Mi capote de paseo

Page 47

VI. Los toreros Al día siguiente, Jerónimo y Valente, se dirigieron a Los Viveros de Coyoacán. Era una mañana muy fresca e incluso había niebla en los largos pasillos de ese gran espacio verde ubicado al sur de la ciudad de México. Valente le dio la mano a su hijo y se fueron corriendo entre las hojas que habían caído de los altos árboles, mientras los tenues rayos del sol apenas se asomaban entre las ramas un poco aletargados en su lento despertar. El riego de los árboles y las plantas hacía que emanaran un olor inconfundible a vida, ¡un bosque en medio de la ciudad! Además, volaban pequeñas mariposas, había muchas ardillas, salían por todos lados y se escuchaba a los pájaros cantar con tales trinos que parecía una sinfonía. De pronto, Jerónimo abrió sus ojos como un capote abierto a la vida y exclamó. –¡Papá, mira al fondo de ese círculo! Es un torero entrenando. –¡Sí lo es! –¿Podemos acercarnos? –Sí, claro y si gustas le preguntas sobre sus trastos o avíos. –Ah, ya sé, el abuelo me dijo que ésos eran todos los objetos que se necesitan para torear. – ¡Quiero verlos más cerca! ¿Se podrá? – dijo en voz muy baja. –¡Inténtalo! ¡Venga! 47


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.