Bar -aunque no hubiera nadie- que con cada golpe de estado ‘la Argentina y la humanidad toda retrocedían en cuatro patas’. En el ‘77 no debió haber muerto don José María Suanno, para que el Tano no perdiera su última y escaza vitalidad. En el ’78 –en un día cualquiera entre el 25 de mayo y el inicio del Mundial de Fútbol- y antes de verse perseguido por un nuevo tropezón azzurro en el mondo calcio en esta tierra adoptiva, se sentó sorpresivamente a jugar una partida con un desconocido, para perplejidad de la viuda Silvia… “Mortadela” fue el primero en advertir que el Tano estaba alarmantemente a la deriva y se lo hizo notar con un movimiento de cabeza al flaco “Frondizi” –el hermano de don José María-, que entraba al Bar en ese momento.
Lucio Baldassare Arnaldi no quiso perder tiempo en su siguiente jugada sobre el tablero.
Ya estaba alegremente ocupado retornando por fin al mediterráneo, a sus bacoretas y a sus atunes rojos. Entre las calderas acuosas divisó claramente la silueta del Vesubio, bellamente reflejada en unos ojos que parecían los ojos de Antonella…