Revista de poesía "Ulrika" 53

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armando romero

La paideia como paella Por Armando Romero

Empiezo por decir que no debemos confundir la poesía con el poema. Creo que esto es claro para quien sabe reconocer que la belleza está en la forma, en la estructura y factura del poema, no así en la poesía que va más allá de los juicios estéticos. Un gran poema es el camino para acceder a la poesía, y son las palabras y la multiplicidad de sus combinaciones las que logran esta meta final, porque más allá de la poesía reina el silencio, así como el ser del poema lo tenemos en sus sonidos, en la variedad de sus ruidos. Reflexionemos a partir de este presupuesto en la relación entre poesía y los espacios académicos, tema de estas palabras e ideas al azar. Cuando la poesía se acerca a la educación se convierte en una pregunta retórica, un erotema. Da vueltas sobre sí misma e ignora conclusiones o respuestas. La educación es dual, tiene su antes y después, su ser y no ser. No así la poesía que se materializa fuera del tiempo, o mejor, en un presente que nadie puede aprehender. Síntesis que desafía la tríada dialéctica, que no reafirma una tesis ni su antítesis, la poesía contradice el pensamiento lógico, el simple razonamiento. Aunque sea ir un poco lejos, la idea que se trasluce es la del koan, la de una iluminación, un satori. Cuando yo era joven y me paseaba distraídamente por las calles de Cali, mi

ciudad allá en Colombia, una frase que me habían dejado como incógnita mis amigos nadaístas me daba vueltas y revueltas por todo el cuerpo: «La poesía debe ser hecha por todos», había dicho Lautréaumont, y así debía ser. Lo que más me gustaba de esta frase, y eso se prolonga hasta hoy día, es que no la podía comprender. Es imposible saber qué buscaba el espíritu maligno y sagrado de Maldoror con esta aseveración definitiva. Los surrealistas la habían hecho suya y la usaban para disparar sus armas milagrosas, los agentes de las izquierdas querían ver en ella a ese pueblo dejado atrás enredado en boleros y poemas de

la poesía contradice el pensamiento lógico, el simple razonamiento. Aunque sea ir un poco lejos, la idea que se trasluce es la del koan, la de una iluminación, un satori. Barba Jacob, los profesores de retórica hablaban de la inmensidad. Pero yo era joven e iluso, y quería que la poesía me enseñara a ver y sentir la poesía, que me abriera caminos por un espacio desconocido, como si estuviera intentando ser un conquistador de lo impenetrable. Mal está prendernos de la poesía para que nos enseñe algo. Veamos esto: se habla de la maestría del poeta, de su poder como demiurgo; se habla del poema como ULRIKA 53 |

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