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llevara al Campo de San Francisco. Dijo que quería conocerlo, porque había leído el relato «Polifemo», de Palacio Valdés, que habíamos publicado en el número 100 y que se desarrolla en este parque centenario, por donde paseamos durante un buen rato. En un momento del paseo Alicia alargó su mano para tomar la mía, pero rehuí el contacto delicadamente. Le propuse que tomáramos el aperitivo en el Hotel de la Reconquista y, ante su mirada inquisitiva, le expliqué que el dicho hotel está ubicado en lo que su día fue el hospicio, donde estaba ingresado el protagonista de «Polifemo» y donde es de suponer que también hubiera estado el muy temible coronel Toledano, dueño del perro que propicia la historia. Luego fuimos a comer a una sidrería de la calle Gascona, con una breve visita a la Foncalada, fuente prerrománica de la que Oviedo puede presumir con todo derecho. Mientras comíamos le dije que por la tarde podríamos ir a San Julián de los Prados. Pero Alicia tenía otros planes. —Si no te incomoda, me gustaría conocer Santa Cristina de Lena. Y me contó que en una semblanza que yo había escrito tiempo atrás sobre el fotógrafo Valentín Vega, contaba que nos había llevado a Santa Cristina durante el viaje de estudios, lo que me dio a entender que Alicia seguía Luz y Tinta con total atención y que me leía desde hacía tiempo. En Santa Cristina tuvimos suerte porque llegamos justo cuando comenzaba una de las visitas guiadas en las que una