Aeste enero 2019

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REORGANIZANDO EL SECTOR DE LA DEPENDENCIA Todos recordaremos la época del “milagro económico” de España, creciendo a unos niveles superiores a nuestros vecinos europeos, y asombrando al resto del mundo por los logros de unas políticas liberales que dieron lugar a una falsa sensación de que las clases medias habían ascendido al estatus de nuevos ricos sin saber cómo ni cuándo. Hipotecas que superaban el valor de real de los bienes hipotecados, un vehículo de alta gama por persona en cada casa, viajes de placer a lugares que ni habíamos oído nombrar, y restaurantes galácticos surgiendo por doquier en nuestras ciudades. Una corrupción económica, social y moral de la que todos nos beneficiamos se estaba instalando en España. De mal fuimos a peor, y posteriormente vimos la negación de la crisis que se nos venía encima, el desmoronamiento del sistema ficticio que se había creado porque nadie nos quería despertar de ese sueño. Las inversiones se ralentizaban, el valor de la vivienda comenzó a desplomarse, los impagos y quiebras se hicieron frecuentes, y como consecuencia se produjo un incremento del desempleo para las familias españolas y una gran desconfianza por parte de esos vecinos europeos que antes nos miraban con envidia y asombro. Por entonces decíamos contar con un sistema bancario que “jugaba en la Champions League” y veíamos brotes verdes donde sólo había tierra calcinada. Destinábamos fondos de los Presupuestos Generales del Estado para acometer obras que no fueran necesarias con el único fin de disfrazar ese subsidio al empleo bajo la fórmula de impulso al sector de la construcción. Lo que sigue a continuación es bien sabido de todos, tras una época expansiva en la que los gastos superaban a los ingresos, nos tocó aplicar políticas económicas racionales, de control del gasto y recuperar la estabilidad económica con una fórmula tan sencilla como la

que aplicamos en cada una de nuestras casas: no gastar más de lo que ingresas. La aplicación de estas políticas de racionalización del gasto, trajo graves consecuencias para la Dependencia, ya que fueron innumerables los recortes que sufrió todo nuestro sector: pensiones, precios públicos para la prestación de servicios, número de prestaciones reconocidas, ralentización de las evaluaciones... De nuevo, la parte más débil de nuestra sociedad veía con impotencia recortados sus derechos tras toda una vida aportando al Estado, a esa Institución “abstracta” que ahora les negaba el reconocimiento económico y de servicios a que tenían derecho. Y los mayores de nuestra sociedad, aguantaron apretando los dientes, estirando sus pensiones, sus escasas propiedades y sus pocos ahorros para ayudar además a sus hijos, para seguir cuidando de sus nietos y para asimilar en su interior el cambio de modelo social que ha provocado paradojas tales como la contratación de personas que se hagan cargo de nuestros hijos mientras estamos trabajando, la contratación de cuidadores para nuestros padres ante nuestra falta de tiempo e interés, y la compra masiva de mascotas porque nos sentimos solos. Mantenemos relaciones sociales virtuales con personas que se encuentran a miles de kilómetros, mientras que desconocemos el nombre de los vecinos de escalera porque ya no nos cruzamos con ellos. Definitivamente estamos ante un cambio de modelo de sociedad, y es la obligación de todos los agentes de la Atención a la Dependencia, controlar la velocidad y condiciones de este cambio para que los mayores en situación de dependencia puedan recibir la atención de calidad a que tienen derecho, y que lo hagan con el calor humano que todos requerimos cuando estamos en una situación de debilidad. En esta aproximación que vamos a realizar al sector de la Dependencia, anali-

JESÚS CUBERO HERRANZ SECRETARIO GENERAL DE AESTE

zaremos las distintas causas demográficas, sociales y económicas que están llevando nuestro Sector hacia un colapso de difícil solución. Tan sólo con un compromiso Político (nótese que la palabra “Político” aparece en mayúsculas para diferenciarla de la política que se realiza de cara a los medios de comunicación o para conseguir un puñado de votantes) entre los principales partidos de España, el impuso de los agentes sociales (patronal y sindicatos), y la vigilancia necesaria de las organizaciones de mayores y think tanks independientes, podremos modificar el rumbo de este Titanic que todos vemos enfilarse hacia el iceberg pero cuyo timón nadie hace virar. En el libro de Josep de Martí “Cómo nos engañaron con la Ley de Dependencia”, el autor defiende que la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia (en adelante, LAPAD) nace en 2006 como una Ley “mal diseñada, peor desarrollada y aún peor aplicada”. En el estudio previo de la Ley estaba contemplado atender en siete años a un millón de personas aproximadamente, las cuales aportarían aproximadamente un tercio del coste que iban a recibir. Al cabo de tres años ya se había superado esa cifra de personas dependientes, con niveles de cobertura mayores a los previstos y con una tasa de pago notablemente inferior a la que los creadores de la LAPAD habían considerado. Era por tanto, conocido de todos que algo comenzaba a fallar ya en 2009, pero nadie tuvo el arrojo de proponer un re enfoque para establecer un sistema de valoración homogéneo en toda España (eso supondría la afrenta de reconocer que todos los ciudadanos españoles tienen los mismos derechos), donde se priorizase la atención a los grandes dependientes, con un sistema de copago que pudiera distinguir entre costes hoteleros y costes de servicios y que fuera un sistema de copago realmente vinculado a la capacidad

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