Economía, política y mundo indígena
Las reducciones Los indios solían vivir en pequeñas comunidades o grupos familiares denominados ayllus, diseminados por todo el territorio. Esto hacía extremadamente difícil la labor de control efectivo por parte de la administración española; ni siquiera se conocía su número real, ya que muchos eludían el control de los colonizadores, refugiándose en las selvas o haciéndose al monte. La división de los indígenas en ayllus —como la mayoría de sus costumbres y actividades tradicionales— obedecía a las necesidades del sistema productivo y del mundo cultural andino, que para los nuevos dominadores europeos era incomprensible, además de parecerles solo una forma de «barbarie» que, aparte de hacer difícil y cara la evangelización, complicaba el cálculo y el cobro de los tributos, mientras que permitía que los indios siguieran impertérritos en sus prácticas «idólatras». Ya desde 1503 —cuando el ámbito territorial de los dominios españoles incluía solo parte del mundo caribeño— una disposición regia, que numerosos teóricos políticos recomendaron a la Corona, ordenaba que los indios fueran agrupados en ciudades y aldeas. Posteriormente, a pesar de la disconformidad expresada por Polo Ondegardo, que consideraba infinitamente mejor la «antigua orden» de los indios51, se decidió que este tenía que ser una panacea también para los problemas del Perú. En el período entre 1532 y 1570 se hizo bien poco para «reducir los indios a pueblos». Como era de prever, en una fase decididamente tan cercana a la conquista, el gobernador Francisco Pizarro prefirió dejar a los indios en sus antiguos asentamientos. En el período siguiente, que se caracterizó por las guerras civiles, el clima político no parecía el más adecuado para preparar un proyecto a gran escala, que además podía herir algunas susceptibilidades, causando la peligrosa resistencia de las poblaciones indígenas, con el riesgo de que este desembocara en una rebelión. En cambio, el licenciado Pedro de la Gasca, ni siquiera se planteó el problema, ya que estaba convencido de que los indígenas vivían en lugares adecuados, o probablemente porque tenía cuestiones más urgentes que atender con los exiguos medios a su disposición. Fueron los virreyes Cañete y Nieva, en la segunda mitad de los años cincuenta y la primera de los sesenta, los primeros que intentaron poner en práctica dicha 51
Polo de Ondegardo, «Relación de los fundamentos acerca del notable daño que resulta de no guardar a los Indios sus fueros», cit., CDIAO, XVII, pp. 1-177; CLDRHP, Iª serie, 3, pp. 45-188.
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