Medios en medio de la tormenta Eduardo Higuera*
E
l fenómeno de responsabilizar a los medios de los males de la sociedad no es nuevo, ya sea que se hable de TV, comics, cine y, ahora, redes sociales. Al menos desde mediados del siglo XX se ha alimentado una polémica en la que son acusados de provocar violencia, pérdida de valores y descomposición social. Esto ha provocado una respuesta conservadora con el fin de controlarlos. Desde códigos de ética para comics, hasta señalamientos contra programas seriados que se centran en la ciencia forense por enseñar cómo cometer crímenes, pasando por juicios sociales sumarios ante matanzas en escuelas que -supuestamente- se generan por la influencia de los videojuegos; el catálogo de acusaciones y de intentos de restricción de contenidos y de alcance de estos canales de comunicación es muy largo. Sin embargo, nada ha sido ni remotamente nocivo para los medios de comunicación, tradicionales y digitales, como el estilo populista/autoritario de hacer política y de ejercer el poder político que ha predominado en muchos países durante el siglo XXI. La razón es que una sociedad que cuente con medios informativos independientes, éticos y profesionales tiene la posibilidad de construir contrapesos sociales ante regímenes que carecen de compromiso democrático, convirtiéndolos en blancos primarios. Uno de los grandes peligros de la confrontación entre medios y políticos en el poder es la radicalización de ambas partes, lo que puede generar la pérdida de objetividad de parte de los medios que lleve a la realización de acciones que pueden ser cuestionables,
pero necesarias para cumplir su función de contrapesos y controles de los poderosos. El mejor ejemplo de esto lo pudimos atestiguar hace un mes, cuando ABC News, CBS News, CNBC, MSNBC, NBC News, Univisión -principal cadena de habla hispana- y la empresa pública National Public Radio, decidieron ejercer su derecho a no trasmitir un discurso presidencial sobre las elecciones debido a las mentiras y teorías conspirativas tras las que se parapetaba. Sin duda, Trump ha pasado los últimos cuatro años atacando, acusando y desacreditando a los medios de comunicación, reporteros, analistas y periodistas por el hecho de hacer su trabajo al exponer sus mentiras, abusos y ataques a los derechos humanos. Esto ha llevado, erróneamente, a que muchas personas crean que los medios confabularon para darle una cucharada de su propia sopa, por una vez, con un acto inédito. Esto no es preciso. De acuerdo con diversos reportes, durante 2020 al menos en dos ocasiones se ha ejercido este tipo de acciones ante mentiras y ataques del mandatario estadounidense, ambas en marzo. Esto para evitar que denostara a los encargados médicos del manejo de la pandemia (a quienes culpaba como medida de descargar su responsabilidad en otros) y para evitar que su lenguaje soez llegara a toda la audiencia al censurar los numerosos “fucks” pronunciados por Trump durante un discurso. Sin embargo, pese a estos precedentes, la decisión de interrumpir por completo la transmisión de un discurso presidencial durante el proceso de conteo de votos para su