Mamá Loba
Amanda Escribo esto con C al lado mío, con fiebre y no sé por dónde empezar… Desde el 9 de noviembre vivo en esta casita con mis tres hijos, J (10), E (6) y C (3). Ese día que literalmente nos escapamos con lo puesto, ellos en pantuflas, yo con terror, fue como volver a nacer. Llegué acá luego de esconderme con ellos unos días, hasta tener la perimetral, después de hacer una denuncia por violencia, donde apenas dije y apenas tenía registro, sólo sabía que si me quedaba iba a terminar internada porque no podía resistir una noche más. Todo se había vuelto insostenible para mí a partir de la pérdida de mi cuarto embarazo. Él me forzó, me obligó a quedarme quieta para su descarga, yo buscaba estrategias para atravesar el momento, como lo hice durante años. Pero esta vez estaba con pérdidas, luego de haber pasado por un quirófano por la pérdida incompleta del embarazo, después de haber ido a una guardia a escondidas y pasado todo ese proceso bajo exigencia y violencia. Esta vez estaba tan destruida física y emocionalmente que no supe cómo atravesar eso sin sentir que me moría. Después, también al ver las consecuencias en mis hijos, empecé a sentir que esta vez no podían más. Pedí ayuda aun dudando de mis propias percepciones (hoy, por momentos, todavía dudo) y de a poco fui viendo o al menos confiando en lo que veían tan claramente quienes estaban a mi alrededor y quienes me ayudaron a salir. Tardé unos meses más, pero las consecuencias en mis hijos me hicieron dar cuenta de 43