Revista Occidente Nº 517 | Junio 2021

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de C y utilizaba afinación por cuartas. La segunda, con el tiempo terminó teniendo cuatro cuerdas, no poseía trastes, sus agujeros tenían forma de F y se afinaba por quintas. Si bien por muchos siglos la “da gamba” sería la más importante, posteriormente la segunda, compuesta por violín, viola y violoncelo, terminaría desplazándola en importancia y teniendo la presencia exclusiva en la sección de cuerdas de la orquesta. Ambas familias, por cierto, estaban compuestas por instrumentos de distintos tamaños, cada uno con distintas tesituras. En las de gamba, la más grave por mucho tiempo fue la viola bajo. Hasta que en el siglo XVI aparece el violone, más grave aún y, por supuesto, de mayores dimensiones. El origen preciso del contrabajo, en cambio, aún se discute, pero se cree que el tal violone, combinado con características propias de la familia del violín, sería lo que desembocaría en el contrabajo. Pues, si bien, a pesar de que este pertenece a la familia del violín, por lo que no posee trastes, conservó algunas características de las “da gamba”, como la afinación por cuartas y “hombros” más caídos, que permitirán que el ejecutante pueda abrazar más el instrumento para tocar ciertos pasajes más complejos.

a darle un cierto protagonismo al ronco instrumento en sus sinfonías, otorgándole algunos pasajes solistas, como en la primera parte del Finale de la Sinfonía No. 9 (“Coral”). Pero donde el contrabajo encuentra su consolidación es en el compositor, director y contrabajista italiano Giovanni Bottesini. Con su contrabajo de tres cuerdas se convirtió en el mayor virtuoso de la época, siendo llamado el año 1938 el “Paganini del contrabajo”. Aclamado en cada lugar del mundo donde se presentaba, desarrolló la técnica definitiva del llamado arco francés en el contrabajo (que se toma de la misma forma que el de los demás instrumentos de la familia, con la mano por encima y la palma hacia adentro) y sus obras aún forman parte del repertorio obligado de los contrabajistas de conservatorio. De ahí en adelante, los grandes compositores le dedicaron mayor atención al instrumento otorgándole solos orquestales importantes, como Mahler en el tercer movimiento de su Sinfonía No.1 en Re mayor. Prokofiev y Stravinski también le dedicaron pasajes importantes en sus obras. Y aunque desde el período clásico hubo algunas piezas para contrabajo solista, eran pocas. Ya con el siglo XX, la suerte del contrabajo cambiaría por completo, con un importante número de obras dedicadas a él. Pero, sobre todo, encontraría su más importante nicho en un nuevo estilo musical surgido en los Estados Unidos: el jazz. También se estandariza su afinación, mi-la-re-sol, desde la cuerda más grave a la aguda, aparecen grandes solistas y se construyen contrabajos de menor tamaño, lo que significa una revolución pedagógica para el instrumento, ya que ahora desde temprana edad se lo podía estudiar.

EL LARGO CAMINO HACIA LA INDEPENDENCIA Como ya se mencionó, una vez que la familia del violín hubo llegado a un nivel insuperable en cuanto a construcción, reemplazó definitivamente a la familia “da gamba” en la orquesta, a fines del barroco. En dicho contexto, el contrabajo vino a aportar una mayor riqueza a la sección de cuerdas, al extender hacia abajo el registro de esta. Durante décadas, continuó variando su conformación. En el siglo XVIII tenemos al llamado “violone vienés”, que era ya un tipo de contrabajo, pero de cinco cuerdas. A mediados de dicho siglo, ya adquiere su forma definitiva, aunque aún hay variabilidad en el número de cuerdas y en la afinación. Si bien cada vez más imprescindible, su uso se limitaba a doblar a la octava grave la línea de bajo de los violoncellos y sostener la línea del bajo si a estos se les encomendaba una melodía. Ese era su trabajo, el de un simple apoyo de los chelos, hasta la llegada de Domenico Dragonetti, compositor y contrabajista italiano que consiguió una mayor complejidad en la técnica del arco (crea el llamado “arco alemán” que se toma con la palma hacia adelante, lo que permite fuerza al tocar sin perder precisión en el paso del arco) y es considerado el primer virtuoso del instrumento. A fines del siglo XVIII, llamó la atención de Haydn y posteriormente, del mismísimo Beethoven, el cual comenzó JUNIO 2 0 21

ENCONTRANDO SU MEJOR LUGAR A fines del siglo XIX surge en Estados Unidos el jazz, producto por excelencia de la cultura afroamericana 60

R E V I STA OCC I DE N T E


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