La criatura en sus brazos mezclaba con los suyos sus latidos anómalos y sus escalofríos. -----------VI Liboria salió de la casa a otear cuántos árboles caídos y demás estragos había dejado el maldito viento norte y sus feroces precipitaciones esta vez. El plateado horizonte espejaba aún un poco de esperanza sobre su rostro desgastado que fruncía entre sus cejas la incógnita del paradero de los viajeros. Los perros rodeaban con desidia los corrales, pareciendo cumplir con la inspección de algunos polluelos que sobrevivieron. La mujer, acostumbrada a los rigores del clima y del cuerpo, no podía sospechar que Viláo y el niño no volverían…