su alumnado, se encargaba de limpiar las aulas. D.ª María de los Ángeles recuerda que: “todos los viernes, el profesor o profesora, elegía a dos niños y dos niñas para limpiar el aula”. Así que, D.ª Pino empieza a trabajar recibiendo el sueldo de la asociación. Como el trabajo lo efectuaba a partir de las cinco de la tarde, hacia 1976 le surgió otro que consistía en limpiar por las mañanas el consultorio médico del pueblo. Así que, durante 19 años, además de limpiar hizo otras funciones durante el tiempo de los facultativos: don Rafael, don Juan y don Moisés (1980). Al ver sus conocimientos le llegaron a pedir que hiciera algunas curas a los enfermos en el pueblo, que pusiera alguna inyección –algo que aprendió con Juanito “el Barbero”- o que acompañara a algún paciente al hospital si estaban solos, quedándose incluso por la noche. Entre tantas anécdotas, recuerda especialmente la cura que le hizo a una vecina, en tiempos de don Rafael que había decidido cortarle la pierna porque la tenía gangrenada. Ella le pidió que le diera un mes para curársela y si no lo conseguía que se la cortara. Estuvo todos esos días quitándole la piel muerta y poniéndole miel hasta que se curó. No sentía miedo ni repudio y así le salvó la pierna. Con la llegada de don Leopoldo el consultorio pasó a ser el centro de salud de Cardones. Se amplió para disponer de dos consultas y sus ayudantes, pero no había nadie que organizara la entrada de los pacientes. Su padre empezaba temprano a dar números con las cartillas para que entrara la gente por orden. Como D.ª Pino seguía con la limpieza del centro, don Leopoldo le pidió que si podía hacer también lo de su padre. Recuerda que le dio un bata y unas zapatillas para recibir a la gente. Si era necesario, también llevaba a los pacientes urgentes al hospital en taxi. En el hospital se llegó a encargar de lavar al paciente, darle de comer, de hacer curas y de vigilar la entrada de suero, etc. Algo impensable hoy en día, pero, en aquella época, las enfermeras lo agradecían. Presume de que, hasta la fecha, ninguna persona se ha quejado de sus curas o de que se le ha enquistado alguna inyección. Sus ganas de trabajar y de aprender no han terminado pues empezó a estudiar en el Centro de Adultos por el que luchó con el profesor don Manuel Déniz hasta conseguir el certificado de escolaridad. Desde hace dos años, al enviudar, acude a clases de pintura en el pueblo con D. ª María Jesús Machín. Esta actividad le ayudó mucho durante el confinamiento, pero echó de menos a su familia porque no podía verlos ni salir. A los jóvenes si se quejan, dice: “les daría un rebencazo”. Su carácter indómito y curioso le llevó a romper los moldes de la época, no aceptando ninguna orden. Así, por ejemplo, cuando no sabía nada de su marido porque estaba asistiendo al parto de una vaca, ella salía por la noche para encontrarse con él, camuflada con un vestido de hombre, fajín con cuchillo a la cintura y sombrero para salir inadvertida.
María del Pino Matos González (empresaria, propietaria del antiguo Cine de Santidad).
Conocida cariñosamente como “Pimpinita”, doña María del Pino nació en Santidad en 1937. Su padre procedía de Bañaderos y su madre de El Madroñal. Cuando niña pudo estudiar primero en clases particulares, luego en la escuela de doña Antonia Padrón y después, como interna, con catorce años en el colegio de las Dominicas de Las Palmas, hasta los dieciséis o diecisiete años. Su padre le animó a estudiar, pero no quiso porque le gustaban más las cosas de la casa. Cuanto tenía 25 años se casó y se fue a vivir a Santa María de Guía pero a los 30 años de edad, decidió volver a su pueblo natal. Para que su marido no dejase su trabajo, compraron un solar en la calle Los Caídos, 20, en Santidad para poner un negocio. Al principio pensaron en montar una ferretería, pero su padre le aconsejó que no lo hiciera, puesto que ya existía una, por lo se animaron a abrir una sala cinematográfica. Su marido le decía que cómo iba a llevar el negocio con la casa, etc., pero ella, que le gustaba mucho, le comentó que sin problema, que lo iba a hacer, porque le nacía. De hecho nos decía que en más de una ocasión en medio de una proyección cinematográfica, salía del cine e iba a su casa a terminar de hacer alguna tarea, o a mirar cómo se encontraban su hijo y dos hijas. Por desgracia una de sus hijas falleció cuando contaba con 31 años, duro golpe que la vida le deparó y, como cualquier madre, nunca ha podido superar del todo.