ANTONELLA EN MADRID Julián R. Carson No he visto días venideros desde que tu madre
me dijo que habías sido hallada junto a un edificio y eras una fruta que explota contra la frente de un transeúnte para esos años vivías en España y giraban muy raudos los grandes molinos de su bonanza económica Veo tus fotografías en las que estás en un café o en una plaza de Madrid sonriendo y brillaban cigarrillos centelleantes en el marfil de tus dientes Me decías que vivías bien
Y yo cada mañana en la Panamericana masticando el polvo embestido por los claxons de los tráilers me perdía yendo por el cruce Salaverry y Las Delicias pero Albert King me convenció que podía tañer el delirio de las cigarras cada vez que un estoico nacía y sé que prevalecerás en mí no como una helena sin brazos sino como un laúd desnudo porque soy el marfil de los elefantes y tu madre me dice que ya no juegas con ese muñeco de tentetieso inexorable sordo como la caligrafía del universo Porque ahora tus dedos son de sal
de stress y toda una pirotecnia de sonrisas de látex que la modernidad líquida nos inventa
para ahogarnos en interminables colas en el banco de crédito solo para ver la tuberculosa cara de Valdelomar en un billete de 50 soles
o ahogarnos en pantanos de aburrimiento
viendo maratones de series de TV frente a un espejo grave que duplica nuestra soledad día tras día
y esa suerte de ser dos ángeles expulsados del edén por escenificar la gran copula de Santiago con la madre del cordero o ser dos aves que regresan a su nido con racimos de fuego en el pico para arder las alas del Ícaro-Blues
que dejará caer (sus escamas) un cardumen de esperanzas
Porque desnuda has caído contra ese concreto frío que es la vida
que un negro del Mississippi nos cantará mientras desnudamos a la
Pero yo le cito a Teognis y le digo que estás serpientes envenenarán los males del tiempo.
vida en una gran pileta de valium
Segundo Imbox para Angie/ 22 de febrero del 2018
porque es hora de tostarnos la piel en una playa desierta antes que al
Y vamos arrojándonos
atardecer el horizonte no sea más que una bisagra oxidada
como felinos en celo que se hacen el amor en los parques de
una cortina de lluvia que abríamos cada vez que bajaba tu ropa
el uno sobre el otro
y no podamos escapar por ese bisel de dicha
san andrés santa maría y la unión
interior todo esto te lo digo Angie mientras te veo dormir
huyendo del cinematógrafo del tiempo antes que quiebre la cascara de huevo del rostro de tu juventud con su flash ob-torturador y nos capture en su película de oficinistas idiotas devorados por dragones 18 18
quieta como un jarrón chino. Sentimentalismo En un funeral de moscas, y la única limosna