DEVOCIONAL “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Isaías 7:14 Rev. Ramón Aponte
EMANUEL, DIOS CON NOSOTROS El ángel se presentó a José en sueños, le dio una serie de indicaciones que debían de ser concretadas cuando naciera el niño. Una de ellas era el cumplimiento de lo que ya había sido establecido por Dios mismo, alrededor de setecientos años antes, cuando habló por medio del profeta Isaías (Is. 7:14). En el Nuevo Testamento, que estaba escrito en griego y no en hebreo, aclara el nombre “Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mt. 1:23). Nos llama la atención que el ángel diera un nombre distinto cuando se le apareció a José que cuando se le apareció a María: “llamarás su nombre JESÚS” (Lc. 1:31). José en persona, ocupando el lugar de padre, “le puso por nombre JESÚS” (Mt. 1:25). Ciertamente “Jesús” era un nombre que cuadraba bien al Niño de Belén, el ángel había hecho la explicación, “llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Jesús significa “Salvador”. De ese modo, “Emanuel”, es la descripción más amplia de lo que significó la encarnación. Cristo nuestro Salvador, pero es mucho más: es la misma presencia de Dios en este mundo, a nuestro lado (Jn. 14:8-10). Todos podemos sentirle cerca. Para los paganos, que habían llegado en algunos casos, como Platón o Aristóteles, a vislumbrar la posibilidad de un Dios único, este era un ser lejano y ausente del mundo. Para los mismos judíos, el temor supersticioso a la posibilidad de “ver” a Dios tenía su raíz en la conciencia de que “Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra” (Ecl. 5:2). Esta frase bíblica ha resonado mucho en la teología de este tiempo, pero para insistir en que ello produce la necesidad del Cristo hombre. Y hablando de teólogos, ¿acaso los de la Edad Media no
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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL
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hablaban de un “deus absconditus”? (dios oculto). Como para demostrarlo, la primera noticia de su llegada fue de sentido popular, a un grupo de personas pobres. No fue un anuncio hecho reservadamente en la corte, para que el rey se enterara del gran hecho. De ninguna manera; Dios que-