Gobierno temporal y gobierno espiritual
El fortalecimiento del Patronato Real y la reforma del clero Los decretos del Concilio de Lima fueron bien acogidos y sirvieron como base para la posterior obra de consolidación doctrinal llevada a cabo por Toledo, que coincidía con las presiones de la Corona para que estos fueran aplicados. Incluso la orden jesuita, que estaba orientada hacia una nueva y específica línea pastoral37 y que había desembarcado en el Perú junto con el virrey, adoptó como guía las deliberaciones del Concilio. Sin embargo, no obstante la favorable acogida que tuvieron en el seno de las jerarquías eclesiásticas y los esfuerzos de Toledo para superar gran parte de las principales disfunciones, el cumplimiento efectivo de los principios tridentinos se habría llevado a cabo solo con el III Concilio de Lima de 1582-1583. La ineptitud moral de una buena parte de los religiosos y la falta de una penetración eficaz en el corazón del mundo indígena, debido tanto al tipo de asentamiento de los nativos como a la dificultad en las comunicaciones, hacía que los indios cristianizados en realidad vivieran una conversión sin entrega, que repitieran «como loros» algunas fórmulas sin entender el significado real. En general, a su llegada al Perú, el virrey tuvo la impresión de que su intervención tenía que ser muy intensa también en este sector: «La doctrina que hallé que se hacía por estos curas a los naturales, con los cuales V. M. parecia que descargaba su conciencia y los encomenderos la suya, era tan flaca y hecha tan propter formam como se parecia en la poca cristiandad con que estaban…»38. Sin embargo, Toledo, tras escuchar los pareceres expresados durante la Junta de Lima de 1570, reconoció las dificultades objetivas que entrañaba la evangelización de un territorio tan amplio, considerando también la naturaleza de los asentamientos indígenas, diseminados en laderas muy escarpadas y en lugares poco accesibles. Puesto que habían «pocos sacerdotes y muchos indios y repartidos en tantas partes y tan lejos unos de otros», había que reconocer a pesar de todo que «no hacia poco al cabo del año el clérigo que enseñaba a algunos el Pater noster». De otra parte, si los indígenas lo aprendían todo de memoria, sin «fundamento, ni raices, ni inteligencia de lo que era rezar» incluso las nociones más elementales, tanto menos podían comprender la verdadera «doctrina cristiana». 37
Véase Paolo Broggio, Evangelizzare il mondo. Le missioni della Compagnia di Gesù tra Europa e America (secoli XVI-XVIII), Roma, 2004. 38 Toledo, «Memorial», cit., p. 74.
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