AGRADECIMIENTOS
a la sanación en un mundo ya casi sin alma. Así fue que Aráoz concibió un paisaje propio, que pone en escena las tensiones entre la naturaleza y los avances tecnológicos, entre la vulnerabilidad del cuerpo individual y la violencia social, trabajando en una frontera entre la delicadeza y el terror tan desafiante que da lugar a una extraordinaria sensación de asombro.
POR VICTORIA NOORTHOORN
La exposición Nicanor Aráoz: Sueño sólido, que presentamos con orgullo en el Museo Moderno, adquiere especial relevancia en plena pandemia por los modos en que interpela la contemporaneidad en su conjunto. En estos momentos, cuando un virus nos ha sumergido en un escenario solo previsible por la ciencia ficción; cuando el colapso ecológico nos hace pensar en la necesidad de rever las formas de habitar el planeta, de producir y de consumir; cuando la violencia política, racial y de género nos obliga a revisar nuestras formas de estar en el mundo y nuestra propia historia; cuando la ubicuidad de la tecnología como modo de acceso a la realidad nos hace dudar del concepto de verdad, la obra del gran artista argentino Nicanor Aráoz revela su profundo sentido.
Ante tan monumental trabajo, quiero agradecer a Nicanor Aráoz por su enorme pasión y compromiso para llevar a cabo esta gran obra en circunstancias tan complejas como las que trajo el 2020. Estamos orgullosos de la tarea realizada junto al artista y le agradecemos haber transitado los momentos de dificultad e incertidumbre con tanta elegancia y confianza en el equipo del museo. ¡Cómo celebramos, el pasado octubre, el momento de reabrir las puertas del museo con su gran proyecto! Fue un honor la reapertura junto a Nicanor y poder poner al alcance de nuestros visitantes el fruto de su imaginación visionaria.
En su momento, extendimos a Aráoz una invitación abierta, a modo de carta blanca. Lo convocamos a desarrollar un nuevo y ambicioso proyecto para las salas del museo, que contemplase una única situación: su exposición conviviría en el Moderno con la retrospectiva que dedicamos al gran Alberto Greco que el museo preparaba desde hacía ya siete años. Invitamos a Aráoz a hacerle frente, desde la actualidad, a quien consideramos el padre de la contemporaneidad en el arte argentino, aquel Greco que supo ser un artista libre, creador de nuevos paradigmas, el Greco empático y comunitario pero también el Greco provocador y corrosivo que espantó con sus verdades a los conservadores de su tiempo.
Asimismo, agradezco a Lucrecia Palacios, curadora de la exposición, por un trabajo signado por el compromiso y el profesionalismo, tanto al acompañar al artista y a sus diversos colaboradores durante el desarrollo de la exposición y de este libro, como al escribir su bello ensayo para estas páginas. Mi agradecimiento especial a quienes colaboraron en este importante proyecto: Rocío Boffo y Anush Katchadjian del Museo de Arte Oriental, Santiago Cervio, Benjamín Felice, Juan Godberg, Leo Núñez, Hugo Javier Pochado y Nazareno Pereyra.
A tamaña invitación, Aráoz respondió con la calma de un artista que se sabe con la experiencia y el aplomo necesarios. Su proyecto estaría dedicado
En el Museo Moderno, nuestro profundo agradecimiento a Iván Rösler, Almendra Vilela,
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