensenada

Si el siglo xix fue para Baja California un largo periodo de transición entre la etapa misionera y la etapa modernizadora –vía la intervención extranjera y el comercio fronterizo–, el siglo xx representa la consolidación de un modo precario de vida, pero en constante crecimiento. Ni la naturaleza hostil ni la lejanía con respecto al centro del país, disuadieron a los habitantes de la parte norte de la península de Baja California de que esta tierra era un sitio de promisión. Gracias a los canales de

regadío, la minería, las casas de juego y el contrabando, las rancherías se volvieron poblados y éstos acabaron por convertirse en verdaderos centros urbanos.

“Para principios del siglo XX, Ensenada era el centro de la vida educativa y cultural de ese entonces ya que podía no sólo presumir su trazo urbano”

A finales del siglo xix, las escuelas no cubrían toda la educación. Por esta razón los mismos particulares que más conocimientos tenían daban clases y se convertían en tutores de las familias de los poblados. Con el cambio del Partido Norte al Distrito Norte de la Baja California, a fines de 1887 y principios de 1888, llegó un nuevo jefe político a la entidad: el general

la sociedad fronteriza por la senda de la ilustración. Según Roselia Bonifaz en Ensenada: nuevas aportaciones para su historia (1999), este gobernante se abocó “a la organización de la instrucción pública e integró una comisión que realizó un estudio y un censo aproximado de niños en todo el distrito, el cual dio como resultado un informe en el que se expusieron las necesidades en materia escolar. El jefe político envió a México este documento y solicitó los fondos necesarios para el establecimiento de las escuelas en la región y un maestro ambulante para las rancherías. En Ensenada se calculaba que asistirían 100 niñas y 100 niños a las dos escuelas. A la profesora se le otorgaba un sueldo de 50 pesos mensuales y al profesor un sueldo de 100; los gastos de instalación

serían de 800 pesos”. Aun sin la presencia del general Torres, en la década final -

cación en nuestra entidad iba tomando

Para principios del siglo Ensenada era el centrodía no sólo presumir su trazo urbano, pleno de paseos y edificios, sino la vida socialsenada, por su condición de capital del entonces Distrito Norte de Baja California ymer poblado donde tal vida social hubo de sustentar atísticas y culturales: obras de teatro, conciertos de música,riódicos donde la poesía y el cuento tenían un espacio permanente y un buen número de asiduos lectores.

Si se toma en cuenta la información contenida en los periódicos ensenadenses de la época, en este caso de El Progresista (1903-1904), uno descubre que esta vida cultural estaba al día y se hallaba firmemente comunicada tanto con el resto del país como con la costa oeste de Estados Unidos. En las librerías de la Ensenada de aquellos años se podía conseguir libros de Emilio Zola, Rafael Delgado, Alejandro Dumas, Manuel José Otón, Heriberto Frías, An-

tonio Plaza, Manuel Acuña, Amado Nervo y Manuel Gutiérrez Nájera. Así como la colección del Parnaso Mexicano. La poesía, el teatro y el baile eran aquí actividades florecientes, enmarcadas en la vida educativa, social y económica de aquel puerto en apogeo en las postrimerías del porfiriato. Entre los principales promotores de esta vida cultural se hallan periodistas y bohemios que lo mismo hacían de jurados en concursos de belleza que actuaban en obras de teatro para solaz de la sociedad ensenadense. Entre los más connotados estaban David Zárate, Carlos R. Ptacnik y Pedro N. Ulloa. Este último era quien proclamaba en El Progresista, periódico del que era redactor, que “la época del lirismo ha concluido. La sociedad enriquecida por el trabajo y aleccionada por la experiencia, ha entrado en un periodo fecundo de meditación y de reposo”; o afirmaba que “necesitamos ya, y urgentemente, el novelista mexicano y al dramaturgo nacional, que, a la luz del arte, de la sociología y de la moral, nos pinte cuales somos, con nuestras pasiones propias, hijas del medio en que vivimos”.

“La única población que podía dar la imagen de una ciudad con calles, plazas y edificios era Ensenada, la capital entonces del Distrito Norte de la Baja California”

Y por el medio en que vivían en Ensenada, entre fronterizo y tradicional, los cambios eran paulatinos y ordenados en lo educativo. Para 1913 hubo el intento de que era necesario que el cuerpo docente fuera a los poblados distantes de Ensenada a dar clases, pero la reacción no se hizo esperar: muchos profesores y especialmente profesoras amenazaron con renunciar porque las familias ensenadenses no aceptarían que sus hijas maestras fueran a esos lugares lejanos, rurales, sin comodidades, solas ellas, cuando eran señoritas de la mejor sociedad. Aquí podemos observar que el estamento educativo del

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Fotos: Archivo Palabra

Distrito Norte de la Baja California estaba conformado por integrantes de la “buena” sociedad fronteriza, los cuales no aceptaban sacrificarse en aras de enseñar a los menos privilegiados de su comunidad. Ya el general Porfirio Díaz vivía exiliado en Europa por efecto de la Revolución mexicana, pero los ideales porfiristas contaban con cabal salud en Ensenada. La educación como administración y no política, como conservadurismo social antes que como espíritu revolucionario.

Es importante destacar que esta primera generación de maestros y maestras del siglo xx se hallaba constituida por gente relativamente joven. La mayoría de sus integrantes no pasaba, hacia 1904, de los 35 años de edad. Eran, como la mayor parte de la comunidad del Distrito Norte, oriunda de otras partes del país o del extranjero. Entre los pobladores originales y los profesores que llegaban para hacer su tarea, la escuela se convirtió en un centro social de primera importancia. Y lo mismo va a suceder con aquellas poblaciones que para 1910 todavía no alcanzan ni el millar de habitantes, como Tijuana, Tecate y Mexicali, que también son parte ya del sistema educativo del Distrito Norte aunque en menor escala que la capital del mismo, el puerto de Ensenada.

La educación era parte fundamental de la idea del progreso como marcha irrenunciable, de la idea de la modernidad liberal sin los estorbos de los derechos laborales, del respeto a las etnias nativas, de la igualdad ciudadana. Una educación para la tiranía disfrazada de paternalismo oficial. Tal era el sistema imperante en Baja California en los tiempos en que los revolucionarios maderistas, floresmagonistas y orosquistas se levantaban en armas en todas partes del país, declaraban que el cambio era una transformación radical de hacer las cosas, de comportamiento social, de convivencia política. La palabra democracia estaba a punto de entrar en la agenda educativa de la entidad.

gtmmx@hotmail.com

*Escritor nacido en Mexicali, Baja California. Poeta, narrador y ensayista, autor de Espantapájaros y Tijuana city blues: tres novelas cortas

CRÓNICA POPULAR

DON JOSÉ Coronado Cabanillas y su esposa Ofelia Díaz Barrón, fueron dos de los personajes más populares y emblemáticos del Parque Revolución. A Ofelia la conocí a finales de 1967, cuando en mi adolescencia me iba a trabajar a la calle donde Ofelia ya era muy conocida como la Bolera, mote que se había ganado debido a que apoyaba en el oficio de bolero a José, su esposo. Ambos, ya son parte de la historia del Parque Revolución.

Me referiré en esta ocasión al caso de la Bolera, quien en los últimos 20 años de su vida gozó de gran popularidad en la zona urbana de Ensenada, donde era común verla caminando por las calles de la zona céntrica.

“Bolera, mote que se había ganado debido a que apoyaba en el oficio de bolero a José, su esposo”

Ofelia Díaz Barrón, la Bolera

Ofelia fue probablemente el personaje urbano más popular de Ensenada durante las décadas de 1960 y 1970. Se distinguía por su baja estatura, figura rechoncha y exagerado contoneo al caminar. De mejillas bien coloreadas y pestañas enchinadas, no vacilaba en intercambiar piropos con los transeúntes varones, casi siempre en son de vacilada y mutuo respeto, siempre y cuando le siguieras la corriente, de lo contrario te decía: “no te hagas pendejo, a ti te hablo” y te seguía insultando hasta que te alejabas lo suficiente. Si correspondías de buena gana al piropo, te seguía chiflando mientras te alejabas de ella.

Falleció hace más de 45 años, pero don José, a quien

entrevisté el 12 de febrero de 2013, me platicó que a pesar de que habían transcurrido 36 años aún la extrañaba. Recuerda que “se la pasaba con el radio en el oído todo el día, pues era muy alegre… Ella sí valía la pena como mujer… Me traía comida todos los días… Le gustaban las pezuñas de marrano, las que preparaba con chile y cebolla y las traía para comerlas juntos ella y yo… Murió embrujada por una vieja que quería mi terreno… Se murió de repente… La señora le dijo que si no le firmaba los papeles del terreno, se iba a morir en cuatro semanas… Y así fue. Se murió en cuatro semanas… La extraño demasiado. Quisiera tenerla aunque estuviera viejita, no importa… Los dos nacimos en Agua Caliente, Sinaloa… A ella le decían la Bolera porque me ayudaba a bolear cuando yo iba al mandado… Le decían la Bolera, pero para mí era Ofelia Díaz Barrón… Me viene a la memoria que todos los días iba al cine porque le gustaban mucho las películas mexicanas, principalmente las de Antonio Aguilar, y cuando se quemaba la película, la gente gritaba ¡cácaro, deja a la Bolera!, y de volada, se empalmaba el rollo y seguía la película”.

kumeey@yahoo.com.mx

*Nativo de Cuauhtémoc, Chihuahua, pero avecindado en Ensenada desde 1967. Formado académicamente en el área de la oceanología, y aficionado a la historia, cultura y lenguas indígenas de Baja California. Nunca ha ganado un premio, pero ha sido candidato a dos premios nacionales y dos para Ciudadano Distinguido. Actualmente, es el Cronista Oficial de Ensenada

Martes 16 de noviembre a miércoles 15 de diciembre de 2021 16 Fotos: Cortesía

Con los frutales en flor, el patio de nuestra casa era una explosión de colores, arquitectura vegetal que atraía todas las miradas hacia lo alto, donde los árboles más frondosos embellecían el azul del cielo.

Junto a las ramas de los duraznos cuajados de florecillas rosáceas y los manzanos luciendo su blanca flor, estallaba un naranja fuego, un carmesí encendido, el granado floreciente que convertía a la hermosura en fruto maduro.

Imposible imaginar que un día encontraríamos en el entramado de raíces, sus secretos subterráneos.

Mamá disfrutaba su pequeño huerto. Su alma campesina era dueña y señora de los tesoros que obsequia la tierra, como aquellos jugosos rubíes de las granadas pechiabiertas.

Pero en todo ello, había algo de magia. ¡Cómo podía aquel árbol que durante los inviernos era un feo gatuño, ser en primavera y verano una de las más grandes bellezas del reino vegetal! ¿Escondían sus raíces el tremendo misterio de su naturaleza?

La entrada de la primavera en esa vieja casona de adobe, construida a la orilla de la ciudad, a unos metros del cementerio, implicaba fatigosas jornadas, de las que no escapábamos mi hermanita Alejandra y yo.

Mamá solía aprovechar el tibio sol mañanero de marzo para limpiar el ahoyado de los árboles, podar las ramas y remover la tierra endurecida por las heladas de enero.

Fue ella quien descubrió, al inicio de un día de intenso trabajo en el huerto casero, aquello que nacía al pie del granado.

Removió la tierra, arrancó yerbajos del excavado del granado y de pronto llamó su atención una plantita desparpajada con brotes de hojas semejantes a diminutos corazones verdes.

“¡Qué extraño! ¿Acaso la granada echó un hijito”, se preguntó. Por las

dudas, decidió no arrancar el escuálido vegetal; al contrario, notó la facilidad con la que el viento lo enjorobaba. Enderzó el tallito lo mejor que pudo atándolo el tronco retorcido del granado con un cordón de estambre.

Al paso de los días brotaron de aquella planta dos bracitos que crecían alocadamente en desesperada búsqueda de sol, ya que el granado arrojaba una sombra eterna.

–¡Qué chistoso!, parece un bebé greñudo –dijo Alejandra riéndose del desparpajo de aquel arbolito que tenía un tronquito más pequeño que sus ramas.

Era verdad. Aquello que creíamos un hijuelo del granado semejaba un chamaco travieso despeinado.

–Pongámosle un nombre –dijo mi hermana, siguiendo la tradición familiar de bautizar a plantas y animales, como si fuesen humanos.

–¡Towí! –dije sin pensarlo dos veces. Y es que aquel remedo de arbolito me trajo a la memoria la imagen de un tarahumarita flacucho y melenudo que acostumbraba ir a la casa a pedir kórima.

Casi siempre veíamos al pequeño rarámuri –como se nombran ellos, los pies ligeros de la sierra Tarahu-

mara– caminar colgado de las anchas y coloridas enaguas de su madre. Tiempo después al encontrarse con ella en el camino, la mujer respondía con la cabeza gacha a nuestro saludo chabochi con un kwira ba pronunciado entre dientes

Casi entrando el verano, los corazones verdes terminaron por abrirse. Fue entonces cuando mamá exclamó: “¡Caray, esto no es un granado… Es un chabacano!”. Y como si el árbol pudiera escucharla le dijo, “ah, sinvergüenza, a ver si explicas de dónde te salió semejante hijo”.

Mientras cavaba cuidadosamente alrededor del endeble tallo, nos explicó la necesidad de trasplantar el chabacanito en otro lugar, o de lo contrario moriría por falta del sol. Si sobrevive aquí un tiempo, nos dijo mamá, será peor para él porque terminará con las raíces estranguladas por el granado. ¡Qué horror!, pensé.

–Jamás creí que un árbol así de pequeño tuviera raíz tan profunda –nos dijo sin levantar la vista. El hoyo excavado tenía casi un metro de profundidad y dejaba al desnudo una raíz cada vez más gruesa a la que no se le veía el fin.

–Tendré que tirar parte de la barda. Creo que la raíz va a dar fuera del patio –dijo mamá, enajenada en encontrar el final de tan asombroso enraizamiento. –Por favor, corte ya eso mamá, no vale la pena tanto esfuerzo –le rogué conmovida y asustada por su obstinación. Pero no me escuchó.

A la luz de la luna con su rostro redondo y luminoso, mamá continuó cavando; traspasó la barda, siguió la ruta larguísima de la raíz y clavó de un golpe el cucharón de peltre despostillado. Un ruido seco reveló la dureza con la que había topado. Con ambas manos extrajo la tierra removida y entonces alcanzó a distinguir algo raro que al principio confundió con piedrecillas blancas. ¡Eran dientes!

–¡Oh, Dios! –gritó horrizada, señalando el lugar donde nacía la raíz…

La luna iluminaba el interior del hoyo cavado por mi madre. Enmudecimos. Y de modo fulminante supimos la razón por la que hacía tanto tiempo que no se veía al tarahumarita melenudo pedir kórima en las calles del barrio. Comprendimos la profunda tristeza de aquel kwira ba con que su madre contestaba últimamente a nuestro saludo.

“¡Cómo podía aquel árbol que durante los inviernos era un feo gatuño, ser en primavera y verano una de las más grandes bellezas del reino vegetal!”

Mamá se santiguó. Las lágrimas asomaron a sus ojos. De la boca de un pequeño cadáver sepultado junto a la barda de nuestro patio nacía la raíz larguísima del nuevo árbol.

Un hueso de chabacano había germinado en la garganta de ese niño rarámuri muerto de esa manera, asfixiado.

arcoalicia@yahoo.com.mx

En mala hora emprendió mamá ese trabajo. Poco antes del mediodía empezó a cavar con la punta de un cucharón de cocina, pero al oscurecer aún no había terminado.

*Periodista y escritora chihuahuense desde 1985. Radica en Ensenada, Baja California. Es directora editorial de 4Vientos.net. Con su obra Nunca más el olvido obtuvo el Premio Nacional Testimonio 1994 de Conaculta

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Ilustración: Kabeza

El precio para llenar un tanque de gas licuado de petróleo (GLP) es de aproximadamente 270 pesos en Baja California. se componente derivado del hidrocarburo que revela mágicamente una llama azulada en los quemadores de una estufa, es la responsable de hacer chillar la sartén cuando cocinas a fuego lento o bajo, al voltear una porción de filete –si te alcanza– o, como es mi caso, unas migas con huevo porque tortillas siempre hay en el refrigerador y la proteína animal más económica nunca falta en mi alacena.

Sobre esa emanación de composición química mamá hizo milagros. Cocinó humeantes platillos de todos los colores y sabores para las tres niñas chillonas a sus pies. Por supuesto, también lo hizo para el marido –mi padre–, allá sentado en la mesa, con las manos en el periódico y los ojos en el estómago. Era la

réplica de un antiguo escenario de generaciones: su madre guisó en estufa moderna por eso de los años setenta igual que su abuela, a mediados de los cincuenta. A su bisabuela en cambio, al ser mexicana de rancho, además pobre, se las vio un tanto más engorroso cuando preparó alimento para sus hijos y marido en el fogón de una estufa alimentada por leña.

A mí me tocó la convencional estufa. No la eléctrica, eso es para adinerados. Nunca hice magia o resultaron platillos nutritivos ni medianamente buenos, cabe mencionar. Esas imprescindibles habilidades tuvieron objeto una vez que me independicé, exactamente hace seis meses. Todo fue simplísimo antes de eso. Medio año atrás desconocía realmente el precio de una mina de gas. De la misma manera que encuentras utensilios de cocina en los cajones cuando vives con papás, di toda la vida por sentado el objeto cilíndrico ubicado a las afueras de la casa conectado misteriosa-

mente a espaldas de la estufa. Papá era el encargado de proveer y reparar la mecánica externa del hogar, por lo que jamás me detuve a contemplar esa labor obligatoria en la que se ocupaba cada cierto tiempo. Yo sólo encendía el quemador y con un ligero suspiro brotaba la llama. Otra historia resultó al mudarme lejos de casa.

La primera semana que gocé el vivir sola, de nuevo las cosas ocurrieron de forma misteriosa. Saqué de la cartera 270 pesos ganados con el desgaste de mi cerebro, los entregué al repartidor de gas y allí estaba, esa flama color añil calentando todo cuanto ponía sobre ella e igualmente ayudándome a subsistir. Cociné de todo menos maravillas mientras escribía y editaba el periódico, sentada en la única silla funcional de la casa. Después me

harté, vacíe la nómina de una humilde comunicóloga en aplicaciones cuyos nombres ya conocen, pero omitiré por temor a que este texto resulte demasiado millenial. Finalmente, no me alcanzó para mantener ese estilo de vida despilfarrador, por lo que terminé aceptando eso de la cocinada.

“A mí me tocó la convencional estufa. No la eléctrica, eso es para adinerados. Nunca hice magia o resultaron platillos nutritivos ni medianamente buenos, cabe mencionar”

Hace un mes el gas se hizo más presente en mi vida. El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció durante una de sus utilísimas mañaneras, que el gobierno llevaría al ya monopolizado mercado del hidrocarburo, la creación de “Gas Bienestar”. Esta empresa del Estado mexicano sería suministrada por Petróleos Mexicanos (Pemex), que desde los sesenta no vende gas licuado a pequeños consumidores. Los analistas dicen que Pemex no tiene la

infraestructura operativa ni logística para comerciar gas al por menor, también comparan esta equitativa pero no lucrativa –¿o sí? – decisión, con una tortillería que quiere abrir su taquería. Alegan que, pese a ser negocios similares, son dos cosas completamente diferentes.

Como editora de la página nacional en un periódico local que tiene suscripción para utilizar material de, precisamente Grupo Reforma, le di seguimiento a todas las noticias que informaron buenas nuevas acerca de “Gas Bienestar”. Debería decir que siempre las puse en principal porque creí que era tema de interés, pero la realidad es que soy pobre y el asunto en sí mismo me traía bastante ilusión. Sobre todo porque en ese entonces ya los quemadores de mi estufa empezaban a parpadear. Quizá, si tenía suerte, llenaría la mina con gas barato y esos 270 pesos tendrían una disminución de un nada despreciable 30 por ciento en su precio final.

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Fotos: Cortesía

Total, ese mes fue de conciencia social a la muy “4T”. Debatí el tema con familia y amigos, modifiqué cabezas sentenciosas de Reforma para darle un tono menos condenatorio al tópico del mes y seguí existiendo despreocupadamente. Entre tanto, esa figura cilíndrica conectada misteriosamente a la estufa se vaciaba más y más.

Un domingo en la noche me dispuse a preparar café, abrí la llavecita con mi confiada mano de princesa, y nada. Ninguna flama surgió del quemador, no hubo soplo azul mágico. Salí a pesar el tanque de gas: ¡oh sorpresa!, lo cargué con facilidad.

La cosa aparentemente se resolvería de forma sencilla. Telefoneé la primera opción que arrojó el buscador de Google y media hora después llegó el repartidor de gas. Por primera vez tuve curiosidad de contemplar cómo es que ocurría el enigma y me asomé para mirar al hombre que hacía lo que siempre hizo mi padre. No parecía complejo. Unas vueltas en la rosca, poquita fuerza y listo. Incluso yo podría hacerlo. Después abrió la llave y un soplido salió a presión de algún punto del objeto cilíndrico. El sujeto me preguntó si tenía teflón y negué con la cabeza.

Cuando el repartidor me dijo que él tampoco, nos miramos unos segundos detenidamente para ver quién asumía la responsabilidad. Dije bueno, no pasa nada, yo lo resuelvo con

ayuda de algún tutorial de YouTube al rato que vaya al mercado y compre teflón. El hombre se marchó.

El resto de la mañana me entretuve con cualquier cosa doméstica y no fui a la tienda a adquirir la mencionada cinta blanca. Comí cereal. Para cuando finalicé la jornada laboral era medianoche, por lo que decidí solucionar el asunto al día siguiente. Me bebí una cerveza mientras leía una compilación de cuentos de Chéjov, pero la lectura se puso interesante y destapé la última botella de vino que quedaba en algún cajón de la cocina. Terminé la botella y el libro. Me dormí ebria.

A las once de la mañana me despertó una llamada telefónica. Era una compañera de trabajo con quien había acordado ir a desayunar a su casa. Me vestí aprisa, y cruda, como todos los lunes, enfrenté el día caluroso.

Comimos hot cakes con nutella, de postre un porrito de mariguana que compartimos concienzudamente. Les conté entre risas el conflicto con el gas, después la anfitriona –proveedora de la droga y el desayuno– me regaló el famoso teflón y el tema se olvidó. Llegué volando a casa, empecé a trabajar y fin. En un tris terminó la tarde. Me quedé dormida bajo sutiles efectos psicodélicos.

Desperté en martes con hambre atroz, me asomé a la cocina y recordé el conflicto. Maldije cientos de veces.

Tomé la cinta blanca para dirigirme al pasillo. Así fue como enfrenté el primer obstáculo: el repartidor había apretado con saña la llave del tanque y encima la rosca. Cuando al fin logré con fuerzas sobrehumanas desarmar el asunto, me vi en el segundo problema: cómo envolver esa cosa llamada teflón. Tuve, por primera vez, sentido común y derroché la cinta, revestí todo lo gris de blanco para que jalara bien. Al abrir la válvula, ¡oh sorpresa!, golpeó mis dedos el hidrocarburo. Intenté apretar más pero no tenía llave así que desistí de hacerlo con las manos.

Fui con dos vecinos a quienes nunca frecuento a pedirles con una sonrisa apretada la necesaria herramienta. Ninguno tenía. Maldije al sistema capitalista. Ese desgraciado era el culpable de que todos fuéramos unos inútiles confiados en el servicio de los minoristas de gas, lo hice mientras buscaba entre mis contactos telefónicos alguien que posiblemente tuviera el artefacto. Resultó no ser común que mis amigos guardasen una llave entre sus pertenencias.

Amaneció miércoles y seguía sin el importante gas en mi vida. La única llama que tuve esa tarde fue la de mi Zippo encendiendo cigarrillo tras

cigarrillo después de comerme un sándwich. Llegó jueves.

Por suerte ese día mis padres arribaron de sorpresa. Oculté los ceniceros improvisados regados por toda la casa y los recibí sonriente. Me comí la dignidad que me quedaba y le planteé el predicamento a papá. Rápido fue a comprar otro rollo de teflón y se lanzó al pasillo. Resolvió el asunto con unas cuantas vueltas y una miseria de fuerza. Me enseñó a regañadientes lo que nunca me interesé en averiguar durante mis 24 años de vida. Mis padres se fueron.

Cuando corrí a la cocina dispuesta a hacer milagros con la comida, abrí el refrigerador y, ¡oh sorpresa!, estaba vacío No había nada para cocinar. Hice café. Esa tarde puse una nota principal con la siguiente cabeza: avala Conamer tope a precio de gas LP.

giselle.felix@uabc.edu.mx

*Nació en Ensenada, Baja California. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UABC. Trabajó como reportera de investigación y ahora es editora en el periódico El Vigía. Ha colaborado en revistas digitales con cuentos y crónicas periodísticas. Actualmente escribe una novela

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“Maldije al sistema capitalista. Ese desgraciado era el culpable de que todos fuéramos unos inútiles confiados en el servicio de los minoristas de gas…”

Un día reuní a Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y José Revueltas. Los invité a mi casa para que me dieran consejos sobre cómo escribir una carta.

Borges llegó primero. Mientras subíamos las escaleras me dijo:

–Oye che, ¿estamos ascendiendo al cielo? Esto no tiene fin. Un escritor debe vivir en un sótano, no en un ático. No hay prueba de que haya alephs rumbo a las nubes –según se quejó.

Le contesté que no, que nada más era un segundo piso.

–¿Y vos tenés tigres, laberintos y espejos? –agregó cuando llegábamos a la terraza.

–Pues hay varios espejos y un gato que se siente dueño de la cuadra –respondí, un poco apenado por no cumplir con los requisitos del poeta.

–Me basta un felino de habitación –resolvió, como si diera por concluida una conferencia. Apenado, le dispuse el sillón más cómodo.

Me asomé por el balcón para ver si llegaban los demás invitados. En la esquina vi

una silueta: parecía un árbol bien plantado más danzante. Luego empezó con un caminar tranquilo, de estrella o primavera sin premura. Era Paz.

Bajé para abrir. Antes de que pudiera saludarlo, me clavó sus profundos ojos azu-

Esta calle me recuerda una donde nadie me espera ni me sigue, donde yo sigo a un hombre que tropieza y se levanta, y dice al verme: nadie. No, más bien la calle donde conocí a un loco, en Oaxaca, que me quería sacar los ojos para regalarle un ramillete azul a su novia. Pasemos,

Subimos las escaleras en silencio. El poeta se detuvo en el marco de la entrada. Temeroso, se volvió y me miró fijamente:

¿Vive una ola aquí? –ó el poeta y añadió–: Vive alguna ola aquí, cuya presencia sea un ir y venir de caricias, de rumores, de besos?

No, ninguna, pero hay cactus en el balcón –según

dijo un poco decepcionado y entró. Luego saludó a Borges, quien recitaba para sí poemas ingleses, según alcancé a notar el acento.

Ah, el ogro filantrópico.

Ah, el jardinero de senderos que se bifurcan –escuché que se saludaron. El señor gato Amadís, mi querida mascota, yacía a los pies de Borges, más que acostado, derramado ante el poeta.

Iba a ofrecerles algo de beber, cuando escuché ruidos en la calle. Me asomé otra vez al balcón. Vi a Juan Rulfo y José Revueltas, visiblemente bebidos, buscándole pleito a un taxista. Revueltas señalaba al conductor al tiempo que gritaba:

–¡Entiende que Dios existe

“En la esquina vi una silueta: parecía un árbol bien plantado más danzante. Luego empezó con un caminar tranquilo, de estrella o primavera sin premura.

en el hombre, no existe fuera del hombre, ah terco!

–Ya págueme señor, no se haga pendejo –le reclamaba el taxista. Rulfo se recargaba, como podía, en la puerta. Parecía a punto de desmoronarse como si fuera un montón de piedras y, algo confundido, le balbuceaba al taxista:

–Cóbraselo caro, por el olvido en que nos tuvo.

–No me ayudes, compadre –reviraba Revueltas.

Corrí a saldar la cuenta del taxista. Luego, como pude, los ayudé a subir las escaleras. Antes de entrar, Rulfo preguntó:

–¿Tienes grillos?

–¿Qué?

–Que si en esta casa hay grillos. Los grillos hacen ruidos siempre, sin pararse ni a respirar, para que no se oigan los gritos de las ánimas que están penando en el purgatorio. El día que se acaben los grillos, el mundo se llenará de los gritos de las ánimas santas y todos echaremos a correr espantados por el susto –según se puso a explicarme. Iba a responder, pero Revueltas lo empujó y, como si supieran, se fueron derechitos al refrigerador. Comenzaron a sacar cervezas.

–Esto es una expropiación –sentenció el ensayista. Lo dejé ser, pues me quedaba claro que no se discute con alguien que supo sortear la prisión de Lecumberri. Borges y Paz, de piernas cruzadas, discutían en francés. Luego, saliendo de su ensueño, pidieron de beber. El argentino solicitó primero vino, pero luego prefirió agua. Paz pidió bhang, que después supe que era elaborado en la

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Foto: Archivo Palabra

India con hojas frescas y semillas de cannabis. Respondí que únicamente tenía agua de Jamaica.

–Merde –comentó por lo bajo. Recordé que tenía vino del Valle de Guadalupe y me miró como si le hubieran dado el Nobel de Literatura a Carlos Fuentes, en lugar suyo. Rulfo, que quién sabe qué hongo se habría metido, miraba al techo. Decía: “Hacia tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo”. Revueltas lo volvió a empujar y sólo así terminaron ambos sentados en los demás sillones. Nunca supe de dónde sacó cacahuates japoneses, supongo que los traía en su saco.

La combinación de personalidades era demasiado explosiva, así que decidí entrar en materia.

–Ehm… Quiero escribirle una carta a... ¿Qué me recomiendan? –consulté. Silencio.

Revueltas, como si terminara de atravesar unos densos muros de agua, fue el primero en responder. De un salto, se posó en el sillón y afirmó:

–Muy bien: todo acto de creación es un acto de amor.

–Dile que el amor es un juego, una creación perpetua –indicó Paz.

–Pregúntale: esa luz que se apaga ¿es un imperio o una luciérnaga? –expresó Borges–. Si puedes, hazlo en la lengua de los reyes, en inglés.

–Naaa, ponle “Chiquillaaa” –dijo Rulfo, que traía una cara como si hubiera cruzado Comala de rodillas, y abundó–: luego le dices “tienes los ojos azucarados” y “los cachetitos sabor a du-

razno”. Siempre me funcionó con Clarita.

–¡Yo hablo del amor en el sentido más alto de la palabra. La redignificación del hombre, la desenajenación del propio ser humano! –volvió a gritar Revueltas.

–No, dile que quieres entrar en sus aguas, ahogarte a medias y, en un cerrar de ojos, encontrarte arriba, en lo alto del vértigo, misteriosamente suspendido para caer después como una piedra –sugirió Paz.

Yo escribía todo esto con letra horrible en mi diario, tratando de seguirles el paso.

–Dile que esta mano, la que escribe, es la que alguna vez tocaba su cabellera –enfatizó Borges.

–¡Chiquillaaa! –seguía necio Rulfo–, que le pongas chiquillaaa. Luego le dices que te pusiste a medir el tamaño de tu cariño y que dio 685 kilómetros por la carretera.

Los demás lo miraron con extrañeza, pero la mente de Rulfo ya andaba, como el viento, rascando otras techumbres lejanas.

Huelga decir que aquello terminó en borrachera. El viaje al Oxxo con los escritores merece su propia historia.

Al final, mejor escribí este cuento, porque eso de pedir consejo a otros escritores termina siempre en tragedia o en borrachera.

pachecobenjas@gmail.com

*Es periodista, quien gusta de practicar la literatura y la fotografía. Ha sido reconocido en certámenes de poesía, cuento y ensayo

De la imagen primitiva a la obra de arte

Un mapa inscrito sobre papel señala coordenadas extrañas. Está sembrado de signos amorfos, símbolos que guían la mirada a rutas inciertas. Cartografía que encripta un saber destinado sólo para aquellos que abren los ojos sin amarras ni razonamientos. Las imágenes primitivas que desarrolló el Homo sapiens surgen de la necedad y la zozobra, la representación como tabla de salvación, espejo de sí mismo, liberación del ser.

No hay necesidad de datar cuándo empezamos a arrojar fuera de nuestra caverna personal lo que observamos y sentimos, aquello que experimentamos; nada determina el lindero entre la imaginación y la realidad, pues los primeros pictogramas son una necesidad inconsciente que satisface y extenúa la angustia para descubrir que la vida es un rayo poderoso, un amanecer efímero, una nube diluida, un parpadeo matutino.

Buscamos sobrevivir y trascender. En nuestra corta estancia desde que utilizamos la razón para explicar, saber y descubrir, el conocimiento maduró las circunvoluciones del cerebro, y la huella genética que nos demanda mostrarnos únicos y diferentes allanó la habilidad para crear a través de líneas, formas, color, luz e imágenes que hacen de nosotros una pléyade de existencia, un universo propio. Estamos y somos, no solos, sí con el otro como reflejo y testigo de nuestra presencia.

No hay necesidad de descifrar las obras de arte, sí de contemplarlas. La mano de quien las creó filtra sus emociones y sentimientos cuando las observamos. De la figuración a la mancha, del color a la luz, las obras de arte tejidas en lienzos, madera, papel, bronce, mármol o piedra resguardan señales que nos permiten navegar en el mar de nuestra historia, la nada y el todo que nos circunde. Un dibujo que nace de las manos de una niña, la belleza de un rostro que sobrevive al Vesubio, un paisaje con iluminación mortecina, una piedra que adquiere significado, la geometría silvestre de la naturaleza, el color y la forma por sí mismos. La necesidad de representar la vida brota cual impulso por explicarnos, por encontrarnos.

Una obra de arte, sea una pintura, un

grabado o una escultura posee un estigma que nos confronta de manera sencilla para leernos en una narración provocativa, sugerente, nunca limitante, abierta para que en ella quepan los significados que satisfagan ansias diminutas, expectativas grandilocuentes; una pintura es una ventana, una ventana es un horizonte. Cada uno mira la distancia según el ánimo le embargue, acorde la mirada al temperamento, mancuerna que nos regala esa posibilidad de ver la belleza en lo simple, la complejidad clara; somos aduanas que permitimos el paso de aquello que nos nutre, extasía o confunde.

Quizá debemos hacer un alto y hurgar en métodos más humildes. Uno puede posarse frente a una pintura y no pensar, dejar que la mente flote y el espíritu que ata nuestra existencia al aliento huela el pigmento, sienta la pincelada, se sorprenda de la mácula y recorra con los ojos cada contorno, sombra, volumen y en una lánguida y eterna pausa del tiempo atrape esa señal que el artista imprimió en ella. Quizá lo sienta, quizá no, no hay juez que dicte sentencia, sólo hay posibilidades para tocar el alma. Las obras de arte son libros, cartografías por descifrar, mapas que guardan rutas para conquistar vírgenes océanos.

franciscomorenovaluador@gmail.com

*Posee estudios superiores en Letras Hispánicas y Artes Visuales. Crítico de arte, escritor y editor. Es perito valuador certificado de arte, museógrafo y curador. Tiene más de 30 años de experiencia en el sector cultural, con especialidad en artes visuales

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Foto: Vanessa Rodríguez Magaña

Esta mañana, refrescando mi piel con la brisa al lado de las cercas que impiden el paso a la playa sucia, me negocio a mí mismo recorrer a pie el tramo largo que va del malecón de Ensenada hasta el centro del puerto, a cambio de fumarme un cigarro que pronto se consume entre mis dedos.

El color grisáceo del paisaje a temprana hora parece no atraer a los paseantes y las banquetas por donde camino se encuentran semivacías. De vez en vez, veo pasar en sentido contrario a mi andar a personas que vienen solas o en parejas, mientras los graznidos de unas aves que alzan vuelo y planean sobre el mar me acompaña constantemente sin interrupción. Mi primer pensamiento es que hay más pájaros que gente. El segundo, es la idea de que mis cavilaciones alzan vuelo y graznan igual, una tras otra hasta caer en picada y enterrar su pico en el ánimo más íntimo, como si yo mismo fuese un mar y ellas sus propias criaturas aladas a las que intento sólo mirar sin emitir juicio alguno; dejarlas pasar, elevarse y dejarse caer. Me viene a la mente la palabra «juicio». Entiendo el término como un dictamen que le abre la puerta a una condena y me estremece.

Se manifiesta ante mí la frase dicha por Albert Camus en el contexto de su novela El extranjero: «En nuestra sociedad, si un hombre no llora en el funeral de su madre, puede ser sentenciado a muerte». En la trama de esta obra publicada en 1942, se presenta a un hombre llamado Mersault quien choca con las convenciones sociales de aquella época, comete un crimen y por ello se lo condena a morir. En las acusaciones, el personaje es señalado por el desdén y la indiferencia mostrada en ciertos hechos, haciendo hincapié en detalles como el hecho de fumar, dormir y beber café con leche en el funeral de su madre; prueba contundente de una sensibilidad insultante para todos aquellos que lo miran.

Me pregunto: ¿Y si Camus hubiese vivido nuestros días y ambientado la historia aquí, en esta época? Pensaría que el protagonista no se habría encontrado inmerso en acusaciones de apatía y falta de sufrimiento. Yo, por ejemplo, estaría ahora viendo a los mencionados pájaros volar en dos parvadas y el más grande de ellos me traería el café negro y amargo que acostumbro tomar desde hace años. El efecto placentero de la bebida y el sabor intenso me recordarían tantos momentos dolorosos en que

me acompañaron y las culpas que su efecto pudo paliar tantas veces. Volarían por mi mente las imágenes de mi hija de un año llorando en brazos de su madre en aquel momento de verme salir de casa con maletas para no volver más. Llegaría con otro aleteo un carrusel con fotografías de las mujeres a quienes no supe retener junto a mí. Aquella a la que amé y dejé, buscando evitar que me tragara un camino arenoso; aquella otra a quien amé por su virtud de mirarse al espejo como nadie; la mujer que me sacó de un incendio y me llevó consigo lejos; una más que me dio bebida y me alimentó en el extravío; o esa otra que se fue al pensar que estaba muerto; ésta que bailó conmigo una noche entera y se esfumó entre mis brazos con el alba; la que quiso convertirse en marea y quedarse en el océano para siempre… ¿Sería acusado de buscar el consuelo en la vida «con corazón de criminal»?

No sentir culpa ni ternura por la imagen de Cristo ensangrentado y clavado sobre un leño aterrador. Sentirse ajeno a la desventura de un ser que fue martirizado para pagar nuestros pecados, no sería tema de descrédito. No podría ser agravante para pronunciar el fallo sobre el cometimiento de acto criminal alguno. En nuestros días,

gozamos de libertad para concebir al Creador con parámetros más universales y prescindir de la necesidad de sacrificios rituales o morales. Me cuestiono a mí mismo mis principales culpas y delitos, sin haber llegado al extremo de privar de la vida a otro ser humano. Las deudas reunidas que no se lograron saldar, las penas derivadas de las rupturas amorosas, los rencores surgidos al competir por las escasas posibilidades de ganar alguna jerarquía. No pensaría que por asumir distinto a los demás una creencia, juzgarían a mi alma dura y propensa a la maldad. La maldad que en el término más general de cualquier diccionario es la cualidad de malo, en la cual caben la injusticia y la falta de esa disposición de encontrarse en el otro. Tal vez, pienso, la sociedad juzga precisamente debido a la injusticia que late dentro de ella, que provoca la intolerancia, la furia, el odio. Tal vez, pienso, sean cosas que un hombre solo no puede resolver, y debo detenerme pues ha salido el sol y el calor es fuerte y agobia.

*Nace en Tijuana. Narrador y ensayista. Tiene estudios de Literatura y Gestión Cultural. Ha publicado en diarios y revistas de Baja California y antologado en la selección de poesía y relato breve latinoamericano “Nocturnal”. Reside en el puerto de Ensenada

Martes 16 de noviembre a miércoles 15 de diciembre de 2021 22 Ilustración: Cortesía
“¿Y si Camus hubiese vivido nuestros días y ambientado la historia aquí, en esta época?”

Un gran paso en la evolución intelectual del individuo es la definición personal de las cosas, lo que significa fundamentalmente tener un criterio propio basado en la comprensión más o menos profunda de la realidad. Lo mismo es para los grupos humanos, para las ciudades.

Para los capitalinos –y no me refiero a la Ciudad de México–somos unos chicharroneros. Y para la gente de la culturalmente poderosa Tijuana, Ensenada es un parque de diversiones muy sano. Es sencillo, los mexicalenses van con el orgullo de ser una tierra muy caliente, algo así como emblema climático del que se desprende la palabra “desierto”, y que bien funda un espacio creativo. Los tijuanenses, en cambio, tienen el encanto de ser el paso de la nación y la derrama de basura. Pero también las historias de todos lados sobresale.

poesía amorosa que se cocina en la actualidad, que no deja de ser la materia que digerida alimentará a otras generaciones, sino a una modesta pero constante exportación de ideas porteñas al exterior.

¿Qué podemos decir los porteños? No vamos a presumir, porque en nuestra puerilidad no sabemos decir los qué, pero cada palabra que intentamos poner en su lugar tiene su mensaje, y me gusta pensar que la palabra “puta” –¡qué escándalo!–, dice mucho más que lo obvio. Y que si miramos al mar no es únicamente para escribir de su belleza azul, y que podemos escupir en él para llenarlo no sólo de frases amorosas.

Los porteños, aclaremos, venimos de y vamos para todos lados también.

“Ensenada aún tenemos la necesidad de experimentar para un día tener nuestras propias definiciones”

En Ensenada vamos con calma. Hacemos reuniones para mirar las estrellas, y apenas nos vamos acercando en número de muertes a esas otras localidades. En Ensenada aún tenemos la necesidad de experimentar para un día tener nuestras propias definiciones. No está mal, sería como decir que es desagradable ser joven. Pero en nuestra juventud, o insensatez, tenemos a nuestros autores más maduros, los que toman la palabra. No me refiero a ese gran pastel de

En el puerto nace el suplemento Palabra –a eso quería llegar–. Es el espacio donde concurren esas palabras que se quieren acomodar bien, y en donde he leído lo que quieren decir los porteños, pero también los citadinos, los chilangos o los regios; los del desierto y los de la frontera. Y de todos los que podría nombrar. Sólo diré que aquí sigue Rael Salvador, con su trabajo necesario y generoso y su labor de definición, pero también de difusión. Aquí crecemos.

todoestodo@gmail.com

*Nace en Ciudad de México. Biólogo por la Universidad Autónoma Metropolitana. Estudios de postgrado en Ecología Marina en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE)

LA REDACCIÓN FANTASMA

Por Joatam de Basabe*

CUANDO TENÍA YO veinte años nació una agrupación llamada Pluma Joven A.C., que a la vuelta de un año evolucionó para convertirse en una asociación civil. Desde entonces he pertenecido a este proyecto que en el presente 2021 cumplió sus primeros diez años de vida. En esta parte del camino es cuando uno debe tomar un momento para sentarse, ver hacia atrás y evaluar si ha valido la pena todo el tiempo y esfuerzo dedicado a promover la escritura y la lectura.

Hemos organizado nueve programas de intercambio de libros –y si todo sale bien este mes realizaremos un Libro Fest más, del 26 al 28, en la Ventana al Mar–, seis encuentros de escritores de trayectoria nacional con jóvenes principiantes, un buen número de talleres, presentaciones literarias, sesiones de lectura en voz alta, pláticas en escuelas, entre otras actividades. También hemos publicado algunas antologías con textos de escritores locales y hemos publicado frases de talentos de Ensenada en camisetas que a la fecha perduran.

las que hemos atravesado para concretar cada uno de los festivales, encuentros y demás.

¿Qué satisfacciones nos ha dejado? Definitivamente nos ha dejado muchas satisfacciones. Hemos visto crecer a jóvenes que se han formado en esta asociación y han volado para multiplicar el esfuerzo, conformando nuevas agrupaciones de gestión cultural. Hemos recibido el agradecimiento de las personas que gracias a Libro Fest pudieron acercarse a la lectura. Incluso hemos establecido vínculos entre grandes escritores y nos han felicitado por los encuentros ELIGE.

“Hemos visto crecer a jóvenes que se han formado en esta asociación y han volado para multiplicar el esfuerzo”

Un caso que en lo particular me llena de satisfacción es el de un joven que actualmente es un escritor revelación con un gran porvenir, y en meses pasados nos dijo que gracias a nosotros se adentró en este mundo y hasta estudió literatura. El novel escritor añadió que esperaba con ansias los encuentros de intercambio de libros para abastecerse para todo el año.

¿Cuánto hemos invertido en esto? Si hablamos de recursos económicos han sido muchos miles que han salido de nuestros bolsillos, de las cuentas de empresarios locales que han creído en este proyecto cultural y en mínima parte del gobierno. Si consideramos el tiempo han sido cientos o miles de horas a lo largo de estos diez años, pues para cada evento, cada actividad, se invierten muchas horas de trabajo. Si nos fijamos en el esfuerzo veremos que ha sido un sinnúmero de gestiones, rechazos y angustias

Sin duda, cada segundo de estrés nos ha dado la satisfacción permanente de saber que lo que hemos hecho ha sido de provecho para la sociedad, que hemos puesto nuestro granito de arena para formar los cimientos de un mejor país.

*Es licenciado en Ciencias de la Comunicación, trabaja en los medios desde 2009 y actualmente cursa estudios de maestría en periodismo digital. Ha sido galardonado con el Premio México de Periodismo en 2017, 2019 y 2020

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Por Foto: Enrique Botello

Desde el neorrealismo italiano que surgió en 1945 a fines de la posguerra –Segunda Guerra Mundial– con la película de Roberto Rossellini (1906-1977), Roma, ciudad abierta, el movimiento vanguardista fílmico deslumbró fulgurantemente en el panorama cinematográfico mundial.

Con figuras tan destacadas como: Vittorio De Sica (19011974), con El limpiabotas (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Milagro en Milán (1951); Luchino Visconti (19061976), La tierra tiembla (1948), Bellísima (1951); Robert Rossellini, Paisá (1946), Alemania, año cero (1948), Stromboli, tierra de Dios (1950); Alberto Lattuada (1914-2005), El bandido (1946), Sin piedad (1948); Giuseppe De Santis (1917-1997)), Caza trágica (1947), Arroz amargo (1949); Federico Fellini (19201993), Los inútiles (1953), La strada (1954), entre otros, el neorrealismo italiano tenía como propósito fundamental exponer las condiciones socioeconómicas y culturales de su época, y lo hizo con una brillante naturalidad.

Recuperando el legado del neorrealismo italiano, el realizador contemporáneo Roberto Capucci, revela en Mi hermano, mi hermana (2021), los profundos secretos que se han sedimentado durante décadas en una familia italiana de clase media.

Al fallecer su padre los hermanos Nikola (Alessandro Preziosi) y Tesla (Claudia Pandolfi), se encuentran con la sorpresa de que su testamento los obliga a vivir juntos durante un año en la casa familiar para poder acceder a su herencia.

Después de veinte años de no haberse visto, la situación se torna complicada debido a la pervivencia de una serie de resentimientos y desacuerdos en sus estilos de vida. Mientras Nikola lleva una vida libre dedicada al kitesurf –surf de vela– en diversas playas, Tesla se ha abocado por completo a su hijo Sebastiano (Francesco Cavall) quien sufre de esquizofrenia, enfrenta además fuertes conflictos con su hija Carolina (Ludovica Martino).

A pesar de que en un inicio Nikola y Tesla mantendrán múltiples disputas

y confrontaciones, inadvertidamente emergerán nuevos vínculos, como el de Sebastiano –que es un dotado violonchelista– y su tío Nikola, por su amor a la música, todo en una nueva armonía familiar. También habrá un acercamiento de Nikola con su sobrina Carolina quien allanará el camino de reconciliación con su madre.

Mi hermano, mi hermana se estrenó el 8 de octubre de 2021 en Internet, por Netflix.

Roberto Capucci (Roma, Italia) es un escritor y director de cine italiano, autor de: Il frutto proibito (2008), Da Lucia (2009), Il giorno del mio compleanno (2011), Ovunque tu sarai (2017), entre otros.

Mi hermano, mi hermana –Mio fratello, mia sorella; My brother, my sister/ Italia, 2021–. Dirección: Roberto Capucci. Con: Caterina Murino, Francesco Cavallo, Alessandro Preziosi, Ludovica Martino, Frank Gerrish, Claudia Pandolfi, Stella Egitto, Fausto Morciano; guion: Roberto Capucci; fotografía: Andrea Arnone; música: Valerio Calisse; edición: Francesco Galli. Duración: 110 minutos.

fernamancillas@yahoo.com

*Profesor de Tiempo Completo, Titular B, de la Universidad de Sonora, México. Investigador invitado en el Centro de Estudios México-Estados Unidos por la Universidad de California en San Diego (UCSD), 2000-2001

Caso Enrique Servín, la impunidad por delante

Van más de dos años de impunidad. Ni el exgobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, y menos el extitular de la Fiscalía General del Estado (FGE), César Augusto Peniche, pudieron, como en muchos casos más, cumplir con su promesa de resolver el crimen del escritor Enrique Servín.

El 9 de octubre de 2019 el poeta, traductor y defensor de lenguas originarias fue localizado sin vida en su domicilio. Aunque las primeras versiones señalan que el caso apuntaba a que se trató de un asalto, las autoridades no fueron capaces siquiera de tener una línea de investigación sólida.

Ese día, el entonces mandatario estatal lamentó el crimen a través de las redes sociales, envío “un abrazo solidario a la familia del autor”, y manifestó que tras la muerte del connotado intelectual quedaba un legado invaluable en la comunidad cultural, particularmente como “promotor incansable de las lenguas indígenas”.

En su función de jefe del Ejecutivo, Corral Jurado se comprometió a que la FGE realizaría una investigación “rigurosa” para resolver el crimen.

Desde esa fecha hasta el último día de la pasada administración –hace unas semanas–, Peniche se dedicó a dar atole con el dedo a la comunidad artística de la entidad, luego de que escritores de todo el país lamentaron que el asesinato de Servín fuera parte de las cifras de la impunidad que imperan en ese estado del país, donde el 85 por ciento de los crímenes cometidos durante el año 2019 estaban sin resolver.

Unos días antes de que terminara su gestión, Peniche –quien por cierto fue cuestionado por construir una mansión en uno de los fraccionamientos más exclusivos de la capital de del estado de Chihuahua– aseguró que las investigaciones “estaban avanzadas”.

De este modo, el caso Servín ejemplifica la debilidad de las instituciones en esa entidad federativa durante la gestión del panista Corral Jurado, pero también muestra la ineficacia y la falta de sensibilidad y compromiso no sólo con la familia del poeta, sino con la comunidad artística. Me refiero a Concepción Landa García Téllez, extitular de la Secretaría de Cultura estatal, quien desde su puesto de comodidad, poco hizo para presionar a las autoridades judiciales a que dieran respuesta puntual en las investigaciones.

De Landa sólo queda su paso gris por la secretaría a su cargo y un viaje con gastos pagados por el erario a las ciudades de París y Madrid donde radicaban dos de sus hijas. Esto fue durante la comisión oficial que efectuó en marzo de 2019 para asistir a la Feria del Libro en Londres, Inglaterra.

Hoy sólo queda esperar a que el gobierno del estado, dirigido por María Eugenia Campos, dé un giro en el caso de Enrique, como ya lo ha hecho en otras situaciones para bien del estado de Chihuahua.

antoniofloress@yahoo.com.mx

*Nació en Chihuahua. Se ha desempeñado en varios medios impresos mexicanos durante los últimos 23 años.

Es autor de dos libros, promotor cultural y editor de la revista literaria Poetripiados. Actualmente trabaja en edición en El Diario de Juárez

Martes 16 de noviembre a miércoles 15 de diciembre de 2021 24
Foto: Cortesía Foto: Cortesía

“El producto principal es la vida, de la cual lo demás son sólo astillas y despojos. Mi oficio y mi arte es vivir”. Michel de Montaigne

Amenudo cedo a la tentación de creer en la existencia de un duende capaz de tejer los hilos de las serendipias librescas. De pronto, las más improbables lecturas irrumpen en el camino y arrojan frases o ideas capaces de explicar o iluminar un momento determinado de nuestra vida o de la historia. Cuando una duda o una angustia machacona se ha instalado en nuestra cabeza, nos sale al paso un libro que arroja luz sobre ella. En viaje relámpago por Monterrey me hice de la biografía de Michel de Montaigne escrita por Stefan Zweig. Pocas veces se da el caso en que biógrafo y biografiado desarrollen semejante juego de espejos. A Montaigne, pensador francés del siglo xvi y padre del ensayo literario como género, lo veo reflejado y casi encarnado en su biógrafo Stefan Zweig, ensayista austriaco de principios del siglo xx. Cuando Zweig explica lo que siente al leer a Montaigne, parece estar definiendo lo que siento yo al leer a los dos en el otoño 2021. Hay en estas páginas un tú que se refleja en mi yo, la distancia queda abolida, el tiempo se separa de

los tiempos. No tengo conmigo un libro, una literatura, una filosofía, sino un hombre del que soy hermano, un hombre que me aconseja, que me consuela y traba amistad conmigo, un hombre al que comprendo y que me comprende. Si tomo los Ensayos el papel impreso desaparece en la penumbra de la habitación, escribe el austrohúngaro para describir su sensación al leer los Ensayos del “Señor de la Montaña”. A Zweig y a Montaigne los hermana la claridad y la templanza de ideas en medio de escenarios de tormenta y delirio. Tanto el francés como el austriaco vivieron periodos de auge artístico, científico e intelectual donde la humanidad parecía estar alcanzando un elevadísimo pico de sabiduría y racionalidad. Montaigne vivió el Renacimiento, Zweig la Belle Époque y ambos tuvieron tiempo para maravillarse con entornos que parecían alcanzar el éxtasis, inmersos en una carrera donde había prisa por dejar atrás las tinieblas y la ignorancia. Pero, precisamente cuando el arte y la razón colocan sus banderas en la cima, irrumpe la barbarie y el infierno. A Montaigne le tocó vivir muy de cerca la sanguinaria demencia de las guerras de religión que en Francia fueron particularmente sádicas entre católicos y hugonotes, mientras que a Zweig le tocó ver el desmembramien-

más improbables lecturas irrumpen en el camino y arrojan frases o ideas capaces de explicar o iluminar un momento determinado de nuestra vida o de la historia”

to del Imperio austrohúngaro en la Gran Guerra y el posterior ascenso del nazismo que acabó por tragarse a los austriacos. un placer vivir, pero cada vez que la ola asciende demasia do rápida y escar pada, cae como una catarata con tanta más fuerza. Siempre que el es pacio se ensancha el alma se tensa escribe el austriaco. Así me siento en estos tiempos.

En 1942 Stefan Zweig escribió su testamento literario, El mundo de ayer y tras concluirlo se quitó la vida. Refugiado en Brasil a donde llegó huyendo del horror nazi, Zweig, quien tenía una plena conciencia de los vaivenes de la historia, creía estar llegando a un punto de no retorno. Su libro es desgarrador, porque nos refleja cómo su mundo entero se destruyó por completo en unos cuantos años. El siglo xx fue “rico” en apocalipsis diversos. No se llegó al final de la raza humana, pero sí a la completa devastación de culturas y formas de vida. Cuando creemos que la humanidad ha domado a sus ancestrales pesadillas, renacen de sus cenizas nuestros añejos jinetes apocalípticos y nosotros demostramos con nuestras reacciones ser no tan distintos al hombre medieval. Hoy más que nunca necesitamos volver

a honrar las ideas y el librepensamiento frente a la enajenación del dogma y el pensamiento único.

*Nació en Monterrey, Nuevo León. Ensayista y periodista. Reside en Tijuana desde 1999. Premio Estatal de Literatura Baja California 2010 por Réquiem por Gutenberg y ganador del premio literario de la Fundación El Libro, entre muchos otros. Autor de Juglares del Bardo, El lobo en su hora, Bajo la luz de una estrella muerta

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danibasave@hotmail.com
“Las

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