Fuente: ibiza.travel
Ibiza
# 33 • JULIO 2021 • Pág 48
Reconocida mundialmente por sus maravillosos atardeceres mediterráneos, Ibiza seduce por sus increíbles paisajes, parques naturales, lifestyle nocturno, históricos pueblos y exquisita gastronomía. Un destino para explorar de mil formas la belleza natural en todo su esplendor. Ibiza se encuentra situada al este de la Península Ibérica en el Mar Mediterráneo dentro de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares. Con una extensión de 572 kilómetros cuadrados, constituye un pequeño gran mundo que se extiende desde la costa y hacia el interior de un relieve suave. La isla de Ibiza está integrada por cinco municipios: Ibiza -que es la capital-, Santa Eulària des Riu, Sant Josep de Sa Talaia, Sant Antoni de Portmany y Sant Joan de Labritja. Cada uno de ellos ofrece al visitante posibilidades distintas y complementarias a la vez. En el municipio de Ibiza se ubica la capital con su impresionante recinto amurallado que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. Esta distinción in-
ternacional reconoce el valor histórico, cultural y arquitectónico de la fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo. La acrópolis de Dalt Vila está repleta de imponentes monumentos arquitectónicos como son el castillo o la catedral. Cruce de culturas desde hace siglos, el entorno de esta fortaleza es escenario de conciertos, ciclos poéticos, exposiciones y actividades culturales durante todo el año. Tanto por criterios culturales como por sus valores naturales, la Unesco seleccionó a Ibiza como uno de los lugares que hay que preservar para generaciones futuras, y es que se trata de uno de los entornos urbanos más antiguos del Mediterráneo occidental y el primero del archipiélago balear. Su pasado es sorprendente y
fundamental para entender su presente, su realidad cultural y social, a través del mosaico de culturas que la han ocupado ininterrumpidamente desde el 2700 a.C. A lo largo de su historia siempre ha interactuado con otras culturas: púnicos y fenicios, romanos y árabes. Cuando los cristianos se asentaron tras la reconquista, la isla fue rodeada de torres defensivas de piedra desde las que avizorar el horizonte en busca de goletas de piratas que desembarcaban en los campos en busca de mujeres y alimentos. Los ibicencos, alertados por vigías, abandonaban entonces sus casas de campo impecablemente encaladas y corrían a refugiarse en las murallas de la ciudad o en las iglesias fortificadas de los pueblos a salvo de invasiones.