Revista Tiempo de Derechos No. 25

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Mayo 2020

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EDITORIAL

C

alamitosos tiempos nos toca vivir cuando el miedo y la muerte acechan. Más, cuando lo primero es lo que impera en el ánimo colectivo, mientras que la segunda, acecha y mantiene la estrecha e impredecible cercanía, esa compañía incómoda que nunca nos ha dejado y que acabará por alcanzarnos. Hablamos del fantasma de la peste que nos tiene, querido lector, en la forzosa circunstancia de un encierro para cuidar la vida propia y del prójimo, el próximo: hijos, esposa, esposo, padres, madres o abuelos, vecinos; la ciudadanía toda. Es una historia que se repite entre siglo y siglo. Ya con los antiguos griegos y los egipcios, ya con los asiáticos y europeos del medievo, sin olvidar a los indígenas de esta tierra que fueron asolados por la viruela o a los habitantes del mundo entero cuando la fiebre española, sólo apenas en la primera mitad del siglo pasado, arrasó en cosa de un año con millones de seres humanos. Todavía más reciente, la influenza mexicana A-H1N1 o el temible SARS volvieron a causar estragos. Nos dicen los que saben que se trata de un coronavirus bautizado como SARS-CoV-2 (Covid-19), un virus que se transmite entre mamíferos y aves, y que al ser nuevo no hay vacuna ni tratamiento seguro, salvo los buenos oficios que se tengan para prevenir su infección: lavarse las manos, no tocarse las vías aéreas y, lo que es mejor, mantenerse aislado. Estamos a su merced, salvo que confiemos en Dios, en el hombre y en su ciencia. Si bien no hay cura, el concierto humano puede hacer mucho. La medicina, y la epidemiología en particular, con experiencias de miles de años ya, está desplegando sus artes. Hay mucho conocimiento acumulado, y la responsabilidad no sólo recae en los seguidores de Hipócrates, sino que veremos también ejercer la pericia de los economistas para que las mesas no mermen en su cotidiano sustento, o la de los psicólogos para que las voluntades no quiebren, a la vez que rogamos para que la mirada de los políticos no se pierda en el río revuelto que deja el paso del miedo a la muerte, el río del pánico. También es Tiempo de Derechos. La pandemia obliga una vez más a este honroso gremio a velar por el bien común. Los Derechos Humanos, siempre en riesgo, ahora más que nunca lo están: ¿qué pensar hoy del Estado de Excepción; qué, del acceso a la salud y sus protocolos y acuerdos nacionales e internacionales; qué del derecho a la movilidad, de las heridas del rumor o de las responsabilidades del Estado? Querido lector, sabemos de las ingentes tareas a las que nos convoca esta peste, lo invitamos a hacerles frente. Una de ellas podría ser resguardarse, y para eso estamos. No lo haga sin reflexionar sobre las implicaciones que para el país tiene este mal, para ello traemos estas páginas. Sabemos que México saldrá adelante, y esperamos que lo haga con el menor daño posible.


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