cofradía marraja
La Procesión Marraja, una antología de la mejor escultura del siglo XX
L
a aparición de Salzillo en el panorama artístico levantino del siglo XVIII supone, como decían los clásicos, un relámpago en el cielo claro. No es fácil imaginar qué habría sido de la escultura murciana en los últimos trescientos años sin la presencia decisiva de este verdadero portento del arte español. Sería una tarea harto difícil por muchas razones, pero no es la menor de ellas el hecho de que el genio de Salzillo marcara tan indefectiblemente el devenir histórico de la imaginería murciana que su impronta sigue distinguiéndose a la perfección hoy, casi dos siglos y medio después de su muerte; en una tierra donde el ilustre apellido sigue condicionando, en un sentido u otro, cada golpe de cincel y cada trazo de decoración estofada. No creo que nadie discutiera esta sencilla afirmación. Otra cosa, claro, sería mensurar la fortuna o idoneidad de tal circunstancia para el desarrollo y evolución de una escuela artística. Salzillo es un escultor muy peculiar, uno de esos extraños fenómenos que son más fáciles de ponderar que de razonar. No siempre ha gozado de una valoración del todo positiva: sus principales opciones estilísticas, tan próximas al rococó, fueron en ocasiones objeto de dura crítica por parte de los historiadores del arte1. Sin embargo, el paso del tiempo ha ido consolidando una creciente admiración por un hombre que supo caminar por la cuchilla de una navaja y terminar haciendo malabarismos sobre el filo. Dulzura, belleza formal, colores vivos, pliegues rebuscados y ampulosos, honda expresividad, sangre, martirio, la Muerte de Cristo. Una combinación arriesgadísima que Salzillo cultivó con enorme acierto. Sin embargo, lo portentoso del arte del insigne murciano era difícilmente heredable. Doscientos años después su escuela ha sembrado el levante de centenares de réplicas de
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sus obras más destacadas y de nuevos conjuntos presididos por una constante búsqueda de emulación de sus virtudes. Naturalmente los resultados han sido muy dispares, y los nombres ilustres con sus obras maestras no han faltado. Pero, en mi opinión, las más de las veces ha sido inevitable caer en el amaneramiento y en la edulcorada declamatoria. Ocurre sin embargo que, independientemente de las calidades alcanzadas, este tipo de obras siempre han complacido a las aspiraciones de las Cofradías y a la vez han resultado muy del gusto de un tipo de público que ha amoldado en exceso su gusto artístico a la mera costumbre visual. En cierto sentido, la inmensa fortuna de la Región de ser cuna de uno de los mayores artistas de la Historia de España se ha truncado en pesado obstáculo para la evolución de su imaginería, anclada desde hace más de doscientos años en la mismísima propuesta estética y estilística. Los resultados, ya en nuestros días, son cada vez más desoladores. Por eso hay que saludar con entusiasmo la línea seguida por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Cartagena. La Procesión marraja del Santo Entierro es, actualmente, una verdadera referencia nacional de la mejor imaginería del siglo XX, con la presencia de algunos de los mejores artistas de las últimas
Cartagena Semana Santa 2017
Del 7 al 16 de abril | Declarada de Interés Turístico Internacional