Mamá Loba
Marcela Marcela tiene piernas largas, rasgos angulosos, duros, una mirada que perfora y el ceño fruncido, siempre. Camina con andar seguro, se sabe guapa y lo manifiesta. Cigarrillo en mano, pantalones ajustados, poleras o remeras al cuerpo (dependiendo la estación), maquillaje… ojos tristes. Lleva de la mano dos nenas, gemelas idénticas ellas y, caminando a la par, otra más grande. Marcela capta la atención de todas las personas que la cruzan por la calle, su presencia, su aura, tiene carisma. Las gemelas rebotan al lado suyo, gritan y se mueven desalineadas, incomodan con el volumen de su voz, quizá te empujan si caminás demasiado cerca. La mayor va bien tranquila, prolijita, callada. *** Conocí a Marcela hace diez años y no pasa un día sin que la piense. Más ahora que transito yo también el camino de la maternidad. En ese momento, ni atisbos tenía de tener hijos, ni de que me interesara tenerlos algún día. Yo vivía con dos gatos, 500 libros y muchas ganas de exprimir mi vida en soledad o con compañeros itinerantes. Pero, a pesar de tener vidas tan opuestas, conecté con ella muy bien desde el principio y su historia dejó huella. Yo me movía en su círculo, pero entré en su mundo por la vereda opuesta, que la criticaba, que la descalificaba como 75