Esculpiendo la historia - Homenaje a Casiodoro de reina

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Editorial

Casiodoro de Reina. Heterodoxo impenitente, amante de la libertad De Santiponce a las Américas

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Foco reformador en el monasterio San Isidoro del Campo en la Sevilla del XVI Casiodoro de Reina, ilustre vecino

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Casiodoro en las actas de la Inquisición La ¿Santa? Inquisición en Sevilla

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San Isidoro del Campo, un monasterio con mucha historia Casiodoro, pastor y maestro Casiodoro y su círculo

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Entrevista a Estanislao García, escultor

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¿Cómo fue posible publicar La Biblia del Oso?

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Reina Valera. La reina de las versiones en castellano

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46 Juan de Valdés. Diálogo de Doctrina Cristiana 48 La España de Casiodoro de Reina 51 Carta de Casiodoro de Reina 56 Pérez de Pineda, el publicista heterodoxo 59 Casiodoro de Reina y su confesión de fe española 61 Microrelato. Por unas monedas 68 Correos y los 450 años de la Biblia del Oso

ESCULPIENDO LA HISTORIA HOMENAJE A CASIODORO DE REINA

Edita: Excmo. Ayuntamiento de Santiponce Imprime: Diputación Provincial de Sevilla Coordina: Juana Moral Maquetación y Diseño: Adrián Fonseca Colaboran: Consejo Evangélico Autonómico Andaluz | Fondo Histórico del Evangelio en Sevilla

Ayuntamiento de

Santiponce

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EDITORIAL

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esde que no hicimos cargo de la gobernanza de Santiponce, venimos trabajando en el desarrollo de uno de los pilares económicos fundamentales de nuestro futuro, el cual, no es otro que la puesta en valor de nuestro pasado.

Santiponce ha albergado ilustres personajes que de una forma u otra dejaron su impronta en la historia y algunos además nos dejaron un legado que nos sitúa entre los pueblos históricos con mayor riqueza intelectual y patrimonial. A estos personajes que alumbraron estas tierras, como Escipión, Trajano, Adriano, San Geroncio, Alonso Pérez de Guzmán, San Isidoro de Sevilla, hay que sumarle el nombre de otros no tan conocidos por sus hechos como los anteriores, pero sí igual de importantes para la historia de la humanidad. Este es el caso de Casiodoro de Reina, un monje jerónimo, que se atrevió a contravenir las normas establecidas, aun cuando esa contradicción se pagaba con la vida. Casiodoro de Reina vivió entre los muros del Monasterio San Isidoro del Campo donde dedicó su tiempo a la traducción de la Biblia. Este hecho desencadenó que durante siglos este vecino de Santiponce pasara a la historia como un gran desconocido y aludido solo como un hereje. El trabajo de Casiodoro es un hecho de notable interés para todos los hispanohablantes, ya que, se trató de la primera traducción completa, al castellano, de la Biblia, partiendo de los idiomas originales, siendo este un hecho de interés histórico único para la humanidad. El Ayuntamiento de Santiponce ha querido rendir homenaje a este ilustre humanista cuando se cumple el 500 aniversario de su nacimiento, porque nos parece de justicia señalar las partes menos conocidas de nuestra historia, pero no menos importantes. Junto a este ejemplar de la revista que en memoria de su trabajo tiene en sus manos, Santiponce erige un monumento a la figura de Casiodoro de Reina, y a todos los que con el colaboraron, para que con su presencia, como hombre de luz que fue, ilumine la historia y el futuro de Santiponce, Andalucía, los Pueblos y la Humanidad.

“… hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos.”

Justo Delgado Cobo Alcalde de Santiponce


CASIODORO

DE REINA Heterodoxo impenitente, amante de la libertad POR ALFONSO ROPERO BERZOSA Autor de Filosofía y cristianismo; Introducción a la filosofía; La renovación de la fe en la unidad de la Iglesia; Mártires y perseguidores

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a Biblia Reina-Valera revisión 1960 es la versión más amada de todos los protestantes de habla española. Naturalmente, hay otras versiones que poco a poco van ganando terreno en muchas iglesias, pero sin lograr desbancar el prestigio de la Reina-Valera 1960. Muchos de los lectores de esta Biblia, que conocen y aman tanto, desconocen, por contra, todo lo relativo a quienes fueron sus autores. Los más ilustrados tienen una ligera idea de que habían sido monjes católico-romanos que convertidos al evangelio fueron perseguidos por la Inquisición, de la cual consiguieron escapar, gracias a lo cual pudieron dedicarse a la traducción de la Biblia original en hebreo y griego al español de la época. Sin embargo, ante la visión idílica que algunos presentan, me gustaría en este artículo tratar brevemente varios aspectos de la vida de Casiodoro de Reina (1520-1594), que me parecen reveladores del precio que tuvo que pagar por ser fiel al Evangelio y su conciencia. Me parece que es un personaje de la Reforma que tiene mucho que decir-

nos sobre aspectos que todavía inquietan y trastocan a nuestras iglesias con brotes inquisitoriales. Escribe un reciente biógrafo de Casiodoro, Constantino Bada Prendes, que derramó muchas lágrimas mientras investigaba en la vida de este hombre, al conocer las muchas contrariedades y procesos inquisitoriales que tuvo que soportar a lo largo de su ajetreada existencia. Es bien sabido que Casiodoro de Reina fue un monje del monasterio de San Isidro del Campo (Sevilla), que pertenecía a la Orden de los Jerónimos, cuya lectura de la Biblia y de libros luteranos le llevó a abrazar las ideas reformistas que se estaban propagando en el norte de Europa. Alertada la Inquisición, Casiodoro y un buen número de frailes tuvieron que darse prisa para abandonar España. Los que no lograron hacerlo a tiempo terminaron en la hoguera, o bien disciplinados, según el grado de su implicación en la “herejía luterana”. Huido a la Ginebra de Calvino, Casiodoro pronto advirtió que aquella tampoco era su tierra prometida. Espíritu libre y sensible tuvo que pasar por innumerables trances para sobrevivir en aquel mundo de sospecha constante, de desconfianza generalizada del otro por cuestiones doctrinales. Aun así, Ca-

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Una vida digna de una superproducción de Hollywood, Casiodoro de Reina sufrió el exilio, la ignominia, falsas acusaciones, intentos de asesinato y el pesar de tener que arrastrar a su familia de un lado para otro. Así fue la vida del traductor de la Biblia al castellano, la más usada y amada por las diferentes confesiones protestantes de habla hispana en todo el mundo.

tristeza la alejaba fácil y rápidamente encomendándolos a la Providencia de Dios que, primero a mí y después a ellos conmigo, nos había hecho experimentar su cuidado paternal en medio de tantas dificultades y frecuentes trabajos”. Casiodoro es ejemplo de unos de esos espíritus nobles del reformismo español. De ningún modo estaba de acuerdo con el castigo capital del “hereje” o disidente religioso. También en doctrina Casiodoro fue sospechoso ante las autoridades de la ciudad. En 1559 decide dejar Ginebra y marcharse a Frankfort, uniéndose allí a una iglesia de habla francesa. Sin embargo, cuando Isabel I asciende al trono de Inglaterra, Casiodoro decide encaminarse a Londres (1558), encontrándose a otros que huían de la persecución en España. Solicitó a la reina Isabel que le concediera el uso de una iglesia para sus reuniones, petición que sería atendida,

siodoro fue capaz, en solo diez años, y por su propia cuenta, en un ambiente hostil, de dar a luz una versión de Biblia que es todo un logro de la literatura religiosa. Por si fueran poco las penurias económicas, cuando ya estaba casi a punto de imprimir y sacar a la calle su edición de la Biblia, cayó gravemente enfermo teniendo que permanecer en cama durante cinco semanas, debatiéndose entre la vida y la muerte. “Me producía no poca tristeza — escribió posteriormente— el pensamiento de mi mujer y de mis hijos pequeños, a quienes parecía haber traído conmigo a Basilea únicamente para que empezaran un nuevo exilio lejos de nuestros amigos y conocidos, y sobre todo, privados de mí. Pero incluso esta

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permitiéndosele el uso de la iglesia de Santa María de Harás. Por un poco de tiempo habrá una congregación reformada española en Londres que se reunía tres veces por semana. En esos años, gozando de una relativa tranquilidad, pudo dedicarse a sus labores pastorales y hasta formar una familia (1562). Pero su espíritu liberal y comprensivo levantaba sospechas. Pese a los años transcurridos desde su salida de España, la Inquisición le seguía los pasos mediante agentes que informaban de cada actividad que realizaba. Por otra parte, sus hermanos de fe no terminaban de fiarse de él. El grupo calvinista criticaba sus creencias, hasta el punto de ver en él un hereje potencial. Quizá no le podían perdonar sus simpatías hacia Servet y Sebastián Castellion (1515-1563) — opuesto a Calvino y los calvinistas—; su aprecio del luteranismo y de la corriente anabaptista. El odium theologicum, que es un fuerte sentimiento que no repara ante nada, ideó la mejor manera de desacreditar a Casidoro y meterlo en un serio aprieto. En 1563 fue acusado del delito de sodomía. Los acusadores hicieron correr la versión de que Reina antes de su matrimonio había mantenido relaciones homosexuales con un mozo llamado Jean de Bayonne. Fue acusado formalmente por los pastores calvinistas de las iglesias francesa y holandesa en Londres. Reina negó la acusación como totalmente falsa. De nada le valió, bien pronto se inició el juicio, primero por cuestiones doctrinales, después por el susodicho cargo de sodomía. Sospechando que la decisión ya estaba tomada en su contra, Casiodoro huyó Inglaterra, iniciando así un peregrinaje que le llevaría a varios países, entre ellos, Holanda, Alemania, Francia y Suiza. En Amberes descubrió que las autoridades españolas habían puesto precio a su cabeza. En Estras-

burgo el consistorio reformado le ofreció el cargo de pastor (1565). Antes de tomar el cargo, Reina debía reparar el escándalo que quince años antes había provocado su huida de Londres: el cargo de sodomita, que pendía sobre él como espada de Damocles. Confiado en su inocencia y deseando cumplir el requisito de honradez para ocupar su cargo pastoral marchó a Londres para someterse a un nuevo juicio. El arzobispo anglicano Edmund Grindal solicitó la revisión de las actas del caso, y en los antecedentes de sus acusadores se evidenció que los testigos que señalaron a Reina de sodomía, los españoles Francisco de Ábrego y Gaspar Zapata, habían actuado como agentes encubiertos al servicio de la Inquisición española e incluso salieron a la luz los pagos recibidos por ser parte del complot contra Casiodoro. Pero sus correligionarios, llevados por el odio teológico habían preferido creer antes a aquellos provocadores inquisitoriales que al propio Casiodoro. También se examinó su confesión de fe respecto a la interpretación de la Cena del Señor, que algunos consideraban excesivamente luterana. Como resultado de todos estos actos e investigaciones, el tribunal exoneró a Casiodoro de todos los cargos de herejía y conducta inmoral (1579). La injusta persecución de que fue objeto, la humillación de repetir una y otra vez su confesión de fe para contentar la ortodoxia de los guardianes de verdad, no lo detuvo para entregarse sacrificadamente a la traducción de la Biblia en castellano, que con mucho esfuerzo y dificultades fue publicada en 1569, destinada a convertirse en el símbolo del protestantismo hispano y memoria eterna de este singular personaje. Aparte de la Biblia, nos dejó otro legado importante, su espíritu pacificador y comprensivo. Como alguien ha dicho “supo ser tolerante en una sociedad intolerante y dogmática”. Casiodoro es sin duda un ejemplo

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de lo mejor de ese espíritu cristiano abierto y tolerante, que ejerce con una caballerosidad ejemplar. De haber conseguido la formación de una Iglesia Reformada Española creo que la cristiandad habría sido testigo de una nueva manera de Reforma inclusiva, pacífica y netamente evangélica. Casiodoro expresó con valentía su opinión que “también a los anabautistas se les debía considerar como hermanos”. Y esto lo dijo en una época que tanto católicos como protestantes competían en dar caza y muerte a estos creyentes que se negaban a bautizar niños y defendían el bautismo de adultos en base a la profesión de fe en Cristo —la tesis de un Casiodoro anabautista es sostenida por Manuel Díaz Pineda en su estudio histórico-doctrinal de la Reforma española, y también por Perez Zagorin. Por si fuera poco, Casiodoro propagó entre los refugiados españoles el libro de Castellion donde defiende que no se deben quemar los herejes, y afirma que Miguel Servet había sido quemado injustamente. El argumento de Castellion era irrebatible: [...] Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un ser humano; no se hace profesión de fe quemando a un hombre, sino haciéndose quemar por ella. Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le debe obligar a creer. La conciencia es libre… que los judíos o los turcos no condenen a los cristianos, y que tampoco los cristianos condenen a los judíos o a los turcos… y nosotros, los que nos llamamos cristianos, no nos condenemos tampoco los unos a los otros… Una cosa es cierta: que cuanto mejor conoce un humano la verdad, menos inclinado está a condenar.

[...Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre...]

Sébastien Castellion (Saint-Martin-duFrêne, Ain, 1515-Basilea, 1563) fue un humanista, biblista y teólogo cristiano reformado francés. En 1554, con el seudónimo de Martinus Bellius, publicó “De haerectis an sint persequendi”, un ataque frontal a la tesis según la cual los herejes deben ser ejecutados, obra que lo enfrentó definitivamente con Calvino y que fue traducida al castellano por Casiodoro de Reina. Castellion reaccionaba con este libro a la ejecución de Miguel Servet por los calvinistas en Ginebra el 27 de octubre de 1553.

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De

SANTIPONCE

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NUEVO IMPULSO EN LA EVANGELI

a Biblia del Oso (Basilea, 1569), fue la primera traducción al castellano de los textos bíblicos existentes en griego, hebreo y arameo, efectuada por Casiodoro de Reina, uno de los 12 monjes del Monasterio de Santiponce, huidos de Sevilla antes de la redada inquisitorial. «Casiodoro de Reina, movido de un pío celo de adelantar la gloria de Dios y de hacer un señalado servicio a su nación, viéndose en tierra de libertad para hablar y tratar de las cosas de Dios, comenzó a darse a la traslación de la Biblia», la que en el Prefacio latino dedicó a «totius Europae» y a la «Hispani Indiue». Revisada en 1602 por su ex compañero de monasterio también huido, Cipriano de Valera, conforme al anhelo de ambos, se difundiría por toda España y América a pesar de los esfuerzos inquisitoriales por evitarlo. Los inquisidores, desde Madrid, exigieron que se impidiera la circulación de la Biblia del Oso. No obstante, pronto llegó a tierras americanas como consta en la documentación de los Tribunales de la Inquisición en el Nuevo Mundo: México, Lima (Perú) y Cartagena de Indias (Colombia). En el primer Auto de Fe en México, en febrero de 1574, fueron penitenciados 36 cristianos luteranos. En el de Lima también

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E AMÉRICAS a las

GELIZACIÓN EN EL NUEVO MUNDO

se procedió contra los protestantes de los que muchos murieron en las llamas. Entre 1569 y 1820 serían procesados 77. Hacia 1601 hubo en Santo Domingo una quema de unos 300 ejemplares de la Biblia en castellano que lograron encontrarse y en el Auto de Fe de Cartagena de Indias, en 1688, figuraban dos andaluces que fueron quemados: Francisco del Valle, natural de Utrera y José Jiménez, nacido en Guaro (Málaga). Hay que destacar que, debido a la extensión territorial, los procesos se dilataban y los acusados permanecían injustamente en las prisiones largo tiempo. Transcurrido los siglos, la pérdida de casi todas las colonias españolas en el siglo XIX permitió el florecimiento del protestantismo en América Latina a causa de una inmigración bien formada, en parte, por la mentalidad protestante de favorecer el crecimiento intelectual y no solo el espiritual de sus fieles. Además, la constante labor de las Sociedades Bíblicas Británicas y Americanas, que sembraron la Palabra de Dios por toda América Latina, influyó en gran manera en este crecimiento, especialmente destacable, el ingente trabajo del precursor Diego Tomson, pastor bautista escocés, que de 1810 a 1824 visitó Argentina, Chile, Perú y Colombia, con el fin de establecer colegios públicos con el sistema lancaste-

Réplica de un navío español del siglo XVI

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riano, que hacía uso de lecturas de la Biblia para que los alumnos tomasen parte activa en su propia educación. No debemos ignorar que esta labor no hubiera sido posible si Thompson no conhubiese contado con el pleno apoyo de los gobiernos de cada país, encontrando una gran sed de leer las Escrituras. Muchos misioneros europeos y norteamericanos y colportores bíblicos latinoamericanos, hacían llegar las Escrituras y el conocimiento bíblico a manos del pueblo. Después de haber circulado la Biblia durante veinte años aparecieron las primeras iglesias evangélicas

Parte del fresco del pintor mexicano Diego Rivera, realizado sobre los muros de la escalera principal del Palacio nacional de México titulado, “Epopeya del pueblo mexicano”.

aceptada por todas las iglesias de Latinoamérica distribuyéndose millones de ejemplares anualmente, Es la más popular entre los cristianos latinos de más edad, y utilizada por gran parte de las iglesias evangélicas españolas. A la que hay que añadir, además de otras revisiones y que, con el uso de las nuevas tecnologías, más del 20% de todas la Biblias distribuidas por las 146 Sociedades Bíblicas Unidas son descargadas de Internet, lo que demuestra que la distribución en línea es cada vez más significativa. Cumpliéndose en todo ello las promesas:

Más por toda la “ tierra salió su voz, y

hasta los confines del mundo sus palabras.

” El cielo y la tierra (Salmo 19:4)

James Thompson, más conocido como Diego Thomson (Creetown, 1788-Londres, 1854), fue un educador y pastor protestante escocés, que recorrió Latinoamérica en el siglo XIX para promover el sistema de educación lancasteriano en las nuevas naciones hispanoamericanas y para predicar el evangelio y los principios cristianos. En su labor como misionero, Thompson trajo la Biblia en la lengua de los pueblos americanos y promovió su lectura.

Hoy, la Reina-Valera Revisada 1960, versión llevada a cabo por un grupo de biblistas de varios países hispánicos provenientes de diversas denominaciones cristianas sigue siendo, a día de hoy, la más

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“ pasarán, pero mis

palabras no pasarán.

(Jesucristo)


FOCO REFORMADOR EN EL MONASTERIO

DE SAN ISIDORO DEL CAMPO

en la Sevilla del XVI

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POR JOSÉ MARÍA GÓMEZ VILLALÓN Expuesto en su obra “,,,Y llegó la luz a Sevilla”, (2002, Editorial Publidisa)

ercana a la primera mitad del siglo XVI, poco tiempo después de haber estallado en 1517 la llamada Reforma protestante en Alemania, con su énfasis en volver a las Escrituras, a las fuente primitivas del cristianismo, y hacerlas llegar a manos del pueblo mediante la imprenta y de muy diversas maneras, todo lo cual cambió la faz de Europa, tiene lugar asimismo un profundo movimiento espiritual reformador en el Monasterio de San Isidoro, en Santiponce, provincia de Sevilla. Fue el maestre García Arias, el llamado “Maestro Blanco”, quién introduce algunos destellos de la verdad evangélica mientras trabaja por cambiar, aunque no abiertamente, la regla del convento, como nos relatan

Reginaldo González de Montes y Cipriano de Valera.

[..enseñaba que habría que leer y meditar atentamente las Sagradas Escrituras, porque solamente a través de ellas se podía obtener el verdadero conocimiento de Dios y de su voluntad]. Los monjes empezaron a desechar las horribles ideas que les habían inculcado acerca de los que llamaban luteranos; por el contrario, estaban deseosos de disponer alguna vez de sus libros. Y Dios cumplió sus buenos deseos… Cuando nadie lo esperaba hizo llegar a sus manos lo mejor, lo más exquisito, de cuanto se había publicado, hasta entonces, en Ginebra y Alemania.

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Los libros y tratados los introdujo desde Alemania el valiente Julián Hernández “El chico.” Enriquecidos con aquel tesoro, al cabo de dos meses, casi todos los monjes habían abrazado la fe bíblica. Las horas que llamaban de coro y rezo se habían convertido en explicaciones de la Sagrada Escritura. Los ayunos supersticiosos, las rogativas por muertos, las indulgencias, el culto a las imágenes y santos, la confesión sacerdotal, todo ello fue suprimido. Aceptaron las enseñanzas bíblicas de tener plena fe en Cristo para la salvación y no en las tradiciones, imágenes o la iglesia como institución. Y la divina luz, a través de libros y palabras, se extendía

más y más por Sevilla, pueblos circunvecinos y otros monasterios. Conscientes del peligro que les acechaba, estando los inquisidores sobre aviso, empezaron a considerar la posibilidad de dejar el Monasterio y trasladarse a Alemania, idea que a algunos les resultaba descabellada, porque no veían cómo llevarla a cabo, no obstante, hallándose en aquel conflicto, Dios les abrió un camino por el cual, valiéndose de algunos pretextos más o menos justificados, en un mes lograron escapar doce de ellos por diversas rutas, quienes a la vuelta de un año, se reunieron en Ginebra como habían acordado. Pero los que no se fueron, quedaron a merced de la

Monumento a Lutero, Dresden (Alemania)

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tempestad que, de pronto, se les echó encima: fueron apresados por la Inquisición en aquella redada de mediados de 1557 en la que fueron capturadas en Sevilla y otros lugares unas 800 personas, número que asombró a los inquisidores. Aquellos creyentes sujetos a vejaciones y tormentos en prisión pudieron, no obstante, experimentar la realidad de la promesa de Jesús de acompañar siempre a los suyos.

OBRA CUMBRE DE LOS EXILIADOS Uno de los monjes que abandonaron el monasterio de Santiponce, Casiodoro de Reina, nos dejó la obra cumbre de su vida: La Biblia del Oso (Basilea, 1569), primera traducción al castellano de los textos bíblicos


detenerles, teniendo que contentarse con quemarles en efigie. Este fue, el deseo expresado en 1588 por el exiliado Cipriano de Valera sobre el Monasterio San Isidoro del Campo: [...Si Dios hace, algún día, misericordia a Se-

villa, será razón que este Monasterio de San Isidoro se convierta en universidad, donde la teología principalmente se profese... tan grandes y mayores cosas que estas ha hecho Dios en nuestros tiempos]. Así sea.

Un Auto de Fe. (M. Robert Fleury)

en griego, hebreo y arameo. Revisada en 1602 por su ex compañero de monasterio Cipriano de Valera, conforme al anhelo de ambos, se difundiría por toda España y América a pesar de los esfuerzos inquisitoriales por evitarlo. Tampoco lograron

ALGUNOS DE LOS RELIGIOSOS CONDENADOS EN AUTOS DE FE 24 septiembre 1559: Fray Miguel Oliver, Sevilla: quemado vivo. Fray Francisco Morcillo, Sevilla: quemado vivo. Fray Benito: Hábito y cárcel perpetua. 22 diciembre 1560: Fray Juan Sastre, Palencia, al cual mandó Su Majestad preso desde Flandes: quemado vivo. Fray Diego López, Tendilla: hábito y cárcel. Fray Bernardino de Valdés, Guadalajara: hábito y cárcel perpetua. Fray Domingo de Churruca, Azcoitia (Guipúzcoa): hábito y cárcel perpetua. Fray Gaspar de Porras, Sevilla: abjuración de vehemente, reclusión en un monasterio. Fray Hernando de San Jerónimo, Burgos, abjuración de vehemente, reclusión en un monasterio. Maestro García Árias, judío, Baena: quemado y confiscación de bienes. Fray Juan Crisóstomo, predicador y sacerdote, Sevilla: quemado y confiscación de bienes. QUEMADOS EN ESTATUA: 12 Frailes, entre los que se encontraban Fray Casiodoro, Fray Cipriano y Fray Antonio del Corro.

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¡A los firmes combatientes! En la Plaza de San Francisco, justo en aquél mismo suelo, Les leían las sentencias a los creyentes sinceros. Nuestros heroicos hermanos, españoles y extranjeros, Los verdaderos cristianos, que tanto y tanto sufrieron. Vestidos con sambenitos, capirotes o corozas, En estado lamentable, con mordazas en la boca Para impedirles hablar y darle a Cristo la gloria. Después muchos reingresaban a la cárcel tenebrosa, La sede del tribunal más cruel que hubo en la historia. Otros, los más pertinaces herejes como llamaban, Con escolta de soldados, al quemadero llevaban; Mientras, fanáticos frailes, sin piedad les hostigaban Queriendo hacerles volver a aquella iglesia romana Que, usando el Nombre de Dios, no sólo no predicaba El Evangelio de Amor, sino que su Inquisición Les torturaba y mataba, sin ninguna compasión. Y sus bienes confiscaban. Y así avanza el cortejo Por las calles sevillanas, los reos, con rostros radiantes, ¡Cristo con ellos estaba, y les mudaba el semblante! Y en los últimos instantes una oración musitaban Con los cuerpos abrasados en medio de aquellas llamas. ¡Y allá en el cielo su Cristo con tierno amor contemplaba A los firmes combatientes que su nombre profesaban Aún en la misma muerte! Ya todos la misma suerte, Sin duda les aguardaba pues, con los brazos abiertos. El Nazareno anhelaba darles pronta bienvenida A la celestial morada, donde por siglos y siglos Su salvación disfrutaran. ¡Fue Él quien dio la victoria, y Su Gloria proclamaban! ......

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Casiodoro de Reina ilustre vecino de Santiponce

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n lo que entonces formaba parte del reino de Sevilla, sobre el año 1520 nació en Montemolín (hoy, Badajoz), aquel al que conocemos como Casiodoro de Reina. No sabemos si era el nombre que le dieron al nacer, ni más detalles de su familia, aunque sí, que tenía al menos un hermano y una hermana, y que solía firmar como Cassiodorus Reinus Hispanus Hispalensis. Esto es español de Sevilla. Nada conocemos de su infancia pues, los primeros datos, son de su estancia en el Monasterio de San Isidoro del Campo, en Sevilla la Vieja (Itálica), hoy Santiponce. Cabe suponer, que cursó sus estudios en Sevilla, aunque lo cierto es que, bien joven, ingresó como fraile jerónimo en el Monasterio. De las circunstancias y vivencias en este lugar se trata en otros artículos. A causa de la persecución inquisitorial, huyó en 1557 con una docena de frailes hacia Ginebra, buscando libertad y poder vivir el cristianismo bíblico y, también, para evitar las zarpas inquisitoriales, que ya estaba deteniendo en Sevilla a muchos acusándolos de protestantes. Allí, permaneció un tiempo con algunos de sus compañeros de claustro, como Antonio del Corro, Cipriano de Valera y otros. No le fue fácil la estancia en Ginebra, ya que su oposición a la ejecución de herejes (reales o supuesto) por considerar ésta práctica una afrenta al testimonio de Jesús, chocaba frontalmente con el tratamiento que en Ginebra se estaba dando a los disidentes, y a la ejecución de Miguel Servet, que se

había sucedido en 1553. Así que poco después, Reina cruza el canal trasladándose a Londres, donde solicita ejercer de pastor y reunir a un grupo de españoles y otras nacionalidades para formar una congregación de habla hispana. Le es concedido ejercer de pastor y un lugar para las reuniones, también recibe de la Reina una asignación para vivir. En 1561 se casa con Anna Leon, hija de Abraham Leon de Nivelles comerciante de origen español y, que sepamos, tuvieron al menos cinco hijos, es posible que más, a saber, Marcus Cassiodorus, nacido en 1565; Augustinus Cassiodorus, naciodo en 1571; Margaretha, nacida en 1573; Servas, nacido en 1575 y por último, Johann Cassiodorus, nacido en 1577. La familia de Anna y Casiodoro no tuvo una vida fácil ni acomodada, los frecuentes viajes a causa de las persecuciones y otros avatares les llevó por muchos países y ciudades, no siempre en condiciones cómodas ni seguras. Para el sustento de la familia Casiodoro realizaba trabajos de traducciones, la venta de libros y entre ellos la Biblioteca privada de Oporino; comerció con sedas y su esposa hacía trabajos de costura como sastra para gente de recursos y con ello ganar algún dinero para la familia. En Noviembre de 1565 obtuvieron la residencia en Strasburgo donde vivieron tres años. En todas estas circunstancias y continuos traslados Casiodoro no dejo su magna obra y magnífica tarea que había comenzado como es la de traducir la Palabra de Dios a su lengua natal con el fin de que los españoles pudieran leerla de forma que la comprendieran y

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pudieran conocer el mensaje del evangelio de la salvación que es en Cristo Jesús. Entre 1568 y 1569 es en Basilea donde Casiodoro tiene su residencia, en casa del rico hombre de negocios y amigo Marcos Pérez de Segura, quien le prestó ayuda, hospitalidad y le defendió en las diferentes defensas que Casiodoro tuvo que llevar a cabo. Fue este Marcos Pérez quien la apoyó e hizo posible la impresión de la Biblia en el taller de Thomas Guarin en 1569. En 1570 decide trasladarse con su familia a Francfort con una recomendación para que sea recibido y valorado; “es hombre querido por todos por su sincera piedad, sus cálidas costumbres, su aborrecimiento de las controversias teológicas y su aplicación al estudio de las Sagradas Escrituras, al contrario de otros que no hacen sino perturbar”, decía la nota. El rey Felipe II había puesto precio a la cabeza de Casiodoro, como se puede leer en una carta del gobernador de Amberes a la regente de los Países Bajos. Además es acechado por todas partes por los esbirros de la Inquisición como sospechoso de herejías y otras cosas. Tuvo que estar en continuo movimiento entre Francfort, Montargis, Heidelberg, Strasburgo, Basilea y otros lugares. Pero los espías de la Inquisición no lograron echarle mano. En el verano de 1568, el Supremo había ordenado a los inquisidores de los puertos de la península el estar bien sobre aviso en cuanto a los libros que entran, ya que “Casiodoro ha impreso en Ginebra la Biblia en lengua española” (Schäfer 1902). Fue después, el 19 de Enero de 1571, que el Consejo Supremo de la Inquisición se entera de que la Biblia en romance se había impreso en Basilea y ordenó la recogida de todos los ejemplares que se descubrieran. En medio de todos estos avatares en 1578 regresó a Londres donde el arzobispo de Canterbury le declaró libre de todas

las acusaciones que sus enemigos habían levantado contra él. Ya libre de sospechas pastorea una congregación en la ciudad e Francfort donde organizó una obra social para ayuda a los inmigrados que se mantuvo activa por los menos dos siglos más. (Lehnemann) Casiodoro fue llamado a la presencia de Su Señor en Francfort el 15 Marzo de 1594 en la paz del hogar y rodeado de su amada esposa y de sus hijos, pues aún estaban todos solteros. La Inquisición lo había quemado en esfinge por ausente en un auto de fe celebrado el 28 de Abril de 1562 en Sevilla

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Fuente: Revista Palabra Viva n.º 27.


POR TOMÁS LÓPEZ MUÑOZ “La Reforma en la Sevilla del XVI. Vol. 2” (Corpus documental) CIMPE 2016.

Podemos hacer un recorrido por los archivos inquisitoriales para recabar detalles sobre Casiodoro de Reina. Esta información proviene de sus enemigos y perseguidores, por lo cual hay que saber discernir dicha información e interpretar los detalles sabiendo de quienes vienen. Por esas actas en los archivos de la Inquisición tenemos información que de otra forma se habría perdido. Reconocer y agradecer el ingente trabajo de investigación tenaz en las diversas fuentes de los que se han dejado horas y pestañas en la búsqueda entre legajos de hace casi cinco siglos.

[... he respetado, al máximo, el documento manuscrito, alterando el texto, tan solo, en aquellos aspectos imprescindible para facilitar la lectura a los historiadores que se enfrente al estudio de esta fuente]. Tomás López

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e las 291 actas incluidas en la obra de Tomás López Muñoz, hacemos un recorrido por aquellas en las que aparece nuestro Casiodoro de Reina, poniendo algún detalle para una mejor comprensión. Hemos procurado hacer la traslación a una lectura actual por el carácter divulgativo de este trabajo.

esde Valladolid, el Consejo de la suprema informa al rey.

Los inquisidores de Sevilla nos escriben que han recibido información contra algunos frailes del Monasterio de san Isidoro,

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que es cerca de aquella ciudad, por lo cual resultan sospechoso que tiene muchos errores y opiniones luteranas. Y que tiene preso a tres y se han ausentado fray Francisco de Farías, prior que fue de aquel monasterio, y fray Pablo, procurador, y fray Antonio del Corro, y fray Pelegrina de Paz, prior que fue en Écija, y fray Casiodoro y fray Juan de Medina fray Miguel Carpintero y fray Alonso Baptista y fray Lope Cortés.

Nuestro Señor con la prosperidad que sus criados deseamos. En Valladolid, a VI de mayo de MDLIX.

[...]Y tienen relación que están en Ginebra. Y que tienen aviso de que en aquella ciudad hay muchas personas notadas de los mismos delitos, contra quien se ha recibido información y se procede en sus causas. También nos escriben que han traído a aquella ciudad muy gran número de libros que contienen muchas herejías, los cuales se han hallado en poder de personas principales de aquella ciudad y de fuera de ella. Y que tienen relación de un doctor Juan Pérez, que reside en Franfurk, gran amigo del doctor Egidio, que se fue de aquella ciudad cuando le prendieron...

BNE, ms, 6176, f. 310r

6 de Mayo 1559

Archivo Histórico Nacional Estadol Leg 137, doc.12 l Consejo informa a Felipe II sobre la difusión de la herejía en los territorios hispanos.

E

... Los que ahora importaría poderse haber son fray Francisco Farías, prior, fray Casiodoro y fray Antonio del Corro, todos tres frailes de Monasterio de san Isidoro de Sevilla; y Juan Pérez y Diego de la Cruz, estos dos fueron maestros de la Doctrina de los Niños en Sevilla, y dogmatizaban, y se sospecha que se comunicaban en todo con el doctor Constantino [...] Y además de merecer ser bien castigados sería de mucho ejemplo y para averiguar muchas cosas del daño que se presume que hay en aquella ciudad. [...] La católica real persona de vuestra majestad guarde

De vuestra católica real majestad humilde criado y capellán que sus reales manos besa.

F. V. Hispalensis.

24 de Septiembre de 1559

R

elación anónima del Auto de Fe celebrado en Sevilla el veinticuatro de Septiembre de 1559. En la plaza de San Francisco se hicieron dos teatros muy grandes, uno para los señores inquisidores y cabildo de la santa Iglesia Mayor y audiencia de los grados y frailes de San Francisco, y el otro para los penitentes, con toda la clerecía y frailes de todas las ordenes, en el cual estaba hecho un altar para degradar al licenciado Juan González [...] otro muy grande teatro para el cabildo dela ciudad, otro teatro para la duquesa de Bejar y otros marqueses y caballeros muy principales... [...] luego ochenta penitentes de hábito y candela. Y luego veinte y un quemados con una estatua de un beneficiado, Francisco de Zafra, que huyó del castillo... [...] Sucedió en el cadalso entre don Juan y esta moza para dar a entender aun hasta aquel punto la dureza de aquella moza. Y el don Juan la persuadía para que se convirtiere a la fe católica y que se tornarse a la obediencia de la Santa Iglesia Romana, dándole a entender que se dejase de aquellas predicaciones que fray Casiodoro, fraile de san Isidro, le había hecho en ciertas partes y por ciertas reuniones, y que se dejase de aquellas opiniones que tenía del Testamento Viejo. Ella a todo esto, no respondió palabra hasta que lo dejó decir, y respondiendole en breves palabras

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diciéndole de idiota y palabrero, en que, aquella hora no era hora de hablar tanto sino de meditar cada uno al Salvador en su pecho... La moza a la que refiere es María Bohórquez hija ilegítima de don Pedro García de Jerez y caballero de Sevilla, esta joven de poco más de veinte años murió quemada en la hoguera el 24 de septiembre de 1559 en el quemadero de Sevilla. Casiodoro de Reina fue condenado huido como hereje dogmatizador, esto es, maestro de otros en relación con el evangelio de Jesucristo.

Ausentes condenados en estatua: la relación es de trece hombres y una mujer. Sobre el cuarto hombre de la relación dice así: [...] Montemolín. Fray Casiodoro, fraile de dicho monasterio. Ausente condenado, relajada su estatua por hereje luterano dogmatizador. También están: Francisco Farias, Antonio del Corro, Fray Cipriano y otros seis frailes más. En total, en este auto de fe, fueron quemadas diez estatuas de frailes del Monasterio.

26 de abril de 1562

26 de abril de 1562

AHN. Inquisición, leg. 4514, doc 15

elación del auto de fe celebrado en Sevilla el 26 de abril de 1562.

R

éritos del proceso del licenciado Cristóbal de Losada, médico, vecino de Sevilla.

Relajados en persona: hay una relación de nueve hombres, cuatro vecinos de Sevilla, uno de Alcalá de Henares, otro de Vallacastín y tres marineros de nacionalidad francesa.

En el Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Sevilla se procedió contra el dicho licenciado Cristóbal de Losada, en razón de que, habiendo los inquisidores tenido noticia por relación de un fray Gabriel de Funes, presidente del monasterio de san Isidoro, de la orden de San Jerónimo de esta ciudad, que dicho licenciado sabía de algunos libros prohibidos que habían veni-

AHN, Inquisición, lg 2075, doc. 2

Relación de las personas que salieron en el auto público de la fe que se celebró en la Plaza de san Francisco de esta ciudad de Sevilla en domingo...

M

Sala de Interrogatorios de la Inquisición (1722)

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do de fuera de España, le mandaron llamar a la audiencia. [...] Testificaron después contra él muchos testigos... Y en particular fue testificado de que conversaba y trataba con fray Antonio del Corro, fray Casiodoro, y con los demás frailes de san Isidoro que se huyeron a Alemania.

26 de junio de 1563

AGS, Estado, leg. 816, doc.166r

C

arta cifrada enviada a Felipe II por Álvaro de la Cuadra, embajador de España en Inglaterra, sobre el paradero de Francisco de Zapata. [...]Aquí ha venido pocos días ha, de Ginebra, uno que se dice don Francisco de zapata, que dice ser andaluz. Trae a su mujer, que dice ser de Zaragoza. Es muy grande hereje, y allí posa con el predicador Casiodoro, el que se ha casado ahora de nuevo. Entiendo que viene para residir aquí y reconocer con el dicho Casiodoro y otros una Biblia que traslada en romance castellano. Es hombre de cincuenta años, pequeño y flaco; dice que ha estado un tiempo en casa del príncipe de Condé.

19 de enero de 1565

AHN, Inquisición, lib. 575, f. 201v

3 de agosto de 1565

AHN, Inquisición, leg. 4514 (2), doc. 15

M

éritos del proceso de Gaspar Ortiz, penitenciado por el tribunal inquisitorial sevillano. [...] El testigo séptimo es un Pero Romo, que siendo mozo estuvo en servicio del dicho Gaspar Ortiz. El cual dice que le vio tener grande y estrecha amistad con el dicho Juan Pérez, condenado, y con el dicho Constantino, y les escribió mucho sermones que el reo oía. Y que le parece que le oyó decir al dicho Ortiz algo, que el estado más seguro era el del matrimonio. Y que le decía algunas veces que había gran lástima de las religiones, porque pensaban que por sus méritos se habían de salvar y no hacían caso de lo principal, que era la sangre de Jesucristo. E habiendo comido una o dos veces huevos en una Cuaresma, no se osando ir a confesar sin tomar la bula, [...] Y tuvo entendido que el dicho Gaspar Ortiz, ciego, no hacía tanto caso de los perdones e indulgencias como convenía. Y que sobre el estado del matrimonio le oyó hablar algunas veces encareciendole mucho, diciendo que era estado muy seguro. Y que así mismo le vio tener particular amistad con fray Casiodoro, de la orden de San Isidro, ausente condenado.

E

l consejo informa al tribunal inquisitorial sevillano de ciertas cartas que envió Antonio del Corro a Casiodoro de Reina y que fueron interceptadas en Flandes. [...] con estas se os envían unas cartas que de Flandes enviaron a su majestad, que sonde fray Antonio del Corro para Casiodoro, para que se pongan en su proceso. Nuestro Señor guarde a vuestras reverendas personas. De Madrid, a 19 de Enero se 1565 años. Ad mandata, el doctor Andrés Pérez. El licenciado don Pedro de Deza. El licenciado Espinosa. El licenciado Busto de Villegas.

15 de junio de 1568

L

AHN, Inquisición, leg. 2944, doc. 93

os inquisidores de Sevilla escriben al Consejo sobre la Biblia escrita por Casiodoro de Reina. Recibida en Madrid, 25 de Junio 1568. Reverendísimo muy ilustres señores Dos cartas de vuestra señoría de tres de junio recibimos en XIIIIº del mismo [...]. en lo que toca a la Biblia en romance que dicen ha hecho imprimir fray Casiodoro, se ha tenido y tenemos siempre todo cuidado

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y vigilancia para que no entren semejantes libros, y están todos los comisarios de los puertos muy advertidos acerca de ello y con el recato posible. [...] Castillo de Triana, a XV de juio de 1568 años. Reverendísimo muy ilustres señores, besan las manos de vuestra señoría reverendisima. El licenciado Carpio. El licenciado Salazar. El doctor Bravo de Zayas.

s. a s. d s. m. sin fecha

AHN, Inquisición, leg. 1822, doc. 11

P

robanza del fiscal Jerónimo Ramírez, en el pleito que siguió en la Inquisición de Valladolid contra fray Luís de la Cruz. (Esta acta contiene interesantes informaciones sobre las actividades religiosas que desarrolló este fraile dominico en la ciudad de Sevilla.) [...] está convenido que el dicho fray Luis de la Cruz por seis testigos contestes [...] de que predicando en Sevilla, en el monasterio de Nuestra Señora de Gracia, dijo de Nuestro Redentor Jesucristo: “Oh, Señor, si ahora vos estuviera en el mundo y predicarales, dijeran que era un luterano”. Lo cual es blasfemia y confirmación herética contra toda nuestra religión cristiana, y en aprobación de los herejes luteranos. [...] Item, además de lo susodicho, el fray Luis de la Cruz está muy testificado y convencido de haber comunicado y tenido muy estrecha y particular amistad con muchas personas herejes y luteranos, especialmente con el doctor Egidio y Constantino y Gonzalo Hernández y fray Jerónimo Caro y fray Casiodoro... [...] que tenía entendido que entre seis y siete personas que estaban en la opinión de fray Casiodoro, era la quinta persona fray Luis de la Cruz...

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¿SANTA?

Auto de fe de la Inquisición, Francisco de Goya. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

LA

INQUISICIÓN en Sevilla

POR MIGUEL ÁNGEL PRADO

Pastor evangélico y Presidente del Fondo Histórico para el Evangelio en Sevilla

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E

stá documentado que el primer Auto de Fe que se realizó en Sevilla fue el 6 de febrero de 1481. Los reos salieron del Castillo de San Jorge, en Triana, donde tenía su sede el Santo Oficio (Actual Museo de la Tolerancia). En la víspera habían partido dos procesiones, la de la Cruz Verde, símbolo de la Inquisición, que iba cubierta por un velo negro representando el luto por la pérdida de hijos de la Iglesia, y la de la Cruz Blanca. Esta última se dirigía a las afueras, al actual Prado de San Sebastián donde se encontraba el quemadero. Fue el primer auto de fe de la Inquisición en España y Sevilla tuvo el dudoso honor de ser el escenario donde se estrena esta liturgia del horror. Gracias al legado escrito que nos dejó el poeta y dramaturgo Juan de Mal Lara (1524-1571), hoy podemos saber como era la composición de este particular tribunal. "…el Santo Oficio de la Inquisición, donde hay de ordinario tres o cuatro inquisidores, un fiscal, un juez de bienes confiscados, seis consultores y teólogos, clérigos y frailes, para calificar las proposiciones; otros tantos y más consultores juristas que asisten a la vista y determinación de los procesos, cuatro secretarios, un receptor, un alguacil, un abogado del fisco, un alcaide de las cárceles secretas, un notario de secreto, un contador, un escribano del juzgado del juez de bienes, un nuncio, un portero, un alcaide de la cárcel perpetua, dos capellanes; sirven también un médico, un cirujano, un barbero, un despensero y más de cincuenta familiares en esta ciudad, que tienen todos sus privilegios concedidos por los bienaventurados reyes don Fernando y doña Isabel, Reyes Católicos de buena memoria, y

confirmadas por los que han sucedido. Viven en el Castillo de Triana los jueces y oficiales de este santo oficio."

“Sevilla tuvo el dudoso honor de ser el escenario donde se estrena esta liturgia del horror”. Según los datos ofrecidos por el profesor Francisco Morales Padrón en su obra La ciudad del quinientos, entre 1481 y 1524 fueron quemadas en Sevilla más de mil personas bajo acusaciones de herejía, bigamia, blasfemia, sodomía, usura y otras. Entre los condenados en esta época figuraron un alcalde de Olivares, un alcaide de la cárcel y un secretario del duque de Medina Sidonia. Aun debían pasar 36 años para que, según la tradición, Lutero clavara sus 95 tesis en la Iglesia del Palacio de Wittenberg, comenzando un debate teológico que desembocaría en la Reforma y el nacimiento del protestantismo. Desde ese mismo momento, la Inquisición se convirtió en un arma poderosa para eliminar cualquier vestigio de una posible rebelión religiosa en nuestras fronteras, algo imposible de contener. A mediados del siglo XVI, dos grandes focos protestantes emergen en dos importantes capitales españolas: Valladolid y Sevilla. El primer auto de fe contra los protestantes en Sevilla fue el 24 de Septiembre de 1559. Entre otros, fueron quemados en la hoguera:

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El licenciado Juan González, predicador, condenado por hereje luterano. Juan Ponce de León, hijo de la condesa de Bailén. Por hereje luterano, dogmatizador y contumaz.


Hernando de San Juan, por hereje luterano dogmatizador pertinaz hasta el cadalso. Medel de Espinoza, bordador, vecino de Sevilla, por hereje luterano. Luis de Abrego, escritor de libros de iglesia, por hereje luterano. Fray Miguel, profeso en la orden de san Isidro, hereje luterano. María de Bohórquez (hija bastarda del jurado Pedro García de Jerez), hereje dogmatizadora de la secta luterana y pertinaz hasta el tablado. María de Cornejo, por hereje luterana. Isabel de Baena, doncella honesta, por hereje luterana. Se ordenó, además, derribar las casas donde vivían estas dos doncellas, sembrar de sal el terreno y poner en ellas un mármol con un letrero que declase el delito que en ellas se cometía, como advertencia a otros. Carlos de Brujas, flamenco, vidriero, natural de Brujas, por hereje luterano (Este hombre fue el autor de la vidriera que está en la catedral de Sevilla dedicada al resucitado, se puede ver en la pared oeste de la Catedral junto a la puerta al patio de los naranjos. Así como otros con distintas condenas y sambenitos, hasta llegar a casi cien. Uno de los aspectos más curiosos es el estudio de los sambenitos, las túnicas que llevaban los reos y en las que se solía dibujar el tipo de la condena. Los sambenitos, capotillos y corozas que componían el resto de la macabra indumentaria de los condenados no se limitaba a la iconografía del auto de fe. Manuel Peña Díaz se adentra en la historia de estos hábitos; [...] cuando el Santo Oficio decide

usar el Sanbenito, no sólo se usará en el auto de fe sino que ordena que esas túnicas se cuelguen en la iglesia parroquial donde residiese el condenado o, eventualmente, en la catedral. Era, esta práctica, una manera de mantener la sospecha constante sobre el apellido de los condenados, a fin de que nadie olvidara la verguenza que había caido sobre ellos. Estas eran las célebres mantetas, de dónde viene la frase de "tirar de la manta", o sea, la amenaza de desvelar secretos ocultos de alguien. Hay que imaginar lo que sería para los parroquianos la visión terrible de aquellas mantetas colgadas en las iglesias, lo que obligó a que los inquisidores de Sevilla decidieran en 1567 trasladar el lugar donde se exponían tradicionalmente que no era otro que la capilla del Sagrario, un lugar demasiado estrecho, y llevarlos al cuerpo central de la Catedral. Según señala Manuel Peña Díaz, en este lugar se pusieron los hábitos de los condenados desde 1559. El año de la durísima represión contra la herejía protestante descubierta en el Monasterio de San Isidoro del Campo y la comunidad secreta que incluía a personajes principales de Sevilla como Constantino Ponce de la Fuente, canónigo magistral de la Catedral y capellán de Carlos V. Hubo muchas quejas porque "no quedaba ya donde poner sambenitos sino los altares", tan herética parecía ser la ciudad. Incluso una nueva propuesta de traslado a la capilla del Sagrario o al claustro (Patio de los Naranjos) "por el gran concurso que allí pasea". Sin embargo, esta posibilidad no gustó a los inquisidores. Tal vez porque allí estaban los sambenitos de Constantino y también de su predecesor, Juan Gil, el famoso doctor Egidio. El uso del sambenito fue desaparecien-

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do de forma paulatina y en 1788, según un informe de la Suprema, ya quedaban muy pocos visibles, hasta que el 9 de julio de 1789 se ordenaba que no se colgaran nunca más en las iglesias. A fin de cuentas era el mismo mes en el que en Francia estallaba la Revolución Francesa y muchas cosas cambiarían, aunque en España esa transformación tardaría mucho más en llegar. La inquisición española fue abolida en 1808 por Napoleón, y posteriormente, en 1812 las Cortes de Cádiz (ahora fueron los españoles) la declararon abolida, sin embargo en 1814 volvió a ser restaurada por Fernando VII, quién se consideró como su gran valedor en ese tiempo, para que de nuevo fuera abolida en 1820. Sin embargo este baile de decisiones no había terminado y otra vez, en 1823 Fernando VII la vuelve a restaurar, ahora como Juntas de Fe, órgano que actuó de forma firme hasta que finalmente fuera eliminada en 1834. En la actualidad, el Vaticano tiene su equivalente a lo que debió ser esta últimas Juntas de Fe aunque con otro nombre; se trata de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es el nuevo nombre del antiguo Santo Oficio, al frente de la cual, estuvo el anterior papa de Roma hasta subir a la silla papal. Representación de un Sambenito. Museo Diocesano de Tui (Pontevedra)

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SAN ISIDORO

DEL CAMPO mucha UN MONASTERIO CON

HISTORIA

“En nombre de dios amen Sepan quantos esta carta vieren Conmo nos don Alfonso peres de gusman Et dona Maria Alfonso su muger, queriendo faser monesterio que sea de monges de cistel en la iglesia de sant esidro que es cerca de Sevilla la vieia principalmente a onrra e a servicio de dios e de santa maria e de todo la corte celestial e a onrra de sant eisidro e en rremision de nros pecados. Otorgamos que damos pora este monesterio esta dicha iglesia con todas sus casas. Et damos a este monesterio todo el heredamiento que es en su termino segunt que nos don alfonso peres e dona maria alfonso lo avemos. Et otrosi les damos santy pons con todos sus derechos segunt que yo don alfonso peres lo conpre de la Reyna dona maria e segunt me es otorgado de nro senor el Rey don ferrando.”

E

l establecimiento del monasterio de S. Pedro de Gumiel de Izan (Burgos) fue obra de los monarcas Alfonso VIII y de Fernando III. La preferencia que le dispensaron los dos poderosos monarcas castellanos explica también la función rectora que el monasterio asumió en la Sacra Milicia de Calatrava.

El desplazamiento de la guerra cada vez más hacia el sur fue dejando a S. Pedro de Gumiel al margen de los acontecimientos políticos y militares. De la colaboración de la orden de Calatrava en la conquista habría de surgir la abadía filial de San Isidoro del Campo, dependiente del monasterio de S. Pedro de Gumiel y gracias al Privilegio concedido en 1298 por el Rey Fernando IV, como vimos en la carta precedente, datada

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en 1301, Alfonso Pérez de Guzmán, conocido como Guzmán el Bueno, y su esposa María Alonso Coronel fundaron este monasterio, que fue cedido a los monjes cistercienses. El historiador cisterciense Ángel Manrique nos dirá que, “durante un tiempo, la Iglesia de S. Pedro permaneció infecunda, pero 107 años después de su admisión en el Císter tuvo una hija en la provincia Bética, cerca de la Sevilla gloriosa el Monasterio de S. Isidoro, ilustre y primera fundación de los Duques Asilanos o Asindanos (vulgarmente de Medina Sidonia) y también sin duda promovida por la orden de Calatrava y seguramente pedida por ellos. Habiéndose difundido enormemente la orden de Calatrava por toda la Bética y no soportando separarse nunca de nosotros a quienes pudiera consultar en todo y por quienes podía ser instruida en las reglas, es prueba de que la Sacra Milicia contribuyó en algo para que S. Pedro acudiese a Colonia” El monasterio de S. Isidoro del Campo, en Santiponce, cerca de las ruinas de Itálica, fue fundado en 1301 por Alonso Pérez de Guzmán y su mujer doña María Coronel, que lo entregaron al abad de S. Pedro de Gumiel. En la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Sign. 9/5469) se conserva un interesante Memorial manuscrito sobre el monasterio de S. Isidoro del Campo compuesto por un religioso de dicha casa en el año 1596. Según la carta fundacional reproducida en este escrito, fechada el 14 de febrero de 1301, el monasterio fue obra de D. Alonso Pérez de Guzmán (el Bueno) y de su mujer Dª María Alfonso Coronel, que lo entregaron al abad de S. Pedro de Gumiel, con la condición de que éste pondría en la nueva filial 40 monjes, de los cuales 20, por lo menos, serían de misa. Los monjes elegirían al abad, signando al abad de Gumiel el derecho de confirmar la elección y de hacer la visita e inspección anual. Los fundadores reservaron para sí y para sus descendientes

el derecho de patronazgo y el privilegio de ser únicamente ellos y los de su linaje los que se enterraran dentro de la iglesia. El monasterio, que quedó obligado a cantar diariamente 10 misas por el ánima de los fundadores y en remisión de sus pecados, recibió por juro de heredad, y con poder temporal y espiritual sobre los vasallos, Sevilla la Vieja (Itálica) y el lugar de Santiponce, “con todos sus heredamientos y tierras calmas, viñas y olivares, y mil fanegas de pan de renta alrededor del monasterio”. La escritura de fundación del monasterio de San Isidro, o Isidoro, del Campo se conserva en el Archivo Ducal de Medina Sidonia, según la cual Alonso Pérez de Guzmán compró el lugar a la Reina doña María de Molina para darlo a la orden del “cistel”, con cuantos heredamientos adquirió en el término, la Iglesia y demás edificaciones. Como se trataba de fundar un abadengo, tuvo que solicitar licencia de la Corona, concediéndola Fernando IV a 27 de Octubre de 1298. Los monjes podrán “haber vasallos, que labren o moren en sus heredades, e que haya ganados y todas las otras cosas que pudiesen haber, y que sean quitos e franqueados, ellos y sus ganados y todas las casas, en todas las partes de nuestros reinos”. En 1301 Alonso de Guzmán entrega el monasterio, en su nombre y en el de María Alfonso, su mujer, al abad de San Pedro de Gumiel, por el “amor que avemos a vuestra orden”. El Abad no podrá delegar la visita en terceros, girándola personalmente, ni disponer, “de ninguna manera”, la venta o empeño de los bienes de la fundación, cuyo patronato se reservan los fundadores para sí y sus herederos. En cuanto a los sucesivos patronos, solo podrán tomar propiedades del Monasterio con licencia de los monjes y el Abad, que será electivo entre la comunidad, quedando al de Gumiel el derecho de presentación y ratificación. D. Alonso y su esposa eligen por sepultura la iglesia, “entre el altar y el coro”. Solo podrán enterrarse en

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ella “los de nuestro linaje”, con ciertas cortapisas, pues se les prohíbe hacer “sepulcro alto”, o “entre nos y el altar”. Por espacio de 130 años y 7 meses (hasta el 27 de septiembre de 1431) estuvo en manos de los cistercienses, en cuya fecha el conde de Niebla, don Enrique de Guzmán, descendiente del fundador, a pesar de las protestas de la casa patriarcal de Morimundo, desposeyeron a los monjes blancos, colocando en su lugar a los frailes de S. Jerónimo en la rama escindida de esa orden bajo la iniciativa de fray Lope de Olmedo, y que promulgaba una espiritualidad profunda basada en una gran devoción por las Escrituras haciendo énfasis en su lectura y meditación, y señalando la necesidad de una experiencia redentora como eje central de su vida. Se distinguían de las órdenes mendicantes, dominicos o franciscanos, en conceder mucha importancia al trabajo manual como medio de sostenimiento, convencidos de que Dios podía ser buscado en cualquier lugar, sin importar la condición del buscador. En España a esta orden le llaman de los Isidro, tomando la denominación de dicho monasterio por ser la más principal casa que tuvieron en España. La mutación fue confirmada en mayo de 1435 por Eugenio IV. Entre 1550 y 1562 se formó en este monasterio un famoso movimiento espiritual que fue acusado de protestantismo, contándose entre sus monjes los célebres Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, Antonio del Corro... En 1557 el monasterio de San Isidoro del Campo, se convirtió en causa de vergüenza para toda la orden religiosa, puesto que de él, huyeron hacia la luterana Ginebra una docena de frailes, perseguidos por protestantismo por la Inquisición. Los nombres de los frailes huidos son: Fray Francisco de Frías, prior que fue en aquel monasterio, fray Pablo, procurador, fray Antonio del Corro, fray Peregrino de Paz,

prior que fue en Écija, fray Casiodoro, fray Juan de Molina, fray Miquel Carpintero, fray Alonso Bautista, fray Lope Cortés, y fray Juan de León, quien fue capturado y desterrado a España años más tarde. Entre los fugados hay que destacar a Casiodoro de Reina, autor de la primera edición de la Biblia del Oso, nombre que se le dio por aparecer en la página del título, un oso comiendo miel de un panal, publicada en Basilea en 1559. Esto hace que en la actualidad el Monasterio sea más conocido fuera que dentro de nuestras fronteras, y es lugar de interés y visita por los evangélicos de todo el mundo. Tras este episodio, que tanto influyó en el intento de una Reforma en España, la casa Medina Sidonia trasladó su principal sede a Sanlúcar de Barrameda con el fin de evitar, en lo posible, que se le relacionara con los movimientos protestantes, y se produjo en el monasterio una contrarreforma aún más radical que en la mayoría de los reinos de España. Más de siete siglos de historia, llenos de importantes episodios y avatares, tienen como centro los espacios intramuros del Monasterio de San Isidoro del Campo, sus personajes y vivencias, sus luchas y decisiones comprometidas con la verdad y la libertad. Es necesario seguir adelante en la investigación de los hechos y la recuperación y difusión de tan valioso patrimonio histórico y cultural.

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Patio de los Naranjos. Exterior del Monasterio.


CASIODORO pastor y maestro POR FRANK W.R. BENOIT

Y

Doctor en Ministerio Cristiano, Dallas Theologic Seminary

a se comenta en otro artículo de la hazaña tan asombrosa que hizo Casiodoro de Reina en 1569, que era la traducción de la Biblia completa al castellano desde los idiomas originales por primera vez. La llamada “Biblia del Oso” fue conmemorada en su 450 aniversario con un sello de Correos de España en 2019 junto con la Reforma Protestante, como dicho artículo relata. Era la Biblia completa en el castellano del “siglo de oro”, una obra magna de la literatura española, pero tristemente perseguida, suprimida y olvidada en España durante siglos y aun hoy por la gran mayoría de españoles. Esto mismo lo reconoció la Junta de Andalucía en 2019 al comentar: “el escritor Antonio Muñoz Molina asegura que a pesar de que la traducción de Casiodoro de Reina es ‘una las cimas literarias de la lengua española’, ha sido ‘invisible o ha permanecido en los márgenes de nuestra cultura desde el momento mismo en que se publicó’, dado que su autor fue perseguido por católicos y protestantes con tal fuerza que su nombre quedó ‘borrado de nuestra memoria colectiva’. Casiodoro de Reina, continúa Muñoz Molina, ‘escribe en un castellano prodigioso que está en el punto intermedio entre Fernando de Rojas y Cervantes, con una efervescencia expresiva que solo tiene comparación con Santa Teresa,

La “Biblia del Oso”, 1659

San Juan de la Cruz y Fray Luis de León’ (letra negrita en el original)”.1 Pasó Casiodoro por muchas penurias en su vida por mantenerse fiel a su proyecto de poner la Biblia entera en español. Es cierto que hubo otras versiones de la Biblia al castellano: como la Biblia alfonsina del siglo XIII, desde el latín de la Vulgata (la traducción que Jerónimo hizo en el siglo V y que era la versión autorizada de la Iglesia Católica Romana). Hubo una versión judía al castellano en el siglo XVI, pero solamente del Antiguo Testamento, desde el hebreo de los masoretas (escribas judíos que copia-

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ban las escrituras hebreas en la Edad Media) que era la Biblia de Ferrarra. También hubo traducciones al castellano del Nuevo Testamento, como la de Francisco de Enzinas o de Juan Pérez de Pineda. También hubo la Biblia Políglota Complutense, que era completa en hebreo, griego, latín y arameo, mas no en castellano (reimpreso en Amberes en una mejorada versión como “la Biblia Regia”, pero todavía no en castellano).

Biblia de Ferrara, 1553

Pero nadie había logrado, hasta Casiodoro lo hizo, completar la traducción de la Biblia completa – Antiguo y Nuevo Testamentos – al castellano. Ese logro pertenece a él, aún con la inestimable ayuda de esas otras versiones que él consultó (junto con los idiomas originales) durante los doce años que trabajaba en el proyecto. Hoy en día Casiodoro de Reina es recordado como ese traductor noble y sacrificado. Pero lo que muchos no saben es que gran parte del motivo de involucrarse en una tarea tan grande fue por la vocación pastoral que tenía hacia los creyentes españoles que necesitaban ayuda en su vida cristiana.

Su llamado al ministerio pastoral fue con la convicción de servir a esos creyentes en Cristo en sus necesidades espirituales y la mejor manera de hacerlo era a través de entregarles la Palabra de Dios, la Biblia, para que pudiesen leer en su propia lengua lo que Dios quiso decirles para ánimo, exhortación o instrucción en la vida cristiana. Como afirma Emilio Monjo: “Me adelanto a aclarar que ‘pastor’ no es quien ejerce un pastorado en alguna iglesia o congregación. En ese sentido, Casiodoro sólo lo sería en muy breves períodos de tiempo (…) pero la vocación de pastor se recibe y se tiene en todo tiempo. Casiodoro ya asume esa vocación en su estancia en el monasterio de San Isidoro, y la conserva hasta la muerte. Fruto de ella será su interés por traducir toda la Biblia al español”.2 Es decir: su proyecto titánico nace de su deseo pastoral de ayudar a los creyentes de su tierra –España– a saber lo que Dios había hecho y comunicado en el evangelio acerca de cómo creer en Cristo y seguirle fielmente a través de la vida en la tierra. Darles la Palabra de Dios era lo más importante de su tarea pastoral. Éstas eran sus “dos pasiones: su inquebrantable voluntad de traducir la Biblia y su vocación pastoral”.3 Doris Moreno escribe en la introducción a su biografía de Casiodoro que: “Dos cosas persiguió toda su vida. En primer lugar, quiso traducir la Biblia al castellano, creyendo firmemente que poner la palabra de Dios en manos de los españoles transformaría a los creyentes y al país. (…) poner la Biblia en romance en las manos de todos los españoles era, al mismo tiempo, dar la oportunidad a cada creyente de leer el mensaje de Dios para su vida y liberar las almas de la tiranía de una Iglesia corrupta”; y: “En segundo lugar, Casiodoro quería ayudar a otros a llevar

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a cabo esa transformación a través de su predicación y servicio pastoral. Dos objetivos, dos propósitos estrechamente unidos; en realidad, una vocación en el sentido bíblico del término, un llamamiento divino que implicaba la dedicación de la vida entera. Una vocación que Casiodoro siguió y persiguió toda su vida…”.4 Así es la vocación de pastor y maestro que Casiodoro desempeñaba desde su tiempo en San Isidoro del Campo y en Sevilla a partir de 1540 (aproximadamente) hasta su muerte (¡como pastor de una iglesia luterana!) en Frankfurt en 1594. Más de 50 años enseñando y pastoreando debido al “llamamiento divino” que tenía. Es esa parte de la tarea pastoral de enseñar la Palabra que llevó a Casiodoro a esforzarse para dar la Palabra de Dios a las personas a quienes él tenía en su entorno (como el apóstol Pablo dijo al pastor Timoteo al escribirle: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la

niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo…que prediques la palabra: que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” [2º Epístola a Timoteo 3:14-17; 4:1-2]). Esa exhortación apostólica a los pastores de todas las épocas a que enseñaran la Biblia era lo que impulsó en el corazón de Casiodoro la elogiable tarea de traducir la Biblia al español y de enseñarla a los creyentes en cada lugar donde él estuvo. No tenemos espacio en este breve artículo de relatar todos los lugares y ocasiones en que Casiodoro servía en el ministerio pas-

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Vista de Sevilla en el siglo XVI. © Biblioteca Nacional de España


toral, pero de la información que tenemos disponible hoy en día sabemos que no fue sólo en Sevilla donde desarrollaba una labor pastoral sino desde su llegada a Ginebra en 1557, su tiempo en Londres de 1559 a 1563, en Amberes en 1564, en Frankfurt en 1565, luego en Estrasburgo el mismo año, en Basilea en 1567, otra vez en Frankfurt en 1570, luego otra vez en Amberes en 1578, y finalmente en Frankfurt desde 1585 hasta su muerte en 1594. En todos estos lugares, Casiodoro sirvió en tareas pastorales con los creyentes y las iglesias allí. A veces era el pastor oficial y a veces ejercía de ayudante a otro pastor, pero siempre procurando ayudar y animar a los creyentes e iglesias a seguir a Cristo fielmente y agradar a Dios en todo. Pero enseñar la palabra no era la única tarea del ministerio pastoral. Otra importante labor pastoral es el “cura de almas” de cuidar del rebaño en sus dificultades, ministrándoles, enseñándoles y animándoles en los vaivenes y vicisitudes de la vida en este mundo caído, tan lleno de las consecuencias y los estragos que el pecado en el ser humano provoca a diario. Un buen pastor tiene que ministrar y servir a los creyentes para que crezcan en su fe en Cristo y esto lo hizo

Casiodoro desde su comienzo en Sevilla – en el monasterio y en la ciudad–, hasta el final de su vida en Frankfurt – como pastor de una iglesia allí y también como fundador de un refugio para los inmigrantes desamparados en esa ciudad. Su preocupación pastoral le impulsó a evitar disputas o “peleas” teológicas que podrían dañar a los creyentes. Aun cuando le acusaban de seguir las doctrinas heréticas, como las de Miguel Servet, Casiodoro siempre buscaba en la Biblia y en su respuesta lo que era mejor para la edificación de los creyentes. Su biógrafo A. Gordon Kinder resaltó el enfoque pastoral de Reina en contraste con las posturas antagonistas de Servet: “Reina estaba ya en el análisis final para aceptar o acomodarse a las doctrinas tradicionales, mientras Servet era un firme oponente a todo lo que no ha sido específicamente prescrito en la Biblia. Sin duda, la Iglesia, tal como ha sido constituida localmente, tiene mucha más importancia para Reina que para Servet. (…) era bastante hábil y dispuesto a considerar conceptos cristianos radicales; aunque los adoptó, o se adaptó o no, según le pareció con-

Monumento Internacional de la Reforma, Ginebra

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veniente, siempre con la vista puesta en la vida cristiana y sus deberes como pastor, de edificar a los otros en ella. Ya que, aunque no era oficialmente pastor, parece haber actuado en un cargo pastoral no oficial, mientras esperaba el permiso para la función”; y también: “la opinión publicada por Reina sobre la Trinidad es mucho más tradicional que la de Servet. Su espíritu irénico y su interés pastoral son la antítesis de la mentalidad combativa de Servet”.5 Antes de escapar de la Inquisición, era uno de los pocos monjes de San Isidoro que salía del monasterio de forma regular para ministrar y enseñar en Sevilla. Hay evidencia de que enseñaba en el Colegio de la Doctrina de los Niños con Juan Pérez de Pineda; en los conventos de Santa Paula y Santa Isabel con el Dr. Egidio; y en las casas de Juan Ponce de León y de Isabel Baena junto con los doctores Egidio y Constantino, lugares donde se reunían los miembros de la comunidad reformada de Sevilla. “Los frailes Antonio del Corro y Casiodoro de Reina favorecieron, de forma notable, una espiritualidad de inspiración reformada en el monasterio de San Isidoro del Campo. (…) Fuera de los muros del monasterio isidro, Casiodoro de Reina parece que auspició algunas de las reuniones clandestinas que se celebraron en distintos conventículos de la capital hispalense”; y “De forma similar, la espiritualidad reformada de la beata María de Bohórquez, que tanto escandalizó a las religiosas de Santa Paula, parecía estar influenciada por Egidio y Casiodoro de Reina”; o “María de Bohórquez también aparece vinculada con un personaje tan relevante para la disidencia hispalense como alejado del cenobio de Santa Paula: Casiodoro de Reina (…) Es decir, María de Bohórquez no sólo asistía frecuentemente a las prédicas que el doctor Egidio realizaba en el convento de Santa Paula; participaba, además, del círculo clandestino que giraba en torno a Casiodoro de Reina”.6

Su vocación pastoral era tan comprometida que tenía que ayudar todo lo que pudo a la obra del foco reformado en Sevilla. No tenemos más tiempo y espacio aquí para seguir profundizando en Casiodoro como pastor y maestro. Ojalá que esta breve reseña de su vocación y labor pastoral sirva para mostrar claramente que no era solamente un traductor académico e interesado en acaparar un rincón en el campo teológico-bíblico de su época, sino que era un fiel seguidor y siervo de Jesucristo, llamado a ayudar como pastor a otros creyentes a crecer y seguirle a Cristo lo mejor que podían durante sus vidas. Así era Casiodoro de Reina, el pastor y maestro.

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1.- En la página de La Junta de Andalucía, portavoz de Cultura, el 28 de sept. 2019: “La Biblia del Oso cumple 450 años” en http://www.juntadeandalucia.es/presidencia/portavoz/cultura/145816/BibliadelOso/CentrodeEstudiosAndaluces. 2.- Emilio Monjo Bellido, “Casiodoro de Reina: un protestante español en la Reforma europea” en Casiodoro de Reina y la Reforma Protestante española, I Jornada de Historia en Monasterio (Sevilla: Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-CIMPE, 2019), 18. 3.- “La Biblia del Oso cumple 450 años”. 4.- Doris Moreno, Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, 2ª edición (Sevilla: Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces, 2018), 13. 5.- A. Gordon Kinder, “¿Cuál ha sido la verdadera influencia de Servet en Casiodoro de Reina?” en Diálogo Ecuménico, t. XXII, Nº 72 (1987), 34-35 y 43. 6.-Tomás López Muñoz, La Reforma en la Sevilla del XVI, Volumen 1, 2ª edición. (Sevilla: Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-CIMPE, 2016), 271, 274; 142-143.

Bibliografía: Estrada Herrero, David. “Casiodoro de Reina” en Tu Reino, Nº 1 (enero-febrero, 1993). Fernández Campos, Gabino. Reforma y Contrarreforma en Andalucía. Sevilla: Editoriales Andaluzas Unidas, S.A., 1986. Kinder, A. Gordon. Casiodoro de Reina, Reformador español del siglo XVI. Madrid: Sociedad Bíblica, sin fecha. “¿Cuál ha sido la verdadera influencia de Servet en Casiodoro de Reina?” en Diálogo Ecuménico, t. XXII, Nº 72 (1987). Junta de Andalucía, Portavoz de Cultura “La Biblia del Oso cumple 450 años” en http://www.juntadeandalucia.es/presidencia/portavoz/cultura/145816/BibliadelOso/CentrodeEstudiosAndaluces. López Muñoz, Tomás. La Reforma en la Sevilla del XVI, Volumen 1, 2ª edición. Sevilla: Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-CIMPE, 2016. Monjo Bellido, Emilio. “Casiodoro de Reina: un protestante español en la Reforma europea” en Casiodoro de Reina y la Reforma Protestante española, I Jornada de Historia en Monasterio. Sevilla: Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-CIMPE, 2019. Moreno, Dolores. Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, 2ª edición. Sevilla: Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces, 2018.


CASIODORO y su circulo ´

C

POR MIGUEL ÁNGEL PRADO

uando se pone en marcha la gran redada, 1557, contra los miembros de la llamada “iglesia chiquita”, aquella congregación de hombres y mujeres, laicos y del clero, en la ciudad de Sevilla, en pocos meses son detenidos y llevados a cárceles inquisitoriales unas ochocientas personas. Muchos de ellos eran compañeros de Casiodoro de Reina. En Sevilla Casiodoro tuvo un amplio grupo que compartían su compromiso con la verdad evangélica y la necesidad de una vida conforme a la voluntad de Dios, revelada en Su Palabra. Hacemos y presentamos un resumen del grupo con breves detalles. Juan Pérez de Pineda, natural de Montilla Córdoba, que había salido de España unos años antes movido por la detención del Dr. Egidio, evitando que le echaran mano a él. De la Catedral de Sevilla tres canónigos, el Doctor Vargas, Juan Gil (Dr. Egidio) y Constantino de la Fuente eran del círculo reformado y maestros del evangelio. Del Monasterio sabemos que lograron huir como una docena de frailes, parece que de dos en dos y con distintas justificaciones a fin de no levantar más sospechas, sus nombres: Francisco Farias prior del Monasterio. Fray Pablo, fray Antonio del Corro, fray Pelegrina de la Paz prior que fue de Éci-

ja, fray Casiodoro, fray Juan de Medina, fray Miguel Carpintero (fue detenido antes de lograr salir de España y en un auto de fe en 1559 fuer relajado), fray Alonso Baptista, fray Lope Cortés, fray Francisco Morcillo hijo de un platero de Sevilla (también sufrió la hoguera en el auto de fe del 24 de Septiembre de 1559), fray Juan de León. Mención especial hay que dar al maestro García Arias, llamado también el padre Blanco por ser albino, natural de Baena, Córdoba, y de ascendencia judía. Dice el Dr. Francisco Ruiz de Pablos en una edición moderna del controvertido libro “Artes de la Inquisición Española”: “[...] fue el primero que introdujo en el Monasterio de San Isidoro de Sevilla, mientras todos dormían hasta aquel tiempo el profundo sueño de la ignorancia en medio de aquella inveterada superstición, algunas chispas de la verdad con las que la parte principal de la comunidad, despertándose de su profundo sueño como en medio de una oscura niebla, empezó a limpiarse las legañas de los ojos y a desear, por fin, una mejor instrucción de la religión verdadera” García Arias fue detenido y entró en las cárceles del castillo de Triana el 12 de Agosto de 1558 y relajado con confiscación de bienes en el auto de fe celebrado en Sevilla el 28 de Octubre de 1562. Julián Hernández (Julianillo), enviado por Juan Pérez para visitar a los hermanos de la “iglesia chiquita” que estaba en

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Sevilla y a quienes traía copias del Nuevo Testamento en español traducido por Pérez y otros libros de contenido reformado. Fue quemado vivo el 22 de Diciembre de 1560. El médico Cristóbal de Losada al que denunciaron y cuando fue detenido le encontraron una cantidad de libros prohibidos de origen protestante, algunos traídos por Julián, desde Ginebra. Varias mujeres entre las que hay que destacar a Francisca Chaves, monja del convento de Santa Isabel, Maria de Bohórquez hija ilegítima de Pedro García de Jerez, jurado de las colaciones de San Román y Santa Catalina, joven muy bien formada en la fe evangélica por sus principales maestros Dr. Egidio y Casiodoro, Isabel de Baena en cuya casa se reunían en secreto los miembros de la comunidad evangélica para estudiar juntos la Palabra y adorar a Dios (su casa fue derribada y sembrada de sal, una placa de mármol señalaba la causa de tal derribo, sirviendo de aviso a todos), María de Cornejo y María de Virués. Gaspar Ortiz, factotum del Colegio de la Doctrina Cristiana, algunos le han llamado el ciego pero parece que la redacción del acta inquisitorial dice, clero. Juan González, hijo de cristiano nuevo de moro, procedentes de la provincia de Córdoba, y relacionado con el colegio de la Doctrina. Su madre y sus hermanas, Catalina, María y Elvira, sufrieron en la cárcel de Triana. Su hermano Jerónimo fue relajado en el auto de fe del 26 de Abril de 1562. Los bienes de la familia fueron confiscados. Los nobles Juan Ponce de León (hijo del conde Bailén), María Enríquez, Ana de Deza… y otros. Larga es la relación de los que formaban la “Iglesia Chiquita” y en la que Casiodoro de Reina, con otros siervos de Dios, tuvo un importante papel como maestro y ejemplo. No fue una mota en el ojo religioso ro-

mano ni un grupúsculo de ignorantes engañados, el evangelio trajo a Sevilla y otros lugares de España la luz de la verdad de Cristo, aquella luz verdadera que aunque quisieron ahogar en llamas sus cenizas aún dan testimonio de sus vidas. Ni el emperador Carlos I y después su hijo Felipe II, con todos los recursos del reino y las mañas de la Inquisición, ni el papa y sus influencias pudieron evitar que dieran frutos para la gloria de Dios. La Biblia del Oso traducción de Casiodoro y la revisión, Biblia del Cántaro, de Cipriano, son los más trascendentes de ellos. Hoy en el siglo XXI millones de ejemplares de esta Biblia en español salen cada año por todo el mundo de habla hispana. Reconoced a los que sirvieron en medio de pruebas. Solo a Dios sea la gloria. Fuentes: · Artes de la santa Inquisición. Reinaldo González de Montes. · La reforma en la Sevilla del XVI. Tomás López Muñoz. Cimpe. · Protestantismo Español e Inquisición en el siglo XVI. Traducción de Ruiz de Pablos. Cimpe.

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Háblenos de su vocación por la escultura y sus inicios. Mi vocación hacia la escultura viene muy de lejos. Yo me crié en medio de una fábrica de muebles que tenía mi padre, por lo que me crié entre tallistas, dibujantes, hacía patrones de los dibujos… Allí empezó mi contacto con el trabajo manual. Poco después comencé a estudiar bachillerato en Don Benito, seguí formándome e ingresé en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla. ¿Qué situación experimenta actualmente la escultura? Después del XIX, la escultura y la pintura alcanzaron un segundo plano. Se valoraba el museo, el continente se comía al contenido. Por eso existen grandes museos, el museo pasó a ser la nueva arquitectura de poder, en tiempo eran las catedrales, ahora son los museos de arte contemporáneo. El contenido quedaba anulado. ¿En qué momento de su carrera recibe este encargo? Yo ya había hablado con personas de la necesidad de poner en valor a Casiodoro de Reina, una figura considerada durante mucho tiempo en el campo de la heterodoxia y anulada culturalmente, olvidada. Hubo esa necesidad y me llamó, o llamé yo él, no recuerdo, a José Manuel Marín, y propusimos la idea que ya estaba hecha. De alguna forma, hablamos del tema y propuse un proyecto, un dibujo, y lo mandé, pero de alguna forma casi lo olvidé, esperando que un día saliera o no. Al final se han dado las circunstancias, y se va a poder hacer. En justicia, es bueno reconocer la obra de José Manuel Marín.

E STAN I GARC

ESCULT

“Aunque me mueva dentro de unos parámetros de fi atrás sin complejos y con admiración. No busco romper poderoso legado que parte de la iconografía greco-latin de creatividad, belleza y complicidad con el público en realmente rompedor, trascendente y, por tanto, eterno, so Así define su obra Estanislao García (Villanueva de realizar la obra de Casiodoro de Reina. Conocemos un p todo cuanto conoce sobre Santiponce y San Isidoro del C ¿Se siente profeta en su tierra? Ha expuesto en numerosas muestras en su provincia natal y en Extremadura. La verdad es que estoy agradecido a la ciudad donde vivo, en Badajoz, donde tengo monumentos grandes y reconocidos. A Pizarro, el memorial de la Guerra de la Independencia, Manuel Rojas… Tengo una obra importante,

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Ha tratado también la pintura en su vertiente mural. ¿Cuál es su máxima influencia en esta parcela? Para mí una influencia fue Siqueiro, grandes muralistas mexicanos… José María Ser, realmente el mural ha sido un poco olvidado y dejado, yo no lo entiendo porque reconozco y doy mi agradecimiento a algunas personas y constructorse en Badajoz que han sido personas muy sensibles al tema, y cada vez que hacían edificos colocaban un mural. Es muy importante. ¿Conocía de antes la figura de Casiodoro de Reina y su trascendencia? Yo tenía una cierta conciencia, conocimiento de Casiodoro porque lo había estudiado. Era un personaje que me interesaba, y en ese sentido fue mi idea que tuviera el personaje un monumento.

N I S L AO RC ÍA ULTOR

etros de figuración plenamente contemporánea, miro o romper con nada. Ni puedo ni quiero despreciar el reco-latina y que ha dado sus más elevados registros úblico en el Renacimiento y en el Barroco. Lo único eterno, son la belleza y el conocimiento” nueva de la Serena, 1959), el escultor encargado de emos un poco más a fondo la trayectoria del artista y doro del Campo. además de murales en edificios públicos. Yo reconozco que he sido bien reconocido aquí, también tengo obras importantes en Plasencia, en Cáceres… Obras de envergadura, como Alfonso IX de León en Cáceres, así como en mi pueblo. También obras menores repartidas en ferias, o Viriato en Guijo de Santa Bárbara…

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¿Qué supuso la figura de Casiodoro? Casiodoro de Reina es una persona que no fue rara en su época, es decir, se mueve en época muy convulsa. Hay un sentimiento de reforma en la Iglesia Católica. Empieza con Erasmo, humanismo… Hay una ebullición por querer reformar cuestiones, ya que había sensibilización muy grande hacia cuestiones que no funcionaban. Casiodoro fue uno de ellos, y el campo del humanismo que tenía que ver con el tema de la Biblia (traductores, lingüistas) estuvo en primera línea. Con la Reforma de Lutero empieza a haber problemas serios, y se pone en la diana a toda persona que de alguna forma se acerca a tradiciones de la Biblia, a textos sagrados, porque son sospechosos o peligrosos de herejía. Fray Luis estuvo cuatro años encarcelados, Santa Teresa de Jesús, Benito Arias Montano… Gente de muchísima talla y dentro de esta línea estaba Casiodoro, pero él fue más allá, se comprometió a


algo más. De alguna forma no tuvo tanta suerte, y la Inquisición puso el punto en su mira. La obra de Casiodoro es de una talla inconmensurable no reconocida hoy día por el desconocimiento. Casiodoro tiene una altura y trascendencia tremendas por la labor de traducción, y mucha actualidad. Casiodoro acercó la Biblia al pueblo, la Biblia del Oso, la primera en castellano pensada para el gran público. Fue una revolución en aquella época. El monasterio de san Isidoro, monumento próximo a su escultura, alberga relieves y retablos de relevancia artística sobresaliente en Andalucía. ¿Qué le supone estar cerca de obras de Martínez Montañés, por ejemplo, aunque sea imaginería sacra? Lo que hay que aclarar es que la figura que voy a hacer yo es una escultu-

ra conmemorativa de un personaje laico, es decir, no es un santo protestante por decir así. No tiene un concepto religioso, ni de culto, ni nada por el estilo. Es el reconocimiento a un hombre de Dios, de alguna forma, pero su misión fue la de humanista y traductor. Aquí se reconoce al traductor y a la persona comprometida con la palabra de Dios. Tan solo quiero añadir que Casiodoro de Reina fue un monje de San Isidoro, pero en la escultura no estará representado así. El Casiodoro traductor ya está secularizado, con el bonete, el jubón, el herreruelo (la capa típica de la época), la gola… Una imagen casi cervantina. ¿Y ha visitado alguna vez Santiponce? Sí, yo he conocido Santiponce y he tenido el privilegio de hacer trabajos en Bellas Artes de Itálica, que es una auténtica maravilla también. Uno de mis mejores recuerdos de cuando venía a Sevilla era que cuando bajaba en el autobús, y pasaba por Santiponce, veía la torre de San Isidoro, y que esperemos que se restaure pronto, y yo pensaba… “Ya estamos en Sevilla”. Respecto a la obra, creo que va a quedar una cosa muy bonita y muy digna.

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¿CÓMO FUE POSIBLE PUBLICAR LA

BIBLIA OSO?

V

del

iendo el periplo que Casiodoro de Reina tuvo que sufrir y las penurias, que él y su familia, vivieron en los años de su exilio, nos preguntamos, ¿Cómo pudo imprimir y distribuir su traducción de las Sagradas Escrituras? Casiodoro trabajó en negocios de las sedas, en venta de libros, montando puestos de libros en las “ferias” de libros en la Alemania del XVI. Su esposa trabajó cosiendo vestidos a fin de colaborar en el sostenimiento familiar. Casi doce años de entrega a lo que había sido el anhelo del corazón y misión de Casiodoro; traducir la Palabra de Dios a la lengua de los españoles. El empeño y perseverancia, el apoyo de sus compañeros y la provisión divina hizo

posible este proyecto soñado y a todas luces humanamente imposible. En 1513, en Amberes, Francisco de Enzinas imprimió su traducción del Nuevo Testamento que dedicó y quiso entregar en mano a Carlos I. En 1556 Juan Pérez de Pineda, natural de Montilla, Córdoba, publicó la revisión que hizo a la traducción del Nuevo Testamento de Enzinas. Fue en 1569 que, por fin, Casiodoro de Reina imprime la Biblia completa traducida directamente de los originales hebreo, arameo y griego, al castellano. Nunca antes se había realizado esta labor.En 1567 Casiodoro acordó y firmó con el impresor Oporino un contrato para imprimir 1100 ejemplares y entregó una importante cantidad a cuenta. En Julio de 1568 Oporino muere dejando en bancarrota su negocio con lo que Casiodoro pierde el dinero y fracasada la oportunidad de ver su trabajo impreso y viajando a España.

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Más dificultades; Felipe II, que había ordenado impedir a cualquier precio la impresión de la Biblia al castellano, su embajador Francisco de Álava había sido encargado de impedir dicha publicación. No sirvió de mucho la labor de los espías ya que informaron que la impresión se realizaría en Ginebra, hacia donde dirigen sus fuerzas. El poder terrenal se moviliza pero no logra su meta. Los compañeros y amigos de Casiodoro se movilizaron y buscaron apoyo económico para cubrir el coste de la publicación. Escriben cartas solicitando colaboración y, aunque parece que no fueron muchas las respuestas, si llegó lo necesario. Marcos Pérez, rico comerciante sevillano judeoconverso, que tenía negocios en casi toda Europa, con dos centros en la península, Sevilla y Lisboa, y protestante con inmenso amor y compromiso por la libertad de conciencia, prestó a Casiodoro de Reina, a fondo perdido, el dinero suficiente para un nuevo contrato, ahora con Thomas Guarin, con el que acuerdan la impresión de 2600 ejemplares. Toda una gesta para aquellos tiempos y los pocos medios. Juan Pérez de Pineda, al que nos referimos antes, en sus últimos años en esta tierra fue capellán de la duquesa Renata de Francia. Antes de morir, creó un fondo con todos sus bienes para apoyar la impresión de la Biblia en castellano realizada por Casiodoro, y que Casiodoro recibió y sumó a otros apoyos. Probablemente otros españoles excompañeros del Monasterio de Santiponce, algunos reformados italianos, ingleses y de otros lugares pusieron, según su voluntad y sus fuerzas, para poder realizar la publicación de tan magna obra. Por uno u otro medio, de una u otra forma, todo lo que era necesario para tener, por fin, la Biblia en español fue sido reunido y empleado en ello. En 1569 la Biblia en español fue impresa en Basilea. Los inquisidores de Sevilla escriben al Consejo de la Suprema: “En lo que toca a la Biblia en romance que dicen ha hecho imprimir

fray Casiodoro, se ha tenido y tenemos siempre todo cuidado y vigilancia para que no entren semejantes libros, y están todos los comisarios de los puertos muy advertidos acerca de ello y con el recato posible” (AHN, Inquisición, leg. 2944, doc. 93.). Felipe II escribió a su embajador en Francia, el 24 de Diciembre de 1570, y le ordenaba que encontrase al español que tradujo la Biblia y lo enviase a España para que recibiera un castigo ejemplar, y si esto mismo no era posible, que lo castigase donde fuere. (AGS, Estado, K.1517-18.) ¿Qué podía significar ese "castigase donde fuere posible? ¿Era ordenar su muerte? En 1581 el cardenal Carlo Borromeo recibe una denuncia de que 1400 ejemplares de la Biblia en español han sido enviados a Frankfurt, donde Casiodoro y su familia estaban sirviendo en una iglesia de habla española, su hijo mayor seguiría esta labor tras la muerte de Casiodoro. La Biblia del Oso recorría buena parte de Europa, pronto traspasaría el océano, los españoles exiliados ya podían leer la palabra de Dios en su lengua de cuna y hoy día es la Biblia en español que en mayor número de ejemplares se edita cada año y en todo el mundo hispanohablante es leída, creída, vivida y amada. Dice el sello de impresión: “La Palabra del Dios nuestro permanece para siempre”.

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REINA VA L E R A LA REINA DE LAS VERSIONES EN CASTELLANO POR EVIS L. CARBALLOSA Doctor en Filosofía y Letra. Fundador del Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España (IBSTE)

Por el mismo tiempo cuando el imaginario Quijote cabalgaba por los polvorientos caminos de la geografía española, un hombre se dedicaba a la más noble de las tareas: La traducción de la Palabra de Dios. Ese hombre fue Casiodoro de Reina quien tradujo la Biblia al idioma castellano. Nacido por el año 1520, en la aldea de Montemolín, perteneciente a la Villa de Reina. De ahí su nombre: Casiodoro de Reina.

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o se tienen datos fidedignos de su niñez ni de su adolescencia. Su agitada vida y su trabajo coincidieron con el reinado de Felipe II (segunda mitad del siglo XVI), quien como rey defendió a ultranza la persecución de los protestantes, considerándolos herejes y ordenando su muerte. En su época España era conocida como “el arsenal del catolicismo”. Por el año 1530, Casiodoro de Reina entró en el monasterio Jerónimo de San Isidoro, situado en Santiponce en las afueras de Sevilla. La ciudad de Sevilla se había convertido en aquella época en un centro de actividad política, intelectual y económica. También por aquellos tiempos la reforma protestante, nacida en Alemania, llevó su influencia a la ciudad española. Hombres como Constantino Ponce de la Fuente, Vargas y el doctor Egidio fueron instrumentos directos de un movimiento reformista en el monasterio de San Isidoro en tiempos de Casiodoro de Reina. La página escrita con el mensaje del evangelio tal como fue proclamado por los reformadores llegó a San Isidoro. A esto hay que añadir la labor de un hombre llamado Julián Hernández, conocido como Julianillo. Este hombre, en el año 1557, introdujo clandestinamente varios libros en España, incluso ejemplares del Nuevo Testamento. Dichos libros llegaron al Monasterio de San Isidoro y revolucionaron el ambiente entre los clérigos que allí vivían. A causa de las persecuciones ordenadas por la inquisición, muchos clérigos del monasterio abandonaron el recinto y partieron al extranjero. Entre ellos estaban Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. Casiodoro, al igual que otros, buscó refugio en Ginebra. Debido a desacuerdos con los líderes de Ginebra, Casiodoro se trasladó a Londres a finales de 1558. En Londres organizó una iglesia donde el culto se conducía en cas-

tellano y allí también comenzó la tarea de traducir las Sagradas Escrituras.

Los colportores como Julianillo, introducían los libros y biblias en espacios tan inusuaes como podían ser un doble fondo en una tinaja de vino.

Este breve trabajo no permite relatar las limitaciones y las penurias vividas por Casiodoro de Reina durante aquellos años. Fue acusado de herejías, inmoralidad y de otros delitos. Todas estas acusaciones se demostraron que eran falsas. Al ver que su vida peligraba abandonó Londres y se fue a Amberes en el año 1564, logrando salvar los manuscritos en los que había trabajado tan arduamente. Su amigo Francisco de Farías, quien había sido prior en el Monasterio de San Isidoro, no solo protegió los manuscritos sino que se los envió a Amberes el mismo año de la salida de Londres. Fue allí donde Reina diseñó el plan de hacer una traducción completa de la Biblia en el idioma castellano. En el verano de 1567, Casiodoro forma-

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lizó con un conocido editor llamado Oporino el primer contrato para la impresión de 1.100 ejemplares de la Biblia. La aflicción parecía perseguir a Reina. En el mes de julio de 1568, Oporino murió totalmente arruinado y Casiodoro perdió los 400 florines que había adelantado al impresor. A pesar de los serios obstáculos que confrontaba, Casiodoro de Reina siguió adelante con su proyecto. Ni la persecución ordenada por Felipe II, ni las intrigas de sus enemigos impidieron que Casiodoro abandonara su proyecto de publicar la Biblia completa en el idioma castellano. Mediante la providencial ayuda de su amigo Marcos Pérez, Casiodoro obtuvo 300 florines que fueron utilizados para pagar al profesor Tomás Guarín la primera edición de 2.600 ejemplares de la que ha sido conocida como la Biblia del Oso que vio la luz en Basilea en el año 1569. Haciendo honor a la verdad, hay que decir que la Biblia publicada por Casiodoro de Reina fue la culminación del trabajo de varias personas. Sin duda, Reina fue el eje central, pero hubo otros que colaboraron para que el eje se moviera. Casiodoro de Reina pasó a la presencia del Señor el 15 de marzo de 1594, cuando pastoreaba una iglesia en Frankfurt, Alemania. Su obra cumbre fue la edición de la Biblia del Oso. Aunque escribió otros tratados, ninguno supera en importancia a la traducción de la Biblia en castellano.

blicación esta revisión no fue aceptada con entusiasmo, lo cierto es que poco a poco se ha convertido en la Biblia favorita de la inmensa mayoría de los lectores de habla castellana. Ninguna de las versiones surgidas en los últimos cuarenta o cincuenta años ha logrado desplazar en popularidad y uso a esta revisión. La Reina-Valera 1960 conserva la belleza y pureza del idioma español como ninguna otra versión que se haya editado. Todo lector asiduo de las Sagradas Escrituras agradece ese detalle. Además de la belleza literaria, conserva la corrección de la traducción de ciertos pasajes clave. Note los siguientes ejemplos. En Génesis 1:1–2: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía…” La Reina-Valera 1960 capta correctamente la función de la conjunción “y”, que no permite separación entre los versículos 1 y 2. También capta correctamente el uso del verbo ser (“estaba”). Es decir, la tierra no “se volvió” o se convirtió en un sitio desordenado y vacío, sino que así “estaba” cuando la creó Dios.

La revisión de 1960 Por años la revisión de 1909 fue usada por los creyentes de habla castellana hasta el punto de rechazar cualquier otra revisión. Muchos consideraban la revisión de 1909 la traducción perfecta y rechazaron cualquier otra edición de las Escrituras. Algo más de medio siglo después vio la luz la revisión conocida como Reina-Valera 1960, producida por la Sociedad Bíblica Americana. Aunque al principio de su pu-

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Otro ejemplo de excelente traducción es Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. No hay ninguna manera de traducir mejor el original griego que la que aparece en la Reina-Valera 1960. El uso del vocablo Verbo es correcto ya que no se trata de algo en el sentido gramatical, sino de la encarnación de un concepto o de una idea. Hay, sin embargo, algunas cosas que reprocharle a la Reina-Valera 1960. Una de ellas es la omisión de la conjunción de en Juan 3:1. Esta conjunción es importante ya que establece el contraste entre los hombres que dijeron creer en él, pero Jesús mismo no creyó en ellos (“no se fiaba de ellos”, Jn. 2:24) y Nicodemo, quien evidentemente creyó en el Señor. Otro versículo donde la revisión de 1960 tiene falta de claridad es Juan 13:10: “El que está lavado, no necesita sino lavarse…” El texto usa dos verbos. El primero significa “bañar todo el cuerpo”. El segundo “asear parte del cuerpo”. Muchos impugnan el hecho de que los revisores eliminaron las palabras escritas con letras bastardillas. Estos vocablos así escritos indicaban que eran suplidos, ya que no se encontraban en los manuscritos griegos, pero eran usados para aclarar el sentido del texto. Por alguna razón un tanto desconcertante, los revisores las suprimieron. Muchos prefieren que no lo hubiesen hecho.

Otros ejemplos más pudieran mencionarse tanto a favor como en contra de la exactitud textual de la Reina-Valera 1960. Los pocos que se han mencionado apuntan una vez más al hecho de que ninguna versión de la Biblia es impermeable. Todas tienen sus virtudes y sus defectos. Toca al estudioso de las Escrituras consultar cuidadosamente y escoger la lectura que refleja con mayor fidelidad el texto original. Tomada como un todo, sin embargo, la Reina-Valera 1960 sigue siendo la mejor versión de la Biblia en el idioma castellano.

Una evaluación de la Reina-Valera En las últimas décadas han aparecido algunas críticas a la Reina-Valera. Algunas de carácter positivo, pero otras lamentablemente, de corte muy negativo. Debe reconocerse que toda traducción tiene defectos. Ninguna es del todo perfecta. Hay que tener en cuenta que cuando Casiodoro de Reina realizó su trabajo solo había unos pocos manuscritos, particularmente del Nuevo Testamento, disponibles. Fue a partir del siglo XVIII cuando comenzó la búsqueda de manuscritos que estaban escondidos en monasterios. Casiodoro de Reina trabajó con lo que tenía a su disposición, poniendo el mayor cuidado posible en su trabajo. Sabía que se trataba de las Sagradas Escrituras.

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Si se tiene en cuenta, además, que la primera gramática castellana había sido publicada unos setenta y siete años antes de que Reina publicase la Biblia, hay que reconocer que su trabajo fue una contribución enorme al desarrollo mismo del idioma español. Debe recordarse, también, que Casiodoro trabajó una década para completar su traducción. Estos fueron años difíciles y de mucha frustración, pero el gran traductor supo soportar y hacer frente a todas las dificultades. No desmayó hasta ver su proyecto completado. Ya se ha reconocido, sin embargo, que Reina no trabajó solo, aunque si fue el motor impulsor de la tarea de traducir la Biblia al castellano. Poniendo a un lado cualquier defecto o debilidad de la versión Reina-Valera hay que reconocer que tanto Casiodoro como Cipriano se esforzaron en verter los idiomas originales de la Biblia al idioma del pueblo. Ambos hombres deseaban que la mayoría de castellano hablantes pudiesen leer la Palabra de Dios en un idioma que fuese comprensible a ellos. En primer lugar, se merecen todo el mérito por la labor abnegada que realizaron a pesar de las limitaciones con las que trabajaron. Es importante tener en cuenta que hasta la traducción hecha por Reina en el 1569, solo existían traducciones de libros aislados

de las Sagradas Escrituras en castellano. Casiodoro de Reina (en 1569) y Cipriano de Valera (en 1602) pusieron a la disposición de los cristianos protestantes toda la Biblia en un castellano fluido, fácil de leer y de memorizar. No se niega que hay debilidades en la versión Reina-Valera. Incorpora versículos que no están en los mejores manuscritos, no diferencia el uso y significado de ciertos verbos, omite algunas conjunciones que aparecen en el original y que ayudan a una mejor comprensión del texto. Algunos impugnan el hecho de que probablemente Reina utilizara el Nuevo Testamento de Erasmo y el de los hermanos Elzevir que, posteriormente, recibió el nombre de Textus Receptus. A pesar de todo esto, el valor de la Reina-Valera es indiscutible para el pueblo cristiano que habla español. Hoy día los cristianos evangélicos han sido bendecidos con un número importante de versiones de la Biblia. Todas ellas tienen sus puntos débiles y sus puntos fuertes. Sus aportaciones son reconocidas por la cristiandad. Todo estudiante o maestro de las Sagradas Escrituras se beneficiará consultando otras versiones de la Biblia. Seguro que sacará provecho de ello. La Reina-Valera, sin embargo, sigue siendo la “Reina” de las versiones en el idioma castellano.

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Correos y los

450 AÑOS DE LA BIBLIA DEL OSO Han pasado 450 años desde que Casiodoro pudiera publicar la conocida como la “Biblia del Oso”, por eso Correos de España ha decidido hacer su particular homenaje lanzando un sello conmemorativo.

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POR FRANK W.R. BENOIT

robablemente de entre todos los protagonistas de la Reforma del siglo XVI en España, el más grande es Casiodoro de Reina. Suyo es el honor (ganado con muchos sacrificios y apuros durante unos doce años) de haber traducido y publicado la primera Biblia completa en castellano, desde los idiomas originales del hebreo, arameo y griego. Y si la Palabra del único Dios vivo y verdadero, junto con el Evangelio de Su Hijo Jesucristo, es lo más trascendente de toda la literatura de la historia humana, entonces su traducción y publicación tiene que ser la obra literaria más grande e importante en cualquier tiempo, lengua y cultura. Casiodoro de Reina tiene el honor de haberlo hecho en español durante “el siglo de oro”, hace 450 años, este 28 de septiembre del 2019. “Como traductor de la Biblia la importancia de Casiodoro de Reina es estelar. A él debemos la mejor traducción castellana de las Escrituras. […] Reina es un ejemplo elocuente de honestidad, erudición y buen hacer. […] Por su precisión, estilo y

elegancia constituye una verdadera joya de la literatura castellana”. (Estrada, 1993) Desde su huida del Monasterio de San Isidoro en Santiponce (Sevilla) en 1557, hasta su publicación en 1569, pasó Casiodoro doce años de muchas penurias, oposición y dificultades, a la vez que seguía con la traducción de la Biblia (“[…] la lucha contra toda clase de dificultades que tuvo que afrontar Reina”. [Kinder, 98]). Esa es una historia más larga que este artículo tiene el propósito de tocar, pero hay muy buenos trabajos disponibles para leer de ella. Animo al lector a conseguir una biografía sobre Reina, como la que escribió Kinder o Moreno, y leer-estudiar todo

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Presentación del Sello Conmemorativo de los 450 años de la Biblia del Oso. Ourense, 14 de Enero de 2019

lo que Reina hizo para traducir y publicar la Biblia. Queremos destacar ese hito tan grande y cómo ha sido reconocido y honrado con un sello conmemorativo de Correos de España en enero 2019 para coincidir con el año del 450 aniversario de su publicación, combinándolo además con un reconocimiento (dos años tarde) del 500 aniversario de la Reforma del siglo XVI (que no fue reconocido por Correos en 2017). Por primera vez en la historia de España, una entidad oficial del estado reconoció a un cristiano protestante y toda la Reforma Protestante. Pero no fue fácil lograr ese reconocimiento oficial. De la misma manera en que Reina y su obra fueron resistidos por las autoridades españolas de su tiempo, el sello conmemorativo también sufrió un largo proceso de obstáculos y contratiempos oficiales hasta por fin ver la luz el 14 de enero 2019 en una ceremonia en Ourense, España. Gracias al proyecto de una igle-

sia evangélica allí. “En la consecución del sello ‘hubo dos actores fundamentales: la iglesia evangélica de Ourense y el Ayuntamiento de la Ciudad, que en Pleno apoyaron esta iniciativa”. (Hoffkamp) Gracias al esfuerzo de esa iglesia evangélica y la buena mano de Dios, hoy tenemos ese hermoso sello conmemorativo de la clase “de Tarifa A […] este franqueo permite realizar envíos a cualquier punto de España, contando con una tirada inicial de 180.000 sellos”. (Hoffkamp) Es todo un logro para la historia de la Biblia y el movimiento evangélico en España. Cada seguidor de Jesucristo debiera dar gracias a Dios por ese reconocimiento y, ¿por qué no?, ir a su oficina de Correos para comprar uno (o incluso varios) como recuerdo de que Dios ha hecho notorio este hito que conmemora a un fiel creyente que se mantuvo comprometido con la tarea de dar Su Palabra al mundo de habla hispano, hasta que viera la luz.

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JUAN DE VALDÉS

DIÁLOGO DE DOCTRINA CRISTIANA El primer libro evangelico escrito y publicado en Espana ´

POR DAVID ESTRADA HERRERO Doctor en Filosofía y Letra. Profesor titular de Estética de la Universidad de Barcelona.

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FUENTE: Protestante Digital.

odemos hablar de orígenes autóctonos del protestantismo español, ya que fue más tarde, en 1517, que Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Diálogo de doctrina cristiana, Juan de Valdés Portada del Diálogo de doctrina cristiana de Juan de Valdés El 23 de abril es una fecha festiva literaria de grato sabor cultural popular que ha pasado a conocerse mundialmente como día del libro. La idea original de celebración partió de Cataluña donde fue definitivamente instaurada el 23 de abril de 1930. Con un 23 de abril se ha asociado también la fecha de los fallecimientos de Miguel de Cervantes, William Shakespeare, William Wordsworth, Garcilaso de la Vega y otros escritores de renombre. De hecho, en el calendario cultural de un pueblo los ‘días del libro’ son muchos. Como instrumentos de transmisión de ideas y conoci-

mientos los libros han sido los ladrillos con los que se ha levantado el edificio cultural y religioso de un pueblo. Fue en torno y sobre el fundamento y autoridad de un libro: la BIBLIA, que se erigió el edificio espiritual de la Reforma protestante del siglo XVI. Con su traducción de la Biblia, y sus numerosos escritos, Martín Lutero inició en Alemania el movimiento de retorno a las fuentes del cristianismo. Con los reformadores, púlpito y libro se conjugaron en estrecha vinculación para hacer llegar el mensaje de la Biblia al pueblo. Y así fue también con Juan de Valdés, Casiodoro de Reina, Antonio del Corro, Juan Pérez de Pineda, Francisco de Encinas, Constantino Ponce de la Fuente, Cipriano de Valera y demás reformadores españoles del siglo XVI. Todos ellos fueron hombres de la Biblia, traductores de su texto y comentaristas de sus libros. El primer libro protestante escrito y publicado en España fue el Diálogo de doctrina cristiana de Juan de Valdés (Cuenca, 1494?-1541). Aus-

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piciada su publicación por la Universidad de Alcalá, la obra fue impresa en los prestigiosos talleres de Miguel de Eguía el 14 de enero de 1529. Por aquel entonces Valdés cursaba su segundo año de estudios en dicha universidad —joya cultural y religiosa del Cardenal Cisneros—. El Diálogo de Doctrina es la gran obra de Valdés y germen espiritual de todas las demás que surgieron de su pluma. La atmósfera de reforma evangélica que se respiraba en amplios e influyentes círculos académicos y jerárquicos en la España de aquel entonces —como nos dice Cipriano Valera en la “Exhortación al lector” en su revisión de la Biblia de Casiodoro de Reina—, encuentra en esta obra de Valdés una elocuente y concreta expresión. Es en esta obra que se proclama por primera vez en España la doctrina bíblica de la “justificación por la fe” y se reclama la urgente necesidad de una reforma evangélica de la Iglesia. A Juan de Valdés cabe el honor de haber sido el primer erudito en traducir las Escrituras de las lenguas originales al castellano. Tradujo y comentó la mayor parte de los libros del Nuevo Testamento; legándonos, además, una excelente versión del libro de los Salmos y de un gran número de pasajes del Antiguo Testamento. En el texto del Diálogo de doctrina cristiana se constatan 341 referencias explícitas de la Biblia. Para hacer más fácil y amena la lectura de sus contenidos, Valdés siguió el ejemplo de

Erasmo en sus Coloquios y estructuró su obra en forma de un diálogo entre tres personajes: un monje, un arzobispo y un sacerdote de pueblo. Eusebio, el monje, afligido por la falta de conocimientos reinante sobre las doctrinas básicas del evangelio, invita a Antonio, el ignorante, pero bien intencionado, sacerdote de pueblo que estaba enseñando a los niños de la aldea “Doctrina Cristiana”, a acompañarle a ver al arzobispo para consultar con él la manera más eficaz de llevar a cabo esta tarea. El arzobispo no sólo les da pautas sobre la manera de enseñar la doctrina, sino también les indica las doctrinas más relevantes que deberían enseñar. El diálogo gira en torno a los contenidos del Credo Apostólico, los Diez mandamientos y el Padrenuestro, y en todos los contextos la atención se centra en la historia de la salvación y en la redención obrada por Jesucristo, el Mesías prometido y fundamento de la justificación del creyente. (fols. 11v-12r). El Consejo de la Suprema, máximo organismo de la Inquisición, juzgó heréticos los contenidos doctrinales del Diálogo de doctrina y en agosto del mismo año de su publicación, prohibió su lectura y ordenó el secuestro de los ejemplares en poder de libreros. La efectividad represiva de la Inquisición se evidencia en el hecho de que solo un ejemplar de esta obra ha llegado hasta nosotros: el que en1925 el historiador francés Marcel Bataillon descubrió en Lis-

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boa en el Real Monasterio de San Vicente de Fora, que actualmente se guarda en la Biblioteca Nacional de Lisboa. En el mismo año Bataillon publicó una edición facsímile de la obra —de la que ofrecemos aquí una imagen de la portada original—. Bataillon ha considerado a Valdés como “uno de los más auténticos genios religiosos del siglo XVI.”

Valdés en Italia Ante el evidente peligro de ser apresado por la Inquisición por “hereje luterano,” en 1531 Valdés decidió abandonar España y fijar residencia en Italia —que por aquel entonces disfrutaba de una atmósfera religiosa menos intolerante—. Tras una breve estancia en Roma se estableció definitivamente en Nápoles. Instalado en una villa de Chiaia, cara al mar, no tardó en convertirse en líder espiritual de un distinguido e influyente grupo de italianos y españoles de variada condición y rango social y político. Valdés murió en julio de 1541, un año antes que la Inquisición italiana endureciera la represión de luteranos y dictara persecución y muerte para los discípulos del reformador español. En la portada del libro, que aquí reproducimos, el nombre del autor se esconde bajo el seudónimo de “un religioso.” Ignoramos si bajo este título Valdés pretendía eludir los controles de la Inquisición, que seguía muy de cerca las tendencias luteranas que se daban en Alcalá. El adverbio nuevamente, que aparece después del título, significaba en aquel tiempo, según el Diccionario de la lengua, “hecho recientemente”. Sumamente interesante es la dedicatoria de la obra al Marqués de Villena que aparece al pie de la portada. El Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, emparentado con la poderosa familia de los Mendoza de Guadalajara, fue un noble de profundos intereses humanísticos y religiosos. Su palacio en Escalona, sobre el valle del río Alberche, cerca de Toledo, llegó a ser el centro de reunión de un importante

grupo evangélico de los llamados deixados, dirigido por Pedro Ruiz de Alcaraz. Fue en Escalona, allá por los años 1509-1512, donde se estableció la primera comunidad evangélica en España de la que tenemos noticia. Podemos, pues, hablar de unos orígenes autóctonos del protestantismo español, ya que fue más tarde, en el año 1517, que Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Fue en el palacio del Marqués de Villena, bajo las enseñanzas bíblicas de Pedro Ruiz de Alcaraz, que Juan de Valdés llegó a conocer el Evangelio. No sabemos cómo y a instancias de quién llegó Juan de Valdés a Escalona, pero es evidente, por las declaraciones de la mujer de Alcaraz ante los inquisidores de Toledo, que el joven Valdés llegó a identificarse muy estrechamente con las enseñanzas de este predicador laico, y que mucho de lo que aprendió de él quedó reflejado en los contenidos del Diálogo de doctrina cristiana.

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Portada de otra importante obra de Juan Valdés: Diálogo de la lengua. Manuscrito custodiado en la Biblioteca Nacional de España.


LAde Casiodoro ESPAÑA de Reina POR BJÖRN REISNERT Språk- och litteraturcentrum, Lunds Universitet

Mapa de España y Portugal. Münster, Sebastian, 1552.- Antiquariat Reinhold Berg eK

Las persecuciones inquisitoriales de los conversos judaizantes fueron más intensas entre 1483 y 1498 cuando Tomás de Torquemada era inquisidor general, y fue durante aquel periodo que la pena capital era utilizaba con más frecuencia. A comienzos del siglo XVI el Santo Oficio parecía haber cumplido su propósito; la cantidad de judaizantes iba disminuyendo, pero la crítica contra dicha institución se hacía más fuerte. Entonces ¿por qué se prolongó la existencia de la Inquisición, si los objetivos ya habían sido alcanzados? Éste es el momento de la historia española en el que Casiodoro de Reina y sus compañeros ideológicos entran en el escenario, puesto que la Inquisición, a partir de los mediados del siglo XVI, encontró una justificación nueva para sus persecuciones: el luteranismo.

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as persecuciones inquisitoriales de los conversos judaizantes fueron más intensas entre 1483 y 1498 cuando Tomás de Torquemada era inquisidor general, y fue durante aquel periodo que la pena capital era utilizaba con más frecuencia. A comienzos del siglo XVI el Santo Oficio parecía haber cumplido su propósito; la cantidad de judaizantes iba disminuyendo, pero la crítica contra dicha institución se hacía más fuerte. Entonces ¿por qué se prolongó la existencia de la Inquisición, si los objetivos ya habían sido alcanzados? Éste es el momento de la historia española en el que Casiodoro de Reina y sus compañeros ideológicos entran en el escenario, puesto que la Inquisición, a partir de los mediados del siglo XVI, encontró una justificación nueva para sus persecuciones: el luteranismo. En este pasaje vamos a procurar ver y describir las circunstancias políticas y religiosas en las que vivía Casiodoro de Reina. Al principio del capítulo, El modelo religioso: Rechazo de la reforma y control del pensamiento, Bennassar manifiesta, que el primer edicto inquisitorial contra el reformador alemán y “heresiarca” Martín Lutero (1483-1546) fue publicado el 7 de abril de 1521 por el cardenal Adriano que gobernaba España en ausencia del emperador Carlos I de España (reinado 1516 - 1556). El edicto prohibía que se leyeran los libros de Lutero en cualquier idioma y proclamaba que esas obras fueran entregadas a las autoridades. Se había descubierto que el orden y control religioso de España estaba amenazado por fuerzas no-católicas. En la España del siglo XVI existían varios grupos de heterodoxos, no eran todos luteranos, aunque la Inquisición muchas veces no los distinguía entre sí, clasificando a todos como “luteranos”. Éste es un hecho que, por supuesto, nos hace creer que la

cantidad de luteranos que vivían en España durante el siglo XVI, en la literatura histórica, ha sido algo exagerada. El filósofo humanista holandés Erasmo de Rotterdam (1469-1536) causó gran impacto en la esfera intelectual de España, sobre todo con respecto a sus ideas religiosas. Uno de sus admiradores era el erudito español, Luis Vives (1492-1540) y éste tenía íntimos contactos con el séquito de Carlos I, entre otros, con el gran canciller Gattinara y el secretario Alfonso de Valdés (14901532). Estos veían el gran reconocimiento y prestigio que tenía Erasmo en los Países bajos y muy pronto su buena reputación llegó hasta los reinos de España. Por los argumentos basados en las Sagradas Escrituras y por el “tono mesurado” que tenía Erasmo en sus libros; tan lejos de la intransigencia de Roma como de las denuncias de Lutero. Las ideas de Erasmo llegaron hasta el mismo Alonso Manrique, inquisidor general entre 1523 y 1538 y arzobispo de Sevilla, por lo que éste organizó una reunión de teólogos en Valladolid en1527 para discutir si el erasmismo de verdad constituía un peligro para la fe católica. El grupo de teólogos no consiguió resolver el asunto del todo, pero el efecto indirecto que tuvo, fue sin duda a favor de Erasmo y sus ideas seguían difundiéndose por España. Otro erudito español que definitivamente merece ser comentado aquí es el hermano de Alfonso de Valdés: Juan de Valdés (15091541) que después de su muerte fue conocido por su libro de lingüística: Diálogo de la lengua, escrita en Nápoles, 1535. En aquel libro criticaba las obras del famoso lingüista Antonio de Nebrija (1441-1522) por mirar demasiado al latín cuando pretende escribir una gramática y un diccionario en castellano: ¿Vos no veis que, aunque Librija era muy docto en la lengua latina, que esto nadie se lo puede quitar, al fin no se puede negar que era andaluz, y no castellano, y que escribió aquel su Vocabulario con

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tan poco cuidado que parece haberlo escrito por burla? (Valdés, 76). Juan de Valdés con dicha obra procuró elevar la consideración de la lengua castellana colocándola al lado del latín en vez de considerarla inferior. Esa idea de darle prestigio y favorecer la lengua vulgar que también enfatizaron autores como Pedro Mexía, Benito Arias Montano, Ambrosio de Morales y Miguel de Cervantes, fue uno de los pilares más fuertes de la Reforma protestante en Europa y es una tendencia que se manifiesta en las traducciones bíblicas que se publicaron, entre otras la que el mismo Casiodoro de Reina llevó al cabo en Basilea en 1569. A Juan de Valdés, sin embargo, no se conoce solo por dicha obra, sino también por otra cosa muy distinta. Ya en 1529 publicó Diálogo

de doctrina cristiana por el que la Inquisición empezó a sospechar de él, a causa de sus tendencias reformistas. Valdés apelaba en su texto a Erasmo, quien estaba muy de moda y era muy reconocido, sobre todo en la Universidad de Alcalá de Henares y así logró parar los golpes más peligrosos. También aprovechó la oportunidad de irse a Italia donde pudo desarrollar sus ideas religiosas lejos de la Inquisición. Según cuenta el ejemplo recién comentado, el erasmismo en España ejerció, entre otras, la función de refugio para los heterodoxos. Como no pesaba ninguna condena oficial sobre Erasmo, los demás heterodoxos se llamaban erasmistas, La Inquisición a partir de 1525, cuando el inquisidor general de entonces Alonso Manrique, condenó el movimiento, empezó una inmisericorde y extensa caza de libres pensadores por España. Los erasmistas eran humanistas, expertos en disciplinas universitarias y preconizaban una religión basada en la Palabra de Dios y la libertad de conciencia. El mismo año de 1525 la Inquisición oficialmente condenó también toda la lectura de libros luteranos en España. Por promover el volver a las Sagradas Escrituras como regla de fe, vivir libre de imposiciones como la vida monástica, las indulgencias, el ayuno impuesto, la mediación de los santos. No obstante fueron los luteranos que permanecieron en la Península Ibérica los que fueron perseguidos y masacrados como una verdadera amenaza contra la fe católica. Los alumbrados eran radicales, pero como movimiento místico no lograron tener tanta influencia en la sociedad como

Erasmo de Rotterdam. 1466 - 1536

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el movimiento reformador o protestante, el cual tenía una nueva visión cristiana más completa y elaborada. Los luteranos no querían solamente practicar su versión del cristianismo a solas, sino que pretendían reformar la Iglesia y difundir sus ideas por toda la cristiandad. Para demostrar de qué tipo eran las reformas que reclamaban en la Iglesia, veamos un ejemplo del libro del historiador e hispanista francés, Bartolomé Bennassar: [...] Uno de los primeros herejes protestantes extranjeros condenado por la Inquisición, fue el relojero francés Jean de Chalons. En la primera mitad del siglo XVI, fue condenado por tener opiniones luteranas, las cuales eran: Crítica de los que rezan a los santos y no a Dios, crítica de los frailes que no llevan la vida austera de los primeros Padres, crítica de las indulgencias, de la bula de la cruzada,

la venta por los obispos y clero de favores y privilegios. (Bennassar, 234) El primer protestante de origen español que fue quemado por la Inquisición y que por lo tanto se convirtió en mártir de la fe, debe de haber sido Francisco de San Román, que se hizo luterano después de un viaje a Amberes en los Países Bajos. Fue condenado a muerte en 1542. Las sentencias hicieron que personas que estaban bajo sospecha de luteranismo, partieran de España por miedo a ser detenidos. Esto les ocurrió por ejemplo al erudito aragonés Miguel Servet (1511-1553) y al ya mencionado Juan de Valdés (Pérez, 61). Miguel Servet, fue quemado por los calvinistas en Ginebra, lo que dañó grandemente el testimonio del evangelio. El luteranismo en España se consideraba como una amenaza contra la unidad de fe, aun así subraya el profesor de la Universidad de Manchester y experto en La Refor-

Concilio de Trento. Tiziano. Museo del Louvre. (El Concilio de Trento 1545-1563, significó el inicio de la Contrareforma)

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ma Protestante Arthur Gordon Kinder, que las autoridades de España en un cierto grado toleraban e incluso alentaban el estudio de la Escritura Sagrada, supuestamente por influencia erasmiana. Es un hecho que se puede considerar contradictorio, porque el énfasis en el estudio bíblico no había sido declarado sólo por Erasmo, sino sobre todo por Lutero, el gran heresiarca de la Reforma protestante. El interés por la Escritura en España se manifestaba, por ejemplo en la elaboración de la Biblia políglota iniciada por el cardenal Cisneros (14361517), un proyecto grande al que era invitado Erasmo. Éste sin embargo (quizá sorprendentemente) rechazó la invitación, porque pensaba que España no era un país fiel al cristianismo, en cambio lo Primera página de la Biblia Políglota con el escudo del Cardenal Cisnero veía como un país lleno de judíos y musulmanes. Cisneros la justificación por los actos) que también también fundó la Universidad Alcalá de He- fue defendida por Lutero. Al parecer, en nares donde se realizaban estudios bíblicos España del siglo XVI, se daba el contexy aceptó traducciones parciales de la Biblia to idóneo para una reforma protestante de del latín, cosa que solía entenderse como la Iglesia, pero como ahora sabemos, eso herejía. Kinder sigue afirmando que había nunca sucedió. En cambió, se produjo una un gran interés por la Escritura en las órde- Contrarreforma liderada sobre todo por los nes religiosas: la franciscana y la dominica- jesuitas y ésta consiguió sofocar la Reforna, y una influencia de los judeo-conversos ma protestante en España. Kinder subraya y moriscos que también mostraron interés la importancia del Santo Oficio y dice que por ésta. Muchos de los conversos y moris- si hubiera pasado más tiempo sin que la cos, con el tiempo, se hacían protestantes Inquisición interviniese, la Reforma proya que consideraban que el catolicismo se testante, con gran probabilidad podría llefijaba muy poco en la Escritura. Hay que varse al cabo incluso en España. Continúa saber que tanto el judaísmo como el islam afirmando que el cambio de enfoque de la son religiones que enfatizan la importancia Inquisición fue fundamental. En lugar de de los textos religiosos y por eso es lógico sólo perseguir a los “nuevos cristianos” que que favorecieran el protestantismo. volvían a practicar su antigua religión, emAdemás había una creencia bien difun- pezó, a partir de la mitad del siglo XVI, a dida en la justificación por fe (en vez de perseguir todo tipo de cristiano no católico

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Carta de Casiodoro de Reina No es fácil encontrar documentos bibliográficos originales de los reformadores españoles, sin embargo, existe una serie de cartas que el mismo Casiodoro escribió de su puño y letra y se conservan en diferentes archivos universitarios por todo el mundo, algunas de ellas recopiladas por el hispanista británico Arthur G. Kinder.. Ésta en concreto fue traducida por el catedrático de latín y miembro correspondiente de la Real Academia de Extremadura y un reputado estudioso del Humanismo, el jesuita Andrés Oyola Fabián (1946 - 2020).

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FUENTE: “Cartas de Casiodoro de Reina traducidas del latín, más un prefacio del alemán”. CIMPE, 2019

ste texto es una parte de la carta de Casiodoro de Reina a dos de sus amigos y compañeros de lucha por la libertad de conciencia para vivir la fe, en la que les presenta su tratado: Exposición de la primera parte del capítulo cuatro de san Mateo sobre las tentaciones de Cristo. Esa obra fue publicada por primera vez en Francfort en 1573 en la imprenta de Nicolás Baseus. El Pérez mencionado es Marcos Pérez rico comerciante español protestante exiliado a causa de su fe. Leamos la misiva de Casiodoro de Reina a sus amigos ya que en ella tenemos una rica información de primera mano.

Casiodoro de Reina a Simón Sultzer y Ulrico Coctius, varones tan piadosos como doctos. Doctores en Sagradas Teología, piadosísimos y vugilantísimos pastores de la Iglesia de Basilea y Profesores de Sagrada Teología en su Academia, sus amigos y padres, a quienes debe especial veneración, Salud. Merecería con razón ser tenido por el más ingrato de los hombres y por comple-

tamente indigno de cualquier beneficio si, cuando salí de Basilea colmado y abrumado por vuestro favores, hubiera jamás dejado de recordar vuestra caridad y generosidad verdaderamente paternales para conmigo. En efecto, cuando llegué solo a Basiela con la intención de ver el modo de imprimir nuestra Biblia española, al enteraros de la causa de mi llegada -dignísima de ser promovida por los votos y esfuerzos de todos los hombres piadosos- os mostrásteis como tales promoviendo mi proyecto por todos los medios. Averiguasteis primero con diligencia qué era lo que yo me proponía confiar a la imprenta. Acudisteis después al Senado y solicitasteis del mismo que, después de hacer revisar e inspeccionar hasta donde fuera posible mi manuscrito por quienes pudieran dar auténtico testimonio de una obra escrita en español, autorizara su impresión en esta ciudad. En lo concerniente a la función propia de un pastor cristiano no habría sido posible echar nada de menos en vuestra actuación, y sí por el contrario ver en ella muchas muestras de vuestra solicitud, diligencia y devoción. Mirando además por mi situación privada y domestica, entonces muy apurada, me hicisteis alumno de la Academia para que, sin gasto alguno de mi parte, pudiera disfrutar plenamente del

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derecho de ciudadanía y os fuera posible, mientras yo acudía a la imprenta, proveer más fácilmente a nuestro sustento con el trabajo honesto de mi esposa. Poco después, ¡con qué gran vínculo de gratitud me obligasteis para siempre cuando, recién llegado a Basilea con mi mujer y mi pequeña familia, me atacó una gravísima enfermedad casi mortal! ¡Con qué asiduidad, abandonando o interrumpiendo vuestros estudios, me asististeis con vuestras exhortaciones, consuelo, y oraciones, procurando obtener una confiada confesión de fe en Cristo del moribundo! Pues ni los médicos, ni vosotros, mis amigos, ni yo mismo pensábamos otra cosa. Confieso sinceramente, como es la verdad, que, seguro entonces en su inminencia, mientras estuve en mi sano juicio no me aterraba la contemplación de la muerte. Al experimentar la maldad de este injustísimo siglo la había deseado cuando estaba lejos y cuando, a mi juicio, prolongaba demasiado su tardanza; ahora que por fin la tenía ante mí la abrazaba con la mayor alegría. El recuerdo de mis pecados, que tenía presentísimo, agudizaba en mí el deseo de desnudarme del todo de los viejos despojos del pecado y estar con Cristo más que infundir miedo a mi conciencia o turbar en modo alguno su paz, sellada en ella por la sangre de Cristo mediante el Espíritu de Dios, teniendo yo por indudable que no quedaba ninguna condenación para el creyente en Cristo, que al morir pasaba de la muerte a la vida.

Cartas de CASIODORO DE REINA (CIMPE), 2019

Me producía no poca tristeza el pensamiento de mi mujer y de mis hijos pequeños, a quienes parecía haber traído conmigo a Basilea unicamente para que comenzaran un nuevo exilio lejos de nuestros amigos y conocidos, y sobre todo privados de mí. Pero incluso esta tristeza la alejaba fácil y rápidamente encomendándolos a la providencia de Dios que, primero a mí y después a ellos conmigo, nos había hecho experimentar su cuidado paternal en medio de tantas dificultades y frecuentes trabajos; esto me era garantía segura de que ÉL jamás abandonaría en su Providencia a los que yo dejaba atrás. Mi entrañable amigo Pérez que siempre ha sido generosísimo conmigo, también entonces, con caridad y piedad extraordinaria que, ni yo ni ningún otro que haya experimentado alguna vez su ayuda podremos alabar bastante, nos trasladó a su casa, a mí gravemente enfermo y a mi pequeña familia, y cuidó con la mayor humanidad tanto de enfermos como de los sanos. Solo una cosa me producía el mayor dolor: que, después de haber trabajado durante diez años enteros en traducir la Sagrada Biblia al español, sufriendo en esta ocupación mucha envidia y muchas vejaciones por parte de aquellos a quienes esa empresa no les era tan grata como a mí, -hasta el punto de que, comparado con ese desasosiego, me parecía levísimo el trabajo de la traducción-, cuando ya estaba a la puerta de la imprenta, la mies madura para la cosecha y el fruto de tan gran trabajo a punto para la recolección, me viera obligado a dejar mis labores a otros sin saber con qué cuidado y solicitud la llevarían a cabo. Y aún en el caso de que fueran personas de la mayor fidelidad y diligencia -como yo no lo dudaba si se tratara de Pérez- no sería yo quien diera cima a la obra. Esta tristeza, aún en tan gran debilidad de cuerpo y de ánimo, me incitaba a dirigir ardientes preces a Dios para que me concediera todavía el tiempo suficiente a fin de concluir aquella obra sagrada para gloria

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de su nombre, después de lo cual dejaría yo la vida con entera alegría. Pero habiéndoos yo comunicado esta inquietud mía, se incrementaron las preces de la iglesia a mi favor, tanto públicas como privadas, y con tanta porfía interpelasteis a Dios que me concedió al fin a vosotros, librándome a los pocos días de toda sospecha de peligro, si bien no me devolvió la salud completa hasta pasados tres meses. Y así tuve entonces por cosa certísima, y lo tengo todavía, que se me había concedido la vida y la salud arrancándome de las fauces de la muerte para que terminara la edición de la Sagrada Biblia, vida y salud que yo debía, después de a Dios, en primer lugar a vuestras oraciones, y después a la gran diligencia conque me cuidó Pérez y al gran interés que pusieron en mi curación los mejores médicos, quienes, como además eran amigos míos, no se escatimaron en nada ni a sí mismos ni a su arte para curarme. Con el mismo cuidado y solicitud con que lo habíais hecho durante mi enfermedad seguisteis cuidando de mí y de mis asuntos con vuestros consejos y con vuestra ayuda siempre que fue necesaria durante los tres años que pasé después en Basilea, para no mencionar -por ser un beneficio público y de todos conocido- vuestras lecciones de teología, llenas de las más alta erudición y piedad, a las que asistí con la frecuencia que me lo permitieron mis ocupaciones, tanto tipográficas como domesticas y que (los reconozco sinceramente) me fueron utilísimas. [...] Por lo que hace al escrito que sigue, ésta es su historia. Hace cuatro años decidí publicar por separado la eruditísima y esmeradísima traducción latina que del Nuevo Testamento siríaco hizo el doctor Tremellius, en beneficio de los estudiosos de las sagradas letras a fin de que no se vieran privados, por falta de recursos, de ayuda tan importante para acceder con más facilidad al Nuevo Testamento, y añadir algunas reflexiones mías a unos cuantos pasajes esco-

gidos. Cuando llegué al capítulo cuatro de Mateo repasé en mi memoria lo que yo mismo había meditado, o había leído en las meditaciones de otros, sobre aquella preñadísima exposición de las tentaciones de Cristo, y me sentí profundamente conmovido tanto por la meditación de la doctrina, a la vez recóndita y grandemente necesaria con la que Cristo parece amonestar a su Iglesia en esa como pintura de su lucha con el diablo, como por el dolor que me producía la indolencia y desidia vergonzosísima de quienes hasta hora habían estado al frente de la iglesia [...]. En efecto, no me contenté con explicar, atendiéndome a los límites que me había propuesto, los términos y las ideas del texto, sino que quise además mostrar como con el dedo a las realidades mismas que apuntaban [...] para así avisar más eficazmente a la iglesia de nuestro tiempo de los peligros que la ha sucedido de manera tan importante... Me pareció, pues, conveniente publicar este opúsculo por separado... y dedicarlo a vuestro nombre en memoria de vuestra caridad y beneficencia para conmigo, y recíprocamente de mi perpetua gratitud y gran consideración hacia vosotros, conociendo vuestra piedad y ardentísmo celo por la gloria de Dios, y sabiendo que, si bien tenéis poca necesidad de amonestaciones de esta clase, no pueden tampoco desagradaros...

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Pictograma con el que firmaba Casiodoro de Reina


PEREZ

DE PINEDA EL PUBLICISTA HETERODOXO

Existe una gran controversia sobre los orígenes del escritor protestante Juan Pérez de Pineda, Montilla (Córdoba) 1495 - París (Francia), 1566. Si se sabe que fue un biblista y publicista protestante, traductor de los Salmos y del Nuevo Testamento al castellano, editor de Juan de Valdés y autor de varios tratados de edificación y controversia. Identificado por E. Boehmer con el doctor Juan Pérez, clérigo en funciones de secretario de la Embajada de España en Roma entre 1526 y 1530, aunque Menéndez Pelayo expresa sus dudas, pero no prueba lo contrario —como tampoco ha sido probado después, no obstante, la cuantiosa documentación exhumada—, de forma que hoy es aceptado que Juan Pérez, clérigo diplomático, y Juan Pérez de Pineda, clérigo y publicista adscrito a la Reforma son una misma persona. De la primera fase de su vida apenas se tienen noticias, salvo su nacimiento en Montilla en los últimos años del siglo xv, su formación universitaria y ordenación sacerdotal en Sevilla, y su adscripción en circunstancias desconocidas (debió acompañar a algún prominente personaje) a la Embajada española en Roma (1526), empleo que hizo compatible con un beneficio eclesiástico en España. (Juan Bautista Vilar, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia)

Fragmento de la introducción de Cipriano de Valera a su “Biblia del Cántaro” (revisión de la “Biblia del Oso”), donde menciona la impresión del Nuevo Testamento traducido por Juan Pérez e introducida en España por Julián Hernández.

A

lgunos afirman que Juan Pérez fue encargado de negocios del emperador Carlos V y testigo directo de los acontecimientos del saqueo de Roma por las tropas imperiales. Sin embargo, la primera noticia absolutamente cierta es su estadía en Sevilla como rector del Colegio de la Doctrina.

En Ginebra Pérez de Pineda imprimió su traducción del Nuevo Testamento, para la cual se ayudó de las traducciones que hicieran Francisco de Enzinas y Juan de Valdés; también tradujo e imprimió los Salmos y durante tres años fue el predicador de la congregación de habla española que vivía en esa ciudad. La traducción de los Salmos, concluida en 1557, está dedicada

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a la hermana de Carlos V, María de Austria, regente de los Países Bajos. Marcelino Menéndez Pelayo alaba esta traducción como la mejor sin disputa. En un segundo auto de fe que tuvo lugar en 1560, Juan Pérez de Pineda fue carbonizado en efigie junto con el Dr. Egidio, cuyo cadáver había sido desenterrado para la ocasión, y la de Constantino Ponce. En ese mismo auto fueron quemadas catorce personas, entre ellas el citado Julián Hernández, alias “Julianillo”, relajado por contrabando de literatura protestante en Sevilla. También escribió el reformador español una Epístola Consolatoria en 1560, destinada a fortalecer los ánimos de los protestantes españoles que sufrían los rigores de la Inquisición, y una Carta (1557) dirigida a Felipe II para exhortarle a poner remedio a los males de la nación. Durante los últimos días de su vida, Juan Pérez de Pineda sirvió de capellán a la duquesa Renata de Ferrara, quien había hecho de sus dominios territorio de acogida para los protestantes perseguidos. Antes de morir, Pérez de Pineda dejó todos sus bienes para sufragar los gastos de la impresión de la Biblia del Oso. El primer resumen de su vida y obra, fue redactado por los Inquisidores y se encuentra en la Relación del Auto Público de Fe, celebrado en la Plaza del San Francisco, en Sevilla, el 22 de diciembre de 1560; donde fue quemado en estatua: “El Doctor Juan Pérez de Pineda, que dijo estar en la casa de la doctrina de los Niños de esta ciudad, natural de montilla, ausente, contumaz, relajado en estatua por hereje luterano, dogmatizador, engañador de la dicha secta y componedor de libros heréticos, falsos y prohibidos y distribuidor de ellos; con confiscación de bienes.”

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“Sin el Evangelio no podemos andar sino descaminados y perdidos. Mas por conocerlo y recibirlo, somos hechos hijos de Dios, consortes de los Santos, ciudadanos del Reino de los cielos, hermanos y herederos de Jesucristo, Por el cual somos llenos de bienes y libres de todo mal. El Evangelio es Palabra de verdad y es fuente de vida; es potencia de Dios para dar salud a todos los que la creen y reciben. Cristianos, entended y sabed esto en que tanto va; porque el ignorante perecerá con su ignorancia; el que ama las tinieblas, será hijo y heredero de ellas; y el ciego que sigue a otro ciego, caerá con él en el hoyo. Un solo camino hay de salud, que es conocer y seguir a Cristo; tener fe y esperanza en Dios y ferviente caridad con el prójimo. Si menospreciáis ver, oir y leer el Evangelio, que es el medio de conseguir estos bienes, ¿dónde está, veamos vuestra esperanza; ¿en qué tenéis fundada vuestra felicidad? ¿Quién os dará socorro al tiempo de menester?; ¿qué tal pensáis que será vuestro fin? Si los que aman al mundo sufren tantos cansancios y fatigas por gozar por sus vanos placeres, nosotros que somos llamados a conocer, amar y gozar de Dios, ¿por qué no nos emplearemos en leerla, entenderla y tratarla familiarmente? “

Juan Perez de Pineda


CASIODORO

DE REINA y su confesion de fe espanola

D

esde luego que el siglo XVI no fue la hora de la Reforma en España. Ello se debió a numerosos factores: el más conocido y citado, la fiereza de la Inquisición y la contrareforma. Raramente se señalan factores políticos, como por ejemplo el Sacro Imperio Romano Germánico, entidad política que tendía a unificar la Europa cristiana y cuya cabeza nominal era, por primera vez, el monarca español Carlos I. En efecto, la Reforma y el Imperio eran realidades antagónicas: El principio de la Reforma, la soberanía de las naciones y la autonomía de las Iglesias, se opone al principio de hegemonía supranacional del Imperio y el papado de Roma.

Ya sea por la Inquisición o por el Imperio, la aportación española a la Reforma fue muy reducida, por no decir marginal. En el interior de España, dos congregaciones protestantes, una en Valladolid y otra en Sevilla, serán descubiertas y fulminadas en los autos de fe de 24 de Sep 1559; 22 Diciembre 1560 y 28 Octubre 1562. Como consecuencia, algunas decenas de refugiados españoles van a encontrarse lejos de su patria, en medio de un continente en plena agitación política y religiosa, es la época en la que las diferentes iglesias protestantes delimitarán sus fronteras, frente al catolicismo romano pero también entre ellas. Entre estos refugiados, cabe destacar un grupo de monjes jerónimo procedentes del monasterio de San Isidoro, en Santiponce, Sevilla. Estos monjes vivirán la ex-

Lutero y el círculo de reformadores. © Deutsches Historisches Museum

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periencia brusca de la huida del país el año 1557, antes de la gran redada de la Inquisición sobre los protestantes clandestinos en España. En pocos años, estos monjes pasarán directamente del monasterio al ministerio en las diferentes Iglesias de la Reforma. Desgraciadamente, estos personajes no han sido muy estudiados, aunque ciertamente pueden ofrecer unas perspectivas nuevas de ese inmenso movimiento histórico que fue la Reforma, aportando detalles de la misma que pueden ser significativos, algo así como una visión de su trastienda. Además, como españoles, tenemos el interés añadido de comprender las razones del fracaso del protestantismo español en el exilio. Aunque tal vez sea difícil de admitir, hay que hablar de fracaso, puesto que este protestantismo, hablando en términos generales, no consiguió perdurar ni hacer una aportación decisiva para las generaciones venideras. La excepción es la traducción de la Biblia al español, todavía hoy en vigor en nuestro país y en el mundo de habla hispana, la venerable Reina-Valera. El traductor de esta Biblia española fue, como sabemos, Casiodoro de Reina (¿1520?-1594). Sin embargo, existe otro aspecto de su obra extremadamente interesante y mucho menos conocido: La Confesión de fe cristiana, que a veces se conoce, sobretodo en Inglaterra, como la Confesión de fe española. Dar el título de española a esta confesión es sin duda exagerado, puesto que en España es prácticamente desconocida y en el extranjero, ignorada, a excepción de la ya citada Inglaterra, a quién debemos una publicación reciente.Para abordar el estudio de este documento, un buen punto de partida es el ofrecido por uno de los mayores estudiosos de los protestantes españoles, curiosamente un inglés, el historiador Gordon Kinder, quien ha editado la publicación de la confesión de fe de Reina. Acerca de esta confesión, Kinder afirma que: “Es posible definir nuestro documento como un documento que enfatiza las

manifestaciones prácticas del cristianismo y la expresión bíblica más bien que las formulaciones teológicas, como un documento al cual su naturaleza ad hoc y la personalidad de su principal autor han conferido una forma extremadamente personal. Sin embargo, el equilibrio entre, por un lado, la fidelidad a las fuentes bíblicas y, por otro lado, a las formulaciones tradicionales, no era fácil, y así Reina a menudo estaba obligado a estar muy cerca de la heterodoxia protestante” Resumiendo a Kinder, la confesión de Reina es un documento (1) de carácter bíblico y práctico, (2) por su forma y contenido, muy personal, y (3) problemático desde el punto de vista doctrinal. Esta última característica es sin duda la más destacable de la obra. Podemos afirmar que Reina hace gala de una marcada ambigüedad doctrinal, una ambigüedad doctrinal que podría haber pasado inadvertida en nuestros días, pero que ciertamente la Reforma del siglo XVI no estaba ni preparada ni dispuesta a admitir. No es sorprendente constatar que, por todas es-

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Edición contemporánea de “La confesión de fe cristiana” de Casiodoro de Reina. Con el Monasterio de San Isidoro den la portada.


tas razones, la confesión de Reina no haya podido convertirse en un documento doctrinal válido para la Iglesia. Más bien sucedió lo contrario: en su día generó una fuerte polémica y con el tiempo, ha pasado al olvido. Un estudio en detalle de la confesión confirmará estas afirmaciones. Pero dado que este documento está tan fuertemente marcado por su autor, es necesario comenzar considerando la figura de Casiodoro de Reina, tratando de discernir en su accidentada biografía los factores que se dejan ver en su obra. Casiodoro de Reina. Orígenes. Para hablar de la vida de Reina, antes que nada hemos de avanzar que no tenemos precisamente una gran abundancia de fuentes que nos informen de su vida y eso hace que no se sepa a ciencia cierta sobre sus orígenes. Con las debidas precauciones, pues, podemos barajar lo que se dice de Reina: que probablemente nació en 1520, que provenía de una familia de convertidos y que había estudiado en la universidad de Sevilla. Lo que es absolutamente cierto es que, como es sabido por todos, Reina era monje en el monasterio de San Isidro de Sevilla, un convento “tocado” por el protestantismo, seguramente por las obras de Calvino. Es un hecho significativo que cuando el convento se pone en el punto de mira de la Inquisición, todos los monjes que huirán de España toman invariablemente el camino de Ginebra. Unos lo harán por el sur de Francia, otros por mar hasta los Países Bajos para remontar luego el valle del Rin. Nos podemos poner por un momento en la piel de estos monjes: de llevar una vida apacible de estudio y oración en el sur de España pasan de la noche a la mañana a encontrarse en medio de una Europa agitada, a marchar por unos caminos llenos de peligros –ladrones, espías de Felipe II o de la Inquisición–, condenados a vivir en el exilio hasta su muerte. Este heroísmo de nuestros padres en la fe, cuya memoria debería ser mantenida para siempre, nos recuerda una lección que nos cuesta recibir: que no se abre camino para la Palabra de Dios sin sufrimiento.

Casiodoro de Reina llega pues a Ginebra hacia el año 1557. La fecha es segura pero una vez más, la falta de datos planea sobre el periodo de su estancia en la ciudad de Calvino. El parecer de los historiadores difiere. Según Hauben, Reina será el pastor de una minúscula congregación española en Ginebra. Según van Lennep, Reina se integra en la iglesia protestante italiana de esta ciudad. El punto de vista más reciente, y a nuestro parecer más creíble, es el de Kinder, quien afirma que Reina ciertamente se integró en la pequeña congregación española de Ginebra de la cual el pastor era Juan Pérez de Pineda. A favor de esta hipótesis se encuentran las dificultades que pronto surgiran entre Casiodoro de Reina y Juan Pérez de Pineda. Este último seguía las directrices oficiales de la Iglesia de Ginebra en lo que respecta a los anabaptistas. Reina rechaza el rigor contra otros protestantes y seguramente por ello persuadirá entonces a algunos miembros de la congregación española –entre otros, sus padres, sus hermanos y el prior del monasterio de Sevilla, Francisco Farias– a irse con él a Londres. A causa de este episodio, el pastor Juan Pérez llamará a Reina, tal vez con una cierta ironía, “el Moisés de los españoles”. Reina en Londres. La ascensión al trono de Elisabeth I, el 19 de enero de 1559, trae no solamente a los exiliados protestantes ingleses sino también a protestantes extranjeros. En Londres se abrían nuevas perspectivas para la Reforma bajo los auspicios de una reina que toma el título de gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra. Sin duda, Casiodoro de Reina buscaba el apoyo necesario para su proyecto de traducción de la Biblia completa al español, un proyecto al cual el ex-monje, en su penuria, se consagra desde el primer momento de su huida de España. Una vez en Londres, Reina asiste a la Iglesia Reformada Francesa, pero al mismo tiempo empieza a hacer, con éxito, reuniones privadas en las casas, para reunir a todos

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los protestantes españoles que se encuentran dispersos en las otras congregaciones. Es así como comienza a pedir el reconocimiento de este grupo de cristianos como Iglesia Reformada Española, al mismo nivel que la Iglesia Francesa o la Holandesa. Por supuesto, Reina sería el pastor de esa Iglesia española.

Retrato Darnley de la Reina Elizabeth I (1575)

Hay que decir que las otras Iglesias se opusieron a esta primera petición de Reina. La razón hay que buscarla en la vinculación automática que en aquella época se hacía entre los nombres de español y Miguel Servet. De hecho, la disputa con Servet estaba todavía relativamente reciente (ocurrió en 1553). Se podría aducir que las sospechas de las otras iglesias reformadas se trataba de un prejuicio anti-español, pero lo cierto es que Reina también había llamado la atención al consistorio francés, que comenzaba a considerarlo como un elemento doctrinalmente sospechoso. De hecho, Reina mismo había expresado su rechazo al fin dado a su compatriota Servet. Además, también entró en contacto con dos excluidos de la Iglesia reformada: el holandés Adriaan Haemstede, quien como

Reina se había manifestado contra la exclusión de los anabaptistas de las Iglesias reformadas, y el italiano Acontius, partidario de Sebastian Castellio (había escrito: si se mata un hombre para defender una doctrina, no se defiende una doctrina, se mata un hombre) oponente de Calvino en Ginebra,. Por último, en Inglaterra Reina podrá profundizar la lectura de los grandes teólogos reformados, Lutero, Calvino, Zwingli, pero también la de los hombres de la reforma radical, como Velsius, Schwenckfeld y Osiander. En definitiva, las dudas acerca de la ortodoxia del español encuentran un terreno abonado en el talante y actividades de Reina. De los requisitos para que el conventículo español fuera reconocido como iglesia reformada, el principal era la redacción de la Confesión de Fe. Reina se encarga de esta tarea y la confesión de fe será así formalmente presentada el 21 de enero de 1560 - a veces ha habido problemas para precisar el año, ya que en Inglaterra, en aquella época, el Año Nuevo era el 25 de marzo-. El resultado: ni el consistorio francés ni el holandés la encuentran aceptable como símbolo de fe reformada. Como veremos, el problema se encuentra en los artículos sobre la Trinidad y los sacramentos. Asimismo, los consistorios reformados precisan que el artículo sobre la autoridad civil necesita ser aclarado. El 11 de marzo, por lo tanto cerca del Año Nuevo, el consistorio francés se entera de que los holandeses han convocado a Reina. Curiosamente, la entrevista no gira en torno a la doctrina de la confesión sino al hecho de que se empezaba a notar la salida de miembros de las otras congregaciones hacia el conventículo español. Se trataba, pues, de una especie de llamada al orden a Reina, quien se excusa ante el consistorio holandés diciendo que estaba muy ocupado. No parece que la confesión de fe haya sido en algún momento aceptada por las demás congregaciones reformadas de Londres, condición previa para que el grupo dirigido por Reina fuera reconocido como Iglesia. En

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el Diálogo de Poissy, celebrado e Francia durante este periodo (1560) y al que Reina asiste, la confesión será acusada por la Iglesia reformada francesa de cripto-luteranismo. Pero, a pesar del rechazo de los correligionarios, el grupo español empezará a funcionar como congregación independiente. Para ello, Reina se dirige directamente a la reina Elisabeth, solicitando un lugar de culto, quien finalmente concederá los locales de una capilla abandonada en la calle St Mary Axe – al parecer, todavía hoy existe esa calle, no así la capilla. Asimismo, Reina empieza a percibir una pensión real de 60 libras al año. Durante algunos años, habrá una congregación reformada española en Londres, que se llegará a reunir tres veces por semana. Esta situación favorable no perdurará mucho tiempo. En primer lugar, Casiodoro de Reina se casa… lo que levantará contra él las iras de la reina Elisabeth, quien sentía un rechazo visceral hacia los clérigos casados – puede que la pensión real le hubiera sido retirada. En segundo lugar, la Iglesia española en Londres y Reina mismo llaman, como no podía ser de otra manera, la atención del embajador español en Londres, Álvaro de la Cuadra. Se intuye fácilmente la intención con la que el rey de España, Felipe II, pide por carta al embajador que consiga que Reina salga de Inglaterra. De esta manera, en otoño de 1563 estalla un gravísimo escándalo: Reina es acusado, seguramente por agentes provocadores españoles, por faltas morales que van desde la sodomía hasta el adulterio, y también por herejía. El obispo de Londres, Grindal, amigo de Reina, abre entonces una investigación y la confesión de fe tendrá que ser estudiada en detalle. Frente a estos ataques, la reacción de Reina es totalmente inesperada: súbitamente abandona Inglaterra, con su mujer incluso disfrazada de marinero. ¿Se trata de cobardía? ¿O de la convicción de no tener un juicio justo, después de haber contrariado a la misma reina de Inglaterra? ¿O más bien Reina vislumbra la posibilidad de continuar tranquilamente la traducción de la Biblia en

uno de los castillos del reino de Navarra, como otro ex-monje de Sevilla, bien conocido en Inglaterra, Antonio del Corro, pastor reformado en el Béarn, parece sugerirle? Seguramente que no se tenga que elegir: en ese trance, todas estas razones estarían presentes al mismo tiempo en el espíritu de Reina. En todo caso, como consecuencia de su salida, la Iglesia Reformada Española en Londres desaparecerá definitivamente. Algunos miembros se integran en la congregación italiana, otros en la francesa. Evolución posterior Reina comienza entonces un largo peregrinaje a través del continente. En un primer momento, aparece en Amberes, pero abandonará la ciudad ya que la corona española pone precio a su cabeza. Se instala posteriormente en Francfort, donde permanecerá la mayor parte del resto de su vida. Reina continúa allí la traducción de la Biblia, pero a veces tiene que trabajar: como obrero, luego como profesor para ricas familias judías, y finalmente se convertirá en un comerciante de seda. En todo caso, Reina jamás renunciará a ejercer un ministerio pastoral. En 1565, el consistorio reformado de Estrasburgo le ofrece el cargo de pastor. Reina parece interesado en seguir los pasos del reformador Martin Bucer, pero encuentra allí oposiciones importantes. Tres teólogos presentan un testimonio formal

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Martin Bucer, 1491-1551


en contra de su ministerio, entre ellos, Gaspar Oleviano, uno de los redactores del Catecismo de Heidelberg. Oleviano manifiesta dudas acerca de las opiniones de Reina acerca de la ascensión del Señor, su lugar a la derecha de Dios Padre y la eucaristía, tres temas que en teología sistemática están íntimamente relacionados. Contrariamente a las ambigüedades de Reina expresadas en la confesión de Londres, Oleviano tenía una opinión clarísima con respecto a estos temas, como se puede comprobar al leer las preguntas número 48 y 78 del Catecismo de Heidelberg. Por consiguiente, Reina debe explicar sus posiciones teológicas en una carta dirigida a la congregación. Haciendo gala de una gran habilidad, Reina consigue presentar las diferentes posiciones sobre estos temas entre los reformadores, y sirviéndose de Bucer, contesta las enseñanzas de Oleviano. Reina todavía necesitará escribir una segunda carta para dar explicaciones suplementarias. A pesar de que convence al consistorio de Estrasburgo, su éxito no es completo, ya que en el camino de su defensa se granjea enemistades importantes: sus explicaciones conducen al sucesor de Calvino en Ginebra, Teodoro de Beza, a la conclusión de que, en el fondo, Reina era un luterano… mientras que Oleviano no olvidará jamás que Reina haya citado a Bucer contra él. Finalmente, es Reina mismo quien no acepta el cargo de pastor en Estrasburgo. Por aquel entonces, Reina se encontraba en un momento muy importante de su vida, puesto que estaba a punto de publicar su traducción de la Biblia. Es así como en 1569, tras once años de trabajo, la Biblia española, conocida como la Biblia del Oso, ve la luz en la ciudad de Basilea. En 1570, se publican 2600 ejemplares y, en 1573, Reina dedica un ejemplar a la Biblioteca de Francfort, donde residía. Allí continuará en un tranquilo retiro de la vida pública hasta 1578, siendo admitido, a pesar del disgusto de Teodoro de Beza, como miembro de la congregación reformada Valona. Asimismo, las autoridades luteranas de la ciudad le conceden asimismo la ciudadanía

honoraria – Reina, por su parte, no abandonará nunca su nacionalidad española. En 1577, Reina recibe otra oferta de ministerio reformado en Polonia, pero renuncia, ya sea por la edad, salud u otra causa… En todo caso, un año después, en 1578, Reina será invitado por la congregación Valona de la ciudad de Amberes para ser su pastor. Por fin, Reina acepta el cargo. Solo un pequeño detalle de importancia: ¡la congregación era luterana! Antes de tomar el cargo de pastor, Reina debía reparar el escándalo que quince años antes había provocado su huida de Londres. La necesidad de hacerlo es evidente: todo pastor debe tener una buena reputación. La comisión que años antes había tratado las denuncias contra Reina se reúne de nuevo y rápidamente le declara inocente de todas las acusaciones morales y, poco tiempo después, en marzo 1579, también de las acusaciones doctrinales – a excepción de algunas inconsistencias encontradas en relación con el bautismo de niños. La reputación de Reina como biblista, así como la torpe actividad del embajador español en contra suyo, ciertamente le fue de ayuda. Durante el proceso, Reina quiso clarificar su posición en el tema más polémico entre luteranos y reformados, la Santa Cena. Es así como en el 19 de marzo de 1579, Reina escribe sus Cinco artículos de fe. Otra vez se pone de manifiesto la gran habilidad de Reina, puesto que con esta obra consigue convencer a las Iglesias reformadas Valonas de Amberes y de Francfort, las cuales aceptan totalmente las resoluciones de la comisión Grindal, el viejo amigo de Reina, quién es ahora el arzobispo de Canterbury. Sin embargo, el consistorio francés de Londres y, tras él, Beza mismo, permanecen inamovibles en su rechazo de las resoluciones y de la persona de Reina. Esta posición intransigente –o firme, según se mire– contribuyó, según Hauben, a la pérdida de influencia de la corriente calvinista ortodoxa en la Iglesia de Inglaterra a finales del siglo XVI. En definitiva, Reina será el pastor de la Iglesia luterana francófona de Amberes des-

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Ilustración de las actas de la Confesión de Augsburgo celebrada el 25 de junio de 1530.

de 1579 hasta 1585, fecha de la conquista de la ciudad por los ejércitos españoles del Duque de Parma. Una vez más, debemos destacar la habilidad de Reina durante este periodo para dirigir su congregación luterana en medio de una región reformada y en guerra contra los españoles. Reina consigue aproximarse a la fe dominante y ganarse la protección de los poderes civiles. Tras la toma de Amberes, Reina se exilia con la mayor parte de su congregación en Francfort. Dejará por un tiempo el ministerio, pero, por las insistencias de muchos ciudadanos, en 1593 será el nuevo co-pastor de esta Iglesia, que tendrá un francés, Antoine Serray de Montbéliard, como pastor oficial. Reina continuará en el ministerio hasta su muerte, el 15 de marzo de 1594. Su hijo, Marcos Casiodoro de Reina, será el pastor de esta misma congregación hasta 1625. Conclusión Casiodoro de Reina, un personaje absolutamente asombroso, a veces enigmático. Una vida llena de aventuras y, en el terreno eclesiástico, dividido entre dos Iglesias, la reformada y la luterana. Un exiliado de la iglesia católico-romana y un protestante que

no encuentra su lugar, a pesar de que consiga ser un respetado prohombre y un biblista de talla. Sus principios son los de un calvinista no muy rígido –¿o tal vez debería decirse no muy convencido?– por lo que la distancia con la ortodoxia reformada no cesará de aumentar, hasta que la abandone definitivamente. Fue, en definitiva, un pastor a caballo entre entre dos sistemas teológicos y dos iglesias, por lo que pagó el precio durante toda su vida: por su unión al luteranismo, Reina será objeto de temor y desprecio por parte de los reformados, pero a su vez, a causa de su ambigüedad, también será sospechoso de cripto calvinismo ante los luteranos ortodoxos, algunos incluso de su misma congregación. Esta posición doctrinal se manifestará de manera evidente en su confesión de fe. La Confesión de fe española escrita por Casiodoro de Reina era, al mismo tiempo, la herencia del pasado sevillano y un intento constructivo de articular las señas de identidad de una comunidad de exiliados en camino. Fuentes: Kinder, A.G., ed. Confession de Fe Christiana The Spanish Protestant Confession of Faith (Londres 1560/1561), Coll. Exeter Hispanic Texts XLVI (Exeter: University of Exeter, 1988). Doris Moreno. Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI. Centro de Estudios Andaluces. ah Andalucía en la Historia. Biografías. 2018.

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MICRORELATO

POR UNAS MONEDAS POR ADRÍAN FONSECA

Escritor, comunicador y diseñador publicitario.

— ¡Aahhhhh!—El hombre se reincorporó sudoroso, con el rostro desencajado y dando un susto enorme a su esposa, quién yacía a su lado. —¿Otra vez, Ramón?— La mujer preguntó, consciente de que aquella vez tampoco recibiría respuesta. El hombre se limitó a mirarla y, tras aspirar profundamente, se levantó del catre dejando a la mujer con el ceño fruncido. —Pero, ¿a dónde vas a estas horas, si se puede saber? —volvió a preguntar, al verlo que cogía sus atuendos. Desde que habían emigrado a la bulliciosa Londres, sus vidas no había sido fácil del todo, pero se defendían. Él era un reconocido artesano del cuero, profesión que había aprendido de su padre, en la sierra de Cádiz, de donde eran; ella, por su parte, ayudaba en la cocina de una buena familia al norte de la ciudad; lo suficiente como para vivir, sin lujos, pero sin carencias. Sin embargo, desde hacía un par de semanas, su esposo parecía estar más preocupado de lo que había sido ordinario y ahora, aquellas pesadillas... —¡Ramón!— insistió una vez más, en un tono demasiado elevado, al ver como su marido desaparecía de la habitación. Ramón ignoró la exaltación de la mujer y dirigiéndose a la sala principal, sacó una maceta del tiesto en el que estaba alojando, dejando ver en el fondo, una pequeña bolsa de cuero, igual a las que él mismo vendía en su pequeño establecimiento. La tomó en sus manos y, acariciándola, notó las formas de las monedas que apretaban contra la piel. El hombre volvió a suspirar y tras hacer una mueca con la boca, la dejó caer su bolsillo. Aun permanecía con la mirada perdida en la distancia de una pared que tenía a pocos metros, cuando una voz lo distrajo de sus pensamientos. —¿Me vas a contar que te pasa? La mujer terminaba de apretarse una especie de batín de lana que la resguardaba del frío que hacía en aquel lugar, a pesar de estar ya en Mayo. Su esposo la miró y sin perder aquel aire místico, preguntó sin contestar.

—¿Crees que Judas tuvo la opción de arrepentirse antes de ver como se llevaban al Señor? Elena, que era como se llamaba la mujer, se encogió de hombros. Lo cierto es que no sabía mucho de las escrituras, más que lo que había aprendido aquellos pocos meses que llevaban asistiendo a la pequeña comunidad protestante de lengua española y que dirigía, con pasión, un antiguo monje jerónimo huido de España. — Pienso que—contestó de manera dubitativa—todos somos responsables de nuestros actos, así que supongo que sí. El hombre la miró unos segundos antes de sonreir. Como siempre, ella tenía razón. Se acercó y tomándola por la cintura, la besó en la frente. —Vuelvo en seguida, ¿si?—habló antes de asentir, dejándole claro que por ahora no le podría contar nada. Pero ella lo conocía bien y sabía que, más tarde que temprano, su marido le declararía cual era el motivo que parecía atormentarle en gran manera. Londres de noche no era el mejor escenario para transitar; ladrones, bandidos, asesinos y todo tipo de malhechores merodeaban por cada callejón esperando a su presa, igual que una araña espera en su tela, pero no podía dejarlo ni un minuto más. Nunca debería haber aceptado aquel trato, ni haberse dejado embaucar y mucho menos, aceptar aquella sarta de injurias y mentiras que aquellos querían hacer pasar por verdades, aunque todos sabían que no eran más que un puñado de embustes sin sentido. Al fin llegó a la primera de sus paradas y subiendo los peldaños de la pequeña escalera que franqueaba la puerta del edificio, golpeó con decisión. Ante la insistencia, alguien gritó desde el otro lado, en un inglés pobre. —¡Váyase, quien quiera que sea! ¿Por Dios, no sabe que hora es? Pero Ramón estaba determinado. —¡Monsieur Dumont, abra! ¡Soy Maese Aguado! ¡Abra, he dicho! —gritaba cada vez más fuerte.

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Finalmente, el sonido de los cerrojos sonó con estruendo y la puerta se abrió unos pocos centímetros, lo suficiente para que Dumont dejase ver su cara. —¿Monsieur Aguado?—preguntó en su pronunciado acento francés —. ¿Qué hace aquí? Y, ¡a estas horas! Ramón ignoró la pregunta y sacando la pequeña bolsa de su bolsillo, la introdujo por el poco espacio que el hombre había dejado entre la puerta y el marco. —Monsiur Dumont, creo que me precipité en aceptar el trato—dijo, ante la mirada sorpresiva del hombre—. No esta bien lo que están haciendo y yo, no puedo ser parte de algo así. Si me hace usted el favor, tomé el dinero. El hombre lo miró incrédulo, como si el estado en el que se encontraba por el importunio de haber sido despertado no le dejara pensar con claridad. —¿Cómo?—preguntó confundido, ala vez que tomaba la bolsa de cuero en su mano. —Lo dicho—contestó Ramón, quien sentía como era liberado de un gran peso—. Que no cuente conmigo para sus maquinaciones. Buenas noches. Y dándose media vuelta, sintió aquella mirada posada en su nuca. Cuando llevaba varios metros, oyó como le increpaban a su espalda. —¡Esto no quedará así, Monsiur Aguado! ¡Esto tendrá sus consecuencias! Sin embargo, ahora se sentía tan ligero que ni todas las amenazas del mundo podrían afectarle. Sin detenerse y sin mirar hacia atrás, levantó el brazo a modo de saludo y siguió camino calle abajo. Tardó al menos media hora en llegar al otro lugar al que debía dirigirse y plantándose frente a la puerta de aquel otro edificio, pensó primero en lo que iba a decir. Cuando lo hubo decidido, golpeó con suavidad. Debió hacerlo varias veces más, hasta que finalmente alguien pareció haber despertado en la casa. —¿Quién vive?—preguntaron desde el interior. —Soy Maese Aguado, el curtidor—contestó, tras tomar aire—. Necesito hablar con Maese Reina. Es muy importante. Ramón oyó voces en el interior y un minuto

más tarde, la puerta se abría mostrando a un hombre menudo, enfundado en una suerte de camisón de tela gorda. —Maese Aguado, ¿Y esta horas?—habló en un perfecto castellano. — Soy consciente de ello hermano Velazco—contestó tras asentir—, pero es muy, muy importante. Quizás hasta de vida o muerte. El antiguo monje encogió la boca y tras suspirar, abrió la boca dejando ver a otro de los habitantes de la casa, quién como el resto, había sido monje años atrás y debió huir de España al aceptar el protestantismo como su nueva fe. —Hermano Simón, acompañe a Maese Aguado hasta el Salón. Yo despertaré al hermano Reina —se dirigió al otro hombre que permanecía junto a él. Mientras dejaba que su compañero dirigiera al inoportuno visitante hasta el interior, él mismo subía las escaleras hasta la primera planta en donde se encontraban las habitaciones. Al antiguo jerónimo no le gustaba molestar a quién se había convertido en pastor de la congregación que lideraban, ya que últimamente, pasaba hasta altas horas de la noche trabajando en un proyecto al que había puesto todo su empeño y que, siendo secreto, por supuesto conocían todos dentro y fuera de aquellas paredes: la traducción completa de las Sagradas Escrituras al castellano. Sin embargo, aquella era una empresa que no gozaba la simpatía de todos, de hecho, muchos se esmeraban en poner piedras en el camino para que aquella obra nunca llegara a publicarse. Ramón esperó impaciente hasta que el antiguo monje apareció, somnoliento. —Maese Aguado—dijo con voz bronca—. Me dicen que necesita hablar conmigo. ¿Todo bien en casa? Ramón lo miró y aceptó la invitación de sentarse quedando frente por frente al propio Casiodoro. —Si... esto—dudó—todo bien, ...gracias a Dios. —Aquellas últimas palabras le costaron más que de costumbre. —Pues usted dirá. El exmonje fue al grano. Estaba muy cansado y querría regresar al catre cuanto antes. —Mire señor...—comenzó, antes de ser interrumpido.

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—Maese... hermano mío. Señor solo hay uno y, le aseguro que no soy yo. Ramón soltó una risilla nerviosa, antes de volver a intentarlo. —Hermano Reina—dijo, percibiendo la aprobación de quién tenía delante—. Quería confesarle algo terrible. Algo que de hecho, habría atentado contra usted, poniendo en riesgo su integridad física y, ahora me doy cuenta que también la de otros. Un golpe al fondo les hizo ver que no estaban solos en la sala. Ramón se giró antes de hablar para todos. —De verás que no sé que me pudo pasar para aceptar el trato, pero he devuelto el dinero y les he dicho que no cuenten conmigo para nada. El resto de hermanos se acercaron colocándose junto al que era su pastor, inquietos por aquellas palabras y, puesto que era algo que les afectaba a todos, Reina no puso objeción a que se quedaran. —Veamos, hermano. —Casiodoro usó un tono amable y, al usar el término hermano, evidenció que para nada lo reprobaba, fuese lo que fuese lo que hubiera hecho—. ¿Por qué no nos cuenta el asunto con más detalle? El hombre tragó saliva y suspirando, comenzó a contarle toda la historia. Al parecer y sabidos lo congregantes de otras comunidades calvinistas, especialmente francesas y flamencas, que Maese Aguado era asistente a la polémica congregación de españoles, quienes habían adquirido la fama de acoger a aquellos italianos y neerlandeses que habían caído en desgracia en sus propias iglesias, decidieron tentar al artesano con la intención de que éste denunciara al lider de dicha comunidad de algún delito ¡incluso hasta del crimen nefando, si fuese necesario! Pero no solo al curtidor, sino que habían estado tentando a otros quienes como él, no habían forjado el suficiente arraigo a las enseñanzas evangélicas o a la propia comunidad, que le alimentaba la fe. Casiodoro de Reina oía con preocupación la narración de los acontecimientos, no tanto por él, quién había aprendido a huir con los años, sino por todas aquellas ovejas que con tanta pasión, había aprendido a pastorear. Cuando parecía haber terminado, todos permanecieron en silencio, demasiado afectados como para hablar.

—Pero no es todo—Ramón habló una vez más, sintiendo todas las miradas sobre su persona—. He oído que la propia inquisición ha infiltrado a alguien para destruirle desde dentro. Aquello fue demasiado. Velazco, quien le había abierto la puerta, habló. —Hermano Reina, esto es demasiado. Quizás deberíamos valorar el cambiar de domicilio otra vez... Tal vez, Frankfort o Amberes. Casiodoro, quién no había levantado la mirada del suelo desde hacía rato, oyó aquellas palabras, pero no contestó. ¿Es que no le iban a dejar en paz? ¿Acaso podría acabar la misión que se había impuesto de traducir la bendita Palabra de Dios, para que estuviese disponible para todo el pueblo? Pero, lo que más le dolía era que, gran parte de todo aquel ataque, provenía de las propias filas de los reformados, aquellos a los que consideraba sus hermanos. —Yo ya dije, que debíamos medir nuestras palabras en favor de los anabaptistas o las críticas por lo de Servet. Que eso podría traernos consecuencias de las filas más conservadoras. —¡Hermano Solís!—fue recriminado por otro de los exmonjes—. No es momento de eso. Además —siguió hablando—, ya un día debimos huir de los católicos por nuestras creencias, ¿también debemos escondernos ahora de los propios reformados? Casiodoro levantó finalmente la mirada del suelo y suspirando, colocó su mano sobre el hombro del curtidor. —Hermano Aguado, ha sido muy valiente y le estaré profundamente agradecido. Ahora, sin nos permite, tenemos mucho que decidir. Ramón asintió y levantándose, permitió que alguien lo acompañara a la salida. De vuelta a casa, sintió que aun el aire contaminado por el hollín de tantas chimeneas, le parecía fresco y, todo el peso que había soportado sobre sus hombros las últimas semanas había desaparecido. Sin embargo, no era consciente de que aquello que acababa de pasar, cambiaría la historia de Europa y quizás del mundo, para siempre. No mucho después, Casiodoro abandonaba Londres ante el peligro creciente de tanta conjura, llegando a Amberes, donde pronto concluiría con la traducción que se llegaría a conocer como la Biblia del Oso.

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ASOCIACIÓN CULTURAL FONDO HISTÓRICO DEL EVANGELIO EN SEVILLA ¿Cómo nace, qué es y pretende? A mediados de 2016 un pequeño grupo de cristianos evangélicos, interesados por muchos años en la historia, vieron la necesidad de investigar, reunir de lo que otros ya han investigado y escrito, y de divulgar a todos los niveles lo que fue la historia de los protestantes españoles a lo largo de los siglos. Sobre todo por ser muy desconocida en general y también tergiversada por algunos. Entre los que deciden formar el Fondo Histórico hay investigadores profesionales, historiadores e interesados en, diligentemente, poner el foco de la luz sobre la verdad de lo que pasó. Nos ponemos manos a la obra sin sospechar lo mucho que Dios tenía preparado. Se han reunido originales y facsímiles de obras olvidadas. Se han organizado exposiciones y conferencias en Sevilla y provincia, Jerez de la Frontera, Mérida... Se ha publicado “Artes de la Santa Inquisición española”, escrita por Reinaldo González Montes (seudónimo) y publicada en Heidelberg en 1567. Fue traducida en pocos años a las principales lenguas europeas. Tuvieron que pasar trescientos años para que fuese publicada en español, por Luis de Uzos y Ríos en 1851. Es mucha y muy grande la tarea que hay por delante, por ser mucha y muy desconocida la obra de aquellos reformadores, pero en ello está el Fondo Histórico. No por otra razón que la de abrir acceso a los españoles para recuperar aquella nuestra historia que nos fue escondida. Los pueblos y las culturas se forman en la diversidad de pensamientos y con ello se enriquecen. Pretender hacer un pueblo uniformado no es fomentar la unidad, la libertad y el conocimiento. Santiponce tiene en su historia un papel y unos personajes que le dan un lugar de importancia, y reivindicarlo requiere recuperarlo. Itálica, Sevilla la vieja, el Monasterio, sus hombres y mujeres. Emperadores, pensadores, reformadores... Para el Fondo Histórico es un honor y privilegio haber podido colaborar humildemente en esta revista. ¿Incluir el nombre de la revista? Agradecemos al Ayuntamiento la oportunidad de esta colaboración y aguardamos con esperanza y expectativa que se den nuevos y buenos pasos para que lo que pasó aquí, y lo que desde aquí salió para todo el mundo, no muera en el olvido sino que reviva en la difusión para enriquecimiento de esta sociedad libre y plural. Esta generación ya es madura para asumir nuestras raíces y decidir sobre el futuro personal, sin que tengan que imponer qué creer, pensar, vivir. No creamos historia, investigamos sobre la historia. Queremos llegar hasta el fondo y poner en el Fondo todo aquello que pueda ser recuperado, para el general conocimiento. Damos gracias a Dios que impulsó esta iniciativa, esto creemos firmemente por lo andado hasta aquí y por lo que esté por venir. Estamos a disposición de todos aquellos que tengan interés en saber más o en formar parte de este proyecto. Si desea más información, escríbenos a: fhesevilla@gmail.com



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