La televisión abierta ¿Retoma su cetro? Gabriela Seoane*
D
esde que empezó el confinamiento como consecuencia del COVID-19, circularon múltiples recomendaciones para que las personas pudieran sobrellevar mejor el “encierro”. En las redes sociales, por ejemplo, se multiplicaron los consejos para ejercitarse desde casa sin tener contacto con el exterior. También proliferó la distribución de recetas para preparar innumerables platillos. Así, se encontró una fuente inagotable de información para ejercitarse y su aparente contraparte, la comida. Afortunadamente también surgieron múltiples ofertas para presenciar espectáculos de teatro, danza, ópera y música en general en línea. Muchas bibliotecas abrieron sus catálogos de manera gratuita y los museos y galerías no se quedaron atrás. Los psicólogos y psiquiatras abrieron espacios en diversas redes sociales para ofrecer asesorías o pláticas a las personas que lo requirieran. Historiadores, antropólogos, especialistas en arte, entre otros profesionistas, compartieron generosamente sus conocimientos e hicieron más placentero el encierro de millones de personas. En México, conforme se regresa a la “nueva realidad”, paradójicamente comienzan a cerrarse algunos de los espacios mencionados u otros permanecen, pero ya con un costo, lo cual es comprensible porque todo mundo tiene que “pagar renta y comer”.
Sin embargo, en los medios de comunicación tradicionales, como la radio y la televisión, el acceso a la información, la educación, la cultura y el entretenimiento sigue siendo gratuito y para muchos millones de personas más accesible que una señal de Internet. De acuerdo con datos de Nielsen IBOPE1, durante el primer trimestre de la pandemia, el número de radioescuchas y de televidentes aumentó en México. En la televisión este incremento se registra más en canales de paga, así como señales de streaming, entre otros. En el reporte de Nielsen IBOPE, se destaca que los noticieros de televisión incrementaron su audiencia en un 23.1% durante la semana 12 del confinamiento. Esto lo atribuyen a “la necesidad de los mexicanos por mantenernos informados”.2 Estas cifras son muy congruentes con la realidad mexicana. Al iniciarse el presente ciclo escolar, quedó claro que la señal de Internet todavía no llega a todos los mexicanos. Muchos de ellos accedían a la red desde sus trabajos o en cafeterías que lo ofrecen de manera gratuita. Esto explicaría por qué una mayoría se informa, ahora, a través de la radio y/o la televisión abierta. Pese a que en México hay más de 50 millones de personas en situación de pobreza, no es raro que hasta en las casas más humildes se tenga al menos una televisión. Es por eso que, en los mejores momentos