Jaim Jadashim Nueva Vida
Moshé Montefiore, el Sefardí más benefactor Michel Zuckermann
L
ivorno, puerto franco de la Toscana donde siempre se permitió la libertad religiosa, vio crecer una próspera comunidad judía y vio nacer a dos enormes sefardíes: A. Modigliani, en 1884, y Moshé Montefiore, nacido exactamente cien años antes. Montefiore, no obstante, vástago de una familia acomodada, creció y fue educado en Londres, donde no hacía mucho que se había permitido el regreso de los judíos y donde se había instalado su abuelo, Moshé Jaim Montefiore. En 1812, a la edad de 28 años, se casó con Judith Cohen, hija de Levi Barent Cohen, entonces el judío más rico de Inglaterra. A través de la cercanía de los Rothschild, medró tanto que se hizo inmensamente rico y decidió dejar de trabajar a la edad de 40 años. Fue entonces cuando empezó su etapa pública.
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Entre 1835 y 1874 dirigió la Junta de Diputados Judía, la organización más importante de la judería británica. De 1837 a 1838 sirvió como teniente de alcalde del ayuntamiento de Londres. Y ese mismo año, la reina Victoria le nombró caballero del Imperio Británico por su gran dedicación a la caridad. Se involucró en el caso de Edgardo Mortara, y en el libelo de los judíos de Siria cuando los judíos de Marruecos fueron sometidos a pogromos en 1863, Montefiore trabajó para obtener una declaración de defensa y la igualdad de derechos para los judíos. De manera similar, trabajó para los judíos de Rumania en 1867 y en muchos otros lugares. Incluso cuando ya tenía noventa años, estaba dispuesto a irse a luchar por el bien en nombre de las comunidades judías perseguidas. En sus actividades en nombre de los judíos de la Diáspora, Montefiore actuó por un sentido de hermandad con todos los judíos en el mundo, y se basó en el principio de la responsabilidad mutua: “Todo Israel es responsable el uno del otro”. Visitó Israel en siete ocasiones, a pesar de que el Oriente Medio estaba plagado de fatigas y peligros, pero él empeñado en desarrollar la calidad de vida de los judíos que habitaban las cuatro Ciudades Santas: Jerusalén, Tzfat , Tiberias y Jebrón. En Jerusalén encontró que había un total de “50 familias sefardíes, 40 asquenazíes y 200 viudas viejas, en la pobreza y la miseria”. Él y su esposa hicieron una contribución a los residentes e instituciones de la ciudad.