Semana Santa 2018
La Línea de la Concepción
25 años con nosotros, Madre
Era un chaval, apenas contaba con 21 años y aun puedo recordar aquella frías tarde donde al calor de un puñao de corazones ilusionados por “embarcarse” en este proyecto barajábamos cual sería Tu nombre. En mi pensamiento, como una experiencia inolvidable, Tu Bendición. Corría el año 1993 y concretamente la tarde del 28 de Febrero, Domingo, Domingo en la Iglesia de Santiago, si en aquella Iglesia donde nací como cofrade, aquella en la que tantos momentos buenos he vivido y aquella en la que junto a Tu Hijo, mi señor de Medinaceli, empezamos a darte Culto y a Venerarte Madre. Llegaste siendo una niña y hasta el día de Tu Bendición dormías en nuestra casa Hermandad y allí a solas Tu y yo fuimos forjando ese cariño que con el paso del tiempo se ha ido fortaleciendo, porque desde el primer momento como Madre que eres empezaste a entenderme. Sabías que mi predilección era El, y en tus ojos notaba que te hacía feliz mi manera de querer a Tu Hijo. Pero cosas de la vida, a Tu lado crecí como cofrade, me hice adulto y formé una familia, y a tu lado he averiguado lo que significa querer a un hijo, y lo he hecho porque Tu me has enseñado a querer como Tu quieres y después de 25 años tengo que reconocer que mi Amor hacia Ti es infinito, que has sabido estar alentándome cuando lo he necesitado, que has ganado mi corazón día a día y que si volviera atrás volvería a ponerme frente a Ti a solas allí en aquel rinconcito de esa calle jardines. Porque hace algunos Domingos me postre ante el Sagrario, ya que me encontraba perdido en un mar de dudas y curiosidades, necesitaba algún consejo que me sacara de tantas tribulaciones y de nuevo me encontré contigo, esposa del Espíritu Santo. De nuevo como hacía unos días buscaba Tu mirada amorosa, la calidez de Tu regazo, peor no era capaz de atraer 106
Tu atención. Tu estabas ahí junto a Tu Hijo ensimismada en tus cosas, que seguro son más importantes que las mías. Y es que no te dejamos tranquila, estas aturdida, desecha, rota de dolor, porque ya no sientes pena por Tu Hijo, lo compañas en la Gloria desde que fuiste asunta al cielo y desde allí intercedes por nosotros como buena Madre que eres; pero todos los días hacemos que revivas Tu Calvario. Estas llorando por las cuentas de un rosario interminable de otros hijos tuyos que lo están pasando mal, por el que se encuentra en paro; por el que ni siquiera tiene casa; por el enganchado al alcohol o a las drogas porque ha perdido la esperanza, por los jóvenes que no tienen la posibilidad de un primer empleo, por los ancianos que se ven impotentes, por los enfermos, ya estén en el hospital, en la calle o encerrados en sus casas; por los marginados, las víctimas de abusos o de la violencia sexista… En fin, cuentas