Dragón Verde 10 Edición Marzo 2021

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Tolkien y Disney: el caldero de las historias vs. la olla exprés Laur a Michel, México

J.R.R. Tolkien, autor y filólogo británico, y Walter Elias Disney, animador, escritor, productor y (sobre todo) empresario norteamericano, fueron mentes contemporáneas. Ambos fueron creadores de fantasía, le cambiaron el rostro a su área de trabajo, y se convirtieron en figuras emblemáticas del siglo XX; ellos y su obra continúan teniendo gran influencia en nuestros días. Sin embargo, difícilmente podemos encontrar personalidades más dispares y objetivos más distintos, y era de esperar que del encuentro de ambos no iba a surgir sino discordia. Cuando menos por parte del profesor, pues la única señal que tenemos de que el señor Disney pudiera estar consciente de la existencia de su obra es la propuesta de uno de sus animadores para utilizar, en un segmento de la película Fantasía (1940) que finalmente no llegó al producto final, material de un curioso libro para niños llamado El Hobbit al ritmo de La Cabalgata de las Valkirias, de Wagner. Tal vez la nota jamás llegó a manos del productor. Tanto El Hobbit, que convirtió a Tolkien en autor publicado de relativo éxito, como Blanca Nieves y los siete enanos, el primer largometraje animado de Disney que cosecharía premios y admiración, salieron a la luz en 1937, a escasos tres meses de distancia uno del otro. Pero Tolkien no conoció Blanca Nieves sino a principios de 1939, cuando fue a verla al cine en compañía de su gran amigo el Poster Blanca Nieves 1937 escritor C.S. Lewis,

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quien ya la había visto. La película no terminó de convencer a ninguno de los dos, pero en el caso de Tolkien, no hizo sino reafirmar la desconfianza, por no decir el franco desprecio, que el profesor había expresado ya por el trabajo previo de Disney. En efecto, a lo largo de su vida Tolkien escribiría unas cuantas líneas sobre Walt Disney que no dejan lugar a dudas. Cuando le hablaron de posibles ilustraciones que se añadirían a la edición norteamericana de El Hobbit, él dijo que estaba bien, pero añadió que, si fuera posible, se VETARA cualquier cosa que viniera de los Estudios Disney o estuviera influida por ellos (esto antes de ver Blanca Nieves). Lo mismo pasó con algunos dibujos que le propusieron para la edición alemana de El Hobbit; los rechazó por ser “demasiado Disney”. Es decir, para empezar, los diseños clásicos de esta compañía no le gustaban. El largometraje no mejoró su opinión la gran cosa. Tolkien dijo que la heroína principal le había parecido bonita; a Lewis le agradó el diseño de la Reina Malvada. Ambos autores detestaron el tratamiento que se les dio a los enanos. Lewis escribiría más tarde que, aunque las partes malas de Blanca Nieves le habían parecido malas, las partes buenas eran punto menos que fruto de la mente de un genio. Y remató: “¿qué hubiera podido hacer este hombre si hubiera tenido educación… o cuando menos hubiera crecido en una sociedad decente?”. Palabras muy fuertes. Pero es aquí donde podríamos tener un atisbo del conflicto entre Tolkien, Lewis y Disney. La mencionada “falta de educación” de Disney podría tener que ver con dinero. Lo que, para Tolkien y Lewis, como menciona Trish Lambert, era el material sagrado de mitos y leyendas, para Disney era una oportunidad de negocio, y en su camino a conseguir ganancias el productor no parecía


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