— marzo 2020
Diálogos de remate
Vaquillonas a contramano
F
in de semana en Tandil, en “La Tarasca”, el campo del banquero Pedro Labanca cercano a tan linda ciudad. El programa no podía ser más completo: llegada por la mañana, recorrida del campo por la tarde, a la caída del sol una picada tandilera previa de la definición de la Superliga, partidos en el microcine del banquero y unos matambritos a la parrilla a la medianoche. Cuando el matrimonio Positivo arribó junto con los Galindez poco antes del mediodía, se dieron cuenta al ingresar al casco que eran los últimos en llegar. Pedro y Stephanie se encontraban conversando en el parque de la casa –ubicada en lo alto de un cerro–, con Bartolomé y Pilar de la Ubre, mientras Pésimo Bajón discutía con su mujer Dolores vaya a saber uno qué. El otro invitado era Luigi Provolone que disfrutaba del paisaje un poco más alejado. –Buenas –saludó alegremente Bárbara al acercarse al grupo.
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–Qué raro verlo a Luigi tan tranquilo – dijo Máximo mientras se acercaba para abrazarlo. –Es que si no te tranquilizas acá, no te tranquiliza nada –reflexionó el industrial sin dejar de mirar los distintos colores de los cerros. –Bueno, vení que vamos a hablar del mercado de leche… así retornas a la normalidad –le propuso el dueño de casa tomándole de un brazo. De esta manera Pedro invitó a todos a sentarse en el quincho a esperar un asado cuyos aromas invadían el lugar. El día era espléndido aunque algo ventoso, típico de esta zona serrana. –Lo único que les voy a decir es que no me vengan a llorar conque están mal. Lo que están pagando por las vaquillonas es señal de que tienen plata y de que el negocio no es malo –se atajó Luigi. El Gordo lo miró fijo. –No es malo para algunos –disparó.
Luigi lo miró entre sorprendido y resignado, habituado a las quejas de sus remitentes. –Bueno querido… aprendan de ésos. Si ésos pueden, preguntate por qué los otros no, y no se quejen después si se les viene la concentración –retrucó el industrial quesero. El Gordo no pareció ofenderse por el comentario de Luigi y prosiguió. –Yo lo tengo muy claro. No tengo la plata para hacer las inversiones que hacen falta y que apuntan a que las vacas estén confortables. Hasta que no haya créditos a tasas y plazos razonables, tampoco lo puedo hacer con el banco… Pedro se cruzó de brazos y meneando la cabeza lo interrumpió al Gordo. Mm… Difícil que el chancho chifle – susurró por lo bajo el banquero–. Lamentablemente va a pasar bastante tiempo hasta que lleguen los plazos y las tasas que vos pretendés.