Derribando el vox populi sobre coaliciones políticas

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AUTORES: Facundo Cruz Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales (Universidad Argentina de la Empresa, Argentina), Magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral, y Doctor en Ciencia Política, ambos títulos otorgados por la Universidad Nacional de San Martín en Argentina. Actualmente se desempeña como consultor e investigador independiente en elecciones, partidos políticos, democracia e instituciones de gobierno para organismos públicos, actores partidarios y fundaciones de la región. Es profesor de grado y posgrado en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Torcuato Di Tella. Escribe quincenalmente el newsletter “La Gente Vota” en Cenital.com. Publicó su primer libro “Socios pero no tanto. Partidos y coaliciones en la Argentina, 2003-2015” por editorial Eudeba (Buenos Aires). Contacto: cruzfacu@gmail.com. Sofía Santamarina Licenciada en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires, Argentina), Magíster en Derechos Humanos y Democratización en América Latina y el Caribe por la Universidad Nacional de San Martín (Universidad Nacional de San Martín, Argentina) y maestranda en Ciencia Política (Universidad Torcuato Di Tella, Argentina). Se desempeña como investigadora en el Observatorio Electoral de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, docente y consultora independiente. Miembro de la Red de Politólogas #NoSinMujeres. Líneas de investigación: participación política de las mujeres y diversidades, gobernanza electoral y nuevas tecnologías para la participación política. Contacto: santamarinasofias@gmail.com.

Copyright © Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales (NDI) 2021. Todos los derechos

reservados. Partes de este trabajo pueden reproducirse y / o traducirse con fines no comerciales con el permiso previo por escrito de NDI, siempre que se reconozca a NDI como la fuente del material y se envíen copias de cualquier traducción. Envíe las solicitudes de permiso de publicación a legal@ndi.org.

Las ideas y opiniones expresadas en este estudio son responsabilidad exclusiva del autor/a y no reflejan necesariamente las opiniones del NDI ni ninguna otra organización o persona mencionada.


Agradecimientos Este documento lleva la firma de dos personas, pero fue posible gracias al apoyo, colaboración e intercambio con un montón. En primer lugar, queremos agradecer al National Democratic Institute y a la Red Innovación por confiar en nosotros para su desarrollo, en particular a Francisco Herrero y Andrea Fernández. Ambos aportaron una red de contactos que resultó fundamental para su elaboración. En segundo lugar, a los más de 30 dirigentes y dirigentas de distintos espacios políticos de toda Sudamérica por aportar el insumo vital para su elaboración. Un especial agradecimiento a Dolores Gandulfo y a Matías Bianchi, quienes abrieron su agenda de contactos en toda la región para que pudiéramos llegar a países, actores y casos específicos que nos despertaron particular interés. En tercer lugar, a Julieta Suárez Cao, Magdalena López, Fátima Fernández, Juan Pablo Milanese y Carlos Adrianzén por haber destinado tiempo, espacio e ideas para discutir los hallazgos del documento, haciendo críticas punzantes y mejorando el debate que estamos abriendo a partir de esta publicación. También queremos resaltar la activa participación en el workshop de discusión de Laura Abril, Carlos Adrianzén, Raul Aldaz, Julio Ascarrunz, Matías Bianchi, Cecilia Cancela, Paula Clerici, Gustavo Córdoba, Jennifer Cyr, Santiago Delgado, Lisandro Devoto, Fernando Dopazo, Tomás Dosek, Blanca Elgart, Andrea Fernandez, Lara Goyburu, Francisco Herrero, Magdalena López, Luciana Manfredi, Jordi Matas Dalmases, Juan Pablo Milanese, Juan Cruz Olmeda, Ricardo Paz Ballivián, Verónica Pérez Bentancur, Rafael Piñeiro, Kathia Quiroga, Federica Sánchez Staniak, Ana Santano, Gerardo Scherlis, Nicolas Tereschuk, Diego Torres y Paola Zuban. Todo los comentarios, sugerencias, propuestas e ideas nutrieron este documento en su versión final, al igual que los próximos pasos delineados.


índice Introducción.................................................................................................................................... 6 Comentario metodológico ....................................................................................................... 7 El punto de partida: ¿Por qué formar una coalición? ................................................. 8 Tabla 1. Tipología de coaliciones políticas en América Latina. ........................ 10 Causas de construcción: ¿por qué es necesario formar una coalición? ....... 12 1.

La Fragmentación ......................................................................................................... 13

Gráfico No 1. Ciclo de fragmentación política en América Latina. .................. 14 Gráfico No 2. Fragmentación presidencial agregada. Sudamérica, 1958 – 2021. ........................................................................................................................................... 15 Gráfico No 3. Fragmentación presidencial desagregada por país. Sudamérica, 1958 – 2021. ................................................................................................ 15 Gráfico No 4. Promedio de partidos y coaliciones que participaron en elecciones presidenciales. Sudamérica, 1958 – 2021. ......................................... 16 Gráfico No 5. Cantidad de partidos y coaliciones que participaron en elecciones presidenciales por país 1958 – 2021. .................................................... 17 2.

(In)gobernabilidad ................................................................................................... 18

3.

Espacio político .......................................................................................................... 19

Vox populi N° 1: el espacio político no es relevante para los partidos políticos latinoamericanos. .............................................................................................. 20 4.

Sistemas federales vs. sistemas unitarios ..................................................... 22

Vox populi N° 2: Las coaliciones electorales son importantes en sistemas federales................................................................................................................................... 22 Modelos de construcción: ¿qué actores arman coaliciones electorales? ........ 23

Modelo tradicional ............................................................................................................... 23 Modelo de supervivencia ................................................................................................... 24 Modelo desafiante ................................................................................................................ 25 Modelo movimientista ......................................................................................................... 25 Reglas, funcionamiento y dinámicas de construcción coalicional ....................... 26


Gráfico N° 6. Subtipos de coaliciones electorales en América Latina. ......... 27 Definición de candidaturas .............................................................................................. 29 Elecciones internas semi-abiertas ................................................................................ 32

El programa importa ........................................................................................................... 33 Vox populi N° 3: La dirigencia política nunca le da la suficiente relevancia al programa de gobierno. .................................................................................................. 34 El rol de las fundaciones partidarias ........................................................................... 35 La descentralización importa .......................................................................................... 35 La participación abierta ciudadana ............................................................................. 35 Conclusiones: La supervivencia y el mantenimiento de una coalición política en el largo plazo. ....................................................................................................................... 36

Vox populi N° 4: las coaliciones políticas latinoamericanas tienen una visión de corto plazo. ........................................................................................................... 36 Los objetivos son clave ....................................................................................................... 37 Fortalecer los partidos políticos junto a la coalición ............................................ 37 Institucionalizar la coalición con capacidad de adaptación .............................. 38 Repensar las reglas en el tránsito entre etapas ..................................................... 38 Diagrama conceptual ejecutivo ...................................................................................... 38 Bibliografía consultada ......................................................................................................... 39


Introducción Las coaliciones políticas se han vuelto una regularidad en el escenario latinoamericano. En numerosos países, estas construcciones han desplazado a los partidos políticos como la fórmula ideada para competir en elecciones, gobernar y legislar en cada congreso 1 .

Con esta novedad no tan reciente, afloran una serie de desafíos, limitaciones,

complicaciones y dificultades que merecen atención para atender una demanda constante en la región: la garantía de estabilidad y de gobernabilidad.

Este es el primer documento de una serie dedicada a derribar el vox populi sobre las

coaliciones políticas en América Latina. Tiene tres objetivos principales. En primer lugar,

plantea un ordenamiento conceptual que marca el rumbo analítico a través del cual

abordaremos distintas dimensiones del fenómeno de acá en adelante. Al respecto, especifica qué entendemos por coaliciones políticas, cuáles son los incentivos que

alientan su formación y precisa en qué consisten las coaliciones electorales, el foco sobre

el cual se centra este Documento de Discusión N° 1. De esta manera, entendemos que las coaliciones electorales son un tipo específico de coalición política, la cual se vincula con

otros dos tipos de acuerdo en un marco temporal determinado. Como los eslabones de una cadena, las coaliciones electorales, las de gobierno y las legislativas se conectan temporalmente entre sí a partir de los objetivos logrados y las metas acordadas 2.

En segundo lugar, hacemos especial hincapié sobre el proceso formativo de las

coaliciones electorales, los tipos de funcionamiento interno y sus reglas, el acuerdo sobre los principales temas en discusión (candidaturas y programa de gobierno), y los desafíos de la institucionalización de estos acuerdos.

En tercer lugar, los datos y las declaraciones examinadas tienen como fin describir el

escenario político en el cual los actores partidarios latinoamericanos toman decisiones

estratégicas. Adicionalmente, y a partir de este análisis, los argumentos desarrollados

buscan ofrecer un conjunto de pautas de acción a la dirigencia política, principal destinatario de esta serie de documentos. A este público se suman referentes de

organizaciones no gubernamentales, investigadores, docentes universitarios y público en general interesado en la política latinoamericana. De esta manera, al surfear estas

páginas, los lectores y las lectoras encontrarán un policy paper con párrafos y secciones

que combinarán descripción de escenarios con pautas y recomendaciones basadas en datos concretos.

1 2

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A lo largo del documento se utilizará el concepto de “congreso” como sinónimo de “parlamento” y “asamblea”. Varios países latinoamericanos han sido testigos de coaliciones electorales que se convirtieron en coaliciones legislativas

y/o de gobierno. También hubo casos donde primero acordaron a nivel legislativo, luego pasaron a una fase electoral y finalmente llegaron a la de gobierno. Los factores pueden ordenarse de distinta manera. Al respecto, consideramos que una coalición política exitosa se logra siguiendo una secuencia temporal que implique primero la dimensión electoral y después la de gobierno/legislativa. Por esta razón en el apartado de ordenamiento conceptual planteamos una secuencia temporal ideal como eslabones de una cadena que se conectan entre sí.


Por último, queremos mencionar que toda esta serie de documentos retoma las discusiones abiertas por el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales (NDI por sus siglas en inglés) y Red Innovación a partir del documento “Coalitions: A Guide

for Political Parties”. El objetivo integrador que nos propusimos es el de desentrañar las

dificultades que implica gobernar una coalición, sus complejidades y el conocimiento generalizado que se tiene sobre estos procesos.

Comentario metodológico Tal como ya adelantamos, el documento combina descripción y análisis con

recomendaciones para las buenas prácticas en el proceso de formación de coaliciones políticas en América Latina. Si bien se concentra en países sudamericanos, consideramos que los aprendizajes obtenidos en este proceso de elaboración bien pueden aplicarse para América Central y el Caribe.

El insumo analítico del documento fue construido con base a declaraciones relevadas en más de 30 entrevistas con dirigentes y dirigentas de orden nacional y local de distintos partidos políticos latinoamericanos 3. Cubrimos Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia,

Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. También realizamos alrededor de 10 reuniones virtuales con especialistas en campañas electorales, docentes universitarios y analistas

políticos para corroborar la información relevada, discutir ideas y recibir insumos para la elaboración del documento. A esto se suma la realización de un workshop de trabajo

sobre una versión preliminar del texto con cerca de 30 participantes de distintos países, incluyendo referentes partidarios, académicos y consultores. De ese encuentro incorporamos oportunidades de mejora, ajustes sugeridos y profundizaciones necesarias. Finalmente, consideramos los principales aportes académicos sobre

coaliciones electorales en la región, además de bibliografía de consulta general sobre elecciones y sistemas políticos latinoamericanos.

Por último, queremos destacar que en el proceso de elaboración de este documento nos encontramos con varias afirmaciones vox populi que han marcado la agenda política

de la región, tanto analítica/académica como de incidencia. En algunas secciones incorporamos cajas de texto con mención específica a cada una de ellas junto a las declaraciones obtenidas de las entrevistas que nos hicieron dudar sobre esas premisas

generalizadas. Nos enfocamos en contrastar cuatro vox populi principales con hallazgos

sobre la realidad que encontramos en el territorio político. Esto, claro, no agota el trabajo: aún quedan muchos por derribar.

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Por solicitud de algunos entrevistados y entrevistadas, decidimos mantener anónimas la totalidad de las declaraciones

textuales incluidas en el documento. La transcripción de esas entrevistas mantiene la misma condición.


El punto de partida: ¿Por qué formar una coalición? Ordenando los conceptos: coaliciones electorales, de gobierno y legislativas. Abordar la problemática de las coaliciones en América Latina requiere de un ordenamiento del campo conceptual para poder distinguir entre los meros pactos transitorios e inestables, de aquellos que tienen cierta regularidad en su funcionamiento e incidencia en los procesos políticos. Una coalición política implica una transacción, un acuerdo cooperativo entre actores que tienen objetivos propios, pero que se reconocen socios complementarios en pos de su obtención. Para poder hacerlo, nos ajustamos a la definición genérica adoptada por Daniel Chasquetti (2008), quien retoma lo planteado por Kare Strøm (1990) y la adapta a sistemas presidenciales. De esta manera, entendemos que toda coalición política es “i) un conjunto de partidos políticos que, ii)

acuerdan perseguir metas comunes, iii) reúnen recursos para concretarlas y iv) distribuyen los beneficios del cumplimiento de esas metas” (Chasquetti 2008, 43). Esta precisión conceptual tiene una serie de puntos que creemos importante profundizar.

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Primero, quienes dan forma al acuerdo político tienen ciertas características o elementos similares entre sí (metas, organización, ideología, plataforma electoral, programa de gobierno, etc.) que los llevan a acercarse. Hay puntos de contacto que permiten acercamientos y entendimientos mutuos, los cuales sirven como la base de construcción de todo acuerdo político a largo plazo. Al mismo tiempo, estas coincidencias ofician como espacio de elaboración para una identidad común y compartida la cual, sin embargo, no busca absorber las particularidades individuales de cada partido político que forma parte de la coalición. En este sentido, la construcción coalicional potencia las individualidades partidarias y las agrega en un proyecto compartido, pero las respeta en un grado de autonomía suficiente para cada integrante.

Segundo, la unión de quienes integran una coalición se hace con base a objetivos claros, precisos, concretos y, sobre todo, consensuados entre los socios de un acuerdo. Esta necesidad de unirse en pos de metas comunes y compartidas se sustenta en la imposibilidad de alcanzarlas en solitario. Para avanzar en este acercamiento, existen incentivos institucionales (reglas electorales para el acceso a cargos públicos, reglas de financiamiento partidario, descentralización política, sistema institucional, etc.) y político-partidarios (fragmentación política, representación regionalizada, polarización, etc.). La unión, entonces, busca zanjar las limitaciones y dificultades competitivas de presentarse en soledad a partir de la unidad que se genera en la complementación estratégica de los miembros de una coalición.

Tercero, cada integrante del acuerdo pone a disposición de sus pares ciertos recursos políticos con los que cuenta y que decide compartir con los demás, en pos de los objetivos definidos conjuntamente. Esto implica un grado de convivencia interna que tiene que ser claramente definido a partir de las reglas del acuerdo: esto es, el conjunto de normas y mecanismos consensuados entre los formadores del acuerdo a partir de las cuales se van a definir los espacios de poder internos, los mecanismos de toma de decisión y los espacios de resolución de conflictos. Estas reglas resultan ser el punto vital de supervivencia del acuerdo dado que todos los miembros de una coalición tienen que estar conformes con su definición y puesta en práctica. El reparto de los beneficios alcanzados también se hace con base a las reglas del acuerdo definidas entre todos. Como toda transacción, quienes pusieron a disposición de sus socios los recursos políticos propios esperan poder obtener un rédito determinado que les permita sobrevivir como organizaciones partidarias, al mismo tiempo que maximizan espacios de decisión, de incidencia pública y, consecuentemente, de poder político. La clave en este aspecto radica en que cada ganancia lograda por los integrantes de la coalición respete el acuerdo previo generado, al mismo tiempo que le asigne a cada socio un rol específico: cada miembro tiene que sentirse valorado. La supervivencia en el largo plazo depende fuertemente de que los actores influyan valor en este conjunto de normas mutuamente consensuadas.


Tomando en cuenta esta definición general, consideramos que existen distintos tipos de coaliciones políticas a partir de cuatro dimensiones centrales que ofician como criterios clasificatorios: 1) los cargos públicos que buscan, 2) la arena donde se forman, 3) los objetivos que tratan de alcanzar y 4) el nivel del sistema político.

Tabla 1. Tipología de coaliciones políticas en América Latina. Tipo de Coalición Política Cargos públicos Arena Objetivos Nivel del sistema político

Ejecutivo De Gobierno

Electoral

Ganar elecciones

Legislativo

Formar gobierno

Nacional

Legislativa

Resolver crisis gubernamentales

Lograr apoyo legislativo

Subnacional

Fuente: elaboración propia.

En esta serie de documentos de discusión nos concentraremos solamente en la arena en la que se forman las coaliciones políticas. En ella encontramos tres tipos específicos de acuerdos: las coaliciones electorales, las de gobierno y las legislativas. Cada una de ellas tiene, a su vez, subtipos específicos con características diferenciadas, sobre las cuales ahondaremos en cada documento de discusión. Adicionalmente, las tres pueden ser entendidas como las fases temporales de una coalición política. Son los eslabones de una misma cadena. De esta manera, las coaliciones electorales son aquellas que se construyen para ganar elecciones y constituyen la primera etapa del proceso de construcción de una coalición política. Es en este momento donde los socios integrantes se encuentran en un punto de contacto mutuo, fijan objetivos comunes, definen una estrategia compartida y establecen las reglas de convivencia interna. Esto no impide que las coaliciones se formen directamente en la arena de gobierno y/o la legislativa, pero el tránsito por la fase electoral contribuye a un conocimiento mutuo en el ejercicio de la política que tiende a consolidar y fortalecer el vínculo asociativo. De esta manera, las coaliciones electorales reducen los costos de transacción y facilitan tanto 1) la negociación para formar gobierno como 2) la distribución de recursos obtenidos una vez ganada la elección. Esto se debe a que previo a la celebración de los comicios y una vez consumada la alianza electoral, los socios políticos establecen mecanismos, reglas y normas para repartirse los cargos de gobierno una vez que ganen (ministerios, subsecretarías, embajadas, entes descentralizados, agencias gubernamentales, etc.

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El segundo tipo refiere a las coaliciones de gobierno, que son todas aquellas que se forman en el nivel ejecutivo de toma de decisiones entre varios actores partidarios y tienen su correlato, al mismo tiempo, en la arena legislativa. Una vez alcanzados los objetivos los miembros que integran la coalición se distribuyen los beneficios obtenidos, los cuales pueden ser cargos públicos, recursos (patronage) o políticas públicas. Son acuerdos multipartidarios que se establecen para formar un gobierno y, ocasionalmente, para resolver crisis gubernamentales que ameriten un pacto interpartidario sólido. Generalmente, la prenda de cambio para estos acuerdos son cargos en el gabinete presidencial por apoyo legislativo de distintas bancadas que ingresan en el gobierno de turno. Esta segunda fase del proceso de construcción puede ser continuación de la primera, la fase electoral, o bien puede ser una totalmente nueva en el caso de que los integrantes del acuerdo no hayan compartido espacio político conjunto en las elecciones celebradas previamente 4. El tercer tipo son las coaliciones legislativas, que pueden darse de dos formas distintas. Por un lado, puede ser el mismo acuerdo que se celebra a nivel ejecutivo y se replica en el congreso. El funcionamiento y la dinámica interna del acuerdo legislativo puede replicar la misma mecánica que el de gobierno, o bien puede tener sus particularidades propias y adquirir, por ejemplo, distintas reglas internas o una manera propia de repartir los espacios de poder entre los socios. Por otro lado, también puede formarse una coalición legislativa que no tenga su correlato en la arena gubernamental, y solo brinde apoyo legislativo al/a presidente/a de turno. En este escenario existe igualmente un intercambio de apoyos y recursos políticos entre el nivel ejecutivo y el legislativo de la coalición, pero no se hace a cambio de espacios en el gabinete presidencial.

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La literatura especializada ha distinguido entre coaliciones pre-electorales (las que se forman para competir en elecciones)

y coaliciones post-electorales (las que se forman entre una primera vuelta presidencial y el ballotage, o bien una vez que alguien accede al gobierno y requiere ampliar su base de apoyo político). Éstas últimas suelen entrar dentro del grupo de coaliciones de gobierno. Dado que este documento se centra en coaliciones electorales, abordaremos solamente las primeras.


Existe una segunda dimensión que es transversal a la arena donde se forman las coaliciones políticas, la cual aborda el funcionamiento del sistema político con múltiples niveles de competencia y poder institucional. De esta manera, las coaliciones pueden integrarse en un nivel nacional, o bien en uno o varios niveles subnacionales. Esto se debe a que los países latinoamericanos se caracterizan por la existencia de tres niveles de gobierno: nacional/federal, provincial/estatal/departamental y municipal/local. La conformación de una coalición puede darse, entonces, en uno solo de esos niveles o bien en varios, adquiriendo así un componente multinivel que complejiza el proceso de negociación del acuerdo, al igual que la toma de decisiones interna y el reparto de espacios decisores. Esto no necesariamente las vuelve más inestables en el tiempo, sino que permite incorporar una dimensión más de análisis para trabajar en la estabilidad de los acuerdos. Es un tema central en la actualidad política latinoamericana, y será abordado con mayor profundidad al analizar el proceso de construcción electoral en países federales y unitarios por igual.

Causas de construcción: ¿por qué es necesario formar una coalición? Existen cuatro factores centrales que potencian la formación de coaliciones políticas en América Latina. Si bien cada uno de ellos puede ser abordado de manera separada, se encuentran interconectados e interrelacionados, lo que muchas veces genera un refuerzo mutuo como incentivo para establecer acuerdos interpartidarios sólidos.

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1. La Fragmentación Los primeros estudios sobre el tema consensuaron la fragmentación partidaria como el primer motor para formar coaliciones políticas. Si bien estas investigaciones se centraron en las coaliciones de gobierno como el fenómeno a abordar, el aumento de la cantidad de actores políticos relevantes en el sistema partidario es un fuerte incentivo para construir acuerdos en la arena electoral y legislativa. Esto se debe a que cuantos más actores políticos pueden acceder a cargos públicos en juego, menor es la cantidad que se puede repartir para cada uno de ellos. Y dado que la legitimidad de los sistemas presidenciales es dual, en tanto legisladores y presidente/a son electos por el voto popular, los segundos requieren de los primeros para poder impulsar sus agendas legislativas y de gobierno. El mandato fijo establecido por cada constitución nacional es un requisito de supervivencia política, pero al mismo tiempo un periodo acotado temporalmente para poder gobernar y aspirar a renovar el mandato, si así lo permitiera la legislación vigente. En este escenario de rigidez institucional, todo aspirante al Poder Ejecutivo es consciente de que requiere una mayoría sólida para poder tomar decisiones que puedan ser implementadas sin mayores contratiempos. La fragmentación política en Latinoamérica ha sido impulsada por un proceso circular que combinó debilidad interna de los partidos políticos tradicionales con sistemas electorales permisivos; esto es, que no restringen la competencia por cargos públicos en juego sino más bien que la alientan y la potencian. Este último punto ha sido abordado por la literatura especializada 5, encontrando cierto consenso en torno a la elección de reglas electorales que en las últimas décadas han pasado de sistemas más mayoritarios hacia otros más proporcionales con magnitudes de distrito más grandes. Este fenómeno ha alentado la formación de nuevos partidos políticos electoralmente competitivos, acrecentando aún más la debilidad interna de los partidos políticos en un círculo que se potencia y reproduce mutuamente.

8 5 Recomendamos consultar Wills-Otero y Pérez Liñán (2005) y Negretto (2009), dos obras introductorias al respecto sobre América Latina. A nivel mundial sugerimos Golder (2005).


Gráfico No 1. Ciclo de fragmentación política en América Latina.

SISTEMA ELECTORAL PERMISIVO

DEBILIDAD PARTIDARIA INTERNA

FRAGMENTACIÓN POLITICA

Fuente: elaboración propia.

En este sentido, el aumento de la fragmentación política es una tendencia que ha ido creciendo en los últimos años en la región latinoamericana. Los siguientes gráficos son claros al respecto. Los primeros (Gráficos No 2 y No 3) presentan la cantidad de partidos relevantes 6 que compiten en elecciones presidenciales post recuperación democrática. En el periodo analizado se observan ciclos de fragmentación política con una tendencia alcista que se acentúa a partir de la segunda mitad de los ’90, donde la fragmentación se mantiene cercana a 3. Sin embargo, al desagregar el indicador utilizado por país las tendencias no son homogéneas ni lineales, sino que se caracterizan por sobresaltos bien marcados.

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6 Generalmente se utiliza un indicador denominado Número Efectivo de Partidos (NEP) desarrollado por Laakso y Taagepera (1979). Es más preciso que contar candidatos y candidatas porque pondera, a partir del peso electoral (% de votos) y del legislativo (% de bancas), cuántos son verdaderamente importantes o relevantes. De esta manera, un valor alto de NEP implica un escenario con mucha fragmentación del voto presidencial, lo cual es un correlato de que muchos actores concentran pocos votos para el máximo cargo institucional. En cambio, un valor más bajo de NEP implica mayor concentración en pocas candidaturas. También puede aplicarse a la distribución de bancas en un congreso: un número alto significa que nadie tiene la mayoría y se dificulta la gobernabilidad, mientras que uno bajo permite inferir una mayoría parlamentaria.


Gráfico No 2. Fragmentación presidencial agregada. Sudamérica, 1958 – 2021. 8 6

NEP

4 2 0 1960

1980

Año

2020

2000

Fuente: elaboración propia. Incluye los 10 países que integran Sudamérica desde el retorno a la democracia en cada uno de ellos.

Gráfico No 3. Fragmentación presidencial desagregada por país. Sudamérica, 1958 – 2021. BOLIVIA

COLOMBIA

ECUADOR

URUGUAY

VENEZUELA

BRASIL

CHILE

PARAGUAY

PERÚ

NEP

ARGENTINA

ARGENTINA

PAÍS

BOLIVIA

BRASIL

CHILE

COLOMBIA

ECUADOR

PARAGUAY

PERÚ

URUGUAY

VENEZUELA

Año

10

Fuente: elaboración propia. Incluye los 10 países que integran Sudamérica desde el retorno a la democracia en cada uno de ellos.


Ahora bien, una de las posibles causas que incide en los ciclos cambiantes de fragmentación política alternando altas y bajas en la región puede ser la formación de coaliciones electorales. En este sentido, frente a un escenario de aumento de competidores efectivos para el cargo presidencial, la siguiente elección puede aumentar los incentivos para formar acuerdos que reúnan a varios actores partidarios detrás de una misma candidatura compartida. De modo que la formación de coaliciones que agregan votos de un electorado cada vez más segmentado amortigua estos ciclos de fragmentación. Al respecto, identificamos dos tendencias contrarias en la región. Por un lado, en aquellos casos donde hay más partidos que compiten solos en lugar de formar acuerdos la fragmentación aumenta. Tales son los casos de Chile, Perú, Ecuador y Uruguay. Por otro lado, donde se forman más coaliciones para competir el voto se concentra y la fragmentación baja, como muestran los casos de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Colombia.

Gráfico No 4. Promedio de partidos y coaliciones que participaron en elecciones presidenciales. Sudamérica, 1958 – 2021.

Cantidad de partidos y de coaliciones

12.5 10.0 7.5 5.0 2.5 0.0 1960

1980

2000

Año

2020

REFERENCIAS COALICIONES

PARTIDOS

Fuente: elaboración propia. Incluye los 10 países que integran Sudamérica desde el retorno a la democracia en cada uno de ellos.

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Gráfico No 5. Cantidad de partidos y coaliciones que participaron en elecciones presidenciales por país 1958 – 2021.

Cantidad de partidos y de coaliciones

BOLIVIA

BRASIL

COLOMBIA

ECUADOR

PARAGUAY

URUGUAY

VENEZUELA

ARGENTINA

12.5

CHILE

10.0 7.5 5.0 2.5

0.0 12.5

PERÚ

10.0 7.5

5.0 2.5

0.0

12.5

1960

1980

2000

2020 1960

1980

2000

2020

REFERENCIAS

10.0 7.5

COALICIONES

5.0 2.5

PARTIDOS

0.0 1960

1980

2000

2020

1960

1980

2000

2020 Año

Fuente: elaboración propia. Incluye los 10 países que integran Sudamérica desde el retorno a la democracia en cada uno de ellos.

En esta situación regional compleja y diversa, quienes aspiran a competir con chances de

ganar el gobierno son conscientes de que una fragmentación partidaria media o alta es un fuerte incentivo para encontrar puntos de contacto con socios comunes que se encuentran en la misma situación. Este escenario alienta a los actores a encontrar mecanismos de coordinación política para acceder al poder y repartirse posteriormente los beneficios alcanzados. Tal como planteamos anteriormente, establecer una coalición electoral con el objetivo de llegar al gobierno facilita el proceso de negociación, antes que darle forma a un acuerdo una vez que cada actor partidario ya adquirió espacios de poder a partir de un proceso electoral. De esta manera, las coaliciones electorales contribuyen a sintetizar y reducir la cantidad de opciones políticas viables en términos gubernamentales.

Al respecto, es importante realizar un comentario sobre los incentivos disímiles pero complementarios que tienen distintos partidos políticos en la región. El aumento de la fragmentación ha llevado a que surgiera una multiplicidad de actores partidarios en América

Latina, lo que nos permite distinguir entre aquellos que son más grandes de aquellos que son más chicos, ya sea por presencia territorial, cargos ganados y/o cantidad de votos. En este

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sentido, un escenario de fragmentación alienta, por un lado, a los partidos más grandes a buscar aliados para sostenerse en el poder o, al menos, ser competitivos para alcanzarlo. Por

otro lado, los partidos más chicos intentan hacer pie en el sistema político y tienen incentivos para acordar con distintos socios para garantizar su supervivencia. Por esa razón, aunque los dos tipos tengan objetivos diferenciados, no por ello son opuestos o contradictorios. Todo lo contrario.


2. (In)gobernabilidad Una consecuencia inmediata del aumento de la fragmentación es un posible escenario de ingobernabilidad futura. Dada la doble legitimidad presidencial y legislativa a la que hicimos mención anteriormente, un/a presidente/a de turno que no cuente con un apoyo mayoritario en el órgano legislativo puede generar parálisis gubernamental, deadlock y una alta demora en el proceso de toma de decisiones públicas. A esta situación de bloqueo institucional la puede acompañar una tensa disputa política entre el oficialismo y la oposición, lo cual puede acrecentar la inestabilidad política general por dos razones. En primer lugar, porque estos escenarios tienden a potenciar (y a ser potenciados por) altos niveles de polarización política en los cuales ninguno de los espacios con capacidad de decisión quiere acercar posiciones con sus rivales. En segundo lugar, porque ese tipo de escenarios puede derivar en pedidos de impeachment o juicio político al presidente/a de turno, acrecentando aún más la inestabilidad política y generando un impacto negativo en el sistema político en su conjunto. Si bien la destitución presidencial es un mecanismo institucional contemplado en las constituciones nacionales y se encuentra dentro de los márgenes legales de funcionamiento de todo sistema, la salida presidencial por esta vía suele potenciar la sensación de inestabilidad en todos los actores partidarios, derramando también hacia la dimensión social y económica. Para evitar este peligroso cocktail político-institucional, consideramos que quienes aspiran a ganar elecciones y gobernar construyen coaliciones electorales que le permitan, en el largo plazo, superar posibles escenarios de parálisis gubernamental o, peor aún, una destitución presidencial que los lleve a perder el espacio de poder conquistado. Si la fragmentación partidaria aumenta y potencia las chances de una situación de ingobernabilidad garantizada, entonces la construcción de coaliciones políticas estables es la resolución por la vía de la gobernabilidad asegurada.

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3. Espacio político La literatura especializada sobre competencia electoral en América Latina ha encontrado ciertas dificultades metodológicas y empíricas para clasificar a los partidos políticos dentro del tradicional esquema izquierda-derecha (Roberts 2002, Colomer y Escatel 2005). En este sentido, si bien la ideología es una arista de análisis compleja, los actores latinoamericanos se ubican en el espacio político 7 a partir de la toma de posición sobre determinados asuntos de relevancia pública. Existen tantas dimensiones de debate político como temas aborden los partidos, permitiendo a los electores identificar las posturas políticas de cada uno. La toma de posición sobre cada asunto opera como un parámetro para determinar en qué medida están más o menos de acuerdo en torno a cada decisión que tiene que ser adoptada en un marco institucional determinado. Un menor grado de acuerdo implica una mayor distancia en el espacio político, mientras que mayor consenso incide en una mayor cercanía. En este punto entran a jugar los vínculos representativos que tienen los partidos políticos con sus electorados. En tanto vehículos representativos que buscan maximizar sus objetivos colectivos, los actores partidarios perciben que existen incentivos sociales y culturales en las sociedades donde actúan para avanzar en determinados acuerdos multipartidarios. Son, a veces, los propios electorados los que mueven a sus dirigentes a construir coaliciones con determinados aliados. De la misma manera, suelen penalizar o castigar los acuerdos con otros.

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7

Anthony Downs (1973) dio inicio a los estudios sobre análisis espacial para indagar sobre el posicionamiento político de los

actores partidarios. Si bien sus aportes teóricos posteriormente fueron traducidos al tradicional esquema izquierda-derecha, consideramos que estas nociones analíticas son útiles para poder comparar de manera más general en la región latinoamericana cómo y por qué determinados actores partidarios se unen para formar coaliciones políticas.


Vox populi N° 1: el espacio político no es relevante para los partidos políticos latinoamericanos. “Las puertas están abiertas para entrar y salir siempre que se comparta el programa, los principios y el acuerdo político”

(dirigenta del Frente Amplio, Uruguay).

“Había lugar y espacio para construir la coalición. El sistema lo permitía. Había un espacio político programático para poder armar y crecer” (dirigente del Frente Amplio, Chile). “Había un clivaje claro. De un lado el PT y los partidos de la izquierda que no apoyaron al Plan Real. De otro lado, los partidos que apoyaron de alguna manera el Plan Real. Ahí se armó una división. Había compromiso con reformas neoliberales o estructurales. Se buscó en el campo reformista los partidos y las personas más comprometidas con la agenda de reforma”

(dirigente del PSDB, Brasil).

"El ANR-Partido Colorado siempre gobernó, y el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) siempre se quedó cómodo en el lugar de oposición. Los partidos de izquierda o progresistas siempre se quedaron sin espacio, con poco lugar, pequeños" (dirigenta del

Frente Guasú, Paraguay).

Hallazgo N° 1: el espacio político incide a la hora de construir coaliciones electorales en América Latina.

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De esta manera, los partidos políticos que deciden conformar una coalición lo hacen en tanto se sienten cercanos entre sí en el espacio político, encontrando más puntos de contacto y coordinación que diferencias manifiestas. Al mismo tiempo, este acercamiento se hace a partir del cálculo de posicionamiento en múltiples dimensiones de discusión pública, como puede ser la economía, el rol del Estado, la educación, las relaciones internacionales, el desarrollo social, la seguridad, etc. Dado que cada partido asume una posición determinada en cada una de ellas, mientras más corta sea la distancia en una mayor cantidad de dimensiones, mayores serán los incentivos para acordar. Esto permite considerar que las coaliciones políticas están conectadas en términos programáticos (Axelrod 1970). Un aspecto no menor de este posicionamiento político es el lugar que ocupa la figura presidencial. El lugar asumido en cada una de las dimensiones de discusión pública por quien aspira a liderar el gobierno en un proceso electoral, como aquel que ya lo logró, es central en este proceso de acercamiento entre los socios de una coalición. El (candidato/ a) presidente/a es el formateur de todo acuerdo coalicional, tanto en la arena electoral cuando los partidos ingresan en la primera fase de la construcción del pacto, como en la gubernamental y legislativa cuando tienen que repartirse los espacios de poder para gobernar, tomar decisiones y, eventualmente, salvar una crisis institucional relevante. La máxima figura del acuerdo es el que le da forma y marca la pauta del posicionamiento político de la coalición.

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4. Sistemas federales vs. sistemas unitarios Existe cierto consenso en el análisis político latinoamericano en torno al fuerte peso que tiene la forma de Estado federal en el proceso de construcción de coaliciones electorales. Dado que este diseño institucional asigna a los niveles inferiores de gobierno un conjunto de competencias, potestades y recursos públicos con relativo margen de autonomía para su administración, la dinámica de construcción política adquiere una fuerte impronta de los niveles subnacionales en relación al nivel nacional del sistema político (Albala y Reniú 2018). Sin embargo, los estados unitarios no escapan mucho a esta dinámica. En décadas recientes, los procesos de descentralización política, administrativa y fiscal en la región insumieron en los niveles inferiores de los Estados más centralizados facultades y recursos políticos suficientes para hacerse pesar en el juego político nacional (Falleti 2010, Suárez Cao, Batlle y Wills-Otero 2017). De esta manera, las dinámicas de construcción política características de países como Argentina, Brasil, México y Venezuela pasaron a ser prácticas comunes y recurrentes en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y Paraguay. El nivel subnacional empezó a importar en el proceso de construcción coalicional.

Vox populi N° 2:

Las coaliciones electorales son importantes en sistemas federales. “Necesariamente tienes que trabajar (candidata de Perú Posible en 2011, Perú).

con

las

regiones”

“La lucha política pasó al nivel local. Las elecciones nacionales las suele ganar el MAS de goleada, pero en las subnacionales no siempre obtuvo el mismo resultado” (dirigente de MDS-Unidad Demócrata en 2014, Bolivia). “La descentralización fue importante. Hubo provincias que pasaron a ser importantes además de Quito y Guayaquil [para] construir una candidatura presidencial” (dirigente de Movimiento SUMA, Ecuador).

Hallazgo N° 2: las coaliciones electorales son valiosas tanto en sistemas federales como unitarios.

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En la medida en que las unidades subnacionales adquirieron peso institucional en el sistema

político, nuevos actores partidarios avanzaron en la construcción política regional a partir de ciertas identidades y discursos públicos diferenciados, propios y particulares. Muchos de esos casos resultaron exitosos en términos electorales, lo cual generó un llamado de atención de los partidos políticos nacionales. Al entrar con fuerza en ciertas regiones específicas, los partidos más tradicionales quedaron relegados a lugares secundarios de la disputa política a manos de estos actores locales, situación que los volvió socios necesarios de cualquier coalición electoral que quisiera llegar a la presidencia de la nación.

Modelos de construcción: ¿qué actores arman coaliciones electorales? Con la información provista por las entrevistas y los casos específicos analizados, desarrollamos cuatro modelos de construcción de coaliciones electorales a partir de las características propias que tienen los partidos políticos latinoamericanos y del contexto político en el cual surgieron. Esta propuesta pretende ser lo suficientemente general como para poder aplicarla a la gran mayoría de los países de la región, como también incorporar la amplia diversidad de quienes construyen acuerdos electorales en América Latina. Al mismo tiempo, captura la complejidad de la fragmentación política que caracteriza al continente en este momento. También resaltamos ventajas y desafíos de cada modelo.

Modelo tradicional Este modelo de armado se caracteriza por la integración de partidos políticos que facilitaron el proceso de transición a la democracia en la región en la década del ‘80. En este sentido, son coaliciones que se armaron entre actores que tuvieron participación y actividad política con anterioridad a los quiebres democráticos de las décadas del ‘60 y ‘70. Motivados por los incentivos antes mencionados, estos partidos políticos buscaron socios y aliados entre aquellos que compartieron espacio político durante un largo tiempo. Entre las ventajas de este tipo de acuerdos se encuentra la presencia en el territorio político durante un largo tiempo, lo cual facilita el proceso de construcción coalicional con base a organizaciones partidarias bien extendidas y consolidadas. Esto puede considerarse un plus en este tipo de armados, a pesar de que muchas organizaciones partidarias vieron mermar su red de recursos políticos, militantes y dirigentes durante los procesos dictatoriales en numerosos países de la región. El retorno a la democracia puso a estos partidos políticos a reconstruir esas redes y recuperarse como organizaciones políticas fuertes.

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Estas mismas ventajas pueden volverse un desafío a la hora de innovar en términos políticos. Dado que los sistemas políticos no son estáticos sino cambiantes y adaptables frente a cambios importantes en la sociedad, la economía y las instituciones, las prácticas tradicionales de construcción política y coalicional puede limitar los incentivos para la adaptación organizacional, estratégica y discursiva a quienes conforman acuerdos que son estables en el tiempo. Algunos casos característicos de este modelo son las coaliciones construidas en torno

al Partido de los Trabajadores (PT) y al Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el Frente Amplio en Uruguay o la Concertación en Chile, por mencionar algunos.

Modelo de supervivencia En este caso, los partidos más tradicionales encuentran aliados en nuevos partidos políticos que se formaron con posterioridad a la transición a la democracia en cada país. Muchos de estos nuevos actores fueron o bien desprendimientos de los partidos más tradicionales que surgieron por fuertes e irresueltas tensiones internas que derivaron en el quiebre, o bien por actores que emergieron de distintos espacios institucionales sin actividad partidaria previa. Este proceso de construcción tiene por objetivo la supervivencia electoral mutua entre partidos tradicionales con una fuerte impronta en la política nacional junto a partidos más nuevos que requieren entrar al sistema político y adquirir espacios de poder para sostenerse como organizaciones sólidas. Este tipo de acuerdos, por otro lado, presenta dificultades en el proceso de armado dadas las trayectorias disímiles de los partidos que las integran. Pueden surgir discrepancias en torno a prácticas partidarias tradicionales versus estilos más innovadores, lo cual suele impactar en las reglas de convivencia interna, los espacios de poder asignados a cada socio, la selección de las candidaturas a cargos públicos y la conformación del programa de gobierno. Algunos ejemplos destacados son el caso de la Alianza (1997 y 1999) en Argentina entre

la Unión Cívica Radical y el FREPASO, la Alianza Patriótica para el Cambio en 2008 entre el Partido Liberal Radical Auténtico y el Frente Guasú en Paraguay, y la Coalición Multicolor

en 2019 entre el Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente, el Partido de la Gente y Cabildo Abierto en Uruguay. También se puede mencionar a la Alianza Perú

Posible en 2011, alianza electoral entre el Partido Acción Popular, Perú Posible y Somos

Perú, y a Cambiemos (2015) en Argentina, acuerdo entre la Unión Cívica Radical, PRO y CC-ARI.

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Modelo desafiante El modelo desafiante es aquella coalición electoral formada enteramente por partidos políticos construidos post transición a la democracia. Muchos de estos actores son desprendimientos de partidos tradicionales, como se aclara en el modelo de supervivencia, pero en lugar de buscar acuerdos con ese tipo de partidos, plantean la innovación política de posicionarse públicamente como una coalición desafiante a quienes generalmente marcan el pulso de la discusión política. Este tipo de acuerdos suele construirse en torno a la singularidad propia y particular de una construcción política enteramente nueva y completamente distinta a los partidos políticos más tradicionales. Suelen posicionarse en el espacio político alejados de los actores con mayor trayectoria en el sistema político nacional. La construcción de este modelo de coaliciones se hace en paralelo a la construcción partidaria, con la particularidad de que estos nuevos partidos ya nacen con perspectiva coalicional: tienen una amplia disposición a construir acuerdos amplios y sólidos para resaltar como actores políticos importantes. Institucionalizar los nuevos partidos políticos implica también institucionalizar la coalición que están formando. Por otra parte, encuentran un fuerte desafío en su proceso de construcción asociado a las organizaciones partidarias con las que se arman los acuerdos. Dado que estas estructuras son desprendimientos de partidos tradicionales, al mismo tiempo que se produce el armado de la coalición se lleva adelante el armado de los partidos que le dan forma y sustento. En este sentido, la extensión en la totalidad del territorio es un objetivo importante, y no siempre posible o realizable. Esto impacta directamente en la posibilidad de presentar candidaturas a cargos públicos en todos los niveles del sistema político, al igual que en la posibilidad de convertirse en una coalición electoralmente competitiva y con chances de ganar la elección. Algunos ejemplos se encuentran en la Alianza para el Cambio en 2017 entre CREO y SUMA en Ecuador, y el Frente de Izquierda de 2006 en Brasil entre el PSOL, PSTU y PCB 8.

Modelo movimientista El modelo movimientista es un tipo de coalición electoral que ha surgido recientemente en el

escenario político latinoamericano, con las particularidades propias de la región. Es similar al

modelo desafiante porque en el proceso de construcción intervienen actores políticos no tradicionales, pero con la diferencia de que este armado se realiza desde movimientos sociales que deciden saltar a la arena electoral como partidos políticos. De esta manera, el proceso de institucionalización es doble.

Por un lado, movimientos sociales que adquieren la forma de partidos políticos, con estructura, dirigentes, militantes y recursos destinados a posicionarse en el espacio político.

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8

El Partido Comunista Brasileño fue fundado en 1922 y refundado en 1993, recuperando su legalidad en 1996. A eso se suma

que tanto el PSOL como el PSTU fueron partidos fundados por dirigentes que se diferenciaron de la estrategia electoral del PT y fundaron sus propios espacios. Por ambas razones incluimos el caso en esta tipología.


Este proceso de consolidación organizacional plantea un desafío central al modificar la

estrategia defensiva del movimiento social en una estrategia propositiva y programática del partido político. Implica un cambio importante del funcionamiento interno de estas organizaciones, a la par que consolida liderazgos y fija reglas de funcionamiento interno.

Por otro lado, la extensión en el territorio de estos partidos nuevos es paralelo a la construcción coalicional. Al igual que en el modelo desafiante, el modelo movimientista plantea que el

proceso de designación de los nuevos actores partidarios se hace al mismo tiempo que la

construcción de la coalición electoral. Este proceso se sustenta fuertemente en las estructuras de los movimientos sociales que dan fuerza e impulso a la nueva coalición, al mismo tiempo que buscan consolidarse en aquellas regiones donde no tienen presencia efectivamente, ya

sea incorporando actores que ya se encuentran en esos espacios o armando la estructura desde cero.

Este modelo ha tenido experiencias interesantes de construcción en Chile con el Frente

Amplio, y en Bolivia con Unidad Demócrata en 2015 y Comunidad Ciudadana en 2019. Mientras que el primero es un caso testigo de movimiento estudiantil que se convierte en una coalición

electoral, los dos segundos son ejemplos de movimientos ciudadanos y comunidades cívicas regionalmente fuertes que decidieron saltar a la competencia electoral a nivel nacional.

Reglas, funcionamiento y dinámicas de construcción coalicional Los subtipos de coaliciones electorales y su dinámica de funcionamiento interno “Mantener una coalición es un equilibrio muy inestable, que requiere mucho trabajo de mantenimiento” (dirigente del PSDB, Brasil) El formato y el funcionamiento que adquiere una determinada coalición electoral depende enteramente del acuerdo que alcancen los socios que la integren y la construyan. Una coalición implica, como se explicó anteriormente, un espacio de coordinación entre actores partidarios que encuentran objetivos comunes como el rumbo compartido para lograr, al mismo tiempo, objetivos particulares. El equilibrio que se logra entre las metas compartidas con las propias es un delgada línea que muchas veces es el motor de fuertes tensiones internas. Este es el punto más delicado de todo proceso de construcción coalicional porque es la piedra fundamental de un proceso que puede durar a largo plazo y, eventualmente, mutar a una coalición de gobierno, a una coalición legislativa, o bien volver a competir como coalición electoral. Si el espacio de coordinación política se construye sobre cimientos fuertes, entonces la estabilidad de la coalición puede ser sólida. Caso contrario, las diferencias internas, la inestabilidad y los quiebres dominarán todo el proceso.

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Un punto central para que este proceso adquiera un buen rumbo es la definición de las reglas de convivencia interna.


Esto no implica, necesariamente, la celebración de un acuerdo escrito y formalizado como es costumbre en los parlamentarismos europeos, sino del consenso de un conjunto de pautas y normas que regulen el funcionamiento de una coalición en su arena electoral. En este sentido, las reglas pesan e importan, y tienen que ajustarse a las relaciones de fuerza entre los socios del acuerdo. A partir de ellas se marca el ritmo de funcionamiento, se establecen los mecanismos de resolución de conflictos, se definen los espacios de poder y se toman las decisiones sobre la estrategia política de la coalición electoral. Toda la campaña electoral del acuerdo se define y estructura a partir de este conjunto de normas. En este punto adquiere un rol central la candidatura presidencial, el formateur de la coalición. El rol que adquiera, el grado de centralidad que defina y el espacio que brinde a sus socios políticos marca el pulso de las reglas que gobernarán el interior del pacto. En tanto las coaliciones electorales tienen que construir un acuerdo que alcance la totalidad del territorio político donde tienen que competir, encontramos tres subtipos en la región de acuerdo al funcionamiento interno que adquieren.

Gráfico N° 6. Subtipos de coaliciones electorales en América Latina. Funcionamiento centralizado

Funcionamiento coordinado Socio B

Socio A

Funcionamiento descentralizado Socio B

Socio A

Socio B

Socio A

Presidente +

Presidente +

Presidente +

Presidencial

Presidencial

Presidencial

Circulo

Circulo

Socio C

Socio D

Socio C

Circulo

Socio D

Socio C

Socio D

Fuente: elaboración propia.

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Los tres subtipos se diferencian a partir de lo que suele llamarse la mesa de coordinación de una coalición electoral. En ella se sientan todos los miembros que dan forma al acuerdo, con determinados roles y posiciones asumidas a partir de las relaciones de poder que existe entre los socios. El vínculo está mediado por la fortaleza interna que cada uno obtenga y definido a partir de los recursos políticos que pone a disposición del pacto. Si uno de los integrantes de la coalición es el actor dominante a partir de la imagen pública de su candidatura presidencial, de la extensión organizacional con la que cuenta y de la cantidad de candidaturas electoralmente competitivas que pueda aportar, entonces la dinámica de funcionamiento es centralizada.


En estos casos, los socios que se suman al acuerdo pueden complementar al actor dominante, pero difícilmente puedan imponer su voluntad de una mesa de coordinación. Las reglas, la estrategia política, las candidaturas a cargos públicos y el programa de gobierno son mayormente definidos por el principal partido político. El resto, sugiere y acompaña. La dinámica totalmente opuesta es la descentralizada, aquella en la cual la candidatura presidencial es apoyada, impulsada y potenciada por los socios de quien compite por el máximo cargo en juego. En este caso, el formateur de la coalición electoral pierde el rol central que suele detentar y su círculo íntimo tiende a seguir las definiciones establecidas por el resto de los integrantes de la coalición electoral. De esta manera, los principales aliados establecen las pautas generales e inciden en los temas estratégicos del acuerdo. El tercer subtipo es un punto intermedio entre los dos anteriores y combina dinámicas de ambos: es el funcionamiento coordinado. En un escenario en el que ninguno de los socios puede imponer su voluntad por sobre el resto dado que la relación interna de fuerzas es equilibrada y todos se necesitan mutuamente, el esquema de toma de decisiones y definición de reglas internas de funcionamiento es más consensual y horizontal. En este proceso, suele haber una discusión interna en torno a quién ocupa el centro del acuerdo; es decir, quién lidera la candidatura presidencial. Definido este punto, el más sensible de todos, el resto de las candidaturas a cargos públicos como pueden ser las listas legislativas y las candidaturas ejecutivas subnacionales se reparte de acuerdo a los criterios definidos por la mesa de coordinación de la coalición electoral. De la misma manera, la estrategia política y el armado del programa de gobierno mantiene el esquema coordinado y consensuado entre todos los miembros. Los procesos de descentralización antes mencionados y los desafíos que presentan para los partidos más tradicionales, impulsaron una complementación estratégica entre viejos y nuevos actores partidarios que de otro modo no hubiera ocurrido. Por eso resulta común encontrar partidos políticos nuevos fuertes en regiones específicas en los modelos de construcción desafiante y movimientista. Al mismo tiempo, la aparición de estos nuevos partidos políticos regionales fue causa directa que reforzó el proceso de fragmentación política antes descrito.

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De esta manera, son varios los casos en Latinoamérica de coaliciones electorales que siguen un funcionamiento más coordinado o descentralizado en aquellos casos donde algunos de los socios de la coalición tienen una fuerte presencia en zonas del país claves para ganar las elecciones nacionales. En estos formatos cada uno de los actores locales es una parte fundamental del proceso de construcción. En cambio, en aquellos casos donde se sigue un funcionamiento más centralizado, resulta esencial asignarles un espacio de intervención e incidencia en la toma de decisiones estratégicas en pos de garantizar la supervivencia del acuerdo en el largo plazo. En este proceso de construcción coalicional hay dos aspectos vitales: la definición de las candidaturas a cargos públicos y la elaboración del programa de gobierno.


Definición de candidaturas La definición de las candidaturas a cargos públicos es uno de los temas más sensibles de toda coalición electoral. Esto se debe a que cada espacio en listas o binomios ejecutivos es un lugar de poder que representa la relación de fuerzas entre los socios de un acuerdo. Si bien como indicamos una coalición es un espacio de coordinación a partir de objetivos compartidos, cada integrante del pacto es consciente de que en el mediano o largo plazo la unidad puede resquebrajarse y cada uno puede recuperar su autonomía plena. En ese escenario de ruptura, quedarse con la mayor cantidad de cargos posibles construye una posición de poder mucho más fuerte que quedarse con pocos o ninguno. En una dirección contraria, los partidos políticos también son conscientes que la complementación estratégica de la unidad permite potenciar los recursos políticos disponibles, el posicionamiento conjunto en el espacio político y la esperable victoria electoral. De esta manera, cada uno de los miembros del acuerdo tendrá un ojo en cada objetivo: crecer individualmente y acceder conjuntamente a la mayor cantidad de cargos públicos en juego. Esto en vistas de que los actores partidarios maximizan espacios de poder para lograr sus objetivos políticos en tanto son portfolio-seeking u office-seeking actors (Carroll 2007). Adicionalmente, definidas las candidaturas, quienes detentan ese rol pasan a tener un peso central en la toma de decisiones estratégicas del acuerdo, al mismo tiempo que inciden en el rumbo, en el mensaje y en el volumen de la campaña electoral. En este punto existen tres elementos que siempre operan para marcar las pautas de la negociación interna. En primer lugar aparecen cargos ejecutivos y legislativos que ofician como un posicionamiento individual para dirigentes políticos, tanto a nivel nacional como en cada distrito donde se compite. Son por esa razón los más cotizados y solicitados por quienes integran un acuerdo. En segundo lugar aparecen el resto de los lugares en las listas que compiten por bancas en el congreso, especialmente aquellos con los cuales el cálculo estratégico permite ponderar las chances ciertas y las expectativas serias de sentarse en una banca. En un tercer lugar figura el resto de los espacios, los menos expectantes pero que, en un determinado contexto favorable, pueden volverse atractivos a futuro en caso de renuncias de legisladores y se necesite de reemplazos para ocupar esos lugares. Si bien la atención está puesta en los primeros espacios, los restantes pueden terminar siendo determinantes para el sostenimiento futuro de la coalición y, tal vez, para lograr las mayorías necesarias que se requieran coyunturalmente.

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Es así que las reglas de una coalición son un punto clave para poder consensuar de manera ordenada la definición de las principales candidaturas. Los esquemas de reparto de espacios de poder se ajustan a las dinámicas de funcionamiento interno que desarrollamos anteriormente. Mientras que un esquema centralizado se guía por la imposición de las candidaturas por parte de quien detenta la candidatura presidencial, una coalición descentralizada le otorga ese poder de la lapicera a sus aliados.


Los acuerdos coordinados son esquemas donde la negociación equilibra las fuerzas y obliga a los socios a ponerse de acuerdo en un esquema más horizontal. De esta manera, recomendamos tres posibles herramientas para poner en práctica a la hora de definir candidaturas: 1) rotación y alternancia, 2) compensaciones verticales y horizontales, y 3) elecciones internas semi-abiertas. Las tres surgen del relevamiento que realizamos en la región.

Rotación y alternancia Es una regla útil en aquellos casos donde no existe mucho acuerdo en torno a quién puede encabezar una lista legislativa. El mecanismo consiste en dividir el mandato constitucional de un/a legislador/a en tantos socios que requieran acceder al cargo. En este punto opera el peso relativo de cada partido: aquellos que se sienten más fuertes internamente en relación a sus aliados aspiran a contar con más años de mandato que el resto. Entonces, por ejemplo, un período de 4 años puede repartirse los primeros 2 años para quien lidera, 1 año para quien secunda y 1 año para el tercero en la lista. Antes de cada rotación, el legislador en el cargo debe renunciar y dejar el espacio al siguiente. Todos los integrantes de la coalición pueden detentar el uso de la banca y alternarse en el ejercicio de una cuota de poder político 9. De esta manera, se refuerza el sentido de pertenencia a una coalición para quienes no pueden ganar un cargo en el reparto o bien acceden a muy pocos. Este mecanismo permite que partidos políticos con escasas chances de obtener grandes cantidades de cargos públicos en juego pudieran encolumnar sus esfuerzos y recursos hacia un objetivo común y, una vez obtenidos los beneficios, logren implementar una regla de compensación para aquellos aliados que no se encuentren en el primer lugar de las listas.

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Esta recomendación es útil en aquellos marcos legales en donde las renuncias a cargos legislativos permiten a los

partidos/coaliciones mantener la banca sin recurrir a una nueva elección (by-pass election). Adicionalmente, el reparto de candidaturas bien puede contemplar el esquema de suplencias en caso de ausencia circunstancial o sostenida como un mecanismo para repartir espacios entre los socios de una coalición. Un buen ejemplo para considerar es el de Uruguay. Al respecto, recomendamos Chasquetti (2014).


Paralelamente, también incentiva a que los miembros de la coalición con distintos grados de desarrollo territorial tengan incentivos suficientes para destinar recursos organizacionales a la campaña electoral y a mantenerse dentro del acuerdo.

Compensaciones verticales y horizontales La candidatura presidencial opera como el epicentro de conflicto de una coalición electoral que comienza a armarse. Quien la encabece se convertirá automáticamente en el formateur del acuerdo, con el grado de centralidad que eso implica sobre el funcionamiento interno de un acuerdo político y programático. Es común, entonces, encontrar buenas prácticas de compensaciones verticales para los aliados que apoyan a una determinada figura pero que no logran posicionar al propio. El cargo vicepresidencial 10 es una prenda de cambio para quienes son los principales socios de un acuerdo. Este reparto puede ayudar a solidificar los acuerdos coalicionales en tanto la mayoría de los/as vicepresidentes/as de la región tienen un rol asignado en el Poder Ejecutivo o bien en el Poder Legislativo 11. Adicionalmente, en caso de destitución, fallecimiento o renuncia presidencial, el siguiente en la línea de sucesión es el vicepresidente/a. Motivo por el cual, frente a una posible descomposición de la coalición, el número dos siempre puede sacarla a flote y mantener su supervivencia política. Por otra parte, tal como indicamos anteriormente, la lógica federal no se distingue mucho de la lógica unitaria a la hora de construir coaliciones electorales: en todos los países de la región se celebran acuerdos de este tipo. En este sentido, además de competir por el Poder Ejecutivo, cada alianza busca ganar la mayor cantidad de bancas posibles en el Poder Legislativo. En cada país de la región latinoamericana los diputados nacionales son electos con base distrital, ya sean provincias, departamentos o Estados 12. Esto lleva a que se defina una candidatura presidencial única por coalición, pero tantas listas o candidaturas legislativas como unidades constitutivas existan y distritos organicen los sistemas electorales vigentes. Las compensaciones horizontales pueden ser una regla útil para repartir espacios de poder 13.

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Todos los países latinoamericanos contemplan en sus constituciones la figura de un vicepresidente, salvo (al momento de

escribir este documento) Chile y México (Mieres y Pampín 2015). 11

Las constituciones de Argentina, Bolivia, Estados Unidos y Uruguay asignan al vicepresidente el rol de Presidente del Senado.

Bolivia y Estados Unidos, también, además de Brasil, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Venezuela consideran al cargo como parte del Poder Ejecutivo. Mientras que Colombia, Costa Rica y Perú no lo integran a este último, pero sí contemplan la posibilidad de que puedan ser ministros. Solamente Ecuador y Honduras no asignan ningún rol institucional (Mieres y Pampín 2015). 12

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Sin embargo, algunos países se diferencian como los casos de Uruguay y Paraguay que eligen senadores en distrito único

nacional, es decir, todo el territorio se constituye en un solo distrito electoral; o el caso de Ecuador que elige a la Asamblea Nacional mediante tres tipos de distritos electorales: uninominales, nacional o único y plurinominales para residentes en el exterior. Colombia, por su parte, elige a las y los senadores nacionales combinando el distrito único (100 bancas) y circunscripciones especiales (2 bancas para comunidades indígena, 5 para las FARC y 1 para la vicepresidencia de la segunda fuerza presidencial con más votos). 13

Las candidaturas ejecutivas y legislativas subnacionales también inciden en este proceso de negociación, particularmente

en aquellos países con calendarios electorales unificados. Sobre este punto ahondaremos cuando en un futuro nos concentremos en la dinámica subnacional y multinivel de las coaliciones políticas.


En este punto se distinguen los modelos de construcción de coaliciones electorales dado que en dos de ellos operan intereses contrarios que suelen generar importantes tensiones internas. Por un lado, los partidos nacionales que tienen presencia homogénea en todo el territorio van a internar ubicar en los primeros lugares de las listas a sus figuras distritales. Por otro lado, los partidos locales que son fuertes en alguna región en particular van a querer sostener sus bastiones en tanto son el aporte principal que hacen a la coalición electoral y su principal capital político. Estas situaciones pueden ser comunes en los modelos tradicional y de supervivencia. En cambio, los modelos desafiante o movimientista suelen caracterizarse por un proceso con menor tensión interna al respecto dado que las compensaciones horizontales son consecuencia directa de su propio proceso formativo. Esto es, la coalición electoral se forma a partir de la unión de distintos actores innovadores en el espacio político y con escasa presencia homogénea en el territorio. La complementación estratégica se da por la unión de aquellos actores que en solitario se limitarían a una región del país, mientras que en la unidad potencian su capital electoral. Así es que el reparto de candidaturas legislativas bien puede respetar la fuerza relativa de cada integrante del acuerdo. Esta regla, además, puede combinarse con una rotación y alternancia en los cargos ganados.

Elecciones internas semi-abiertas En caso de que las reglas de acuerdo interno no surtan efecto y las tensiones aumenten las chances de un quiebre en pleno proceso de la construcción coalicional, siempre queda el recurso de las elecciones internas para dirimir las principales candidaturas. Varios de los países de la región incluyen en su legislación algún mecanismo de elecciones internas con distintos grados de obligatoriedad e incidencia del Estado en su organización 14. Sin embargo, en aquellos casos en que eso no estuviera contemplado, la posibilidad de concurrir a un proceso electoral al interior de la coalición para definir la fórmula presidencial, las listas legislativas y el resto de las candidaturas a cargos públicos en juego es una herramienta saludable para solidificar un acuerdo coalicional por tres razones. En primer lugar, permite posicionar públicamente al acuerdo en el espacio político. Salir al territorio mide fuerzas conjuntas, por más que sea una competencia interna por un premio que no necesariamente es divisible. Adicionalmente, genera raíces en la sociedad fortaleciendo el vínculo ciudadano de cara a la elección general.

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Los casos de Argentina, Bolivia, Chile, Honduras y Uruguay son los únicos que celebran elecciones internas simultáneas el

mismo día. Chile, además, contempla la posibilidad de que sus partidos y coaliciones celebren una consulta ciudadana por separado con organización propia. El resto de los casos varía en distintos formatos de obligatoriedad, apertura del selectorado, incidencia del Estado, financiación, etc. (Freidenberg 2015).


En segundo lugar, incorporar mecanismos de compensación vertical y horizontal es una manera de mantener dentro de la coalición a quienes resultan derrotados en el proceso eleccionario. En tercer lugar, permite discutir públicamente las propuestas programáticas, la estrategia del pacto y los liderazgos internos. Sin embargo, hay dos elementos a los que no hay que dejar de prestarle atención en el uso de esta herramienta. Uno de ellos es la celebración de internas semi-abiertas en caso de que la legislación nacional no contemple ese mecanismo: esto es, que voten afiliados propios e independientes únicamente. De esta manera, se limitan las chances de que los rivales electorales de la coalición que está en proceso de formación incidan en el proceso de selección de candidaturas a través de sus militantes y adherentes. El segundo radica en acordar previamente las reglas del juego formal e informal en el proceso de disputa interno. Una elección interna tiene un delicado equilibrio entre potenciar las figuras propias y disputar hasta el quiebre el liderazgo de la coalición. Tensionar demasiado la competencia por los cargos puede redundar de manera negativa en los objetivos electorales compartidos.

El programa importa Uno de los aspectos que ha sido poco abordado en los trabajos sobre coaliciones electorales en América Latina radica en la importancia que tienen los programas de gobierno al interior de estos acuerdos. Aunque la debilidad interna de los partidos políticos impacte en una también débil discusión programática, las plataformas que reúnen las propuestas de gobierno formuladas por las coaliciones son un espacio más de consenso y acuerdo, pero también de tensiones y disputas de poder. Los programas de gobierno son la cara pública y propositiva de toda coalición electoral.

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Vox populi N° 3: La dirigencia política nunca le da la suficiente relevancia al programa de gobierno. “[El programa de gobierno] es parte de las bases de una coalición” (dirigente de MDS-Unidad Demócrata en 2014, Bolivia). “[El programa] fue una forma de legitimar las propuestas de candidaturas” (candidata de Perú Posible en 2011, Perú). “El programa tenía el eje de cuidar a la coalición. Todos buscaban razones para pelearse. Por eso el programa fue clave para poder dotarse como un proceso con reglas claras, democráticas y aceptadas entre todos, para que se sintieran partícipes” (dirigente del Frente Amplio, Chile).

Hallazgo N° 3: el programa de gobierno importa, y mucho. En este sentido, el programa de gobierno es un espacio de construcción discursiva y de discusión política que aglutina a los socios de una coalición electoral de dos maneras. En primer lugar, es el punto de identificación común que tienen todos los socios de un acuerdo. Allí quedan claros los objetivos, las metas y las propuestas programáticas compartidas, generadas en un proceso de intercambio interno. En segundo lugar, este proceso deliberativo oficia como espacio para la convergencia de los cuadros técnicos que responden a cada partido político. En vistas de alcanzar el gobierno, cada coalición debe cumplir con la designación importante de funcionarios públicos en distintos niveles del Estado. El proceso creativo de una plataforma política compartida fija para esta segunda etapa de la coalición un plan de trabajo conjunto, al mismo tiempo que la experiencia permite afinar las redes políticas de las segundas, terceras y cuartas líneas de quienes arman la coalición. Éstas serán, en un futuro, las responsables de implementar las decisiones de gobierno. La clave para que este proceso sea constructivo más que destructivo radica en la cercanía programática de los partidos políticos de la coalición en el espacio político: mientras mayor conexión tengan entre sí, más esperable es que el desarrollo del programa tenga un bajo nivel de tensión interna. Adicionalmente, tal como adelantamos, el proceso de elaboración del programa de gobierno depende del subtipo de coalición electoral que se forme y, consecuentemente, de la dinámica de funcionamiento interno que adquiera. En este sentido, la relación entre la candidatura presidencial, su círculo de colaboradores y los aliados electorales marcará el pulso y la manera en la cual se definirán las propuestas programáticas.

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Paralelamente, recomendamos tres prácticas útiles que pueden nutrir y potenciar el programa de una coalición electoral.


El rol de las fundaciones partidarias En años recientes la aparición de fundaciones y think tanks partidarios ha ido creciendo a medida que la profesionalización de la política y la tecnificación de las campañas electorales se volvió una regularidad generalizada. Este tipo de organizaciones suele oficiar como un espacio para atraer profesionales con experiencia en distintos sectores especializados, al mismo tiempo que opera como un ámbito de socialización política y generación de redes de trabajo colaborativo. De esta manera, las coaliciones electorales bien pueden apelar al trabajo coordinado de sus propias fundaciones como una base fundamental para planificar, coordinar, discutir y preparar el programa de gobierno.

La descentralización importa Si el programa importa, también es relevante contemplar la diversidad que implica construir una coalición electoral en países federales o unitarios cada vez más descentralizados. Las regiones, distritos y zonas de cada país suelen presentar un mapa bastante amplio de demandas, requisitos, potencialidades y recursos para incorporar en un plan de gobierno. Si bien estas disparidades pueden resultar contradictorias por momentos en una estrategia de gobierno futuro, resulta relevante encontrar el punto de equilibrio en la propuesta programática de gobierno. Los programas ya no son nacionales sino que son integrados horizontal y verticalmente.

La participación abierta ciudadana La elaboración de un programa de gobierno bien puede incluir un proceso de apertura a la ciudadanía para fortalecer la solidez de las propuestas, la cercanía de los discursos y el refuerzo de las raíces sociales de los integrantes de un acuerdo. La formación de foros de consulta abierta para incorporar ideas y proyectos a la plataforma de gobierno también se ha vuelto una práctica puesta en marcha por varias coaliciones electorales en la región, en particular las del modelo desafiante y movimientista por sus propias características formativas. Sin embargo, algunos acuerdos tradicionales y de supervivencia también se han visto obligados a ir en esta dirección en pos de reconectarse con sus electores frente a escenarios electorales más bien negativos para sus propios objetivos políticos.

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Conclusiones: La supervivencia y el mantenimiento de una coalición política en el largo plazo. A continuación desarrollamos algunas consideraciones y recomendaciones que hacen foco en la sostenibilidad en el largo plazo de una coalición electoral. Tal como comenzamos analizando en el primer apartado analítico, hay tres tipos de coaliciones políticas que se forman de acuerdo a la arena donde se construyan. Cada una de ellas es entendida como un eslabón de una cadena. En este sentido, las coaliciones electorales sientan las bases para las coaliciones de gobierno y/o legislativas. El tránsito por estas etapas temporales permite considerar el grado de estabilidad y consolidación que logran las coaliciones políticas con un largo plazo como meta.

Vox populi N° 4: las coaliciones políticas latinoamericanas tienen una visión de corto plazo. “Había empezado bien, pero en la ejecución se generaron distanciamientos en la campaña. Ahí ya se fue rompiendo todo. Diferencias de criterio, diferencias de estrategia, diferencias de programa, diferencia de decisiones” (dirigente de Movimiento SUMA, Ecuador). "Siempre se piensa en el largo plazo en la coalición, pero la coyuntura se la suele llevar puesta" (dirigente de Acción Popular, Perú). “[La continuidad] No era un objetivo explícito de todos los socios del acuerdo, pensando en el mediano o largo plazo. Se fue desarrollando en el tiempo y algunos lo veían como más necesario” (dirigente del Frente Amplio, Chile). “Uno siempre tiene la esperanza y la ilusión de que cuando inicia un ciclo político como el iniciado en 2019 sea el que le da perspectiva en el tiempo” (dirigente de Comunidad Ciudadana, Bolivia).

Hallazgo N° 4: toda coalición política en Latinoamérica se piensa a largo plazo (aunque en el camino ocurran contratiempos).

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Los objetivos son clave Aunque parezca algo menor o meramente secundario, la formulación de los objetivos compartidos en una coalición política es un elemento clave para sostener el acuerdo en el largo plazo. En aquellos casos en los cuales se descuida este proceso de debate interno y se focaliza la construcción política únicamente en reemplazar al gobierno de turno, las chances de supervivencia y consolidación futura son más bien bajas. En este sentido, una discusión programática seria fortalece a una coalición política y refuerza los cimientos que permiten mantener unidos a los socios. Las bases propositivas aglutinan a los integrantes de una coalición y transmiten un sentimiento de pertenencia e identificación que limita las chances de rompimiento a futuro.

Fortalecer los partidos políticos junto a la coalición Toda coalición política está formada por partidos políticos. Mientras que la organización, estructura y funcionamiento de estos actores sea efímera, también lo será la propia coalición. En este sentido, los procesos de construcción de todo acuerdo que se sustente sobre partidos que están en proceso de formación requerirá, al mismo tiempo, fortalecer sus propias estructuras para darle impulso y sostenimiento al pacto. Influir valor en las organizaciones partidarias replica positivamente en la infusión de valor coalicional. Este proceso, sin embargo, tiene una alerta importante. Existe un problema no menor asociado a la identidad de una coalición. Los partidos que las integran pueden, a veces, correr el riesgo de perder la propia y verse subsumidos en una amalgama de actores donde son todos exactamente iguales. Es un delicado equilibrio que implica mantener cierto margen de autonomía organizacional en paralelo a apostar a la construcción colectiva. Las coaliciones políticas que alcanzan un alto grado de institucionalización corren ese riesgo, siendo la única salida generar instituciones, procesos y reglas internas con un alto grado de formalización que terminen por fusionar a todos los integrantes de una coalición y los reconvierta en facciones dentro del acuerdo.

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Institucionalizar la coalición con capacidad de adaptación Este punto se desprende del anterior en tanto el alto grado de institucionalización interna puede derivar en una escasa capacidad de adaptación a un espacio político cambiante y a un ambiente competitivo que muta a partir de sucesivos procesos electorales. Los efectos negativos de este proceso impacta en la renovación dirigencial, la adecuación de la plataforma programática, el reacomodo de los liderazgos internos y la apertura a nuevos integrantes del acuerdo. Este punto también requiere un delicado equilibrio entre lograr un funcionamiento en base a reglas consolidadas y espacios de coordinación validados internamente, y la capacidad de adaptación suficiente en momentos que requiera un giro estratégico.

Repensar las reglas en el tránsito entre etapas El tránsito de una etapa electoral a una de gobierno y/o legislativa puede implicar rediscutir las reglas internas de funcionamiento. Mientras que en la fase electoral esas normas definieron los espacios de poder, las candidaturas y el programa, el salto al gobierno implica revisar los pesos internos de los aliados en virtud de los objetivos alcanzados. En este momento los esquemas de compensación horizontal y vertical pueden recalibrarse para el control del gobierno. En particular, porque alguno de los socios pudo no haber alcanzado sus propios objetivos individuales, y la gobernabilidad apremia. De modo que mantener las reglas internas está bien, pero adaptarlas en la transición de etapa también mientras exista consenso interno suficiente.

Diagrama conceptual ejecutivo

QUÉ SON

POR QUÉ Factores de

Tipos de coaliciones

Electoral

construcción

CÓMO SE ARMAN Subtipos

de coaliciones electorales

Fragmentación

QUIÉNES ARMAN Modelos de construcción coalicional

(In)Gobernabilidad De Gobierno

Legislativa

Centralizada

Coordinada

Descentralizada

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Tradicional Espacio Político Sistema Federal/ Unitario

Supervivencia

Desafiante Movimientista


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