ASUBIOS DE AMORANTO

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SEGUNDA PARTE I. El regreso Hacía tiempo que no se veía un afilador por aquellos montes de Bande. Cuando en la limpia mañana de septiembre se oyó a lo lejos su asubío, las gentes en el campo detuvieron las labores, levantaron la cabeza, y lo buscaron por el camino entre los pinos. Subía cadencioso, pero rápido, empujando la rueda con esfuerzo, y cada poco, anunciado alegre su llegada con las notas silbantes de su chifre. “¡Un afiador!... ¡É Camilo!”, exclamaron los paisanos con sorpresa, agitando los brazos en el aire... El afilador se detuvo un instante, devolvió efusivo los saludos, y siguió su marcha asubiando con más fuerza... El campo se paralizó alborozado con el visitante, los labriegos levantaron los brazos a su paso... y hasta el viento, enroscado entre los árboles, silbaba fuerte como saludando al recién llegado... y arrastraba en su vuelo nervioso el balar de las ovejas... el mugir de las vacas en el pasto... el canto de los mirlos en el bosque... que también saludaban con regocijo… O Mouro, levantándose de la hierba como un rayo, salió ladrando enloquecido hacia el camino, y subido al pequeño muro que los separaba, esperó inquieto, sin parar ni un instante, agitando el rabo y ladrando sin cesar. Alguien muy querido llegaba...


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