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II
EL MISTERIOSO ASUNTO DEL ANCIANO MARINERO Por
CMO
Mar del Plata, en casa de Vallejos 15 de marzo de 1980 Esa madrugada cuando sonó el teléfono como un silbato de locomotora, el insomnio me había jugado una mala pasada. Hacía calor y la humedad empapaba las sábanas. Lorena roncaba a pata ancha ocupando las dos terceras partes de la cama (como siempre) y apenas tuve voluntad para estirar el brazo y levantar el tubo. —¿Dormías, hermanito? —la voz del Flaco resonaba clara y estridente por la línea. Algo ininteligible balbuceé y alcanzó para que mi amigo entendiera la situación. No esperaba demasiada condescendencia de mi parte y arremetió: —Disculpá la hora, pero te aviso que mañana me tenés en Mardel. ¿Te enteraste de la buena nueva en el puerto? Prefectura está que arde. A mí me huele a “pescado podrido” y eso me entusiasma… No entendía nada, pero supe disimular mi desconcierto. Un malestar físico similar a resaca me subía por la garganta. Me levanté en busca de algo fresco y continué la conversación en el living. El Flaco seguía imparable: —Parece que… Un traficante de… El intendente se va a… Todo resultaba muy sensacional y mi compañero no me dejaba meter bocado. Resolví pararlo en seco: —Bien. Mañana hablamos. No era una novedad. Manuel Alfaro se dejaba ganar por la ansiedad cuando un caso lo atrapaba como si un fuera un chico con juguete nuevo. Me lo imaginaba preparando algunas pilchas en una maleta y cargando nafta al Gordini para salir de inmediato. Viajaría lo que restaba de la noche y hoy en horas del mediodía estaría tocando timbre.
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