DEVOCIONAL “Y quiero hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, han redundado en provecho del evangelio”. Filipenses 1:12 Rev. Luis M. Ortiz
LAS COSAS QUE ME HAN SUCEDIDO, HAN REDUNDADO… Continuando con “las cosas que me han sucedido” (en 1989). El lunes 15 de mayo me trasladaron a otro hospital, yo seguía grave, la pérdida de sangre seguía. Antes de la enfermedad mi peso era de 155 libras (68 kilos); había perdido 47 libras (20 kilos). De modo que mi peso llegó a 108 libras (48 kilos). ¡Era hueso y piel! ¡Ya algunos habían anunciado que me había muerto! En el nuevo hospital me atendía un médico cristiano, tenía que hacerme otro estudio, trajo e instaló su equipo en mi habitación en el hospital. Yo estaba preocupado, nervioso, tembloroso. Le escuché orar, diciendo: “Dame, oh Dios, de Tu sabiduría... Guía mis manos al trabajar con el cuerpo de Tu siervo. Te lo suplico, en el Nombre de Jesús. Amén”. Al terminar su oración, toda preocupación, todo nerviosismo y temblor habían desaparecido, y me inundó una profunda paz y una bendición muy grande; y el médico pudo ver con su instrumento lo que humanamente no podía ser visto. Yo estaba muy débil, pero Dios permitió que comenzara una recuperación lenta, pero constante. Fue un milagro del Señor cuando las ulceraciones en la boca y en la garganta comenzaron a sanar, y podía tomar los líquidos con más facilidad, hasta sanar por completo. Fue un milagro del Señor cuando pude sentarme en la cama sin ayuda alguna, y al cabo de días pude dar unos pasos. Uno de esos días mi esposa le dijo al médico: “Doctor, Dios me dijo que Él iba a hacer un milagro, y yo lo estoy esperando”. El médico le contestó: “Hna. Rebecca, el caso del Rev. Ortiz, ya es un milagro de Dios. Usted sabe que hay milagros que Dios los hace al instante, y otros progresivamente. ¡Ya éste es un milagro de Dios!” En ese proceso de recuperación física, también mi alma y mi espíritu se iban revitalizando (2 Co. 4:16), por medio
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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL
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de la lectura, el estudio y la meditación de las Sagradas Escrituras y del ministerio y la unción del Espíritu Santo enseñándome profundidades de la Palabra de Dios. Todo redundó en provecho del Evangelio. Así como a mí mismo, a mi esposa, y a muchos otros hermanos y compañeros en el ministerio, Dios nos ha mostrado que Él había