Juana encontró en la poesía una forma de establecer sus continuidades y, de construirse y deconstruirse a sí misma, de hablar de sí y del otro, de discontinuidades, de Honduras, del mundo y de la vida. Y es que Juana fue la poeta, siguiendo a Bonnett Vélez (2011: 13), en la que: “El poeta no es un técnico que se regodea en las formas por ellas mismas, sino que se vale de ellas para comunicarse con lo más hondo del espíritu de su tiempo”.
“La poesía nos hace más leve el dolor” Respecto de su estilo de vida, de su escritura y poesía no han sido pocas las voces críticas. Pero como lo planteó Amanda Castro, con frecuencia se escuchó a muchos artistas e intelectuales preguntar: “¿qué le ven ustedes a Juana?, le vemos precisamente lo que ellos son incapaces de ver. Vemos su lengua inclemente, la única mujer que no tiene miedo de decir lo que piensa, y eso ya es digno de admirar. Vemos a la mujer sola, marginada, envilecida, violentada y violada, vemos a la madre que sufre por no estar con sus hijos, a la amiga capaz de perdonarnos nuestra propia indiferencia. Vemos a la poeta mordaz que jamás ha acallado sus palabras y se ha acomodado a las modas vigentes, vemos quizás a la única mujer que vive su poesía, o que poetiza su vida-muerte para seguir viviendo”. (Castro, A; 2004) Juana Pavón definió su poesía como “vivencial y de protesta”, ¿qué significa esto? ¿Acaso no toda poesía es vivencial y de alguna manera es siempre una voz que se alza contra algo? “No toda poesía aparece de la misma 44