FISURA SÓNICA
Por Alexander
Laluz
Músicas para descubrir
Bicho raro
¿Qué es un bicho raro? ¿Un artista puede tener el síndrome del “bicho raro”? ¿Cómo sería su música? Lo que sigue es un ensayo precario, abierto y ficcionado para pensar, justamente, en músicas que no suelen disciplinarse ni acotarse a los clisés establecidos. *** Hay un par de sillas, hay una luz blanca, hay una mesa que antes –un antes indescifrable– oficiaba como mesa-de-comedor-diario. Sobre la mesa un desorden cósmico: pilas de discos compactos –los vinilos arman fila, verticales, en el piso y apoyados contra una de las patas de la mesa–, un pequeño montón de diarios amarillentos, cuadernos –algunos sin tapa, otros con pegotines y hojas sueltas–, una computadora portátil, un teléfono –un teléfono viejo, de línea, con números gigantes–, un celular, un cargador, lentes, auriculares, tres libros, una pequeña montaña de fotos, mate, termo. En la penumbra y de pie, frente a la mesada de la cocina, Suárez calienta agua. Piensa. Suponemos, en realidad, que piensa –no hay que olvidarse que esto es un ejercicio de ficción, nada más–. Quizás recuerda que venció –otra vez– el plazo para entregar el artículo que le había encargado el editor de un suplemento cultural. Queda, sin embargo, algo de tiempo para terminarlo. Las ideas están claras, o eso parece. A las dos de la madrugada todas las
ideas oscilan. Van y vienen. Resultan geniales en el momento que surgen. Minutos después se pierden en la papelera de reciclaje. Así está el mundo, amigos: un montón de líneas con algo parecido a “frases inteligentes”, que él mismo sabe que poco tienen de “ideas” y mucho menos de “inteligentes”. Acaso son líneas astutas, evidencias del oficio que hay que movilizar después del enésimo mensaje del editor. *** Hierve el agua: es el momento de volver al trabajo, reiniciar la reproducción del disco El otro que despierta (2019), de Portillo, de Jorge Portillo en grupo, de Jorge Portillo en grupo a través de Bandcamp. Primer mate. Los datos: segundo disco de este proyecto –proyecto en marcha, que, en 2015, llamó mucho la atención de la porción under de la escena local con Portillo, editado por Feel de Agua– que tiene como una de las cabezas motoras a Jorge Portillo, pero cuenta con otras cabezas que suman ideas, muy buenas ideas, al quehacer creativo, como Manuel Rilla y Fabrizio Rossi, entre otros. Suena la pista tres: ‘Danza del mosquito’. Saltan preguntas. ¿Qué es? ¿Un ejercicio de descripción sonora? “Tiene la manera… de pensar así…”, canta, cantan: líneas de voces en conducción paralela. Siguen las estructuras repetitivas en las guitarras. Sí –piensa y luego insiste–, hay una analogía con el vuelo –la danza– de los mosquitos. El patrón guitarrístico es obsesivo, insistente. Vuelve a la primera pista: ‘Canción de Aída’. La breve introducción de la guitarra lo lleva al mundo de la milonga, o de las milongas, en realidad, que es una trama de variantes de una estructura básica, reconocible, pero que remite a músicos y a regiones y a intenciones expresivas y a gestos distintos. La voz, una voz femenina, plana, sin vibrato, con dinámica homogénea: “La vereda es un lugar, que no tiene nada que ver…”. Sigue la guitarra. Suárez recuerda: “Esto se parece a lo que hacía Choncho Lazaroff, ¿no? Una estructura armónico-rítmico-tímbrica inquietante, como detenida en el tiempo, que amaga a resolver pero… nada, se queda ahí, suspendida, jugando con las resonancias de las notas en ‘cuerdas al aire’ en contraste con las notas en ‘cuerdas pisadas’… ¿Cómo escribo eso?”. Insiste: “¿Cómo etiqueto este disco?”. Imposible, reconoce otra vez. Los escribientes de notas para suplementos y revistas suelen gozar mucho inventando etiquetas y jugando a las comparaciones interminables e insufribles (“Esto se parece a lo que hizo Fulanito en el disco Tal pero tamizado con las influencias de Menganito, cuando hizo el disco Aquel después de meditar tres años en el Tíbet”). Y esto a Suárez lo desacomodaba casi hasta el fastidio (“¿Somos acomodadores de discos en góndolas de supermercado?”). Sigue sonando Portillo, ahora con ‘Celibato’ (pista 8). “¿Leo Maslíah… Los Que Iban Cantando?... ¿Pero esto me lo pasaron como si fuera indie?”, se pregunta. ***
El otro que despierta, disco del proyecto Portillo (disponible en Bandcamp). D
16
Cinco de la madrugada. El mate ya tuvo varias vueltas. Suárez tiene un poco más claro
el panorama de ideas para su artículo. Definir claramente el tema fue lo primero. Son demasiados discos –o demasiadas entidades creativas, ¿obras?, que, más allá del soporte físico, convenimos en llamar ‘discos’–, y Suárez sigue reproduciendo las pistas de El otro que despierta. Así las cosas, decidió que intentaría analizar este asunto de los bichos raros, o proyectos que no cuadran, que generan tantos desconciertos como fascinaciones. Como le suele pasar en situaciones como esta, Suárez recurrió al auxilio de “la voz de su conciencia”. En fin, no había otra: chateó con Bruno Gepé. Él era y es su forma de calmar inquietudes. *** “Bruno, tengo acá un montón de nombres y discos que me pasó Matador… ¿te acordás de él? Perdón, Matador es el nombre del proyecto musical. Se llama Santiago, es el guitarrista y compositor que te recomendé hace como dos años. Bueno, el asunto es que estoy escuchando uno de los artistas que él anotó en la lista: Portillo. Estoy con el último disco hasta ahora, que es el segundo de su discografía, y por lo que me enteré hace poco, está por sacar uno nuevo antes de fin de año. Portillo lo adelantó en un toque hace pocos días. Un toque formidable… –escribió Suárez a las corridas, pensando que a esa hora Bruno estaría durmiendo. No lo tengo muy escuchado a Portillo. En realidad, sí. Escuché bastante el primer disco y me impactó. Me resultó ‘raro’, inquietante. ¿Cuáles son los otros discos? –le respondió Bruno a los pocos minutos. Mirá –siguió Suárez–, este disco, El otro que despierta, me provocó mucho interés. Te diría que las canciones no son ‘canciones’. O sea, no son ‘canciones’ para tararear mientras hacés otras cosas, mientras vas a correr por la rambla para pensar en otra cosa. Tampoco son canciones ‘lindas’ para enamorar chicas o chicos. ¿Qué son entonces, che? No te pongas difícil, no le busques la quinta pata al gato… porque acordate que tiene siete –Bruno no pudo resistir la tentación de provocar. Jajajajaja –más un par de emoticones; ridículas expresiones de la iconografía ‘whatsappiana’–. No me pongo ‘en difícil’. Solo intento ensayar una explicación. A ver… ¿cómo sería?... Igual no me contaste nada de los otros títulos que tenés…. Vamos por partes. Lo más simple primero. Acá tengo como nombres para seguir escuchando, gracias a los ‘piques’ de Santiago, a los de Señor Faraón, Marcelo Rilla, Vladimir Guicheff, Juan Ibarra, Sofía Scheps, Fredy Pérez, Clara García, Animales de Poder… y otros tantos. A esa lista se me ocurrió agregarle el de Maxi, que está de regreso, armó banda y está por sacar disco. Y podría agregar a Daniel Yafalián… –anotó Suárez. ¿Maxi? ¿Maximiliano Angelieri? –escribió enseguida Bruno. “Claro, Maxi & Casi Exilio Psíquico, tu amigo y colega en televisión”. “¿Cómo cuadra en esa lista?”