LA EXTIRPACION DE IDOLATRÍAS EN LA SIERRA DE LIMA

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José Gushiken

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chos acudan todos los días a la doctrina y los grandes tres días en la semana. ítem, porque está mandado; que en tres días en la semana se junten los indios por la mañana antes que vayan a sus trabajos a rezar y a oir la doctrina Cristiana; y que se junten los muchachos a esto cada día. Mando que se guarde y cumpla así y que antes que vayan a su trabajo y oficios, se junte a ello; y encargo a los sacerdotes que los doctrinen, que procuren de decirla por la mañana, para que les puedan quedar tiempo y día para los dichos, su trabajo y oficios ". 51

Para los fines de la catequización, cada reducción debería tener un número adecuado de adoctrinadores; pero solía ser éste insuficiente. Así, por ejemplo, sólo había un adoctrinador para dos o más pueblos que entre sí distaban más de dos leguas. Los nuevos pueblos formados representaban el primer proceso de urbanización masiva, cuyas características aún sobreviven en las actuales comunidades indígenas. Se hicieron de acuerdo con los modelos españoles, buscándose incorporar a los sistemas jurídicos peninsulares todas aquellas instituciones aborígenes que no repugnaran a la ley divina o al derecho natural. Por acuerdo del Concilio de 1552, se estableció que en domingo, miércoles y viernes habrían de recibir instrucción religiosa los naturales . Posteriormente, por orden del Concilio de 1567, fueron también los días restantes de la semana días de adoctrinamiento. 52

Reunidos en grupos, hombres y mujeres se congregaban en los lugares señalados de antemano, y luego, cuando las hubo, en las iglesias, en los atrios o en las plazas. El tiempo de catequesis era mayor los domingos y los días feriados. El adoctrinamiento, ya de suyo intenso, se impartía juntamente con la vigencia de un sistema represivo impresionante: visitas, extirpadores, fiscales, cárceles. Por lo

51.

R. Levillier, Ordenanzas de Don Francisco de Toledo (Virrey del Perú. 15691581). Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1929, p. 361.

52.

Cf. R. Vargas Ugarte, Concilios Limensis (1551-1772). Lima, Tipografía Peruana, 1951,1.1 (1551-1601).

Extirpación de la Idolatría en la Sierra de Lima

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general, la explicación de la doctrina católica se reducía meramente a la repetición, por parte de los catecúmenos, de las preguntas y respuestas contenidas en el Catecismo Menor. Huelga decir que los tales, ni entendían lo que repetían ni sabían en realidad de lo que se trataba. Tan superficial era la enseñanza que se les daba, que de lo único que se podía estar cierto era de su confusión, más no de su aprendizaje, que verdaderamente no lo había. Así, para el indígena, la religión católica la constituían sobre todo algunas prácticas exteriores de culto; pero descuidaban los adoctrinadores la administración de los sacramentos, particularmente los de la confesión y comunión. En general, pues, reinaba entre los presuntos conversos una gran ignorancia respecto al credo que trataba de inculcárseles; ignorancia que contrastaba con el conocimiento auténtico y sentido de sus antiguas creencias, tan fuertes por provenir de una tradición firmemente enraizada en su existencia. Por eso ninguna de las medidas que adoptaron los conquistadores pudo lograr desarraigarlas. Murúa nos dice que "mobido de las lástimas que e bisto, el tiempo que e andado entre los yndios, y que oy duran los ministros de satanás, que de secreto deshazaen las simientes (sic) que los ministros de Jesuch(is)to ban echando, en esta nueba Iglesia de los yndios, y que todo quanto travajan en enseñarles, extirpando sus errores y desaciéndolos en un año, en solo una noche que viene y entra entre ellos un apóstol del demonio, lo desbarata, porque, como aun los ritos antiguos destos yndios no los an arrojado de si, y sus mismos padres y madres, y abuelos y abuelas se los refieren, o por yndustriarlos en ellos, o por curiosidad vana, asientaseles esto, de manera que fácilmente ynprimen en ellos y en sus corazones los abusos y hechicerías que antiguamente guardaron, y por esto e querido, en este capítulo, frecuentemente dar la traza, que muchos ha se dio, para remedio de estos males ". 53

En 1615, don Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache, prosigue la extirpación de las supuestas idolatrías que el gobierno

53.

Fray Martín de Murúa, Historia General del Perú. Origen y Descendencia de los Incas. Madrid, Imprenta de Don Arturo Góngora, 1962-64.


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