Natasha Myers
Dossier: Capitaloceno
F
26
otosíntesis: he aquí la palabra clave que elegiría para esta era que nos obstinamos en llamar «Antropoceno». La fotosíntesis corresponde a una secuencia compleja de procesos electroquímicos. Esos procesos generan gradientes de energía a través de membranas densamente plegadas en los cloroplastos simbióticos de las plantas (Margulis y Sagan, 2000). Los esquemas clásicos de los manuales escolares de nuestros cursos de biología de la preparatoria son representaciones simplistas de ese proceso alquímico, absolutamente mágico y totalmente cósmico, que vincula la vida vegetal terrestre a una forma de atención respetuosa, rítmica, hacia la fuente solar de la tierra. Los seres fotosintéticos —esas criaturas verdes que conocemos con el nombre de «cianobacterias», «algas» y «plantas»— son adoradores del sol y magos terrestres. Bebiendo la luz solar, aspirando el dióxido de carbono, bebiendo el agua y expulsando el oxígeno, las plantas, literalmente, crean el mundo. Transformando el aire impalpable en materia, nos enseñan las lecciones más finas sobre aquello que nos porta y aquello que importa. Lo que son y lo que hacen tiene grandes consecuencias de orden pla-