Los Desesperanzados Sergio H. García Hoy no me llevas, muerte, calavera Hoy no
EDUARDO LANGAGNE Tengo la sangre rota de lágrimas, salada de sudores y caída, exiliada de sórdidas soledades sufridas en grupos de miradas. Muerte, tengo el gesto de la ternura guardado; metido y cocido sin anestesia en los fríos dolores hepáticos. Los amaneceres se negaron a ver mis ojos y lloré más eclipses que soledades Magdalena. Hoy, Muerte, no me llevas. Los desesperanzados tenemos derecho de vivir. A nosotros también se nos curte el cuero a besos y nos galopan primaveras, veranos en el pecho.
Muerte, los desesperanzados necesitamos aire: Las costras de nuestros muertos nos quitan el su ciente para no sofocarse, para no morir en el olvido, para que no nos dejen de llorar; sangrar La sangre, muerte, nos recorre el cuerpo con el pesado tonelaje de los adioses y el hambre, con la tierra bajo nuestras uñas y el frío nombre de lajas y tumbas.
Bajo las costillas, un aire de sueños locos e imposibles nos pasa. Aire que no nos llena Pero nos alimenta.
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