Arte en portada:
La 65 de Infantería / Entre puertas por Javier Martínez
Diseño de portada:
Anto Gamunev
Montaje:
Anto Gamunev
30 de enero de 2023: Mientras caminamos
Junta Editora:
Roxanna D. Domenech
{ Directora
Anto Gamunev
Sonia Cabanillas
Martín Cruz Santos
Juan Carlos Fret-Alvira
Carlos García
Jorge Luis Torres
Alexandra Pagán Vélez
{ Lectora externa
Hugo R. Viera Vargas
{ Lector externo
Junta Asesora:
Evelyza Crespo
Luis Iturralde
Balbina Rojas
Sugelenia Cotto
{ Presidenta
2 / REVISTA
SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
CRUCE: CRÍTICA
Para colaborar:
En Cruce publicamos artículos de investigación, reflexión; reseñas; notas de opinión; comentarios de textos; fotoensayos o arte plástico; entrevistas; textos creativos; y otro tipo de escrito que suponga un análisis o mirada crítica a la sociedad contemporánea.
Toda persona que desee colaborar deberá enviar su artículo por correo electrónico, comprometiéndose a que dicho texto respeta las normas internacionales en materia de conflicto de intereses y normas éticas.
Los escritos se someterán a estricto arbitraje y proceso de edición y corrección, por lo que la colaboración puede sufrir alteraciones, a menos de que se trate de un texto literario.
Nos enfocamos en los siguientes temas:
Política y sociedad: Los escritos de crítica sociopolítica presuponen colaboraciones de los diferentes saberes de las Ciencias Sociales, las cuales a través de principios o esquemas conceptuales o teóricos analizan y explican los fenómenos y estructuras sociales.
Letras: Los escritos literarios de autor (poemas, cuentos, dramas, fragmentos de novela, prosa poética…) que muestran la sensibilidad humana e inspiran a la creación. Asimismo, reseñas, críticas a textos literarios y otros acercamientos literarios o propiamente lingüísticos.
Arte: Los escritos dedicados al análisis, el estudio y la presentación de todo aquello que comprenda al mundo cultural. Abarca la gestión cultural, la autogestión, los estudios culturales, la música, el arte plástico, movimiento escénico, danza, la cultura popular y el arte urbano, vistos preferentemente desde el prisma de la cotidianidad. La fotografía como narrativa visual que sirve para retratar la cotidianidad y la realidad social, y los acercamientos a la obra fotográfica de algún autor.
Cine: Los escritos que analizan o reflexionan acerca del mundo cinematográfico y cómo se atiende desde lo visual los temas de relevancia contemporánea. Se aceptan formatos audiovisuales.
Los derechos de las publicaciones son exclusivas del autor.
Todas las colaboraciones y comunicaciones se harán al correo institucional de la revista editorescruce@uagm.edu
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 3
Mostrar lo que no se muestra: algo sobre la exhibición “Visceral” de Kristal Juan
Reynaldo Padilla-Teruel
En la nevera hay carne fresca
Angel A. Rivera
El ojo del jardinero
Lourdes Vázquez
Réquiem y Andanzas
Mayra Encarnación
PAD/ de cómo habitar la fuga
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Perspectivas y apuntes necesarios para hacer historia cultural
Sylvia Domenech Fernández
De Carolina, Puerto Rico a New York City, El Barrio
Javier Martínez
La mujer que nunca pudo
José Edgardo Cruz
Juegos: Hustle (Netflix) y The Card Counter (HBO Max)
Manuel Martínez Maldonado
Bryan Suarez (Título V) Epidemiologia de un mundo líquido
María Calixta Ortíz
Dossier - Hojas sueltas en torno a Archivo rural (EEE, 2022), colección de relatos de la escritora puertorriqueña Vanessa Vilches Norat
Beatriz Llenín Figueroa y Editora Educación Emergente
Convocatoria: edición especial junto al Pato Project Foundation
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 5
Conferencia Magistral
Pato Project Foundation + Cruce p.16 p.8 p.46 p.50 p.60 p.70 p.110 p.22 p.26 p.08 p.22 p.42 p.30 Índice
Nota
Cruce presenta su primera edición del 2023 titulada Mientras caminamos. En esta ocasión contamos en la portada con fotografías de Javier Martínez. Sobre esta muestra, Martínez nos dice que “el lienzo fotográfico se aventuró a plasmar la esencia de mi tránsito desde Carolina, Puerto Rico a New York City, El Barrio” (p. 31). Este número, además, presenta el resultado de la residencia artística en El Lobi (info@el-lobi.com) de lxs artistas Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría a través de la exposición PAD| de cómo habitar la fuga. Según Vanessa Hernández Gracia, esta es una puesta en común de dos investigaciones fotográficas que se informa de la experiencia migratoria, los efectos de la gentrificación y la perspectiva —formal y metafórica— para reflexionar acerca de lo habitable desde un lugar de subjetividad que busca dar cuenta críticamente de la relación que existe entre el espacio, la ciudad, la arquitectura y la mirada de quien transita y vive estos espacios… las imágenes han sido capturadas en ciudades de Europa, Estados Unidos y para efectos de la residencia, en varios sectores de Santurce, Puerto Rico. (p. 9)
Mientras caminamos también cuenta con diversas investigaciones, al igual que varios ensayos y expresiones artísticas. Comenzamos con el ensayo de Sylvia T. Domenech Fernández (p. 22) donde se “propone analizar perspectivas de la historiografía contemporánea” (p. 23) en torno a la historia cultural. Plantea que
El devenir de la historia cultural ha cobrado auge entre la historiografía contemporánea desde la década del treinta del siglo pasado. Ha representado el desarrollo del quehacer de la disciplina como una de “menos restricciones” y “más perspectivas”1. Se trata de un ejercicio integrador y dialéctico entre la memoria de la historia y más abarcadoras posibilidades de interpretación del pasado, siempre abierto a la historiografía. (p. 29)
1 Editorial-Hacia la “novísima historia”. Op.Cit.,Boletín del Centro de Investigaciones Históricas (UPR-RP), núm 3, 1987-1988, p.8
6 / REVISTA CRUCE:
SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
CRÍTICA
Por su parte, Manuel Martínez Maldonado reseña dos series interesantes en “Juegos: Hustle (Netflix) y The Card Counter (HBO Max)” (p. 46) y José Edgardo Cruz comparte su cuento “La mujer que nunca pudo” (p.42). Mientras que María Calixta Ortíz presenta “Epidemiologia de un mundo líquido” (p.60) como parte de su exposición en la conferencia magistral coordinada por la Dra. Lorna Martinez, Vicerrectora del Recinto de Cupey junto al Dr. Carlos Padín, vicepresidente asociado de Recursos Externos, Investigación y Cumplimiento de la UAGM. La edición también expone una serie de fotografías tomadas por Bryan Suarez durante dicha conferencia (p. 50).
Asimismo, este número integra un impresionante dossier de parte de Editora Educación Emergente (EEE www.editoraemergente.com) sobre Archivo rural, el libro más reciente de la escritora puertorriqueña Vanessa Vilches Norat (p. 70). Este recoge “los trabajos de escritorxs y académicxs boricuas que comentaron el libro de Vilches Norat en cuatro eventos de celebración en diferentes zonas y espacios del país” (mayo a noviembre 2022): Claudia Becerra Méndez, Malena Rodríguez Castro, Mara Pastor, Ada G. Fuentes Rivera, Wilson Torres Rosario, Beatriz Llenín Figueroa y Mari Mari Narváez (p. 77). Agradecemos a Beatriz Llenín Figueroa y Sofia Irene Cardona por la introducción, reflexión y curadoría de este magnífico dossier.
Concluimos esta nota destacando una vez más varias convocatorias relacionadas a diferentes proyectos e iniciativas de interés: La Semana de la Conciencia Social – La universidad ante los retos de la época (p.116); el calendario de actividades del Centenario de Rafael Tufiño (p. 113); y la convocatoria (con una extensión en la fecha de entrega hasta el 10 de abril) a una edición especial de Cruce en colaboración con el Pato Project Foundation https://www.tpp-foundation.org que busca recopilar textos (de todo tipo) que cuenten la(s) historia(s) moderna(s) puertorriqueña(s) a través del lente LGBTTQIA+ con un enfoque particular en el siglo XX (pp. 110-111).
Pueden disfrutar de este nuevo número: Mientras caminamos en - https:// issuu.com/revistacruce
¡Feliz 2023!
Roxanna Domenech Cruz, directora Revista Cruce
División de Artes Liberales
editorescruce@uagm.edu
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 7 editorial
PAD/ de cómo habitar la fuga
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Artistas residentes del lobi
8 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
ARTE
COMUNICADO DE PRENSA
Para publicación inmediata Vanessa Hernández Gracia (787) 393-2488
info@el-lobi.com
@el_lobi_
Residencia artística Puerto Rico y Colombia en El Lobi
SAN JUAN, PUERTO RICO. Lxs artistas Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría, residentes en Madrid, presentarán hasta el 7 de enero de 2023 el resultado de su residencia artística en El Lobi, espacio de arte independiente ubicado en el 621 de la calle Ernesto Cerra en Santurce, Puerto Rico titulada PAD | de cómo habitar la fuga. La muestra se compone de ejercicios fotográficos en varios soportes y formatos, incluyendo dos publicaciones a cuatro manos que han fungido como zona de contacto inicial y punto de partida —formal y metodológico— para el diálogo y la colaboración en esta residencia de cuatro semanas.
PAD | de cómo habitar la fuga, es una puesta en común de dos investigaciones fotográficas que se informa de la experiencia migratoria, los efectos de la gentrificación y la perspectiva —formal y metafórica— para reflexionar acerca de lo habitable desde un lugar de subjetividad que busca dar cuenta críticamente de la relación que existe entre el espacio, la ciudad, la arquitectura y la mirada de quien transita y vive estos espacios. En esta ocasión las imágenes han sido capturadas en ciudades de Europa, Estados Unidos y para efectos de la residencia, en varios sectores de Santurce, Puerto Rico.
El proyecto es un ensayo crítico visual sobre la habitabilidad enfocado a la cuestión espacial y a la respectiva subdivisión de esos espacios como problema social, económico y ambiental que ejercen su influencia en el espectro demográfico de nuestras ciudades. Igualmente este impacto visual, modifica constantemente nuestras emociones y relaciones en torno a los extensos conglomerados edificados en nuestras ciudades con un enorme peso en la percepción de estética y de clase.
Abdiel D. Segarra Ríos (Santurce, Puerto Rico, 1984). Artista, gestor cultural y curador. Graduado del Bachillerato en Bellas Artes de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico (2008), de la Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (2013) y del Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual, de la Universidad Autónoma de Madrid (2018). Entre sus exposiciones individuales figuran Orfeón San Juan Bautista: sujeto y objeto (2014) en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico y Geometría de lo ordinario (2017) en Área: Lugar de proyectos. En 2019 recibió la Beca Lexus para Artistas con el proyecto Things about that unbreakable (and Unstoppable) consumption pattern
David Santamaría (Medellín, Colombia, 1975). Artista y diseñador multidisciplinar, Licenciado en Publicidad por la Universidad Pontificia Bolivariana. Es creador audiovisual transmedia y, en su obra, combina la investigación fotográfica, el arte generativo, la realidad aumentada, la obra gráfica, el audiovídeo y la creación impresa tradicional. Afincado desde hace más de 20 años en Madrid. Constante
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 9
buscador de música y coleccionista de vinilos. Se ha especializado en la música del Caribe y ha participado en festivales, clubes y eventos; también ha publicado artículos, ilustrado portadas y creado cartelería sobre este tema.
El Lobi es una organización cultural sin fines de lucro, gestionada por artistas, que promueve la práctica artística, el pensamiento crítico y las colaboraciones con agentes culturales tanto locales como internacionales mediante talleres, encuentros, conferencias, residencias y exposiciones. Este proyecto es posible gracias al apoyo de Maniobra del Centro de Economía Creativa (CEC) y Mellon Foundation.
Les esperamos en El Lobi. Para más información pueden comunicarse al (787) 393-2488, info@ el-lobi.com o seguir el perfil de El Lobi en Instagram: @el_lobi_
PAD/ de cómo habitar la fuga
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría Residencia artística
El Lobi, Santurce, Puerto Rico
2 de diciembre-7 de enero de 2023
10 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA ARTE
PAD1
Detalle de la sala de exposiciones
Crédito: David Santamaría
PAD2
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría Composición Santurce 1, 2022 Medidas variables
Crédito: David Santamaría
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 11
PAD3
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Video-Instalación PAD 1, 2022
Lona impresa y video
140x46
Crédito: David Santamaría
12 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA ARTE
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 13
PAD4
Detalle de Video-Instalación PAD 1, 2022
Crédito: David Santamaría
PAD 5
Detalle de la sala de exposiciones
Crédito: David Santamaría
PAD6
Mesa de las publicaciones
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Texto por Vanessa Hernández Gracia
Publicación PAD 1, 2022
Pliegos A3 / Plegado A4
32 páginas, color.
Papel Offset Naturally 80gr
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Publicación PAD 2, 2022
Pliegos 17x11 / Plegado 8.5x11
32 páginas, color
Papel dull 90gr
Crédito: David Santamaría
14 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA ARTE
PAD7
Detalle de la sala de exposiciones
Crédito: David Santamaría
PAD8
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Video-Instalación PAD 2, 2022
Escombros de cemento, video y madera Medidas variables
Crédito: David Santamaría
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 15
16 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
PAD9
Detalle de la sala de exposiciones
ARTE
Crédito: David Santamaría
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 17
PAD10
Abdiel D. Segarra Ríos y David Santamaría
Video PAD 1, 2022
Crédito: David Santamaría
18 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
PAD11
Abdiel D. Segarra Ríos
PAD Santurce, 2022
24x36
ARTE
Impreso sobre papel velvet
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 19
PAD12
Abdiel D. Segarra Ríos PAD Santurce 5, 2022 16x24 Impreso sobre papel velvet
PAD13
David Santamaría
PAD Santurce 4, 2022
16x24
Impreso sobre papel velvet
20 / REVISTA
CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 21
PAD14
David Santamaría PAD Santurce 1, 2022 24x36
Impreso sobre papel velvet
Perspectivas y apuntes necesarios para hacer historia cultural
Sylvia T. Domenech Fernández
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey
22 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
POLÍTICA
Y SOCIEDAD
Se ponía a leer y no había quien le hablara. Te podías matar llamándolo, y él en otro mundo. Leía mucho a Salgari, a Emilio Salgari1 Eran libros de aventuras, de historias. El corsario negro es uno de los títulos que recuerdo y Los piratas de las antillas. En casa, entre la sala y el comedor había dos medio puntos, y Papi acomodaba allí sus libros. Eramos cinco hermanas, y a ninguna de nosotras, nos dio por leérlos. Cómo eran libros de aventuras, yo no estaba por leer esas cosas. Me gustaba leer libros de fantasía eran los que tenía Doña Laura, la vecina, para su hija…cuentos de hadas….no sé por qué. Tal vez porque Mami no leía si no el periódico que nos traían a la casa donde vivíamos y no teníamos otra vida que no fuera la de la central. Así fue que empecé a leer las noticias. (memorias de mi madre 1927-2022, sobre la vida en la Central Carmen en Vega Alta, donde pasó su niñez, su adolescencia y su primera adultez.)
Introducción
¿Historia cultural? Partiendo del trabajo de las figuras clásicas de la disciplina, estas reflexiones proponen analizar perspectivas de la historiografía contemporánea.
La interdisciplinariedad que caracteriza el devenir de la disciplina, se traduce en una óptica amplia para la interpretación de las fuentes de la investigación. No pretende este ensayo una retrospectiva completa de lo que se ha considerado historia cultural. Más bien, busca explorar huellas y claves para la historiografía.
Referente imprescindible a la noción de historia cultural, es el trabajo del historiador inglés Peter Burke, quien limita el quehacer a la necesidad de definir el objeto de estudio. Al analizar esto en su libro Formas de historia cultural 2 sostiene, “no hay mas acuerdo sobre lo que constituye la historia cultural que sobre lo que constituye la cultura” 3. Enfrentar la definición del termino “cultura”; algo imposible de configurar rotundamente.
A Burke, las múltiples definiciones sobre lo que significa cultura le hace “adoptar la definición de los existencialistas…pues la historia cultural no tiene esencia… sólo puede definirse en terminos de su propia historia” 4. Más aún, el auge la disciplina, como observa en otro de sus estudios What is cultural history?5, merece estudio, dado el carácter evolutivo de la disciplina.
1 Emilio Salgari (1862-1911) fue un periodista y escritor italiano considerado el padre de la cultura pop en Italia. Su obra, consta de unos 84 títulos de libros seriados de aventuras y ficción histórica. Entre estos se encuentran las series o ciclos de Los piratas de las antillas. Los personajes masculinos eran justicieros valientes que buscaban rescatar a la sociedad de sus villanos. Sus novelas se hicieron lecturas populares desde las últimas dos décadas del siglo XIX. También representaron una gran influencia para muchos reconocidos autores. Entre estos, el semiólogo, filósofo, medievalista y escritor Umberto Eco, quien fue lector de sus libros desde sus primeros años. Otros pertenecientes al mundo de las letras y de la historia latinoamericana tales y como Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda, se identifican como lectores de Salgari. El legendario líder revolucionario, Ernesto Che Guevara se dice que llegó a leer 62 de sus 84 libros. El biógrafo de este ultimo, sostiene que las ideas anti-imperialistas de este pueden verse como “salgarianas en sus orígenes”.
2 Burke, Peter. Formas de historia cultural. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2000. P.15
3 Ibid. p.15
4 Ibid. p.15
5 Burke, Peter. What is Cultural History? Second Edition; Cambridge; Polity; 2008.p.1
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 23
Burke elabora un trasfondo y marco filosófico en torno a la tradición clásica y la actualidad de la historia cultural. Historiadores europeos, así como de los Estados Unidos han aportado al mosaico de conceptos que representa la historia cultural.
Historiadores y académicos de la talla de Jacob Burckhardt (historiador del arte y la cultura), así como Joseph Huizinga, (teórico cultural e historiador) publicaron sus trabajos de historia de la cultura en libros dirigidos mayormente a un público general (“Wrote their books primarily for a wider public”67 ). Les interesó comunicar los asuntos de la civilización más allá del ámbito académico. No parece accidental el que la historia cultural comenzara a desarrollarse en la Alemania que hablaba alemán. Esto es, previo a la unificación, cuando esta se considerada una comunidad cultural y no una política
Simultáneamente, la historia mundial contemporánea (en su análisis Burke se refiere a los años 30 y 40 del Siglo XX) significó un tiempo de revolución en el pensamiento y la práctica histórica. Esto es, en la definición de la historia como saber. En Francia surge el movimiento de la nueva historia, interesándose por casi cualquier actividad humana, y la que igualmente surge como “una historia escrita deliberadamente contra el paradigma tradicional (término del historiador de la ciencia Thomas Kuhn)”8
La historiografía cultural ha producido historia sobre asuntos que anteriormente se consideraban ahistóricos: la niñez, la muerte, la locura, el clima, los gustos, la suciedad, la limpieza, la gesticulación, el cuerpo, la lectura, el habla y hasta el silencio.
No debe obviarse el hecho de que en el año 1929 (año del crac de Wall Street, de la Gran Depresión y de la crisis de la década del 30 (la que es también la década en que el viejo lector citado en el epígrafe de este escrito leía los libros de Salgari)), cobra fuerza la historiografía. Es el momento cuando aparece el primer número de Annales, espacio de análisis de la historia económica y social, revista de espíritu propio que proponía profundizar en el objeto de estudio por medio de la practica observaciones agudas. No cuestionaba si el investigador era geógrafo o historiador, medievalista o contemporaneísta, curioso de las cifras o apasionado de las “mentalidades”.
Historiadores como Marc Bloch y Lucien LeFevre, se organizarían a la luz de la revista Annales. Incorporando a la historiografía otras disciplinas, daban paso a la nueva historia y a los postulados de la historia cultural. Se trataba, como elaboraría en sus ensayos el medievalista Jacques Le Goff, de “nuevos problemas”, “nuevos enfoques”, “nuevos objetos” históricos.
En Puerto Rico, Annales influyó de manera determinante en el quehacer historiográfico, aunque no exento de críticas por su “atención casi direccional hacia los problemas socio-económicos en los que los aspectos políticos, institucionales, ideológicos, y culturales quedan fuera. Como si no formaran parte intrínseca de la vida misma, una comunidad constituida en nación u organizada en el barrio más humilde y recóndito de ésta.”9
6 Ibid. p.8
7 Nota: La historia cultural se caracteriza por el estilo de prosa dirigido a público mayor. En Puerto Rico, es de conocimiento general que los libros del historiador Fernando Picó deben su popularidad en gran medida por que su estilo está dirigido al público general.
8 Burke, Peter. Obertura: la nueva historia, su pasado y futuro, Formas de hacer historia. Madrid, España: Alianza Editorial, S. A.,1994, p. 15
9 Editorial-Hacia la “novísima historia”. Op.Cit. Boletín del Centro de Investigaciones Históricas (UPR-RP), núm 3, 19871988, p.7
24 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA Política
y sociedad
Lo clásico y lo interdisciplinario
Historiadores como el alemán Leopoldo von Ranke rechazaban el trabajo de los historiadores culturales, por considerarlo al margen de su profesión. El método intuitivo de la historia cultural no respondía a la oficialidad y rigurosidad historiográfica. Los rankeanos fundamentaban su quehacer en los documentos de archivos, aunque no elaboraron un método en si para la disciplina.
La historia cultural logró sentar pauta. La evocación del pasado de una cultura y los elementos que denominaron lo “recurrente”, lo “constante” y lo “típico” la distinguió. Su método descansaba en lo intuitivo y en la prosa vívida de su escritura. Burckhardt, por ejemplo, al publicar en el 1860 la Civilización del Renacimiento en Italia, más que eventos o sucesos, describía el rompimiento que significó el Renacimiento para el individualismo, las distintas artes y la sensibilidad moderna. Haciendo del impulso creativo y del arte, fuente primaria para la investigación histórica, Burkhardt se colocaría entre los primeros estudiosos de la historia del arte, además de la noción “cultura”.
Johan Huizinga, filósofo e historiador cultural danés que formó parte de la escuela establecida por Burckhardt, proponía la tarea del historiador como una descriptiva de patrones de pensamiento y sentimiento, además de rituales y expresiones de una era. El objetivo del historiador venía a ser un resurgir de esta. La historia brindaría al lector un sentido de la vida.
Sociólogos e historiadores como Max Weber, Norbert Elias, así como Aby Warburg, EH Gombrich y Erwin Panfsky contribuyeron e incidieron en la visión multidisciplinaria de la historia cultural. Ampliaron la óptica hermeneútica con el estudio y la interpretación de imágenes, artefactos y acciones. Los esquemas perceptuales culturales, la interpretación del significado de las emociones que se expresan a través de los gestos también se convirtieron en objeto de estudio.
Aunque perseguidos en la Alemania de Hitler el círculo de historiadores del arte y teóricos culturales del Warburg Circle (Aby Warburg había fallecido en el 1929) continuaron desarrollando sus ideas 10 en los Estados Unidos (como parte de la diáspora alemana). Articulaban conexiones entre distintos dominios culturales. Al igual, ampliaban la geografía de la historia cultural. El Instituto Warburg también se estableció en Inglaterra.
En el libro Memoria, historia e historiadores 11 su autor, Pierre Vilar, destaca las aportaciones de los que formaban parte de la Escuela de los Annales, Lucien Febvre, Marc Bloch, Henri Berr al reconocerlos como los que “desembarazaron a los historiadores franceses del yugo de la historia positivista (sic) al describir la historia como procesos, estructuras sociales, lo económico, lo social y lo mental: un redescubrimiento espontáneo por exigencias del espíritu” 12. Para Vilar la historia se definía como ciencia humana fundamental. Al historiador marxista le interesaba particularmente la psicología y la teoría freudiana.
La Escuela de los Annales se acercó a distintos temas de la mano de las ciencias sociales. Orientaron la historiografía problematizando el tema, haciendo de este un problema por resolver, incluyendo elementos o artefactos que sirvieran de evidencia para la investigación.
10 Nota: En las últimas décadas del siglo XVIII se había originado en Alemania también el concepto de cultura popular. Este incluía estudios sobre los bailes, rituales, artesanías, leyendas, artes populares, folkloristas y antropólogos. En el 1960 en los EEUU un grupo de historiadores académicos comenzaron a estudiar la escena del Jazz, discutían la música y el público que la escuchaba, el jazz como negocio y como forma de protesta social y política.
11 Vilar, Pierre. Memoria, historia e historiadores. Editorial Universidad de Granada.Campus Universitario de Cartuja. Granada, España. 2004.
12 Ibid. p.16
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 25
Tanto marxistas como positivistas, sin embargo, rechazaban los avances de los historiadores culturales. Los primeros, en sus debates marxistas descalificaban dichos logros, por no prestar importancia a los conflictos sociales, así como por conceptualizar la historia atada a una visión homogénea de la cultura. En respuesta a la crítica, historiadores culturales contemporáneos como Burke, puntualizan que entre los más destacados adeptos a la historia cultural, convive un grupo de antiguos marxistas.
En Puerto Rico, los elementos polémicos de la historiografía cobran un rostro aún más agudo. La rigurosa historiadora Isabel Gutiérrez del Arroyo subraya en sus estudios los defectos de los documentos que conservan los viejos archivos coloniales, “…(sic) la historiografía de la primera etapa (la de los cronistas) ha legado, amén de grandes lagunas, buen acopio de errores. En el siglo XIX un grupo de estudiosos de la historia puertorriqueña, entre los que se encontraba José Julián Acosta se lanzaron a la labor de rectificación” 13
Con frecuencia las innovaciones culturales resultan del devenir de pequeños grupos. Al analizar el ascenso y decadencia de la Escuela de los Annales, el historiador español Josep Fontana Lázaro proponía resolver los antagonismos entre los historiadores seguidores del historicismo y los teóricos que cuestionaban el mismo proponiendo (sic) la formulación de un maridaje de erudición y teoría.14
Teóricos influyentes, (pensemos en Mikhail Bakhtin, uno de los teóricos culturales más originales del Siglo 20), se distinguieron por sus ideas en cuanto a los rituales de desacralización, discursos de género, las distintas voces o coexistencia de estas en un mismo texto, así como la correspondencia de esta poliglosa en los estudios de los llamados “documentos del ego” (los textos escritos en primera persona). Entre las aportaciones de mayor interés surgieron las ideas sobre la relación entre la construcción del sujeto y su interacción con el proceso civilizatorio, el diario vivir y la sociología de la cultura escrita de Norbert Elías, así como las de Paul Bordieu en lo relacionado al desarrollo del concepto de habitus y el poder simbólico.
¿Podria desarrollarse la historia cultural de la lectura?, “una experiencia más bien privada practicada por una minoría de personas instruídas que podían comprar libros”, como sostiene Robert Darnton, al analizar los hábitos del diario vivir de un grupo demográfico amplio?15 La lectura, sostiene, “no es una simple habilidad sino una manera de elaborar significado, que deberá variar entre culturas”. Y añade: “Podríamos retratar la lectura de las obras de ficción, autobiografías, escritos polémicos, cartas, pinturas y obras impresas contemporáneas, a fin de descubrir algunas nociones básicas de lo que las personas creían que ocurría al leer”16. Partiendo de los libros como objetos de consumo y de los espacios designados a la lectura, podrían establecerse conexiones entre las distintas disciplinas del saber. Pero, ¿podríamos construir la historia del hombre lector puertorriqueño habitante de la costa norte de la isla y su comunidad?
Darnton sugiere la posibilidad de rastrear las ideas sobre la lectura a través de los anuncios y prospectos de libros. 17 Propone “redefinir conceptos y analizar en profundidad las herramientas y
13 Gutierrez del Arroyo, Isabel. Historiografía puertorriqueña: desde la Memoria de Melgarejo (1582) hasta el Boletín Histórico de Puerto Rico (1914-1927). Ciclo de conferencias sobre la Historia de Puerto Rico. San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1972, p.20
14 Fontana Lazaro, Josep. “Ascenso y decadencia de la Escuela de Annales”, en A.A.V.V., Hacia una nueva historia. Madrid, España: Akal Editor.1985, p.109
15 Darnton, Robert. Historia de la lectura, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia. Madrid, España: Alianza Editorial, S.A. 1994, p.192
16 Ibid. p193
17 Ibid. p.195
26 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
Política y sociedad
métodos existentes”18 Giovani Levi, historiador italiano pionero de la microhistoria, expone que “en este tipo de investigación el historiador no se interesa solo por la interpretación de las opiniones sino, más bien, por la definición de las ambiguedades del mundo simbólico, la pluralidad de interpretaciones posibles del mismo y la lucha entablada por los recursos tanto simbólicos como materiales”19. La micro historiografía orientada, más que a una historia de vida, a la investigación del pensamiento y los dramas de una comunidad.
Conclusión
Formas de historia cultural, invita a la reflexión sobre el devenir de la historia cultural. Ponderar la afirmación de Burke: “no hay mas acuerdo sobre lo que constituye la historia cultural que sobre lo que constituye la cultura”20 coloca al que se propone historiografiar en una suerte de cruce o diálogo integrador con la disciplina. Para Burke, Burckhardt y Huizinga, el punto de partida es volver a los clásicos, los que hay que atemperar a las nuevas tendencias.
Plantear el problema de definir y describir la cultura partiendo de la premisa de que se trata de algo que carece de una identidad estable21 requiere analizar las teorías de Michel Foucault en cuanto a las rupturas y descontinuidades, así como los sistemas de clasificación (epistemes, o regímenes de la verdad), expresiones de una cultura dada y a la misma vez, fuerzas que forman una cultura en particular. El problema del estudioso que propone historiografiar es complejo.
La manera en que ciertos tópicos son excluidos de un sistema intelectual en particular; la idea de la exclusión de grupos de determinado orden social; los principios organizadores de lo que se puede pensar, decir o escribir en cierta época dada, los discursos colectivos y las ideas sobre las practicas del cuerpo y de la mente de una cultura en particular, representan, además, una gama amplia de consideraciones.
Cambios de perspectiva y la inclusión de los valores actitudinales son elementos que han permitido a los historiadores culturales indagar en dimensiones del pasado a las que otros historiadores no logran acceder.
Teóricos e historiadores como Pierre Vilar (estudioso de la historia de España y lo hispano) el historiador es tan solo el que plantea problemas e interroga documentos.22 ¿Podría el historiador interesado en la historia de la lectura concretizar un andamiaje de influencias italianas concretas o simbólicas incorporado a la cultura puertorriqueña? ¿Existirán catálogos o listas de editoriales distribuidoras de libros que permitan problematizar la lectura de Salgari en el Puerto Rico de la década del 1930? ¿Que del plano simbólico de la lectura?
Al reflexionar en cuanto a la memoria del abuelo lector, viene a mi recuerdo el medio punto de la sala de la casa donde tenían lugar sus horas de lectura. Mi madre, describía al abuelo inmerso en el libro, concentrado en las aventuras de Salgari de tal manera que su estado mental le hacía impenetrable a las circunstancias que le rodeaban.
18 Levi, Giovanni. Sobre microhistoria. En Peter Burke (ed.). Formas de hacer historia. Madrid, España. Alianza Editorial, S.A. 1994, p.120
19 Ibid.121
20 Burke, Peter. Formas de historia cultural. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2000
21 Ibid. p.15
22 Vilar, Pierre. Memoria, historia e historiadores. Editorial Universidad de Granada.Campus Universitario de Cartuja. Granada, España. 2004. P.44
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El viejo abuelo no era picador de caña. Trabajaba en la fábrica de una central azucarera. Residía junto a su familia en una de las casas del batey, por donde día a día iban y venían los picadores de la caña hasta las piezas sembradas de caña madura. El paisaje interno del abuelo siempre estuvo cargado de las playas del océano Atlántico. Al terminar la jornada de trabajo, cada tarde caminaba hasta la playa y se lanzaba al mar. A nado entre las olas, recuperaba los días de su juventud lejos de la fábrica. Los espadachines de los aventureros marinos y las rústicas espadas con que se pica la caña todavía a esa hora parecían sonar cortar los aires y blandir los vientos de Salgari que el abuelo tanto disfrutaba. Tal vez las aventuras que le traían la lectura resultaban instrumentales para irse a otro mundo posible.
El criterio rankeano en cuanto a las posibilidades de la investigación histórica remite a la preferencia de fuentes oficiales de archivo. El sociólogo británico Paul Thompson, trabaja historias de vida. La historia oral es instrumento y método de investigación. Para Thompson, el valor de las fuentes orales radica en dar presencia histórica a aquellos puntos de vista y valores oscurecidos por la oficialidad.23
El valor de la historia cultural radica en la posibilidad de replantear, cuestionar, o delinear trazos de lo constante y lo rucurrente; así como de las rupturas.
Huizinga, publicaría en el 1929 la definición clásica de lo que significa la historia: “Historia es la forma espiritual con la que una cultura da cuenta de su pasado”24. El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, autor de La rebelión de las masas, define el valor y la dimension humanista del historiador:
(sic)… en cada momento, lo que el hombre es, incluye un pasado. Esto es cierto, aunque solo lo refiramos a la existencia individual. En lo que cada cuál es ahora, interviene el recuerdo de lo que le ha pasado y de lo que ha sido en la porción antecedente de su vida. Por tanto, historia significa aquí persistencia del pasado o venir de un pasado. Ese pasado de nuestro recuerdo influye en nuestra actualidad.25
Podría ampliarse la perspectiva citando las ideas del Editorial de Op.Cit.:
A la hora de voltear la mirada al pasado, ampliemos nuestras miras y sumemos elementos de análisis en vez de excluirlos. Y del mismo modo que incorporamos metodologías y conceptos de las ciencias sociales, abramos también las puertas a otras disciplinas afines que nos ayuden a dispersar las lagunas que persisten en otros aspectos importantes de la vida cotidiana de una sociedad, como es, por ejemplo, el cultural, uno de los grandes olvidos de la nueva historia. 26
March Bloch, influenciado grandemente por el ambiente de su epoca y por Emile Durkheim, fundador de la sociología como disciplina académica, y sus discípulos, sería el autor de un primer gran libro de historia comparada, Les rois Thaumaturges en el 1924, trabajo que significó:
…una línea de investigación de lo que posteriormente se dio en llamar la “historia de las mentalidades”. Historiadores actuales (sic) consideran esta obra blochiana como pionera genial
23 Prins, Gwyn. Historia oral, en Peter Burke (ed). Formas de hacer historia. Madrid, España: Alianza Editorial, S. A., 1994, p.145-146
24 Mitre Emilio, Historia y pensamiento histórico: estudios y antología. Madrid, España: Ediciones Cátedra, S.A., p.274
25 Ibid. p.260
26 Editorial-Hacia la “novísima historia”. Op.Cit. Boletín del Centro de Investigaciones Históricas (UPR-RP), núm 3, 1987-1988, p.8
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Política y sociedad
tanto de la historia de las mentalidades como de la antropología histórica. El ambiente intelectual de la ciudad alsaciana en la que Bloch produjo esta primera obra, (Estrasburgo) era el de una intelectualidad abierta, progresista y sanamente interdisciplinaria.27
La constante tarea de lectura y critica a la que la revista Annales le obligaba, incidiría de manera determinante en su obra.
El devenir de la historia cultural ha cobrado auge entre la historiografía contemporánea desde la década del treinta del siglo pasado. Ha representado el desarrollo del quehacer de la disciplina como una de “menos restricciones” y “más perspectivas”28. Se trata de un ejercicio integrador y dialéctico entre la memoria de la historia y más abarcadoras posibilidades de interpretación del pasado, siempre abierto a la historiografía.
Bibliografía
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Burke, Peter. Obertura: la nueva historia, su pasado y futuro, Formas de hacer historia. Madrid, España: Alianza Editorial, S. A.,1994.
Burke, Peter. What is Cultural History? Second Edition; Cambridge; Polity; 2008.
Darnton, Robert. Historia de la lectura, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia. Madrid, España: Alianza Editorial, S.A. 1994.
Editorial-Hacia la “novísima historia” Op.Cit. Boletín del Centro de Investigaciones Históricas (UPRRP), núm 3, 1987-1988.
Fontana Lázaro, Josep. Ascenso y decadencia de la Escuela de Annales, en A.A.V.V., Hacia una nueva historia. Madrid, España: Akal Editor, 1985.
Gutierrez del Arroyo, Isabel. Historiografía puertorriqueña: desde la Memoria de Melgarejo (1582) hasta el Boletín Histórico de Puerto Rico (1914-1927). Ciclo de conferencias sobre la Historia de Puerto Rico. San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1972.
Levi, Giovanni. Sobre microhistoria. En Peter Burke (ed.). Formas de hacer historia. Madrid, España. Alianza Editorial, S.A. 1994.
Vilar, Pierre. Memoria, historia e historiadores. Editorial Universidad de Granada.Campus Universitario de Cartuja. Granada, España. 2004.
27 Faci, Javier, “Marc Bloch: un apologista de la historia”. Revista de Occidente. Enero 1994 (núm 152), p.55
28 Editorial-Hacia la “novísima historia”. Op.Cit.,Boletín del Centro de Investigaciones Históricas (UPR-RP), núm 3, 1987-1988, p.8
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De Carolina, Puerto Rico a New York City, El Barrio
Javier Martínez
Fotógrafo Independiente
Mientras caminaba por El Barrio, pensaba en la diáspora puertorriqueña… Por cada paso, sentí la presencia, el orgullo y la nostalgia boricua de sus calles. Es imposible capturar con el lente… el olor que emanan las frituras y la emoción de escuchar, entre los complejos de viviendas, la música de Andrés Jiménez, El Jíbaro. No obstante, el lienzo fotográfico se aventuró a plasmar la esencia de mi tránsito desde Carolina, Puerto Rico a New York City, El Barrio.
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FOTOENSAYO
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El Barrio
Estrellas colgantes
Tradiciones boricuas
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Calle Julia 106
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El rostro de Julia
Estrellas y arcoíris
34 / REVISTA CRUCE:
SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA fotoensayo
CRÍTICA
La Fonda
Fritanga
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El Brujo de Guayama
Pedrito
36 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA fotoensayo
El nuevo Caribe
Estrellas hermanas
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La lucha
La ley del amor
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¡Bomba!
La calle de Tito
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Entre puertas
Osito boricua
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Paloma en vuelo
La 65 de Infantería
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Aquí me quedo
La mujer que nunca pudo salir de la ducha
José Edgardo Cruz
University at Albany, SUNY
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LETRAS
Para Magaly, Manuel y María Victoria
Arturo llegó a España muerto de cansado y sin embargo, después de abrir la puerta de su piso en Cuatro Caminos, empujó las maletas, las abrió, sacó todas su cosas, las puso en su sitio y siguió por ahí pa’bajo sin dormir por una semana.
De dónde sacaba tanta energía era un misterio. En Puerto Rico, visitando la reserva natural de Humacao, cuando llegó al pie de la cuesta que llevaba al Morrillo, salió disparado como un adolescente, dejando atrás a su amiga Ileana y a su esposo Antonio, quienes pensaron que se lo había llevado el Diablo. Cuando ellos llegaron al tope, Ileana se alarmó al no encontrarlo y se aterró ante la posibilidad de que se había caído por el barranco que daba al mar, solo para reaccionar con sorpresa y admiración al verlo salir del puesto de observación, aupándose con brío hasta quedar parado encima del adefesio de concreto que el ejército norteamericano había construido durante la Segunda Guerra Mundial. Con las piernas abiertas y los brazos en alto, Arturo parecía un gigante, un Neptuno imperioso proclamando su señorío sobre el vasto océano que se veía a sus espaldas.
Ileana le dijo Nene eres tremendo y veinticuatro horas más tarde Arturo estaba en España, otra vez haciendo alarde de su capacidad para dormir poco o nada y para vivir como si mañana fuera tarde.
El piso de Cuatro Caminos era un pequeño palacio, amplio, cómodo, exhuberante. No había espacio que no estuviera ocupado, con plantas en el despacho y la terraza, pequeñas esculturas de hierro en la mesa de la sala y en los bordes de seis libreros atiborrados; objetos colgando del plafón, móviles de papel y lámparas chinas también colgando, cuadros y tapices con motivos japoneses, incluyendo la imagen de rigor de un tsunami; dos lámparas turcas bellas, una que no funcionaba y la otra que encendida era como un kaleidoscopio flotante, con bolas de cristal sujetadas por cadenas de bronce, forradas de abalores diminutos de diferentes colores y de espejos pequeñitos cortados como diamantes, agrupados para crear mosaicos de flores azules, rojas y amarillas. También cundían las máscaras chinas, japonesas y africanas, figurines de Cambodia, Cuba, India, China y Rusia, un boomerang ilustrado con una salamandra, un puñal de jade, ceniceros de metal en forma de caballos, tortugas y gatos, dos escarabajos dorados y una campana de vaca enorme, sujetada por una cinta de cuero con una hebilla circular de acero inoxidable y un badajo de madera tallado en forma de pene que con su repique muy bien podía revelar donde estaba una vaca, como también podía usarse, desprovisto de su contexto, en su espacio urbano adoptado, para anunciar que era hora de meter mano.
Madrid estaba más frío de lo que Arturo esperaba. Lamentó no haber traído su bata térmica pero no perdió tiempo y se fue al Corte Inglés donde compró una de franela gruesa hecha por un modisto italiano. Tambíen compró un par de long johns y unas medias para hacer cámping, solo para estar en la casa. Para la calle, con los mahones le bastaba. Tenía sombrero y con su jacket de primavera podía salir sin congelarse. Necesitaba guantes sin dedos para escribir pues el despacho estaba prácticamente a la intemperie y después de una hora expuesto—eso era lo más que aguantaba—las manos se le ponían como un helado. En El Corte Inglés eran muy caros y consiguió un par en los chinos de la calle Juan Pantoja, a tres cuadras de donde él estaba. Eran guantes regulares y Arturo tuvo que recortarlos. Sabiendo que lo iba a hacer, los compró de gamuza en vez de bordados para evitar que al recortarlos no se le deshilaran.
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Nene tú piensas en todo, le dijo Ileana. Arturo no lo podía creer. Era imposible que ella le estuviera hablando. Ileana estaba en Puerto Rico. La voz era real pero sonaba lejana, como si viniera de un cuarto donde él no estaba. Arturo fue del despacho hasta el baño siguiendo la voz que a cada paso sonaba más cercana. Al abrir la puerta vio que la pluma de la ducha estaba abierta. No había nadie bañándose. Arturo cayó en cuenta. Llevaba una semana sin dormir y estaba alucinando. Poco a poco la voz de Ileana se fue apagando. Quizás Arturo la escuchó porque la extrañaba. La visita que había tenido con ella y Antonio en Puerto Rico había sido extraordinaria.
Recordó con ternura el día en que Antonio había tumbado un racimo de plátanos de la mata que tenían en el patio de atrás de la casa. Repartieron plátanos por todo el vecindario. Eso tenía un nombre muy preciso: generosidad. Luego estuvieron comiendo tostones hasta que se empacharon. A eso se le podía llamar exceso pero no, la palabra más adecuada era “gustazo.” El viaje a la reserva natural había sido exquisito, un recorrido a la misma vez apolíneo y dionisiaco. Azul, verde, trigueño, la ceiba, los almendros, el yagrumo, los caracoles en la playa recuperados por Ileana para tornarse sedimento en un lienzo, el rostro de una escultura encontrada en la calle.
Cuando cerró la pluma recordó con una sonrisa que su amiga colombiana en Madrid le había dicho que a causa del dolor de una lesión en la espalda, a duras penas se podía bañar. Un día imaginó que se iba a quedar a vivir bajo el chorro de agua. Arturo pensó que en su delirio había dejado la pluma abierta, que confundió la voz de ella con la de Ileana. Quizás en vez de una voz, lo que imaginaba era la conversación que había tenido con Rosaura. Por poco me convierto en la mujer que nunca pudo salir de la ducha, ella había dicho por wasap. Arturo respondió que ese sería un magnífico título para un cuento.
Silencio. Los dos check marks de su mensaje se quedaron en blanco por un buen rato. Desde el baño se volvió a escuchar una voz, pero esta vez no era la de Ileana. Tampoco era la de su amiga colombiana. Arturo decidió ignorarla. Lo mejor era rendirse y darle un chance a su cuerpo a descansar. Durmió por varias horas y al despertar vio que su comentario tenía dos marcas azules y que Rosaura le había contestado. Ella escribió, simplemente, “Jajaja.”
En Madrid, Rosaura era su más fiel acompañante. Se habían conocido durante el segundo viaje de Arturo a Madrid en una charla que ella había dado en el Instituto Internacional. Su relación se podía resumir a base de una serie de diálogos muy abreviados. “Rosaura, vamos a darnos una caña.” “Sí Arturo.” “Rosaura, vamos al Café Central que Javier Colina está tocando.” “Sí Arturo.” “Rosaura, vamos al cine.” “Sí Arturo.” “Rosaura, tengo hambre.” “Sí Arturo, podemos comer en La Negra Tomasa.” Rara vez decía que no y si lo había dicho alguna vez, lo cual era muy posible pues de lo contrario esto sería una fábula, Arturo no se acordaba. Él era igual con ella. A todo lo que ella proponía Arturo decía que sí. Bueno, la excepción siempre era cuando ella se antojaba de ir a un restaurant Senegalés. Aparte de eso, en Madrid eran un libro de dos páginas. Con Rosaura Arturo hablaba de todo. Ella había sabido antes que nadie que Sofía Morelli lo había abandonado. Mil veces habían compartido aventuras de amor descarriado. Habían cenado en sitios finos y sitios ordinarios y a ella le daba igual pues decía que tenía paladar de camionero. Cuando Arturo iba a Madrid, ella era a la primera que llamaba. Se apoyaban en todo lo que podían y en lo que no pues al menos lo hablaban. Si ella quería ser reconocida como la mujer que nunca pudo salir de la ducha Arturo lo aceptaba. Todo eso también tenía otro nombre muy preciso y saludable: amistad.
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46 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA Juegos: Hustle(Netflix) y TheCardCounter(HBO Max) Manuel Martínez Maldonado Escritor Independiente LETRAS
Los juegos de mano son cosas de villanos, decía mi abuela. En el caso del básquetbol, no tanto, a menos que uno no esté allí al lado de un tipo de siete pies presto a darte un puño en los riñones cuando vayas a tirar la bola. En el caso de 21 o póker el asunto es más complicado, y los villanos se esconden en las sombras, o en habitaciones inspiradas por Magritte.
Desde la estupenda Uncut Gems (2019) Adam Sandler se ha revelado como un actor capaz de sutilezas y profundidades, cuando se necesitan. Con la habilidad —que creo perfeccionó de sus años en Saturday Night Live — de mantener un rostro inmovible e impávido, su contacto y contexto dramático nos remonta a la época de Buster Keaton, de quién, sin duda, aprendió mucho. Buen maestro tuvo porque es su presencia en Hustle lo que hace de la cinta algo que vale la pena ver. No critico la película, que cabe en el género de “el- jugador-hace-un-esfuerzo-y- a pesar-de sus tribulaciones- y de todo- lo que- lo separa del triunfo-triunfa”.
El jugador es este caso es Stanley Sugerman (Sandler) quien es un escucha para el equipo de baloncesto los 76 de Filadelfia, que viaja el mundo en busca de talento nuevo para su equipo. Es un trabajo agotador que lo tiene alejado de su esposa (Queen Latifah) y su hija (Jordan Hull). En realidad, lo que quiere ser es el entrenador asistente del equipo. Una serie de problemas se interponen entre él y su aspiración, y termina regresando a su antigua encomienda.
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En España, por puro accidente, descubre un jugador que usa su talento para apuestas en juegos vecinales, y así ganarse algunos euros adicionales. El tipio se llama Bo Cruz (Juancho Hernangómez, un verdadero jugador español que juega para los Jazz de Utah) y es un talento enorme. Stanley lo lleva a Filadelfia, pero allí encuentra un problema en Vince (Ben Foster), el hijo del dueño del equipo que se convierte en un obstáculo para Bo y para Stanely.
¿Quién ganará? Stanley o Vince? ¿Bo Cruz o sus contrincantes para una posición en los 76 de Filadelfia? Entre tanto, para aquellos que les gusta el baloncesto, la película tiene a muchos de los mejores jugadores del mundo haciendo de lo suyo sin amedrentan ante las cámaras.
Amedrentado parece estar William Tell (Oscar Issac) luego de haber pasado 8 años en la cárcel. No sabemos por qué, hasta que en una pesadilla que tiene descubrimos que fue condenado por su participación de los horrores de la prisión de Abu Ghraib. Algo que logró hacer durante sus años de prisión fue aprender a contar cartas, lo que le da una ventaja en el juego de 21
o “Black Jack” y ayuda mucho en póker. Como los casinos detectan a los que hace tan cosa, él juega pequeñas cantidades y gana a esos niveles. Explica que de uno excederse, lo fichan y le impiden entrada al casino. Tampoco pasa demasiado tiempo en un casino en particular, ni se hospeda en sus hoteles. En los moteles en que se aloja, remueve la decoración y forra los muebles con sábanas blancas que amarra con cáñamo. Un verdadero weirdo
Dos personas emergen en su vida. Una, La Linda (Tiffany Haddish), es alguien a quien conocía del mundo del juego y maneja un “establo” de jugadores que son financiados por grupos de inversores y cobran de sus ganancias. Trata de reclutarlo, mas él declina. La otra persona es Cirk (Tye Sheridan) un joven que sabe que su verdadero nombre es William Tillich, que estuvo preso por sus fechorías en Abu Ghraib, y que conocía a su padre, que también las cometió. Antes, mientras estaba en Atlantic City, Tell descubrió que se lleva a cabo una convención de la industria de la seguridad en el mismo edificio que el casino. Tell se cuela en un seminario impartido por el comandante retirado John Gordo (Willem Dafoe),
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pero decide irse casi de inmediato. Ahora oye a Cirk decirle que todo lo que le pasó a su padre, que terminó suicidándose, es culpa de Gordo, uno de los “contratistas” que cometían torturas en Iraq.
Las relaciones personales entre Tell y Cirk van profundizándose y las ambiciones del jugador agrandándose. De pronto, Gordo es una presencia constante a pesar de no estar en escena y percibimos cómo sus hazañas influyeron en las vidas de los dos hombres. El filme se hace más denso, la cinematografía más oscura, y las actitudes de Tell más ensombrecidas. Tanto así que comienza a perder concentración en el juego. A todo esto, contribuye la cinematografía estupenda de Alexander Dynan, que sirve para transmitir el sentimiento más importante del guion de Paul Schrader: la venganza. Esta se cumple en un lugar donde no hay decoración en las paredes y los muebles, como en los moteles que se queda Tell, están forrados de telas blancas. La pureza se alcanzará cuando se elimine el causante de la negrura. Una idea simbolista con intensos toques surrealistas. La venganza como redención. Una película densa e interesante.
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Los afiches y las fotos de “Hustle” y “The card counter” fueron tomadas del internet.
Conferencia Magistral
Bryan Suárez (Título V)
Proyecto Título V, Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey
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Epidemiología de un mundo líquido
María Calixta Ortíz Rivera
Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey
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POLÍTICA Y SOCIEDAD
Me propongo plantear algunas manifestaciones epidémicas de la modernidad y cómo influyen en la salud y en otras expresiones de los individuos. Mi intención es abordar los retos que estas representan para nosotros los académicos y cómo enfrentarlos mejor. Antes de comenzar, aclaro que la epidemiología no solo trabaja con epidemias de virus, bacterias o enfermedades crónicas, también evalúa tendencias de condiciones que alteran la salud (ej. obesidad, depresión, elementos de seguridad) y aquellos factores sociales, económicos y ambientales (ej. estilo de vida, geografía, vida familiar, educación) que influyen en la salud de los individuos. Para hablar de estos factores, voy a utilizar la teoría de la modernidad líquida, acuñada por Zygmunt Bauman, con el fin de entender mejor la realidad actual y diseñar mejores estrategias, tanto en el ámbito académico y económico, como a nivel personal en los aspectos de salud y bienestar. Las estadísticas incluidas en este artículo no siempre aplicarán al 100% de la población porque los estudios incluidos son de grupos específicos y debemos considerar los valores atípicos; así que, si alguno no se identifica, estamos bien. Al final, ustedes serán los que deciden si al ponderar estas ideas, les ayuda a tomar mejores decisiones en el salón de clases, su trabajo y en su vida personal. Mi deseo es que podamos reaccionar mejor y ser más asertivos ante cualquier circunstancia.
La teoría de la modernidad líquida fue creada por el sociólogo, también filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017). Zygmunt formuló esta teoría para caracterizar la realidad moderna que comenzó al inicio del siglo XXI y para lo cual escribió cerca de 200 libros sobre el tema: Vida líquida, Sobre la educación en mundo líquido, Amor líquido, Vivir en tiempos turbulentos y Tiempos líquidos, entre otros. Murió en el 2017, pero si hubiera vivido la pandemia del COVID-19, hubiera escrito un libro sobre epidemiología líquida. No pretendo hacer un resumen de la obra de Bauman porque sería imposible; más bien me propongo aplicar algunos de sus planteamientos desde la óptica de la epidemiología.
Para poner en contexto la teoría la modernidad líquida, voy a describir cómo define Bauman la modernidad sólida. La niña que ven en la foto es una baby boomer. Puede ser la foto de una niña cualquiera de la década del 60, la cual creció rodeada de naturaleza y producto de una familia grande que pertenecía a la generación Silente. Esa generación solía mantener una estabilidad aceptable de lo que era la familia y estaba atada a los valores a como diera lugar, aunque de ello dependiera soportar grandes retos. Así que les construyeron un mundo sólido, a pesar de convivir con muchas limitaciones alrededor: sin agua potable, sin energía eléctrica, sin caminos asfaltados para ir a la escuela y sin acceso a la información global como la tenemos hoy día. Esa familia les daba mucha seguridad y estabilidad. Los vecinos se educaban en la misma escuela, tenían sentido de pertenencia y los amigos eran para toda la vida. Existía mucha confianza en las estructuras de poder como la iglesia, el gobierno, la salud y la educación. El compromiso de los padres y la solidaridad de la familia eran los pilares que sostenían la sociedad. Se educaban teniendo como norte la utilidad de las cosas porque no eran desechables; tener una pareja estable y duradera eran fortalezas requeridas. Así que, en su mayoría, los baby boomers, y yo incluiría la generación X, tienen una construcción cerebral de lo estable, predecible y controlable. En ese mundo existía la rutina y las costumbres; era duradero y predecible. Los empleados, con algunas excepciones, servían la vida entera para el mismo patrono y se retiraban de ese mismo empleo.
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Por su parte, las características de la modernidad líquida, según definida por Zygmunt Bauman, están gobernadas por cuatro características 1) fragilidad, 2) transitoriedad, 3) el azar, y 4) el cambio continuo, las cuales describen un mundo fluido que se escapa de las manos. Bauman utiliza esta metáfora porque los líquidos no se pueden contener a menos que estén en un envase. Su manifestación más preocupante es la incertidumbre que causa esa inestabilidad constante y que da lugar al miedo y la desconfianza en todas sus expresiones. Estas características se aplican a lo social, lo económico, la educación, lo político, las estructuras de poder, así como a las microesferas de las relaciones de pareja, amistades, padres e hijos, familia extendida, escala de valores y hasta la música.
En inglés, esta teoría se ha bautizado como VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity).
a. Lo volátil se define en la naturaleza de los eventos, circunstancias y cuán rápido cambia; tan rápido que cuando tenemos una solución ya hay otro cambio y produce inestabilidad, falta de control y aumentan los riesgos. Todo es efímero.
b. La palabra incertidumbre se utiliza para precisar que nada es predecible, que hay sorpresas imprevistas por las que no se conoce el impacto ni el resultado y esto causa la inacción en la toma de decisiones rápidas.
c. La complejidad incluye la realidad de que hay demasiadas vertientes que dependen unas de otras con un exceso de información, lo cual baja la productividad, se producen errores y siempre se está aprendiendo sobre la marcha.
d. Por último, la ambigüedad que producen estos cambios, en los que no se conoce la causa exacta ni las acciones a tomar porque no están claros los efectos que tendrían, provoca muchas dudas y desconfianza en las personas con respecto a las estructuras de poder. Díganme, si esto no es lo que hemos vivido intensamente en los últimos 6 años.
Pero ¿cuáles son las manifestaciones que produce esta realidad en el individuo? Bauman describe al individuo de esta modernidad líquida como un hiperconsumista, el cual compra, consume por tiempo breve y busca adquirir una nueva versión del producto, cada vez más rápido. Hay insatisfacción permanente y denigración de los productos. Los objetos son tirados a la basura cuando pierden esa utilidad aparente. Por eso es que vemos que la calidad de los productos ya no es un elemento importante, sino más bien la modernización que posee con relación al anterior. El individuo se mueve por el placer y no necesariamente por una necesidad. Puesto que las necesidades básicas, según la biología, son comida, agua, techo y vestimenta, lo demás es comodidad o prosperidad. El hiperconsumista está al tanto de lo nuevo en el mercado para comprarlo aun cuando no lo necesite porque deposita la felicidad en esos objetos. Se pensaba que las compras se habían desacelerado con la pandemia, pero las estadísticas demostraron que lo que hubo fue una modificación a comprar por Internet, con el propulsor de que se puede comprar a toda hora y en todo momento. Como evidencia de esto, las compras en línea en los EE. UU. aumentaron en 183 mil millones durante el 2020. En el 2021, se estimó en $930 mil millones y se espera que siga creciendo.
Otra de las manifestaciones es el hiperindividualismo (que ya de por sí se considera una pandemia normalizada), donde permea la búsqueda de la individualidad (la identidad del yo). Se desea resaltar la expresión del “yo soy único”. Antes la autoridad era la familia, la religión o el trabajo y ahora cambió al individuo. La individualidad se manifiesta en la estética colectiva, donde el 47% de los Millennials (nacidos entre 1980-2000) tienen un tatuaje y un 36% de la generación X (1965-1979). Comparado con un 13% de Baby boomers (1946-1964). Esta manifestación cultural colectiva fue descrita por el psicólogo italiano Thomas Leoncini como que “el nacido bajo la modernidad líquida se mueve en el seno de su propia individualidad y la hace notorio en la esfera pública”.
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En la modernidad líquida se puso fin al compromiso mutuo y a establecer relaciones duraderas lo que llevan a la fragilidad de los lazos que solo se mantienen si se genera un beneficio propio. Existe una angustia del querer “vivir separado del otro”, porque es mejor vivir solo que mal acompañado. En México, por ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía evidenció en el 2010 que por cada 100 matrimonios se divorciaban 15; en el 2017 se divorciaron 28; subió a 31.7 en el 2019; luego vino el descenso a 27.6 en 2020 debido a la pandemia, y finalmente aumentó a 33 en 2021. Mientras la tasa de divorcios se ha duplicado, la de matrimonios sigue una dinámica inversa; esto es así porque un mayor número de personas deciden vivir en unión libre (líquida, sin ataduras), lo que deriva en un menor número de uniones legales. El matrimonio cada vez genera más rechazo entre las nuevas generaciones que prefieren optar por modelos de convivencia más flexibles o líquidos.
Una investigación de la neurocientífica Lucy Brown y profesora de la facultad de la escuela de medicina de la Universidad Albert Einstein de Nueva York demostró que el enamoramiento, en promedio, dura un año y medio y las relaciones de pareja duran alrededor de dos años y cuatro meses. Podríamos inferir que, por estas razones, la música actual manifiesta ese amor fugaz y sin compromiso con mayor apertura; más bien utilitario porque se considera como un objeto de consumo, lo cual se profesa abiertamente. Imaginen pues que el sentimiento del amor (que es una de las fuerzas más grandes que existe) también se haya licuado.
Las finanzas también se tornaron “líquidas”, contrario a lo que antes decíamos que una compañía o persona tenía liquidez, ahora la implicación es que se le escapa de las manos. Ya las finanzas no son patrimonio exclusivo de los bancos comerciales. Ya no necesitamos atarnos a una entidad. Ahora estamos en la era del dinero digital y la libertad financiera. Muchos de los servicios están disponibles en nuestros celulares. El mercado es cada vez más volátil e incierto. Aquellos que retiramos el 401K, experimentamos un descenso estrepitoso de enero a agosto del 2022, como consecuencia de las implicaciones globales que causa una guerra como la de Rusia y Ukrania.
Piensen un poco en las criptomonedas (como el bitcoin) en el blockchain (que es la tecnología descentralizada que almacena datos en cadena para que sus usuarios puedan rastrear las transacciones). Estas son alternativas que muchos están considerando, pero que al momento son totalmente inciertas y ni aun los que confían y dicen ganar mucho, lo tienen garantizado. Estas nuevas tendencias virtuales no son tangibles, no están reguladas ni controladas por alguna institución de confianza plena. Si es complejo invertir dinero en los mercados tangibles (por lo que usamos un broker), imaginen invertir en este mercado virtual que no es tangible. Ya no solo se incorporan las pinturas y la música al blockchain, sino que también se incluyen los libros (y no hablo del ebook, hablo del bookcoin), los cuales muchos autores están optando por almacenar en la cadena de suministros encriptados con certificado de autenticidad solo para unos pocos y a precios muy altos.
La comunicación es inmediata y con mucho alcance geográfico. Este tipo de comunicación en red involucra a varias personas sin la necesidad de estar frente a frente, la cual acerca la comunicación, pero no necesariamente a las personas. Esto ha sido aprovechado por redes de organizaciones criminales que se dedican a la trata de personas, la pornografía infantil, la extorsión, el robo en operaciones comerciales, robo de fotos, datos personales, contactos e incluso información confidencial de los gobiernos y empresas, como los eventos ocurridos con los WikiLeaks.
Bajo estas circunstancias, la ansiedad y la depresión han aumentado de forma notable a nivel mundial. El informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que la pandemia del COVID-19 provocó un aumento del 25% en la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo. La depresión estaba en un 11% y aumentó a 36%. Aquí aplica lo que el neurólogo
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Política y sociedad
Richard Restack de la Universidad George Washington dijo, “no somos máquinas de pensar, sino que somos máquinas de sentir que a la vez piensan”. Así que el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, a lo desconocido o a situaciones de cambio o crisis. Otras manifestaciones de la ansiedad son la preocupación excesiva, la sensación de agite o taquicardia, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular, insomnio, ataques de pánico, fobia social, y temores exagerados.
Durante los cierres globales de la pandemia del COVID-19, estábamos más preocupados por la seguridad que por el bienestar emocional de la gente. No había un balance. Todas las formas de bajar ansiedad estaban prohibidas (ir al gimnasio, ir a la playa, el parque, el bosque, abrazar a los amigos, reuniones, conciertos, visitar a la familia). Así que es comprensible que la gente experimentara estos sentimientos durante la crisis. Para tener una idea de estas manifestaciones, el estudio Health Care Workers Study (HEROES) entrevistó a 14,502 trabajadores de salud de 11 países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, Guatemala, México, Perú, Puerto Rico, Venezuela y Uruguay, y contó con la participación de académicos e investigadores de decenas de instituciones de estos países. Este estudio encontró que entre 14.7% y 22% del personal de salud entrevistado durante el COVID-19 tuvo síntomas de un episodio depresivo, mientras que entre un 5 y 15% del personal dijo que pensó en el suicidio. Los resultados también indicaron que solo un tercio de los que dijo necesitar ayuda médica, la recibió finalmente.
Este virus tan minúsculo puso en jaque a todos los sistemas a nivel mundial. A pesar de que teníamos a la disposición modelos estadísticos, investigación científica, tecnologías avanzadas, profesionales capacitados, así como organismos mundiales controlando los protocolos, se nos imposibilitó contener este virus, contrario a lo que pasó con el SARS-CoV-1 en el 2003 cuando solo se extendió a 24 países; Estados Unidos tuvo solo 8 casos y del total de los 8,000 infectados en el mundo, murieron solo cerca de 700. En esta ocasión, los organismos mundiales y los gobiernos no pudieron contener la epidemia líquida del SARS-CoV-2; esta se nos escapó de las manos.
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“Sé gentil. No dejes que el mundo te endurezca. No dejes que el dolor te haga odiar. No dejes que la amargura te robe la dulzura. Siéntete orgulloso de que, aunque el resto del mundo esté en desacuerdo, todavía crees que es un lugar hermoso».
–Kurt Vonnegut
¿Cuál fue la diferencia? Todos recordarán aquel secretario del Departamento de Salud y su respectiva epidemióloga del estado que decían en enero 2020 que no esperaban que el virus llegara a Puerto Rico porque no teníamos vuelos directos con China. Si lo evaluamos a fondo, las manifestaciones que describe Bauman se ajustan muy bien a la pandemia el COVID-19. Primero, hubo ambigüedad en la toma de decisiones que hizo que cada acción ocurriera de manera tardía. Se acordarán que la Organización Mundial de la Salud dio la alerta de pandemia muy tarde cuando ya había 114 países con brotes y cientos de muertes. También fue tardía en el requisito mandatorio del uso de la mascarilla. Cuando los gobiernos tomaban una decisión, ya había que cambiar porque no funcionaba. Segundo, la movilización de personas entre países producto de la globalización no pudo ser detenida y esto aceleró la dispersión del virus. Tercero, nos enfrentamos a un fenómeno de divulgación de información falsa por las redes (infodemia), la cual creó pánico y un comportamiento irracional en algunos que socavaron ‘muchas de las estrategias.
La epidemia de la Infodemia no permitió a los organismos concernientes controlar la información tergiversada y mezclada con miedo, especulaciones y rumores, la cual fue amplificada y transmitida rápidamente a través de todos los continentes. La infodemia tiene su epidemiología propia, síntomas, portadores e incluso curas tradicionales e innovadoras. El impacto se dejó ver especialmente a través de las redes sociales, lo cual influyó significativamente en el comportamiento de las personas y dificultó la eficacia de las medidas sanitarias. Este fenómeno fue fomentado por dirigentes políticos, ya fuera porque fueron incapaces de contenerla o porque lideraban campañas de desinformación e incurrieron en graves errores, actos imprudentes que resultaron en más dispersión de la enfermedad y muertes. Fue necesario recurrir a la misma técnica, pero de manera organizada y proactiva para crear mejores sistemas de alerta, así como para responder rápidamente en los medios masivos.
¿Qué pasó en los centros educativos? Pues, aunque teníamos la tecnología remota hacía muchos años, no estábamos preparados para utilizarla como se requería y costó mucho poner a toda la comunidad académica en el mismo nivel de disposición, capacitación y uso adecuado de las herramientas. El panorama académico evidenció la modernidad líquida en todas sus manifestaciones con la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Como educadores, nos enfrentamos
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Política y sociedad
a cambios inesperados, complejos y confusos. Esos cambios tan vertiginosos requirieron que el empleado fuera más flexible y que se reinventara cada poco tiempo. Los conocimientos también fueron líquidos y quedaron obsoletos con demasiada prisa para lo cual tuvimos que mantenernos aprendiendo todo el tiempo. Cada vez era más importante adquirir más competencias por la exposición a nuevos eventos y circunstancias que lo ameritaban.
La realidad en el mundo líquido provoca que el concepto de la memoria sea vista como algo que ya no les funciona a los estudiantes. El éxito no se vincula al esfuerzo educativo. Muchos egresados de universidades tienen puestos de trabajo que no están alineados con su formación. Otros ni siquiera han logrado acceder al mercado laboral. Deben tener varios empleos para sobrevivir y no tienen beneficios marginales. Los estudios universitarios no están adaptados a las necesidades de un mercado volátil e incierto porque la academia responde en función de muchos requisitos de calidad y cumplimiento de estándares que no les permite ir tan rápido. Se ha producido también una pérdida de credibilidad de las herramientas pedagógicas existentes. Solo hay que ver cómo el mundo virtual ficticio del metaverso ya se ha colado en las esferas de la experiencia educativa en aquellos escenarios menos formales.
Cuando estudiaba el doctorado en epidemiología, jamás pensé que iba a presenciar una pandemia de la magnitud que tuvo y tiene el COVID-19. Tampoco pensé que me iba a servir tanto para diseminar información salubrista en los medios y, a la vez, mantenerme en un estado de humildad ante todo lo inverosímil y la incertidumbre que vivía. La lección más grande la recibí en verano del 2022, cuando luego de dos años y medio sin contagiarme y de dar tantas lecciones para evitar exposición, me contagié mientras hacía el Camino de Santiago en Galicia; sola en un hotel y sin saber exactamente cómo saldría del país. Fue una experiencia surrealista porque no tenía control de nada.
Podemos concluir que la pandemia endémica, en estos momentos, es esa inseguridad que produce la incertidumbre, la angustia, el miedo, la tristeza y todo el gasto de energía que invertimos para mantener este mundo funcionando entre nuestras manos. Como evidencia de esto, hay dos estudios independientes sobre emociones, preocupaciones y reflexiones frente a la pandemia del
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COVID-19: uno en Barcelona y otro en Argentina, en los que los resultados arrojaron una nube de palabras que presenta las mismas emociones y sensaciones de incertidumbre, angustia y miedo en dos poblaciones diferentes. El estudio de España abordó la influencia ante el COVID-19 en las emociones en tres grupos: profesorado, los estudiantes y los familiares. En los tres grupos, se repitieron las palabras angustia, incertidumbre, inseguridad, miedo, tristeza, preocupación, impotencia, desconcierto y agobio, como las más recurrentes.
Entonces, cómo enfrentamos la modernidad líquida cuando lo más seguro es que continuemos enfrentando más cambios inesperados, más pandemias y las consabidas repercusiones en el desequilibrio de los ecosistemas terrestres y el cambio climático. ¿Cuáles son las soluciones, si es que existen? Al ser eventos tan impredecibles, no sabemos si la solución funcionará. Pues, se plantea que, para sobrevivir estas manifestaciones, vamos a necesitar tres cosas: flexibilidad, versatilidad y adaptación.
1. Primero, es estar consciente de las características de la modernidad líquida que aquí he planteado. Al estar conscientes, tendremos una visión de flexibilidad ante el futuro para no perder el control y disminuir los riesgos ante los eventos que se presenten.
2. Segundo, manejar la situación nueva con medidas super creativas e innovadoras (versatilidad) porque nada de lo que fue será. Las soluciones viejas no nos van a servir en ninguno de los casos. Debe haber mayor análisis y entendimiento de los datos y mostrar transparencia en el proceso de análisis.
3. Tercero, aprender a convivir con esa realidad líquida (adaptación) porque cada día se producirán nuevos cambios, repentinamente y serán bien diferente unos de otros; de modo que habrá que tener la agilidad de movernos ante esos cambios.
Así que no importa en qué actividad o industria estemos, estos tres atributos serán la clave: flexibilidad, versatilidad y adaptación. Sabemos que la humanidad se ha enfrentado a grandes retos en la vida y siempre ha encontrado las soluciones apropiadas. No tengo dudas que estas generaciones también las encontrarán. Ahora bien, tenemos que ejercitar nuestro cerebro, el cual según la neurociencia posee plasticidad y crea estructuras neurales nuevas cada vez que lo propiciamos. Habrá que liberar la estructura del sistema de creencias vigente y construir lo nuevo; tampoco de manera permanente porque sabemos que cambiará rápido. Se necesitará que el individuo se integre en la sociedad sin una identidad fija, abierto al cambio permanente y acompañado de una marcada sensación de fragilidad e incertidumbre. Un individuo que aprenda a manejar el amor líquido y evolucionar a una mejor versión de las relaciones de pareja. A no apegarnos mucho a nada para evitar el sufrimiento. Las preguntas son: ¿hasta dónde un cerebro con estructura cerebral de la modernidad sólida podrá hacerlo?, ¿lo dejaríamos al azar?, ¿cómo los individuos en la modernidad líquida trabajarán con los problemas existentes para encontrar mejores soluciones que aquellas que los del mundo sólido podemos ofrecer?
Finalmente, consideremos que habrá que fluir (término utilizado mucho actualmente) como los líquidos, pero sin olvidar la metáfora de que el agua es el líquido nombrado como solvente universal y que es el mejor moderador de temperaturas que existe. El desafío para los académicos será aprender este arte de vivir en un mundo sobresaturado de información, cambiante, volátil e incierto, porque somos los que estamos preparando las próximas generaciones para que enfrenten los retos de los que no tenemos ningún control.
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Política y sociedad
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P R O N T O
Hojas sueltas en 2022), colección puertorriqueña
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ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 71 Nota Introductoria por: Beatriz Llenín Figueroa El dossier sobre Archivo rural de Vanessa Vilches Norat por: Sofía Irene Cardona editoraemergente.com en torno a Archivorural(EEE, colección de relatos de la escritora puertorriqueña Vanessa Vilches Norat Por: Editora Educación Emergente
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Nota introductoria
Beatriz Llenín Figueroa
Editora Educación Emergente (EEE) se complace en ofrecer al público lector la siguiente compilación de aproximaciones críticas y creativas a Archivo rural, la más reciente colección de relatos de la escritora puertorriqueña Vanessa Vilches Norat. Los textos a continuación abordan diversos aspectos contextuales y textuales de las concentradas piezas narrativas de Vilches Norat, considerando a un mismo tiempo sus experimentaciones formales y estéticas, sus aportaciones a la diversificación y ampliación de nuestros archivos históricos y afectivos, su inserción en –y su cuestionamiento de– la tradición literaria puertorriqueña desde la Generación del 30 hasta la del setenta, y su encuentro con las espinosas preguntas sobre la historia y la memoria individual, familiar y colectiva. Asimismo, se discuten los modos en que Archivo rural – libro que se engalana con la pieza “Árbol de la vida” del pintor puertorriqueño Rafael Trelles– defiende la centralidad de Comerío y la zona montañosa puertorriqueña en el devenir histórico del país, así como el negado y eclipsado protagonismo de las mujeres obreras, y en particular, de las tabaqueras.
El dossier comienza con una reflexión de conjunto de la escritora Sofía Irene Cardona, quien asistió a todos los eventos de presentación del libro y ha sido durante mucho tiempo colega y amiga de Vilches Norat, con quien comparte, además, el relevo escritural de la sección “Será otra cosa” en el semanario Claridad. Luego, se recogen los trabajos de escritorxs y académicxs boricuas que comentaron el libro de Vilches Norat en cuatro eventos de celebración en diferentes zonas y espacios del país, a saber:
I. El 5 de mayo de 2022 en el Archivo General de Puerto Rico en San Juan, con el apoyo y co-auspicio de dicha institución y del Instituto de Cultura Puertorriqueña, e incluyendo una exposición de fotos históricas de las tabaqueras y de Comerío alojadas en el Archivo General. Los textos son de Claudia Becerra Méndez y Malena Rodríguez Castro. Las fotos son de Hilda Teresa Ayala, Vanessa Vilches Norat, Yolanda Vilches Norat y el equipo de EEE.
II. El 6 de octubre de 2022 en la Universidad del Sagrado Corazón en San Juan, como parte de las “Noches editoriales” y gracias a la invitación de la Escuela de Artes, Diseño e Industrias Creativas. El texto es de Mara Pastor. Las fotos son del equipo de EEE.
III. El 15 de octubre de 2022 en el Centro Comunal El Cielito en Comerío, con el apoyo y coauspicio de la Casa Juana Colón, del Pabellón del Deporte y la Cultura Comerieña, del Centro Cultural de Comerío Cirilo W. Meijers, y de la escuela de Bellas Artes de Comerío. Los textos son de Ada G. Fuentes Rivera, Wilson Torres Rosario y esta servidora. Las fotos son del equipo de EEE.
IV. El 17 de noviembre de 2022 en la Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez, con el apoyo y co-auspicio de la Asociación de Estudiantes de Literatura Comparada. El texto es de Mari Mari Narváez. Las fotos son del equipo de EEE.
Para adquirir copias de Archivo rural visite las librerías puertorriqueñas o nuestra tienda en línea en www.editoraemergente.com.
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El dossier sobre Archivo rural de Vanessa Vilches Norat
Sofía Irene Cardona
Primero, eso de las presentaciones
No siempre tenemos el privilegio de contar con las primeras impresiones de un libro singular, y sospechosamente cimero, desde la perspectiva de tan agudas comentaristas como en este dossier sobre Archivo rural de Vanessa Vilches Norat, publicado este año por Editora Educación Emergente. Estas primeras miradas amplían nuestra experiencia de lectura, pero además nos retratan un panorama crítico o tal vez sensible (que no censor) de la lectura en Puerto Rico. Ya estamos habituadas a las quejas sobre la poca crítica, la escasez del comentario literario, cierta desorientación –y yo me pregunto por qué necesitamos que nos orienten, por qué echamos en falta esas lecturas articuladas, sesudas, maravillosamente presentadas como estas que leemos aquí. Acaso para saber que hay alguien al otro lado.
Cada quien representa su lectura, ese otro libro que surge de las páginas de Archivo, de la misma manera que hay muchos padres en la persona del don Rafa de la primera parte del libro, de la misma forma en la que se reconoce esa necesidad de archivo. El libro mismo es individuo que se desdobla en cada una de estas lecturas que se nos ofrecen aquí, cada una vale en sí misma, cada una habla de Archivo rural como libro distinto, libro que retrata lectoras, lectores, libro fenómeno que deviene país, un país distinto, recuperado e imaginado, a partir de aquí, muchas más veces.
De las presentaciones diré que el fenómeno, relativamente reciente en nuestra memoria, contemporánea a la de la autora, es en sí un género que requiere el impulso de los afectos. No hay otra explicación para la generosidad de estas performeras que sacan de su tiempo para estudiar, investigar, pensar y articular un texto, y servir de entusiastas rapsodas para darle la bienvenida al “Libro.” Quienes asistimos ya estamos convencidas de leerlo (o lo hemos leído ya, o hemos acompañado a la autora en su proceso, o ambas cosas), de manera que somos público creyente, y se nos predica, pero vale la comunión –para continuar con las imágenes religiosas–y es rito y celebración de redenciones. Hasta aquí con lo sagrado.
Segundo, las presentaciones propiamente dichas (o más bien, leídas)
Los lugares (el Archivo General de Puerto Rico en San Juan, el Centro Comunal El Cielito en Comerío, un anfiteatro de la Universidad del Sagrado Corazón en Santurce, un salón del recinto universitario de Mayagüez), espacios dispersos en nuestra geografía cuidadosamente seleccionados por la autora y la editorial, corresponden a la pretensión de abarcar el libro en todas sus posibles formas: lectores celebratorios de la academia que resiste y se piensa; el salón de trabajo y gestión comunitaria en el entorno del pueblo originario, cuyas paredes lucen las imágenes que también corresponden al libro; el salón de clases en el que se transfigura (otra vez
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lo sagrado) el ejercicio académico, y toma forma el interés, la curiosidad, la admiración y hasta el desvelo de los estudiantes matriculados en un curso. Por su parte, los siete escritos presentan Archivo rural tratando de no estropear el placer de la lectura candorosa e inocente, un gran desafío, porque, en teoría, se supone que estas voces nos hablen de un libro que estaríamos a punto de leer.
La primera presentación se celebró la noche del 5 de mayo en el Archivo General de Puerto Rico, con la participación de Claudia Becerra Méndez y Malena Rodríguez Castro. En “La memoria obstinada,” Claudia Becerra Méndez dialoga con el libro de Vanessa Vilches Norat como lo hace con el público que la escuchó esa noche, embelesado con la imagen del árbol y las ramas con la que abrió su intervención. Aguda, certera, Becerra Méndez presenta su lectura casi como un poema según avanza ella también hacia la luz. Árbol y enredadera resumen, a su juicio, “la postura clara y obstinada de Archivo rural frente al olvido.” Malena Rodríguez Castro, por su parte, presentó su escrito “Idilio tropical: de ausentados e impropias.” A partir del diálogo con Marta Aponte Alsina, Vanessa Droz y Manuel Ramos Otero, en los epígrafes de las secciones, y la referencia a Las propias de Ariadna Godreau, establece una genealogía para los relatos de Archivo rural, y se pregunta por las continuidades, por el tejido mismo de la memoria.
Meses más tarde, a principios de octubre, Mara Pastor celebra la llegada del libro en la Universidad del Sagrado Corazón. Sus “Apuntes sin catalogar: la palabra sin residuo en Archivo rural,” además de establecer un nuevo diálogo con las lecturas de Rodríguez Castro y Becerra Méndez, hace un perspicaz recorrido por todos los relatos del libro, asociando imágenes, metáforas y motivos de la narrativa de Vanessa, que, como demuestra Pastor en su escrito, conoce muy bien.
Pocos días después, en el Centro Comunal El Cielito, y con el auspicio de la Casa Juana Colón y otras organizaciones de Comerío, el libro recibe su bautizo que, podríamos decir, le correspondía por naturaleza, con las lecturas de Ada G. Fuentes Rivera, Wilson Torres Rosario y Beatriz Llenín Figueroa.
Ada G. Fuentes Rivera presenta un pormenorizado análisis de los relatos en los que reconoce la narrativa del tabaco “desde sus verdaderas protagonistas,” así como la genealogía del cuento puertorriqueño de la que participa el texto, y destaca la importancia de acudir a los mismos archivos a rastrear los orígenes silenciados que este libro pretende recuperar desde la imaginación. Tanto Fuentes Rivera como Vilches Norat, conocen más de la comerieña Juana Colón gracias el libro de Wilson Torres Rosario, otro presentador de esa misma jornada. Éste nos recuerda una importante genealogía de Vilches Norat, la de la obra de Ana Lydia Vega, a quien cita al inicio de su intervención: “vemos y comprendemos desde nuestra memoria.” Reconoce Torres Rosario que, ante “la necesidad de saber de los ecos del pasado se hurga y se hurga hasta encontrarse con él. Y las piezas faltantes aparecen, con explicaciones insospechadas.”
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En “‘Como lianas indomables:’ Archivo rural en sus montañas,” Beatriz Llenín Figueroa cuenta el recorrido que hace con la autora por el paisaje de Comerío, y comparte la emoción de tocar las tumbas de los muertos de Vilches Norat, el reconocimiento del espacio original de la familia, pero también el de los relatos del libro, y se detiene a valorar la memoria que pretende si no recuperar, acaso reconstruir en ánimo reivindicativo. Ella está allí por las que ya no están, aquellas “de las que nadie escribió, las que no escribían, y nos preceden.” Nos recuerda Llenín Figueroa que el país de las primeras décadas del XX recreado en Archivo rural “está indisolublemente ligado al momento que hoy vivimos, a esta ruina por diseño del pacto neocolonial capitalista que otra vez vino –y sigue viniendo– acompañado de ‘misiones’ de fe y rescate.” Hablar de aquellas es hablar de nosotras.
De ese proceso de recuperación, de la “fabulación crítica,” es que nos habla Mari Mari Narváez poco más de un mes después, en la charla que titula “La delicadeza al navegar un Archivo rural.” Mari dice sospechar que “hay mucha cosa en este libro,” y que se limita a los aspectos que “le sorprenden y conmueven.” Desde ese enternecimiento (¿ternura?) se anima a compartir con el público de un salón universitario su experiencia lectora, y es lúcida y brillante, como podrán constatar. Mari Narváez conoce de cerca la trayectoria de la autora de Archivo rural, sus hábitos y obsesiones, sus esfuerzos con la palabra y la imaginación. La declara su obra más experimental y nos explica por qué: desnudamiento radical, postura política, reivindicación de una historia robada, fabulación crítica, en fin: un libro “poético, cuentista y archivístico.” La exposición de sus argumentos, atentos a la relación de literatura y memoria, belleza y reivindicaciones, ciertamente nos ilumina desde otro ángulo la apreciación del libro de Vanessa Vilches Norat.
Tercero, la fiesta
Me siento en deuda con algunas escritoras cuyos textos me han deslumbrado en estos años recientes, títulos que aquí no nombraré para no comprometerme, pero entre esos muchos admirados está el trabajo tozudo y constante de la amiga Vanessa Vilches Norat. Ver un texto levantarse y tomar forma desde la idea, la investigación y luego, al fin, sus lecturas, ha sido un privilegio. También, una fiesta. Y no lo digo metafóricamente.
Después de cada una de las presentaciones, celebramos no sólo el libro concreto que habíamos hecho nuestro, sino también el mero hecho de estar conspirando juntas, para ser y estar en este momento por las que fueron y las que vendrán, que no otra cosa es la cultura de un país, que es país cuando se imagina, cuando se inventa y se crea. Este dossier es otra de esas formas de conspiración, de archivo, celebración y provocación, para continuar buscando la luz entre las ramas.
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La memoria obstinada por: Claudia Becerra Méndez
Sobre Archivo rural de Vanessa Vilches Norat por: Malena Rodríguez Castro
Apuntes sin catalogar: la palabra sin residuo en Archivo rural de Vanessa Vilches Norat por: Mara Pastor
Juana Colón, Comerío y Archivo rural por: Ada G. Fuentes Rivera
Comentarios al libro Archivo rural de Vanessa Vilches Norat por: Wilson Torres Rosario
“Como lianas indomables:” Archivo rural en sus montañas por: Beatriz Llenín Figueroa
La delicadeza al navegar un Archivo rural por: Mari Mari Narváez
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CONTENIDO
Archivo General
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Foto por Hilda Teresa Ayala
Foto por Vanessa Vilches Norat
Foto por Yolanda Vilches Norat
General de Puerto rico
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Foto por Editora Educación Emergente
DE MAYO DE 2022
Foto por Editora Educación Emergente
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La memoria obstinada
Por: Claudia Becerra Méndez
árbol de niebla… ¿Cómo subir tu rama? Luis Palés Matos
¿Qué sabe la rama de sus raíces?
Pienso en árboles mientras termino el primer texto de Archivo rural, titulado “Nada contra el olvido.” Se trata de un relato dedicado a reconstruir, al menos fragmentariamente, la memoria de don Rafo, el padre muerto de nuestra autora. El relato concluye y, súbitamente, al pasar la página, el óleo de Rafael Trelles, “Árbol de la vida,” el mismo que ilustra la portada del libro, se abre de par en par entre mis manos. El relato termina donde comienza un árbol, cuyo follaje, el libro mismo apenas contiene. La palabra escrita, ese afán vociferante puesto al servicio de “recordar” y “reparar,” en palabras de Vanessa, el retrato de su padre muerto, de repente se disuelve en el silencio de un lenguaje visual, que cifra en la imagen de un árbol densamente poblado, la búsqueda de un origen, pero también su
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imposibilidad. “El árbol genealógico se va poblando de fantasmas. ¿Es eso una genealogía? ¿Un barrio de aparecidos?” (65), se cuestiona la autora hacia el final de su primer texto. Entonces, comienza mi diálogo con el libro, abriéndome paso entre el ramaje de los próximos cinco relatos, sospechando que, aquí, la búsqueda de un origen complejo pero preciso y el deseo de retener el pasado en el presente, se desmoronarán frente a las fuerzas implacables del tiempo y el olvido.
Pese al pesimismo palpable en al menos dos títulos de Archivo rural –“Nada contra el olvido” y “Nada es para siempre”–, la colección en sí, el tránsito entre un relato y otro, entre un personaje y otro, parten, creo yo, de un deseo obstinado por ir de la sombra a la luz. Me explico.
Ya para los noventa, Arcadio Díaz Quiñones, leyendo a Piglia, había insistido que quien escribe, “sólo puede hablar de su padre o de sus padres y de sus abuelos, de sus parentescos y genealogías.” Pero sucede que, en Archivo rural, la autora apenas logra dar con la imagen justa de su padre, incluso cuando su biografía, al menos a grandes rasgos, narra al dedillo la historia más visible de la isla durante la segunda mitad del siglo XX: un jibarito “triunfa” sobre la pobreza, mudándose del campo de Comerío a la ciudad de San Juan, trocando machete por maletín, de la noche a la mañana. A pesar de la claridad que ofrece esta narrativa, mientras más se adentra la autora en la vida de su padre, mientras más se aleja de la biografía vinculada a los años fundacionales del ELA, más lo desconoce y menos confía en la capacidad de arrojar luz sobre esa vida a través de la escritura. “El pasado de mi padre me parece tan opaco, que no concibo su niñez” (22), escribe la autora, medio asombrada.
Para mí lo curioso es que el libro no termina con el tumulto de sombras que, en su ausencia, representa el padre. Vanessa no se resigna a la opacidad del signo. Cierra su libro con un relato que trata, diría yo, sobre la obstinación femenina. Se titula “Toda luz.”
Un tronco se desmorona
Cuenta la narradora que, tras la muerte de su padre, tocó repartir sus pertenencias entre las distintas ramas de la familia. La autora se obcecó con un objeto en particular:
También quise el tronco donde [el padre] se sentaba todos los días a tomar su café puya. Ese se desintegró. Es curioso los mementos que se desean. ¿A quién se le ocurre cargar con un tronco? Había que ver la cara de las nenas y la de mi marido cuando me vieron montando ese tronco lleno de insectos y musgo en el baúl. No se atrevieron a contrariarme; sabían que me rompería. Llegué a casa y lo coloqué en mi jardín. Me senté muchas veces allí, pero el tiempo y la lluvia se encargaron de transformarlo. Hacerlo polvo y tierra. (43)
La escena resulta poderosa porque tiene aspecto de parábola. Un tronco que se desmorona nos advierte lo mismo que aquel título del libro, “Nada es para siempre.” En el trópico, esa sentencia cobra especial gravedad por el clima. Nuestro concepto de memoria está atravesado por la idea de que el trópico devora y arruina todo a su alrededor, y con una velocidad violenta. Recién comenzamos a entender que eso que llamaban “naturaleza” era también político.
Se supone que los archivos y las bibliotecas remedien nuestra relación discontinua con la memoria. Frente al olvido, los archivos documentan. Sin embargo, allí también encontramos jerarquías que rigen el modo en que se organiza el pasado. Vanessa misma alude a esto en el índice de su libro: el relato del padre está bajo la categoría Censo nominal, mientras que el resto de los relatos, narrados por y desde subjetividades relegadas al olvido, caen bajo la categoría Documentos sin catalogar. En el caso de Puerto Rico, no sólo debemos ocuparnos de los silencios y las ausencias que se encaraman entre cajas, donde mayormente pululan el polvo y el olor a cosa vieja. Además, hay que bregar con el estado
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precario de los lugares físicos en los que se “conserva” la memoria. Nuestros archivos, cada vez más, parecen ruinas reclamadas por la humedad, el hongo y la putrefacción. No sé muy bien cómo nos veremos nosotrxs, lxs obstinadxs, que insistimos en impugnar la ruina, dentro de la ruina. Sí sé que no es casualidad que hoy estemos en el Archivo General de Puerto Rico, presentando Archivo rural, un libro que se instala en los márgenes del pasado rural puertorriqueño. Es decir, en el corazón de un olvido.
La lección de trepar un fornido árbol
Documentos sin catalogar, la segunda parte de Archivo rural, asume el riesgo de imaginar el pasado, sin ceder demasiado espacio a la ficción. Sospecho que, por tal motivo, en parte, Vanessa ha preferido hablar de Archivo rural en términos de un libro de relatos, en lugar de un libro de cuentos. Escribe, echando mano del archivo, y cuando da con un vacío, una inconsistencia, una borradura –ese espacio inexacto entre la presencia y la ausencia– entonces le toca a la imaginación narrar ese olvido, con todo el rigor que impone convocar el pasado en el presente, y ponerlo a hablar. Nada de lo escrito en esta segunda parte puede ser verificado y, sin embargo, tampoco podemos decir que los hechos no hayan transcurrido exactamente así.
Aquella genealogía inicial, que empezaba y terminaba con el padre, ahora se dispersa entre diversos personajes traspapelados por el pueblo de su padre, Comerío, y otros pueblos aledaños. Vanessa narra la historia del pueblo desde sus excentricidades, un gesto que se me ocurre le hace buena compañía a la Antología del olvido de Eugenio Ballou, publicada hace unos años. Causa extrañeza ese mundo de Archivo rural, pocas veces narrado en sus propios términos, compuesto de obreras, tabaqueras, maestras, embalsamadores, abuelas y nietas, esos personajes secundarios de la historia, cuyos rasgos y gestos serían, a lo sumo, “un borrón en un archivo, una edad mal calculada, un nombre que dejará de pronunciarse” (91). Ese mundo causa extrañeza, también, por el ejercicio constante que supone narrar el relato íntimo, la pequeña maniobra, de subjetividades tachadas por el tiempo, precisamente, por no encajar en el tiempo.
Aquí, las tabaqueras trabajan la hoja en condiciones adversas, pero también la gozan –la huelen, la tocan, la saborean. Aquí, la maternidad es imperfecta porque llega demasiado temprano y no siempre es deseada (ser madre es también imaginar la fuga). Aquí, un hombre pasa de degollar gallinas y desangrar puercos a embalsamar cadáveres en una funeraria, estrenándose en el negocio moderno de la muerte. Aquí, una niña llamada Luz, amante del juego y el deporte, se muere de ganas por participar en el rodaje de la película de Jack Delano, Los peloteros, filmada en su barrio, Cielito. Aquí, una maestra rural aprende de su estudiante a “no desestimar la fuerza con que la enredadera trepa el fornido árbol” (118). Como en la mejor prosa de la italiana Natalia Ginzburg, es a través del léxico íntimo de este reparto de excéntricos que entrevemos un país.
No voy a revelarles mucho más del libro, pero sí quisiera que se quedaran con la imagen final del árbol y la enredadera. Ahí se resume, creo yo, la postura clara y obstinada de Archivo rural frente al olvido. Ya no estamos en el ámbito del árbol de niebla, al que el poeta inútilmente inquiere, “¿cómo subir tu rama?”. Frente a la memoria rota, entre fantasmas propios y ajenos, Vanessa escribe como quien despalilla –con pasión y tacto– aquella hoja del tabaco.
*Previamente publicado en la Revista Cruce en la edición titulada De la sombra a la luz (26 de septiembre de 2022) https://issuu.com/ revistacruce/docs/cruce_-_de_la_sombra_a_la_luz_-_26_de_septiembre_2
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DOSSIER
Sobre archivorural de vanessa Vilches Norat
Por: Malena Rodríguez Castro
Gracias, Vanessa, por la invitación. A Beatriz y Lissette, por el extraordinario proyecto que es Editora Educación Emergente. A Claudia, por compartir esta mesa conmigo.
Primero, el título: Idilio tropical: de ausentados e impropias. Segundo: anticipos. Ante el riesgo de dar a conocer Archivo rural, sin agotar su materialidad específica y participar en el disfrute de su lectura, propongo varios expedientes en un libro ensartado en hebras de imágenes, hilos tan sinuosos y embriagantes como las hojas del tabaco y los procesos de la memoria: “Recordar aquí es abrir un cuarto oscuro calzada con tacones. De seguro me voy a reventar” (22). Tacones, advierto, de diversos tonos y formas en los que se intersecan tres texturas. La primera, la imagen de portada, “Árbol de la vida” de Rafael Trelles, reproducida luego, e íntegramente, en la colindancia entre Censo nominal y Documentos sin catalogar. La segunda, 43 reflexiones auto ficcionales agrupadas en “Nada contra el olvido.” La tercera, cinco relatos en timbre realista. Mis comentarios van, a su vez, precedidos por epígrafes robados de otros (como los recuerdos de los que se apropia Vilches, impunemente).
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Ellos me asisten en la tarea encomendada adhiriendo, como enredaderas, otras voces que emulan la cháchara incesante de las despalilladoras de tabaco, oficio que, recién descubrí, ejercieron mi abuela y mi madre en las tierras altas de Yabucoa.
Calzar tacas no es ejercicio fácil. Yo, jamás lo he logrado. Implica dominar el balance, sostener la postura y seducir el aire. Calzarlas en cuarto oscuro es lanzarse a asir, en reconocimiento del acto fallido, el enigma del padre ausentado y las fantasías de siete hermanas y una nieta mayor. También, las tramas soterradas de un pueblo como Comerío, a mitad entre la altura y la bajura, soslayado en la arcadia de lo rural o en la promesa del desarrollo –paradigmas del archivo oficial–, como son las vidas de mujeres impropias como Saturnina, la madre/abuela fantasmal, su hermana Rosa y Juana Colón, despalilladoras de tabaco y agitadoras sindicales (Julio Ramos añadiría a Luisa Capetillo), así como la impenitente y bella Aleida, muerta antes de su tiempo, como tantas otras consumidas en la otra cara del paisaje bello, de los valles y llanuras del perdido paraíso terrenal. Es, además, la historia de Luz (homónimo de la madre de la autora de Archivo rural), zafia y malgeniosa de niña, colándose como extra en Los peloteros de la DIVEDCO, cuyo protagonismo se reservaba para los varones. De adulta, se deslumbraría por las luces redentoras de la educación y de los derechos compartidos, postergando el reclamo de asentarse en el espacio social asignado en la economía familiar (o el de los crímenes domésticos, para citar a una conocida escritora). En fin: “Como tiros al aire, las vidas son escenas concatenadas al final, fragmentos de historia que se organizan más de una vez” (29).
Primer expediente, “No hay que desestimar la fuerza con que la enredadera trepa el fornido árbol.” La batalla de los archivos
¿Qué impide la destrucción total de las ruinas? ¿A quiénes se les venden los restos de las utopías? ¿Qué impedirá que ahora, en esta isla que se vacía, y cuyos bienes se rematan para amortizar una deuda sin fin, se disuelvan las memorias de los muertos? ¿Qué se contará de nosotras, y dónde y quién lo contará?
Marta Aponte, PR 3 Aguirre
En la portada de Archivo rural, un trasfondo de montañas y palmeras y un cielo azul que se derrama en niebla. Otros planos, cada vez más fantásticos y abigarrados, suplementan la idílica escena y asedian la óptica del lector. Un trópico salvaje, atávico, proteico, surge rizomático del fondo reconocible del paisaje en el que plantas, aves, frutas y corrientes de agua se metamorfosean y componen jeroglíficos y rostros tallados. Dos mujeres asoman. La primera, anclada en la serpentina plateada de la quebrada, perfila el cuerpo oteando un horizonte escapado del cuadro. La segunda, nos enfrenta enmascarada en hojas, desafiándonos desde la esquina a la que se le ha consignado. Dicha imagen regresa entre la primera parte y la segunda parte del libro. La misma se ha ampliado rediseñando el espacio y la valencia. En ella, la primera mujer queda relegada y es la segunda quien se integra, orgánicamente, al árbol de la vida, extendiendo la mano oculta en la portada.
No sé quién escogió la imagen y el juego de su iteración. Prefiero pensar que la misma es una puesta en escena de las palabras que nos tiende Vilches, su particular desarreglo y re/arreglo de archivo en la furtiva no persona/persona de Saturnina o Nina, dependiendo de quién la nombre. Si el archivo es la ley de lo que puede ser dicho o visualizado, un dispositivo de regulación en el cual se levantan cánones y memorias privadas y públicas, el archivista es su guardián y traductor. En el texto de Vilches, el archivo se contradice, cede al equívoco y a la confusión. Se multiplica, transforma y afecta con cada dato, percepción o marco narrativo. Se contrae y expande. “Me parece que la madre se llamaba Angelina, No podría asegurarlo” (65), para luego consignar “En el censo de 1940 aparece tu abuela. Es tabaquera. No fue a la escuela. No sabe leer ni escribir. No sabe hablar inglés. … ¿Qué hago con la madre que murió de parto? … El árbol genealógico está poblado de fantasmas” (64-65).
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Se excede en las ficciones agrupadas en la segunda parte tras los trazos sin documentar del Censo nominal y de la frágil hebra plateada de la imaginación. Calzada en tacas, en cuarto oscuro. “No hay que desestimar la fuerza con que la enredadera trepa el fornido árbol,” sentencia la archivista.
Segundo expediente, “Este recuerdo no es mío. Me lo prestaron.” Ausentados
Echo de menos el hedor de los desperdicios de tu cuerpo…
Son olores remotos pero carentes de discreción, como descortés es la muerte a pesar de sus avisos…
Desde el trono de mi miseria alzo los ojos y espero verte sobre la higiénica tumba en la que hemos estado tratando de salvarte, tan juiciosa también ella, tan voluptuosa como los ardides del sueño.
Pero ya no estás.
Tus perfumes me recuerdan que estás vivo.
Vanessa Droz, “El perfume,” A la memoria de mi padre
Escribe la ensayista de De(s)madres y el rastro materno en las escrituras del Yo: “Conocí a mi padre el día de su entierro. … Y la sorpresa, no sólo de que el fuera tanta gente diferente a la vez, sino de haberlo conocido tan poco y tan mal, me alivió. … No podría decir que me llevara del todo bien con mi padre. Tampoco lo contrario. Había una distancia insondable … un escuchar mal al otro … Este cuento quiere ser una reparación” (15, 45). ¿Cómo convocar –traer del recuerdo a la memoria–el signo que significa al padre: el padre bueno y el padre obs(ceno), el que no debe mostrarse? Rastrear la madre en las escrituras de otros implicó un distanciamiento crítico. Al padre propio, mudo y opaco, lo borronean los afectos, esa particular y transitoria intensidad que traspasa los cuerpos y los contagia, sin domesticarse en emoción razonada o razón expresiva. El padre, uno y muchos, a la vez. Certificado en documentos para la tercera hermana, en la abundancia en la escasez para la cuarta, en el saber manual y las herramientas legadas para la quinta, en la afición por el deporte y la música de la segunda, en el mejor de los amigos, en el abuelo que se desdibuja cada vez más. Apenas suyo, apenas un olor de whiskey y cigarrillo atrapado en sus manos, apunta la narradora, la sexta hija: “Ese aroma me persigue. Desde niña ese se volvió su olor para mí” (34).
En el poema de Droz el olor, el sentido más sellado al cuerpo, desconfiable e inasible, regresa el padre que se quiere vivo. Es hedor de la carne putrefacta en la instancia extraordinaria de caer, cadere, cadáver. En Archivo rural domina el olor de la cotidianidad, del padre cansado y envejecido, un olor que se adelgaza y del cual se pierde la procedencia según transcurren los años: “¿De dónde viene ese aroma? Creo conocer bien mis olores, Este no es mío … Parezco un sabueso a la caza, pero ando perdida” (43).
La memoria va, también, a la caza de una figura y un temperamento, del padre vuelto el tierno abuelo de Cachaquita, “Al que le falta palabra y que no puede ocuparse de mí. Aún hoy conservo esa imagen como la verdadera. Insisto en ser la niña desapercibida, la que escapa a la mirada paterna, la que se zafa, pero quiere que la busquen” (35). Al padre ausentado, aun estando presente, hurtado por el trabajo, la familia, el traslado de Comerío a Bayamón.
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Del ausentado en vida se conserva, pues, su enigma. Muerto, no tiene memoria nuestra. Ni suya. De ella somos sus delegados en una composición de memorias que se hacen y se deshacen, hebras sueltas de un telar incompleto: “Ya no lo diré más, no hará falta que lo repita, para qué, todas estas palabras me pertenecen. Todos estos recuerdos me los he apropiado. Busco una imagen multiplicada por siete máquinas del tiempo con ojos, oídos y lenguas” (29). Para luego contradecirse: “Este recuerdo no es mío. Me lo prestaron” (30). No inventes, Vanessa, te lo robaste. Bien por ti. Tal es el trabajo de memoria. Maleable y caprichosa, incapaz de ajustarse a la impresión primera del recuerdo. Viajera cargada de tiempos, espacios, voces y experiencias, la ceñimos y la ajustamos; la relatamos. Dosificada la higiene del olvido necesario para reanudar el saludo interrumpido desde la adolescencia, es dable rescatar la memoria deseada del padre, “El que se escoge para salir a divertirse. El que nunca debe faltar” (61). “Este cuento quiere ser una reparación.” A las preguntas de quién, qué y para qué se recuerda, habría que sumar ¿de quién, para quién son las memorias? ¿Para una escritora en tacas y sus hermanas, para la nieta mayor, para todos nosotros, lectores, consumiéndolas voraces?
Tercer expediente, “Las ganas del cuerpo no tienen edad.” Impropias
¿Qué obrero pierde la vida amontonando cansancios Si al reflejo de su historia sonean otros su canto Si su memoria es un callo de mil esperanzas rotas Si su piel sabe la nota de estar vivo y desahuciado?
Manuel Ramos Otero, “Poema 8,” Invitación al polvo
Geografías de lo perdido, el previo conjunto de cuentos de Vilches, desplegó una constelación distópica de un país cuyo presente se asoma, peligrosamente, al resto de sus ruinas, uno en que hasta la función simbólica del padre y la madre se reduce al intercambio mercantil y mediático, pero en el cual, por suerte, “todavía hay brisa y un fuerte olor a pan.” En Archivo rural el pasado memorioso comparte con el tabaco la voluptuosidad, la pirueta que se aspira y se exhala. Sobre todo, cuando la conduce el olor. En la segunda parte del libro, Documentos sin catalogar, es el cuerpo de la mujer quien lo retiene y contagia: sudoroso a trabajo y a maternidad, impregnado de hierbas medicinales, convertidas en tufo las secreciones que una vez la unieron a otro cuerpo. El relato de Saturnina, un rumor dudoso de familia, un nombre en un censo, atraviesa la imagen del árbol de la vida y se anima: “Este sí que es puro cuento,” se enfatiza (66). Sí y no. Su historia es sostén de otras, la de mujeres impropias, vidas frágiles y prescindibles, al margen de la ley, sin derecho al habla y a la agencia pública, incluso a decidir cuándo y cómo han de morir. Vidas trituradas en la pesadillesca máquina de la familia, el capital, el estado, el ilusorio idilio tropical. Ariadna Godreau ha escrito sobre ellas en tiempos de austeridad y deuda fiscal: así como del gesto solidario de las hermanas en otros lazos que no son la sangre. Tras María,
Quedamos nosotras … A fuerza de rabia, magia y experiencia en la precariedad, nos damos de comer y de beber. Nos lavamos las espaldas … Aunque los árboles han vuelto a dar hojas, ya jamás podremos negar que nos hemos visto desnudas, en los huesos, endeudadas con el hambre, con nuestras pestes que anteceden por siglos al huracán. Nunca fuimos ni seremos iguales … La austeridad no nos hace iguales. En todo caso, visibiliza que existen heridas y precariedades antiguas y actuales. (Las propias: apuntes para una pedagogía de las endeudadas, EEE, 2018, 17)
En Documentos sin catalogar, otra familia se constituye con Saturnina, ausentada del hogar que la sofoca y muerta de pleuresía a los 31 años; con Rosa, vieja oficiante de manos santas; con Gin, tan parlanchina, relevo de otros cuerpos gastados; con Juana, hija de esclavos, santigüera y bandera roja. Escribir sobre ausentados e impropias implica, pues, una responsabilidad radical, una respuesta a la
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demanda ética y política al dotarles de un nombre, al hacerles aparecer en un relato o en el expediente de un archivo alternativo, de una doble restitución que les haga justicia. De la sexta hija que recibe, por fin, al padre. De Juana, que aspira a leer y a escribir, de Luz y sus reclamos de igualdad. De Saturnina, lanzada a lo imprevisto. Tal es la magia del arte.
Expediente cerrado, “Idilio tropical”
(En gratitud con Sofía Irene Cardona y Silvia Álvarez Curbelo)
¿Vale relacionar el idilio tropical, y su eco rumoroso de veredas, boleros y cortometrajes melancólicos, con el archivo rural y familiar con que Vilches sangra y sutura el legado memorioso de aquellas décadas en las que Puerto Rico fue vitrina de democracia y desarrollo para el Caribe y América Latina, en parte por el peregrinaje de la altura a la tierra prometida de las costas urbanizadas? El idilio connota armonía e integración. El trópico, un paraíso de montañas y palmeras, en las que pasean criollos –los buenos amos– y letradas que impulsan el derecho al voto de la mujer, pero excluyen a las trabajadoras con olor a malagueta, guarapo de sábila y hojas de tabaco, así como a bien intencionados misioneros al Valle de La Plata. Un paraíso en el cual veranean turistas todo el año y que hoy se disputan los criptoricans que ya enfilan cuesta arriba (a punto de descubrir Comerío, Vanessa, y sin tu libro como guía).
También, el idilio es pasión sostenida y convenida. Pero el trópico es también zona de batalla, en la cual una narradora araña memorias propias y ajenas en ficciones rurales escritas desde la costa y en tramas familiares y colectivas, insepultas y obliteradas. De ausentados e impropias. Miro al sesgo, alerta y en complicidad con la mujer en la portada, a quien quisiera imaginar espiando al embalsamador (la única voz masculina en un texto hablado por mujeres), que declara desvalido, a pesar de la ferviente creencia en la fe y la ciencia, su ignorancia y derrumbe abismal ante el cuerpo muerto de su hermana: “Es que te lo llevas todo, Aleida … porque eras eterna, y nunca llegaría este día en que te falta palabra, y ya ves, yo aquí ahogándome, sin piedra en la que agarrarme, sin agua, crecida, río, ni misión que limpie este dolor” (98).
“Nada es para siempre,” reitera Archivo rural. La historia de Nina (Saturnina), apenas aludida en Censo nominal, incierta su existencia fáctica, regresa protagonista en Documentos sin catalogar. Lo anticipábamos ya en la portada. En la primera imagen cualquier ilusión de idilio tropical resta saldada en la mirada hueca sin factura ni reembolso. En la segunda, y en el cruel optimismo de aquellos a los cuales todo se le ha quitado menos el gesto parejero, la mano invita a otro sendero, a otro archivo urgente en el cual las palabras la regresen en propiedad al lienzo: “La serpiente plateada le muerde el tobillo. Incapaz de adivinar que la historia no hace justicia a las vidas, que será un borrón en un archivo, una edad mal calculada, un nombre que dejará de pronunciarse, la joven renuncia al camino de la quebrada y desafía al destino” (91).
Me detengo en la conversa con algunas de mis mujeres favoritas. “¿Qué se contará de nosotras, y dónde y quién lo contará?,” se preguntaba Aponte Alsina. ¿Encontraremos en nuestro árbol de la vida una narradora agazapada que, desde el presente inconstante de la escritura, desconfíe tanto de su memoria como de la de otros, incluyendo las que enseñaba Luz en su cuaderno escolar? ¿El trazo de un olor, el cual, en vez de muerte, anuncie vida, Droz? ¿Seremos las propias, las que no nos debemos a nadie, Ariadna? Y, mientras, tú, Vanessa, ¿te calarás las tacas mientras muerdes tus uñas, zanjada la rabia en el cuento de nunca acabar, en tu peculiar desvío de archivo? Basta ya, Malena. “De seguro me voy a reventar.”
*Publicado en 80grados el 4 de junio de 2022 https://www.80grados.net/sobre-archivo-rural-de-vanessa-vilches/
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UNIVERSIDAD
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CRUCE: CRÍTICA
Foto por Editora Educación Emergente
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6 DE OCTUBRE DE 2022
UNIVERSIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN, SAN JUAn
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Apuntes sin catalogar: la palabra sin residuo en Archivoruralde Vanessa Vilches Norat
Por: Mara Pastor
Uno viene al mundo a ver qué tiene y lleva puesto el nombre de su padre inseparable de sí como el fuego el color del fuego. Y se da que uno reniega del nombre como extensión y se encapricha en ser nombrado por el mérito sólo de sus propias fazañas: ningún hombre ocurre dos veces. Pero sé que mi modo de mirar (eso amable o cálido, la gracia para abrazar extrañas con familiaridad) es émulo de la amabilidad de mi padre, y mis modos de enfurecer hacia dentro, el modo en que cierta música puede romperme es más suyo que mío. Más que su apellido, tengo del viejo un método infalible para equivocarme. Javier Raya, “El nombre del padre”
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DOSSIER
Quiero dedicarle este texto con todo mi amor a Javier Raya en la semana de su muerte.
En Archivo rural, la obra más reciente de Vanessa Vilches Norat, el padre es muchas cosas: un jíbaro informado, un apasionado del jazz, el pon de un montón de voleibolistas adolescentes, un dicharachero profesional, un coleccionista de caracoles, un vendedor de seguros, un excéntrico, un trabajador de la tierra, pero también un niño huérfano, un adolescente adoptado, un padre diferente para cada hija, un abuelo alcahuete, un desconocido. La hija que escribe quiere producir sentido a partir de esa diferencia. Quiere, por fin, ver qué tuvo ella, ver cómo tiene puesto nombre del padre.
Este libro, que surge cuatro años después de que la autora publicara Geografías de lo perdido y quince años después de su ya clásico Crímenes domésticos, desarrolla un relato que ya había aparecido de otros modos en su obra. Si hay algo que ha atravesado la obra de mi querida y admirada amiga es una obsesión constante y generativa por el álbum familiar, principalmente, hasta ahora, por la figura de la madre. Digo generativa porque genera literatura, discursos, lenguajes posibles, encuentra geometrías que algunas veces acomodan lo que estaba perdido, incomodan lo que estaba inerte. A primera vista, este libro parecería ser una digresión del tópico de lo materno, esta vez con énfasis en la figura del padre, porque empieza con una sección titulada Censo nominal en el que la hija recopila, o como ella dice, graba, las memorias de las hermanas, los cuñados, las tías y las nietas sobre el padre, así como también glosa a través de estos personajes los hallazgos de archivo, del censo y de los documentos catalogables.
En estos 43 fragmentos se proponen cuatro formas para recordar: el recuerdo prestado (30), el recuerdo compartido (54), el recuerdo propio y el recuerdo inventado, todos ellos teniendo como hilo conductor la memoria del padre fallecido. Los recuerdos prestados, que Malena Rodríguez Castro también llama “recuerdos robados,” constituyen de algún modo el recuerdo de un padre que no tuvo la narradora, de una relación diferente al color del fuego, como señala el poema de Raya. En esta relación, la narradora atribuye funciones maquinales a las hermanas; resuena en mi mente la canción maquinolandera de Ismael Rivera, que era composición original de su madre lavandera. Todas las máquinas de memoria, dice la narradora refiriéndose a las hermanas, le piden que escriba (54).
El recuerdo compartido es el recuerdo del imaginario colectivo. Es el recuerdo del padre gregario que hacía festines de cabros y se amanecía con los amigos de las hermanas. El recuerdo propio, en cambio, es “el del cuento que intenta reparar,” aquel que intenta “organizar más de una vez” la memoria propia (29). En ese recuerdo, se ampara la obsesión investigativa, pues no es suficiente con el recuento de las hermanas. Sigue habiendo algo que no parece justificarse desde ahí. Un silencio que, si no se rellena, no permitirá que la narradora repare aquello que aparenta estar roto. En uno de estos relatos, la narradora dice:
Me preocupa traducir el prisma de los recuerdos. Es complicado dar justa cuenta de un signo. Padre. Debo decir que algo de cobardía tiene la fecha de estas letras. No resisto hacer sufrir con mi escritura a alguien que me ha querido. No es un problema ético, es una falla de carácter. Como tiros al aire, las vidas son escenas concatenadas al final, fragmentos de historia que se organizan más de una vez. (29)
Se significa al padre a partir de las voces de quienes lo recuerdan, pero también como aquel de quien se logra hablar, dar a conocer, a partir de su desaparición de este plano. “Hay hijas que son madres de sus padres. Hay hijas que desafían la genealogía y los protegen con su palabra, con su cariño, con su compañía” (39).
La narradora advierte haber cuidado las palabras dichas sobre el padre; sabe que hay balas perdidas en lo que quiere decir de él. Un afán tanto de haberlo protegido como de rematarlo en
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la escritura de alguna manera, aunque ahora las palabras se mezclen con la composta del tronco heredado. La hija pide el tronco en el que se sentaba el padre, objeto que inevitablemente se desintegra, desaparece con el paso del tiempo. Qué es un tronco, sino uno de los mejores hervideros de composta y abono para la tierra.
“Nada contra el olvido,” título de la primera entrada, adquiere, así como la primera oración del cuento, múltiples significados. ¿No se tiene nada en contra del olvido? ¿No se puede hacer nada por contrarrestar el olvido? ¿O será acaso que se debe nadar en el olvido, en la transformación de los relatos? Lo cierto es que la muerte coloca un lente. Ya Vanessa nos había dado una historia en la que la muerte era un lente, o más bien una ventana, precisamente en un cuento sobre la muerte de la madre titulado “Ojo de luz,” uno de los cuentos en sus Crímenes. En este cuento la protagonista se empeña en construir en su casa una absurda ventana mientras encara simultáneamente la muerte de la madre.
Más adelante, en Geografías de lo perdido, Vanessa regresa al ojo de luz con un signo cercano, “El rectángulo blanco,” otro cuento sobre recordar a la madre. En este cuento aparece el padre escuetamente mencionado cuando dice de la madre: “A diferencia del padre, [la madre] disfrutaba del retorno al pasado, pues ella sí era una gran cuentista.” Quizás es ahí, en ese rechazo del padre por hablar del pasado, que la narradora identifica su propia carencia. “Qué será aquello que no nombra. Cómo habla de mí ese pasado que mi padre calla.” También en este cuento se concatenan las escenas, para usar el lenguaje de la narradora, recuerdos y diálogos en torno a la madre que, no arbitrariamente, también hablan de lo escatológico, de la “mierda y el escarbeo” y de escarabajos que se posan en los cuerpos muertos cuando cae la noche. Y como sucede con la materia putrefacta, llena de residuos, gusanos y hongos, en la reconstrucción de estos recuerdos aparecen otros. Los recuerdos inconsistentes, inconsecuentes, contradictorios, infértiles, que obsesionan a la narradora al punto de querer reconstruirlos, descifrarlos y, ante esta imposibilidad, inventarlos.
Pero las fronteras entre una y otra sección son porosas, como las esponjas o como los troncos que se desintegran. Acaso, son más bien pliegues como los de la pintura de Rafi Trelles que sirve como portada de la edición. En el pasaje 42 se nos anticipa la historia de Saturnina. Nos dice la narradora, “Esto sí que es puro cuento,” como si lo que se encapricha en contar la frágil memoria de la especie no lo fuera. He aquí que tengamos, en la segunda parte, un puñado de relatos que buscan dar cuenta de la historia desaparecida, la historia fuera del archivo, y por esto titulada Documentos sin catalogar. Los cinco relatos de la segunda sección tienen en común el tono realista y la inclusión de elementos históricos que concuerdan con los hechos que rodean la vida del padre en Comerío, su pueblo natal, pero que también nos conectan con estilos y obras de la literatura puertorriqueña del siglo XX. Imposible no pensar en el tema de la sororidad femenina de las novelas de Ana Roqué de Duprey, en el Josco de Abelardo Díaz Alfaro, en La charca de Manuel Zeno Gandía o en los Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval, enriqueciendo los tonos, saliendo del patetismo, como dice Marta Aponte Alsina en la contraportada de Archivo rural. Marta también ha regresado al pasado a rellenar y a alumbrar, como se alumbran los rostros de la pintura de Trelles, una luz que nos llena la pupila de detalles, que le deja un aura espectral al pasado.
En los primeros dos relatos, se desarrolla aquello que, en la entrada 42 de la primera sección del libro, “era puro cuento.” Se imagina a la abuela materna desconocida. Aparecida por primera vez durante la recopilación de los recuerdos prestados, ahora la imaginamos en el relato joven, aunque muy cansada, agotada de la rutina y de la maternidad que no se escoge. En la voz de Saturnina somos testigos del despertar de su subjetividad como mujer trabajadora, tabaquera, amiga de sindicalistas, paciente de curandera.
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En el primer relato, el costumbrismo del Josco de Abelardo Díaz Alfaro se transforma en relato íntimo, medicinal, político. No hay hombre que enfrente a la bestia. Es la mujer la que tendrá que enfrentar al más temible de los enemigos humanos. La falta de acceso a servicios básicos. Este relato recupera el imaginario de la curandera y de la amiga sindicalista, que historiza a la líder sindical Juana Colón. La historia se extiende hasta el segundo relato, “La serpiente plateada,” en el que el espacio de trabajo es también aquel de sororidad entre Saturnina, Virginia, María y Gin, y en el que se apalabra la queja a la ola del primer feminismo, cuyas sufragistas no incluyeron a las trabajadoras analfabetas.
El tercer cuento es quizás el más enigmático de la obra. “La quietud de tu cuerpo” es el relato de un hombre al que le toca embalsamar el cuerpo muerto de la hermana. Aquí se presenta la zona gris en que el protagonista se enfrenta a enterrar a la hermana irreverente, el cuerpo inerte de Aleida, la voz crítica que carnavalizaba al jefe Mr. Bob, personaje inspirado en el fundador de la Funeraria Ehret, benefactor de Ramón, acaso otro de los hermanos perdidos de Rafael. Aunque las razones de muerte de Aleida no se expresan en el cuento, el hecho de que el protagonista menciona que el cuerpo está descuidado parecería señalar cierto abandono, una muerte imprevista resultado, acaso, de su impostura. Para mí este cuento busca mostrar la subjetividad dolida del hermano, apalabrar ese universo impenetrable del dolor y la vulnerabilidad masculina.
La resistencia del jíbaro a la modernidad, evidente en Cuentos para fomentar el turismo de Belaval, se vuelve anagnórisis o descubrimiento de una maestra rural, que decide cambiar de opinión sobre el rol de su pequeña alumna en el mítico filme Los peloteros de Jack Delano, filmado precisamente en el barrio Cielito de Comerío. Lo cierto es que, como han leído las compañeras escritoras Malena Rodríguez Castro y Claudia Becerra Méndez, ese hablarnos del padre parecería más bien terminar hablándonos de otras madres ausentes, o como las llama Malena, “mujeres impropias,” en conversación con el libro Las propias de Ariadna Godreau. Claudia, con otra iluminadora lectura, ve en el desenlace de los cuentos un final reivindicativo para los personajes femeninos de ese pasado poroso del padre en el rectángulo de luz de la película de Los peloteros, en el que la niña Luz se ve reflejada como en un espejo, y al que lleva, a fuerza de labia y discurso, a la abuela que fue tabaquera. Como señala Claudia, este libro “no termina con el tumulto de sombras que, en su ausencia, representa el padre. [Si no que] Cierra … con un relato que trata … sobre la obstinación femenina” (26). Pero lo cierto es que hay mucho que decir del padre y su relación con esta hija cuentista. Se asoma mucho por este rectángulo de luz.
En la primera sección, la narradora nos dice, con relación a apropiarse de las palabras, que “a mayor palabra, menos residuo” (29). ¿Con qué nos quedamos después de estas palabras? Si, como dice la narradora, “dicen que cuando alguien muere, muere también quien fuimos con esa persona,” ¿qué otro ser deviene como autora de estos relatos? ¿Hay un ser retroactivo que puede también añadir palabras en la hija que fuimos? ¿Podremos ser otro tipo de hija gracias a la invención de otra memoria? Ya les he revelado mucho del libro, pero quisiera que se quedaran con esa imagen de la hija que atraviesa un umbral, esa que desafía el destino y se ingenia un método infalible para enmendar.
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CENTRO COMUNAL
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COMUNAL EL CIELITO, COMERÍo
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15 DE OCTUBRE DE 2022
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Juana colón, comerío y Archivorural
Por: Ada G. Fuentes Rivera
“Bienvenidos al pueblo de Juana Colón,” decía la pancarta que nos recibía cuando entrábamos al hermoso pueblo de Comerío en los años sesenta y setenta. Al menos, eso recuerdo yo de mis visitas de niña al lugar de Papito y Mamita, de mis abuelos, de mis tías, tíos, primas y primos. Siempre quise investigar esa figura de la cual nadie me contaba quién era. Así que ya muy adulta, compré el libro del maestro Wilson Torres Rosario, titulado, Juana Colón: combatiente en el tabacal puertorriqueño (2011). Lo descubrí en el Primer Congreso de Afrodescendencia (2015), celebrado en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y organizado por mi colega Marielba Torres.
Por ese interés en Juana y en Comerío, me gocé la lectura que hiciera del libro de Vanessa Vilches Norat, Archivo rural, de reciente publicación (Editora Educación Emergente, 2022). El libro inicia con la muerte del padre para luego poblarse de tabaqueras. “Nada contra el olvido” se titula el primer relato. La voz narrativa intenta reconstruir la imagen paterna a partir de la investigación de archivo y de las diferentes voces femeninas que pueblan su casa (es decir, cómo es un padre diferente para cada hija). La riqueza de las diferentes miradas compone una imagen tierna de Don Rafa a pesar de la dureza con que la voz narrativa comienza. Hay una búsqueda escritural para entender con profundidad quién era ese personaje y contextualizarlo en la precaria situación económica y social comerieña de la cual procedió. Así, por medio de la investigación, la escritura y el cambio en el tono de la voz narrativa, la figura del padre logra reivindicarse. Su representación emana ternura. La foto de los abuelos y las nietas que se describe en la narración es muestra de ello (60). Pero no perdamos
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de perspectiva que el inicio de la colección de relatos, con la muerte del padre como metáfora de lo patriarcal y del discurso del poder que permea la escritura de la “Historia,” es significativa. El texto de Vilches se inscribe a contracorriente desde el inicio, es decir, narrará desde el margen, desde lo invisibilizado por esa historia autoritaria.
Me gocé mucho ese primer cuento, sobre todo y en un primer plano, por los referentes (pues cuentan también parte de mi historia familiar) y por la representación de la figura paterna a pesar de la rabia y el desencuentro. Me conmueve la historia de Don Rafa porque es parecida a la de mamita. La finca en la urbanización bayamonesa, los cultivos, el amor por la naturaleza, la pobreza, el vínculo con el tabaco, los viajes dominicales a Comerío y la maravilla infantil ante la represa; Río Hondo y Palomas, la Vuelta del 2, el cementerio, los mareos en las curvas de la PR #167 a la PR #156, las reuniones alrededor de las comidas, el empeño feroz de esos seres a pesar de la precariedad y el silencio ante el dolor. Esa es gran parte de la historia de nuestras ancestras.
Paralelamente, otros elementos me cautivaron: las diferentes miradas sobre el padre y la investigación que implica la búsqueda de archivos. Escrito en fragmentos como la memoria misma, propone la investigación histórica como arma central para resistir, y conjuntamente, la imposibilidad de las certezas en las historias (familiares y nacionales). Rastrear los orígenes y problematizarlos es historiar, sugiere la voz narrativa: “Acomodar a todos los miembros de una familia en un carro, como en una mesa, implica repasar y retar las jerarquías” (19). También, historiar es viajar; y escribir, una apropiación: “Ya no lo diré más, no hará falta que lo repita, para qué: todas esas palabras me pertenecen. Todos estos recuerdos me los he apropiado. Esto será un tránsito lenguajero, una ecuación de sentires: a mayor palabra, menos residuo” (29). Pero la escritura también es reconocimiento (55) y reparación (45). “Nada contra el olvido” es un relato que se construye a partir de tres líneas entrelazadas apretadamente: la de los referentes históricos comerieños, la de la muerte del padre y la de las concepciones sobre la escritura.
En la segunda parte del libro, el cuento “Nada es para siempre” inscribe al pueblo de Comerío en la tradición tabaquera, una de lucha, valentía, fuerza, de trabajadoras incansables y, además, en la herencia afrodescendiente invisibilizada con el mito de que los pueblos del interior son predominantemente “blancos:” “Nada es para siempre. Lo dice ella que nació para ser fuerte. Cuando el pueblo no era más que un hato de esclavos y aún se llamaba Sabana del Palmar, su familia pertenecía a otros. Luego, como agregados de los Colón, le sembraban la finca de Río Hondo por un pedazo de tierra para cultivar la yuca y el plátano diarios” (81). Juana Colón es el personaje que Saturnina, la abuela tabaquera, describe y admira. Juana es una trabajadora negra socialista, vinculada con los tabaqueros. Es organizadora, lavandera y planchadora, curandera, amiga, solidaria, oradora y madre. Personifica la esperanza de cambio y la fuerza misma. Además, Juana “encarna” el orgullo pueblerino que se da a partir del cultivo del mejor tabaco: “No hay hoja como la nuestra, murmura…” (76). El relato incorpora, además, no sólo el elemento de “raza,” sino el aspecto de las diferencias de clase (y privilegios o acceso a la educación formal y escritura) en la lucha de las trabajadoras, fundamental en la mirada anticapitalista: “Se salieron con la suya, Nina, las sufragistas no nos incluyeron, nos sacaron de la negociación. Para las elecciones del 32, solo votarán las alfabetizadas” (76-77). Entonces, podemos decir que la escritura también es capaz de sugerir vías para la lucha nacional feminista a partir del (re) conocimiento de la historia.
“La serpiente plateada” funciona de manera similar a la imagen de la chágara en “La muñeca menor” de Rosario Ferré, aunque da un cambio radical para marcar la evolución del sujeto femenino en la literatura puertorriqueña contemporánea. En el cuento de Ferré, la chágara –o camarón de agua dulce– representa tanto la inmovilidad de la tía (es decir, asumir la posición asignada socialmente al sujeto femenino a fines de la era cañera en Puerto Rico), como la oportunidad de la venganza hacia
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el sector profesional-oportunista emergente. En “La muñeca menor,” la tía aparentemente acepta la posición social asignada, pero va tejiendo silenciosamente su desquite a través de la muñeca de su sobrina menor y, también, de la chágara que la confinó a un sillón. En “La serpiente plateada,” sin embargo, la joven madre tabaquera (Nina) decide abiertamente dar el cambio. La quebrada es la imagen que simboliza el desvío, es el espacio intermedio entre el tabaco (trabajo asalariado de miseria) y la casa (espacio doméstico opresivo). Dice la voz narrativa: “La serpiente plateada le muerde el tobillo. Incapaz de adivinar que la historia no hace justicia a las vidas, que será un borrón en un archivo, una edad mal calculada, un nombre que dejará de pronunciarse, la joven renuncia al camino de la quebrada y desafía al destino” (91).
La serpiente plateada constituye también la zona montañosa del Plata, la cual queda históricamente transformada por las historias no sólo del tabaco, sino también por aquellas de las tabaqueras negras. La historia familiar de todas nosotras se reescribe a partir de esos secretos que nunca se explicaron. Noten que aquí también hay un vínculo con la tradición textual de las escritoras de los años setenta en Puerto Rico, para darle continuidad y también para reescribirla. Pensemos, por ejemplo, en La familia de todos nosotros de Magali García Ramis.
Por otro lado, “La quietud de tu cuerpo” ironiza el trabajo y las concepciones ideológico-religiosas del embalsamador Robert Ehret ante las creencias de la gente del pueblo representadas por la madre de Ramón. Ramón, el hermano de Aleida –ya muerta– sirve para ilustrarlo cuando se niega al consuelo de Míster Bob y expresa lo siguiente: “Pero el dolor no tiene orden, Míster Bob. No sé qué hacer con tanto amor” (98). A pesar de su supuesta religiosidad y conversión, Ramón se encuentra angustiado con la muerte de su hermana y sabe que el proceso de embalsamar estará en tensión con las ideas de su madre y con su propio “dolor.” Veamos: “Te arroparé con el manto de terciopelo rojo en lo que llega Míster Bob con el ataúd. Así parecerá que duermes, Aleida. Vamos a honrarte como mereces, sin supersticiones. Hay que erradicar la ignorancia. La ciencia al servicio del espíritu, así dicen los médicos de la unidad. Lo difícil será convencer a madre que no querrá que él toque tu cuerpo frío. No entiende que embalsamar es una ciencia …” (97).
“Las jugadoras” inscribe la historia familiar comerieña en tres tradiciones: la del tabaco, la de las trabajadoras y la del sujeto femenino. No bastan la voluntad y la fe en sí misma, como sugiere la sabiduría de la abuela, para lograr los sueños o una movilidad social significativa, sino que el proceso es mucho más complejo. Es como el juego de las briscas; hay que saber tirar las barajas apropiadas en su momento. Gana quien más puntuación tenga. Por eso, a partir del entrelazamiento entre la conversación y el juego entre la abuela y su nieta, el texto parece privilegiar la sabiduría ancestral femenina, el trabajo arduo en el tabacal, y el ser contestataria a pesar de la posición social asignada por género. Ante el relato que le hace la nieta a su abuela sobre la necesidad de uniformes para jugar pelota en la película, la abuela responde con un “Unjú” que marca su desconfianza en la propuesta de los productores. Además, al igual que la nieta quería participar en la película que filmaban en el pueblo y no se lo permitían por la mirada patriarcal de los productores sobre quiénes debían ser los peloteros, así mismo el trabajo de las tabaqueras fue silenciado en la historia puertorriqueña, nos sugiere el texto.
En el cuento final, titulado “Toda luz,” la nieta de la tabaquera jugadora de briscas toma protagonismo para ilustrarnos la fuerza femenina que intentan opacar a partir de la selección de los participantes en Los peloteros a principios ya de los años cincuenta. Su maestra Nereida intercambia una mirada cómplice con la niña al terminar la proyección de la película porque reconoce que ese ímpetu no será anulado por la mirada de los productores. La mirada foránea y limitante prevaleció en la producción y en la representación del pueblo, parece decir el relato. No reconocieron la riqueza del pueblo tabaquero; no reconocieron la fuerza femenina que lo distingue. Vieron, pero no miraron, como dice Berger. Es Nereida, la maestra, quien internaliza que esa deliciosa fruta en lo alto del árbol
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será, sin duda, recogida por Luz. Por eso es Nereida quien, también con su fuerza magisterial y su óptica liberadora, reescribe la figura de la maestra (Isabelita Pirinpín) en los Cuentos para fomentar el turismo de Emilio S. Belaval. Pirinpín, con su mirada colonizadora y reformista, llegó a uno de los pueblos de Puerto Rico para “enseñarles” a sus estudiantes cómo podían ser “buenos ciudadanos norteamericanos;” en cambio, Nereida no sólo reconoce que la enseñanza es un diálogo continuo, sino que identifica la fuerza estudiantil y entra en complicidad con ésta. Sabe que con su desafío cambiará el rumbo de lo planeado. Lo anterior constituye otro de los diálogos de este texto con la cuentística puertorriqueña previa.
Archivo rural reescribe la historia comerieña de la era tabaquera desde sus principales actoras, las despalilladoras (y algunas descendientes, claro está), mujeres negras que elaboraban el trabajo más delicado y creativo del proceso. Para consignarlo, veamos una cita del texto cuando Saturnina le explica a Virginia, joven que se inicia en el despalillado, el trabajo delicado de la hoja:
Coges la gavilla. La azotas contra la palma de la mano para sacudirla un poco antes de despalillar. La sueltas. Coges una hoja. La vas abriendo con mucho cuidado. Fíjate en el palote, ese será el hilo de tu vida. Lo agarras con los dientes y lo vas jalando suavemente, pero con firmeza, sin romper la hoja. Es importante que le dejes la parte más fina del palote para que no se divida. Ese palote tiene que quedar limpiecito, o te llamarán la atención. Luego, extiendes bien la hoja, la planchas con tus manos y la colocas en el libro que está en la tabla. La revisadora vendrá varias veces a examinar lo que haces. Repasará tus palotes, que no les quede nada. Luego a la tarde, cuando termines la jornada, llevas tu tabla y haremos la fila para el pesaje. (84-85)
Para finalizar, debo mencionar tres posibles vías de lectura del texto: por un lado, la narrativa del tabaco desde sus verdaderas protagonistas; por otro, la inserción en la tradición de la cuentística puertorriqueña y a la par, su reescritura; y finalmente, la investigación histórica y el rastreo de los orígenes problematizados como armas centrales para resistir. Comerío, sin duda, es el signo fundamental para lograrlo.
Textos mencionados
Belaval, Emilio S. “Conversión de la maestrita rural Isabelita Pirinpín.” Cuentos para fomentar el turismo. https://ciudadseva.com/texto/conversion-de-la-maestrita-rural-isabelita-pirinp1n/
Berger, John. Ways of Seeing. Penguin Books, 1972.
Ferré, Rosario. “La muñeca menor.” Antología de textos literarios. Eds. Carlos Alberty et al. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1994.
García Ramis, Magali. La familia de todos nosotros Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1976.
“Los peloteros.” Dir. Jack Delano. Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1951. https://www.bing.com/ videos/search?q=los+peloteros+pelicula+puerto+rico
Torres-Rosario, Wilson. Juana Colón: combatiente en el tabacal puertorriqueño. Comerío, PR, 2011. Vilches Norat, Vanessa. Archivo rural. Editora Educación Emergente, 2022.
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comentarios al libro Archivoruralde vanessa vilches norat
Por: wilson torres rosario
Buenas tardes a todas, todos y todes. Gracias por llegar a este espacio donde late el espíritu indómito de nuestra Juana Colón, la combatiente del tabacal.
“Vemos y comprendemos desde nuestra memoria,” nos decía hace unos años la escritora nacional Ana Lydia Vega. Ese pensamiento de nuestra insigne escritora, desde que lo leí, me convocó a reafirmarme en el peso del pasado sobre el presente. No hay un presente en un vacío; hay un presente encadenado a una memoria individual, familiar, comunitaria. Pero en ocasiones son memorias difuminadas en las personas. Y para aclarar la pintura que yace en el estadio de la difuminación personal, si se quiere, hay que hurgar en otras memorias, en otros archivos que permitan una reconexión con la realidad vivida. Y esa memoria, con amplios caudales de saberes e imágenes, hace de mochila de donde sacamos lo que necesitamos para vivir en sociedad. Por eso he hecho mía la cita de Ana Lydia Vega. En ocasiones son esas memorias las que nos proveen lo necesario para aclarar historias que fueron invisibilizadas por la oficialidad del Estado y comenzar a derrotar constructos sociales llenos de prejuicios. Juana Colón es un buen ejemplo de esto, a la que quisieron sepultar en el olvido, pero la memoria de un pueblo lo evitó.
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El título de esta obra de Vanessa Vilches Norat nos puede conducir a pensar que estamos ante papeles, cartapacios y gavetas en alguna oficina de gobierno. Pero no. Hablamos, principalmente, del archivo de las memorias con un hermoso toque literario; archivos que pululan en muchos espacios inconexos en espera de ser conectados, sacados a la luz, interpretados, revividos por una necesidad existencial. La autora tuvo la necesidad de indagar en su propio archivo memorial otros archivos familiares y algún documento oficial con la intención de aclarar un pasado que le hablaba con ecos constantes. Con una exposición magistral, salpicada de la palabra adecuada y propia de una mujer curtida en las letras, la autora nos convoca a mirar su Archivo rural, nacido en el Comerío de principios y mediados del siglo XX, aquel Comerío tabacalero, pobre y de resistencias sociales; de despalilladoras explotadas y enfermas por la avaricia del Trust del Tabaco o del emperador Luis Rivera. Se trata de un archivo pintado con los colores de El Cielito pobre, arrabalero, escenificado en una película; de una niña Luz que –con su manita arriba como bandera anarquista– empuja la puerta de la equidad de género sin saberlo; y de una maestra que vende sueños a niños(as) hambrientos(as), con una lucha interna que la mece de lado a lado ante una realidad que no puede manejar.
Es un Archivo rural que apuntala recuerdos de infancia de la autora atados a la ciudad donde se crio, inicialmente fomentados y contados por su querido padre, con memorias de caminos llenos de curvas y campos comerieños, con la necesidad de querer saber de un componente importante de su familia que había quedado desconectado del archivo memorial de la autora y del resto de la familia. El Archivo rural reconstruido por la autora ante una necesidad personal de saber del tracto históricofamiliar, es un ejercicio, supongo, de oxigenación de la memoria. Y ante una necesidad de saber de los ecos del pasado, se hurga y se hurga hasta encontrarse con él. Y las piezas faltantes aparecen, con explicaciones insospechadas.
Debo destacar la hermosa manera en que la autora nos revive a nuestra icónica Juana Colón en su texto. Es motivo de una lectura obligada. Ningún historiador o historiadora, jamás, podrían hacerlo mejor.
Reconstruir un pasado lejano o cercano, que se nos impone como necesario porque nos perturba o nos arrastra, porque no nos sentimos completos(as) ante el desconocimiento, provoca escarbar y escarbar, insistir e insistir hasta encontrar las piezas que faltan, porque no hacerlo nos mantiene en un desvelo existencial. Para mí, como comerieño, Vanessa encontró una manera mágica de presentarnos la memoria histórica de Comerío atada a una realidad apartada de la idealización que nos construyeron de éste. El Comerío de este libro es, a mi juicio, lo que fue: conflictivo, pero en resistencia a su manera. Ese que sigue aquí, pero bastante desmemoriado.
Finalmente, mi eterno agradecimiento a Vanessa Vilches Norat por regalarnos este archivo profundamente reflexivo de la ruralía comerieña, una pieza histórico-literaria que invito a que sea leída y releída, especialmente por los(as) comerieños(as). Muchas gracias…
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“como lianas indomables” Archivo ruralen sus montañas
Por: beatriz llenín figueroa
Le había pedido a Vanessa que me trajera a Comerío. Era mi primera vez. Como estoy convencida que ella hace, aspiro a escribir sobre los paisajes de nuestro país desde el raro amor que le prodigo, incapaz de idilio, pero enchulao, con una ternura inagotable que no desdice el inclemente ojo avizor, con un amor que tiene pies y camina, que siempre quiere estacionar el carro y, como decían mis abuelos, apearse. El recorrido que hicimos juntas aquel caluroso día de julio culminó con la ascensión a Cielito. Subimos la cuesta desde la plaza pública hasta aquí, el Centro Comunal y la Casa Juana Colón, mientras sosteníamos conversación con Wilson y Janice e iniciábamos la planificación que nos traería hasta esta tarde, para celebrar el libro de Vanessa donde mejor se debe, en el lugar al que, y que le, corresponde, del que nace.
Salimos temprano de Río Piedras y cruzamos Bayamón para luego atravesar las curvas señalizadas con relucientes y orgullosos letreros que dan la bienvenida a Comerío, montaña en flor, instándonos a apagar el aire acondicionado, bajar las ventanillas y oler la cordillera. Nos detuvimos primero en el mirador de la represa. Algo he de escribir sobre esa visión, pero no aquí. Hoy quiero empezar donde siento que Vanessa y yo verdaderamente empezamos ese día una comunión en Comerío: en el antiguo cementerio municipal, a la entrada del pueblo. La dureza de mármol que usamos para inventar alguna permanencia, falaz pero memoriosa, ante la eterna disolución de las cosas, de los cuerpos, no deja de emocionarme. Aunque aquellos no eran “mis” muertos, subir y bajar las cuestas de ese cementerio anidado, rodeado de montañas vivísimas en cualquier dirección que se mire, con un sol deslumbrante que casi haría rechinar los párpados, y ver a mi amiga, mi querida Vanessa, posar sus manos en las tumbas de “sus” muertos y conmoverse, me estremeció como si lo fueran.
Es que lo son. Todo lo que se nos muere, se nos muere a todas, desconsoladas como el hermano embalsamador de Aleida en el relato “La quietud de tu cuerpo,” que la creía “eterna,” convencido que “nunca llegaría este día en que te falta palabra, y ya ves, yo aquí ahogándome, sin piedra de la que agarrarme, sin agua, crecida, río, ni misión que limpie este dolor” (98). Si este libro algo dice, precisamente en su paradójico afán memorioso contra “la historia [que] no hace justicia a las vidas, que será un borrón en un archivo, una edad mal calculada, un nombre que dejará de pronunciarse” (91), es que la historia personal, la del padre, la madre, la abuela, las hijas, es también la historia de todas, y viceversa. El país que nos parieron Juana Colón, la niña Luz y la maestra Nereida, las obreras tabaqueras, la abuela jugadora de briscas, las Saturninas y las Marías y las Aleidas en estos relatos, es también el país de nuestras familias particulares. Y ese país que forjaron nuestras grandes mayorías
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anónimas en medio de un violento período de crisis y transformaciones –las primeras décadas tras la toma del país por el nuevo imperio–, está indisolublemente ligado al momento que hoy vivimos, a esta ruina por diseño del pacto neocolonial capitalista que otra vez vino –y sigue viniendo– acompañado de “misiones” de fe y rescate. Vanessa nos invita a mirar aquel momento porque hacerlo es también mirarnos, consignarnos, declararnos aquí, hoy; decir, esta agonía nos la han diseñado, pero “aquí vive gente.”
La invitación de este libro es que, si nos disponemos a mirarnos hace cien años de la mano de su escritura sensible, valiente, advertimos de inmediato que bien, lo que se dice bien, nunca nos hemos visto, pues hemos echado por la borda las vidas de quienes nos la dieron, nuestras mujeres escarpadas como estas montañas, nuestras mujeres hechas de madera y malagueta. Y si mirarnos en ese espejo es también mirarnos hoy, ya saben lo que nos urge…
Precisamos el estudio atento, generoso y, sí, paradójico, en apariencia imposible, de nuestro archivo ágrafo, de nuestro archivo sin escritura. Las montañas, los árboles, las hojas de tabaco, la salvia y el alcanfor, las cosas del cuerpo humano –memorias, pasiones, infecciones, ademanes, movimientos, deseos, afectos, tactos, miradas, voces, olores (de hecho, los olores, percibidos con “el más mamífero de [nuestros] sentidos” [44], son esenciales en este libro lleno de hierbas aromáticas, de tabaco y formol, de “manos perfumadas de humo de cigarrillo y tonos de alcohol” [43]) son ágrafos, mas escriben. El estremecimiento que el agua del río ocasiona es ágrafo, pero escribe. Mujeres ágrafas como Juana Colón (quien, según cita de William Fred recogida por Wilson Torres Rosario en su libro, “tenía el carimbo por los cuatro costados. Era mujer, era negra, era pobre, descendiente de esclavos y era analfabeta” [122]) y la abuela paterna de Vanessa, Saturnina (¿o Angelina?) Ferrer, escriben. Pero hay que saber leer la escritura ágrafa. Y en ese sentido, hay que ser también una lectora ágrafa, capaz de dejarse acontecer, de dejarse conmover, de dejarse confundir por experiencias imposibles de comprender, sistematizar, racionalizar, determinar con el estatus de veracidad y documentación que los archivos tradicionales requieren, pero que no por ello son menos reales, menos contundentes, menos fehacientes, menos influyentes a futuro.
Es más, me atrevo a aseverar que son mucho más determinantes que lo que un archivo escrito jamás será capaz de recoger. Ofrezco como prueba dos hechos irrefutables: que la historia de la abrumadora mayoría de las gentes del planeta no se contó nunca, y sigue sin contarse, con las grafías que nuestra especie ha inventado; y que el resto de las formas de vida re-produce el mundo sin preocuparse por eso que la humanidad llama “escritura.” Queda claro que la vida misma es ágrafa. Y me dirán ustedes (y seguramente la propia Vanessa), sí, pero nosotras no podemos por más que escribirla. Esto que leo lo escribí. Aquí estamos celebrando un libro. Todos los libros. Una editorial apuesta siempre por la grafía de los libros. Sin duda. Pero lo que quiero decir es que Archivo rural es lo imposible, en tanto está hecho de una grafía ágrafa, atenta a y generosa con “los no sé qué,” aquello intraducible a la escritura y pese a ello, o quizá precisamente por ello, lo más potente, el imán de toda movilización que valga la pena para transformarnos el vivir. Es lo que los testimonios orales que Wilson recogió en su libro sobre Juana Colón intentan describir con frases irremediablemente imprecisas: “esa facilidad que ella tenía, yo no sé;” “era demasiado esa señora” (119); “era bien fuerte;” “era una mujer fuera de serie” (107). Es imposible captar con nuestras palabras la potencia de su figura que tanto “movía,” para usar un verbo recurrente en los testimonios comerieños recogidos por Wilson.
Así, como Juana, “fuera de serie,” “yo no sé,” es este libro y todos los personajes que lo pueblan y nos “mueven,” y, sobre todo, sus, nuestras, mujeres. Así, como Juana, “fuera de serie,” “yo no sé,” es Janice y las mujeres de la Casa Juana Colón. Así, como Juana, “fuera de serie,” “yo no sé,” son nuestros campos y esta hermosa cordillera. “Lo cierto es,” como también escribe Vanessa, “que es[t] os barrios han seguido colgados, como lianas indomables” (59), quién sabe cómo.
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UNIVERSIDADRECINTO
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UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO, RECINTO DE MAYAGÜEZ
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17 DE NOVIEMBRE DE 2022
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la delicadeza al navegar un Archivorural
Por: mari mari narváez
Cuando este libro se publicó, me pareció que no se trataba solamente de un libro. Pensé que Archivo rural era un concepto; una propuesta personal y colectiva de toma de la memoria. Al leerlo, comencé a verlo como una forma personal y política de búsqueda, evocación y liberación. Son varios los procesos de revelación que reúne este último proyecto literario de Vanessa Vilches Norat.
Podríamos juntarnos y hablar el resto del día sobre este pequeño libro que, como los grandes libros, guarda diversos misterios y recados. Pero me limitaré a hablar sólo de un par de aspectos que me han sorprendido y conmovido sobre este libro y que me enternece y anima compartir con ustedes hoy.
Creo que, en su forma, Archivo rural es tal vez la obra más experimental de Vanessa Vilches Norat. La escritora se lanza incluso a un nuevo género, con ciertos segmentos en la primera parte que, si bien son narrativos, también son breves y fragmentados y absolutamente poéticos. Pero también este experimento contiene un ejercicio de desnudamiento radical: porque hurga hondo en su propia historia, develando no sólo al padre sino a la casa: a las abuelas, a la madre, a las seis hermanas que
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conforman la constelación Vilches Norat, hasta volver a dibujar la historia de Comerío y, en el río de esa historia, a las mujeres despalilladoras a quienes el feminismo liberal decimonónico dejó atrás en la lucha sufragista. Aquel era un feminismo que no cuestionaba las premisas opresivas de un sistema de explotación centrado en las mujeres analfabetas, trabajadoras y campesinas, de cuyas historias y humanidad Vilches da cuenta de forma personalísima pues su propia abuela fue despalilladora. De hecho, esta historia viene tejiéndose desde mucho antes, a través de las páginas del espacio de columna que compartimos hace diecisiete años: “Será otra cosa,” antes “Fuera del quicio,” en el periódico Claridad y junto a compañeras escritoras como Sofía Irene Cardona, Beatriz Llenín Figueroa, Ana Teresa Pérez Leroux, Zahira Cruz y Rima Brusi, entre otras. Fue ahí donde primero leí acerca de la abuela despalilladora.
Me temo que ese hurgar ha sido una frontera espinosa en su trabajo literario. Conociendo el pudor extremo del que sufre mi amiga Vanessa, sé que este ejercicio narrativo ha sido inmensamente valiente, además de frontal, además de aparatoso, como sus mejores cuentos. Todas tenemos historia y a todas nos toca un día pensar esa historia. No todas iniciamos una búsqueda escrupulosa como ésta, pero sí creo que a todas nos llega el momento de reiterarnos en nuestra historia o, por el contrario, de darle la espalda, de expulsarla. No es coincidencia que esa también sea la historia de nuestro país: la de unos que han dado la espalda a la historia de nuestras opresiones, mientras otras nos reiteramos y buscamos en ella. Digo que no es coincidencia porque este ejercicio histórico-literario de búsqueda de la memoria de Vanessa Vilches Norat no es azaroso. Este interés, ese mirar no hacia afuera sino hacia adentro y hacia atrás, es una postura política en sí misma. Y a eso hay que añadirle que el registro histórico y literario de las historias de mujeres es demasiado escaso. Lo es, como regla general, en el mundo, y más aún en Puerto Rico, donde, de por sí, nuestros archivos y memoria viven en una crisis e invisibilidad perennes.
Hay escritoras que hablan de las historias, particularmente las de mujeres, como formas de compensación o reparación. En el acto de tomar nuestras historias y las de nuestras abuelas, en la acción de hacer que nos devuelvan nuestras historias, hay una gran redención. ¿Por qué? Porque estas historias no se conocen, no porque no existieran o fueran irrelevantes, sino porque nos fueron robadas. En ese robo, fueron invisibilizadas, y esa ausencia nos invisibilizó a nosotras, las mujeres como clase mundial, a media población del globo, y por el simple hecho de ser mujeres. Todavía estamos tratando de existir, de marcar espacio y territorios, de contar nuestras vidas y opresiones y amores y violencias, como se contaron desde siempre las de los hombres, que fueron a grandes rasgos quienes escribieron la historia, por supuesto, con su mirada patriarcal y, por tanto, desde el poder. En Archivo rural, Vanessa nos devuelve algunas de las historias robadas en este país.
Como estudiante de Historia que fui y que creo sigo siendo, me interesan mucho los protocolos del archivo: cómo se le interroga. Ese acto de curiosidad equivale a estar dispuesta, como dice la escritora y profesora Saidiya Hartman, a mirar un ataúd abierto. Hay que preguntarse si las posibilidades de ese ataúd abierto superan los peligros de mirar otra vez.1
Hay mucha delicadeza en este libro y no me refiero sólo a la elegancia de su vocabulario, aunque también eso merece destacarse. Archivo rural nos ofrece un universo lingüístico y estético para mí sumamente maduro y personal, un lenguaje que le saca el cuerpo rotundamente a las modas y expectativas literarias, a las categorías generacionales, y se instala en el signo propio, personalísimo, de una escritora que ya tiene siete libros y cientos de columnas, ensayos y conferencias en su expediente, y que ha cavado una identidad y una presencia insondables en nuestra literatura a fuerza de una gran persistencia y de una ética ávida de estudio e investigación. De hecho, todos los libros de Vanessa han supuesto investigaciones históricas muy exhaustivas, centrales a sus historias.
1 Hartman, Saidiya. “Venus in Two Acts,” Small Axe, Number 26 (Volume 12, Number 2), June 2008, pp. 1-14.
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Pero mencionaba la delicadeza en este libro… y también es porque hablo de la forma casi sin dejar rastros en que la escritora navega el archivo histórico. Hay muchas maneras de hacer ese ejercicio, no sólo desde el campo de la Historia, sino también desde la literatura. Jamás podremos reproducir el pasado con exactitud. Ese acceso siempre será un campo minado, lleno de vacíos, preguntas, presunciones. Pero el presente también es espinoso. Es determinante, sobre todo, en el marco que se utilice para acceder al pasado, porque no sólo se trata de acceder, sino bajo qué premisas. Se hace con perspectiva de género o con una mirada marxista o económica. Se accede pensando que un origen no cambia nada, que lo que somos ahora no está directamente relacionado a lo que transcurrió antes, o se accede creyendo que sí, que en el origen están las respuestas a nuestras incógnitas de hoy, como no se cansan de decir tantos historiadores, por no decir todos, en una especie de estrategia fatigada.
La mirada a este archivo rural no es voraz, no es glotona o insaciable, como tampoco es ornamental, sin dejar de ser literaria. Es una mirada que se vuelca sobre un telón malogrado de historia política. La belleza, cotidianidad y humanidad de estos relatos no vienen a decorar la historia de fracasos, violencias y desigualdades; tampoco a construir agencias a la medida del tiempo transcurrido, o gestas formidables creadas más para el acto de contar hoy que para la reflexión sobre la historia transcurrida.
Siempre he tenido cierto problema personal con la fabulación de historias reales cuando se trata de historias de opresiones y violencias. Percibía que ciertos acercamientos literarios podían repetir esas violencias incluso invisibilizándolas, o someter a sus personajes a nuevas capas de victimizaciones históricas. No sabía bien qué hacer con este malestar, más allá de articularlo en mi propia ética literaria, pero, recientemente, he tenido la suerte de reflexionar en torno a esta espina histórica gracias a mi profesora de Historia, María del Carmen Baerga, catedrática en UPR, Río Piedras. Ella me presentó a Saidiya Hartman, escritora estadounidense especialista en estudios de la afrodescendencia y a quien mencioné horita. Hartman disputa los intentos de llenar los vacíos en el archivo de las violencias históricas con adaptaciones a la medida de nuestra mejor sensación literaria y sus correspondientes personajes. De hecho, ella nombra una manera de abordar el archivo y escribir de forma responsable: le llama “fabulación crítica.”
La pérdida de historias agudiza el hambre por ellas. Por lo tanto, es tentador llenar los vacíos y brindar un cierre donde no lo hay. Crear un espacio para el duelo donde esté prohibido. Para fabricar un testigo de una muerte que nunca se notó mucho. […] Creo que hay una cierta agenda de derechos integracionistas que pueden asumir los sujetos que están posicionados de diversas maneras en la línea de color. Y ese proyecto es algo que considero obsceno: el intento de convertir la narrativa de la derrota en una oportunidad de celebración, el deseo de mirar los estragos y la brutalidad de los últimos siglos, pero, aun así, encontrar una manera de sentirnos bien con nosotros mismos. Ese no es mi proyecto en absoluto, aunque creo que en realidad es el proyecto de varias personas. Desafortunadamente, el tipo de historia revisionista social emprendida por muchos izquierdistas en la década de 1970, que intentaban ubicar la agencia de los grupos dominados, resultó en narrativas de celebración de los oprimidos.2
Aunque en este artículo que cito, “Venus in Two Acts,” Hartman se centra en las historias de la esclavitud, me pareció relevante su análisis en la reflexión sobre Archivo rural y esa revisión históricoliteraria de una de las violencias más grandes e invisibles de nuestra historia, que es sin duda la de las despalilladoras de tabaco del siglo XX, mujeres a las que no sólo las sufragistas, sino el país en pleno,
2 Hartman, Saidiya. “Venus in Two Acts,” Small Axe, Number 26 (Volume 12, Number 2), June 2008, pp. 1-14. Todas las traducciones del inglés provistas en este texto son de Google Translate
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DOSSIER
les dio la espalda en más de un sentido y a quienes, de hecho, pocas reconocemos como nuestras abuelas.
La fabulación crítica no es ficción histórica, aunque se nos parezca y suene como lo que las personas escritoras de ficción han estado haciendo desde siempre. La fabulación crítica es una forma de no ficción, una forma de escribir historia que requiere moderar la imaginación y la sed de resolver los vacíos del archivo con ficciones tremendas. “Cuando se escribe al estilo de la fabulación crítica, un escritor no puede dejarse llevar totalmente por su imaginación o por la línea argumental de su imaginación, como se puede hacer cuando se escribe ficción,” explica Theresa Dintino en su artículo “Critical Fabulation –Claiming the Narrative and Overriding the Supremacist Archive.” “Hay pautas para permanecer dentro… Una vez reunidos los hechos, podemos imaginarnos dentro de un contenedor de mesura que no va más allá de lo que sería creíble para el tiempo y el lugar. Podemos crear una narración sobre la vida o vidas de los humanos en las historias que estamos contando, recurriendo a otras fuentes de esa época y otros datos históricos que hemos recopilado.”3
Cuando hablo de la delicadeza de este libro me refiero a esto: aunque Vilches Norat es una escritora de ficción, me parece que hace una fabulación crítica. No se le ve maquillando opresiones ni construyendo historias tremendas sobre personajes ya oprimidos por la historia y por el olvido, por el robo de sus historias que mencionamos horita y vale reiterar. Y me refiero sólo a los personajes inspirados en aquellos que existieron, como el de la abuela, por ejemplo. No me refiero a personajes absolutamente creados por la autora. A mí me parece que, interesantemente, en su navegación del archivo, utiliza otras fuentes además de las evidentes (algunas de las cuales incluso menciona en el libro) para reconstruir la historia de la abuela y, por ende, la de su padre, que es también la suya y la de sus hijas. Creo que una de esas fuentes potentísimas que me conmovió mucho imaginar es la oralidad misma, la experiencia de lo que se contó en esa familia sobre la abuela despalilladora. La oralidad, así como la artesanía, han sido archivos revolucionarios para contar la historia de las mujeres. Pero no la he entrevistado; ahí habría que preguntarle a ella.
Decía al inicio que la forma de este libro es más experimental. Pero quiero mencionar el regocijo de encontrar en él los rastros de algunas grandes obsesiones de Vanessa Vilches Norat: la muerte, la perturbación, y esa maternidad descarnada, precarizada y transgresiva que nos cambió al filo de aquel vestíbulo de adultez que fue, al menos para mí, Crímenes domésticos, su primer libro de cuentos. Para mi sorpresa, la elegancia extrema de este libro poético, cuentista y archivístico no abandona el elemento desconcertante que ya viene siendo el sello Vilches Norat. En esta ocasión, la escritora nos sobrecoge con un nuevo cuento insólito, mórbido, erótico, yo diría que hasta ascético y, sin duda, tierno, sobre un hermano aprendiz de embalsamador que prepara el cuerpo de su hermana Aleida tras su muerte.
Esto me recuerda que en Archivo rural hay muchas pactaciones. Hay espíritus de cofradías, escenas de sororidad. A mí me evoca la tradición oral en torno a la hoguera. Como si, cientos de años atrás, esas mujeres de Comerío se hubiesen encontrado muchas veces alrededor del fuego para intercambiar el agua por provisiones y tácticas de preservación, para compartir historias y quemaduras.
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3 Dintino, Theresa. “Critical Fabulation –Claiming the Narrative and Overriding the Supremacist Archive.” 16 de agosto de 2022. Nasty Women Writers: Revealing the Web of Women Writers - Connections that Nurture and Inspire
Con mucho entusiasmo Cruce anuncia que está recibiendo colaboraciones para su próxima edición especial junto al Pato Project Foundation https://www.tpp-foundation. org El objetivo de esta convocatoria es recopilar textos (de todo tipo) que cuenten la(s) historia(s) moderna(s) puertorriqueña(s) a través del lente LGBTTQIA+ con un enfoque particular en el siglo XX. Nos interesa de manera particular recopilar datos históricos sobre la comunidad LGBTTQIA+ que ayuden a formar una memoria y secuencia histórica. Como, por ejemplo, temas puntuales que incluyan, pero no se limiten a:
a. La generación silente (primeras dos décadas de siglo XX).
b. La era de la pandemia del VIH/SIDA (las décadas de los 70 y 80 del siglo XX).
c. Intersecciones con géneros musicales, artes plásticas, teatro, literatura, periodismo, activismo, salud pública y servicios sociales.
d. Diversidad de puntos de vistas generacional, nivel socioeconómico, raza, clase y otras intersecciones.
En esta edición especial de Cruce lxs invitamos a contribuir con sus manuscritos y piezas que abunden sobre estos temas. Consideraremos ensayos, reseñas de libros relacionados, así como todo tipo de texto o pieza artística que explore temas y perspectivas afines a lo cuir (queer), derechos civiles y humanos de la comunidad LGBTTQIA+, activismo político, así como manifestaciones artísticas y sociales, desde distintas disciplinas. Contamos con la colaboración de Gary Bonilla, fundador del Pato Project Foundation como co-editor de esta edición especial. Algunos temas sugeridos son:
Política y sociedad:
- impacto de la comunidad en la economía
- las identidades en lucha y sus implicaciones en el espectro sociopolítico
- las violencias y fobias cotidianas, sesgos/prejuicios implícitos, micro-agresiones, esquemas innatos
- la relación mediática con los asuntos propios de la comunidad
- perspectivas históricas en el desarrollo de la comunidad
- enfrentamientos a la marginación y fobias a través de la acción social
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c o n v o c a t o r i a
Arte:
- expresiones escritas y piezas plásticas que partan o se instalen en el eje temático en cuestión
- análisis de las diversas manifestaciones y expresiones artísticas que cuestionan y reflexionan en y desde la complejidad de la comunidad LBTTQIA+
- foto-ensayos o documentación relativos
- novelas gráficas o textos ilustrados alusivos
Letras:
- mirada historiográfica cuir en la literatura
- acercamientos al lenguaje ante los cuestionamientos de género
- recopilación de crónicas, microhistorias y testimonios que partan o se instalen en el eje temático en cuestión
- reseñas y comentarios de textos o artículos relacionados a los temas LGBTTQIA+
Cine y otro material audiovisual:
- reseñas de películas alusivas
- la normalización de la alternatividad en las películas y series televisivas
- fotografías
- videos
- grabaciones
- arte digital
El plazo para someter las colaboraciones es hasta el 10 de abril de 2023. Invitamos a todxs lxs interesadxs en participar en esta convocatoria a enviarnos sus manuscritos y piezas. Las fotos, pinturas, entre otros formatos de imagen deben ser enviados en alta resolución. Los textos deben presentarse con el siguiente formato: Letra Times New Roman, 12 puntos, doble espacio, tamaño carta, en formato de Word, identificado con el o la autor(a). Los artículos no deben exceder de las 12 páginas. Las reseñas de libros no deben superar las 6 páginas. Los textos creativos tendrán un límite de 8 páginas. No se recibirán manuscritos que superen estos tamaños. Debe incluir una foto y una biografía del autorx que no exceda las 200 palabras. Los textos y piezas deben enviarse a editorescruce@uagm.edu . Si se incluyen mapas, ilustraciones, tablas o cualquier tipo de gráfico explicativo dentro del documento, deben estar en alta resolución (en formato jpg o png con el título con el cual será identificado en la publicación) y el o la suscribiente debe contar con los permisos de uso o regirse por la Ley de Derechos de Autor.
Para más información sobre la revista pueden visitar: https://issuu.com/revistacruce https://revistacruce. com/politica-editorial Para cualquier otra pregunta pueden contactarnos en: editorescruce@uagm.edu
Les agradecemos que colaboren con nuestro interés de gestar un espacio de encuentro de amplias perspectivas.
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c o n v o c a t o r i a
112 / REVISTA CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL CONTEMPORÁNEA
Martes, 25 de octubre de 2022
1:00 p.m.
Jueves, 27 de octubre de 2022
11:00 a.m.
Domingo, 30 de octubre de 2022
1:00 p.m.
Jueves, 17 de noviembre de 2022
Salón de Conferencias Vicerrectoría, UAGM, Recinto de Cupey
Firma de acuerdo colaborativo entre el Comité del Centenario Rafael Tufiño y la Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Cupey.
Rotonda del Capitolio Actividad en celebración del centenario y exposición de obras de Tufiño. La exposición estará hasta el 30 de noviembre de 2022.
Museo Las Américas Actividad de celebración del cumpleaños y el centenario de Tufiño, presentación de video retrato Los 80 del Tefo, develación del cartel del centenario por Garvin Sierra y música.
Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP)
Sábado, 19 de noviembre de 2022 Sede de la Cooperativa de Seguros Múltiples en San Juan
Exposición de obras de Tufiño. Apertura de la exhibición Tufiño en el ICP, a las 7:00 p.m. en la Sala Central del Antiguo Arsenal de la Marina Española en el Viejo San Juan. Luego la exhibición estará abierta desde el 18 de noviembre de 2022 en horario regular de miércoles a domingo de 10:00 a.m. a 5:00 p.m. para que más personas puedan visitarla durante el fin de semana.
Exposición Centenario de Rafael Tufiño (1922-2022). La exposición en conmemoración del Centenario de Tufiño en la sede de la Cooperativa de Seguros Múltiples continuará hasta el 30 de noviembre de 2022. Habrá una visita guiada el sabado, 19 de novembre de 2022. Para reservar su espacio deben enviar un email a: arte@segurosmultiples.com
Enero - Mayo 2023 UAGM Recinto de Cupey Actividades de la División Académica de Artes Liberales
Conversatorio con la participación de Pablo Tufiño
Exposición de cartas de Rafael Tufiño a su hijo Pablo – Biblioteca UAGM, Recinto de Cupey
Jueves, 30 de marzo de 2023
Museo Las Américas Tufiño íntimo: Cartas a Pablo
Septiembre 2023 UAGM Recinto de Cupey Edición especial de la Revista Cruce de UAGM, dedicada al maestro Rafael Tufiño
ENE 2023: MIENTRAS CAMINAMOS / 113 Fecha Lugar Evento
114 / REVISTA
CONTEMPORÁNEA
CRUCE: CRÍTICA SOCIO-CULTURAL
CONVOCATORIA
El Proyecto de Titulo V y las Divisiones de Artes Liberales, Ciencias, Tecnologia y Ambiente y Negocio, Turismo y Emprendimiento de la UAGM, Recinto de Cupey, les invita a participar de la Semana de la Conciencia Social, dirigida al tema: “La universidad ante los retos de la época”. La actividad se llevará a cabo del 18 al 20 de abril de 2023 de manera presencial en el Design Thinking Lab de la UAGM, de nuestro recinto.
Cada panel estará compuesto por 3 o 4 estudiantes que presentarán sus trabajos en torno al tema (o temas derivados del cuestionamiento del papel de la universidad ante los desafíos actuales). Se aceptan reflexiones críticas, propuestas de investigaciones o investigaciones completas, poesías, cuentos cortos, videos y cortometrajes. Cada presentación tendrá una duración máxima de 10 minutos. Luego de las presentaciones se abre el diálogo con la audiencia. Se espera que cada panel tenga una duración de 1 hora y media (45 minutos de presentación y 45 minutos de discusión con el público). Cabe destacar que también estaremos aceptando dibujos, pinturas, artes gráficas y fotografías que estén relacionadas al tema de la actividad.
Algunos de los subtemas alrededor de los cuales pueden girar las presentaciones son los siguientes:
- La universidad y la construcción del conocimiento
- Aspectos curriculares (secuenciales, cursos, requisitos, modalidades, etc)
- Postura ante los asuntos políticos, sociales y ecológicos, etc
- Aportaciones de las diferentes disciplinas para el mejoramiento del lazo social y de las comunidades
- Postura ante las demandas neoliberales
- Propuestas dirigidas a las poblaciones vulnerables
- Historia de las universidades
- Eventos de emergencia y desastres
- La universidad que soñamos
Cada estudiante debe enviar un resumen de 170 a 200 palabras sobre su tema. En el resumen, deben incluir el título del trabajo, una breve descripción del tema y el formato (reflexión, investigación, propuesta de investigación, video, cortometraje o texto creativo). A su vez, debe incluir el nombre del/a autor/a o de los autores, universidad donde estudia, carrera que estudia y año que cursa. Se recomienda que cada estudiante tenga una profesora o un profesor como mentor/a que le asista en el trabajo. El nombre, título y lugar de trabajo de dicho/a mentor/a debe aparecer en el resumen.
Los o las interesados(as) en exponer su trabajo tendrán hasta el 20 de febrero de 2023 para enviar el resumen correspondiente a la dirección electrónica: https://forms.gle/vyuAsdbSQDR1GKVK7
El 28 de febrero los y las estudiantes recibirán comunicación para indicarles si sus trabajos fueron o no aceptados para presentarlos en el evento. Por eso, es de vital importancia que incluyan en el resumen su número de teléfono, dirección electrónica u otra forma de contacto.
Cualquier pregunta puede escribir a la dirección electrónica proyectotv@uagm.edu o llamar al (787) 766-1717, ext. 7290
Para participar de esta convocatoria, pulsa el enlace
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¡Esperamos su participación!
linktr.ee/revistacruce
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