Revista Signum 75

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Libertad y responsabilidad de los medios de comunicación Gabriela Seoane*

E

n múltiples ocasiones se ha discutido sobre la importancia de la libertad de expresión y su contraparte, la censura, sin embargo, aunque la libertad es uno de los derechos humanos esenciales, pareciera que aún no entendemos con claridad su significado y alcances. Y esto no solo ocurre en nuestro país, sino en otras naciones del mundo. La decisión de varias cadenas televisivas estadunidenses de suspender sus transmisiones cuando el presidente Donald Trump ofrecía un mensaje en el que acusó de fraude en la elección presidencial, sin presentar pruebas y por lo tanto formulando mentiras, volvió a poner el tema en la palestra. Pero también las redes sociales actuaron en el mismo sentido: Twitter quitando mensajes de Trump por considerarlos falsos e incitadores al odio, mientras que Facebook optó por poner mensajes escritos en los cuales se advertía que las declaraciones del mandatario de Estados Unidos contenían falsedades. Muchas personas han argumentado a favor o en contra de estas acciones, poniendo como punto central la libertad de expresión. Por ello es muy pertinente preguntarnos: ¿La censura es justificable cuando se difunden mensajes falsos y se incita al odio o a la violencia? ¿Hasta dónde debe llegar la libertad de expresión? En sentido estricto, para responder la segunda interrogante diremos que la libertad de expresión está contemplada en las normas legales de cada país e inclusive forma parte de tratados internacionales de derechos humanos. En México el artículo 6 de la Constitución establece que: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado”. Es decir,

los límites a la libertad de expresión están claros. En el caso de Estados Unidos, también la Primera Enmienda se refiere específicamente a “la prohibición de protestar para desestabilizar a un gobierno o al país”. Pese a estas especificaciones, las opiniones respecto a lo que se puede o no censurar son diversas. En el caso Trump, lo relevante es que la decisión partió de los medios de comunicación para “frenar” al presidente de la república. Desde que estaba en campaña, Trump se ha dedicado a hacer declaraciones explosivas y en muchos casos falsas. Además, a través de las redes sociales han sido frecuentes sus mensajes en los cuales incluso, alienta a sus seguidores a ir en contra de los que considera “enemigos de América”. Independientemente de lo que está regulado o no en un país, es muy importante la responsabilidad, sobre todo por parte de quienes encabezan un gobierno o forman parte importante de una sociedad, como los medios de comunicación. En el caso específico de México, la censura ha sido aplicada por el gobierno en turno en contra de sus detractores de manera directa o indirecta. Y del lado de los particulares, es inimaginable que una televisora o una estalación de radio deje de transmitir el mensaje o se arriesgue a desnudar las falsedades que este emite. Tradicionalmente, la responsabilidad social de los medios de comunicación debería ser parte fundamental de su ejercicio. Sabemos que en la realidad esto no siempre sucede, ya que, en México, la salud financiera de los medios de comunicación depende en gran medida de la publicidad gubernamental, y la radio y televisión tienen que renovar sus concesiones. Debido a esto, en muchas ocasiones los medios de comunicación ocultan o tergiversan información “incómoda” para el grupo


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