T E O L O G Í A
A L A N P E R DO M O
DE LA LEY A LA JUSTICIA Y DE AHÍ HASTA LA GRACIA «¡Yo me merezco el perdón de Dios!», «¿Por qué Dios no perdona a todos?», «Hay un Dios justo que va a hacer venganza por mí». Frases como las anteriores son muy comunes entre la gente. Parece que confundimos lo que merecemos con la gracia, mientras en otras ocasiones, exigimos como justas algunas concesiones de gracia. ¿Cuál es la diferencia? Estas reflexiones tratan de presentar la Ley, la Justicia y la Gracia como tres estaciones en el camino de los valores y la conducta humana.
Alan Perdomo @alanperdomo4j Es originario de Honduras. Reconocido maestro de Teología e Historia. Por muchos años trabajó como profesor en el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) en Guatemala. Autor del libro para jóvenes «¿Ytú,quécrees?»
PRIMERA ESTACIÓN: LA LEY, LÍMITES PARA LA CONVIVENCIA Cuando los creyentes escuchamos la palabra «Ley», nos provoca reacciones algo negativas. Sin embargo, sin ley solamente habría un caótico egoísmo en el que no se podría convivir. La Ley (no solo la de Moisés, sino cualquier ley o reglamento) es un conjunto de reglas establecidas para regular las relaciones entre personas. Bíblicamente, Dios estableció reglas a los primeros seres humanos: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer» (Gén. 2:16-17). Además, Él dio la Ley por medio de Moisés. Como tal, podemos concluir que la Ley de Moisés es perfecta, puesto que su autor es Dios mismo (Sal. 19:7). El problema es la manera en la que se utiliza la Ley y el propósito para el que se usa. Si se usa legítimamente, la misma Biblia dice que la Ley «es buena» (1 Tim. 1:8) y «santa» (Rom. 7:12), ya que señala los límites que una persona tiene en sus relaciones con los demás. Sin embargo, La Ley no fue dada para salvación de la humanidad, sino solamente para señalar el camino del bien y del mal. De hecho, como el ser humano está inclinado a lo malo, la Ley terminó solo dando a conocer el pecado (Rom. 3:20; 7:7) y condenando al pecador (Rom. 4:5; 5:13). El que vive bajo la Ley está preso por ella, ya que nadie puede cumplirla a cabalidad, así que todos quedamos bajo maldición (Gál. 3:10). Por lo tanto, es inútil
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querer alcanzar la salvación por las obras de la Ley, ya que ese no fue su propósito. La Ley simplemente señala lo correcto y lo incorrecto, y condena a aquel que hace lo incorrecto. En la práctica, la Ley, los reglamentos, estatutos o normas siguen siendo buenos y necesarios. Sin embargo, ninguna regla por sí misma puede producir personas de elevada conducta y valores. Como dice la Escritura, la ley no puede producir vida; por eso la justicia no es por la ley (Gál. 3:21). Para acercarnos a ello es necesario pasar a la siguiente estación. SEGUNDA ESTACIÓN: LA JUSTICIA, DAR A CADA QUIEN LO QUE MERECE Una definición sencilla de la justicia sería la siguiente: darle a cada quien lo que se merece. Afirmamos con toda seguridad que Dios es justo, ya que juzga perfectamente y le da a cada uno de acuerdo a sus méritos o transgresiones (1 R. 8:32; Sal. 7:11). Bíblicamente, quizá la cumbre de la justicia para las relaciones humanas es reflejada en la llamada ley del Talión (del latín talis, igual o semejante). La norma aparece, entre otros textos, en Éxodo 21:23-25 y se resume popularmente con la frase «ojo por ojo, diente por diente». Recordemos, no obstante, que esa ley no ordenaba que se sacara el ojo de alguien que se lo hubiese sacado a él. El espíritu del mandato era doble: por un lado, buscaba evitar las venganzas personales desmedidas, ya que las penas eran aplicadas por jueces y verdugos, en lugar de ser la persona afectada; y, por el otro, se asignaba una pena proporcional al delito. Éxodo 21:26-36 cita algunos ejemplos que muestran que la retribución era principalmente económica, y nunca más allá del crimen cometido. Aunque sigue siendo, indudablemente, dura, esta ley y las otras ayudaban a mantener el orden social y la justicia en las relaciones entre las personas, hasta que llegara una norma superior (Gál. 3:19). A la vez, existen mandatos en la Ley de Dios que apuntaban a la justicia social. Por ejemplo, se prohíbe cobrar intereses usureros a los pobres (Éx. 22:25; Dt. 23:19); se debía devolver prontamente las prendas prestadas por un pobre para no dejarlo desamparado (Éx. 22:26-27); se permitía a los pobres y forasteros recoger libremente trigo de los campos para su alimentación (Lev. 19:9-10); se ordenaba que los comerciantes utilicen medidas justas en sus negocios (Lev. 19:35-36); cada tres años, los diezmos debían ser entregados a los necesitados (Dt. 26:12); se celebraban los años