Reporte SP 54. Febrero de 2021

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La batalla por el tiempo

Felipe Rosete 6

H

ace unos minutos mi pareja y yo recibimos por paquetería dos pares de tenis de la marca de las tres franjas. Comprarlos fue toda una odisea. Invertimos tres horas en elegir el modelo y una hora más en intentar realizar el pago en línea. Introdujimos la información de una primera tarjeta de crédito, pero el sistema la rechazó. Intentamos nuevamente, y lo mismo. Luego usamos una segunda tarjeta, y tampoco. Hicimos tres intentos con tarjetas distintas, prestadas por familiares, desde cuentas distintas incluso, y nada. Llamamos al call-center y nos informaron que, por razones de seguridad, las tarjetas habían sido bloqueadas y que la única forma de concretar la compra era hacer el pago en efectivo directamente en un Oxxo —no a crédito, como teníamos pensado hacerlo—. Así que seguimos los pasos indicados y, tras dos nuevos intentos, no pudimos obtener el formulario de pago. Esperamos cinco días más, pues nos dijeron que en ese lapso las tarjetas serían desbloqueadas, cosa que no ocurrió. Esperamos una semana más, y nada. Tres semanas después del intento inicial, tratamos nuevamente. Las tarjetas continuaron bloqueadas, pero esta vez sí pudimos descargar e imprimir el formulario de pago. Así que tomamos del efectivo destinado a nuestra supervivencia para comprar los anhelados tenis. Un hoyito más en el cinturón, ¿qué importa?

* Esta breve historia, replicada seguramente entre muchos consumidores, está relacionada con la manera en que el capitalismo moldea nuestro deseo, llevándolo a extremos que desde un punto de vista racional serían inaceptables —¿por qué

insistir en comprarle a alguien que te pone tantas trabas para hacerlo?—. Desde pequeño tengo las tres franjas en la mente, lo mismo que la palomita, entre otros símbolos que, gracias a las distintas formas que adopta la sociedad del espectáculo, quedaron inoculados no solo en mi cabeza o en la de mi pareja, sino en la de millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Los grandes deportistas de todas las disciplinas usan zapatos o ropa de esa marca, lo mismo que muchos músicos o celebridades. Pero también los ídolos cotidianos, mis tíos, las chicas y los chicos cool del barrio o del colegio, tocados a su vez por los mismos tentáculos del sistema. Si a eso sumamos el monstruoso aparato publicitario y mediático que nos bombardea constantemente de mil formas distintas, y los atractivos descuentos que ofrece la marca en una época —Navidad, Reyes Magos— caracterizada justamente por el consumo desbordado, puede entenderse mejor nuestra obstinación. Un segundo aspecto que revela la historia de los tenis es la disposición al endeudamiento. El capitalismo, como bien afirma Maurizio Lazaratto, es una fábrica de hombres y mujeres endeudados. La deuda es clave para el sistema porque mantiene la demanda en niveles altos y los salarios en niveles bajos. Hoy en día buena parte de los seres humanos trabajan para pagar sus deudas, enriqueciendo así no solo a sus patrones, sino a los banqueros, los actuales depositarios de nuestra fe. Empeñamos, pues, nuestro futuro para poder consumir hoy, con la consecuencia adicional de que, para muchos, vivir endeudado es una derrota moral.

* Ambos aspectos —la definición de nuestro deseo a partir de un gran Otro, nuestra disposición permanente a la deuda— son facetas de lo que Mark Fisher llama «realismo capitalista», que, como lo explica en su libro de título homónimo y en la multitud de textos políticos que publicó a lo largo de los años en su blog k-punk, es una creencia y una actitud. Creencia en el capitalismo de fachada neoliberal; actitud que asume que

• Realismo capitalista (2016) • Los fantasmas de mi vida (2018) • K-punk, volúmenes 1 (2019) y 2 (2020) Mark Fisher Traducciones de Claudio Iglesias y Fernando Bruno Caja Negra Editora, Buenos Aires


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