I. El toro de Minos El abuelo Manuel buscó a su nieto Jerónimo, ya que la casa en donde vivían era grande, del tipo que hay en la provincia mexicana, con un jardín al frente y un traspatio en el que se sentía mucha alegría, estaba lleno de plantas y flores muy especiales, a Jerónimo lo llevaban a soñar historias y hacerse preguntas: ¿cómo es posible que una flor se pudiera llamar la princesa en su barca? Así era su nombre porque la hoja doblada se asemeja a un navío y en ella parece viajar una diminuta florecilla. Ni qué decir de los dos corazones en un hilo, porque sus hojas forman el contorno de un corazón y van prendidas de un largo tallo, que parece verdaderamente un hilo. Y la garbosa hoja elegante de un lustroso verde lleno de vida. También le gustaba ver las pequeñas clavelinas, los malvones de colores y las bugambilias que abrazan cálidamente las altas paredes de la casa. –¡Jerónimo! ¿En dónde andas? –Aquí estoy abuelo, mira estoy quitando las hojas secas a esta planta que se llama hoja de murciélago. ¡Es fantástica! Y sí lo parece. ¿A poco no? –¡Ya lo creo! Ven acá, ahora que la tarde está muy agradable, te voy a contar algo de mitología, griega. –¿Mito-qué? – Preguntó Jerónimo con curiosidad. –Mitología. 15