Cuaderno Fradique Lizardo del Folklore 5

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A menudo los esclavos eran agrupados en masa, desnudados y arreados a grandes depósitos donde eran examinados y marcados como animales. Los españoles ordinariamente compraban vacas y caballos individualmente, pero compraban negros en lotes o piezas de indias, que se agrupaban de acuerdo con edad y tamaño. En 1784 se prohibió por edicto real la marca de los negros, protección que se había dado a los indios mucho tiempo antes. Los portugueses fundaron la factoría que se llamó San Jorge de la Mina de oro. Llevaban las marcas siguientes: Branes, casangas, bañoles o banunes: pequeños círculos coloreados a todo el largo de la frente de sien a sien, en dos o tres hileras (estas marcas eran del grueso de un garbanzo). Biafaras: un círculo alrededor del ombligo. Zapes: tatuajes vistosos, en la frente dos rayas azules; cinco rayas que van de las sienes a las mejillas. Debajo de los ojos tres rayas azules. Popós: arcos y flechas de los ojos a las orejas. Ararás: toda la cara llena de rayas, tanto que eran despreciados en los mercados. Lucumíes: rayas como los ararás. Los lucumíes barbas se agujereaban ventana izquierda de la nariz. Congos y Angolas: no se tatuaban mucho, algunas veces agujereaban oreja izquierda. Charsilas: tres rayas largas a cada lado del rostro. En los barcos decían: ¡Ébano al agua! y los tiraban al mar. Al llegar a tierra se median, que se llamaba «palmeo» y luego al «carimbado» que era marcarlos con hierro al rojo. Grandes barracas provistas de una sola puerta con torniquete. El carimbado consistía en marcas que se ponían en la cara y en las espaldas. En el barco le daban cereal en aceite de palma.

Tomás Morel: un merecido homenaje. En nuestro país, lograr alguien que se le reconozca una labor de años dedicada a una causa cualquiera, es bastante difícil, y a veces sólo con la muerte, aunque tenga que esperarse el centenario de ésta y un presidente literario y científico como en el caso de Juan Pablo Duarte, a quien solamente Balaguer le ha dado el sitio que se merecía. Hasta hace poco, los santiagueros se dieron cuenta de repente que tenían entre ellos a Tomás Morel, y a su labor, a su esfuerzo y a su dedicación en pro del Carnaval de Santiago, le han dedicado un justo y merecido homenaje, dedicando el carnaval de este año, a sus años de trabajo en pro de la conservación del carnaval de Santiago. Más de tres lustros tiene Tomás Morel dedicado a la quijotesca obra de preservación del carnaval de Santiago, recogiendo datos aquí y allá, asesorando celebraciones para que reflejen con exactitud nuestro pasado y, sobre todo, fundando su museo y llamando a concurso cada año, las Caretas de Lechón, para que esta artesanía maravillosa nuestra no se pierda. Solamente el Concurso de Caretas de Lechón, valdría en cualquier parte del mundo, no sólo homenajes, sino el respaldo a una obra de conservación de un aspecto de la cultura popular que nos honra y que demuestra, además de la fina sensibilidad de Tomás Morel, su gran amor a cada una de las manifestaciones culturales de nuestro pueblo.

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Este carnaval-homenaje en el que participaron comparsas de todo el Cibao, es la rosa que se ha puesto en el ojal de un hombre que se merece todos los homenajes y que, al cabo de muchos años, se le ha reconocido su labor. En algo discrepamos de los organizadores del homenaje y es en lo siguiente: se partió de la premisa que Tomás Morel era santiaguero y únicamente Santiago tenía derecho a reconocer su labor. ¡Error imperdonable! Tomás Morel es dominicano, y más que dominicano, un dominicano que se ha proyectado al universo, y como tal requiere y exige que todos los que comprendemos su esfuerzo, que todos los que nos identificamos con su obra estemos presentes en actos tan significativos con el carnaval de Tomás Morel. El parroquialismo de los organizadores del homenaje impidió que se nos cursaran invitaciones a tantos cultores del folklore en forma seria y sistemática, que andamos tras los trillos que abrió Tomás Morel y que nos nutrimos del pan que amasó con sus manos. Pero a pesar de ese desaire, de esa falta de consideración y de comprensión para con nuestros esfuerzos, te decimos, Tomás, te apreciamos, Tomás estamos contigo, apreciamos tu trabajo y te respaldamos aunque no nos inviten a tu homenaje. Santo Domingo, Marzo 12, 1978 9


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