Por fortuna, su talón izquierdo chocó con la pelota rechazada, que con una inusual trayectoria terminó hundiéndose en la red por encima del arquero que aún no había podido volver en sí después del pelotazo. Más tarde, cuando Brunildo Cuzzani despertó, vio que la cara de Patrocla muy cerca de la suya resplandecía desde los ojos hasta los dientes, que dibujaban en su mujer una sonrisa espléndida que parecía rejuvenecerla más de treinta años... Brunildo supo después que la cabriola más afortunada de su vida había reparado su orgullo y su felicidad para siempre. Aunque él sostenía ante cualquiera, impostando una expresión de talento indiscutible, que la había hecho ‘de lujo’ intencionalmente.
Desde entonces, el ídolo de oropel pasa junto a la canchita de la gloria, sin poder evitar preguntarse si resulta más arduo el fútbol o el matrimonio…
Él siempre sospecha que lo primero.