Tecnología y oficios: nuevos soportes gráficos El diseño es un aliado intrínseco y «humanizador» de la revolución digital. Desde la primera megacomputadora ibm, presentada en Buenos Aires en la Feria del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo (1960), hasta las ultralivianas de la actualidad, el equipamiento tecnológico ha mutado vertiginosamente su objetualización. En Mendoza, estas máquinas aterrizan en los años 90, para popularizarse en los 2000 y, en la última década, pasar de las laptops a móviles laminares multifunción. Mediante la apertura en 1994 de su Taller de Informática, la Facultad de Artes (fa) de la Universidad Nacional de Cuyo (uncuyo) introduce la herramienta en la práctica del diseño y en la formación docente. Con el transcurso del tiempo, este centro de apenas tres pc evoluciona en un moderno Laboratorio Digital Educativo, que ofrece talleres presenciales y virtuales de gráfica, producto, artes, música y escenografía. Las páginas web, los portales y las aplicaciones son las ventanas de la comunicación digital. Como sucede con el tablero de un auto o el panel de control de una maquinaria, el front es una interfaz interactiva que traduce un lenguaje numérico indescifrable. Su armado, un campo intermedio entre la programación y el diseño, cambia desde el javaScript hasta los códigos abiertos y las plantillas preprogramadas. Pioneros en el desarrollo web, la agencia Kaleida, de Horacio y Carlos Duek, ofrece a partir del 2000 estrategias de contenidos, soluciones tecnológicas y experiencias digitales para clientes en América y en Europa. Las nuevas identidades y las maneras de entender el mundo sugieren un panorama doble: a la vez que se diluyen los géneros y las categorías sociales tradicionales, aparecen múltiples colectivos globales unidos por intereses específicos. «El creciente fenómeno de las tribus urbanas», dice la portada del diario Uno a comienzos de 2002. Se trata de la eclosión de los nichos de mercado y de acción. El arranque de la movida digital está liderado por la agrupación Flash Attack (2003), de Diego Agasso y Martín Ríos, con proyecciones y animaciones en vivo; el colectivo Perla Marina (2004-2008), del que participan Claudio Fernández (Centero) y Alejandro Rodríguez (Dogrush), con visuales de gran calidad; y el estudio Basura Infeliz (2005-2009), de Matías Argés y Mariano Ruszaj, con arte y separadores para televisión. Perla Marina surge por el juego de roles «Oniria», invención de Rodríguez, que reúne a músicos, fotógrafos, arquitectos y diseñadores con sus computadoras de escritorio en diferentes casas. Su web cuenta con un foro abierto, de allí el uso de avatares asociados a usuarios, y una radio de drum and bass programada por el dj Matías Leceta (Uter). Rodríguez supera las barreras perceptivas del mapping –proyecciones animadas sobre la fisonomía de un edificio o cualquier soporte tridimensional– y avanza hacia la creación de realidad virtual. Adentrarse en el futuro supone la primacía del mundo digital sobre el físico; por eso, construye asombrosos sistemas de sensores kinestésicos y simuladores robotizados como el V-Dome (2008), distinguido con el premio Innovar. Con el ancho de banda de internet, afloran estudios que llegan aún más lejos. Mientras aumenta la capacidad de transferencia, la compresión de los archivos se 240