Revista Identidad Primavera 2023

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Pasos para adelante, pasos para atrás...

SARA GALICO

Educadora y escritora

dosdeopinion.com

IG: @dosdeopinion

Creo verdaderamente que estamos donde debemos estar. Será el destino, o lo que D’os quiere de nosotros… O tal vez no hay trucos para recorrer el camino de la vida, solamente pasitos para adelante, pasitos para atrás…

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Yno, no creo que siempre avancemos hacia el progreso y la evolución; a veces nos metemos el pie con unos retrocesos increíbles. Caemos en la trampa de nuestro inconsciente. Teniendo la oportunidad de salir de las encrucijadas del pasado, frecuentemente nos enterramos más, solo para demostrarnos que las cicatrices siguen abiertas. Será que simplemente transitamos por esos caminos oscuros porque los teníamos que recorrer, porque nuestra sed no se sacia hasta probar de todas las aguas, las dulces, las amargas, las que nos nutren, y las que nos matan…

La verdad es que somos naturalmente imperfectos.

Por ejemplo, la semana pasada compré unas sábanas. En la caja me advirtieron que guardara el “tique” para cambios y devoluciones. Me ganó la prisa, y tiré el recibo entrando a mi casa. Días después, abrí el paquete para darme cuenta de que no eran sábanas, sino un cobertor espantoso que jamás usaría. Esta misma situación me ha ocurrido tantas veces en mi vida que podría hacer una serie de tres temporadas sobre

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devoluciones que me salieron mal por no guardar el maldito “tique”. Sin embargo, mi soberbia me dice “rómpelo en pedacitos y tíralo a la basura porque solo estorba”. Y ahora tengo que volver a la tienda para rogarle al gerente que me ayude. ¡Si tan solo aprendiera las lecciones de mi propia historia!

Tan imperfectos como individuos como imperfecta la humanidad. Los rusos, por ejemplo. Uno pensaría que después del desastre que fue el colapso del bloque soviético y las décadas de pobreza que transcurrieron para su recuperación económica, aunado a la humillación internacional y el desengaño de haberlo apostado todo a una ideología obsoleta; que después de todo esto, el liderazgo ruso nunca más jugaría a la expansión imperial.

Pero lo olvidó, y ahora quiere volver a mover fichas en el tablero global como si fuera la Guerra Fría. Todo mientras mueren cientos de personas todos los días por su invasión a Ucrania, por el frío, por la pobreza que genera una guerra. El inconsciente colectivo de Rusia les tendió una trampa, y cayeron. Yo dudo mucho que salgan victoriosos, pero uno nunca sabe en este mundo…

O el Partido Comunista Chino, insistente en convertirse en la mayor potencia mundial. Portavoces chinos han afirmado que su país está embarcado en un “ascenso pacífico al poder”, sin embargo, como se suele decir por ahí, nosotros tenemos otros datos. Sabemos que están espiándonos desde sus satélites, desde los globos de aire que sobrevuelan en nuestro continente, desde su aplicación Tik Tok, y de muchas otras maneras. Oprimen los derechos humanos en Hong Kong y amenazan a Taiwán. Se roban las tecnologías producidas en Occidente, y son desleales

en el comercio internacional. Esconden datos sobre el contagio de cierto virus descubierto en Wuhan en el año 2019, y mucho más.

China es poderosa, persistente, ingeniosa y sumamente rica. Y esto es, en gran medida, gracias a todos nosotros porque hemos pensado en ellos como proveedores-aliados, y no como poderosos-adversarios. Se escondieron en un punto ciego y no los vimos venir.

China siempre ha pretendido convertirse en una potencia mundial. Hoy, ya lo es. Y cada día está más cerca de

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Ni el conocimiento de la historia, ni el estudio del comportamiento humano nos pueden preparar para los eventos que se generan repentinamente y que transforman nuestra realidad en instantes.

convertirse en la potencia mundial más dominante. Han jugado bien su juego, y lentamente fuimos cayendo en la trampa.

Ahora bien, ni el conocimiento de la historia, ni el estudio del comportamiento humano nos pueden preparar para los eventos que se generan repentinamente y que transforman nuestra realidad en instantes.

Esos eventos que jamás pensarías que van a ocurrir, como tirar las llaves en la calle justo cuando caminas sobre una coladera. Escuchas el metal de tus llaves chocar con el material de la alcantarilla, y en un abrir y cerrar de ojos las ves desaparecer en las profundidades de la Tierra. Tu día cambia radicalmente, y todo lo que tenías pendiente pasa a un segundo plano; en ese instante, todos tus recursos disponibles los canalizas a solucionar esa improbable casualidad.

Algo así vivimos en el 2020 con la pandemia del COVID-19. Nuestros planes se fueron por la mismísima coladera, y nuestras prioridades cambiaron inmediatamente. Desde aquel frenesí por comprar cubrebocas, todo tipo de alcoholes, geles y toallas desinfectantes, y por supuesto, papel higiénico en cantidades industriales. Nuestra vida cambió radicalmente, y tuvimos que cancelar prácticamente todos nuestros planes para iniciar un prolongado

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confinamiento. Hablábamos de camas disponibles en los hospitales, del aumento de contagios, posibles vacunas, síntomas, efectos secundarios, secuelas de la enfermedad, etc. Estuvimos meses sin reunirnos con nuestros padres, abuelos, amigos. Una gran sorpresa para la humanidad que nos demostró nuevamente nuestra vulnerabilidad.

La versión más aceptada acerca del origen de la pandemia se centra en Wuhan, supuestamente en un mercado de comida en la que una persona ingirió un animal enfermo del virus. ¿Será murciélago? ¿Será pangolín? ¿O habrá sido un empleado de Instituto de Virología de Wuhan que accidentalmente resultó infectado por un virus que estaban estudiando ahí? Será el sereno, pero todo hubiera sido distinto si esa persona no se hubiera parado a comer en el mercado ese día. ¿O será que simplemente debemos asumir que cada cierto tiempo surgen pandemias así por que sí?

A lo mejor esta imprevisibilidad está en todo. Algunas situaciones nos ocurrieron la semana pasada de manera repentina, y otros se llevan construyendo por meses, años, incluso décadas. Algunos momentos son sorpresivos, mientras que otros son provocados con una intencionalidad metódica y calculada. La invasión de Rusia a Ucrania, las maromas chinas para convertirse en los reyes del mundo, y por supuesto la pandemia del COVID-19 son eventos omnipresentes en la agenda internacional. Y

cada uno de ellos es la consecuencia de un pasado que no logramos dejar atrás.

Llenamos nuestro vaso de experiencias colectivas: algunas buenas, como la cooperación; otras no tanto, como la guerra y la inflación provocada por la guerra. Algunos pasos para adelante, otros para atrás. Y otros pasos nuevos, como la reconfiguración de la cadena de suministros, o la destrucción de los recursos naturales y el cambio climático.

No podemos cambiar el pasado. No podemos recuperar esas llaves que cayeron en la coladera, ni podemos deshacer los efectos de decisiones equivocadas que hemos tomado. Ya sea por ignorancia, por impulsividad, por inmadurez, o por lo que sea, todos cometemos errores; y desafortunadamente, no podemos regresar en una máquina del tiempo para prevenirlos.

Pero conocer el pasado es importante para extraer aprendizajes, experiencia y humildad, herramientas que nos sirven para enfrentar los retos del presente.

Porque nada nos libra de lo que aun está por venir, ni como individuos, ni como país, ni como humanidad. Y siempre volvemos al mismo punto de partida, a ese instante en que todo puede salir bien o todo puede salir mal, ya sea por azar o por nuestras propias decisiones. Porque así somos (y así es el mundo), perfectamente imperfectos.

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No podemos recuperar esas llaves que cayeron en la coladera, ni podemos deshacer los efectos de decisiones equivocadas que hemos tomado.

La desconexión unilateral de Gaza ¿un error histórico?

He estado pensando mucho estos días sobre el significado y las implicaciones del nuevo ascenso de Binyamín Netanyahu al gobierno israelí, esta vez respaldado por una coalición de partidos que defienden posturas que se pueden considerar de “extrema derecha”. Esto a causa del resultado de los comicios del pasado mes de noviembre, la quinta vez en tan solo cuatro años que Israel convoca a elecciones. El triunfo de Netanyahu y su actual coalición se definió por un estrecho margen.

Es un hecho que, desde hace algunos años, en el mundo entero hemos estado viendo una serie de posiciones políticas que en otros momentos se habrían calificado como radicales. Pero no por ello me resulta menos preocupante lo que he podido leer en los medios

de comunicación sobre algunas de las nuevas políticas que este nuevo gobierno israelí quiere promover; como por ejemplo, cambios a la Ley de Retorno, que harían sus criterios más restrictivos (modificaciones que, por cierto, han sido criticadas por distintas organizaciones sionistas mundiales); o la reforma judicial, que centraría un mayor poder en el Ejecutivo, socavando los equilibrios del sistema democrático; entre otras.

Todo esto me llevó a desempolvar un viejo recuerdo de una experiencia que viví en mi viaje a Israel, en el verano del 2005, tras concluir la Secundaria.

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ARTURO JASQUI HOP

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Internacionalista

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Más allá de las increíbles vivencias en los extraordinarios lugares que conocimos durante ese viaje, hubo una constante que se vio en todos los sitios que visitamos: listones azules y listones naranjas.

Éstos estaban colocados en coches, casas, edificios y mochilas; como si de un partido de fútbol se tratara y hubiera que elegir un bando al cual respaldar. A simple vista parecía que los seguidores del “equipo naranja” predominaban. Pero en todo caso, era evidente que se trataba de algo mucho más serio, y en cuanto alguien preguntaba, se podía notar que la tensión incrementaba. Después de unos días, ya había entendido cuál era el asunto en cuestión. Se trataba del plan unilateral para la retirada israelí de la Franja de Gaza, propuesto por el entonces Primer Ministro Ariel Sharon. La propuesta había sido aprobada por la Knesset, y se llevaría a cabo en tan solo unas pocas semanas.

La desconexión de Gaza (como también se le llamó a dicho proceso) fue un evento que dividió en dos al país. Aquéllos que rechazaban la reubicación forzosa de los habitantes de los asentamientos judíos de Gaza, llevaban meses expresando su enojo mediante el naranja, color simbólico de los colonos. Por otra parte, conforme se acercaba la fecha pactada para la retirada, el sector de la sociedad israelí que sí la apoyaba utilizó el color azul para mostrar su respaldo al gobierno (el azul era una referencia explícita a la bandera nacional); los del “equipo azul” argumentaban que dicho plan era por el bien del país.

Recuerdo que en algún momento del viaje, hubo un cierto enfrentamiento entre nuestra madrijá israelí (que rechazaba la desconexión) y una compañera nuestra, también israelí (que

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Recuerdo que en algún momento del viaje, hubo un cierto enfrentamiento entre nuestra madrijá israelí (que rechazaba la desconexión) y una compañera nuestra, también israelí (que apoyaba el plan de retirada).

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apoyaba el plan de retirada). Esta última nos había repartido a algunos amigos listones azules para colocar en nuestras mochilas. Pero realmente, no pasó más allá de unas cuantas acaloradas discusiones, y hacia el final del viaje, tuvo un buen desenlace cuando, en algún lugar que ahora no recuerdo, vimos que había un grupo de jóvenes repartiendo listones color morado claro. Inmediatamente nos acercamos a preguntar qué significaban, y la respuesta nos impresionó: “Hay demasiada polarización en Israel, por lo que estos listones, que no son ni naranjas ni azules, son para recordarnos que todos somos parte del mismo pueblo, hermanos. No importa si estás a favor o en contra del plan de Sharon, lo verdaderamente relevante es que debemos escucharnos y entendernos los unos a otros”. Así, con listones morados (además del respectivo que la madrijá y nuestra compañera tenían desde antes), pasamos los

últimos días del viaje con mucha más armonía y sin rispideces.

Tristemente, la realidad no tuvo el mismo final. Las fuertes imágenes captadas por los medios a tan solo un par de semanas de la retirada, dieron la vuelta al mundo. Vimos soldados israelíes desalojando de sus casas a los últimos colonos que se negaban a evacuar Gaza voluntariamente. Y vimos palabras, símbolos e insultos denigrantes bajo ese contexto, en lo que fue, sin duda, un episodio traumático para cierto sector de la población israelí.

Claro está que la polarización política siempre ha existido en la sociedad israelí. Un ejemplo muy claro, y previo a los eventos comentados, es el asesinato de Yitzhak Rabín en 1995. Dicho magnicidio puso de manifiesto la disociación creciente entre los sectores demócratas y pro-paz, y las facciones más conservadoras e intransigentes de Israel.

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Fue una toma de decisiones que se hizo de manera unilateral, sin escuchar a la contraparte externa, los palestinos. Pero aún más preocupante, me parece, fue que se decidió sin escuchar ni dialogar seriamente con la contraparte interna, con los israelíes que pensaban diferente.

Sin embargo, el plan unilateral de retirada de Gaza tuvo consecuencias que siguen siendo presentes y tangibles el día de hoy. Algunas de éstas son, por supuesto, el dominio de Hamas en esa región, la constante vulnerabilidad de las poblaciones del sur de Israel ante los cohetes y misiles que son disparados desde Gaza, y la popularización de la idea de que no se podrá conseguir la paz con los palestinos mediante la entrega de territorio. Estos hechos sin duda han contribuido a una mayor radicalización de la sociedad israelí, particularmente hacia sectores de la derecha. La evidencia de esto está en los paupérrimos resultados obtenidos en las últimas elecciones por HaAvodá, el Partido Laborista de ese país, que había sido, durante décadas, el representante histórico de la izquierda moderada israelí.

En la historia, como en la vida misma, el hubiera no existe. Pero aun así resulta interesante analizar si la desconexión unilateral de Gaza fue en efecto un error histórico, sabiendo lo que hoy sabemos.

Personalmente, considero que el error más grande radicó en cómo se desarrolló ese proceso. Fue una toma de decisiones que se hizo de manera unilateral, sin escuchar a la contraparte externa, los palestinos. Pero aún más preocupante, me parece, fue que se decidió sin escuchar ni dialogar seriamente

con la contraparte interna, con los israelíes que pensaban diferente.

Ya pasaron más de 17 años de ese suceso. Es difícil suponer qué escenario hubiera ocurrido si las cosas se hubieran dado de otra forma.

Pero, como dice el refrán: más vale tarde que nunca. No se trata de que ninguna de las partes sacrifique o pierda sus ideales, sino todo lo contrario; se trata de la posibilidad de establecer un diálogo real acerca del futuro del Estado Judío, de lograr una visión compartida entre los diversos sectores que lo componen. Una visión basada en los principios fundacionales de Israel, y también en las experiencias históricas en las que se privilegió la unidad nacional. Tal vez, y sólo tal vez, así se pueda combatir la polarización que estamos viendo hoy en Israel.

No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos tirarle a un mejor futuro desde el presente.

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Reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro

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Permíteme ampliar la idea…

El deseo de cambiar el pasado pensado desde mi pasado… ¿qué significa esto?

Cuando pienso en la historia, y en todos los momentos horrorosos que ha vivido la humanidad, me dan ganas de cambiar el pasado. Imagino qué sería si pudiéramos prevenir, por ejemplo, el genocidio perpetrado por los españoles en México durante la Conquista (y en todo lo que llamaron el “Nuevo Mundo”), una masacre a sangre fría, a nombre del rey y de su dios. Sueño con la idea de poder evitar los pogromos antijudíos, la expulsión de España, las guerras, la Inquisición, el Holocausto, y más. ¿Cómo podría yo tener injerencia en un cambio del pasado? No lo sé, ni siquiera pienso que debería ser yo quien haga ese cambio, pero mi deseo del cambio del pasado no es necesariamente que yo lo cambie, me alcanza con que las cosas hubieran sucedido de otra manera.

Y este deseo por cambiar el pasado no es porque quizás hoy tendríamos un mejor presente a causa de ello, sino simplemente porque nos horroriza ese pasado y nada más.

Ahora, el deseo de cambiar el pasado desde mi presente: cuando pienso en lo que podría haber cambiado de mi vida personal en el pasado, esto suele ser imaginando un mejor presente para mí y los míos. Por ejemplo, la verdad es que me hubiera gustado comenzar mi carrera de Filosofía más joven, y esto porque me imagino el nivel de filósofo que podría ser hoy en día. Otro de mis intereses es el arte y la música, y aunque sigo aprendiendo cada día, me hubiera gustado comenzar a ilustrarme al respecto desde más chico.

Pensemos en cómo contamos nuestra historia y en cómo pensamos nuestro futuro. Estas dos cosas sí puedo rescatar del pasado.
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Otro ejemplo, quizás más común, tiene que ver con el alcance o la capacidad económica. ¿Cuántas veces no nos pasa que queremos adquirir algún objeto, viaje, servicio, o hacernos de una condición económica, y sabemos que habríamos podido ya tenerla, de no haber hecho cierto gasto, o si hubiéramos hecho algún negocio que, por alguna u otra razón, dejamos de hacer? En ese momento nos decimos que nos encantaría cambiar el pasado para estar en una condición diferente hoy.

La verdad es que, si pudiéramos volver al pasado para plantar la semilla de un mejor presente, ¿quién no lo haría?

Finalmente, el deseo de cambiar el pasado, pensado desde mi futuro: ¿qué significa esto?

¿Por qué no hacer esos cambios hoy, de una vez por todas?

Esa pregunta se puede aplicar a todo lo que no nos gusta de nuestro presente.

Por ejemplo, en mi negocio, cuando hago una planeación y me doy cuenta que me falta cierta plataforma o recurso para el crecimiento proyectado o deseado; y me doy cuenta que si hubiera hecho tal o cual cosa en el pasado, podría tener hoy la capacidad para llevar a cabo esos planes de manera óptima.

Es muy común vivir esta experiencia con la educación de los hijos; muchas veces el deseo de cambiar el pasado nace cuando contemplamos el futuro de nuestros hijos. Si yo me hubiera cultivado en equis aspecto, podría educar mejor a mi hijo hoy y verlo en mejores condiciones mañana. Si hubiera administrado y ahorrado mejor mi dinero ayer, podría darle mayores posibilidades de crecimiento a mi hijo hoy y para el día de mañana.

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Pero es imposible cambiar el pasado. Así que, ¿ahora qué hago?

Primero, pensemos en cómo contamos nuestra historia y en cómo pensamos nuestro futuro. Estas dos cosas sí puedo rescatar del pasado.

En una ocasión me preguntó mi hija si es posible construir una máquina del tiempo. Yo le respondí que no, pero que hay algo cercano a eso que sí tenemos: los libros de historia que nos ayudan a conocer el pasado, y quizás también a prevenir, de cara al futuro.

Estamos condenados, por naturaleza, a vivir en el presente, pero el pasado lo podemos leer y configurar, esto es, recordar de muchas formas. El sentido de nuestra identidad yace del pasado y de nuestra historia, y es nuestra responsabilidad el cómo pensamos esa trayectoria.

Y del futuro, solo decir que si está en nuestras manos, está en las manos del presente, curiosamente.

Está bien, pero… ¿y si sí pudiéramos cambiar el pasado?

La verdad, nadie sabe qué es lo que pasaría hoy si pudiéramos alterar lo que hicimos ayer. Por ejemplo, yo podría querer retrasar el tiempo en que comencé a tener a mis hijos, pero la realidad sería que si eso fuera posible, los hijos que eventualmente tendría (si es que lograría tenerlos) serían otros, diferentes a los que tengo en este universo. Y desprenderme de los hijos que conozco y tengo hoy es algo que definitivamente no estaría dispuesto a hacer de ninguna manera.

Sin embargo, escarbando un poco, puedo identificar un tema que sí me hubiera gustado modificar: aprovechar mejor el tiempo, o quizás dedicarle

más tiempo a estudiar y trabajar, o bien, trabajar de una manera distinta. Pero entonces, ¿por qué no hacer esos cambios hoy, de una vez por todas? Esa pregunta se puede aplicar a todo lo que no nos gusta de nuestro presente.

Y sí, muchas veces no logramos ejercer ningún cambio a nuestra conducta, porque ésta obedece, en gran medida, a patrones que requieren de una atención mucho mayor. Y volvemos a lo mismo: ¿y si pudiera regresar al pasado para romper los patrones que hoy no me gustan de mi comportamiento?

Conclusión: no puedo cambiar el pasado, pero escribiendo estas líneas, lo único que me queda es poner manos a la obra para que, en el futuro, no quiera cambiar este presente… ¡que para entonces, ya será el pasado!

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Me arrepiento

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que yo podía sola de haber creído de portada

BETINA HAIAT

Psicoterapeuta

FB: Betina Haiat

IG: @betinahaiat

Cuando me invitaron a escribir para este número de la revista “ Identidad Monte Sinai ”, y me platicaron del tema central de esta edición, traté de reflexionar sobre algo de la trayectoria de la humanidad que hubiera podido ser diferente, algo de la historia universal, o de la historia judía quizás, pero no logré inspirarme.

Ya estaba a punto de renunciar a escribir sobre este tema, cuando se me ocurrió revisar algo sobre mi propia vida, e inmediatamente recordé situaciones muy puntuales que hoy me habrían gustado cambiar, ya que de haberlo hecho, quizá habría tomado decisiones diferentes en aquellos momentos. Quizás las cosas habrían sido distintas, y tal vez se habría generado en mi vida menos estrés y menos desgaste en mi persona.

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Crimen, castigo… y destino

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JAIME SHEHOAH JALIFE

A bogado

Marty McFly y el doctor

Emmett Brown (personajes de la trilogía cinematográfica

“ Back to the Future ”) tuvieron la urgencia de viajar al año 1955 para impedir que se consumiera un hecho que tendría funestas consecuencias. Debían evitar que un almanaque que contenía los resultados deportivos del futuro cayera en manos del villano de la película, Biff Tannen, ya que de no hacerlo, éste amasaría una gran fortuna a través de las apuestas, alterando el destino de los habitantes de la ciudad.

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Si estuviera a mi alcance, pediría a Marty y al Dr. Brown que dejen en paz al inútil de Biff, y que mejor se preparen para otra misión, igual de enloquecida, y sin lugar a dudas, no exenta de dificultades. Me acercaría al tablero de aquel automóvil DeLorean (su máquina del tiempo), y pondría las siguientes indicaciones de viaje: “destino: 27 Junio, 1914”.

La misión consistiría en impedir un magnicidio que, de hecho, ocurrió al día siguiente, el 28 de junio de 1914, en Sarajevo, en la provincia de Bosnia y Herzegovina, del Imperio Austro-Húngaro. Con ello, se lograría dar un giro a diversos acontecimientos geopolíticos de gran trascendencia, y posiblemente se habría

evitado que el siglo XX sea el más sangriento y brutal de la historia de la humanidad.

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Ahora volvamos al crimen que mencioné al principio de este artículo, el que me habría gustado que Marty McFly y el Dr. Brown hubieran podido evitar con su máquina del tiempo. El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando de Austria se encontraba en Sarajevo para presidir unas maniobras militares. El principal problema político del Imperio Austro-Húngaro habían sido las tensiones nacionalistas de muchos de sus territorios, y en especial de las minorías eslavas. Existían grupos extremistas que buscaban la autonomía de sus pueblos, y cuando el archiduque recorría en automóvil las calles de esa ciudad, fue atacado con una bomba que explotó unos metros más lejos, sin causarle daño. Increíblemente, en lugar de suspender sus actividades, el archiduque tomó la decisión de ir al hospital a visitar a los heridos. El destino quiso que su vehículo cambiara de dirección y se enfilara por una calle donde se encontraba el nacionalista serbio Gavrilo Princip, quien alcanzó a disparar dos balas contra él, acabando con la vida del archiduque y su esposa.

La muerte del archiduque fue el detonante del estallido de la Primera Guerra Mundial, y como hoy sabemos, las condiciones que se impusieron a Alemania en el armisticio de dicha contienda bélica, fueron la pólvora que utilizó Adolfo Hitler para arrastrar a la humanidad a un destino de sangre y dolor sin precedentes.

Solo D’os sabe qué habría pasado si Gavrilo Princip no hubiera disparado, o si hubiera fallado. Cuando fue encarcelado, es probable que sus reflexiones se asemejaran a las de Meursault, el protagonista de “El extranjero”, quien después de matar al árabe intentó analizar los hechos, de la siguiente forma: “Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. Entonces, tiré aún cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y eran como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia…”

La muerte del archiduque fue el detonante del estallido de la Primera Guerra Mundial, y como hoy sabemos, las condiciones que se impusieron a Alemania en el armisticio de dicha contienda bélica, fueron la pólvora que utilizó Adolfo Hitler para arrastrar a la humanidad a un destino de sangre y dolor sin precedentes. Solo D’os sabe qué habría pasado si Gavrilo Princip no hubiera disparado, o si hubiera fallado.

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LA ILUSIÓN HUMANA DE UN TIEMPO LINEAL

Me gustaría poder decir que soy de esas personas sabias, contentas con el pasado, satisfecha de saber que todas las piezas de mi vida están acomodadas en su lugar, y genuinamente convencida que el universo es perfecto. A diario me lo recuerdo, y mi camino va hacia esa dirección.

Pero entre saberlo y vivirlo, hay una, o muchas, vidas de diferencia. Todo pasa para bien, incluso las cosas dolorosas. Lo sé, lo entiendo, y en el fondo, mi alma lo tiene claro. Pero mi mente humana a veces lucha con ese principio divino.

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ALLYN SAAD DE MARCOS

sta es una reflexión que he evitado por años, porque sería un pozo sin fondo. Quisiera tener los hilos para mover mi existencia con calma; y quizás más que cambiarla, me gustaría guiarla, con pausas y suspiros, al lugar preciso. En ocasiones, mi mente dice “para la próxima haré esto o aquello…”. Y después, veo todo acomodado, todo en su lugar, como un cuaderno de apuntes recién pasado en limpio. Claro, desde mi perspectiva.

Una vez con las riendas en mis manos, empiezo esta reflexión por lo más cercano: me gustaría poder dar un abrazo más, una mirada más profunda; me gustaría tener más instantes de ésos que detienen el tiempo en la presencia consciente de dos seres que se miran. Me hubiera gustado darte más de mí, papá, y saber toda tu humanidad antes de tu partida, para honrarte en vida y ser la transmisora de tus historias. Me hubiera gustado una despedida más larga, una vida más llena.

Llenaría mi vida de más amor, más diversión, más bailes y cantos en la regadera, más risas y menos enojos. Más tolerancia y menos reglas,

más sencillez en todos los sentidos. Regresar a lo básico y a lo esencial. Quitar de mi vida lo que no es importante, aunque le haya dedicado mucho de mi mente y de mi tiempo. Sé que no soy la única que se arrepiente por lo hecho y sobre todo, por lo no hecho. No soy la única que de pronto se siente como una espectadora, y no tanto como la protagonista, de su propia historia. Sé que no soy la única a la que se le escapan los planes y los sueños que no se concretan.

Si pudiera cambiar el pasado, llenaría de espacio el tiempo. Expandiría las horas y respiraría más los momentos vividos. Respirar… y con cada respiración viviría aún más; sabiendo que estoy viva y llenando de vida los segundos.

Vivir no es lo mismo que sobrevivir, aunque a veces se nos van los años sobreviviendo. Vivimos como si estuviéramos nadando, agotados, en medio del océano, hacia ningún lado. Si pudiera cambiar el pasado, trataría de cambiar esa imagen y tomaría más las riendas de mi navegación.

No soy la única que de pronto se siente como una espectadora, y no tanto como la protagonista, de su propia historia. Sé que no soy la única a la que se le escapan los planes y los sueños que no se concretan.
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¿Y qué sería de las horas si pudieran tomarse más descansos? ¿Acaso no las pausas en una partitura dan forma a toda melodía? Si pudiera, llenaría de este recurso el tiempo universal.

Respiro hoy, y deseo poder cambiar los gritos cargados de enojo, duda y cansancio, pensando que eso era educar. Esas veces en que mis reacciones obedecían al temor de la energía pura y desbocada de un niño, y de su ignorancia o incapacidad para saber dónde acomodarla y cómo encausarla. Escucharía con el alma, y con calma, sus pequeños grandes logros de cada día, y felicitaría también cada uno de sus fracasos.

Cambiaría ese ideal de perfección aplastante por una colección de errores, sin temor a cometerlos; y me reiría de ellos. Alguno abrirá la puerta a

un éxito insospechado.

Jugaría a vivir, y me atrevería a cantar en todos los karaokes, haría el ridículo por el placer de sentirme viva. Bailaría cada día, y si pudiera cambiar mi niñez, bailaría en todos los concursos posibles. Me atrevería a perder. Respiro… Y en esta reflexión, cambio los juicios emitidos a todas las manifestaciones de mi ser. No sé aun si sabría hacer esto, incluso con las riendas del tiempo en mis manos. Al menos cambiaría los juicios inmediatos por treguas.

Contemplaría más cada creación de D’os, las grandiosas y las minúsculas, desde los mágicos atardeceres hasta el verde de un aguacate justo en su momento preciso, o una pequeña hormiga cargando un pedazo de hoja el doble de su tamaño para aportar a su colectividad.

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Llenaría mi vida de más amor, más diversión, más bailes y cantos en la regadera, más risas y menos enojos.

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Observaría más a mis hijos cuando duermen, o en esos momentos cuando están conectados con la perfección de su existencia. Saciaría cada uno de mis sentidos. Jugaría con ellos, trataría de ver si es posible oler los ruidos o sentir las notas musicales. Escucharía también los sonidos de mi alma, la atendería con más atención. Cuidaría el tesoro de mi intuición, y dejaría que me guíe en todos mis pasos.

Pero, ¿sabes? El tiempo es una ilusión que nos amarra. No existe la línea del tiempo, hoy decido traslaparla. Y veo a mi niña de tres años, de tres meses, y de apenas tres respiros. La miro en su totalidad, la abrazo, la recibo tal como es. Me uno a ella para aprender juntas a gozar y a merecer, a tomar las bendiciones que la vida nos da desde el primer respiro.

Aunque a decir verdad, si tuviera el poder sobre el pasado, iría más allá y buscaría quizás cambiar hasta mis genes. Intentaría ir todavía más lejos de la concepción, y exploraría esa tómbola donde se asignan las almas a cada

cuerpo. ¿Tal vez un cambio de alma, una más liviana? Ésa se ve mejor, aquélla más luminosa, la otra tiene muchas manchas, ésta se ve fácil de manejar, esta otra se nota retraída, la de al lado parece rabiosa. ¿Cuál escoger? La verdad es que todas las almas son imperfectas, y en cada imperfección, en cada mancha hay una vida y muchas historias. Y me doy cuenta que así son bellas, y que aquí en la Tierra estamos ciegos. Todas me miran, todas anhelan ser la elegida para bajar al mundo. ¿Por qué quisieran estar en esta dimensión que las restringe? ¿No conocen ya el sufrimiento humano?

Regreso al aquí y al ahora, y vuelvo a respirar. Ahora que en mi utopía lo he cambiado todo, despierto a mi realidad donde sigo siendo la misma. Agradezco quién soy y con quiénes comparto la vida. Agradezco las dudas, las lágrimas y los aprendizajes. Agradezco mi cuerpo, mi espacio, mi entorno.

Porque además, si pudiera cambiar el pasado, ¿estaría yo escribiendo esto hoy?

Cambiaría ese ideal de perfección aplastante por una colección de errores, sin temor a cometerlos; y me reiría de ellos.
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Alguno abrirá la puerta a un éxito insospechado.

¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Solemos pensar que todo lo que pasó antes fue mejor. Queremos quedarnos muchas veces en ese espacio donde fuimos felices, en esa época cuando estábamos cómodos. O quizás vemos con nostalgia ese pasado cuando no teníamos todas las responsabilidades que hoy cargamos.

Personalmente, no tengo duda que ciertos episodios de la historia judía eran mejores que el presente: los tiempos del liderazgo de Moshé Rabenu, o la época cuando el pueblo de Israel

Secretario General Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinai sección
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entró a la Tierra Prometida, o el tiempo de los reyes de Israel, o por su puesto la vida cuando el Bet Hamikdash estaba erigido y en funciones, tanto el primero como el segundo.

Quizás esos tiempos eran la época dorada del judaísmo. Los judíos visitaban el templo tres veces al año, y por medio del servicio sagrado que se practicaba ahí, estaban íntimamente centrados en la nuestras festividades. Pero tristemente, después de la destrucción del segundo templo, se suscitó un

exilio de 2,000 años. Siglos de caos, persecución y desesperación para el pueblo judío.

El más reciente episodio de nuestra historia, cuando los judíos realmente hemos sido más libres y con mayores oportunidades de crecimiento y desarrollo pleno, han sido los últimos 75 años, desde la fundación del estado-nación del pueblo judío, Israel. Así que retomemos la pregunta inicial de este artículo: ¿estamos seguros de que todo tiempo pasado fue mejor?

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Nunca antes el pueblo judío había podido ser verdaderamente libre y soberano como hoy lo es en su tierra ancestral. Puede defenderse con un ejército propio, desarrollar su sociedad y sus familias, y desplegar sus habilidades y potencialidades para alcanzar grandes avances económicos, médicos, tecnológicos, culturales, políticos, etc.

¿Realmente quisiéramos regresar al pasado? Los últimos 2,000 años han estado plagados de violencia, incertidumbre, vulnerabilidad. Creo que nadie quisiera volver atrás a los tiempos en que nos condenaban por la calumnia de deicidio, o por el libelo de sangre (la falsa

y monstruosa acusación de que los judíos sacrificaban niños cristianos para producir matzá con su sangre). Nadie quisiera revivir las épocas en que se nos juzgaba por nuestra religión, o por nuestra presunta “impureza racial”, cuando el simple hecho de ser judío podía significar un deportación a Siberia o a un campo de exterminio, ¿o sí?

Soy un fiel creyente que el futuro del Pueblo de Israel siempre será mejor, pero siempre y cuando nos mantengamos unidos, fuertes en nuestras tradiciones, fuertes en nuestras raíces, y siempre y cuando cumplamos con la tarea que nos corresponde como judíos del siglo XXI.

¿Y cuál es esta tarea?

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A mi parecer, ésta consiste en los siguientes elementos:

1. Proporcionar una educación judía de calidad a las nuevas generaciones.

2. Transmitir a nuestros hijos y nietos nuestra identidad, y un sentido de lo que es la esencia del ser judío.

3. Ser una “luz para las naciones”.

4. Mantener nuestras familias por medio de casamientos internos y evitando la asimilación.

5. Ser proactivos y constructivos con las sociedades que nos rodean, para fomentar así el amor al pueblo judío y no perpetuar conductas que alimentan el antisemitismo.

El futuro puede ser tan grandioso como lo podamos imaginar. Pero no debemos perder la esencia misma de quien somos. Debemos promover nuestros valores y fomentar una cultura judía vibrante, relevante, y auténtica, en todos los aspectos comunitarios, familiares e individuales.

El presente es un momento histórico de retos comunitarios, una nueva oportunidad para engrandecer nuestro pasado con vistas al futuro. Y al fomentar mejores familias de mejores judíos, y nos acercaremos a la soñada y anhelada paz, que es un tema del presente y del futuro, más que de las rencillas y batallas del pasado.

Por eso concluyo que el presente y el futuro serán mejor que el

pasado, ya que es el espacio que nos da la oportunidad para el aquí y el ahora. Debemos afrontar la responsabilidad y el compromiso de construir lo que nuestros pasados no lograron. Porque además, vivir con la melancolía y la nostalgia romántica del pasado, nos empuja a tener que seguir arrastrando el dolor del pasado, con todos sus traumas.

Así que, como hacemos al finalizar el rezo de la Amidá: demos tres pasos atrás, pero solo con el fin al que hace alusión el versículo: “Osé shalom bimromav u yaasé shalom alenu ve al kol amó Israel, veimrú amén…” “El que hace la paz en Sus alturas, que haga la paz sobre nosotros y sobre todo el pueblo de Israel, y digamos amén…”

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Soy un fiel creyente que el futuro del Pueblo de Israel siempre será mejor, pero siempre y cuando nos mantengamos unidos, fuertes en nuestras tradiciones, fuertes en nuestras raíces, y siempre y cuando cumplamos con la tarea que nos corresponde como judíos del siglo XXI.
sección de portada
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¡Celebrando 80 años de La Monte!

Nuestra querida escuela festejó su aniversario a través del arte y la cultura.

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El Congreso Judío Mundial en El Vaticano

ADELA SMEKE MIZRAHI

Secretaria Adjunta

Sociedad de Beneficencia Alianza

Monte Sinai

La declaración fue presentada en el Palacio Apostólico por Ronald Lauder, Presidente del CJM, en presencia de representantes de comunidades judías de más de 50 países.

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“Kishreinu” es una respuesta oficial a la histórica declaración de 1965, “Nostra Aetate”.

Cuando tuve la oportunidad de acercarme al Papa, le agradecí la recepción tan cálida que ha mostrado para promover el acercamiento entre ambas religiones, ya que el mundo de hoy presenta enormes retos, y como instituciones de fe, debemos unirnos para poder enfrentarlos.

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“Más vale prevenir que tirar la carne con arroz”

Medicina Interna-Nutrición Clínica

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Diabetes-Hipertensión-EPOC-Asma-HipotiroidismoEnfermedad Renal- Artritis-Obesidad-Insuficiencia

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¿Qué es la plasticidad cerebral, y cómo podemos usarla para evitar el deterioro cognitivo?

YAEL LORBERFELD

Psicóloga Clínica

La salud cerebral es importante porque toda nuestra experiencia está ligada a lo que pasa en él.

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Al cerebro le encanta la novedad y la sorpresa, así que el entrenamiento cerebral es más efectivo cuando es dinámico, divertido y práctico.

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El manuscrito más antiguo de la Torá, proveniente de Siria, será subastado

Texto adaptado de un artículo publicado en el New York Times el 17 de febrero de 2023

El Códice Sasson, de finales del siglo IX o principios del X, será vendido por Sotheby’s por un valor estimado entre 30 y 50 millones de dólares.

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En 1929, apareció a la venta en Frankfurt, y David Solomon Sasson lo compró por 350 libras esterlinas.

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intz ha identificado en el Códice Sasson unas marcas que rastrean los cambios en su propiedad, a lo largo de los siglos. La más antigua es una escritura de venta de alrededor del año 1000 EC, que indica que fue vendida por Khalaf ben Abraham, a Isaac ben Ezekiel al-Attar, quien más tarde se la heredó a sus hijos. Aproximadamente 200 años después, se donó a la sinagoga

de la ciudad de Makisín, en el noreste de Siria. Después de que la sinagoga fue destruida, según una marca en el libro, el códice fue confiado a Salama bin Abi al-Fakhr, quien supuestamente lo habría devuelto a la comunidad local cuando la sinagoga eventualmente fuera reconstruida.

Pero al parecer eso nunca sucedió. De hecho, el único otro registro que nos queda de esa comunidad judía en Makisin es una referencia de Obadiah ha-Ger, un francés converso al judaísmo que pasó por allí en

algún momento del siglo XII. El rastro del códice se enfrió durante aproximadamente 600 años. En 1929, apareció a la venta en Frankfurt, y Sasson lo compró por 350 libras esterlinas. Se desconoce el nombre del vendedor, o cualquier otro detalle de cómo llegó a Alemania. En 1978, el British Rail Pension Fund se lo compró a los herederos de Sasson por 320,000 dólares; y en 1989, el fondo lo vendió en una subasta por $3.19 millones a un comerciante, quien luego se lo vendió a Safra.

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Al parecer, el libro solo ha sido exhibido una vez, en 1982 en el Museo Británico. Pero antes de la subasta de Sotheby’s, el manuscrito estará a la vista del público en Londres, Tel Aviv, Dallas, Los Ángeles y Nueva York.

En el códice se perciben, además, los símbolos que los escribas posteriores han agregado en

sus márgenes, marcando el comienzo de las diferentes porciones que se leen en la sinagoga cada semana.

El libro, dice Mintz, “irradia historia y santidad. ¡Ya quisiéramos todos vernos así de bien… después de mil años!”

Los libros antiguos más caros han sido el Códice Leicester, un manuscrito de Leonardo da Vinci que fue comprado por Bill Gates por 30.8 millones de dólares; y una primera impresión de la Constitución de los Estados Unidos, vendida en 43.2 millones de dólares.

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