Semana Santa 2018 Cartagena
COFRADÍA MARRAJA
José Capuz y la renovación del mensaje procesional del Viernes Santo
creadas por el escultor José Capuz a partir de la década de 1920. Fue en esa época cuando la cofradía decidió renovar y enriquecer su patrimonio escultórico, hasta entonces limitado en su mayoría a imágenes de vestir que, salvo excepciones, contaban con mayor valor histórico que estrictamente artístico. Al mismo tiempo, esa decisión de renovación era también un eco de la transformación experimentada por la propia ciudad tras la destrucción sufrida en la revolución cantonal, cuando el extraordinario desarrollo económico y poblacional había conducido también a la renovación del antiguo paisaje urbano, dominado hasta entonces por su función castrense, con una arquitectura burguesa modernista volcada hacia el espectáculo de la calle y el puerto.
Fotografía: Moisés Ruiz
Con la destrucción de una gran parte del patrimonio artístico de carácter religioso sufrida durante la guerra civil, y ante la necesidad de reposición de las piezas desaparecidas, a las cofradías pasionarias se les planteaba la disyuntiva entre uno de estos dos criterios: la realización de una copia mimética del icono desaparecido, o bien el encargo de una obra original a un artista de reconocido prestigio, en la esperanza de que el valor artístico de su nueva creación pudiera estar a la altura del referente desaparecido.
situación, en el nuevo contexto con frecuencia instrumentalizado por el régimen franquista, donde la estética del barroco hispano se adoptaría como uno de los referentes de los valores nacionales. No parecía, por tanto, el escenario más propicio para explorar nuevas aportaciones estéticas, mientras que la evocación más o menos mimética de las imágenes desaparecidas ofrecía la seguridad de la aceptación popular, que vería “regresar” sus imágenes tradicionales, dolorosamente perdidas.
No era ésta una elección sencilla en el ámbito de la Semana Santa, donde, a la añoranza de las imágenes desaparecidas, avaloradas por vínculos devocionales y tradicionales en ocasiones centenarios, se unía la urgencia por reanudar los cultos y normalizar la
Algunas circunstancias singulares favorecieron un planteamiento un tanto diferente en el caso de la cofradía cartagenera de los Marrajos, afectada por la desaparición de gran parte de su patrimonio, pero que había conseguido conservar las piezas de mayor interés
Fue en ese contexto cuando la cofradía, en junta general celebrada el 21 de mayo de 1924, adoptó la decisión de “que un escultor de fama haga un grupo de La Piedad y que se vayan sustituyendo las efigies de los tronos por otras en las que se haga un verdadero derroche de arte”.1 Así las cosas, el haber conseguido conservar los grupos de La Piedad (1925) y el Descendimiento (1930), así como el Cristo Yacente (1926), obras todas de José Capuz, facilitaba la elección del criterio a adoptar, puesto que las piezas desaparecidas o bien eran obra del propio Capuz - que se encontraba disponible y en plenitud de facultades creadoras - o bien carecían de un destacado valor artístico. Esto era así en la mayoría de los casos, salvo en el caso de la antigua imagen de San Juan, destacada obra de Francisco Salzillo, alabada por intelectuales y poetas, y de indudable éxito popular. Se podía justificar, por tanto, la tentación de encargar una copia fiel del icono salzillesco que, a buen seguro, hubiera contado con el inmediato beneplácito de los cofrades y cartageneros en gene-
1. El Porvenir, Cartagena, 22 de mayo de 1924, p.1, en LÓPEZ MARTÍNEZ, J.F. (1995): Configuración estética de las procesiones cartageneras, Cartagena: Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, p.: 52.
62