ULRIKA 53 REVISTA DE POESÍA
«los nuevos cánones de la poesía» Jordi Virallonga: Influencia de la poesía catalana en Iberoamérica Edwin Madrid: Apuntes sobre la poesía ecuatoriana actual Pablo Molinet: Dos talleres de poesía en Ciudad de México
Guillermo Molina Morales: La poesía humorística como alternativa al canon Armando Romero: La ‘paideia’ como paella Rubén Darío Lotero: Redescubriendo a José Manuel Arango
Antología de los poetas invitados
MEMORIA DE LAS JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA CIUDAD DE BOGOTÁ
Ulrika
Revista de Poesía
Ulrika Editores Licencia Mingobierno No. 00918 ISSN 0120-7669
Director Rafael Del Castillo M. Consejo editorial
Jotamario Arbeláez, Miguel Silva, Luz Mary Giraldo, Juan Gustavo Cobo Borda, Fernando Linero Montes, Samuel Jaramillo, Robinson Quintero Ossa, Evelio José Rosero, Gustavo Adolfo Garcés, Pedro Badrán, Armando Rodríguez Ballesteros, John Fitzgerald Torres, Federico Díaz-Granados, Leonardo Cano, Óscar Pinto Siabatto, Eugenia Gorriño, Rafael Del Castillo. Cuidado de la edición
Óscar Pinto Siabatto, Fundación El Aguijón.
Colaboradores
Colombia Miguel Méndez Camacho, Joaquín Mattos Omar, Armando Orozco, Eugenia Sánchez Nieto, Luz Ángela Caldas, Sara Del Castillo, Gloria Luz Gutiérrez, Maruja Vieira, Rafael Berrío, Ernesto Durán Strauch, Giovanni Gómez, Rosaura Mestizo, David Reinoso, Darío Sánchez Carballo, Dufay Bustamante. Argentina Rodolfo Alonso, Paulina Vinderman, Marcos Silber, Daniel Samoilovich, Jorge Ariel Madrazo. Brasil Affonso Romano de Santana. Costa Rica Rodolfo Dada, Oswaldo Sauma, Norberto Salinas, María Montero, Nerina Carmona. Cuba Pablo Armando Fernández, Efraín Rodríguez Santana, César López. Chile Eduardo Llanos, Jaime Quezada, Tomás Harris, Teresa Calderón. Ecuador Edwin Madrid, Iván Oñate, Iván Carvajal. España Luis Miguel Madrid, Jesús Munárriz, Jordi Virallonga, Rodolfo Häsler, Eduardo Moga, Sergio Laignelet, Juan Pablo Roa. Estados Unidos Armando Romero, Juan Carlos Galeano, Eduardo Chirinos, Mercedes Roffé, Fabián Sánchez Molina, Paola Cadena. México Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva, Margarito Cuéllar. Perú Ricardo Silva Santisteban, Luis La Hoz, Enrique Sánchez Hernani. Uruguay Washington Benavides, Rafael Courtoisie. Venezuela Juan Calzadilla, María Antonieta Flores, Enrique Hernández D’Jesús. Dirección de arte Gustavo Del Castillo M. Diagramación Vanessa Yepes S. Impresión Dígitos & Diseños Ltda.
Precio al público: $12.000.oo Los trabajos firmados se publican bajo la responsabilidad de sus respectivos autores, sin implicar necesariamente a la revista.
www.poesiabogota.org info@ poesiabogota.org
Las VII Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá» es un evento apoyado por el Ministerio de Cultura - Programa Nacional de Concertación cultural.
CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE
Contenido EDITORIAL 4 6 «LOS NUEVOS CÁNONES DE LA POESÍA» 7 12 18
Abriendo paso a «Los nuevos cánones de la poesía»
La paideia como paella Armando Romero
Apuntes para un posible estudio de la poesía ecuatoriana actual Edwin Madrid La poesía catalana y su influencia en la lírica iberoamericana Jordi Virallonga Poemas de autores catalanes: Jaume Pont, Maria Mercè Marçal, Eduard Sanahuja, Andreu Vidal, Sebastià Alamora
24 28 32 38 40 Antología de los invitados a las VII Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá» 41 51 La poesía humorística colombiana como alternativa al canon tradicional Guillermo Molina Morales
Paisaje con sapos y sueños. Dos talleres de poesía en la Ciudad de México Pablo Molinet Roberto Juarroz, «una permanencia vertical» Héctor J. Freire
Asunto de jóvenes: redescubriendo a José Manuel Arango Rubén Darío Lotero
Poemas de: Raúl Vallejo, Edwin Madrid, Robinson Quintero Ossa, Pablo Molinet, Víctor Gaviria, Guillermo Molina Morales.
Empobrecer la lengua para reinventarla: prólogo al libro Incluso la muerte tarda, de Jordi Virallonga Juan Gelman Poemas de Jordi Virallonga
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Jotamario Arbeláez: Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2015, en reconomiento a su obra. Dos poemas de Jotamario Arbeláez
Aprehendiendo el pasado. Cuatro propuestas plásticas: Luis Fernando Lasprilla, César Augusto Araque, Pilar Vargas Pinzón, Gustavo Armando García Galvis Guillermo Linero Montes
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Índice de autores
Editorial
Abriendo paso
a «los nuevos cánones de la poesía» A Alberto Rodríguez Tosca y Jaime Del Castillo, in memoriam Aplicamos el entrecomillado al lema de las vii Jornadas Universitarias de Poesía, «Los nuevos cánones de la poesía», para dejar en claro lo incuestionable: que la poesía, en principio y consecuentemente con un punto de partida que tiene que ver con la condición humana misma (fractal, cambiante, única y múltiple), es el género literario o la forma expresiva más esquiva a los reduccionismos o esquematizaciones; sobre todo si se tiene en cuenta que el decir y el hacer poéticos existen en tanto que cifran la libertad de los seres, bien sea desde el pensamiento, bien desde la mera sensibilidad o desde un discurso retórico emparentado traviesamente con lo lúdico y lo musical.
Hay los que hacen prisiones y los que las habitan con resignación: ambos están muy lejos de la vida y del poema. Y así como al mencionar «aves canoras» se nos impone la sobrecogedora sombra de las jaulas, nos afectan, con la misma espeluznante turbación, aquellos que pretenden –tozudos– encasillar, poner punto final a lo que no lo tiene. Hay los que 4
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hacen prisiones y los que las habitan con resignación: ambos están muy lejos de la vida y del poema. En lo que atañe a la poesía es dable hablar de canon, si se humaniza su relación con «vara» o «regla» para aludir más bien a tendencias, sugerencias o rumbos abiertos, de afinidades signadas por una irreductible propensión a las aventuras de la individualidad. Es así que para el acercamiento con ánimos canónicos a la poesía es más propicia la dinámica propia del «ensayo» (discurso abierto, propositivo y respetuoso), que la del discurso «crítico» (cerrado, intolerante y autoritario). Nunca, en lo que corresponde al arte, se puede tender conscientemente a la deificación de lo epigonal. Los poetas y docentes convocados en el marco de las vii Jornadas Universitarias de Poesía señalan en sus breves ensayos los puntos de convergencia, si se quiere académicos, desde los que la libertad emprende el vuelo hacia la reconciliación de los seres por la virtud del canto. Desde inalienables apuestas vitales hasta humanas estampidas de amor, o de dolor o de humor; desde la sobriedad hasta el goce, se levanta y se ha levantado siempre el poema verdadero y eficaz.
EDITORIAL
Desde esta perspectiva, el legítimo afán pedagógico que nos embarga ha de erigirse en lo que tiene que ver con la poesía, en la reinvención del concepto de «canon» en aras de la búsqueda de una profundidad sin límites para nuestras disertaciones académicas. La poesía, además de todo lo que comúnmente se entiende por ella, es un ejercicio de desbordado amor por las palabras vivas, tocadas por un uso reciente que las hace permanecer aún cálidas. Es por dicho amor que en ocasiones se hace imperativo liberar algunas de ellas de las cargas que la intolerancia, la soberbia o la estupidez humanas les han impuesto, mutilándolas o deformándolas en aras de intereses mezquinos y reduccionistas. El presente número de Ulrika, en tanto que memoria de las vii Jornadas Universitarias de Poesía, recoge coordenadas nuevas e inéditas a tener en cuenta para asumir la creación poética desde los seres desconcertados y desconcertantes que están fundando el día de hoy. No otra cosa nos dice Jordi Virallonga al referirse a la actual poesía catalana, que por su idioma es ajena y distinta a la poesía escrita en español en España, pese a estar ambas ligadas por un pasado histórico-político común. Lo hace también Edwin Madrid al ponderar la obra de algunos de los autores actuales que más destacan en su país, Ecuador; así como Héctor Freire y Rubén Darío Lotero al valorar la obra canónica de dos destacados poetas de sus respectivos países, Argentina y Colombia: Roberto Juarroz y José Manuel Arango. Por su parte, Guillermo Molina Morales, español estudioso de la poesía colombiana, señala con acierto que el canon en Colombia ha estado signado por una poesía solemne que ha desprestigiado –y se empecina en ello– a la poesía humorística y satírica; Pablo Molinet revisa la creación desde otra arista, la de los talleres, y lo ejemplifica con dos vigentes y de vanguardia en su país:
los dirigidos por Antonio Deltoro y José Ángel Leyva; y a dos talleres, pero ya de Iberoamérica, se refiere también Armando Romero: los de Juan Calzadilla en Venezuela y Jaime Jaramillo Escobar en Colombia, si bien Romero amplía su visión hablándonos acerca de la enseñanza, o mejor, de la imposibilidad de enseñar y aprender la poesía en los espacios académicos. Como ya se dijo, tan variadas son las miradas como la misma condición humana, y tal diversidad se refleja también en la muestra poética de algunos de los autores invitados a las vii Jornadas Universitarias de Poesía, antología que inicia con la obra del decano de las mismas, el escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, a quien rendimos homenaje y saludamos con el afecto en la poesía y la hermandad de nuestros países. Y también con afecto despedimos al poeta cubano Alberto Rodríguez Tosca, a quien ya los poetas de Colombia le otorgaran simbólicamente la ciudadanía que los burócratas nunca quisieron concederle. Estas vii Jornadas están dedicadas a su memoria.
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Alberto Rodríguez Tosca (1962-2015) ULRIKA 53 |
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«Los nuevos cánones de la poesía» Como inabarcable es el horizonte con la mirada, así el tema que concitó las vii Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá» 2015. Aquí se presentan solamente alguna de las ponencias que los invitados presentaron al público durante los numerosos actos realizados en el marco del evento.
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La paideia como paella Por Armando Romero
Empiezo por decir que no debemos confundir la poesía con el poema. Creo que esto es claro para quien sabe reconocer que la belleza está en la forma, en la estructura y factura del poema, no así en la poesía que va más allá de los juicios estéticos. Un gran poema es el camino para acceder a la poesía, y son las palabras y la multiplicidad de sus combinaciones las que logran esta meta final, porque más allá de la poesía reina el silencio, así como el ser del poema lo tenemos en sus sonidos, en la variedad de sus ruidos. Reflexionemos a partir de este presupuesto en la relación entre poesía y los espacios académicos, tema de estas palabras e ideas al azar. Cuando la poesía se acerca a la educación se convierte en una pregunta retórica, un erotema. Da vueltas sobre sí misma e ignora conclusiones o respuestas. La educación es dual, tiene su antes y después, su ser y no ser. No así la poesía que se materializa fuera del tiempo, o mejor, en un presente que nadie puede aprehender. Síntesis que desafía la tríada dialéctica, que no reafirma una tesis ni su antítesis, la poesía contradice el pensamiento lógico, el simple razonamiento. Aunque sea ir un poco lejos, la idea que se trasluce es la del koan, la de una iluminación, un satori. Cuando yo era joven y me paseaba distraídamente por las calles de Cali, mi
ciudad allá en Colombia, una frase que me habían dejado como incógnita mis amigos nadaístas me daba vueltas y revueltas por todo el cuerpo: «La poesía debe ser hecha por todos», había dicho Lautréaumont, y así debía ser. Lo que más me gustaba de esta frase, y eso se prolonga hasta hoy día, es que no la podía comprender. Es imposible saber qué buscaba el espíritu maligno y sagrado de Maldoror con esta aseveración definitiva. Los surrealistas la habían hecho suya y la usaban para disparar sus armas milagrosas, los agentes de las izquierdas querían ver en ella a ese pueblo dejado atrás enredado en boleros y poemas de
la poesía contradice el pensamiento lógico, el simple razonamiento. Aunque sea ir un poco lejos, la idea que se trasluce es la del koan, la de una iluminación, un satori. Barba Jacob, los profesores de retórica hablaban de la inmensidad. Pero yo era joven e iluso, y quería que la poesía me enseñara a ver y sentir la poesía, que me abriera caminos por un espacio desconocido, como si estuviera intentando ser un conquistador de lo impenetrable. Mal está prendernos de la poesía para que nos enseñe algo. Veamos esto: se habla de la maestría del poeta, de su poder como demiurgo; se habla del poema como ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
camino, forma. Envuelto en estas ideas aparece el poeta construyendo en carne y hueso un ser que se supone refleja la poesía. Doble juego ilusorio: no hay realidad palpable en esta transubstanciación que de lo físico aspira a lo metafísico, y sin embargo no podemos acceder a la realidad de la poesía sin las premisas de lo imaginario, de lo inefable e intangible. Por eso la poesía no puede ser educación, porque no es un proceso, es una realidad dada, repito. Ya lo decía Lezama, «la poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua». No hay nada aquí que nos lleve a otra cosa que no sea la poesía. Nada podemos aprender, nada nos enseña Lezama cuando nos permite ver.
En este siglo de pose posmoderna, ahora que nos hemos llenado de poetas reventado versos por todas partes, es nuestro deber defender la poesía de los efectos terapéuticos de los buenos sentimientos, de la belleza establecida, de la verdad cotidiana, de las buenas costumbres, de las declaraciones de amor, de los talleres literarios, de los facilismos del internet. Si Sócrates, Buda o Jesús eran maestros, lo fueron porque al seguir sus pasos encontramos el camino, la enseñanza. Pero no eran poetas, a menos que busquemos hacer de este oficio con palabras un magisterio, y si es así es porque empezamos a confundir el poema con la poesía, el estudio y aprendizaje literario con el oficio de escribir, la crítica de poesía como la manera de llegar a ésta. Bien sabemos que no todo el que escribe versos es un poeta. En este siglo de pose posmoderna, ahora que nos hemos llenado de poetas reventado versos por todas partes, es nuestro deber defender la poesía de los efectos terapéuticos de los buenos sentimientos, de la belleza establecida, de la verdad cotidiana, de las buenas costumbres, de las declaraciones de amor, de los talleres literarios, de los facilismos del internet. 8
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Debo volver a mi juventud, esos años cuando las palabras maestro, profesor, educación, enseñanza, dada mi ignorancia, representaban para mí cárcel, encierro, parálisis. Quería a toda costa ser poeta y había aprendido que la calle era la mejor maestra, que el andar por el camino era la solución. Así, mis mejores profesores de literatura fueron los que no me enseñaron a leerla, los que amparados por sus probetas químicas o sus tablas de logaritmos se reían de mis aventuras con palabras e imágenes inesperadas. Quiso la suerte que ninguno de mis profesores de bachillerato en el colegio Santa Librada de Cali necesitara enseñarme a escribir o leer poesía. Se limitaban ellos a levantar los hombros, o simplemente invitarme a tomar un buen trago de aguardiente. Sólo uno de ellos, por mala suerte el vicerrector del colegio, puso una prohibición a mis actividades literarias con estas palabras: «Yo no sé lo que es el nadaísmo, lo único que sé es que es una cosa abominable». Y de hecho quedó para siempre en la historia del nadaísmo. Ya en la Universidad del Valle, hacia el año 1966, donde mi tiempo de estadía fue tan corto que no recuerdo sino cómo salí corriendo, fue otro vicerrector quien sentenció que mi presencia en ese antro sagrado, dado el nadaísmo, sería, gracias a su devoción cristiana, un infierno para mí. Y así, el día que se suicidó mi profesor de francés, con quien leía a Prévert y traducía a Breton, no volví más. Me salvé, ahora lo pienso, de ese entuerto de filósofo en sopa de letras gracias al sacrificio de mi recordado amigo Pacavita. Creo que la educación y la poesía se encuentran en el hacer del poema. El camino que lleva al poeta en la factura del poema es paralelo al que toma la educación para conseguir pasar de un estadio al otro nuestro nivel de conocimiento de la realidad. La educación está en el dos más dos, la poesía en el cuatro. Así, es en el poema
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«Haces burbujas de silencio en el desierto de los ruidos». Paul Éluard.
donde descubrimos que las palabras son nuestras maestras. Cuando los surrealistas hablaban de la escritura automática hicieron visible ese camino. Mal se interpretó esto por algunos como una búsqueda definitiva: era un simple ir el que dejaba que se colaran sin las riendas de la razón palabras hilvanadas en el desorden de nuestro subconsciente, piedras que construían un edificio para poder acceder a la poesía, luego de la criba de la razón. Asimismo, cuando Ezra Pound le da los toques finales y definitivos al poema «Tierra baldía» de Eliot, el proceso es educativo, y nos enseña que así como en la ruptura de la tradición hay elementos que nos iluminan, también los hay en la permanencia y defensa de esa tradición. Recuerdo un hermoso verso de Paul Éluard: «Haces burbujas de silencio en el desierto de los ruidos». Podemos argüir que dentro de estas palabras comulga la poesía, sin embargo ella no está allí para enseñarnos algo. Es el verso mismo, el encuentro fortuito de esas palabras las que nos proporcionan una enseñanza, las que nos educan en el ver, porque al adentrarnos en ellas extraemos una lección que torna estos sonidos y silencios, opacos en
la página, en luz en nuestros adentros, color. Más allá de eso está la poesía. Entonces, ¿cómo educar sin educar? ¿Cómo dejar libre el pájaro para que vaya a vivir en su propia jaula? He allí el juego retórico, el erotema. La enseñanza de la literatura, la crítica literaria y los talleres literarios son instrumentos útiles para el joven aprendiz de poeta, e incluso para el poeta que ya ve su obra materializándose con los años. Sin embargo su mecánica se torna altamente peligrosa cuando conlleva un plan de domesticación preestablecido. Dos formas de talleres literarios en América latina han llamado mi atención: la de los poetas Juan Calzadilla en Venezuela y Jaime Jaramillo Escobar en Colombia. Calzadilla utiliza los instrumentos que le provee el juego lúdico surrealista, la invención creacionista o el desperdicio gozable del dadaísmo para ayudar al tallerista a encontrar los caminos de su imaginación con amplia libertad. Su taller educativo se convierte así en un centro de placer, a la vez que lo ayuda a concentrar su atención
Jaime Jaramillo Escobar
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Juan Calzadilla
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en el lenguaje. Jaime Jaramillo es más teórico que práctico, y su intención educativa es liberar al tallerista del andamiaje de la literatura vista como tradición, como canon, como escuela. Los talleres literarios norteamericanos, que tanto éxito tienen hoy en día, son formas del aprendizaje académico, regulados por métodos educativos establecidos para aprovechar la experiencia literaria de poetas de prestigio nacional, aunque sus aparatos metodológicos se alinean en la dirección estética de estos poetas. Debería agregar aquí que incluso, poetas como Allen Ginsberg, el prototipo de la rebelión beatnik, dirigió un taller de poesía en Boulder, Colorado. Quiso la ley de las costumbres que la academia, gracias a la tentación de una vida cómoda, me domesticara como profesor universitario. No abandonaba mi vida andariega, sólo que ahora no viajaría en burro sino en jet. Mucho lo agradezco, la
verdad, porque desde temprano pensé que no era nada romántico viajar en precarias condiciones, y si lo era, mejor ser clásico. La academia, ese comercio con la educación, me permitió tiempo y dinero para escribir sin las presiones del éxito y los aplausos, y como beneficio al margen, la academia, en este caso la norteamericana, consiguió que desde su ángulo de mira apareciera ante mí más claro el panorama de la literatura que comulgaba conmigo en español: lengua y patria para mí. Debo aclarar entre paréntesis que a pesar de que he pasado la mayor parte de mi vida fuera de Colombia, la manía de ser colombiano nunca se me quitó. Tal vez por eso se me quedó pegado el nadaísmo, travesuras de mi juventud que hoy le deben a mi amigo Jotamario su permanencia. Sin embargo, no creo que la academia norteamericana me haya ayudado a resolver por completo el dilema entre educación y poesía. Pero algo debo reconocer como positivo en esta dirección. Liberado de una presencia física en el mundo literario latinoamericano y español, el panorama poético se me hizo más amplio, más claro y transparente. Vistos así, la crítica y el estudio literario latinoamericanos me permitieron reconocer que divididas en países aislados, las direcciones literarias se tornan parroquiales, tribales. Y esto consigue que sea fácil, con astucia y poder, manipular la crítica, su aparato educativo, para que las direcciones estéticas de un país estén acordes con las ideologías, planteamientos y búsquedas de algunos poetas o críticos, principalmente. Circunscribiéndonos al caso de Colombia, creo que gran parte de la poesía que hoy se afirma, entiéndase como género literario, responde a posiciones político-literarias determinadas y no a las necesidades de un país en ebullición y crecimiento, diverso. Con excepciones, es una poesía uniforme, de una sola línea
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estética principalmente. Ahora bien, la educación es un proceso crítico, repito, y en la literatura debe estar amparado por un pensamiento equilibrado, imparcial, libre de presiones y necesidades exteriores al juicio literario mismo. No hablo del concepto de poesía sino del poema, allí donde lo educativo se condensa. Revisando varios de los libros escritos recientemente por poetas colombianos, tengo la impresión de que muchos de ellos están escribiendo lo que se los ha mandado a escribir, sin darse cuenta de ello. Hacen gala de una libertad condicionada por el desconocimiento y la falta de reflexión. Y esto se debe a que no hay un verdadero aparato crítico en el país, que el juicio sobre poesía se hace bajo la hegemonía del «bueno y malo», por una necesidad de establecer un canon personal o grupal. Y si no hay crítica no hay educación. Así, la poesía en Colombia no está hecha por todos, sino por algunos que controlan los juicios estéticos, aquellos que limitaron la visión educativa para la factura del poema, los que sacralizaron figuras
como modelos definitivos (valga el caso de Aurelio Arturo), los que consagran o desacreditan poetas a su antojo, en fin, los que fingen una libertad crítica para ocultar la imposición de una estética generalizada. Hablo de la generación posterior al nadaísmo, la que estableció las reglas hoy vigentes. Y es por eso que me niego a incluir el nadaísmo en estos centros de poder. Siempre lo he dicho y debo repetir: el nadaísmo no fue una escuela literaria, un movimiento literario, fue más bien un movimiento de protesta, social y político, donde cada poeta, escritor o artista profesaba una estética particular, diferente. Y además ya se consumó hace más de 50 años. Una vez, hace muchos años, el poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas me dijo: «Odio a esos profesores de literatura latinoamericana en los Estados Unidos, caminando por esos prados verdes con sus chaquetas de tweed». Hoy en día yo soy uno de ellos, tratando de hacer de la paideia una paella en Cincinnati. Con la esperanza de que la poesía pueda ser devorada por todos, gracias a la educación.
Carlos Martínez Rivas Foto: Claudia Gordillo ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
Apuntes para un posible
estudio de la poesía ecuatoriana actual Por Edwin Madrid
Los Tzántzicos de los años sesenta reunidos en la casa de Guayasamín.
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Las más recientes promociones de poetas ecuatorianos nacen a partir 1947 hasta 1989, una seña cronológica que no advierte nada más que un paréntesis en el discurrir de la poesía ecuatoriana, pero que recoge nombres que han venido y vienen trabajando con sus convicciones poéticas tan particulares como disimiles. Varios de estos darán sus mejores frutos en las próximas décadas, lo que, de alguna manera, es una apuesta por la poesía ecuatoriana del siglo xxi. En este sentido, no deseo hablar de tendencias o aristas literarias que definan o traten de indicar el presente de una poesía que es vigorosa, múltiple y diversa, pero que, bien sabemos, necesita del cedazo del tiempo para hablar de ella con mayor objetividad.
A manera de información señalaré algunas líneas generales sobre las que se mueven los poetas, siempre en el entendimiento de que, más que mi juicio, lo que importa es el diálogo. Fernando Artieda (1945-2010), Manuel Federico Ponce (1947) y Sara Vanegas (1950) son poetas que surgen de la confrontación entre el lenguaje de una poesía social con el de una poesía de corte popular. En el caso de Artieda, sin los atisbos políticos tzánzicos y con una gran carga de ironía y humor, para imponer un lenguaje donde la jerga o lo marginal alcanzan a decir aquello que para la poesía estaba negado por vulgar y chabacano, logra transmitir, como en su poema que canta la muerte y el entierro de una de las leyendas de la música popular ecuatoriana, la desolación en la que se ha quedado una parte la población ecuatoriana que se identificaba con su ídolo: Julio Jaramillo, «el cantante más pesado que ha tenido el Ecuador / y el mundo / más claro ya / mucha nota con mi persona». Manuel Federico Ponce es un poetapersonaje infaltable en la vida literaria quiteña. Se lo puede ver en presentaciones de libros, lecturas, conferencias de cualquier bando, siempre con gentileza y predisposición para dar a conocer sus novedades poéticas. Una poesía amatoria, bordeando
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la incidencia indígena, pero que llega a sus mejores versos en lo erótico, de corte sexual y telúrico: «quiero tomarte entre mis manos / tomar tu sexo y hacerlo andar por todo este silencio/ eres mía desde los tiempos del barro indígena». Ponce trabaja su poesía en ese intento por unir lo indio con lo mestizo en un todo. Sara Vanegas, poeta que ha afianzado su trabajo poético en las formas más concisas y rigurosas de su expresión, llega al poema epigramático lleno de sensualidad, exquisito en las referencias que se desprenden de imágenes bien construidas.
Impulso de los talleres literarios Luego, viene un grupo de poetas importantes que empiezan a dar sus frutos desde la década de los noventa, gracias a la actividad que produjeron los talleres literarios que cobraron fuerza en los años ochenta y que ampliaron la visión poética, poniéndola al día con las nuevas tendencias de la poesía hispanoamericana. Los talleres de escritura en nuestro medio fueron una gran cantera que sólo años más tarde consolidó nombres y obras, como es el caso de Jorge Martillo (1957), Maritza Cino (1957), Carmen Vásconez (1958) y Fernando Itúrburu (1960), poetas en actividad constante, de la ciudad de Guayaquil, con características tan diferentes como enriquecedoras, ineludibles en el panorama de nuestra poesía.
Las mujeres no nos necesitan Cada una con su ritmo, proponen una poesía de corte erótico, abriendo con su lenguaje un tema que no había sido muy tratado hasta entonces dentro de la poesía de los ochenta: nombrar al cuerpo desde el propio cuerpo de las mujeres. Sus primeros libros, al final de esa década, producen una especie de boom erótico; las poetas ya no necesitaran más la voz de un varón para nombrar el placer y la lujuria de su cuerpo, van a dejar en claro que son ellas las que se hacen cargo de las palabras desde su infinita sabiduría, y construyen una poesía con varios registros de lo erótico. Nadie volverá a proponer una conjetura como la de Márgara Sáenz (1937-1964) y su poema «Otra vez Amarilis», la invención (biografía y poema) de una atribulado amante que a través de su texto envía un mensaje a su querido.
Otra vez Amarilis El tiempo ha pasado y vuelves a mi memoria. Tu auto trepando hacia la sierra, la Cream-Rica ¿recuerdas?, volteando a la derecha, todos esos moteles. Entonces éramos nosotros; no tú, no yo. Me quiérote, te gózame, me amándonos, decíamos. ¿A quién llevas ahora? Contigo entre las piernas ¿quién pega de alaridos y triza los espejos donde nos repetíamos bestiales y dulcísimos? ¿Qué otro vientre recibe tu miel mía, peruano? Di qué frívola puta, qué sórdida hipócrita limeña, qué casada cuidadosa del cornudo. Hijo de perra, ¿lo haces? Pero allí no, nunca, con nadie vuelvas a la habitación 35. Que se te muera para siempre, que se te pudra si regresas. Una vez dije allí no ¿recuerdas?, dije después donde quieras. Tú me observabas igual que un entomólogo, eras un médico lascivo examinando una muchacha muerta de amor: no hables, eres una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me tocabas probándome y fui un durazno de esos que se abren con la mano. Un durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la tarde, separando con suavidad mis carnes, descubriendo lo que ni yo conozco, mi zona más oscura, la que guarda esa caricia atroz, obscena y tuya que no olvido. Júralo: no has de volver a esa cama con nadie. Me has negado tu cuerpo, el que gustaba mirar impúdico y erecto viniendo a mí, el tuyo que era el mío. Concédeme esto entonces: anda a otro sitio a hacer tus porquerías. O vuelve a la habitación 35. El tiempo ha pasado, ya no hay sino recuerdos y Amarilis qué puede sino juntar palabras. Ahora somos tú y yo, no existe más nosotros. Uno y uno, dos solos: yo y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado. ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
Aleyda Quevedo
Los poemas de esta nueva camada de poetas ecuatorianas pueden ser tan osados y lujuriosos como el texto de marras. Otro ejemplo es el de Aleyda Quevedo Rojas (1972), quien publica, junto a la generación que surge de los talleres literarios, su primer libro, Cambios en los climas del corazón, cuando apenas tiene 17 años. Desde este primer título, su poesía traza un arco que va desde el erotismo desenfadado, irreverente, hasta alcanzar uno de corte místico en La otra, la misma de Dios (2011), cuyos poemas exhiben una apropiación del cuerpo que, a veces, es solo un pretexto para mostrarnos el mundo mucho más allá de una postura de género, sugiriéndonos una crítica a las convenciones sociales y construyendo conceptos más verdaderos a través de hurgar en el lenguaje, única herramienta para dar cuenta de una de las visiones más lúcidas que hoy tiene la poesía ecuatoriana: Cuidaré tus pájaros pero me niego a hacer el amor en la jaula. En este haikú, Aleyda Quevedo nos propone todo un manifiesto feminista pero sin ser feminista, solo para recordarnos la frase de Virginia Woolf que señala, algo así, como que no se puede ser hombre sin 14
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un poco de mujer o mujer con un poco de hombre.
Principios del siglo xxi Pedro Gil (1971) es uno de los que perteneció a la época dorada de los talleres de escritura. En su Manta natal se convierte en referente de la nueva poesía, con una propuesta que husmea los meandros de lo marginal, entre drogadicción y precariedad. Pedrito hace todo lo posible por convertirse en el beatnik ecuatoriano, su poesía emula a esa saga de norteamericanos comandada por Ginsberg y Kerouac. Un mundo casi sórdido que lleva a consumir todo tipo de substancias y a escribir entre el manicomio y las clínicas de recuperación: Aquí las enfermeras no se cansan de ser dulces y nobles. Afuera demasiado pronto se agota la ternura se hace bazuco se hace internet. Poesía auténtica que el autor firma con su vida. Por otro lado está Enver Carrillo (1973), uno de aquellos poetas de los que
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me hubiera gustado leer más: poesía sin aspavientos ni cortapisas, natural y alegre, que celebra la vida y se regodea en las cosas sencillas. Su libro Poemas para leer en el excusado (2005) es suficiente para dar cuenta de un voz que no se toma la poesía a pecho, sino que la disfruta; en estos poemas de amor él es el antihéroe: me abstuve de llamarla no por las muletas o porque tuviese una pierna más corta que la otra... en la primera cita dijo que era la líder de una pandilla.
El ‘soundtrack’ global de la escritura Lucila Lema (1974), Javier Cevallos Perugachi (1976) y David G. Barreto (1976): tres visiones contemporáneas y diferentes de abordar la poesía. Lema, poeta kichwa, al igual que Kowii, es oriunda de la provincia de Imbabura, pero vive en Quito, donde desde hace muchos años realiza actividades de difusión de la literatura indígena. Su voz trae la calma de las montañas de su tierra,
la sabiduría del contacto con la naturaleza y el ritmo natural de los seres vivos: En principio no había dioses ajenos, estaba la luna vestida de escarcha tocando con sus largos cabellos los aposentos sagrados del sol. Vuelve sobre la mitología indígena y da aliento a los seres inanimados para entender que vida es una sola, recrea el mundo desde la cosmovisión andina: «Achill tayta y su esposa haciéndose humanos bajaron a la tierra, y con una rama de lechero iban castigando a los soberbios». Es como si la riqueza de la literatura oral de su nación hallara sitio en la pluma de Lucila Lema Otavalo. Javier Cevallos Perugachi, un enamorado de la ciudad, la explora y se maravilla con cada iglesia, calle, casa, del Quito colonial. Conoce historia y leyenda, es capaz de llevar de la mano a neófitos y eruditos para mostrarles un Quito que siempre está allí pero que muy pocos conocen. Esta misma pasión se aprecia en sus poemas, construidos con fragmentos de su lengua milenaria y la del poeta mestizo, que amalgama kichwa y castellano para sacar a flote una
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«los nuevos cánones de la poesía»
manera de encarar la escritura y de nombrar las cosas: Lengua que se re(v)bela, que no termina de blanquearse: changa, achachay, shungo. Mundo que se amolda a un nuevo mundo: chaquiñán, chuchaqui, guachimán. El poeta toma el kichwa que se filtra en el habla de todos los días y lo monta en sus versos, no como un decorado, sino como una incisión en la lengua para indagar de dónde viene y quién es. Al decir, «Yo, que hablo yanka shimi, / lengua que no sirve para nada», levanta una crítica al mundo mestizo que no supo apropiarse de esa lengua como parte de una identidad más fuerte y más auténtica. Mas en esta era global, no solo el kichwa forma parte de un poeta contemporáneo de Ecuador, sino otras lenguas extranjeras, tal como aparecen en este trabajo de Javier Cevallos Perugachi. «Toda escritura señala el terror de la escritura», apunta David G. Barreto en uno de sus textos, con lo que emprende una búsqueda a través del lenguaje tratando de discernir sobre quién escribe, para qué escribe y cómo escribe, grandes preguntas para un poeta, pero de las que G. Barreto sale bien librado en su libro Lisboa Soundtrack, perfecta banda sonora para las reflexiones de una voz intimista que va más allá de la escritura y se reinventa en cada poema.
Qué hay de nuevo bajo el sol de la mitad Cachibache (1979-2000) cumple con trabajar el lenguaje de manera abigarrada, casi como si no hubiera sentido de línea a línea una especie de yuxtaposición de imágenes y frases que fluyen en la elaboración del poema. Recuerdo que Cachibache tenía un método de escritura que parecía un cadáver exquisito porque escribía una 16
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frase y luego otra y otra, casi sin pensar, solo escribía, dejando fluir su inconsciente, como aconsejan los surrealistas en su juego. Cuando tenía dos o tres cuartillas, las leía en voz alta y me preguntaba si había algo allí. Como yo siempre respondía: «Tal vez sí, si revisas con mayor detenimiento», el poeta luego rearmaba las líneas o frases, desechaba dos tercios de lo escrito, y ya tenía su poema: La muerte alarga una pipa de diamante y exhala, y pronuncia un beso una oración interminable sobre la frente de la nube los ángeles del sueño abordan el recogimiento de la tarde y el pediatra frustrado ante el crespón de grillos azules. Sus poemas son un derroche, un exceso, una exageración, no solo de imaginación, sino de la escritura; como quien trata de ir más allá de los sentidos para crear otro estado de las cosas y para ello apila o recarga al lenguaje de palabras que buscan entre ellas sus verdaderas conexiones. Ferviente admirador de Lezama y Sarduy, Cachibache emitía los sonidos del pavo o se ponía a cacarear cuando le pedía su opinión sobre el poema de uno de sus compañeros. Esta actitud, desprejuiciada y en contra del sentido académico de la escritura, con sus disonancias, fragmentaciones y excesos, le hicieron dueño de una retórica, rica en imágenes y contrasentidos, como una pirotecnia del leguaje que se cobija bajo una colcha de pedrería y sofisticación, la cual se exhibe en su libro Rojo encanto de marmota (2001), único y renovador de la última poesía ecuatoriana: Urracas que han bullido en secreto aleteo mientras lamenta encumbrada al pacer un joven enciso
edwin madrid
Cachibache siempre estuvo en la otra orilla y por eso creó un lenguaje oculto y maravilloso, lleno de imágenes insondables, abigarrado de efectos donde lo mítico y lo épico, pero también lo audiovisual y el cómic, el thriller y las voces del rock se organizan en un discurso narrativo que gira en torno a un punto intocable que está entre la creación y la destrucción del lenguaje hebillado tejedora solitaria ¿en qué espesa lluvia has sumergido la débil armadura del atardecer? Cachibache siempre estuvo en la otra orilla y por eso creó un lenguaje oculto y maravilloso, lleno de imágenes insondables, abigarrado de efectos donde lo mítico y lo épico, pero también lo audiovisual y el cómic, el thriller y las voces del rock se organizan en un discurso narrativo que gira en torno a un punto intocable que está entre la creación y la destrucción del lenguaje; de allí la ortografía caótica, pues parecería que inventaba la suya propia como la forma más coherente de escribir lo que quería escribir. Aquello implicó la introducción de gráficos que él mismo acometía, como una manera de trasvasar las letras, los textos a la pintura o viceversa, para darnos una sugerencia más abarcadora de sus mundos.
El último cierra la puerta No se puede exigir más autenticidad a un poeta, esto es lo que se percibe en el primer libro de Fabricio Angulo (1989): poesía espontánea y rica en la construcción de la imagen que alcanza un tono no muy frecuente. Poemas sugeridos por su vivencia inmediata demuestran el claro oscuro de
una realidad que se presenta hostil. Es la voz del antihéroe, ese muchacho urbano, bueno para nada, que vive como un parásito de sus padres, pero que un día saldrá de su cascarón y el mundo verá su faz verdadera: Quisiera gritar déjenme no servir para nada me largo de una buena vez a la calle, pero el grito se me atora a la altura de la tráquea en cambio miento: perdón papá el domingo buscaré trabajo y sin su perdón sigo tumbado en el piso leyendo. Hay una crítica mordaz al estado de cosas, a esa inmovilidad frente a la deshumanización de la sociedad de consumo que arremete con todo: ver como matan miles y miles al otro lado del mundo y no querer hacer nada es mierda. El poeta no rehúye de la realidad: los objetos y los sujetos están allí, por el contrario, lo que hace es re-mirarlos, re-bautizarlos y re-crearlos. ULRIKA 53 |
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La poesía catalana y su influencia en la lírica iberoamericana Por Jordi Virallonga Me pide con urgencia mi amigo, el poeta Rafael del Castillo, unas líneas sobre el canon en la poesía catalana y sus relaciones con la española. Sólo un iluso podría hablar del canon poético, él lo sabe, pero entiendo que me pide un acercamiento a estas dos poesías que, al menos de momento, comparten un mismo territorio geográfico, y entendiendo también que los poetas catalanes, al contrario que los castellanos, son bilingües, y por tanto pueden acceder a las dos literaturas como lenguas maternas, paternas, abuelernas, amicales...
El contacto entre las poesías catalana y castellana es hoy casi inexistente. Lo fue siempre, aunque los poetas catalanes sí conocían la española por obligación. No había otra. Desde hace muchos años, la poesía catalana no tiene ya como referente inmediato a la poesía española. El contacto entre las poesías catalana y castellana es hoy casi inexistente. Lo fue siempre, aunque los poetas catalanes sí conocían la española por obligación. No había otra. Desde hace muchos años, la poesía catalana no tiene ya como referente inmediato a la poesía española, pues más o menos desde la transición democrática y la creación de las autonomías –me refiero a las autonomías históricas, en este 18
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caso, es decir, con una lengua propia–, en nuestras instituciones escolares la literatura española no es materia obligatoria. De hecho no lo es la literatura en general, no es casi ni optativa, es invisible. La poesía, por tanto, está en manos de quien quiera encontrarla. También es cierto que en estos momentos parte de la mejor poesía universal está editada y traducida en Cataluña y en el resto de España, además de en las redes sociales y las fuentes de información que se ofrecen a través de internet, por lo que la globalización ha permitido que el poeta no tenga ya como referente obligatorio inmediato su propia tradición o la tradición a la que por bilingüismo puede acceder. Si hace cuarenta años los poetas catalanes, me refiero a los poetas catalanes que escriben en catalán, conocían la poesía española obligatoriamente, y muy mal la propia, pues estaba prohibida, en estos momentos el giro es de ciento ochenta grados. Actualmente los jóvenes poetas que escriben en catalán conocen muy bien la tradición de la que parten, están orgullosos de ella y saben de dónde proceden. No es que desconozcan la poesía española, pero para ellos tiene la misma fuerza que puede tener cualquier otra poesía escrita en el mundo. La única poesía hegemónica es la suya, el resto se viste en el vestuario de los visitantes.
jordi virallonga
Acerquémonos un poco a la idea del canon poético en la poesía catalana. Han pasado ya cuarenta años desde la muerte del dictador Franco (que tiranizó también cuarenta años nuestro país). Estos cuarenta años han dado varias generaciones que no se pueden definir por tramos de edad. Los primeros muchos años fueron de recuperación y normalización, no sólo de la lengua sino también de nuestra poesía. Entonces nuestros clásicos del siglo xx, que elaboraron casi clandestinamente una literatura realmente majestuosa, se alzaron como guías de los jóvenes poetas, fuera la que fuera la tendencia en que escribieran: Joan Salvat Papasseit, J.V. Foix, Carner, Riba, Espriu, RossellóPòrcel... Más tarde llegaron los viejos poetas entonces vivos, que reforzaron una potente poesía basada ya en referentes ingleses, alemanes, italianos, norteamericanos, como Pere Quart, Joan Vinyoli, Gabriel Ferrater, Vicent Andrés Estellés... Estos fueron poetas respetados en mayúsculas y referentes inexcusables de las diferentes tendencias de la propia tradición. Finalmente, la generación más o menos realista, formada hoy por poetas como Marta Pessarrodona,
Narcís Comadira, Joan Margarit, Francesc Parcerisas, Pere Gimferrer, Pere Rovira, Jaume Pont o Maria Mercé Marçal –la única fallecida de entre todos los nombrados, e idolatrada poeta de esta generación–, extendió la poesía catalana a todos los confines del universo donde les fue posible. Actualmente, los poetas nacidos aproximadamente a partir de los años noventa, que en Barcelona, por ejemplo, tienen una actividad y una pasión infinita por la poesía, han girado su mirada hacia otros poetas como Blai Bonet, Màrius Sampere, Frances Garriga o Eduard Sanahuja. Entiendo que todo este índice onomástico de poetas no sirve sin sus credenciales, sus poemas, pero su obra está traducida al castellano y, como mal menor, puede encontrarse por internet. Ninguno de estos nombres va a defraudar al lector de poesía, se lo aseguro; más aún, estoy seguro de que van a descubrir un mundo poético motivador, desconcertante, universal, a la altura de la mejor poesía que hayan leído nunca. Si ustedes quieren, seguimos hablando en Bogotá. Para mí será un placer. [31 de agosto de 2015]
Cinco poetas catalanes actuales Traducción de Jordi Virallonga
Jaume Pont (1947) Sobre esa yerma piedra que no es piedra…
Sobre aquella pedra erma que no és pedra...
Sobre esa yerma piedra que no es piedra mañana construiré mi casa.
Sobre aquella pedra erma que no és pedra aixecaré demà la meva casa.
No existe hierba que ella no conozca, ni anilla de agua en que no arda la piedra de su collar.
No hi ha bri d’herba que ella no conegui ni anella d’aigua on no cremi la perla del seu collar.
El oscuro silencio de aves y de peces a ciegas nos enseña a hacerla nuestra.
El fosc silenci deis ocells i els peixos ens ensenya ullcluc com feria nostra.
Suele tener apariencia de una forma despreciable.
Sovint pren l’aparença d’una forma menyspreable.
De ella brota la fuente que no muere jamás.
D’ella brolla la font que no mor mai. ULRIKA 53 |
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En parte alguna
Enlloc
Todos los pozos crecen en su boca.
A la boca li creixen tots els pous.
Persigue una lengua en la otra lengua avara de una sed más alta y pura.
Encalça una llengua en l’altra llengua avara d’una set més alta i pura.
Se llama En Parte Alguna para aquel condenado que en parda y negra noche osa mirarla.
Es diu Enlloc per tot aquell damnat que en closa i negra nit gosa mirar-la.
Te hace daño en los ojos y no tiene mesura.
Fa mal als ulls i no coneix mesura.
Un fuego, un viento, una herida en el tiempo: cuanto más se distancia, más adentro te quema.
Un foc, un vent, un sangtraït al temps: com més s’allunya, més a dins et crema.
Maria Mercè Marçal (1952-1998) Divisa
Divisa
Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer, de clase baja y nación oprimida.
A l’atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona, de clase baixa i nació oprimida.
Y el turbio azul de ser por tres veces rebelde.
I el tèrbol atzur de ser tres voltes rebel.
Bruja de luto (iii)
Bruixa de dol (iii)
Este espejo me dice que estoy sola y que da igual si lo rompo en mil trozos. Tomo la calle triste de la escuela y me marco, con yeso, mis confines.
Aquest mirall em diu que sóc ben sola i no hi fa res que el trenqui en mil bocins. He enfilat el carrer trist que va a escola i em marco, amb guix, els meus confins.
Ríe la luna en la nube que se enluta. Y yo siembro con piedras los caminos que me llevan a mí, mi noche adentro. Bajo al pozo, con ruido de polea.
La lluna riu, dins la nuu que s’endola I jo sembro amb pedretes els camins que em duen capa a mi, nit meva endins. Baixo al meu pou, amb bleix de corriola.
Tú ríes, luna, y me visto de luna. Me arranco el collar de agrias estrellas y la mar se las traga de una en una.
Tu, lluna, rius, i em vesteixo de lluna. M’arrenco el collaret d’agres estrelles i el mar se les empassa d’una a una.
Te robo el corazón con que devanas tu destino y haré, con cartas viejas, un solitario nuevo aquí en la duna.
I et prenc el cor segur amb què cabdelles el teu destí, per fer, amb cartes velles, un solitari nou sobre la duna.
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Eduard Sanahuja (1953) Cargando la corteza del recuerdo…
Carregat amb l’escorça del record...
cargando la corteza del recuerdo huye el vencido de la luz del día lloroso oliendo piedras anda el perro y gasta sus sangrantes pies sin guía
carregat amb l’escorça del record l’home vençut fuig de la llum del dia el gos plorós flairant els rocs fa via i gasta els peus sagnosos sense nord
fueron la esclavitud la mala suerte lo oscuro de las cuevas y los celos el galeote mistral que busca muerte a una fosa profunda da sus huesos
ha estat l’esclavitud la gelosia la foscor dels forats la mala sort el galiot marçada buscant mort a un sot profund els ossos hi confia
¿Oís al perro gritar acurrucado sobre el cuerpo de la única certeza? huérfano muerde el vuelo del mal hado
Sentiu el ca com crida culivat damunt del cos de l’única certesa? foll sol d’amic queixala el vol del fat a nit el vals l’amor de la princesa: cada queixal defensa al·lucinat el dret universal de la tristesa
la noche el vals el amor de la princesa: cada colmillo defiende alucinado el derecho universal de la tristeza
Trozos vii
Trossos vii
No tengas tentación de jugador. Que se repartan ellos la baraja y todas las victorias importantes. No quieras competir: vas a perder. Piensa que no es bastante ser caballo para ganar carreras de caballos. Al llegar al final de la carrera, habrá sólo un balance, dos preguntas: quién te ha querido, a quien quisiste tú.
No tinguis temptacions de jugador. Que es reparteixin ells totes les cartes i totes les victòries importants. No vulguis competir, perquè perdràs. Pensa que no n’hi a prou de ser cavall per triomfar a la cursa deis cavalls. Al final de la cursa, de la nostra, només hi haurà un balanç, dues preguntes: qui has estimat, qui t’ha estimat a tu.
Andreu Vidal (1959-1998) Necropsia
Necropsia
Reposo ahora aquí, bajo el gran sauce, inmóvil como la palabra que soy, condenado a odiar el extenso orden de las cosas,
Repòs ara ací, sota el gran salze, immòbil com el mot que sóc, damnat a odiar el vast ordre de les coses, ULRIKA 53 |
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el exacto y preciso porvenir.
l’exacte i precís devenir.
Siete son los hombres que defienden Tebas. Siete son los hombres que asedian Tebas.
Set son els homes que defensen Tebes. Set son els homes que assetgen Tebes.
En la otra parte del espejo la cal se gangrena. Me das las siete partes de la espada, talmente un bisturí que centellea bajo la claridad lunar.
A l’altra banda de l’espill la calç es gangrena. M’ofrenes les set parts de l’espasa, talment bisturí espurnejant sota la claror llunar.
Sebastià Alzamora (1972) Tentación del abismo
Temptació de l’abisme
«Sabíamos los círculos y también su tendencia al vértigo...» ¡Ingenuos! ¿Es que quizá la muerte, por este juego, había de ser menos barroca? Todos tenemos puntos de luz viva que busca. «Remisos la notábamos oculta en nuestras manos, extraña como un pecho bajo cantos y grava». Nos importa la luz, pero más su proyecto, y, tal las alas de Ícaro, más descompuestas cuanto más cerca del sol, nuestros fracasos serán señas de una proximidad al nombre que perdimos.
«Coneixíem els cercles i la seva tendència al vertigen...» Ingenus! Tal vegada la mort, per aquest joc, havia d’ésser-nos menys barroca? Tots contenim un punt de llum viva en recerca. «Perplexos la notàvem oculta dins les nostres mans, rara com un pit sota còdols i grava». Mes no importa la llum tant com el seu projecte, i, com les ales d’Ícar, més desfetes com més a prop del sol, els nostres fracassos faran senya d’una proximitat amb el nom que perdérem.
Retorno a la tierra (v)
Retorn a la terra (v)
No por la tierra hay que entregarse al beso ni por dominio impropio de las cosas, sino por esta inercia del sentir que nos viene del cuerpo y de esta raíz nuestra. No espera luz el mundo, del doble árbol: sólo una estampa de perfil exacto y proporción conforme. Nunca por un deseo se gobernó la tierra, ni un solo punto pudo designar la naturaleza; y nunca la perspectiva de un círculo mudose en beneficio de nada que se quiera excéntrico a su orden.
No per la terra ens hem d’entregar el bes, ni pel domini impropi de les coses, ans per la inèrcia de sentiment que ens ve del cos i d’aquesta arrel nostra. El món no espera llum, de l’arbre doble: sols una estampa de perfil exacte i de proporcions conformes. Mai per un desig s’ha governat la terra, mai un sol punt ha pogut designar la natura sencera; i mai la perspectiva d’un cercle s’ha mudat en benefici de res que es vulgui excèntric al seu ordre.
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Estamos en el cerco de la resonancia, y aquí sólo accedemos a una grieta de un espejo que nos incluye y nos da imagen. Como depende el músculo del hueso, nuestra carne se sujeta en una clara seguridad de gozo y pudrimiento: nuestro resplandor es nuestra pena, la contingencia eterna que nos ata el aire con el polvo. Hay que ser sobrios, pues. No por conocer hemos de hinchar nuestra palabra, ni por entender hemos de asomarnos al vacío: nos corresponde amarnos, y callar después. El resto es ya literatura.
Som a la tanca de la ressonància, i aquí només accedim a una esquerda d’un mirall que ens inclou i que ens dóna imatge. Tant com el muscle depèn de l’os fred, la nostra carn s’aguanta en una clara seguretat de podriment i joia: la nostra resplendor és la nostra pena, la contingència eterna que ens lliga l’aire amb la pols. Cal, dones, sobrietat. No per conèixer hem d’inflar el nostre mot, ni per entendre ens hem d’atansar al buit: ens pertoca estimar-nos, i callar després. La resta ja és literatura.
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La poesía humorística
colombiana como alternativa al canon tradicional1 Por Guillermo Molina Morales
Desde hace ya algunas décadas, los estudios literarios han asumido la tarea de revisar el canon con el objetivo de evidenciar sus sesgados criterios de selección y revalorizar algunos textos que habían sido marginados. Este objetivo ha sido compartido por algunos estudiosos de la literatura colombiana, por lo que existen claros avances en la tarea de «pensar en cánones paralelos, coexistentes y mutuamente alternativos» (Mignolo, 1994, p. 29), sobre todo en cuanto a literatura producida por mujeres, por afrocolombianos y por indígenas. Además del necesario rescate de las obras escritas por autores pertenecientes a las llamadas minorías sociales, se debe prestar atención a aquellas otras obras que, más allá de la condición social de su
Además del necesario rescate de las obras escritas por autores pertenecientes a las llamadas minorías sociales, se debe prestar atención a aquellas otras obras que, más allá de la condición social de su autor, fueron constantemente marginadas por pertenecer al mundo de la risa.
autor, fueron constantemente marginadas por pertenecer al mundo de la risa. En este sentido, se puede afirmar que la crítica tradicional ha constituido «un canon muy tradicionalista y conservador» que resulta consecuente con «el proyecto de lograr la legitimación de la clase dominante mediante la reconstrucción del pasado» (Fajardo Valenzuela, 2007, p. 46). En esta reconstrucción del pasado se intentaba crear una imagen nacional acorde con valores ideales, como el heroísmo, la elevación espiritual, la solemnidad y, en general, el mundo de lo serio. Por este motivo, Alstrum (2006) afirma que la poesía satírica colombiana constituye una verdadera «tradición oculta», «que incomoda y enfada mucho a la élite sociocultural» (p. 13). De hecho, en las historias literarias es constante el menosprecio, tanto implícito como explícito, hacia el humor en la poesía, hasta llegar al punto de afirmarse que «poesía y humorismo son incompatibles» (Holguín, 1974, p. 204). De esta manera se produce un doble efecto negativo en los panoramas de la poesía colombiana: por un lado, el simple falseamiento de la realidad, al no tenerse en cuenta un porcentaje muy significativo de sus producciones; por otro lado, la im-
1 Este artículo es una versión modificada de la ponencia «El humor en la poesía colombiana: entre la tradición y la ruptura», presentada en el xix Congreso de la Asociación de Colombianistas.
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GUILLERMO MOLINA MORALES
presión de que la poesía colombiana está sobrecargada de solemnidad y de pomposa trascendencia. Esta impresión sesgada, además, funciona como una suerte de profecía autocumplida, puesto que las nuevas generaciones tienden a repetir los modelos consagrados por la crítica. Sin embargo, limitándonos tan solo a las obras escritas en español, la poesía humorística se inicia en Colombia tan pronto como los españoles llegan a esta tierra. Así, Juan de Castellanos, en sus célebres Elegías, copia algunas de las coplas que el soldado Juan Martín componía «por quitalles [a los soldados] / alguna parte de melancolía». Este es el primer testimonio de poesía popular en la Nueva Granada. Una poesía popular que, con grandes dosis de humor, se desarrollará en los siglos coloniales en dos direcciones principales: la erótica y la política. Entre los muchos ejemplos posibles de la primera dirección, copiaremos unos versos de la «Décima a la voz de dos amantes poco jilgueros»: pues vos, aunque mal, cantáis, mas si se ayudan los dos, ella entonces te da a vos y voz entonces le dais. En cuanto a la segunda, nombraremos tan solo las «Coplas del baile de las brujas» y la Cédula del Común, que sirvió para exaltar los ánimos en la revuelta comunera: Solo nosotros estamos de pendejos, en las Indias las vainas aguantando. La producción «culta» de la época colonial tampoco estuvo exenta de versos humorísticos que hoy en día pueden sorprendernos por su osadía. En estos versos se manifiesta la distancia existente entre la realidad social de la Colonia y su imagen idealizada. Ejemplos los encontramos desde el episodio del portugués burlado
por una india en las ya citadas Elegías de Castellanos hasta la épica burlesca de José Ángel Manrique en La Tocaimada, donde Minerva sentencia: «en tres o cuatro siglos os prometo / que sabrán en Tocaima el alfabeto». Un caso extremo lo encontramos en la abierta escatología del poeta García de Tejada («Canto el dulce cagar, canto la Mierda»), quien ridiculiza el poder de las armas y las letras en comparación con las urgentes necesidades corporales:
Juan de Castellanos
Y cuando la gana pilla […], El Rey se baja del trono Y el Papa deja su silla. Todo este corpus de poesía humorística, que apenas ha sido estudiado, constituye una tradición paralela a la canónica. Una tradición que continúa en el siglo xix a través de la llamada «poesía festiva». ULRIKA 53 |
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Esta poesía, en la que se cita a Joaquín Pablo Posada, Ricardo Carrasquilla y José Manuel Marroquín como máximos representantes, se diferencia claramente de la vertiente seria consolidada por la crítica (en especial, José Eusebio Caro y Rafael Pombo). Curiosamente, un análisis de estas diferencias nos llevaría a concluir que la poesía festiva presenta rasgos más cercanos a la sensibilidad actual: humor escéptico frente a solemnidad grandilocuente; realismo de la vida cotidiana frente a idealismo abstracto; autoconsciencia literaria frente a falacia artística; y lenguaje popular que experimenta continuamente con su propia materia: Ahora que los ladros perran, ahora que los cantos gallan, ahora que albando la toca las altas suenas campanan; y que los rebuznos burran, y que los gorjeos pájaran [«Serenata», de Marroquín].
Luis Vidales 26
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Estas dos vertientes paralelas de la poesía colombiana, la humorística y la seria, se aúnan en ocasiones en la obra de un mismo autor. Es el caso de José Asunción Silva, quien, por otro lado, separaba cuidadosamente los poemas serios, únicos dignos de consideración, de los divertimentos humorísticos, que reunió en sus Gotas amargas. Estos últimos poemas, que muestran la lucha entre las visiones espiritualista y positivista del mundo, se enmarcan en la larga tradición que venimos presentando y, por lo tanto, no podemos pretender, como a veces se ha hecho, que Silva sea el germen de la «antipoesía» en Colombia. Creemos, sin embargo, que Luis Carlos López sí supone un verdadero punto de inflexión. La poesía humorística, que hasta ese momento se desarrollaba como tradición paralela (pero tradición, a fin de cuentas), comienza a penetrar en la línea oficial. Lógicamente, esta novedad genera un alto grado de polémica, como muestran las encontradas valoraciones de la obra del Tuerto López, quien solo de forma reciente ha encontrado un cierto consenso positivo entre los críticos. Esta situación de conflicto, desde otra perspectiva, será aprovechada por algunos poetas que propusieron el humor como estrategia de ruptura (o como consecuencia de la ruptura, si tenemos en cuenta el choque entre el lirismo esperado y las propuestas contrarias que lanzan estos autores). Esto se comprueba de forma clara en dos casos paradigmáticos. El primero de ellos es la irrupción de Suenan timbres (1926), de Luis Vidales, donde los recursos vanguardistas, con su inversión de la lógica occidental dominante, van muy de la mano con los humorísticos: Si te pegan en la mejilla izquierda, pon la derecha, me dijeron. Pero si todos hacen eso mismo ¿quién al fin es el que pega?
GUILLERMO MOLINA MORALES
Raúl Gómez Jattin
Como sabemos, esta propuesta no terminó de cuajar en el país, ni siquiera en el propio poeta, que posteriormente volvería al tono serio en La Obreríada (1978). Precisamente, el hecho de que no arraigaran las propuestas de vanguardia en Colombia permitió que los nadaístas pudieran generar escándalo con una actitud que, en general, no hace sino retomar los recursos de la risa popular. El propio nombre del grupo («nadaísmo») supone un buen ejemplo. Posteriormente, la evolución de algunos de sus integrantes, muy en especial de Jaime Jaramillo Escobar, explicita de forma todavía más clara la conexión del nadaísmo con el humor y con la poesía popular. Faltaría analizar lo sucedido a partir de los años sesenta, es decir, una vez que la ruptura nadaísta ha sido asumida como parte del canon (lo que Octavio Paz llamaba «tradición de la ruptura»). Nuestra hipótesis es que la penetración del humor en la poesía oficial ha tenido un doble efecto contradictorio: por un lado, ha revitalizado la corriente dominante, que ya no podía mantener su seriedad elitista en un tiempo marcadamente democrático; por otro lado, ha neutralizado su potencial subversivo, al igual que lo ha hecho el Carnaval al ser patrocinado por los gobiernos nacionales. Con todo, se podría matizar esta última afirmación si distinguimos dos tipos de
la penetración del humor en la poesía oficial ha tenido un doble efecto contradictorio: por un lado, ha revitalizado la corriente dominante, que ya no podía mantener su seriedad elitista en un tiempo marcadamente democrático; por otro lado, ha neutralizado su potencial subversivo, al igual que lo ha hecho el Carnaval al ser patrocinado por los gobiernos nacionales.
humor: el primero, de tipo intelectual, se manifestaría en una suave ironía, y estaría representado en la actualidad por poetas como Juan Manuel Roca y Juan Gustavo Cobo Borda; el segundo, más vinculado a lo popular, se manifestaría en la desmesura carnavalesca, y sería el característico de los famosos poemas zoófilos de Raúl Gómez Jattin, lo que justificaría su preeminencia entre los poetas «malditos» contemporáneos de Colombia (aunque posiblemente su biografía tuvo mucho que ver en esta fama). En cualquier caso, el estudio del humor en la poesía actual queda abierto a futuras investigaciones.
Referencias bibliográficas Alstrum, J. J. (2006). La tradición oculta: La poesía satírica colombiana. Cuadernos de Literatura, 10(20), 12-26. Fajardo Valenzuela, D. (2007). «Anotaciones sobre literatura colonial y su historia». En Acosta Peñaloza et al (ed.). Leer la historia. Caminos a la historia de la literatura colombiana (pp. 23-59). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Holguín, A. (1974). Antología crítica de la poesía colombiana. Bogotá: Banco de Colombia. Mignolo, W. (1994). Entre el canon y el corpus. Alternativas para los estudios literarios y culturales en y sobre América Latina. Nuevo texto crítico, 7(14-15), 23-36.
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Antonio Deltoro José Ángel Leyva
Paisaje con sapos y sueños. Dos talleres de poesía en la Ciudad de México Por Pablo Molinet ¿Qué se enseña cuando se enseña poesía? El claustro universitario ofrece relevante conocimiento filológico y crítico, método y claridad, pero pregunto por un sitio, el taller, más huidizo a la descripción y la definición. Un sitio sobre el que pesan sospechas contradictorias: se le acusa lo mismo de informal que de excesivamente formal; de guarida de vivales y de campo de entrenamiento de agentes de la cia. Suspicacias que no levanta un taller de artes plásticas o de reparación de automóviles, acaso por la obstinada superstición de que no se puede enseñar a escribir literatura. El argumento convencional de que nadie le enseñó a Rimbaud a ser Rimbaud no se sostiene: el Liceo le enseñó lenguas y metros clásicos y versificación francesa; sin ello y sin Izambard, no hay soneto de las vocales, no hay barco ebrio. 28
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¡Emily Dickinson!, exclama orondo mi contendiente imaginario. Yo le respondo que ella tuvo un maestro formidable, su aislamiento sin fondo, y que si tiene la caradura de invocar a miss Dickinson para ganar una discusión, me haga el favor de confinarse a la casa de sus padres por el resto de su vida. Nadie te puede enseñar a escribir, afirma en pleno 2015 un posromanticismo tardío que no se percata de su condición. Emborrono estas cuartillas en el escritorio de mi abuela, maestra e hija de maestros, y la posibilidad de que una actividad humana, cualquiera, no sea susceptible de enseñanza me parece, antes que una blasfemia, una ridiculez. Nadie me puede enseñar a escribir mis poemas, pero necesito que alguien me enseñe a escribir poemas. Y si bien la enseñanza debe apoyarse en los poemas
PABLO MOLINET
grandes que la especie ha escrito, no reside en ellos, porque no fueron concebidos con ese fin. ¿O de veras alguien cree que puede aprender física con la Teoría general de la relatividad en una mano y una calculadora científica en la otra? Zanjado el punto, al menos para fines de este texto, vuelvo a la pregunta inicial, ¿qué se enseña cuando se enseña a poesía?, y descubro, con cierto azoro, que la respuesta me demanda trazar un paisaje. Imaginen ustedes un barrio pobre y fervoroso que todos los años entrega decenas de muchachos al seminario; más de seis llegan a sacerdotes y más de tres a obispos. Uno de ellos escala con enérgico talento la jerarquía eclesial. Imaginen el júbilo de su parroquia el día en que, tantos años después de oficiar su primera misa, vuela a Roma a ceñir la púrpura cardenalicia. Ahora llamen ‘literatura mexicana’ a ese barrio y Octavio Paz a ese cardenal, y se percatarán de que, en México, la práctica de la poesía se aproxima peligrosamente a una pintoresca opereta del subdesarrollo, toda pompa y relumbrón y superchería. El fenómeno que refiero no es sino la réplica local de uno occidental, la hipertrofia del prestigio de la poesía desde principios del siglo xix, que ya era lo suficientemente engorrosa hacia la segunda mitad del xx como para que Gombrowicz escribiera los textos que, reunidos en español, reciben el título general Contra los poetas. En México, ese malestar se ha ido decantando en años mucho más recientes en una transformación de postura ante el oficio; en una reticencia al alarde, en un horror a la exageración, en modestia y mesura. No obstante, esa postura es, por naturaleza, minoritaria; los hechos no desmienten la afirmación de que en mi país endilgamos a la poesía un prestigio desmedido que actúa como fuerza deformante sobre la enseñanza, la práctica, la recepción y la crítica.
Hoy en día, esa hinchazón es perceptible en el encarnizamiento de la lucha por establecer un polo de prestigio dominante; en el surgimiento de bandos, que formulan syllabus despóticos y excluyentes: lecturas prescritas, lecturas proscritas, y determinadas nociones críticas o compositivas vueltas artículo de fe. Hay quien exige distancia irónica a todo lo que lee y, por el contrario, quien le demanda «carnita» –conflicto, ay, desgarradura–. Hay quien cree sinceramente que «duende» es un baremo crítico. Hay quien desautoriza si no halla patrón métrico, y quien no distingue un endecasílabo de un hipopótamo.
Hay quien exige distancia irónica a todo lo que lee y, por el contrario, quien le demanda «carnita» –conflicto, ay, desgarradura–. Hay quien cree sinceramente que «duende» es un baremo crítico. Hay quien desautoriza si no halla patrón métrico, y quien no distingue un endecasílabo de un hipopótamo. No leo pues nuevos cánones de poesía en México. Leo, eso sí, canoncitos. No leo pues nuevos cánones de poesía en México. Leo, eso sí, canoncitos: en un extremo acechan los que exigen innovación formal y trasfondo político, y están a nada de organizar una Checa en Twitter; en el otro, los que profieren «Tradición y lirismo», como en el siglo xix la facción conservadora exclamaba «Religión y fueros». El clima moral e intelectual no genera una atmósfera propicia para aprender a escribir poemas, pues ello exige una serenidad difícil de alcanzar si lo que está en juego no es la precisión de un adjetivo sino la posesión de una diocésis. Conozco, por supuesto, varias excepciones; de ellas destacaré dos: los talleres de Antonio Deltoro en la Fundación para las Letras Mexicanas, y de José Ángel ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
Octavio Paz
Leyva en la Facultad de Economía de la unam. Tan diametralmente opuestos y tan profundamente similares entre sí como los poetas que los conducen. Me inicié en el oficio en los distantes años noventa, cuando Leyva publicaba sus primeros libros y Deltoro llevaba ya varios. Si la memoria no distorsiona de más los hechos, en aquel entonces imperaba una concepción del texto poético como objeto verbal radiante, que aludía a una dimensión de absoluta transparencia, un éter inefable. Aquello se bifurcaba en dos posibilidades: por un lado, se tendía a hacer del escritorio de un poeta la mesa de trabajo de un químico atareado en aislar por reducción sustancias puras; por otro lado, cualquier asidero de lectura, cualquier esfuerzo para hacer inteligible el poema, era repudiado como prosaico, explicativo y contrario a la economía del texto poético: el aura de misterio, de revelación sibilina, debía preservarse a toda costa. En general, la tarea compleja de componer un texto poético se reducía al acto, potencialmente fraudulento, de encriptar una experiencia cotidiana. Imperaba también un sacro horror a la métrica, grillete de la auténtica inspiración auténtica. 30
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Veinte años después, quedan escasos paladines del purismo noventero pues el péndulo se arrojó con violencia al extremo opuesto: irrupciones brusquísimas y arbitrarias de cultura popular o de información noticiosa, juegos sonoros y semánticos con fines de perturbación, o bien, en otros confines del tablero, puestas al día lúdicas, políticas o hasta sentimentales de los metros castellanos. Las obras de Leyva y Deltoro (los libros, los talleres) se asemejan en una vocación de resistencia a las presiones y demandas de la moda; y esa vocación es una de las primeras enseñanzas que, desde mi punto de vista, debe ofrecer un taller de poesía en México. Otra que también se aprende con estos poetas es que debe desarrollarse una suerte de ‘rechazo reflejo’ ante esa pompa y circunstancia que referí hace unas páginas, pues una y otra se interponen, a veces irreversiblemente, entre el poeta y su poema. Cierto desapego, cierta objetividad, cierta mesura, son también lección de estos talleres: lo que usted trajo, señor, no es un recado de puño y letra de Apolo Musageta, es un texto literario que debe someterse a escrutinio y corrección puesto que usted es un profesional de esta clase
PABLO MOLINET
de textos, no el oráculo de Delfos en jeans. En el taller de Deltoro, los becarios de poesía de la flm se ponen por uno o dos años «al servicio del poema». Si las intenciones del autor tiran para un lado y el texto para otro; si éste exige mayor elaboración o, por el contrario, está sepultado bajo versos redundantes; si el epígrafe, si el título, si tales o cuales decisiones formales. En todos los casos, el texto manda; la premisa es que sólo transfiriéndole esa autoridad adquirirá una vida propia e independiente de la del autor. Un poeta que haya decidido aprender de Antonio Deltoro se propone descubrir qué le pide un texto para crecer, provenga ello de donde provenga: un libro de Oliver Sacks, una película de Buñuel, la recapitulación de una experiencia –y si, contagiado de ciertas gripes estacionales, usted bosqueja un proyecto de 30 textos sobre el árbol del alcanfor y su tía Ifigenia, se le informa que en ese taller se trabaja con poemas, no con proyectos–. Para obedecer a su texto, quizá un devoto del Siglo de Oro deba arriesgarse a la intertextualidad y la impureza, y un adorador de las vanguardias a repasar su Góngora. Y viceversa. Y siempre viceversa, pues Deltoro suele decir que su taller también es un laboratorio. Leyva propone otro tipo de búsquedas, que consisten en una especie de prolongación telescópica de un texto dado: un extraer versos de versos y estrofas de estrofas que puede o no dar resultados pero que le confiere a un poema su naturaleza de antena tendida hacia quién sabe dónde. Para Leyva, escribir un poema bien puede consistir en entregarse a una jornada de doce cuartillas que se reducirán a tres; el imperativo es que un poema contemporáneo, o sea un texto flexible y abierto a lo imprevisto, no desperdicie ninguna posibilidad de indagación ni crecimiento.
Deltoro privilegia una definición de Eliseo Diego, «La poesía es el acto de atender en toda su pureza», y en su taller se aprende que ese acto se cumple cuando, en un esfuerzo de concentración y tensión, el poema atiende a su asunto y el poeta atiende al poema; ambos, por supuesto, en toda su pureza. Tengo la convicción de que sólo cuando ocurre ese desdoblamiento en lo profundo del texto se está escribiendo poesía. Leyva procura imbuir en sus discípulos una voluntad de desafiar la sintaxis de la percepción convencional, de empujar el texto más allá del último umbral del orden y la certeza; el texto poético comienza allí donde la certidumbre, cualquier certidumbre, vacila.
¿Qué se enseña cuando se enseña poesía en un taller? ¿Técnica, perspectiva, disciplina, oficio? Seguro. ¿Responsabilidad frente al texto propio y el género en su conjunto? Por supuesto. El sueño, el universo onírico, clave para leer el trabajo de Leyva, no es ajeno a su taller, que exige del trabajo de escribir un poema, un esfuerzo y una concentración similares a las de quien intenta un sueño lúcido. Deltoro trabaja con un principio: «A cada sapo su pedrada»: lo que quiere decir que, en su taller, no impera más preceptiva que la de empujar a cada muchacho en la busca, a veces descorazonadora, a veces terrorífica, de su propia voz. ¿Qué se enseña cuando se enseña poesía en un taller? ¿Técnica, perspectiva, disciplina, oficio? Seguro. ¿Responsabilidad frente al texto propio y el género en su conjunto? Por supuesto. No son respuestas triviales, pero acaso esta sea más relevante: que un taller, al menos uno como los de Leyva y Deltoro, enseña a escribir la poesía que cada uno tiene que escribir, y no la que fulano y zutano van a recompensar; el texto de uno, digo, no el que la Tradición ampara, no el que el Zeitgeist veleidoso celebra. Nada más, pero nada menos. ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
Roberto Juarroz, «Una Permanencia Vertical» en el canon de la poesía argentina actual Por Héctor J. Freire Leyendo o escuchando los poemas de este libro, creo que sentir es profundo y comprender es superficial, porque siento muchísimo y casi no comprendo. Y por lo breve de este libro profundo, recuerdo: «quien dice la verdad casi no dice nada». Antonio Porchia
Roberto Juarroz nació en Dorrego, provincia de Buenos Aires, en l925. Poeta, ensayista y profesor de letras. Dirigió la revista Poesía=Poesía desde l958 hasta l965. A los 70 años de edad, en los primeros días de abril, y después de padecer por más de un año una grave enfermedad, dejó de «existir». Esta «escuetísima» necrológica, salvo la sintética nota publicada en el Suple32
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mento Cultural del diario La Nación, del domingo 9 de abril de 1995, escrita por el gran poeta Octavio Paz desde México, fue quizás, el único recordatorio digno que los diarios y revistas locales dedicaron a quien fue uno de los más altos y hondos poetas argentinos de estos últimos 50 años. El 3l de marzo de l995 moría en la capital de la República Argentina el poeta Roberto Juarroz, autor de Poesía Vertical. Esta evocación trata de rescatar su figura y la excelencia de una poesía original y de fuerte contenido filosófico. Empezar pues, por focalizar a Juarroz dentro del canon de la poesía argentina se hace más que necesario. En la mayoría de las antologías, como por ejemplo, la seleccionada por Daniel
héctor J. freire
Freidemberg (1), se lo ubica dentro de la Generación del 50, ya que su primer libro es de 1958. Recordemos también que el principio de los años cincuenta marca para la poesía argentina la definitiva consolidación de las vanguardias surgidas en la década anterior: el invencionismo de Edgar Bayley en el 44, el surrealismo (Enrique Molina, Francisco Madariaga) motorizado por Aldo Pellegrini y el neorromanticismo de la generación del 40 (Olga Orozco). Y a partir de Poesía Bs.As. (Raúl Gustavo Aguirre, Rodolfo Alonso, Mario Trejo) entre l950 y l960, la definitiva autonomía de la escritura poética. De su tronco se desprenden cinco grandes ramas: la impresionista (Hugo Gola, Alejandro Nicotra, Hugo Padeletti); la prosística: irónico-escéptica (Paco Urondo, Mario Trejo, Alberto Vanasco, Miguel Brascó); la rama de los alucinados y malditos (Alejandra Pizarnik, Elizabet Azcona Cranwell); la objetivista (César Fernández Moreno, Alfredo Veiravé, Joaquín Gianuzzi); y la última, que tranquilamente se la puede ubicar en la generación del sesenta y que es representada básicamente por Juarroz: la llamada poesía de indagación metafísica, no vinculada directamente a Poesía Bs.As. Ésta es una escritura poética, según Freidenberg, aparentemente «fría» e «intelectual», que opera mediante paradojas y un tono reflexivo e interrogativo, que tiende a acuciar al lector con preguntas, más que con respuestas. En este sentido, Juarroz rescata la tradición borgeana, retomada también por el poeta Alberto Girri, de considerar a la filosofía y al pensamiento como un verdadero estímulo a la imaginación poética. Desde esta perspectiva, Juarroz suma crítica más poesía, reflexión y pasión, razón e intuición. Sus poemas parecieran «pensar con el corazón» y «sentir con la cabeza». Creador elogiado por escritores de la talla de Antonio Porchia (cuya obra Voces es determinante para Juarroz), Julio Cortázar, René Char, Octavio Paz, y Vicente Aleixandre, entre otros. Varias veces premiado, tanto en la argentina (distinguido con el Gran Premio de Honor de la Sade), como en el extranjero (Gran Premio de la Bienal Internacional de Poesía, en Bélgica) traducido a varios idiomas, y, sin embargo, su muerte pareciera haber pasado desapercibida para la cultura, los poetas y los «intelectuales» argentinos, más preocupados por su
coyuntural y fugaz trascendencia, que por el reconocimiento merecido a una obra poética única. «Poesía de una abrasadora transparencia», al decir del premio nobel Vicente Aleixandre. O las opiniones de Julio Cortázar a propósito de sus textos: «Sus poemas me parecen de lo más alto y lo más hondo (lo uno por lo otro, claro) que se ha escrito en español en estos años. Hacía mucho que no leía poemas que me extenuaran y me exaltaran como los suyos». Este pequeño comentario de algunas de las peculiaridades de su obra pretende ser también un humilde homenaje, donde la pesadumbre y la admiración se unen ante lo inevitable de la indiferencia y el desconocimiento por parte de un gran sector de la actual poesía argentina. Roberto Juarroz publicó trece libros de poemas, curiosamente todos con el mismo título unificador y sugerente a la vez: Poesía vertical.
Juarroz suma crítica más poesía, reflexión y pasión, razón e intuición. Sus poemas parecieran «pensar con el corazón» y «sentir con la cabeza». «Estaba enamorado del arriba y del abajo, del agua profunda y quieta del pozo, y de los astros que vislumbramos en lo alto de una torre», comentó su amigo Octavio Paz. Y en este título, que en realidad es una especie de visión integral y totalizadora (el arriba y el abajo, «el pozo» y «la estrella»), estaría concentrada, no sólo la poesía, sino también la poética de Roberto Juarroz. Creación y reflexión: vasos comunicantes. El carácter necesario que tiene para Juarroz esta doble actividad: para penetrar en la realidad y para huir de ella, para preservar un gesto y para conversar con uno mismo (ese desconocido), para detener el instante y para hacerlo volar. Esa «incurable unidad que padece lo otro». Mi pensamiento ha creado otra forma de pensar para pensarte. La ha creado en mí, como si una sombra se inventara otro cuerpo. ULRIKA 53 |
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«los nuevos cánones de la poesía»
Cada poema de Juarroz implica, de modo implícito o explícito, una poética, una apasionada declaración de principios, una determinada visión filosófica. Hacia arriba y hacia abajo, pozo por donde sube el agua potable del espíritu y torre por donde desciende el aire libre del pensamiento. Esta verticalidad coincidente por cierto con el segundo principio de la filosofía hermética, es anunciada a modo de prólogo por el mismo Juarroz en su primer Poesía vertical (l958): «ir hacia arriba no es nada más que un poco más corto o un poco más largo que ir hacia abajo». El otro referente obligado, y de donde Juarroz pareciera haber tomado esta noción de «poesía vertical» (verdadero leitmotiv de toda su obra), es el filósofopoeta Gastón Bachelard, en su texto «Instante poético e instante metafísico» del libro El derecho de soñar, y que también podemos rastrear en otro libro, íntimamente relacionado con éste, La intuición del instante. Bachelard, a propósito nos dice: La poesía es una metafísica instantánea. En un breve poema, debe dar una visión del universo y revelar el secreto de un alma, del ser y de los objetos al mismo tiempo. […] En todo poema verdadero, se pueden entonces encontrar los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue la medida, de un tiempo que nosotros llamaremos Vertical para distinguirlo del tiempo común que huye horizontalmente con el agua del río, con el viento que pasa. De ahí una paradoja que debe enunciarse claramente: en tanto que el tiempo de la prosodia es horizontal, el tiempo de la poesía es vertical. […] El fin es la verticalidad, la profundidad (el pozo-el abajo) o la altura (la estrella-el arriba); es el instante estabilizado en que las simultaneidades prueban ordenándose que el instante poético (vertical) tiene una perspectiva metafísica.
En el caso de Juarroz, toda su poesía está compuesta de esos «instantes absolutos» e intensos del que nos habla Bachelard. Doble verticalidad: la de un lenguaje exigente sin ser para iniciados y que bien parece un idioma del alba; tal es la transparencia de la poesía de Juarroz, y la de una actitud ética, solitaria sin dejar de ser solidaria. Y ambas actitudes constituyen 34
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las claves para comprender uno de los pensamientos poéticos más lúcidos y estimulantes de la poesía hispanoamericana. Sus breves textos, verdaderos «poemas-semillas» impresionan por su síntesis, concentración y precisión. Y también por su visibilidad, que termina siempre por revelarnos aspectos desconocidos de la realidad. En este sentido, los poemas de Juarroz son epifanías de sorprendente cristalización verbal: «lenguaje reducido a una gota de luz». Sabios y caprichosos como el viento y el tiempo, los poemas de Juarroz parece que no saben lo que hacen y, no obstante, pocas veces se equivocan. El poema y la reflexión (poética) surgen de una misma necesidad. Estos poemas son también una pregunta por la poesía. Juarroz vivía el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje. Descubrimos aquí cuatro elementos básicos, al decir del poeta: «explosión, ser, lenguaje y debajo. Partiendo de aquí (o tal vez llegando) he buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical».
Juarroz vivía el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje. Descubrimos aquí cuatro elementos básicos, al decir del poeta: «explosión, ser, lenguaje y debajo. Partiendo de aquí (o tal vez llegando) he buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical». Juarroz, geólogo del ser, astrónomo del espíritu, vidente que ve hacia abajo desde arriba y desde abajo hacia arriba, de la mente al cuerpo, de la razón a la pasión. Es un verdadero «contemplador vertical» del diálogo del hombre consigo mismo y con el universo. «El lenguaje es la casa del ser. Más allá de las cosas y detrás de los hombres»: estas dos frases de Heidegger nos remiten en la obra de Juarroz a un desplazamiento de interrogantes, desde las cosas a los hombres, en su misión de ir siempre más allá, como lo hizo el poeta en su pasión por dibujar ventanas en los hechos más simples, para mirar por encima de las apariencias.
héctor J. freire
A propósito, comenta Guillermo Sucre (2): el suyo es un discurrir que se repite incesantemente, un lenguaje que no varía de manera sensible –que no evoluciona, dirán ciertos críticos, que, por lo general, siempre involucionan–. Su primer libro podría ser el último, y viceversa. Si, como se cree lo estimable, una obra es sobre todo expansión y diversidad, la suya, aparentemente, no sería una obra. No obstante, es una obra que se hace –o se hará– cada vez más presente en nuestra experiencia de la poesía. Lo mejor de esa obra merecería, en verdad, una frase de Baudelaire: «Como no ha progresado, no envejecerá». Paradoja, sin duda, fascinante: ¿no supone otra forma de «modernidad», a la vez que resulta su crítica?
«Dibujaba ventanas en todas partes. En los muros demasiado altos, en los muros demasiado bajos, en las paredes obtusas, en los rincones, en el aire y hasta en los techos. Solamente quería ver: Ver», nos dice Juarroz. Autor de un solo libro, unitivo desde l958 hasta su decimotercera Poesía vertical. Sin embargo, creo, que la de Juarroz no es una poesía meramente racional, sino lírico-especulativa, expectante, que cuestiona sobre el ser, el lenguaje poético y el conocimiento. Una poesía que aporta voz al silencio del hombre y luz a los ojos para ver en la oscuridad. Su itinerario poético casi no registra «evolución»: «Yo no me repito, me aumento...y siempre hay un grano de polvo de luz que quiebra el engranaje de las repeticiones». Es como si su búsqueda se hubiera ido paralizando hasta quedarse inmóvil en un marco. En la poesía de Juarroz hay, según el mismo: «Unas puertas tan perfectas como para quedarse, para siempre en una puerta. Y desde allí ver pasar todas las cosas. Sin entrar ni salir».
Su poesía, es en este sentido un «obstinado visor». Un ejercicio infrecuente de pensamiento dentro del panorama de la poesía argentina de los últimos 50 años. Compleja y densa. Ambigua y dual: inquietante. Pero ¿no es esta ambigüedad de inquietante dualidad el soporte mismo de la existencia? «El pensamiento nos traiciona / y el yo también nos traiciona, somos leves señales de humo, que tal vez no dejan un código», remarca el poeta. Poesía que da cuenta del ser y del no ser, del adentro y el afuera, del derecho y el revés, del camino y su sombra, del silencio de cualquier mirada. El don de su existencia está dado por la suma del ser y el no ser, la suma, no la síntesis. En los poemas de Juarroz blanco más negro no devienen gris. Se trata más bien de un sistema, del género presocrático: cada ser suscita su contrario, su no ser contenido implícitamente en sí mismo. Cada palabra va detrás de su silencio. Palabra y silencio, rama y raíz, luz y sombra. Lo posible es sólo una provincia de lo imposible, es más, sólo es posible dice Juarroz, lo imposible. Un pensamiento poético naturalista y metafísico a la vez. «Poemas heraclitianos»: suma de fragmentos o sucesión de acertijos y fórmulas aforísticas. No es casual que los poemas de Juarroz le recuerden a Cortázar el pensamiento poético de los presocráticos. También evocan la démarche de textos de Heidegger o los poemas de René Char. Inmediatamente después de la lectura de la poesía de Juarroz surge la siguiente cuestión, la misma que plantea Heidegger (3) en relación con la esencia ULRIKA 53 |
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de la poesía: ¿cómo empieza este diálogo que nosotros somos?, ¿quién realiza aquel nombrar de los dioses?, ¿quién capta en el tiempo que se desgarra algo permanente y lo detiene en una palabra? Esta palabra forma la conclusión de la poesía y dice: «mas lo permanente lo instauran los poetas». Esta palabra proyecta, desde los poemas de Juarroz, una luz sobre la pregunta acerca del origen de la poesía. Y la poesía, al decir de Heidegger, es instauración por la palabra y en la palabra. Y, ¿qué es lo que se instaura? Lo permanente: La poesía: es la instauración del ser por la palabra. El poema que abre Poesía vertical I, y que reproducimos a modo de recordatorio, es casi un arte poética. Allí se postulan dos miradas: una que mantiene unido al mundo y no lo deja caerse, es decir, la de las convenciones que manejamos y a la vez nos sostiene como una red; y otra mi-
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rada, la del poeta, que se suelta, infiel de la primera y busca el fundamento último de las cosas. La verdadera red. En esa búsqueda su deseo es «ver, averiguar, saber», y comprobar algo más. En efecto, la poesía vertical de Juarroz empieza por el ver, y no por lo visto. Es decir, empieza por un acto: la mirada. Y que en Juarroz es construir con las palabras, hacer algo con lo visto. Por lo tanto, es también una forma de imaginación, y una vía de conocimiento interiorexterior. Una red de miradas, una trama, un texto que abarca al mundo. Para finalizar, es difícil elogiar a quien merece más que elogios. De ahí que este breve reconocimiento, concluya con la reproducción de dos poemas tan distantes en el tiempo, y a la vez tan cercanos dentro del espacio textual que constituye la totalidad de Poesía vertical, esa geometría del ser que no tiene espacio.
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Una red de mirada mantiene unido al mundo, no lo deja caerse. Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos, mis ojos van a apoyarse en una espalda que puede ser de dios. Sin embargo, ellos buscan otra red, otro hilo, que anda cerrando ojos con un traje prestado y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo. Mis ojos buscan eso que nos hace sacarnos los zapatos para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo o inventar un pájaro para averiguar si existe el aire o crear un mundo para saber si hay dios o ponernos el sombrero para comprobar que existimos (1er poema de Poesía vertical i, l958)
Un día ya no podremos partir. Repentinamente, se habrá hecho tarde. No importa de dónde o hacia dónde era el viaje. Tal vez hacia el otro extremo del mundo o sólo desde uno hacia su sombra. Dibujaremos entonces la figura de un pájaro y la fijaremos encima de la puerta como blasón y memento, para recordar que tampoco existe la última partida.
También merece una mención especial la proyección de su obra en la actual poesía argentina, en la denominada Poesía de pensamiento. Magistralmente investigada y reunida en el libro Poesía de pensamiento (una antología de poesía argentina) (4) del poeta Osvaldo Picardo, editada recientemente en Madrid. Donde se propone la lectura de poetas nacidos entre 1948 y 1979 (María Teresa Andruetto, Liliana Lukin, Carlos Aldazábal, Héctor J. Freire, Abel Robino, Mario Ortiz, entre otros). En todos los casos, se les propuso, una selección personal de textos en que el mismo autor considerara la relación entre poesía y pensamiento. Y que según leemos en el «Ensayo preliminar» de Osvaldo Picardo: El lenguaje de la poesía de pensamiento al igual que el de la filosofía se despliega sobre su propia sustantividad y desborda una peculiar autoconciencia verbal, pero no alcanza definiciones ni certezas. La poesía –se quiera o no– adquiere un compromiso de conciencia con un «modo» de belleza y de verdad; asume un enfoque cualitativo de la conducta y de los hechos que un autor testifica. Por eso, según Alberto Girri, «el poema es, además de un objeto, una experiencia moral».
Referencias (1) Freidenberg, Daniel, La poesía del cincuenta, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981. (2) Sucre, Guillermo, La máscara, la transparencia (ensayos sobre poesía hispanoamericana), Fon-
Y la lanza, que ya estaba clavada en el suelo, sólo se hundirá un poco más.
do de Cultura Económica, México, 1990. (3) Heidegger, Martin, Arte y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1982. (4) Picardo, Osvaldo, Poesía de pensamiento (una
Temperley, Buenos Aires, l994 (Diario La Nación, uno de sus últimos poemas publicados)
antología de poesía argentina), Endymion, Madrid, 2015.
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Asunto de jóvenes: Redescubriendo a
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José Manuel Arango ESTE TEXTO, QUE REMEMORA EL DESCUBRIMIENTO DE JOSÉ MANUEL ARANGO POR PARTE DE rUBÉN DARÍO LOTERO, HACE PARTE DE LOS CONVERSATORIOS QUE EN TORNO A LA OBRA DEL MAESTRO SE PROPUSIERON EN LAS VII JORNADAS Y DURANTE LOS CUALES SE PROYECTÓ EL DOCUMENTAL «LA HUMILDAD DEL JARDINERO, VIDA Y OBRA DE JOSÉ MANUEL ARANGO», DIRIGIDO POR CÉSAR MONTOYA, EN EL QUE PARTICIPÓ EL AUTOR DE ESTE ARTÍCULO COMO GUIONISTA Y ASISTENTE DE DIRECCIÓN. Por Rubén Darío Lotero
[…] poeta es el que ve la vida con los ojos de la infancia. O tal vez con los de la adolescencia. José Manuel Arango
Hace más de cuarenta años, en 1974, cuando recién comenzaba mis estudios de literatura en la universidad, un grupo de amigos que nos habíamos conocido desde los años del colegio solíamos caminar los fines de semana por algunos cerros y montañas que rodean el valle de la ciudad de Medellín. Vagos deseos nos animaban a hacerlo: el de salir del encierro, leyendo en casa; el 38
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de poder acompañar al amigo hacía días no visto; el de llegar andando hasta la cima para ver la ciudad de lejos. O el deseo de cierta aventura para divisar los paisajes al otro lado del muro. ésta es una ciudad amurallada entre montañas; uno mira en torno, alzando la cabeza, y ve sólo la línea azul de los montes, lejos sus picos: es el borde de una copa quebrada.
rubén darío lotero
y en el fondo de la copa está la ciudad, encerrada, dura el mar es remoto1 Un domingo decidimos subir la montaña, que en el siglo pasado llamaban, acertadamente, Sabanalarga, y que hoy conocemos porque por allí atraviesa la carretera que lleva al pueblo de San Pedro, al occidente. Desde nuestras casas, en el cercano valle, llegamos al corregimiento Robledo; de allí ascendimos, por unos rieles, por entre fincas de recreo, hasta Pajarito. Nos desviamos a la derecha hasta pasar por detrás del cerro tutelar del Picacho. Cruzamos extensas mangas y pequeños vallados hasta un bosque de pisquines de tierra fría. Atrás había quedado el rumor de la ciudad2: Hay un lugar –en la montaña, cerca del boquerón– desde donde el estrépito de la ciudad se oye con una nitidez alucinada Posiblemente las paredes rocosas lo allegan por un efecto de caracola para devolverlo acrecido Suena como un trueno, como el trote de muchas pezuñas, una recua de bestias en desbandada Bajo un árbol nos sentamos a descansar. Entonces Juan sacó de su mochila un librito cuadrado en cuya pasta unas esferas se encontraban, y abriéndolo, leyó con pausa, como quien degusta una fruta3:
qué más sino la dolorosa alegría de que nos hayan visitado una vez los rojos querubines del fuego Ahora, por la magia de las palabras, habitaba en la noche, una casa olorosa. Ya los libros, en especial los de poesía, eran nuestros compañeros de viaje. Mi amigo pasó unas páginas y como quien camina viendo los alrededores, nombró palabra por palabra4: muchachas que viajan dormidas en los trenes nocturnos una ciudad partida por un río y el país de tu rostro imágenes fieles a la tierra De nuevo volvíamos a la ciudad, pero para abandonarla en un tren nocturno. Nuestro guía cerró el libro. En su pasta leí: Este lugar de la noche. José Manuel Arango. Más tarde sabría que ésta era su obra primera y que a los 36 años la había publicado de su propio bolsillo «para poder oler los versos impresos». Mi amigo guardó el libro en su bolso. Nos levantamos en silencio, pensativos y cruzamos el penumbroso bosque. Cuando salimos a la claridad nos encontramos con una inesperada imagen de sueño: entre suaves colinas e hileras de eucaliptos y pinos, se asentaba un vallecito de verdes pastos. Alguien exclamó maravillado: ¡El Llano de Ovejas!
si en mitad de la noche nos despierta un olor de incendio y abrimos la ventana y entre los árboles hechos de dura sombra está sólo el aroma de las frutas en sazón 1 Arango, José Manuel, Poemas, Medellín, Departamento de
Bibliotecas, 1983?, s.p. 2 Arango, José Manuel, Poemas, 3ª. Edición, Ediciones
Autores Antioqueños, Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, vol. 62, Medellín, 1991. 3 Poema tomado de Este lugar de la noche, Colcultura, Bogotá,
1984, p. 16.
4 Ibídem, p. 21 ULRIKA 53 |
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Antología de los invitados a las VII Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá» Esta es una breve muestra de algunos de los casi cuarenta invitados que participaron en las VII Jornadas Universitarias de Poesía.
antología
Raúl Vallejo
[Manta, Ecuador, 1959] SE LE CONCEDIÓ AL POETA RAÚL VALLEJO LA DECANATURA DE LAS VII JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA, EN RAZÓN DE SU CUALIDADES LITERARIAS y su reconocida trayectoria como educador y promotor de las actividades en torno a la poesía.
Autorretrato, 2003 He sido en otras vidas parte de la transparencia condenada mancebo y aprendiz en academia de filósofo griego prostituta azotada en las cercanías de un templo repleto de mercaderes predicador escondido en catacumbas o expuesto en la arena de un coliseo bruja servida para saciar los escrúpulos de Torquemada adorador de huacas en tiempos del virrey Toledo negra en Alabama judío en Auschwitz poeta en Wall Street. He sido lo que está al margen del camino y que el viajante escupe la basura que arrojan los decentes sin que nadie los vea el mal pensamiento de la anciana que no sabe bien por qué suspira la desenfrenada mano solitaria del quinceañero el espejo en donde mira el nacimiento de sus formas la núbil desconcertada las cartas de aquellos amantes que transgredían el espacio con papeles perfumados soga de ahorcado bola de cristal enmudecida piedra de sacrificio maya. He sido aquello que el orden y el poder marcaron con fuego remero de galeón sacudido por el latigazo continuo en las espaldas enano y hazmerreír en castillos medievales crítico del mecenazgo en la Florencia renacentista monja de clausura ávida de mundo y con vocación para las ciencias
curaca sublevado y seguidor de Túpac Amaru palafrenero de palacio concubina fea madrastra en cuentos de hadas. He sido lo que se habla en voz baja, lo que está prohibido para menores lo que se acepta bajo la mesa, lo que se compra a hurtadillas muchacha adolescente de espectáculo nudista en Bankok inmigrante trasvestido en el Bosque de Bologna jinetera comunista en las noches del malecón de La Habana acompañante de ejecutivos de una agencia de Dupont Circle mulatillo que deambula madrugadas por las playas de Río vih positivo aprendiz de masajista amante del alcalde en pueblo chico. Soy el mundo lapidado por los que arrojaron con rabia las primeras piedras.
De Crónica del mestizo 10 Vi durante aquel 28 de mayo de 1990 a decenas de indios con ardides de bisbiseos y rituales de silencio tomarse la Iglesia de Santo Domingo como si el alma itinerante del padre Las Casas volviera por sus alegatos Vi después del 4 de junio la caminata de tres mil comuneros de Simbagua rumbo a Pujilí y el susto en rostros amestizados como el mío ULRIKA 53 |
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Vi a diez mil indios ocupando el estadio de Ambato y el disgusto ante la osadía de los runas en los entrecejos fruncidos como el mío Vi la llegada de ciento veinte comunidades bajando las lomas que rodean Guaranda y el asombro petrificado en los de piel blanquiñosa como la mía Vi la tozudez endurecida de siglos de veinte mil más que cercaban Latacunga y el atónito silencio de quienes sentimos a la patria y su pasado en el goloso degustar de chugchucaras, allullas y queso de hoja Vi también la ira estéril heredada de las encomiendas de antaño en las voces tronantes pero inútiles de quienes se consideran descendientes de la patria criolla, posta de la dominación ...declara su fe en la única nacionalidad constitutiva de la República del Ecuador, nacida del grandioso crisol del mestizaje hispano americano, del cual todo ecuatoriano debe enorgullecerse, aglutinando así la diversidad en la unidad... Y todo lo visto lo estoy cantando con voz prestada
Final ¡Ah, estulticia ensoberbecida y mala poesía! ¡Ah, resquemor y tartamudeo frente a lo que no se entiende! ¡Ah, palabra cercenada por lo que escapa a las convicciones del corazón! Esta crónica inconclusa es el testimonio de mi fracaso de mi azoramiento de mi nada
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inscrita en la estrechez de un verbo que no se hizo ni en el sufrimiento ni en la fiesta ni en las rebeldías escrita con trazos en deshabitados soliloquios mientras afuera distinta vida fluye No soy la voz de otras voces que pueden hablar por sí mismas Tan solo eco de mis personales angustias y estrechos límites Imposibilidad de mirar con ojos que no sean los que me obsequian de limosna estas miopes ansiedades No soy sino la palabra del vecindario que para mí he fabricado en deuda por siempre con aquellos que no son yo ni lo que cercanamente me rodea Soy lo único que puedo ser y sin traiciones y hasta de eso dudo pero en ello persisto necio Voz de mi voz y mi personal profundidad de soledades y nada más que este pobre palabreo mío.
Dos tazas de café sobre una mesa Un café siempre es un pretexto para otro café entre uno y otro la vida despierta en las palabras medidas para cada taza. En la borra del café primero leo enterrados tantos lechos en los que soy olvido despertares con el alma cercenada cuerpos felices, yertos en la memoria. Las tazas vacías sobre la mesa albergan tanto costado desgarrado en cada derrota confesiones paridas en primaveras dolientes. Las tazas del segundo café aguardan nuestras palabras ancladas en el fondo de esa turbulencia secreta que nos asfixia. Emergerán sabias, añejadas en tanta renuncia dispuestas a la vida de otro café.
antología
Edwin Madrid [Quito, Ecuador, 1961]
Somos desagradablemente un poco de huesos metidos en una caja Entendí la delicadeza de ser un espectro porque la caída de mi sombra fue una delicia Esa noche vagaba por la ciudad de Aqiev donde el más leve movimiento es un sonido exacto Había descubierto que para mí el tiempo tocó su fondo Mis muertos se levantaron de la tumba e invadieron la ciudad No había duda era un cadáver más que compartía con ellos cada uno de los placeres: comíamos niños abandonados en las calles degollábamos a las viejas gordas y mientras bebíamos whisky surgían de nuestros labios serpientes enloquecidas contando historias del pasado: Win afirmaba ser el hombre más buscado por la policía Drid acariciando su demacrado rostro relataba sus romances con niñas de 7 años yo reía estrepitosamente porque pasé toda mi vida escribiendo poemitas Cuando salíamos de los bares entrábamos en velorios que no eran el nuestro o caminábamos como zombis alrededor de los cementerios hasta quedar dormidos en una fosa común y empezábamos a soñar: Ed cenaba en una lujosa mansión acompañado de la vampiresa diana Ma emergía de la neblina laberíntica con una paloma muerta entre sus manos yo apaciguaba la revolución nudista
Pero llegó el sol y Ed Win Ma y Drid somos desagradablemente un poco de huesos metidos en una caja.
Muchacho de corazón amarillo me imaginas durmiendo entre tus cartas recordando la lujuriosa ruta de nuestros orgasmos desnudo y prendido de tu cuello haciéndote revelaciones para que me digas que crees en la felicidad si estoy atado a tu cuerpo nutriéndome de tus pechos como rómulo y remo muchas gracias de veras pero ya no soy el muchacho de corazón amarillo mirando confundido la sombra de tus nalgas en las fiestas esa frágil marioneta que se movía a medianoche por la cocina llevándote café en la tetera blanca ni siquiera soy el vagabundo que te escribía poemas en las puertas de los baños públicos nunca más seré una patata frita en la sartén de mi suegra aunque para ella no deje de ser el ebrio atropellado por la húmeda luz de un camión ahora estoy sufriendo la magnificencia de la gracia del señor vivo al margen a la orilla de tu sed en Aqiev esa región invisible de la muerte donde apolo y afrodita ULRIKA 53 |
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son perfectamente humanos donde la lluvia se quiebra en los siete colores del sol y las mujeres se tienden en las riberas como si nunca hubieran pertenecido a estas cuevas o avenidas.
Los hermanos un ropero donde los trajes cuentan una fantasía cronológica una cómoda que guarda utensilios urbanos una mesita con una lámpara anclada a media luz una ventana por la que se entremira dos sapos jugando una cama al filo de la cual estoy parado contemplando el sueño de mi hermano el sube y baja de una araña en la esquina de la habitación se da vuelta sueña con una mujer horrible saca la pierna de las cobijas ella lo acosa patalea le toma por el cuello aprieta sus manos estruja su cuello despierta me abraza con ternura dice que ya no debería beber y me lleva a mi habitación un ropero del que cuelgan trajes con un hoyo en el corazón una cómoda que guarda cadáveres frescos de hormigas y mariposas una mesita con algunas historias sobre los hombros una ventana que deja ver dos unicornios pastando en el patio una cama
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donde estoy durmiendo y al filo de la cual mi hermano contempla mi sueño el subir y bajar de mis arañas me doy vuelta sueña con una mujer horrible saco los brazos de las sábanas lo acosa lloro como un niño despierto abrazo con ternura a mi hermano y le llevo a su habitación.
Una montaña Ella se enamoró del gigante y el gigante también de ella. Era maravilloso cuando el gigante bajaba la mano para que ella subiera a su palma y, llenándola de besos, la elevaba. Se sentía segura en sus brazos. El gigante, loco de alegría, apenas contrajeron matrimonio construyó un castillo con puente levadizo y todo. Era un gigante cariñoso. Su amor lo entregaba gigantemente. Pero un día que tuvo que ausentarse, apareció un enano que hizo muchas promesas a su mujer, incluso que le construiría un castillo más bonito. La mujer del gigante se sintió halagada y le pareció divertido agacharse a besar al enano. El enano construyó el castillo y puso unos dragones para que la cuidaran. Cuando el gigante regresó, miró que su mujer divertida se agachaba a besar a un enano y que juntos entraban en un castillo custodiado por dragones. El gigante entristecido se sentó frente al castillo del enano y de sus ojos brotaron lágrimas gigantes cada vez que la mujer se agachaba a besar al enano. El gigante nunca se levantó y poco a poco fue convirtiéndose en una montaña, que en el invierno se cubre de nieve y que, en el verano, los amantes, la escalan para mirar cómo se derrite la nieve, porque dicen que el gigante vuelve a llorar, al mirar a los amantes que se besan.
antología
Robinson Quintero Ossa [Caramanta, Antioquia, 1959] Pintura con pájaro Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.
Sólo ante un dios entrega uno sus pensamientos indefenso y sin miedo El poema es el oficio de las manos de un hombre Un dios sostiene firme el pulso del peluquero
Una historia
Y aprendimos del yolofo, el pájaro azul turquí que canta sólo cuando vuela, nunca posado en los árboles.
Del pájaro ubus-ubus, de una sola ala, que para volar necesita del ala de su pareja.
Del pájaro septicolor, de tramadas transparencias en el viento de un poema.
Del pájaro Gipaeto, cuyos ojos son escarapelas.
Y sentados, le oíamos largamente, mientras de su boca volaban más pájaros extraordinarios. Y entre más maravillosos parecían, más felices escuchábamos…
Y aprendimos que si alguien dice algo según su sueño, alguien otro lo oye desde el suyo.
Poema con naranjas para Luz Eugenia Sierra
Las naranjas en el aguacero perladas de resbalosas gotas como suspendidas en la bruma No pierden su llamarada Más amarillas irrumpen en el verde en las húmedas varas en el color del agua Me acojo a su alegría que escampa Amo este sol entre la lluvia
Peluquero Sólo ante un dios inclina uno la cabeza y cierra confiado los ojos
Tres versos para Fernando Linero y Rafael del Castillo
Tres amigos que caminan juntos en silencio tienen un mismo corazón
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Flotas
El poeta da una vuelta a su perro
Jorge Ortiz –artista plástico– ama los buses pintados completamente de amarillo
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Los ama también desbordados de rojo azul y verde de blanco negro y gris Pero a la hora de viajar prefiere las relucientes flotas de tonos amarillos
Las patas de mi perro están hechas de un arte grácil: su belleza es el aire de la forma. Las patas de mi perro son hermosas como este poema que escribo, si este poema que escribo llega a ser tan hermoso como las patas de mi perro: las patas de mi perro cantan; mi poema, a veces, late. Las patas de mi perro son como versos de Esenin: pasea en su andar, si se escucha bien, una melodía. 2
Limón retama u oro sin franjas ni bordes de otras tintas Los buses que cruzan incendiando la noche Los lienzos vistos en sueños
Tiene mi perro un estilo de pasear que lo distingue, un paso fluido que despierta la admiración de la gente, un ir plácido por las aceras que da gusto mirarlo, un vagar distraído que dan ganas de seguir su rastro; su andar pisa entre más firme más suelto, su trote queda en el aire después de que pasa, su correteo da vueltas en redondo y pone a girar las calles. Se escucha, en lo que escribo, su paso. Con quiebres de gozque, sin lazo de atar, va mi perro en su paseo de olores.
Ayudantes 3 Desde niño admiré su osadía de viajar colgados del borde de las puertas de los buses asidos a una manija por una mano de aire Equilibristas de la carretera a quienes el viento les ceñía una máscara Trotamundos que sortean el filo de los precipicios Ubus-Ubus: pájaros de una sola ala los llamaría Apollinaire
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El poema camina según el perro que lo pasee. Mi poema, por ejemplo, apenas puede poner su paso, difícilmente encuentra su cadencia, su estilo propio de andar la calle, si sale de ronda con mi perro. Son las patas de mi fiel amigo las que ponen el ritmo, el movimiento que le da porte a la forma, las patas de mi perro caminero las que marcan los acentos y las pausas, las que dejan su rastro en la andadura del verso. Escuchen, escuchen bien: pisa mi perro la melodía que me escribe.
antología
Pablo Molinet
[Ciudad de México, 1975] La máscara de llorar Para entrar donde habita mi asesina prendo una veladora y me pongo la máscara de madera musgosa, casi tierra. Mansión sin techo, muros fracturados. Vigas llenas de hongos se pudren en el pasto. Se acerca mi asesina. Huele a pájaros muertos en el ático. Por la ventana rota de su cara veo ese patio donde siempre llueve. No tiemblo cuando roza mis mejillas ese tacto tan húmedo y tan ávido. El capullo vibrátil de la llama es más firme que toda fortaleza. Este filo brillante, mi sonrisa debajo de la máscara, de todo me resguarda. Así armado le digo: “Presencia de las ruinas, rapaz, depredadora, no me doy a tu pálido resplandor ni a tu perfume negro, no me trajiste tú, comedora de lágrimas, mi voluntad me trajo, no soy más tu presa. Si vine de tan lejos fue para oírte cantar.” Responde con los pájaros del ático que añoran para siempre el emplumado corazón del viento: Morí. Morí. Morí. Calla. El canto se sostiene solo, después se desvanece.
Para volver de ahí aferro a la veladora mi atención como hacen los muertos en su día. La máscara se cae. Los pájaros del parque destellan en mi oído como el último Sol sobre la fuente quieta.
Águilas Charcos en el cemento donde lavábamos la ropa. Charcos sobre liquen marrón que el primer Sol transfiguraba. Escamas de una bestia fabulosa en cuya presencia el clan del box cumplía su ceremonia a cinco pasos del cemento, sobre un pasto tan verde como el paraíso. Arroja una moneda al polvo. Agáchate hasta tocarla con el índice y gira muy rápido hasta que todo se vuelva un cono acuático. Para. Respira. Anda derecho. Gánale a tu vértigo. Ponte en cuclillas. Abre los brazos. Avanza a saltos: en ese andar con piernas
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cortadas, vuelo. Se llaman “águilas”.
Y estar presos era escalar un guijarro de ocho mil metros.
En guardia zurda la pierna izquierda es la pata picuda del compás; el brazo derecho jabea al frente para que el zurdo sea mayal del gancho filo del upper lanza del cross
Así nos abandonaba la mañana y el mediodía se desplomaba casa de vidrio sobre la tarde y nosotros andábamos con sus escombros en los ojos.
Sumérgete y pega abajo, emerge de repente y dale arriba, encaja su revancha de cruzados y directos. Si te adivina a la izquierda aparécete fantasma a su derecha, si te sabe a la derecha asáltale la izquierda; si se aleja acércate, si se acerca aléjalo cánsalo, sacúdelo, “¡tiempo!”, grita el réferi. Eres una cosa de poleas e ingenios giratorios lanzada al abordaje y si los puños del otro desbordan tu torpeza repliégate e inténtalo otra vez, no anheles el tercer minuto, no desees que todo acabe, suplica que siga para siempre. Y así cumplía su ceremonia sudorosa el clan del box. Irreales en la luz acuática, erguidos sobre el altozano bermejo del dolor. Brillaba la malla ciclónica como recién escupida por una araña de metal.
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Hoy era hoy y mañana igual. Las celdas como grutas submarinas, los pasillos acechados por murenas. Hoy. La columna de Sol y de aserrín que descendía por la claraboya del taller como una niña que bailaba sola. Hoy. Los baños donde el dios de las violaciones levantaba la cabeza. Hoy. El gigante acorazado a las puertas de la vida. Y la tarde era un ternero degollado cuya sangre nos bañaba. A esa hora en que todo el negro del mundo se agolpa en el cielo y la garganta, un cetrero soltaba sus dos águilas en el baldío junto a los muros del penal. Arrojadas a la inmensidad, boomerangs angélicos giraban sobre el patio. Y a esa hora en que el encierro avanzaba en guardia, todo se desvanecía, salvo las águilas.
antología
Víctor Gaviria [Medellín, 1955]
Memoria de los muertos Me enteré de que los muertos olvidan muy rápido a los vivos. Una vez muertos, piensan muy poco en ellos, no gritan, no se tiran al suelo desmayados por el dolor de la separación, ni los enceguece la pena de no volverse a ver. ¡Qué poca falta les hacen los vivos! Se olvidan de ellos, como si estuvieran enfermos de ingratitud o no recordarán nada, o no les importara haber estado vivos, como nos importa a nosotros, que somos los novios de los días fugaces. Sólo algunos de ellos, muy pocos, se demoran en darse cuenta de que están muertos, y vuelven a la casa, a la cama, a la ropa inolvidable del cuerpo, y siguen conversando con las mujeres vivas más hermosas: qué espigadas están de pie, qué fuerza las impulsa hacia arriba, ninguna belleza del agua o del aire se parece a sus gestos de estar sentadas con la barbilla en la mano abandonada. Sin darse cuenta espantan a los vivos, los rodean de fantasmas que entran hasta el fondo del pensamiento. Entre tanto los demás muertos no tienen nostalgias ni embellecen sus años de vivos, no sienten haber perdido nada valioso hasta las lágrimas, viaje que alguien hace dormido en un bus durante la noche. Cuando un vivo piensa en ellos sin cesar, por remordimiento o por amor, ellos lo miran simplemente, sin sentimiento ni intención, y le hablan en sueños: pero cuando dicen “sí” en el sueño se traduce como “no”, y cuando dicen “bailar” se nos aparece como quietud, y todo es tan al revés que nadie entiende nada, y entre los vivos y los muertos
hay una pared gruesa de tierra olorosa que distorsiona todo: gritos de ayuda por gemidos de amor, susurros por golpes de piedra. Sólo el dolor de los vivos llama su atención, dolor incierto que no enseña nada, dolor que no abre ningún camino. ¡Que oscuro es para ellos el mundo de los vivos, qué negros los paisajes!
Los días del olvidadizo Mi locura es ante todo el desorden de las cosas que acumulan los años: me hacen bajar los brazos de desánimo verdadero, y no sé qué está primero, si el día de ayer o el de mañana, si este pensamiento minúsculo como el polvo de oro de la tarde, envasado en la penumbra del cajón, o las cartas de amor que prometí. ¿Quién está primero o último? Necesito el costal del indigente donde guarda sus cosas primordiales, todas en orden cualquiera sea el lugar, o el costal del ladrón antiguo que saltaba los patios y que desconoce el tesoro que reunió en la oscuridad. Necesito una mesa tan grande como la arboleda de mi primer colegio, una mesa de fiebre que no tiene bordes, para que estén todas las cosas-novias de mis días de olvidadizo, unas junto a las otras como un herbario sin clasificar, como un rostro saludable, donde mis cosas estén bajo la misma dulce mirada del Dios de los rebujos, que iguale el valor de la cosas dispares como si se tratara de hombres.
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Guillermo Molina Morales [Zaragoza, España, 1983]
Uno Quedó la ventana. Para ver los anuncios Pasar. Y los pastores: amarás a todas las cosas. También: a las mujeres (vos, mirando). A Los hombres (yo, él, ellos). Amarás Como se ama a los aviones. Sus palabras Cayendo sobre nuestras cabezas. Ya no queda Ni una casa que tirar. Tan sólo Quedó la ventana. Y las palabras que pisamos Porque no son las nuestras, porque a veces Es mejor pisar la rosa que así es la rosa y seguir Mirando. Mirar, soñar, gritar acaso: te amo a través De los cristales, tantos, tan densos, no hay: una forma De escapar. Tus cuadros: cristales. Mis palabras: Cristales. Mira ahí: abajo: es Wall Street, el Miedo. Quedó la ventana. Para llorar por Grecia, por los parados, por ejemplo. Son como nubes Y son el viento. Luego escribiréis en el cielo palabras de Humo. Palabras como Nike, Coca-Cola, Comunismo. Palabras como PIB, Bolívar, Ornitorrinco. Las sirenas Con sus luces azules y rojas nos disfrazan de personas. Para ser persona hay que haber nacido aquí. Aquí, la ventana. Cada uno en su ventana, y Dios En su ventana, mirando. El rumor de la hierba, el golpe Del sílex, el despegue del Columbia. Eran nuestros anuncios, Las aves espaciales: augurios. Entonces dijo Dios: Primero serán las vacas gordas, después los cerdos. Lo pasaron en el intermedio: de un programa Sobre mesías y fines del mundo. Después
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Sólo quedó la ventana. Y los padres, sus pancartas: son azules O son rojas. Era bonito, pero duró. Como dura el progreso, El estipendio, la persona. Si cambias de vela, volamos: Que caminen los ciegos, que anden los sordomudos, Que los calvos paseen, es posible. Que se borre La Deuda que escrita está en el cielo: No Es Posible. Y además no existe el cielo. Sólo existe la ventana. Y la hierba que no pisamos Porque es un cuadro de Monet. Y sus lagos: no Podrás lavar tus manos, llenas de tinta. Nunca Tocaste un solo nenúfar. Nunca has amado. Mejor Es caer a un arroyo, a una guillotina. Estoy hablando De cristales transparentes, de empresas de limpieza. Como Siempre, hablando. Y la casa, todas las casas, ya las tiraron. Quedaron las ventanas. Que no son de nadie, de quien las mira. O, más bien, de lo mirado. Amarás a todas las cosas. Como se ama a los aviones, el día del desfile, los soldados, A todos os tuve una noche: a nadie he amado. Era lo justo que Te fueras, si es que existe lo justo, si es que alguna vez te fuiste Cuando yo estaba: mirando la ventana. Quedó, el hueco: Quedaba. Un hueco en medio del vacío. Y alguna palabra falsa en mi corazón.
antología
Empobrecer la lengua para reinventarla Prólogo de Juan Gelman para «Incluso la muerte tarda», de Jordi Virallonga, que aparecerá próximamente en la colección de poesía de la editorial Visor. Por Juan Gelman
¿Algún lector pensó alguna vez que con ironía y rabia alimentadas por la mediocridad, la pobreza espiritual y la otra, la hipocresía, el cinismo, las mansedumbres y la estupidez de esta época se podía hacer una gran poesía? Si lo pensó, este libro se lo ratificará. Y si no lo pensó, este libro se lo descubrirá. Jordi Virallonga hunde su sangre en el real y en ella moja la pluma con que escribió estos poemas. El autor emplea el llamado lenguaje popular de tal manera que abre su complejidad y los diferentes sentidos que las palabras proponen sin perder su misterio. «La vencida inmensidad del abandono», dice. «El aire del prójimo supurando / las piltrafas de un posible paraíso», dice. Jordi sabe que la lengua del Paraíso ya no está disponible. Permítaseme insistir en la índole de esta escritura aparentemente llana, directa, nítida como un perfil: es una forma extrema de hacer sentir, espejear, los significados de la palabra mediante asociaciones que arrastran además otros ecos, «la desolación bien iluminada», «escondemos las maletas para no cambiar de barrio», «quien menos sabe es más sincero» y decenas y decenas de hallazgos de este espesor poético. «Empobrecer» la lengua, como Jordi hace, requiere un trabajo de excavación y selección finísimo y profundo. En realidad, es toda una reinvención.
«Tal vez, como dijo Homero, los dioses enviaron las desdichas a los mortales para que puedan narrarlas y en esta posibilidad la palabra encuentra su recurso infinito», señaló Maurice Blanchot. Con resonancias bíblicas, Jordi las cuenta para que no se repitan. «Llegará el día de los maltratados», avisa, el día en que las ratas ahoguen al flautista / y así miles de veces / y no haya vuelta atrás». Hay poetas que viven para escribir. Jordi Virallonga, como todo poeta de verdad, escribe para vivir. Y nos hace vivir: sus poemas son como puñetazos con los ojos abiertos. Jordi Virallonga
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Poemas de Jordi Virallonga De su libro Incluso la muerte tarda El hijo pródigo El hijo pródigo es un mamífero que se acoge a la ley sentimental que le protege, sabe que van a perdonarle, que sin él no hay buenos ni bondad ni ejemplo ni Pasión según Mateo. El hijo pródigo está muerto en cualquier cine donde se desprecia a quien vive de nuestra sangre y nuestro esfuerzo, Esta es la ley del neandertal que vive en el interior de los justos, como el humo que escupen los volcanes, como el recelo del traidor por los traidores.
que te haría ser más joven, menos muerta, no esta ruina permanente sin columnas que no acaba de asolar la tempestad, esa última sed, la vencida inmensidad del abandono. Esto lo escribí porque a veces, cuando me siento mal porque no preguntan por ti y les digo, y sé o no sé, mamá, tú me conoces, necesito inventarme al abuelo que no tuve y al que tuve, al puto padre que te parió, y que en mi casa hubo amor, hubo reina, hubo gente extraordinaria.
Lo inmoral sin importancia La medida imposible del mar Hola, mamá, no te enfurezcas, sé que estás muerta y que Dios no existe, que debo ser feliz, y que hago mal preocupándome por cosas que te harían desgraciada, pero hoy estaba con Vera en el balcón, el mar tenía la medida imposible que te ha reemplazado, y te echo de menos por el azúcar y los cubiertos, por las ganas de que existas, que ya ves, ya sé que no me ves, y que no voy a preguntarte por mis hijos. No quiero hablar de ti porque te llevo en esta niña que soy yo cuando fui tuyo,
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El carnicero sabe si comes sola en navidad, la mañana huele a mantequilla, la atraviesas como el cristal por esas calles que se alargan entre tú y la gente. Más o menos previsible, como gota que resguarda una mampara, la ciudad te ofrece pocas sorpresas, comercios antiguos iguales a tus días, una hora digital para comer sin elegancia. En el parque los amantes buscan pisos, pesos y medidas, un refresco, el de siempre, para que pase el rato, tú en cambio deseas una noche de aguacero por las calles de París, respirar fertilidad, comprar latitas, recetas de fascículos dominicales, preparar un festín con alguna vanidad que roce lo inmoral sin importancia.
antología
Antes de que vuelva la riqueza En esta catalepsia, cuando la ciudad corresponde exactamente al letargo de los pastos, las basuras se llenan de restos de acelgas, lo mismo que los periódicos de malas noticias que evitas, eliges música en la radio, revuelves lo perverso con las sales, te bañas con la luz de las rendijas, con el ángel de la espada fulminante, y asola un terremoto la bañera. Ya tienes entonces tu milagro, luego enfilas el pasillo lo mismo que esas calles por las que pasas laborable y maquillada, abres la nevera, se pudren los tomates, fríes las cebollas, calmas la sangre que adentella los fiambres llenos de ojos, sirves al amor como a tus padres, a la historia de los hombres y más hombres que te acostumbraron al besito y la ensalada, cuando tú desde niña querías casarte con un príncipe, virgen y sensata, y ya es tarde para ser una perdida.
Recto gobierno progresista Logramos que no se exhibieran animales enjaulados ni en el circo, que no se mataran toros en las plazas, que los perros y gatos no se comportaran como bestias. Ahora vamos por las mantis religiosas que devoran a sus parejas tras cubrirlas. Y a las hienas y leonas les quedan dos días, que lo sepan.
Antes de que vuelva la riqueza quiero recordar el frío del alambre, la sangre resbalar por las tijeras, el agua sin presión, los nada pensionistas rebuscando entre basuras, la estatua de sal arrodillada ante el mercado, las caries de los chaperos, la luz de Navidad deslumbrando la miseria, la mala poesía, a quien vive del cuento quiero recordar, el pésimo gobierno, al inquilino que admira al propietario, las fiestas ciudadanas, las jóvenes princesas que nunca reinarán ni que vuelva la riqueza. Cuando vuelvan las vacas bien cebadas y en la calle haya grano y vuelvan el dinero y la vergüenza a enmascarar la razón lacerante de las bestias, antes de que vuelva todo esto quiero acordarme de todos los lugares donde por la pobreza no pasa ningún río, y quiero que me duela quienes dieron la vida por no sucumbir o por no delatar al compañero. Creo que hay que anular a quien se beneficie del dolor de otro y de quien lo haya permitido, en nombre propio y de quienes yacen humillados en fosas, en nichos o esparcidos, sin quererlo, en rincones donde no alcanza el viento y crece recia con el polvo la maleza.
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Jotamario Arbeláez Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2015 En reconocimiento a su obra Presentamos aquí dos recientes poemas de jotamario arbeláez con motivo del premio que le fuera concedido recientemente en méxico.
Nació en Cali en 1940. Miembro fundador del Nadaísmo en 1958. Bachiller honoris causa del Santa Librada College. Doctor honoris causa de la Universidad Santiago de Cali. Medalla del Congreso de Colombia en el grado de Comendador. Autor de Mi reino por este mundo, Premio Nacional de Poesía La Oveja Negra y Golpe de Dados 1980; La casa de memoria, Premio Nacional de Poesía Colcultura 1995; El cuerpo
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de ella, Premio Nacional de Poesía Instituto de Cultura 1999; Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora de la Fundación Rómulo Gallegos 2008. Acaba de anunciarse desde México que se hizo acreedor al Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde, que concede la Universidad de Zacatecas. Vive en Bogotá.
RECONOCIMIENTO A JOTAMARIO ARBELÁEZ
Los poemas periódicos Una señora muy aseñorada, llena de remiendos y sin ninguna puntada, me preguntó en el lanzamiento de un libro de poesías que por qué había dejado de escribir esos mis tan buenos poemas de cuando era joven y nadie respondía por mí –y aquí se le quebró la voz–, para dedicarme semanalmente a expresar por medio de la prensa escrita estas, cuando no lánguidas, tórridas prosas acerca de la prosopopeya del acontecer. Ay, señora, le lloré sobre la rodilla –pues el hombro estaba ocupado por una mantilla adquirida en Sevilla–, porque por lo que usted llama mis buenos poemas nadie da un céntimo, y en cambio con todo lo que expreso en prosa cambia la cosa. Sin necesidad de agredir a las que ahora llaman divas prepago, en las revistas del corazón, del sexo y demás vísceras me consienten con razonables tarifas por todo lo que expreso acerca de mis relaciones peligrosas con semovientes empolvadas, –y de allí me dan pie para tratar cualquier tema con una reconfortante ironía– con tal de que el elemento expresivo no sea el poema. Así, en los últimos años, no aparece una poesía con mi firma –ni con la de nadie– en ningún periódico o revista –que ya no publican poemas–, y en cambio sí me dan todo el despliegue con notas que parecieran no requerir de la majestad y el cuidado de la manifestación lírica. Pero mamola, como solía decir Gaitán antes de que lo inmolaran. Todo lo que escribe un poeta son poemas, así sea manifiestos de aduana o cartas al señor juez.
Amén de quienes me tratan mal mientras mejor me expreso, de quienes no consienten que me apoye en metros tan dispares que saltan a los territorios prosaicos, sin contar con que están medidos con mi sana respiración de no fumador, algunos lectores superlativos me lo han manifestado y me voy a poner en esas. Debo seguir expresando mi poesía sin temer de la prosa el inquilinato. Así la llamen prosa partida –pero miren el picar de las particiones– los que no han saboreado aún el café au lait de la ultramoderna poesía popular. Que no será esa pobre prosa que está condenada a ser mañana la del periódico de ayer. Los poetas deben dejar de croar poesías para dedicarse a escribir lo que les corresponde, dado su manejo del concepto azaroso. Poner al poema a exigir la paz, es no dejar en paz el poema, para que el mismo poema se encargue de exasperar al viento que exaspere al violento. Los antagonistas están en contra de la guerra, pero quieren que sea el otro quien deponga las armas. No se le pidió al poeta que tomara partido. Pero vaya si Homero y Afrodita no estuvieron de parte de los troyanos. Y si los más serios cronistas de la segunda guerra mundial no se manifestaron en contra del holocausto. Nos están matando a todos así el muerto no seamos ni tú ni yo. Y para señalar todas estas muertes tenemos que alzar la mano llena de versos punzantes y dejarla caer sobre el victimario. Y no sólo hay que tratar de la guerra sino pintar la crónica del erotismo que a diario nos presenta venturas y tragedias qué recordar, poniendo de presente ese elemento que mueve la vida bajo el sol y las altas estrellas cual es la rosa entreabierta. Ante la que me inclino y aspiro con la veneración que merece.
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Entiendo que mucha gente no comparta que este tipo de temas se envuelvan en poesía. Pido perdón a quienes aún respetan los formatos tradicionales. Pero a ellos les prometo que con este lenguaje –en el que lo importante es el tono más la chispa de virulencia–, es posible ganar, en algún momento, un importante premio de poesía. ¡La madre que sí! Marzo 4-08
Milagro en casa Contaré –a guisa de anécdota– algo que tiene la categoría de un prodigio, a sabiendas de que no es de buen tono referirse a las finanzas personales, que han de lavarse en casa, ni a las catástrofes domésticas que no han sido reportadas en Bienestar Familiar. Debo aceptar que en los últimos 25 años he vivido como un reyezuelo, gastando más de lo que gano con la sensible pensión de jubilación asumida despuntando el 2001, apoyado por los amplios créditos de las tarjetas que sin solicitarlas me han expedido los bancos, y que me han permitido sobregirarme ampliamente, pues cuando me siento acosado resulta la llamada de otro banco comprando la deuda a la mitad de los intereses. Y así he venido flotando como la mayoría de los fanfarrones. Hasta que en estos días mi esposa me llamó al orden, me desplegó las facturas sobre la mesa del comedor y me dijo significando que habíamos tocado fondo. ¡Colapsamos! Que debía conseguirme al rompe doscientos veinte millones al interés más blando para tapar agujeros. Dejé hablando sola a mi torre gemela y me senté al computador a inspeccionar el monto de mis poemas y prosas y este banco de ideas me dio para participar en varios concursos nacionales e internacionales, así ya me los hubiere ganado.
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Pero como los veredictos de los honorables jurados no son inmediatos ni tienen por qué ser infalibles, así pusiera a mi recién desaparecido amigo Óscar Collazos como jurado en la sombra para comprobar sus poderes ultraterrestres, había que acudir a un plan B, como sería la venta de la pinacoteca, de la biblioteca y/o de los archivos del nadaísmo, a cual más precioso para mi vidorria. En esas estaba cuando recibí la cordial llamada de una entidad crediticia que me ofrecía la suma que necesitara a pírricos intereses. El problema era pasar la rigurosa revisión médica, que ya a estos bien padecidos y gozados 74 podía ser algo peliaguda. Me ordenaron todo tipo de exámenes y con los resultados me encaminé al galeno, quien al revisarlos se aterró de mi sanidad, me preguntó que hacía para mantener ese estado físico y francamente me dio pena confesárselo, pues no tiene qué ver con la continencia, los ejercicios ni los balances dietéticos. A la hora de aplicarme la tarifa del seguro de vida me volvió a preguntar el nombre y al revelarle el seudónimo levantó la mirada con los ojos desorbitados y me dijo que si había alguien que me admirara más en la vida que él, era su papá, con quien siempre compartía mis columnas.
RECONOCIMIENTO A JOTAMARIO ARBELÁEZ
Que en reconocimiento por la Plegaria que había escrito sobre el condenado Óscar Collazos por quien sentían casi veneración, recomendaría aplicarme la menor tasa. Al otro día recibí el jugoso cheque, cancelé en todos los bancos mis moratorias, y bailando en una sola pata acepte una invitación del escritor y viajero e hinduista Germán Puyana a tomar un whisky en su casa, repleta de esculturas y pinturas y objetos índicos en memoria de su esposa, a la manera del Taj Mahal. Le conté de la suerte de mi pluma gracias al finado Collazos y, confiándonos secretos de nuestras vidas en ocasiones disolutas empinamos el codo, por lo menos yo, porque mi anfitrión se comportó circunspecto. Hasta que las girantes constelaciones comenzaron a hacer sonar sus sirenas en mi cabeza y llamé a mi señora para que pasara por mí. Una vez en casa, luego de retirarme las zapatillas me acomodó en el tálamo, me puso almohadas en el suelo por si las moscas y se fue a la cocina en busca de algún bocadillo. Fue cuando debí levantarme en un rapto de sonambulismo y me senté sobre la silla giratoria del escritorio de quien fuera mi suegro y ante algún movimiento brusco y torpe nos fuimos de espaldares la silla y yo, en un estruendo de padre y señor mío que hizo gritar a Salomé mi hija desde su cuarto: «¡Mami, se mató mi papá!»
Cuando llegaron me encontraron sentado sobre la silla pero acostado patas arriba y en la cabeza me había dado un golpe que me hubiera dejado descerebrado de no haber sido porque pegó contra una pila de libros que tengo en turno en el suelo y el que estaba encima y recibió el porrazo del occipital fue la novela Tierra quemada de Óscar Collazos. Estoy viviendo un milagro reiterativo, pensé. Aplicable al gnóstico de Óscar Collazos, que no va a ser a la edición Mondadori. «Te va a tocar leerlo», dijo socarrona mi esposa. Y añadió: «Y sentarte a esperar los premios». Los estoy esperando, porque «Óscar es muy grande», como dije en su homenaje en la tertulia del doctor Vera. A lo que su bella esposa Jimena complementó: «¡Y muy generoso!» Así sea. Julio 8-15
P.D. A mes y medio de escrito lo que pasó, recibo de México la llamada de mi admirado poeta Marco Antonio Campos para anunciarme que acabo de merecer el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en reconocimiento a toda mi obra. Que el 5 de diciembre me esperan con el cheque. Como es el cumpleaños de mi hija, iré con ella. Gracias, Collazos.
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Aprehendiendo el pasado
Cuatro propuestas plásticas: Luis Fernando Lasprilla, César Augusto Araque, Pilar Vargas Pinzón, Gustavo Armando García Galvis Por Guillermo Linero Montes
Luis Fernando Lasprilla, de la serie «Espacios vitales», tierra y carboncillo sobre papel, 150 × 180 cm, 2013.
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Igual como sucedió al finalizar el Oscurantismo, cuando algunos iluminados vieron necesario volver al pasado clásico grecoromano; hoy, en el siglo xxi, los artistas creadores están mirando hacia el siglo pasado, como lo evidencian sus obras y los recursos plásticos del siglo xx que perviven en ellas.
En efecto, las numerosas tendencias o movimientos del siglo anterior se convirtieron, de pronto, para estos nuevos artistas, en un efectivo surtidor de opciones creativas dispuestas al uso y al abuso. De hecho, pese al poco tiempo trascurrido entre un movimiento y otro, sus diferencias estéticas no sólo fueron distintas, sino en algunos casos totalmente contrarias. Recordemos, por ejemplo, la más tajante de esas oposiciones: la existente entre el expresionismo figurativo y el expresionismo abstracto. No obstante, debemos reconocer cómo las propuestas formales de estos movimientos efímeros dejaron muchas más cosas sugeridas que las realizadas, y hasta podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que de su herencia es más lo usable que lo usado. De Picasso, por ejemplo, es vano y anti funcional imitar sus fórmulas cubistas –lo usado–, por cuanto tal ejercicio nos convertiría en picassianos, en creadores de segunda; pero si replicáramos el solo concepto del cubismo –lo usable–, entonces ello nos haría auténticos cubistas. Así, de ser nuestra opción expresiva el surrealismo –lo usable–, no tendríamos por qué estar adscritos a la línea de Salvador Dalí –lo usado–, a quien se le reconoce perfectamente por su imaginería fantástica; ni tampoco a la de Wilfredo Lam, a quien se le reconoce perfectamente
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por su imaginería tribal; sino, por el contrario, si eligiéramos como opción creativa al surrealismo tendríamos que hacerlo con fidelidad a la línea unipersonal de nuestro espíritu y talante. Desde tal entendimiento, los artistas de hoy, para construir ocurrencias imaginativas propias, han echado mano de los logros formales del siglo xx: del futurismo, del conceptualismo, de la abstracción, del pop art, del arte cinético, del arte de la tierra, del suprematismo, del formalismo, del arte social, del hiperrealismo, y de la idea como arte, entre tantos caminos esbozados por sus genios fundadores. Esto, sumados también los dos recursos de expresión plástica más relevantes de la posmodernidad: me refiero a la instalación y al performance que, en definitiva, constituyeron un drástico viraje en el concepto de la composición pictórica tradicional, en cuanto trascendieron el encerrado formato del espacio de dos dimensiones y nutrieron de imaginación discursiva el tema de las obras, antes al servicio de la presencia del objeto (Manzana con botellas). Al tiempo, estos dos recursos novísimos dieron paso también a la idea como arte, adelantada ya por René Magritte (Esto no es una pipa), que trascendería las fronteras impuestas por el objeto; así como por cuenta del performance se trocó el concepto de la vigencia temporal de las obras de arte, al someterlas a la inmediatez comunicativa, más afín a la puesta en escena del género teatral. De esto se desprendería la idea del valor de lo efímero como una nueva condición de la pieza artística, opuesta al concepto materialista de la ahistoricidad del arte. Esta introducción, o repaso somero, la hago a propósito de las obras de los artistas plásticos colombianos Luis Fernando Lasprilla, César Augusto Araque, Pilar Vargas Pinzón, y Gustavo Armando García Galvis, porque, en efecto, sus obras –las aquí
exhibidas– son un ejemplo claro de este fenómeno propio de la creación posmodernista, que consiste en tomar partido de las visualizaciones de otros artistas para construir las propias. Cabe advertir, obviamente, que esas conexiones, con formas y maneras de la plástica ya receptadas por la crítica y por la historia, no infieren la ausencia de originalidad, o mejor, de verdad, que es lo mínimo esperado de un artista a quien por la calidad de su trabajo ha de otorgársele el calificativo de creador. Precisamente, en el caso de los aquí mencionados, salta a la vista eso: la propuesta de creación unipersonal, imaginativa y conceptual, sobre los presupuestos heredados del siglo xx y a partir de los cuales soportan, técnica y compositivamente, sus originales ideas y maneras.
César Augusto Araque, «El resultado de nuestra dulzura», instalación, (dulces, madera), variables, 2004.
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Pilar Vargas Pinzón, «Usme», polvo sobre cartón, 35 × 50 cm, 2014.
Así, por ejemplo, en el caso de Luis Fernando Lasprilla, es reconocible o pareja su obra (acrílicos sobre papel e instalaciones) con las de los pintores del realismo figurativo de la segunda mitad del siglo xx, y en especial –aunque no podemos aseverar aquí que dicho nexo fuera previsto por el artista– con la obra del pintor español Cristóbal Toral, y con sus «maletas», y «paquetes atados» para un viajero incierto. Del mismo modo, hay en él búsquedas en la semiabstracción, como en su serie «paisaje social», cuyas composiciones son de un minimalismo ejemplar. Casas humiles, adornadas con los penachos de humo del hogar; en fin, cuadros de crudo realismo social que invitan a una reflexión solidaria y elemental acerca de los espacios cotidianos, «los espacios vitales» como los llama él, pero que en su expresión personalísima trasmiten una carga emotiva de misteriosa desazón, tal y como si en el segundo siguiente fuera a resquebrajarse las casa de cartón del mundo, como si fueran «espacios de muerte». Del mismo modo, las obras de César Augusto Araque –instalaciones, dibujos y fotografías digitales– están encaminadas 60
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hacia el norte que el arte conceptual ha determinado y que implica el despojo de la representación tangible para dar cabida a un nuevo formalismo, dentro del cual el objeto pierde su importancia en favor de otras valoraciones, bien sean de abstracción formalista o de propuestas intelectuales. De ello dan cuenta sus fotografías –haces de luces resplandecientes, o la simple llama de una vela–, que visualmente descuentan su presencia como objetos determinados para constituirse en impredecibles formas subjetivas. También, y esto no es una crítica negativa, llama la atención que cada una de sus instalaciones constituye una búsqueda tan distinta, en unas y otras, que parecieran ejercicios de estudiantes de una escuela de artes; por su pluralidad, no por su condición de neófitos. Los paisajes de Pilar Vargas Pinzón pueden rememorarnos dos hechos plásticos singulares: los óleos del pintor bogotano Antonio Barrera y los cuadritos de arena movediza que hacen los artesanos de Bogotá en cajas de vidrio. En efecto, de esta simbiosis, parecieran aflorar los personalísimos paisajes, diurnos y nocturnos, borrosos o determinados, arenosos
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y contaminados, de nieblas y montañas, en fin, paisajes característicos de su serie «Periferia, polución y sedimento», y de los cuales vale resaltar la placidez de su composición puntual y sosegada, cómo sólo lo representa la delicadeza del polvo que desciende en reposo. Una experiencia de sensibilidad sutil, en la cual, de seguro, reside la singularidad de esta artista. No en vano, buscan también ese reposo, sus equilibradas pinturas reunidas bajo el título «Bosque para pensamiento interior», que en oposición a sus paisajes arenosos, sepias y ensombrecidos, son de brillante coloratura y expresión. Por su parte, las obras de Gustavo Armando García Galvis contienen los presupuestos más significativos de las tendencias de la pintura del siglo xx. Sus cuadros son una especie de collage de técnicas fundamentales para la concreción del arte moderno. Con recursos pictóricos (textura y coloratura) propios del impresionismo; con deformaciones plásticas, sin duda reminiscentes del primer expresionismo; y
con la distribución del espacio geométrico de los cubistas, García Galvis, en una suerte de realidad simbiótica, nos describe, de un lado, el humanismo emotivo, digámoslo así, el característico de los espacios y personajes de Van Gogh; y de otro, nos devela las inquietudes de sus imaginaciones, inserta igual entre dos opuestos hemisferios: la fantasía, que ennoblece sus ocurrencias de imaginación «infantil», y la realidad, de percepciones «adultas», que las inquieta y las desasosiega. Tienen en común, estos cuatro artistas, la conciencia de habitar un contexto social específico que, insalvablemente, les condiciona no sólo los temas –que son sus pensamientos y preocupaciones–, sino también los materiales empleados para la materialización de sus propuestas plásticas. En fin, una comunión de objetividades que nos demuestran la verdad de sus experiencias humanísimas y nos advierten, en términos de exigencias técnicas, de un momento singular en la producción de las artes visuales. Gustavo García Galvis, óleo.
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Índice de autores CÉSAR AUGUSTO ARAQUE
Juan Gelman (Argentina, 1930-México, 2014)
Artista plástico, con formacion en procesos de creación bi y tridimensional, fotografía y nuevos medios, con énfasis en producción visual gráfica; trabaja en montajes y propuestas de curaduríam al igual que en fortalecimiento cultural local.
JOTAMARIO ARBELÁEZ
Víctor Gaviria
(Cali, 1940)
(Medellín, Colombia, 1955)
Poeta, publicista y cronista. Representante del nadaísmo colombiano. Libros de poemas: El profeta en su casa (1966), Mi reino por este mundo (1981), La casa de la memoria (1985), El espíritu erótico (1990) y El cuerpo de ella (1999).
Sebastià Alzamora Poeta y narrador. Se dio a conocer con el poemario Rafel (1994; Premio Salvador Espriu). También en poesía ha publicado Apoteosi del cercle (1997), Mula morta (2001) y El benestar (2003). Como narrador ha publicado L’extinció (1999) y Sara i Jeremies (2002).
Héctor J. Freire Poeta, profesor en letras (UBA), crítico literario y de cine. En poesía, ha publicado: Quipus (1981), Des-Nudos (1984), Voces en el sueño de la piedra (1991), Poética del tiempo (1997), Motivos en color de perecer (2003) y Satori (2010).
Gustavo García Galvis
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Guillermo Linero Montes Artista plástico, poeta, narrador, crítico literario y de arte, y abogado. Entre sus libros se destacan: Aventuras en la calle (relato, 1996), Cuadros de una exposición (poemas, 2000) y La última carta (poemas, 2008). Publica su obra crítica en varias revistas especializadas.
Rubén Darío Lotero (Medellín, Colombia, 1955)
Maestro en artes plásticas de de la Academia Superior de Artes de Bogotá, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, con un diplomado en gestión social integral de la Universidad Nacional de Colombia.
Revista de Poesía
Maestro en artes plásticas de la Academia Superior de Artes de Bogotá, miembro de la comunidad de artistas e investigadores en el campo de las artes plásticas, con experiencia en procesos de formación e investigación creación.
(Santa Marta, 1962)
(Buenos Aires, 1953)
Ulrika
Director de cine, guionista, poeta. Obra poética: Con los que viajo, sueño (1978), La luna y la ducha fría (1979), El pulso del cartógrafo (1986), Lo que digo se refleja en el agua (1987), El rey de los espantos (1992), Los días del olvidadizo (1998) y La mañana del tiempo (2003).
Luis Fernando Lasprilla
(Lluchmayor, Mallorca, 1972)
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Poeta, además de periodista y traductor. Entre su extensa obra poética señalamos: Violín y otras cuestiones (1956), Gotán (1962), Si dulcemente (1980), Anunciaciones (1988), País que fue será (2004), Bajo la lluvia ajena (2009) y Hoy (2013).
Poeta, cronista, cineasta, docente. Ha publicado: Poemas para leer en el bus (Premio Nal. de Poesía U. de Antioquia, 1991), Historias de la calle (1991), Camino a casa (2003), Papel de globo (2004), Poemas del Metro de Medellín. Les poèmes du métro de Medellin (2011).
¿Preguntas, sugerencias, reclamos?
escribanos@poesiabogota.org
AUTORES
Edwin Madrid
Armando Romero
(Quito, Ecuador, 1961)
(Cali, 1944)
Poeta, ensayista y editor. Algunos libros de poesía: Mordiendo el frío y otros poemas (2010), La búsqueda incesante (2006) Lactitud cero° (2005), Puertas abiertas (2002), Tentación del otro (1995), Caballos e iguanas (1993), Celebriedad (1990).
Poeta, narrador, ensayista, traductor y profesor universitario. Entre su extensa obra destacan: Los móviles del sueño (1976), El poeta de vidrio (1976), Las palabras están en situación (1985), Gente de pluma (1989), Cuatro líneas (2002) y El árbol digital y otros poemas (2009).
Guillermo Molina Morales
Eduard Sanahuja
(Zaragoza, España, 1983)
(Barcelona, 1953)
Poeta, docente e investigador. Obras publicada: Estado de emergencia (2013) y Epilírica (2008), con los que ganó, respectivamente, el IX Premio internacional de poesía «Claudio Rodríguez» y el XI Premio internacional de poesía joven «Antonio Carvajal».
Poeta. Libros de poemas: El gos del galito (1981), Mirador (1983), Doble joc (1987), En defensa pròpia (1994, Compàs d’espera (2006) y El llançador d’espases (2013). Es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Barcelona.
Maria Mercè Marçal
Andreu Vidal
(Barcelona, 1952-1998)
(Palma, 1959-1998)
Poetisa, catedrática, narradora y traductora española. Libros: Cau de llunes (1977), Bruixa de dol (1977-1979), Terra de mai (1982), Sal oberta (1982), La germana, l’estrangera (1981-1984), Contraclaror (1985) y Desglaç (1984-1988).
Poeta y dibujante. Libros de poemas: Xicraini, nit de portes cremades, Aixall híctic, Necròpsia (1984), premio Ciutat de Palma 1983, L’animal que no existeix (1993), premio Carles Riba 1992 o Ad Vivum, publicado póstumamente en el 1999.
Pablo Molinet
Jordi Virallonga
(Ciudad de México, 1975)
(Barcelona, Catalunya, 1955)
Autor de Cautiverio (2013) y Poemas del jardín y del baldío (2002). Obtuvo el Premio nacional de poesía Ramón López Velarde en 1998. Ha preparado varias antologías sobre poesía, y trabaja además como traductor y editor
Jaume Pont
Poeta, ensayista, crítico, y traductor. Catedrático de Filología Española de la Universidad de Barcelona. De su extensa obra poética, mencionamos: Crónicas de usura (1996), Todo parece indicar (2003), Los poemas de Turín (2004) y Hace triste (2010).
Pilar Vargas Pinzón
(Lleida, 1947)
Poeta y profesor de literatura al Estudi General de Lleida. Es muy reconocida su antología La nova poesia catalana, escrita con Joaquím Marco. Ha publicado varios libros de poemas entre 1976 y 1990, reunidos en su obra completa Raó d’atzar. Poesia 1974-1989.
Maestra en artes plásticas y visuales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad ASAB. Además de en su obra, ha trabajado como formadora en artes audiovisuales y plásticas
Robinson Quintero Ossa
Raúl Vallejo
(Caramanta, Antioquia, 1959)
(Manta, Ecuador, 1959)
Poeta y ensayista. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998), La poesía es un viaje (2004), El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse (2008). Ha publicado además textos de investigació, periodismo y didáctica literaria.
Poeta, narrador y diplomático.Ha publicado libros de cuento, ensayo, novela y poesía. De estos últmos mencionamos Cánticos para Oriana (2003), Crónica del mestizo (2007) y Missa solemnis (2008). Actualmente se desempeña como embajador del Ecuador en Colombia. ULRIKA 53 |
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PRIMER CLAUSTRO UNIVERSITARIO DE COLOMBIA DEPARTAMENTO DE PROMOCIÓN Y BIENESTAR UNIVERSITARIO
USTA CULTURA
ARTE EN MOVIMIENTO QUE LOGRA FORMACIÓN INTEGRAL Durante este segundo semestre de 2015 la Universidad Santo Tomás celebra los Cincuenta Años de sus facultades de Economía, Derecho, Ingeniería Civil, Filosofía, Sociología, Departamento de Humanidades e Instituto de Lenguas. Entre sus actividades de fomento a las prácticas y expresiones artísticas se realiza el café literario en la sede Aquinate una vez al mes. De forma especial el 24 de septiembre acoge los poetas internacionales de España, México, Ecuador y Colombia que participan en las Jornadas Universitarias de Poesía. Igualmente durante los meses de agosto y septiembre se cumple con el Festival Internacional de Cuenteros Pura Palabra. Todo lo anterior es aporte cultural a la celebración del primer claustro universitario de Colombia que cumple 435 años de educación humanista. Como parte de los proyectos de promoción y bienestar universitario del área de cultura, se invita a la comunidad tomasina para que se haga participe de los más de 15 talleres de formación y grupos de representación artística en Teatro, Danza, Música, Escritura Creativa, Diseño y Fotografía.
Facebook: ustacultura
ultura
Área
Gestión cultural que constituye identidad tomasina
SÁBADO 26 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - 7:00 P.M. Lectura de poemas, en el marco de las VII Jornadas Universitarias de Poesía “Ciudad de Bogotá”: Guillermo Molina Morales (España), Edwin Madrid (Ecuador), Pablo Molinet (México), Robinson Quintero Ossa y Darío Sánchez Carballo (Colombia). Entrada libre Teléfonos: 286 6944 - 315 212 5733 — Cra. 3 No. 12B-35, La Candelaria Centro Histórico y Cultural casadecitasrestaurante@gmail.com — www.casadecitas.co
BIENESTAR UNADISTA El Bienestar en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia –UNAD– responde a un proceso dinámico y complementario a su desarrollo misional, coherente con su naturaleza y la modalidad de educación abierta y a distancia. Se ha desarrollado y concebido como un espacio para la construcción colectiva e integral del Ser Unadista, desde la perspectiva de la cultura y de los procesos de interacción social que apoyan la dimensión formativa, académica y comunitaria del ser humano. La apuesta Unadista es constituir el bienestar en un ámbito de participación e interacción formativa y creativa, priorizando programas proyectos, servicios y actividades que desarrollen no solo en la modalidad de educación abierta y a distancia, sino, en cada una de las seis (6) líneas de acción: Línea de Arte y cultura. Línea de Crecimiento personal. Línea de deporte y recreación. Línea de Emprendimiento solidario y productividad innovadora. Línea de Medio ambiente. Línea de Promoción de la salud y gestión del riesgo en salud. El modelo del Bienestar virtual significa para la UNAD, un programa misional que desarrolla dispositivos con manifestaciones en la vida cotidiana de sus grupos de interés, no solo creando un espacio virtual, abierto y mediado por el espacio-tiempo, sino también, afectando los espacios físicos o reales en los cuales vivimos, aprendemos, trabajamos y compartimos con los otros. En ese sentido la UNAD, brinda en gran porcentaje a la comunidad académica, acceso a repositorios de contenidos didácticos, objetos virtuales de aprendizaje propios para el Bienestar Institucional
a “Nodos Virtuales”, que le permite llegar con nuevos estilos de aprendizaje y de esparcimiento a zonas apartadas y de frontera. Asumir el Bienestar desde la virtualidad, es abrir el pensamiento hacía nuevos paradigmas de comprensión frente a la existencia compartida, interconectada, reticular y consistente en coherencia con los desafíos que impone la sociedad del conocimiento. Es brindar al estudiante actual, la posibilidad de captar y aprovechar las oportunidades que le proporcionan los recursos tecnológicos para transformar la realidad, mediante la aplicación del conocimiento tecnológico, los procedimientos técnicos, la intuición y la imaginación creadora. Hacia dónde vamos con el bienestar Unadista. Al fomento entre los miembros de la comunidad universitaria, de los valores de convivencia, respeto, solidaridad y vínculos de pertenencia con la vida institucional para mejorar la calidad de vida personal y colectiva; a través del desarrollo de sólidos procesos de integración y de un trabajo conjunto entre los individuos que forman parte de la comunidad universitaria y en este propósito, la UNAD se propone: Contribuir con la formación integral de la comunidad Unadista. Desarrollar el Bienestar Institucional, en la modalidad de educación a distancia y en ambientes virtuales de aprendizaje. Generar alianzas estratégicas de carácter interinstitucional. Articular el Bienestar Institucional con las responsabilidades misionales institucionales. Incentivar la conformación de grupos y representaciones a nivel institucional en arte y cultura, en deportes, recreación y emprendimiento.
Martha Lucía Duque Ramírez
Edwin Gonzalo Vargas Castro
Vicerrectoría de servicios a los aspirantes, estudiantes y egresados
Líder Nacional Bienestar Institucional
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